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O EL DECÁLOGO
El decálogo que está en el Éxodo 20, 2-17, son textos pertenecientes a la tradición
sinaítica, que se extiende desde Éx 19 hasta Nm 10. (Cfr. Horst Dietrich Preuss (1999).
p. 113.). Pero puede surgir la pregunta de por que vincular al Sinaí todos estos relatos.
La respuesta sería en el Sinaí se deja una clara situación teológica de Israel y Yahvé.
(Op. cit., p. 114.). Existe una diferencia, y es en la segunda versión del decálogo, que
está en el Deuteronomio. Allí no se menciona al monte Sinaí. ¿Entonces, cuál fue el
monte? En Dt 5,2 menciona el monte Horeb, ya que este texto pertenece al movimiento
deuteronomista, y que según los estudios, es el texto más antiguo del decálogo en
comparación con el del Éxodo. (Cfr. op. cit., 175). En general afirma que pudiera ser el
mismo monte que el Sinaí, pero en el Éxodo es llamado Sinaí porque pertenece a la
tradición sinaítica. En otra cita del Dt aparece incluso mencionando sólo al monte, sin
decir Sinaí o Horeb, Éx 10,1.
Aparece un mapa donde se puede ubicar el monte Sinaí. Pudo ser el Sinaí originalmente
un monte volcánico del noroeste de Arabia (Cfr. op. cit., p. 121). En Éx hace referencia
a elementos de la erupción de un volcán. Éx 19,18; Éx 20,18. Una manera adecuada de
relacionar el monte con la presencia de Dios.
Puede surgir otra pregunta: ¿si Dios no escribió en las tablas el decálogo, si no fue
Moisés el que las recibió, de dónde sale entonces el decálogo? ¿Es acaso un invento de
repente, arbitrario? Sin duda que no, no salió de la nada. Se atribuye que eran fórmulas
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de sabiduría tribal, que antes de ser establecidas en su forma actual circulaban entre los
jóvenes por enseñanza de sus jefes. (Cfr. AAVV. (1999). Comentario bíblico
internacional., p. 396).
Otra pregunta más puede ser qué si existieron las tablas. Bueno, pues no hay registro de
ellas. En Éx 24, 12 se dice que estaban talladas en piedra. Si posiblemente existieron, se
menciona que fueron destruidas junto con el arca. El documento más antiguo
encontrado en hebreo, es el calendario de Gezer del siglo X a de C. (AAVV. (1982).
Sacramento mundi., p. 134). Aunque de algo se puede estar seguro, es que no hay
razones para atribuir que hayan sido Moisés o Dios directamente los que escribieron el
decálogo en las tablas de piedra. Ya antes se explica las razones de su origen.
Tal vez al resolver algunas inquietantes dudas, incluso se llegue a creer que Moisés no
existió. Pero tampoco hay que ser tan imaginativo como para inventar un personaje con
nombre e historia propia de la nada. La más antigua tradición veterotestamentaria le da
la propiedad a Moisés como caudillo carismático, que estuvo al frente de un grupo de
nómadas que fue obligado a la esclavitud en Egipto. Y gracias a Moisés y sus contactos
con grupos madianitas, logró escapar de Egipto. (Cfr. Corner, L.; Beyreuther, E. y
Bietenhard, H. (1983)., p. 110). En Moisés se solemnizan muchos relatos, queriendo así
darle un sentido de autoridad. Aparece Moisés en las fuentes del Pentateuco como el
centro de tres grandes acontecimientos en la historia de salvación del pueblo de Israel,
como lo son: el éxodo, la revelación en el Sinaí y el camino por el desierto. Es un
empeño armonizador que han tenido las tradiciones de alzar el nombre de Moisés.(Cfr.
Horst Dietrich Preuss (1999)., p.166).
Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: amarás al
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas.
(Mt 22, 37-40. Cf Dt 6,5; Lv 19,18).
Algo más.
En las tentaciones de Jesús Mt 4, 1-11, en la tercera tentación, Satán prueba a Jesús para
que lo adore a él en vez del culto a Dios. En el lenguaje bíblico, adorar significa centrar
lo que se adora en toda la vida de la persona. Adorar solamente a Dios, quiere decir
solamente los planes de Dios, los que son liberadores para el hombre, aceptarlos y
realizarlos es ponerse en camino de la verdadera libertad y felicidad. Adorar otros dioses
(dinero, prestigio, poder, falsa estética ) es volver a la esclavitud, es perder la libertad,
porque la libertad está en Dios y su Palabra que tiene la capacidad de transformar la
vida en todas sus esferas. (Cfr. Sánchez Mielgo, G, O.P. (1994), p. 153).
Entonces, se puede decir, que con Dios vamos hacia lo auténtico, y evidentemente va
más allá de las leyes. Y Jesús centra todo en el mandamiento del amor. Cf Jn 15, 12.
Jesús detestó a los leguleyos, a quienes seguían las leyes al pie de la letra, porque bajo
la perfección legal puede manifestarse una hipocresía real.(Cfr. Onimus, J. (2000), p.
66).
A Dios se le debe ser adorado en todas partes sin distinción de fronteras, en la vida
ordinaria, más allá de lo que podemos considerar ritos. Dios debe ser adorado en
“espíritu y verdad” (Jn 4,23). En el interior de cada uno está el germen de lo auténtico.
Por tradición, los mandamientos han sido enumerados de acuerdo con tres criterios. La
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mayoría de los cristianos protestantes y ortodoxos dividen y enumeran los
mandamientos del siguiente modo: (1) prohibición de adorar a cualquier divinidad que
no sea Dios; (2) prohibición de la idolatría; (3) prohibición de tomar el nombre de Dios
en vano; (4) observancia del sábado; (5) honrar a los padres; (6) prohibición de matar;
(7) prohibición del adulterio; (8) prohibición de robar; (9) prohibición de prestar falso
testimonio; (10) prohibición de codiciar la propiedad o desear a la mujer del prójimo.
Los católicos y los luteranos siguen la división utilizada por san Agustín de Hipona
(siglo IV). El prólogo y las dos primeras prohibiciones están combinados, y el último
mandamiento se divide en dos prohibiciones: desear a la mujer del prójimo y codiciar
los bienes ajenos. Por ello, la enumeración de los demás mandamientos difiere en un
número. En la tradición católica, los mandamientos rezan así: Amarás a Dios sobre
todas las cosas. No tomarás el nombre de Dios en vano. Santificarás las fiestas.
Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás actos impuros. No robarás.
No dirás falso testimonio ni mentirás. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
No codiciarás los bienes ajenos. (Microsoft encarta (2006)).
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