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Se conoce comúnmente como Guerra civil de El Salvador, al conflicto bélico interno ocurrido en el país centroamericano, en el que se enfrentaron, el ejército gubernamental, la Fuerza Armada de El Salvador, (FAES), en contra de las fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El conflicto armado nunca fue declarado en forma oficial, pero se considera usualmente que se desarrolló entre 1980 y 1992,10 aunque el país vivió un ambiente de crisis política y social durante la década de 1970.
El número de víctimas de esta confrontación armada ha sido calculado en 75.000 muertos y desaparecidos.11 12 El conflicto armado concluyó, luego de un proceso de diálogo entre las partes, con la firma de un acuerdo de paz, que permitió la desmovilización de las fuerzas guerrilleras y su incorporación a la vida política del país.
No obstante, El Salvador ya había sufrido anteriormente, al menos una guerra civil, entre 1826 y 1829, cuando formaba parte de las Provincias Unidas del Centro de América
Titre original
Editorial Eca 709 710: Amnistia y consolidacion de la paz
Se conoce comúnmente como Guerra civil de El Salvador, al conflicto bélico interno ocurrido en el país centroamericano, en el que se enfrentaron, el ejército gubernamental, la Fuerza Armada de El Salvador, (FAES), en contra de las fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El conflicto armado nunca fue declarado en forma oficial, pero se considera usualmente que se desarrolló entre 1980 y 1992,10 aunque el país vivió un ambiente de crisis política y social durante la década de 1970.
El número de víctimas de esta confrontación armada ha sido calculado en 75.000 muertos y desaparecidos.11 12 El conflicto armado concluyó, luego de un proceso de diálogo entre las partes, con la firma de un acuerdo de paz, que permitió la desmovilización de las fuerzas guerrilleras y su incorporación a la vida política del país.
No obstante, El Salvador ya había sufrido anteriormente, al menos una guerra civil, entre 1826 y 1829, cuando formaba parte de las Provincias Unidas del Centro de América
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Se conoce comúnmente como Guerra civil de El Salvador, al conflicto bélico interno ocurrido en el país centroamericano, en el que se enfrentaron, el ejército gubernamental, la Fuerza Armada de El Salvador, (FAES), en contra de las fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El conflicto armado nunca fue declarado en forma oficial, pero se considera usualmente que se desarrolló entre 1980 y 1992,10 aunque el país vivió un ambiente de crisis política y social durante la década de 1970.
El número de víctimas de esta confrontación armada ha sido calculado en 75.000 muertos y desaparecidos.11 12 El conflicto armado concluyó, luego de un proceso de diálogo entre las partes, con la firma de un acuerdo de paz, que permitió la desmovilización de las fuerzas guerrilleras y su incorporación a la vida política del país.
No obstante, El Salvador ya había sufrido anteriormente, al menos una guerra civil, entre 1826 y 1829, cuando formaba parte de las Provincias Unidas del Centro de América
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eca Est udios Cent roamericanos E d i t o r i a l Amnist a y consolidacin de la paz Amni st a , en su ori gen eti molgi co, hace referenci a al olvi do, especi al- mente de deudas y obli gaci ones. En castellano se refi ere al olvi do de los deli tos pol ti cos otorgado por la ley ordi nari amente a cuantos reos tengan responsabilidadesanlogasentre s ( Real Academia Espaola, Diccionario de la Lengua Espaola) . La ley de amni st a salvadorea, por su parte, funci ona de un modo especi al: otorga el perdn y el olvi do a personas parti culares ( reos) acusadaso encarceladaspor gravesviolacionesa la ley y a losderechos humanos. Pero sobre todo se esmera en establecer una especi e de olvi do de todo tipo de crimen cometido antes, durante y de algn modo despusde la guerra civil, y que pueda atribuirse a cualquiera de laspartes. La ley se salt la juri sprudenci a i nternaci onal con respecto a cr