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LOS MANDAMIENTOS

O EL DECÁLOGO

El decálogo está en Ex 20,2-17 y Dt 5,6-21. Constituyen preceptos de la relación del


hombre con Dios y con el prójimo.
Son normas sencillas que en Israel regulaban la vida de la sociedad. Estos mandatos
propios de la sabiduría popular, se ven respaldados por la autoridad de Yahvé, cuyos
atributos de trascendencia y temor, pero también de amor paterno y materno, de justicia
y misericordia.
El decálogo más allá de atar la libertad de cada uno de nosotros, nos ayuda a realizarla
más plenamente. Pues, la libertad siempre debe estar dirigida al bien, si no es así, la
libertad no hace libre al hombre, sino esclavo del pecado, que en sí, es el atentar contra
la dignidad humana.

Origen del decálogo

Existen dos versiones del decálogo como anteriormente se expresa. Se le atribuye a


Moisés, pero llevando una investigación no existen justificaciones para atribuirlas a él.
«La atribución a Moisés, y por tanto a Dios, de las leyes del Pentateuco (son los
primeros cinco libros de la Biblia) es la manera como expresó Israel la convicción de fe
de que aquellos preceptos eran manifestación de la voluntad salvífica de Dios». (AAVV.
(1990).Nuevo diccionario de teología bíblica, p. 413). Y tal como se encuentra hoy en la
Biblia el decálogo, se presupone que se formó en la época alrededor de 722 a de
C.(caída del reino de Israel) al 622 a de C.(reforma de Josías). Cuál fue la razón? Era
necesario para la época como fundamento para superar la crisis religioso-político-social
que afligía a Israel. El decálogo hacía un medio de unificación. (Ibíd.). Algunos
testimonios de textos de la Biblia como Os 4,2 y Sal 81 dan la ubicación aproximada
que antes se cita, que es cercana al siglo VIII a de C. (Op. cit., p. 411). Otro vestigio de
prueba, es la época que se dio valor al sábado debe pertenecer la segunda redacción
deuteronómica a finales del siglo VII a de C., como se nota en las referencias al tercer
mandamiento. Éx 20,8; Dt 5,12. (Cfr. AAVV.(1993). Diccionario enciclopédico de la
Biblia, p. 411).
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La época de existencia de Moisés se registra alrededor de la mitad del siglo XV a de C.
o tras el final del siglo XIV e inicio del siglo XIII cuando fue la inmensa opresión del
pueblo de Israel en Egipto en las construcciones grandes de los faraones. ( Cfr. AAVV.
(1952). Enciclopedia cattolica. p. 1469). Por tanto, lógicamente, son fechas distantes
desde la época de Moisés a la promulgación del decálogo. Pero ya antes se decía, que la
razón del decálogo es dar un carácter unificador al pueblo de Israel y fortalecer su fe.
Desde este punto de vista se debe ver la promulgación del decálogo.
Es decir, no remonta a hechos históricos, sino a una «leyenda festiva» de una gran
solemnidad cultual que tenía como objetivo la renovación de la alianza. ( Cfr. Gerhar
Von Rad (1972)., p. 245). En el decálogo Dios elige a Israel y le ordena que no tenga
otro Dios fuera de Él. Ante los demás pueblos, Israel era destacable por su unión con
Dios, y principalmente porque gracias a la acción de Yahvé, fue sacado de la esclavitud
de Egipto. (Cfr. AAVV. (1981). Mysterium salutis: manual de teología como historia de
salvación., p. 244).

El decálogo que está en el Éxodo 20, 2-17, son textos pertenecientes a la tradición
sinaítica, que se extiende desde Éx 19 hasta Nm 10. (Cfr. Horst Dietrich Preuss (1999).
p. 113.). Pero puede surgir la pregunta de por que vincular al Sinaí todos estos relatos.
La respuesta sería en el Sinaí se deja una clara situación teológica de Israel y Yahvé.
(Op. cit., p. 114.). Existe una diferencia, y es en la segunda versión del decálogo, que
está en el Deuteronomio. Allí no se menciona al monte Sinaí. ¿Entonces, cuál fue el
monte? En Dt 5,2 menciona el monte Horeb, ya que este texto pertenece al movimiento
deuteronomista, y que según los estudios, es el texto más antiguo del decálogo en
comparación con el del Éxodo. (Cfr. op. cit., 175). En general afirma que pudiera ser el
mismo monte que el Sinaí, pero en el Éxodo es llamado Sinaí porque pertenece a la
tradición sinaítica. En otra cita del Dt aparece incluso mencionando sólo al monte, sin
decir Sinaí o Horeb, Éx 10,1.
Aparece un mapa donde se puede ubicar el monte Sinaí. Pudo ser el Sinaí originalmente
un monte volcánico del noroeste de Arabia (Cfr. op. cit., p. 121). En Éx hace referencia
a elementos de la erupción de un volcán. Éx 19,18; Éx 20,18. Una manera adecuada de
relacionar el monte con la presencia de Dios.

