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LA FAMILIA ANTE LA PSICOSIS

( o las reacciones del sistema familiar ante un gran problema: su


pérdida de equilibrio, su desestructuración )

"No son las cosas en sí las que deben preocuparnos, sino


las opiniones que de ellas nos formamos".
(Epicteto)

INTRODUCCIÓN

Como Orientador Familiar, he querido enfocar este


extenso artículo sobre un tema que nos es de suma
importancia: La familia ante la psicosis.

No se trata de cómo diagnosticar ni tratar a los


psicóticos (ya hay otros especialistas para ello), sino
colaborar en el abordaje terapéutico de ese entorno en el
que vive y se desarrolla esa persona enferma, ya que, estoy
convencido de que cuando un elemento del sistema se
desestabiliza o ha sido desestabilizado por éste, todo el
sistema ha de ser tratado y reajustado para que encuentre,
en la medida de lo posible, la homeostasis requerida para
funcionar lo mejor posible.

No se puede negar que es la familia, o lo debería ser,


la que va a llevar la carga del trastorno y en definitiva
va a tener que enfrentarse con lo impredecible del mismo.
Es por lo tanto obvio aseverar que la evolución de algunas
psicosis va a depender en gran medida de las condiciones
sociales, culturales y, sobre todo, familiares, ya que
aunque sea básica la instauración de psicorrehabilitadores,
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el cariño, la comprensión y la ayuda de familia y amigos,


ha de ser crucial.

Debido a lo laborioso del tema y la ardua tarea que


significa y los momentos terapéuticos que conlleva esta
operación, desde aquí abogo por un equipo multidisciplinar
que pueda abarcar todos y cada uno de los campos de trabajo
específicos que sean precisos (Psiquiatras, Psicólogos,
Orientadores Familiares, Médicos, etc.).

EL CAMBIO VITAL.
Cuando un miembro de la familia enferma, se altera la
vida normal y la convivencia se ve afectada, por ello es
importante la información y la comprensión de la
enfermedad, extremos que ayudarán a mantener la armonía
dentro de la familia.

No cabe duda de que surge un gran impacto porque


generalmente no se quiere aceptar el hecho, creando en las
interrelaciones mensajes verbales y no verbales plagados de
angustia. Aparecen reproches mútuos entre los familiares,
ya no se duerme (insomnio), se deja de hacer la normal
actividad social que se hacía ( se sale menos), y en
general hay un deterioro en la vida normal. Esta situación
provoca unas series de crisis que hay que afrontar de una
manera práctica, ya que de otra forma está condenada la
familia a precipitarse en un caos generalizado.

Lo más importante, desde el punto de vista de la


familia, es, es primer lugar, reconocer los síntomas de la
enfermedad al comienzo y posteriores crisis (si las hay) y
saber cómo actuar en tales casos. Hay una primera máxima o
idea que ha de tenerse en cuenta y de ahí partirá todo lo
que ha de hacerse: nadie tiene la culpa, no hay que
sentirse avergonzado. Ya la Organización Mundial de la
Salud (O. M. S.), tratando el tema de esquizofrenia y
familia dice que hay que:
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- Tener la máxima información posible de la


enfermedad y no quedarse nunca con ninguna duda, ni de la
enfermedad ni de los tratamientos aplicados.
- Sintonizar con el médico lo más posible, es
decir, colaborar a que entre enfermo y familia exista un
ambiente cordial.
- Evitar el aislamiento, participar en reuniones,
grupos de excursiones y cuantos acontecimientos sean
cotidianos; "la soledad solo aumenta la angustia y no
conduce a nada positivo".
- Fijarse objetivos modestos con el paciente. Más
vale que apruebe una signatura o escriba una página, a que
no haga nada.
- Evitar el enfrentamiento directo con el
paciente (salvo caso de gravedad), y para ello, si es
preciso, recurrir a terceras personas. El esquizofrénico a
veces hace más caso a hermanos o amigos que a sus propios
padres.
- Nunca eludir con el paciente el diálogo sobre
aquello que le preocupa, manifestándole en todo momento,
con veracidad qué es lo que padece aunque parezca que no lo
entiende.

Esto ya es importante, pero complementa esta serie de


cosas el que la familia cuente con un buen profesional
entusiasta, preparado y dispuesto a ayudar, sobre todo, en
los problemas "no médicos" de la familia, y con su mejor
consejo, por lo que pienso que se hace imprescindible
incluir al sistema familiar en el proceso terapéutico, ya
que una familia agotada o tensa no creo que sea un buen
ambiente para ningún enfermo.

