Vous êtes sur la page 1sur 458
carlos monsivais A ustedes les consta ANTOLOGIA DE LA CRONICA EN MEXICO Primera edici6n: 1980 Decimoquinta reimpresién: 2003 ISBN: 968.411,035.9 SEGUNDA EDICION (CORREGIDA ¥ AMPLIADA): 2006 ISBN: 968.411.666.7 DR © 2006, Ediciones Era, $. A. de G. V. Calle del Trabajo 31, 14269 Mexico, D. F Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico Este libro no puede ser fotocopiado ni reproducido total © parcialmente por ningin otro medio o método sin la autorizacién por escrito del editor. is book may not be reproduced, in whole or in part, in any form, without written permission from the publishers. www.edicionesera.com.nx Indice Prologo / Y liegaron los aztecas que venian de Aztlan al lago de Tenochtitlan, y aguardaron los signos de la profecia, y alli junto al nopal y el aguila y la serpiente, ya los esperaba una muchedumbre de reporteros y cronistas, 13 Antologia Manuel Payno © Un viaje a Veracruz en el invierno de 1843, 131 * El cologuio. El tépero. La china, 133 Guillermo Prieto © La invasion yankee, 140 ° El grito, 144 * Elpresidente, La presidencia, 154 osé Tomas de Cuéllar, Facunde * Preparativos del baile y del cochino, 163 Ignacio Manuel Altamirano ¢ Una visita a la Candelaria de los Patos, 168 Manuel Gutiérrez Najera * La novela de wn tranvia, 175 9 Copyrighted material Luis Gonzalez Obreg6n * Currutacas y petimetres, 183 Angel de Campo, Micris © El fusilado, 194 © El descanso de la marquesa, 201 José Juan Tablada * La feria de la vida, 204 Crénica policial del siglo XIX * El asesinato del gobernador de Jalisco, Ramén Corona Luis Pérez Verdia], 208 * Primitivo Ron [Dr. Au], 214 Martin Lats Gus © Valle-Incldn ante el juez, 218 *® Trénsito sereno de Porfirio Diaz, 222 Artemio de Valle Arizpe _ * Las tortas de Armando, 230 Renato Leduc * Miguel Othén Robledo, un poeta olvidado, 234 Mario Gill * La huelga de Nueva Rosita, 240 Ortega * Salvador Diaz Mirin, 260 * Luis G. Urbina, 267 © Vargas Vila, 272 ¢ DeReturn Ticket, 278 * Narciso, rojo, 280 * Lombardotoledanologia, 283 10 Copyrighted material Fernando Benitez © Maria Sabina y sus cantos chamdnicos, 299 José Revueltas © Un sudario negro sobre el patsaje, 317 Gabriel Vargas * Ejemplos de Don Jilemén y La Familia Burrén, 332 Ricardo Garibay ¢ Las glorias del Gran Pitas, 336 ulio Scherer Garcia © Para el presidente Mao, el mundo es China, 343, 2 La inteligencia frente al sufrimiento, 349 © jLe muevo la panza?, 354 vie erecho de Uorar, 372 de Rousseau (1778-1978), 383 © 17 de julio, 1928: Toral, una imaginacién, 387 Miguel Reyes Razo * Ese maldito polvo que no deja de caer, 393 © Todo queda en la tienda de raya, 397 Carmen Lira © El Desengato: hablan los campesinos, 402 © Nicaragua, “en el peor momento de su historia”, 414 i Copyrighted material Héctor Aguilar Camin * Alaca matraca, 420 * Enun paleo y al pie de la grilla, 428 José Joaquin Blanco * Plaza Satélite, 434 * Panorama bajo el puente, 437 * La plaza del Metro, 441 Jaime Avilés © Iztapalapa, otra vez, 445 * “Padre, quiero conocerte”, 447 Juan Villoro © El regreso del explorador, 451 Ma fercero tanguis Cultural del Chopo, Historia de un minuto, 461 Héctor de Maule6n © Aburto: la verdadera conspiracién, 471 Fabrizio Mejia Madrid © La persecucion de Las Furias, 488 © Noticias del destape mexicano, 500 Crénica policial del siglo Xx * Yoko: historia de un impune crimen policial [Ram6n Marquez}, 506 Repertorio, 525 Prélogo Y legaron los aztecas que venian de Aztlan al lago de Tenochtitlan, y