Puede surgir otra pregunta: ¿si Dios no escribió en las tablas el decálogo, si no fue
Moisés el que las recibió, de dónde sale entonces el decálogo? ¿Es acaso un invento de
repente, arbitrario? Sin duda que no, no salió de la nada. Se atribuye que eran fórmulas
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de sabiduría tribal, que antes de ser establecidas en su forma actual circulaban entre los
jóvenes por enseñanza de sus jefes. (Cfr. AAVV. (1999). Comentario bíblico
internacional., p. 396).
Otra pregunta más puede ser qué si existieron las tablas. Bueno, pues no hay registro de
ellas. En Éx 24, 12 se dice que estaban talladas en piedra. Si posiblemente existieron, se
menciona que fueron destruidas junto con el arca. El documento más antiguo
encontrado en hebreo, es el calendario de Gezer del siglo X a de C. (AAVV. (1982).
Sacramento mundi., p. 134). Aunque de algo se puede estar seguro, es que no hay
razones para atribuir que hayan sido Moisés o Dios directamente los que escribieron el
decálogo en las tablas de piedra. Ya antes se explica las razones de su origen.

¿Quién era Moisés?

Tal vez al resolver algunas inquietantes dudas, incluso se llegue a creer que Moisés no
existió. Pero tampoco hay que ser tan imaginativo como para inventar un personaje con
nombre e historia propia de la nada. La más antigua tradición veterotestamentaria le da
la propiedad a Moisés como caudillo carismático, que estuvo al frente de un grupo de
nómadas que fue obligado a la esclavitud en Egipto. Y gracias a Moisés y sus contactos
con grupos madianitas, logró escapar de Egipto. (Cfr. Corner, L.; Beyreuther, E. y
Bietenhard, H. (1983)., p. 110). En Moisés se solemnizan muchos relatos, queriendo así
darle un sentido de autoridad. Aparece Moisés en las fuentes del Pentateuco como el
centro de tres grandes acontecimientos en la historia de salvación del pueblo de Israel,
como lo son: el éxodo, la revelación en el Sinaí y el camino por el desierto. Es un
empeño armonizador que han tenido las tradiciones de alzar el nombre de Moisés.(Cfr.
Horst Dietrich Preuss (1999)., p.166).

Visión del decálogo desde el catecismo (n. 2502-2557)

Es muy extensa la explicación de todo el decálogo, desde el punto de visión cristiano,


porque Jesús es la nueva alianza, el Antiguo Testamento es visto desde la perspectiva de
Cristo crucificado y resucitado. Pero fundamentalmente, en lo que respecta, está se
coloca lo siguiente.
Para Jesús, que conoce el corazón de los hombres, sabe que amar va más allá de cumplir
los diez mandamientos, ya que son una expresión del mínimo y no del máximo.
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Cuando a Jesús le preguntan que cuál es el mayor mandamiento de la ley, responde:

Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: amarás al
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas.
(Mt 22, 37-40. Cf Dt 6,5; Lv 19,18).

Algo más.

En las tentaciones de Jesús Mt 4, 1-11, en la tercera tentación, Satán prueba a Jesús para
que lo adore a él en vez del culto a Dios. En el lenguaje bíblico, adorar significa centrar
lo que se adora en toda la vida de la persona. Adorar solamente a Dios, quiere decir
solamente los planes de Dios, los que son liberadores para el hombre, aceptarlos y
realizarlos es ponerse en camino de la verdadera libertad y felicidad. Adorar otros dioses
(dinero, prestigio, poder, falsa estética ) es volver a la esclavitud, es perder la libertad,
porque la libertad está en Dios y su Palabra que tiene la capacidad de transformar la
vida en todas sus esferas. (Cfr. Sánchez Mielgo, G, O.P. (1994), p. 153).

