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El hombre y la muerte mano de inmortalidad.

Y si bien este contenido animal o bio lgico de am or tal idad sirve de soporte a la afirmacin de la inmortalidad-supervivencia, se encuentra no obstante, trans formado por el individuo, confiscado a la especie, verdadero hurto del soma que se apropia as de los atributos del phylum; ms an, se trata de una voluntad revolucionaria de apropiacin de la inm ortalidad de la especie por el individuo. As, si el hombre es un ngel inmortal, no puede ser nunca una bestia; y se em pea en com portarse como ngel inm ortal para no ser una bestia. A lo sumo, en su engaoso rechazo de la muerte, har el imbcil. Adems ante la ceguera animal la m uerte no es eliminada en el individuo. Las observaciones de Freud examinan de arri ba abajo todos los com portam ientos ciegos ante la m uerte. En efecto, an conociendo la muerte, pese a estar traum ati zados por ella, privados de nuestros amados muertos, segu ros de nuestra propia m uerte, an as vivimos ciegos a la m uerte, como si nuestros padres, nuestros amigos y nosotros mismos no hubiram os de m orir nunca. El hecho de adherir se a la actividad vital elimina todo pensamiento entorno a la m uerte, y la vida hum ana com porta una parte enorme de despreocupacin por la muerte; la m uerte queda a menudo ausente del campo de la conciencia, que, adherindose al pre sente, rechaza todo lo que no lo es, y en este plano el hom bre es evidentemente un animal, es decir est dotado de vida. En esta perspectiva, la participacin en la vida simplemente vivida implica en ella misma una ceguera a la muerte. Esta es la razn por la que en la vida cotidiana no suele estar presente la muerte; es una vida de hbitos, de trabajo, de actividades. La m uerte slo vuelve cuando el yo la con templa o se contempla a s mismo. (Y sta es la razn por la cual tantas veces la m uerte es un mal hijo de la ociosidad, el veneno del am or a s mismo.) Igualmente la conciencia humana de la m uerte se super pone a una inconsciencia de la m uerte sin destruirla. Dicho de otra forma, la frontera entre el inconsciente animal y la conciencia hum ana de la m uerte pasa no slo entre el hom bre y el animal, sino tambin por el interior mismo del hombre. Esta frontera separa el Yo del Ello. El Yo es, como tal afirmacin individual, la conciencia hum ana de la m uer
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