menesde lesa humani dad e incluso, durante algunosaos, sirvi para impedir la apertura de cualquier cau- sa vi nculada a cr menescometi dosdurante el confli cto armado, i nclui doslos deli tosno amni sti ables, como por ejemplo loscometi dospor funci onari osdel perodo gubernamental en el que se emiti la ley ( Constitucin, Art. 244) . De este modo, reali z en la prcti ca una labor de encubri mi ento de la verdad de mucha msfuerza e incidencia en la sociedad salvadorea que el impacto que haya podido tener la escasa liberacin de algunosdetenidos. I nhibi, adems, a la sociedad civil en susesfuerzosde memoria y justicia, y ciertamente reforz la tradi ci n de i mpuni dad en el pa s. Ya cerca del deci moqui nto ani versari o del I nforme de la Comi si n de la Verdad, y de la promulgaci n de la ley de amni st a, convi ene reflexi onar de nuevo sobre el tema, generalmente tratado con tanta superfi ci ali dad entre nuestrospol ti cos. Aunque por lo general lasamnistastienen su origen en motivacionespolti- cas, particularmente en momentosespeciales y con frecuencia radicales de transformacin social precedidosde luchassangrientas, hay una figura bblica a la que se suele aludir en estoscasos, y sobre la que consideramosimportante hacer una breve reflexi n. Se trata del ao sabti co o, todav a con mayores exi genci as, el ao jubi lar. En ambas ocasi ones se li beraba a los esclavos, se dedi caba la producci n de la ti erra a los pobres, se perdonaban las deudas econmi casa loscompatri otasy, en el caso del ao jubi lar, se exi g a la devo- luci n de ti errasy propi edadesa susdueosori gi nari oso a susherederos. En general, se trataba de devolver a las personas, junto con la li bertad o laspropi edades, la di gni dad ori gi nari a del ser humano, creado i gual y con la mi sma benevolenci a. Era una restauraci n de la justi ci a ori gi nari a, y en ese mi smo senti do fue tomada por los profetas del Anti guo Testamento como Volumen 62 Nmero 709-710 eca Est udios Cent roamericanos 1010 Amnist a y consolidacin de la paz s mbolo de una soci edad msjusta, donde lossereshumanosno hi ci eran la guerra entre ellos y donde las armas se fundi eran para construi r arados con susmateri ales. La amni st a, el ao sabti co, el ao de graci a, en susdi versas acepci ones b bli cas, era un momento en el que la soci edad jud a trataba de corregir una historia que evidentemente produce vctimas. El hecho de que en la historia tienda a predominar la ley del msfuerte, llevaba a lospensadores de I srael, pueblo pequeo y con frecuenci a en desventaja ante sus veci nos, a poner su fuerza en la propi a cohesi n i nterna y en un senti do radi cal de fraterni dad ori gi nari a. La propi a hi stori a se correg a as desde la promesa de una soci edad msjusta y desde losderechosde lasv cti mas. Nada que ver con nuestra ley de amni st a. Con el argumento de sanar las heri das de la guerra y alcanzar la reconci li aci n naci onal , la Asamblea Legi slati va consi der conveni ente conceder la graci a de amni st a ampli a, absoluta e incondicional, a favor de todaslaspersonasque en cualquier forma hayan parti ci pado en hechosdeli cti vosocurri dosantesdel pri mero de enero de mi l noveci entosnoventa y dos, ya se trate de deli tospol ti coso comunes conexoscon stoso deli toscomunescometi dospor un nmero de personas que no baje de vei nte ( Ley de Amni st a G eneral para la Consoli daci n de la Paz) . No se hablaba en la ley de lasvctimas, sino de losvictimarios. No se menci onaba a losderrotadosde la hi stori a, losmuertos, losmasacrados, los desapareci dos, si no a los sobrevi vi entes. Las v cti mas quedaban despojadas y si n derechos para si empre, mi entras qui enes les hab an arrebatado vi da, propiedades, dignidad y derechosquedaban en la impunidad y, en ocasiones, en el disfrute de lasgananciasque la propia guerra, con su bagaje de abusos, leshab a proporci onado. Esen este contexto en el que debemosreflexi onar no solo sobre la ley de amni st a, si no tambi n en torno al modo poco reflexi vo, superfi ci al y fi nalmente irresponsable con el que se suele tocar el tema de la re- conci li aci n naci onal. I