EL DEMONIO EN LA EDAD MEDIA
La figura del diablo (del griego diabolos, acusador, calumniador) ha ejercido un influjo enorme sobre millones de personas a lo largo de los siglos. La creencia en un ente maligno que tienta al hombre para corromperlo moralmente ha estado, y sigue estando, extendida por toda la faz de la tierra. Los demonios son seres que, aunque inferiores a Dios, se les atribuyen poderes sobrenaturales que usan para seducir, engañar y pervertir. Y también gozan de una exquisita inteligencia… “No cabe duda de que los demonios poseen un profundo conocimiento de todas las cosas. Ningún teólogo puede interpretar tan bien como ellos las Sagradas Escrituras; ningún abogado posee un conocimiento más detallado de testamentos, contratos y acciones legales; ningún médico ni filósofo entiende mejor la composición del cuerpo humano y las virtudes de los cielos, las estrellas, las aves y los peces, los árboles y las hierbas, los metales y las piedras”, afirmó Jean Bodin, juez francés especialista en casos de brujería y autor del tratado De la Démonomanie des sorciers (1580).
Los abundantes relatos neotestamentarios sobre la influencia de Satán (del hebreo satan, adversario) en nuestro mundo, y no digamos las experiencias visionarias con seres demoníacos protagonizadas por algunos eremitas y ascetas de los siglos III y IV, tuvieron un papel crucial en la propagación de la creencia en la existencia real del diablo, como señor de los infiernos, continuamente acechando y manifestándose de mil y una formas para lograr sus siniestros propósitos. El Concilio de Toledo, celebrado en el año 447, ya ofrece una imagen concreta del Maligno: es un ser grande y negro que despide un olor sulfuroso, con cuernos y garras, orejas de asno, ojos centelleantes, dientes rechinantes y dotado de un gran falo.
En el siglo VI, Martín de Dumio, obispo de Braga (Portugal), habla de los demonios en los siguientes términos: “Son numerosos los que habitan en el mar, en los ríos, los manantiales o las selvas; los hombres ignorantes los honran como dioses y les ofrecen sacrificios. En el mar, invocan a Neptuno, en.
