In Crescendo: Diabolus in musica 5
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Dispuesto a evitar males mayores, Jace decide encontrar a esa persona, embarcándose en una aventura que le desvelará una parte de sí mismo que todavía no se había atrevido a explorar.
'Diabolus in musica 5: In Crescendo' continúa la serie 'Diabolus in musica' de Kendall Frost, una divertida y excitante mezcla de *erótica y fantasía gay* con incursiones en el BDSM. Además de la serie sobre el conservatorio Riverview, las autoras que firman bajo el seudónimo de Kendall Frost tienen varios relatos publicados en antologías, una novela de romance juvenil y otras obras de homoerótica en inglés.
En Riverview hay muchos alumnos con un gran potencial para la música... y no pocos necesitan disciplina.
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Sábado
Jace sudaba bajo los focos de The Beat; le encantaba la sensación de tocar en el local abarrotado, a pesar de que las luces le deslumbraban y no distinguía al público con claridad. Aunque Twisted Echo tocaban a menudo y la mayoría de los asistentes ya les habían visto alguna vez, siempre daba algo de impresión tocar en sábado con el bar lleno.
El repertorio ni siquiera le suponía un reto, hacía tiempo que no introducían temas nuevos, y era capaz de llevar el ritmo de las canciones perfectamente incluso cuando su mente estaba a otra cosa. Un pie por aquí, una baqueta por allá…
Y en cuestión de segundos su mente le estaba dando vueltas a la noche anterior. Había vuelto a pasar un buen rato con Eric en Vortex. Si le hubieran dicho un año atrás que acabaría siendo socio asiduo de un club de sadomaso… probablemente le habría entrado la risa floja y se habría puesto como un tomate de la vergüenza.
Lo mismo que habría pasado si le hubiesen contado que, prácticamente de un día para otro, se iba a dar cuenta de que le gustaban los chicos.
Su vida había dado un giro radical en los últimos dos meses y la noche anterior había sido especialmente memorable. Había comenzado inocentemente, con Eric enseñándole cómo mover la muñeca cuando manejaba un flogger para que cayera exactamente donde él quería, y había terminado con Jace gimiendo contra la pared mientras Eric lo follaba como si no hubiera un mañana.
No había estado para nada mal.
Pensar en ello hizo que Jace se empalmara brutalmente y agradeciese tocar un instrumento tras el cual podía esconderse bien. Sin embargo, últimamente le pasaba algo muy raro cuando estaba cachondo y marcando un ritmo…. Y supo que ese día no iba a ser distinto cuando de pronto le invadieron a la vez los pensamientos de toda la gente que estaba en el local. Era como un superpoder que no alcanzaba a comprender del todo.
Ni a controlar a su antojo.
Vamos, como superpoder dejaba bastante que desear…
A sus compañeros de grupo los reconoció enseguida; los conocía lo suficiente para intuir lo que pensaban durante los conciertos; estaba acostumbrado a ellos, y eran los únicos que mezclaban emoción y concentración a partes iguales.
«Tengo que acordarme de ponerme el despertador para estudiar mañana». Ese era Chris, el responsable.
«Estoy sonando mejor que nunca… y esa rubia no me quita ojo de encima». Mark, como siempre, sintiéndose el centro de atención.
«Aún me pongo nervioso tocando delante de Gabriel… En casa cuando estamos solos no me pasa, aquí me siento como si estuviese haciendo un examen».
El resto del público le resultaba más abrumador. Unos estaban estresados, otros felices, otros excitados… Y él intentaba ignorar la oleada que amenazaba con ser demasiado y ahogarlo en un mar de voces que no eran la suya. Era la primera vez que le ocurría en un lugar en el que había tanta gente y le estaba costando controlarlo.
«¡Me encanta cómo suena esta canción!».
«Joder, ¡qué calor hace aquí! Voy a necesitar más birra».
«Bueno, si me tomo solo un par de copas y estoy en casa antes de las dos, aún podré dormir seis horas y levantarme a estudiar mañana».
«A ver si terminan estos plastas y sale Fourth Hour de una vez, quiero ver a ese bajista tan mono…».
De pronto, entre todos los pensamientos que le llegaban, hubo uno que le llamó por encima del resto.
«No entiendo por qué tiene que pasarme esto a mí. No puedo contarle a nadie que… No. Estoy estresado por los estudios, solo es eso, sigo siendo el mismo. Soy perfectamente normal. ¡Joder! No sé si puedo con esto… ¿Con qué cara voy a mirar a la gente ahora?».
Alguien en The Beat estaba sufriendo y luchando contra sí mismo por cosas que escapaban a su control. Jace se sintió inmediatamente atraído por aquellos pensamientos que se dirigían a él de un modo especial, como si alguna fuerza superior quisiera que los distinguiera entre todo el caos de su mente. La parte negativa era que no tenía manera de saber de quién provenían. Levantó la cabeza para ver si veía a alguien que pareciera absorto en un dilema colosal, pero nuevamente los focos le cegaron.
La canción acababa de terminar, y él bebió agua con la esperanza de aclarar su mente lo suficiente para poder seguir tocando. Ya tendría tiempo de averiguar quién llevaba semejante carga sobre sus hombros. Al fin y al cabo, la mayoría de los clientes del local eran alumnos de Riverview y de las escuelas de los alrededores, lo que quería decir que eran probablemente habituales. Además, como siempre que tocaban ellos, se habían acercado muchos estudiantes del conservatorio.
Cuando terminó el concierto, Jace se sentía todavía abrumado por todas las emociones que había canalizado sin que le perteneciesen. Le resultaba agotador tener que desenmarañar las voces mientras evitaba que afectaran a su forma de tocar… O de ver el mundo… O de respirar… Por suerte, había conseguido desactivar su extraño sexto sentido antes de volverse loco concentrándose en cosas para nada excitantes. La tabla de multiplicar del ocho se estaba convirtiendo en un verdadero salvavidas.
Como de costumbre, se acercó a la barra a pedir la primera ronda antes de dirigirse a su mesa de siempre con sus compañeros. Se notaba que era sábado, porque Harley no se había marchado, Gabriel se había unido a ellos y Drew, el hermano gemelo de Chris, se había dejado caer por allí. Drew llevaba el pelo algo más corto que la media melena de su hermano, pero los ojos color avellana y el hoyuelo en la barbilla hacían raro el verles juntos, tan idénticos. Tenían delante a una fotocopia de Chris, pero sin el sudor y con una camisa mucho más formal que las camisetas con las que salía el grupo a tocar.
—
Hey, Drew, ¿cómo anda mi médico favorito?
—
Replanteándose si esto de estudiar medicina fue buena idea… A mí me fríen a exámenes y prácticas mientras vosotros vivís muy bien.
—
La respuesta sincera del muchacho hizo que Gabriel no pudiera contener una carcajada. Jace sintió que había tenido un punto más maléfico de lo estrictamente necesario.
—
Sí, bueno… No creas que nosotros no tenemos que meter horas por