rresponsabi li dad que comi enza en la propi a Asamblea en el ya lejano 1993, al presu- poner que la reconci li aci n se puede lograr si n tener en cuenta ni lasofensascometi dasni a losofendi dos. Desde all podemosrepeti r una vez msque la ley de amni st a fue un i nsulto, y conti na si ndolo, a los pobres de El Salvador. Los gobi ernos que si gui eron a di cha ley, i nspi rados en ella, acuaron la frase de perdn y olvi do como cami no ni co de construcci n de la paz. Las voces que se elevaron i nsi sti endo en procesos de reconci li aci n que i mpli caran el estableci mi ento de la verdad, la justi ci a sobre todo en el campo de la reparaci n a las v cti mas y de mecani smos de reconci li aci n y perdn vi nculados a la verdad y la reparaci n fueron totalmente i gnoradas. Hasta tiemposmuy recientes, la simple perspectiva de reconocer losnombres y apellidosde la brutalidad del pasado, autorasy responsabilidades, produca reacci ones tensas en las esferas del poder. I ncluso los sectores pol ti cos que en ocasionespedan la derogacin de la ley de amnista, lo hacan sin ningn ti po de propuesta alternati va, y si n mantener un di logo responsable con qui enes desde la soci edad ci vi l hab an trabajado posi bi li dades alternati vas a dicha ley. A la demagogia del perdn y el olvido le suceda la de una deroga- Frent e a una posible privat izacin de la reparacin, que sobrevendra en el caso de una derogacin sin ms de la ley de amnist a, es indispensable pensar en polt icas pblicas que garant icen un adecuado reconocimient o de las vct imas de la guerra. 1011 Amnist a y consolidacin de la paz Volumen 62 Nmero 709-710 eca Est udios Cent roamericanos tori a si n msalternati va que la de acudi r a un poder judi ci al despresti gi ado e i ncapaz de contri bui r a una reparaci n que fuera ms all del si mple casti go carcelari o. Casti go, adems, que termi nar a dependi endo de losrecursos pri - vadosy de la habi li dad de laspartesdemandantes, y no de la capaci dad del si stema de hacer justi ci a. Frente a una posi ble pri vati zaci n de la reparaci n, que sobrevendra en el caso de una derogacin sin msde la ley de amnista, es i ndi spensable pensar en pol ti cas pbli cas que garanti cen un adecuado reconoci mi ento de las v cti mas de la guerra. Di chas pol ti cas no pueden ser si mplemente fruto de di scusi ones legi slati vas, si no que deben pasar por el tami z del di logo con la soci edad ci vi l, especi almente con O NG de Derechos Humanos, si ndi catos, uni versi dades e i glesi as. A 15 aos del I nforme de la Comi si n de la Verdad y de la subsi gui ente ley de amni st a, podemos y debemos preguntarnos si hay posi bi li dad de cambi ar el curso de lo aconteci do hasta ahora en el tema concreto de la reconci li aci n frente a la brutali dad de los cr menes del pasado. Aqu no se trata de decir quin tiene que ir a la crcel, y quedar todoscontentosdespus del jui ci o. Lo que hay que cambi ar prcti camente es una di nmi ca acusato- ri a, que tratar a, di recta o i ndi rectamente, de obtener ventaja pol ti ca de una si tuaci n a todas luces condenable y en la que por acci n u omi si n hemos parti ci pado un gran nmero de losque sobrevi vi mosla guerra. Esci erto que hubo durante lostiemposde guerra personas incluso al interior de losban- dos que capi taneaban el confli cto que se mantuvi eron como ejemplo del haci a dnde y por cules derroteros concretos deb an i r los cami nos de so- luci n pac fi ca. No tratamosen ese senti do de deci r que la culpa esde todos y por tanto de nadi e. Pero s queremos establecer que el casti go puramente puni ti vo de unos pocos dejar a hi pcri tamente salvados a un buen nmero de qui enes reacci onaron con cobard a, callaron, colaboraron, se mostraron i ndi ferentes en la prcti ca ante el dolor ajeno, o parti ci paron, externndolo o vi vi ndolo amargamente en el propi o i nteri or, en los mecani smos de odi o fratri ci das que la guerra despertaba. La di nmi ca i ni ci al de un proceso de reconci li aci n no puede ser el acu- satori o de unospocos. Debe ubi carse msbi en en el di nami smo del recono- ci mi ento. Reconocer la brutali dad del