Vous êtes sur la page 1sur 2

¿Decadencia o esplendor? El siglo XVIII borbónico en Arequipa.

Comentarios al texto de Kendall W. Brown. Borbones y aguardiente. La reforma imperial en el


sur peruano: Arequipa en vísperas de la independencia. Lima: IEP-BCRP, 2008, 322 pp.

Los estudios sobre historia económica del Perú se han realizado tomando como punto de análisis la
visión limeña. Pocas han sido las aportaciones regionales, por ello, es gratificante para la historia
peruana, la publicación del libro de Kendall W. Brown, Borbones y aguardiente. Esta investigación
es una de las mejores monografías regionales de la historia económica peruana del XVIII. Así, los
ejes centrales del texto buscan desarrollar y explicar, a partir de un análisis sistemático y
documentado de la economía colonial, ¿cómo Arequipa se comportó ante las reformas borbónicas?
y, a su vez, ¿la expansión económica y comercial de Arequipa con el mercado del Alto Perú que
ventajas y contradicciones supuso en la economía regional y en la política reformista de los
borbones?
Arequipa era una región periférica del dominio colonial que desde el siglo XVIII crea un
mercado con el Alto Perú gracias al comercio de vino y aguardiente. De la ciudad se llevaba estos
productos a Potosí y la Paz, y de allí se traía plata para satisfacer las necesidades de mercancías
europeas y el pago de la burocracia imperial. Dicha red funcionó sostenidamente entre 1700 y 1775
y permitió que Arequipa tuviera una prosperidad económica envidiable. En cambio, desde 1775 con
la imposición de cargas fiscales y nuevos impuestos, aunado a la sobre producción de vino y
aguardiente y la crisis coyuntural del mercado del Alto Perú, la economía y el comercio arequipeño
entraron en un período de estancamiento y declive paulatino. Sin embargo, como señalan algunos
estadistas, hasta en las crisis existen grupos sociales que obtienen beneficios. Esto es apreciable en
la gran fluidez de la jerarquía social. La idea fundamental de estos cambios se resumen así: La
estructura socioeconómica de Arequipa en 1790 demuestra que los españoles, como en el caso de
los Goyeneche, prosperaron durante los años de la reforma debido a la expansión del comercio y los
favores que la metrópoli les concedió priorizando su presencia en los cargos burocráticos del
virreinato. Así, los españoles acumularon suficientes ganancias para comprar prestigio, poder y
moverse a posiciones de mayor estatus social y político que los criollos.
En ese entramado social y económico la iglesia jugó un rol fundamental. Al respecto, Pablo
Macera afirmó: “una historia económica de la iglesia equivaldría a una historia económica del
período colonial.” La iglesia arequipeña poseía haciendas, viñedos y tierras agrícolas, invertía en
minas y las explotaba con la mano de obra indígena, organizaba extensas redes comerciales y
vendía sus propias mercancías, convirtiéndose así en el principal prestamista del virreinato con altas
tasas de interés. En este contexto, los borbones buscaron supervisar a la iglesia e impedir que
funcionara como “un Estado dentro del Estado” y volviera otra vez al dominio real. Estas reformas
fueron exitosas y se establecieron conjuntamente con una nueva base de ingresos: el impuesto del
tabaco, el aguardiente, la alcabala y el tributo indígena. Lo paradójico fue que estas reformas
ayudaron y entorpecieron a la vez la economía arequipeña, y generaron las condiciones para la
rebelión de los pasquines en 1780.
En mi opinión, los borbones al implantar sus reformas no tomaron en cuenta la situación
regional, al igual que en la actualidad, la historiografía no se ha preocupado en analizar las
variantes de las economías regionales, centrando sus estudios en el centro del poder colonial. En
gran medida en el siglo XVIII, Arequipa creó su propia base económica con el mercado del Alto
Perú, gracias al comercio del vino y el aguardiente. Si bien ese comercio supuso un crecimiento
sostenido de la economía arequipeña, esa misma dependencia de su economía y, fundamentalmente,
la fuerte presión fiscal, fueron las causas de su declive en la última parte del XVIII. Porque los
arequipeños se acostumbraron únicamente a llevar vino y aguardiente al Alto Perú y regresar con
plata para comprar mercancías europeas. No acompañaron a esa actividad económica una
diversificación intensiva de las demás actividades productivas. Incluso, a España no le interesó
impulsar la industria ni mucho menos el sector agrícola, porque en su perspectiva las colonias eran
vistas como reservorios de oro y plata y mercados para la venta de sus productos. Sin embargo, esta
1
economía arequipeña permite demostrar que las regiones poseen variantes económicas capaces de
permitir la prosperidad. Entonces, no es posible afirmar que todo el virreinato peruano estuvo en el
XVIII en decadencia. La experiencia de Arequipa ejemplifica esta problemática. Finalmente,
considero que el autor, aprovechando como base la dinámica económica regional desarrollada a lo
largo de la investigación, podía habernos dado una propuesta interesante para explicar el
complicado proceso de la independencia.
Lic. Daniel Morán

Vous aimerez peut-être aussi