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veintisis

Dos meses atrs, Cheri lo haba visto regresar a casa la vspera de Navidad. Era la primera vez que regresaba desde aquel programa de la radio. Envuelta en su vaporosa bata de un blanco pursimo, le vio desde su ventana; pareca abatido, cansado y apagado; no era como el Karl en tecnicolor que ella recordaba. Le vio insertar la llave en la cerradura y casi pudo ver la mueca de dolor que le contrajo el rostro mientras empujaba lentamente la puerta... Ya se poda imaginar lo que senta. Vaya si poda; pero hombre, por Dios, si lo saba todo el pas. Se haba convertido en un personaje famoso, cosa muy tpica por otra parte. Cuando ella le haba conocido, no era ms que un pobre profesor de baile. Despus, ella lo haba dejado y ahora, gracias a su aventura, gracias a ella, era famoso, sala en todos los peridicos y su rostro apareca con irritante regularidad en las pginas de las revistas de cotilleos y en las tertulias de la televisin. Hasta haba sido entrevistado y eso a ella le haca hervir la sangre en las venas de slo pensarlo por Richard y Judy. Richard y Judy! Primero Londres y ahora todo el cochino pas haba enloquecido de entusiasmo y beba los vientos por el maldito Karl Kasparov de la pueta. Pobre Karl Kasparov. Pobre Karl, y una mierda, pensaba Cheri. El pobre Karl, que sola metrsela con tanta violencia y regularidad en aquella silla del Sol y Sombra. El pobre Karl, que acariciaba y lama todos los centmetros, todas las esquinas, todos los suaves, flexibles y deliciosos rincones y escondrijos de su firme e impecable cuerpo, gruendo y gimiendo de incontenible deseo como un animal. El pobre

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