pasado, losmi edos, lascompli ci dades, lossi lenci os. Reconocer la verdad, poner al descubi erto losgradosde deshu- manizacin que se dieron en la guerra. No tener miedo a afirmar que semillas de lasatrocidadesnaziso de la brutal crueldad estalinista estuvieron presentes en losliderazgosde la confrontacin blica. Aceptar lo que pas y expresar el rechazo. Escuchar el dolor de lospobresy de qui enessufri eron en carne pro- pia la muerte de serescercanos, la tortura, el destierro, la crcel o el secuestro, dejando que la verdad empape nuestra conciencia y nuestrossentimientosde humanidad, esindispensable en este proceso de reconocimiento y aceptacin de una verdad i nevi table. Reconocer y desvelar, en el senti do eti molgi co, las menti ras que en- mascararon la guerra es tambi n parte de este cami no de puri fi caci n de la memori a, necesari o para la reconci li aci n. Reconocer y desvelar lasmenti ras de una i deolog a de la seguri dad naci onal, que i mpulsaba, como dec an los obisposreunidosen Puebla en 1978, a instaurar la mscompleta inseguridad de las personas; la falsedad de un pensami ento marxi sta que j usti fi caba la vi olenci a como cami no de feli ci dad popular futura; la apuesta perversa en Volumen 62 Nmero 709-710 eca Est udios Cent roamericanos 1012 Amnist a y consolidacin de la paz favor de la muerte y el terror como cami nos de soluci n del confli cto eco- nmi co, pol ti co o soci al. Aceptar las causas del confli cto, muchas de ellas autnti cas y basadas en la i nj usti ci a y en la falta de equi dad de nuestras soci edades, pero tambi n otrasfundamentadasen la menti ra i deolgi ca ma- nej ada con el ms completo abuso, i ndi car que cami namos correctamente haci a la consoli daci n de la paz. Es necesari o tambi n aceptar la asi metr a de la vi olenci a y la especi al gravedad que revi ste el hecho de que el Estado haya si do el pri nci pal vi olador de los derechos humanos durante la poca de guerra ci vi l. Y asi mi smo tener claro que esta aceptaci n de la asi metr a no se convi erte en ni ngn momento en j usti fi caci n de las tambi n graves vi olaci ones de derechos de la persona cometi das por las fuerzas i nsurgentes. Despus habr que di scuti r si algunas de las personas que colaboraron en la brutali dad deben ser enjui ci adaso no, y bajo qu condi ci ones. Pero empezar por la bsqueda exclusiva de enjuiciamientosno esmsque querer comenzar la construcci n de la reconci li aci n por el tej ado. Traseste proceso de reconoci mi ento de la verdad, reconoci mi ento del dolor y reconoci mi ento de la di gni dad de aquellos a qui enes sta se les conculc en el pasado, se debe dar un nuevo paso: el de la reparaci n. La justi ci a en su di mensi n penal debe ser consi derada. Pero sobre todo debemosconsi derar como punto de partida lasdimensionesde justicia que entraa el deber de la soli dari dad con las v cti mas. Q ue se sepan las hi stori as de dolor y esperanza, que se publi quen, que se puedan i nvesti gar en un fondo documental abierto dedicado a nuestra propia historia del confli cto, esuna pri mera forma de justi ci a bsi ca. La segunda es tratar de reparar moral, econ- mi ca, laboral y soci almente el dao hecho. Las peti ci ones de perdn por parte de los representantes del Estado, en la medida en que por accin u omisin colaboraron con una catstrofe humana i mpensable si n el apoyo de i nsti tuci ones pbli cas, dan un pri mer paso de reparaci n al reconocer que el poder estatal nunca puede uti li zarse para vi olar derechos fundamentalesde la ciudadana. Una peticin de perdn que tiene que ser al mismo tiempo compromiso de un necesario nunca ms. Losespaciosmemo- ri alesayudan a recordar en su di gni dad a todosaquellosque di eron su vi da en medi o de la locura generali zada e i mpulsada por qui enes, desde ambas partes, consi deraban que la guerra y la muerte pod an traer consecuenci as posi ti vas para el pa s. Las i ndemni zaci ones, sean di rectas o en forma de pensi ones, ti erras, etc., muestran la responsabi li dad que el Estado ti ene en la construcci n y ci mentaci n de la paz, ayudando tambi n a reconstrui r la vida de quienesquedaron