Entonces, se puede decir, que con Dios vamos hacia lo auténtico, y evidentemente va
más allá de las leyes. Y Jesús centra todo en el mandamiento del amor. Cf Jn 15, 12.
Jesús detestó a los leguleyos, a quienes seguían las leyes al pie de la letra, porque bajo
la perfección legal puede manifestarse una hipocresía real.(Cfr. Onimus, J. (2000), p.
66).

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, el


aneto y el comino, y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y
la fe!” (Mt 23, 23).

A Dios se le debe ser adorado en todas partes sin distinción de fronteras, en la vida
ordinaria, más allá de lo que podemos considerar ritos. Dios debe ser adorado en
“espíritu y verdad” (Jn 4,23). En el interior de cada uno está el germen de lo auténtico.
Por tradición, los mandamientos han sido enumerados de acuerdo con tres criterios. La
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mayoría de los cristianos protestantes y ortodoxos dividen y enumeran los
mandamientos del siguiente modo: (1) prohibición de adorar a cualquier divinidad que
no sea Dios; (2) prohibición de la idolatría; (3) prohibición de tomar el nombre de Dios
en vano; (4) observancia del sábado; (5) honrar a los padres; (6) prohibición de matar;
(7) prohibición del adulterio; (8) prohibición de robar; (9) prohibición de prestar falso
testimonio; (10) prohibición de codiciar la propiedad o desear a la mujer del prójimo.
Los católicos y los luteranos siguen la división utilizada por san Agustín de Hipona
(siglo IV). El prólogo y las dos primeras prohibiciones están combinados, y el último
mandamiento se divide en dos prohibiciones: desear a la mujer del prójimo y codiciar
los bienes ajenos. Por ello, la enumeración de los demás mandamientos difiere en un
número. En la tradición católica, los mandamientos rezan así: Amarás a Dios sobre
todas las cosas. No tomarás el nombre de Dios en vano. Santificarás las fiestas.
Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás actos impuros. No robarás.
No dirás falso testimonio ni mentirás. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
No codiciarás los bienes ajenos. (Microsoft encarta (2006)).

Bibliografía.
Catecismo de la Iglesia Católica (1993. 2ª ed.). España: Asociación de editores del
catecismo.
AAVV. (1999). Comentario bíblico internacional . España: Verbo divino.
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(Original: Nuovo dizionario di teologia biblica (1988). Milán: Edizioni Paoline).
AAVV.(1993). Diccionario enciclopédico de la Biblia (trad). Barcelona: Herder.
(Original: Dictionnaire encyclopédique de la Bible (1987). Bélgica: Brepols).
AAVV. (1952). Enciclopedia católica. Tomo VIII. Italia: G. C. Sansón-Firenze.
AAVV. (1981). Mysterium salutis: manual de teología como historia de salvación (trad).
(3ª ed.). Volumen I. Madrid: Ediciones cristiandad. (Original: Mysterium salutis:
Grundriss Heilsgesch ichtlicher Dogmatic (1965). Einsiedeln: Benzinger
Verlag).
AAVV. (1982). Sacramento mundi. Enciclopedia teológica, tomo II. Barcelona: Herder.
Corner, L.; Beyreuther, E. y Bietenhard, H. (1983). Diccionario teológico del Nuevo
Testamento (trad.). Vol III. Salamanca: Ediciones sígueme. Edits: Sala,

5
M. y Herrera, A. (Original: Theologisches Begriffslexikon zum Neuen Testament
(1971). Theologischer Verlag R. Brockhaus Wuppertal).
Gerhar Von Rad (1972). Teología del Antiguo Testamento I. (trad). Sígueme. (Original:
Theologie des Alten Testament (1966). Münich: Chr. Kaiser Verlag).
Horst Dietrich Preuss (1999). Teología del Antiguo Testamento, volumen I, Yahvé elige
y obliga (trad.). Bilbao: Desclée de Brouwer. (Original: Theologie des alten
testaments. Vol. I: JHWHs erwäblendes und verplicbtendes Handeln. (1991).
Kohlhammner GMBH: Stuggart).
Microsoft encarta (2006). [Programa de computación]. Microsoft Corporation.
Onimus, J. (2000). Jesús en directo (trad.). Santander, España: Sal terrae. (Original:
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Sánchez Mielgo, G, O.P. (1994). Evangelios Sinópticos. Bogota, Colombia:Usta.

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