No cabe duda que cuando a una familia le "toca la


china", un enfermo mental, cree haber entrado en un "mal
sueño", pues estamos en una sociedad que sigue sin
comprenderlo ni entenderlo. Si nadie está libre de padecer
una enfermedad de este tipo es para que los dirigentes y
responsables sanitarios comenzaran a dar otros enfoques
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distintos a los actuales, ya que este tipo de paciente


necesita un enfoque peculiar, fuera de despachos oficiales
y centros sanitarios.

HACIA LO SISTÉMICO.
Grandes autores de esta tendencia terapéutica, la
sistémica, postulan lo que hasta ahora hemos ido señalando
en cuanto que un elemento del "sistema" puede "enfermar"
por el propio sistema. Si esto es cierto, cómo relacionar
el trastorno de la pareja parental con el trastorno del
hijo/hija. Algo parecido se puede leer en otra cita de
Framo, 1965, pág. 182: "cuando hay hijos con trastornos
hay siempre un matrimonio con trastornos, aun cuando no
todos los matrimonios con trastornos producen hijos con
trastornos".

Ahí creo que está el secreto del tratamiento clínico,


según mi opinión, en la necesidad de trabajar en un
contexto en el que el paciente identificado se está
desarrollando y madurando. No es mi intención dejar al
paciente a un lado, sino simultanear las funciones
terapéuticas con la familia nuclear y, por qué no, con el
sistema familiar de origen, que a ciencia cierta algo tiene
que decir. Seguro que " las variantes propias de cada
familia nos ayudan a reconstruir y comprender el proceso
interactivo, que en un momento dado culmina en conductas
indeseables de algún hijo" (M. Selvini).

Aunque pueda parecer que me estoy alejando del título


del trabajo (LA FAMILIA ANTE LA PSICOSIS), no es así. Lo
que pretendo es dejar bien sentado que la psicosis, con ser
una enfermedad grave, no viene sola, no aparece por arte de
magia, aunque hayan científicos y estudiosos del tema que
marcan sus inicios por causas tan diversas como
predisposición genética, infecciones víricas,
complicaciones en el parto, desequilibrio de los
neurotransmisores, etc. Ni siquiera puedo negar ninguna de
estas causas, pero sí aportar que muchos de los
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comportamientos psicóticos del niño, adolescente o adulto,


pueden provenir por unas conductas y actitudes
contraproducentes y dolosas dentro del contexto en el que
se "maduraba" el ser, niño, joven o adulto, que ahora
presenta ciertos trastornos muy sintomáticos.

Es la familia la que ahora puede decir "yo no soy", es


él/ella el/la que tiene el problema, sin preguntarse por
qué reacciona él/ella de esa manera. "Nosotros venimos
porque mi hijo no funciona bien..."¿Seguro?
No me cabe duda de que en muchos trastornos "la mecha"
para que aparecieran fue puesta, conscientemente o no, por
alguien o algo relacionado con el sistema familiar. Por
este motivo creo más oportuno que cabe preguntarse, ¿qué es
lo que hay dentro del sistema que hace que se mantenga el
problema?

Ya quedó comentado qué debe hacer la familia de cara


al paciente identificado para afrontar (tratamiento
prioritario de choque) esa enfermedad y hacer que aquel
comience a estabilizarse y sentirse mejor, pero ahí no
termina la razón de ser de la familia. Si este fuera el
final creo que habríamos afrontado el problema desde el
punto de vista del Cambio 1. A nosotros nos interesa ir más
allá (siempre que la familia lo permita), a los orígenes
del problema que se ha instaurado "aquí y ahora".

Es crucial, de todas formas, que la familia asuma el


reto y los consejos para cambiar actitudes. La pérdida de
control haría imposible establecer las reglas de juego,
puesto que el enfermo sigue pendiente de la familia como un
elemento más que es de ella.

En definitiva, creo que puede haber "juegos


psicóticos" en un paciente identificado (PI) como
"provocación" orientada a estimular reacciones de cambio en
su entorno familiar, por lo que nuestro trabajo de
investigación, difícil, no lo niego, ha de ir encaminado a
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construir una hipótesis que ponga de manifiesto el por qué


del síntoma en la familia y su relación con el contexto.
Queda claro, pues, que parto de la posibilidad de que las
relaciones perturbadas entre los miembros de la familia
hubieran influido negativamente en el PI.