daadospor la guerra. Lasfuentesde trabajo para qui enes sufri eron la guerra, y el salari o decente i ndi can el mejor cami no de cohesi n soci al. Lograrlo o i mpulsarlo en favor de ellos, con crdi to y forma- ci n agr cola a loscampesi nos, con i mpulso y respaldo a pequeasempresas para vi udas y otros damni fi cados, con formaci n y apoyo a cooperati vas, pone ci mi entos de paz y de paci fi caci n personal. M ejorar los servi ci os de salud y educacin en laszonasmsazotadaspor el conflicto muestra tambin Si queremos const ruir un nuevo modelo de convivencia, no se puede seguir exalt ando a los part idarios de la violencia, por mucho que despus algunos de ellos acat aran o firmaran los Acuerdos de Paz; pues esa exalt acin siembra en la sociedad la posibilidad, individual o colect iva, de ret ornar a los mt odos y mecanismos de un pasado que no debe volver a repet irse. 1013 Amnist a y consolidacin de la paz Volumen 62 Nmero 709-710 eca Est udios Cent roamericanos que ya se est construyendo una poltica de devolucin de paz a quienesfue- ron especi almente daadospor la vi olenci a. El hecho de que algunosde los muni ci pi osmsafectadospor la guerra conti nen con problemasde pobreza extrema muestra la i ndi ferenci a tanto del Estado como del propi o FM LN, y de la soci edad mi sma, frente a las v cti mas ms i ndefensas por su condi ci n humi lde y su lejan a de loscentrosde poder. Exclui r y/o li mi tar la presenci a pbli ca de losnombresde qui enesparti ci - paron acti vamente en la guerra y en sussecuelasde vi olenci a y vi olaci n de derechoshumanosestambi n un elemento i mportante en la construcci n de un nuevo orden e i magi nari o soci al. Si queremosconstrui r un nuevo modelo de convivencia, no se puede seguir exaltando a lospartidariosde la violencia, por mucho que despus algunos de ellos acataran o fi rmaran los Acuerdos de Paz. Exaltar a qui enesse lanzaron a la vi olenci a si embra en la soci edad la posibilidad, individual o colectiva, de retornar a losmtodosy mecanismosde un pasado que no debe volver a repeti rse. Especi almente lossectoresi nvolu- cradosmsdirectamente en losacontecimientosviolentosdel pasado deberan tomar nota de ese necesari o esfuerzo en la consoli daci n de la paz. La justi ci a legal es el lti mo elemento y, aunque i mportante, no debe detener el proceso de recons- trucci n de la paz. Pensar, despus de 15 aos de la ley de amni st a, que lo ni co que podemos hacer es derogarla para poder juzgar a los cri mi nales de guerra, muchos de ellos ya falleci dos o soci almente pasadosa la i nsi gni fi canci a y al olvi do, ser a un craso error. Ci ertamente, esa ley, por estar mal construi da y por i mpedi r de alguna manera la reconstrucci n pac fi ca y raci onal de la verdad, as como los proce- sos de reconoci mi ento de la mi sma, ni tuvo senti do en su momento, ni lo ti ene en la actuali dad. Trabajar por una ley de reconci li aci n, que contri buya al re- conoci mi ento de la verdad, si gue si endo una tarea i nconclusa. Pero ello no i mpi de que trabajemos acti vamente y si n descanso en la tarea del reconoci mi ento, por mucho que se nos di ga que mi ramos al pasado y no al futuro. Porque el presente no se construye desde el pasado ni desde el futuro como cimientosnicosy absolutos. Al contrario, el presente es un momento, un i nstante hi stri co, en el que se trabaja por nuevasy futuras construccionessocialesdesde el conocimiento claro de la propia historia y del pasado inmediato. Solo de ese modo sern dichasconstruccionesmshuma- nasy valederasti camente. De hecho, eso eslo que ha pasado en El Salvador a nivel popular y social. M ientraslossucesivosgobiernosse han obstinado en presentar al pasado vio- lento de nuestra guerra civil como algo totalmente carente de sentido para el presente, especialmente en el tema de la deduccin de responsabilidades, una buena parte del pueblo salvadoreo y algunas instituciones han continuado trabajando activamente en la reflexin en torno al conflicto y en el reconoci- miento de lo ocurrido como una forma de devolver su dignidad a lasvctimas. Losaniversariosde monseor Romero, de losjesuitas, de