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Juan M.

Negrete
La Filosofía, en jaque

El Occidental
3 de mayo de 2009

La semana sobreabundó la mesa en asuntos para reflexionar. El más tentador, difícil de


cavilarlo por lo mismo de su amplitud, es el de la gripe porcina, a la que ya le están
diciendo influenza humana como para que no se oiga tan fea su asociación con los
marranos. Es el más complejo. Pero bordaré con lo del atentado contra la Filosofía
escolar porque me viene el saco, en razón de mi oficio.

El sufrido lector no tiene obligación de enterarse por qué digo que me alude el asunto
por mi oficio. Baste con darle a saber que cursé la carrera de Filosofía y que me he
dedicado a impartir estas materias en aulas desde hace 35 años. O sea que la Filosofía
ha sido, para mí, materia de profesión y trabajo; lo que equivale a decir que ha sido
motivo de vida. He entretenido gran parte de mi vida activa en estos temas. Lo que se
haga o se deje de hacer con la Filosofía me incumbe directamente. ¿Están haciendo mal
las cosas con ella por estos días? Así parece. Veamos:

Cada sexenio llega al gobierno tanto iluminado, que las sorpresas de su actuar, acertado
o desastrado, son comidilla. Muchas se quedan al nivel de la tijera, nada más. Pero otras
no, y parece ser el caso. La Secretaría de Educación Pública (SEP) es estructura crucial.
Ahí se dan cita (o deberían darse) los cerebros más lúcidos del país, pues se hacen cargo
de uno de los renglones más sensibles de la vida nacional: la actividad escolar. Mucho
de lo que ahí se haga o se deje de hacer repercute directamente en lo que somos los
mexicanos. Ésta es verdad de Perogrullo, pero hay que asentarla, porque se olvida con
facilidad.

No se han significado los gobiernos de los últimos treinta años por sentar en dichos
espacios a gente de calidad, a gente curtida en tareas de docencia, a espíritus preñados
de sensibilidad para una tarea tan delicada y exquisita. Moldear las generaciones
nuevas, para que entren al relevo de las que ya estamos en activo, obliga a sacar lo
mejor de nosotros y ponerlo en el candelero. Tanto o más importante como nutrir con
los mejores alimentos a la generación del futuro es ocuparse en serio en su instrucción.
Y aquí, más que en otras tareas, se aplica el dicho de que 'quien huye del gasto, huye del
provecho'. No se vale pues la pichicatería, tampoco la avaricia. Pero si se le ha de cerrar
el paso a estos vicios, la ceguera, como criterio, de plano debe ser desterrada.

No voy a indigestar al lector con datos, citas y cifras bultosas. Los iluminados genios
actuales de la SEP decidieron eliminar las materias filosóficas de la oferta del
bachillerato. La medida tiene todos los errores clásicos de las decisiones autoritarias: No
viene de sesudas reflexiones de expertos, no se le ve por ningún lado la bondad buscada,
tampoco se consultó a los afectados. Es una decisión vertical que les han de haber
dictado desde alguna parte; de donde reciben las consignas. Y como no saben sino
doblegarse y cumplir, están tercos a imponerla, así rueden mil cabezas. El gremio de
colegas que cubre estas materias, está preocupado y no halla cuál puerta tocar para
formular su opinión y ser escuchado. Este solo hecho demuestra la mentira que la
medida fue ampliamente consultada. Tomó por sorpresa a los afectados, los profes de
las materias, que algo saben del asunto. Más afectados que ellos, lo serían los chicos de
las nuevas generaciones. Si los profes no fueron oídos, ¿podrá aceptarse que les haya
interesado el futuro de nuestros retoños?

De implantarse el recorte anunciado, se afectará en serio el cuadro educativo de la


generación porvenir. Ya suficiente daño se ha infligido a quienes transitan por el
bachillerato con darles gato por liebre. No tengo datos precisos a la mano. Pero podría
calcularse que el 80 por ciento de las materias de Epistemología, de Lógica, de Ética, lo
cubren personas que nunca cruzaron por el entrenamiento profesional de la Filosofía.
Hace treinta años vivimos en la Universidad de Guadalajara un pleito grande en razón
de esta exigencia. Las autoridades en turno ofrecieron abrir dichos espacios a los
egresados, ir sustituyendo a los cuates, a los compadres, que son quienes ocupan estas
cátedras. No se ha cumplido el compromiso. Por eso digo que lo que se aprende como
Filosofía en el bachillerato no lleva sello de garantía. Mucho de tal es charlatanería y
discurso improvisado.

Mas no era para corregirse el mal presente una medida desastrada como la actual. Aquí
no vale aquello de tirar el agua con todo y niño. Urdieron desaparecer el tronco
disciplinario y así acabar con el diente y con el dolor. Dicen que los avestruces entierran
la cabeza en la arena para no ver el peligro y suponen que concluyó el asunto. Pero no
somos avestruces. Tampoco cangrejos, que no avanzan hacia adelante, Cogiendo el reto
de la complicación educativa, en lugar de armarse con elevación de miras, los de la SEP
están arrancan hacia atrás, huyéndole al problema.

No es asunto sencillo. La cerrazón de las autoridades es proverbial. Si llega a tener éxito


la defensa emprendida por la permanencia en cartelera de las materias filosóficas,
tampoco será suficiente. Hay graves retrocesos por atender en estos campos y es ingente
la tarea por hacer. Es mucho lo que hemos de construir para inducir a nuestros
ciudadanos, a que en todas nuestras actuaciones cotidianas manifestemos cordura,
reflexión, sentido crítico y altura de miras. Se impone construir, de consuno, un mejor
país cada día. En esta pugna, no nos viene nada mal el auxilio de los filósofos. No se ha
de despreciar, entonces, el granito de arena que aportan los muchachos colegas en los
espacios escolares, cerrando sus plazas.

Es obligación personal y colectiva esforzarnos cada día en ser mejores hombres. Con
Filosofía o sin ella, hemos de conseguirlo. Ciertamente no es indispensable esta
disciplina; pero sin ella, se complica un tanto el panorama. La experiencia pasada
enseña que la Filosofía ha sido un instrumento muy útil en la elevación de nuestra
conducta. No se justifica, pues, el embate presente en su contra. Que lo detengan.

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