Este razonamiento conlleva a que ante la psicosis el


paciente designado no es sólo el afectado, sino que podemos
hablar de una tendencia psicótica de la familia completa.
Al igual que existen familias anoréxicas, familias
neuróticas, presididas por la angustia, familias
atemorizadas, que no dejarán de ser familias fóbicas,
familias permanentemente amenazadas por un algo que no
siempre se llega a formular, constituyendo así una familia
obsesiva, etc., como digo, también hay un tipo de familia
psicótica en la que el miembro sintomático es, lo que
podríamos llamar, la punta del iceberg. Para muchos
problemas es conveniente remontarse a las generaciones
precedentes buscando otros "miembros sintomáticos", porque
la transmisión de pautas disfuncionales se verifica a
través de la comunicación de comportamientos que se han
aceptado como "normales" en algunos miembros significativos
del sistema familiar, visto en varias generaciones.

Quiero incidir en que lo importante, bajo mi punto de


vista, no es dejar al paciente designado ocioso en casa con
una fuerte administración de psicofármacos, sino intentar
trabajar con el resto de la familia cambiando conductas que
seguramente influirán en el comportamiento del PI, si las
prescripciones a la familia van siendo las correctas. La
familia no está ajena a nada de lo que sucede y como
argumenta Mara Selvini Palazzoli, en su libro "Los juegos
psicóticos en la familia", si hay unos padres sanos,
inteligentes y lo bastante motivados para cumplir fielmente
todos los pasos de las prescripciones del terapeuta, es
posible que sin tratar directamente el síntoma en el PI,
consigamos cambiar actitudes en él.
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Con esto se va poniendo cada vez más de manifiesto que


la terapia individual puede quedar incompleta y la
tendencia se dirige a confeccionar ese camino para aprender
sobre las relaciones que coinciden con la presencia en una
familia de un miembro psicótico, observando, con sumo
cuidado, las reacciones eventualmente diversas de los
distintos miembros. Una ocasional falta de reacciones de
los familiares, o su inexistencia, resulta anómala y
dudosa, por lo que el terapeuta ha de llevar mucho cuidado
y estudiar el por qué de la "no reacción".

La familia y sus "juegos sucios".


Es imposible, por imperativo natural, que no se
utilice la familia como lugar en donde el ser humano
madura, se forma y va adquiriendo todos los elementos
esenciales para volverse adulto. Si en estos ciclos por los
que se pasa vamos bebiendo del sentir y la cultura dentro
de una familia "no sana", se termina por sufrir las
consecuencias en algún momento determinado de la vida
(sobre todo si se pierden los recursos apropiados para
afrontar los "peligros emocionales" del vivir cotidiano).Es
fácil encontrar familias que, según M. Selvini, viven en y
con su entorno realizando, la mayoría de veces de forma
inconsciente, "juegos sucios". Por tal término se entiende
el conjunto de medios desleales, "como engaños sutiles,
mentiras, venganzas, manipulaciones, promesas ambiguas",
mensajes de doble vínculo, triángulos perversos, alianzas
entre subsistemas marcadas por la ambigüedad, etc. Esto
manifiesta que la conducta psicótica del PI. puede estar en
conexión directa con este "juego sucio".

¿Es que es difícil que uno se sienta traicionado por


algún miembro del sistema familiar? En este contexto de
manipulación es fácil encontrar a alguien sintomático y,
tal vez, menos fuerte que los demás, al que las reacciones
emocionales lo lleven a desarrollar una psicosis en toda
regla. ¿Qué tratar, pues, en nuestra terapia? Sigo
insistiendo que lógicamente el PI y a la familia, como
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contexto forjador de los estímulos o caldo de cultivo


propicio para que nuestro paciente designado se afiance a
su vida o se sumerja en el caos mental, en ese ambiente
totalmente insano, patógeno.

Si la familia no se convierte en protectora del


estrés, es inútil augurar una mejoría en nuestro paciente y
mucho menos si no observamos la meta de no provocar
situaciones que alteren el equilibrio real, el de esa
familia en particular, que no tiene por qué ser el mismo
que el de otra.

Es sabido que las "familia psicóticas" se caracterizan


por la rigidez, por la falta de adaptación y aceptación a
los cambios, por lo que tendremos que trabajar todos estos
aspectos conforme se vayan detectando, pero sin, a mi modo
de ver, encerrarnos o limitarnos a una terapia
exclusivista, o sea, permitirnos ser eclécticos para poder
coger lo que nos convenga de todas las teorías
terapéuticas, la parte que mejor vaya a nuestro caso
particular y en el momento adecuado.