lasmasacresocurridas en diversospuntosdel pas( especialmente algunastan terriblemente masivasy cruelescomo lasde El M ozote, La Q uesera y el Sumpul) muestran claramente La reflexin t iende siempre a perderse ent re la algaraba preelect oral. En est e t iempo de campaa premat ura y ant icipada, es import ant e que el ciudadano no pierda su capacidad crt ica. La memoria ni puede convert irse en el arma de un solo sect or, ni mucho menos t ransformarse en consigna irreflexiva. Volumen 62 Nmero 709-710 eca Est udios Cent roamericanos 1014 Amnist a y consolidacin de la paz el deseo de lossectoresmspacficosde construir nuevosmodelosde conviven- cia que tengan como base losderechoshumanos, el respeto a lasvctimasy la dignidad universal e igual de todaslaspersonas. Loselementosde dimensin poltica que con relativa frecuencia se introducen en la celebracin de estos aniversariosno solo vienen dadospor la propia naturaleza de loshechosque se conmemoran, sino que tambin, en susexpresionesmsduras, se deben a las negativasgubernamentalesde entrar en el proceso de reconocimiento histrico de la verdad. En este sentido, la crtica a lossucesivosgobiernosque se suele dar en los aniversarios mencionados es un aporte a la gobernabilidad de El Salvador. Pueslospueblossolo son gobernablesen la medida en que mantie- nen idealesy proyectoscomunesde convivencia y realizacin social. I dealesy proyectosirrealizablesmientrasacontecimientostan dolorososcomo una guerra civil no entren en losprocesosde reconocimiento que hemosmencionado, con todassusconsecuenciassociales, polticas, jurdicasy ticas. El pueblo ti ene derecho a reclamar, y segui r haci ndolo mi entraslosgo- biernosno encaren con responsabilidad la construccin de la paz. Y losaniver- sari os segui rn manteni endo elementos profundamente cr ti cos del presente, al ti empo que celebran el coraje y la valent a de qui enesdi eron susvi daspor los derechos de los dems. Frente a ello, la soluci n no es darle medi ti ca- mente msi mportanci a a otrossucesosi nsi gni fi cantes, o callar pol ti camente ante una exi genci a bsi ca de reconoci mi ento. Di alogar, aceptar la necesi dad de pedi r perdn, i ni ci ar cami nos expl ci tos de reparaci n de las v cti mas es no solo obli gaci n del Estado, si no responsabi li dad ti ca fundamental de las autori dades que lo representan. La derogaci n de la ley de amni st a, y la susti tuci n de la mi sma por una ley de consoli daci n de la paz, di scuti da y di alogada previ amente y fruto de un acuerdo naci onal, puede y debe ser un objeti vo vli do. Pero mi entrasse llega a ese punto, ni la ci udadan a ni el Es- tado pueden quedarse con losbrazoscruzados. La cercana de estos15 aos, en los que nuestra paz queri da y amada si gue dolorosamente enferma por falta de i ni ci ati vas generosas y creati vas, puede ser un moti vo para repensar lasrutasde su consoli daci n. El desarrollo justo y equi tati vo, frente al actual desarrollo desi gual y excluyente, es una de esas v as. Pero tambi n lo es el camino del reconocimiento. Reconocimiento de la verdad de lasvctimasque se convierte precisamente en el sentimiento profundo de humanidad y nacio- nali dad que puede darle al desarrollo su di mensi n de justo y equi tati vo. Los pueblos necesi tan espi ri tuali dad. Y nada ms cuesti onador y esti mulante al mi smo ti empo que el gri to de lasv cti mas, pi di endo el reconoci mi ento de su di gni dad para que la hi stori a no se repi ta. La reflexi n ti ende si empre a perderse entre la algarab a preelectoral. En este ti empo de campaa prematura y anti ci pada, esi mportante que el ci uda- dano no pi erda su capaci dad cr ti ca. La memori a ni puede converti rse en el arma de un solo sector, ni mucho menostransformarse en consi gna i rreflexi - va. Hacer memori a mi entras los pol ti cos pelean por consegui r las si mpat as ci udadanas, exi gi r respuestas en el hoy de El Salvador que hagan relaci n y referenci a a los derechos de las v cti mas, es el mejor modo de forzar a los partidospara que planteen una construccin del futuro basada sobre la razn y losvaloreshumanos. San Salvador, 10 de di ci embre de 2007.