Esos "juegos" que se viven en la familia se van a dar


en todo un comportamiento y, por tanto, en sus niveles de
conducta, emocional y de pensamiento, así que nuestra labor
en la familia debe ser amplia y, por su importancia en el
futuro, nada fácil. Todo tipo de interacciones que hemos
mencionado se pueden interponer entre los miembros del
sistema familiar observando su alto potencial patógeno. La
reconstrucción de los objetivos primarios de la familia ha
de pasar necesariamente por una psicoeducación y
reestructuración de las bases, que vuelvan al equilibrio
personal y de conjunto.

Todo este juego, con los movimientos estratégicos que


lo configuran, se trama siempre en el nivel analógico, no
verbal, por lo que mencionamos como parte integrante del
"juego sucio" los episodios del doble vínculo. Los actos,
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las actitudes van a ser muy distintos a las palabras que se


emitan, de ahí que la observación de todas las pautas, en
nuestras entrevistas, ha de perseguir un solo objetivo: de
forma sutil abordar el cambio 2. Para ello captemos
correctamente en ese nivel analógico los aspectos
provocadores de determinadas conductas que, probablemente,
estén aprisionando a algún elemento de nuestro sistema
familiar en tratamiento, y tengamos la estrategia apropiada
para poder observarlo precozmente, obteniendo la mejor
herramienta con la prevención de nuevas situaciones que
disparen la parcela emocional de todo el sistema.

Ya que no veo la posibilidad de vivir en una familia y


estar ajeno a todos los movimientos que se generan en ella,
en los ciclos evolutivos de cada miembro aparecen nuevas
situaciones que se interrelacionan con los otros elementos
del sistema, adecuándose, bajando, subiendo, alternándose
en el poder, decidiendo, poniendo y quitando
reglas,...Viviendo, en definitiva. Cuando en todo este
juego vital eclosiona la psicosis, que no tiene por qué
darse necesariamente si se disponen, como ya mencioné, de
los recursos adecuados, es porque el equilibrio se ha roto
y se ha fracasado de forma activa o pasiva. En nuestro
deseo natural de someter siempre al otro y crear las
alianzas pertinentes y acordes al momento vital, hay o
surge un "crac", una ruptura de desilusión que no se habla,
no se comparte verbalmente, no se comunica (¿dónde está la
asertividad?), se soporta y, al final, puede con uno como
una carga difícil de sostener. Aparece, pues, como protesta
ante eventos y situaciones que la familia ha ido sembrando
a lo largo del tiempo. "De todos modos, sea que ande a
tientas en medio de las tinieblas de la confusión o se
hunda en el retraimiento depresivo, o se sienta poseído
por un furor destructivo, sea, por último, que oscile
entre estos tres estados de ánimo, el paciente no afloja
su presa" (M. Selvini). La presa pueden ser sus padres, o
uno de ellos, aquel que le ha defraudado, aquel a quien
quiere demandarle algo de forma subliminal, aquel quien ha
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alterado los fundamentos lógicos de "su mundo". Y todo por


el "juego sucio" que se establece en el sistema familiar:
alrededor del síntoma del hijo/a cada miembro de la familia
adopta su propia estrategia o posición. Se sigue jugando y
jugando mal.

Ante esto, no cabe duda de que el juego parental y la


familia completa toma una postura ante la psicosis, que veo
sólo con dos alternativas: superarla o mantenerla. Sólo
hay, creo, una solución y no fácil en su proceso, que es
enmarcar a la familia en un "marco terapéutico" fijando,
igualmente un contrato terapéutico adecuado, en el cual las
condiciones se vayan dando para compartir las situaciones
anómalas que, describiendo y descubriéndolas, nos metamos
en sus dudas e interrogantes para buscar las respuestas.
Somos detectives, nodrizas, espejos y piedras que escuchen,
en ocasiones. ¿Fácil, verdad? Obviamente, no. Una evolución
con algún triunfo siempre nos dará esperanza, "infundada
pero no por ello menos viva, de que en el futuro algún
santo nos inspire para conocer [cuando ya hayamos aprendido
"todo"] una nueva estrategia"; tal vez pidiendo para que
los padres, la pareja parental, pasen de la responsabilidad
patógena a la responsabilidad terapéutica.

Nota.- Trabajo y datos extraidos del libro "Los juegos psicóticos en la

familia" de Mara Selvini Palazzoli, Stefano Cirillo, Matteo Selvini y Anna

Maria Sorrentino de Editorial Paidós Terapia Familiar.

PUBLICADO POR JUAN JOSE LOPEZ NICOLAS

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