aguardaron los signos de la profecia, y alli junto ai nopal y el dguila y la serpiente, ya los esperaba una muchedumbre de reporteros y cronistas HOMERO EN TENOCHTITLAN el siglo XVI la crénica es un gran instrumento de afirma- cién de los conquistadores. A la gesta de tan bravos y leales stibditos de la corona espafiola le corresponde el canto homé- rico que combine intimidacién y relatos majestuosos, ojos ma- ravillados y la sangre que chorrea en los altares (“El Caballo de Troya” de los conquistadores espanioles es la estupefacci6n que provocan). Los cronistas de las Indias observan, anotan, comparan, inventan. Su tarea es hacer del Nuevo Mundo el territorio habitable a partir de la fe, el coraje, la sorpresa des- tructiva ante los falsos idolos, la instalacié6n de costumbres que intentan reproducir las peninsulares. “Nuestra literatura ~afirma Alfonso Reyes en Letras de la Nueva Espatia- es hecha en casa. Sus géneros nacientes son la Crénica y el Teatro Mi- sionario o de evangelizaci6n... La crénica primitiva no corres- ponde por sus fines a las bellas letras, pero las inaugura y hasta cierto instante las acompaiia. Fue empeno de conquistadores, deseosos de perpetuar su fama; de misioneros que, en contacto con el alma indigena y desdefosos de la notoriedad, ni siquiera se apresuraron muchas veces a publicar sus libros, y a quienes debemos cuanto nos ha Hegado de Ia antigua poesia autéctona; y en fin, de los primeros escritores indigenas que, incorporados ya en la nueva civilizacion, y atin torturados entre dos lenguas, no se resignaban a dejar morir el recuerdo de sus mayores.” Cortés en sus Cartas de relacién, Bernal Diaz del Castillo en Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espatia, Francisco Cervantes de Salazar, Motolinia, Sahagan, Mendieta, Duran, Munoz Camargo o Hernando Alvarado Tezozomoc ejercen 15 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book lancolia, que nada era capaz de distracrme. Adverti, sin em- bargo, un gran concurso de gente que corria calle abajo, y deseando yo participar de él, tomé el partido de seguirles; luego supe que se dirigian al ejido de La Acordada a ver ajusticiar a unos desgraciados a quienes sus robos habian con- denado a la muerte. Confieso que no me agradan tales es- pectaculos; pero menos por divertirme con ellos que por ver aquella zambra, no me contenté con seguirla, sino que me acerqué a los reos [...] Le juro a usted que me llené de horror al ofr las desaforadas voces con que se procuraba imarlos a la confianza en Dios. Como los razonamientos dichos de improviso, aunque sean sobre materias traquea- das, jamas salen perfectos, los que alli of me parecieron a la verdad los mas oportunos. Un eco de voz dura y desapaci: ble heria los oidos de los que la escuchaban y nos hacian conocer con cudnta repugnancia los escucharian los po- bres pacientes. Anade usted a esto los gritos de la gente, los vendedores, el clarin y mil otras cosas capaces de distraer el animo de los reos. No es, pues, esto nada en comparaci6n de lo que escuché después con escandalo. Uno de los cir- cunstantes decia, hablando a otro: “Aquel, miralo... jqué bien sentado val... Ese, lev i Qué tales higados ha- bra tenido!... etcétera” [en El Diario de México, noviembre de 1805]. En el siglo XVI, las cr6nicas alucinantes corren a cargo de frailes vidos de conversiones y de soldados de mirada latifun- dista, todos entregados al pasmo y el escandalo moral. Hoy los mas conocidos son los soldados, Hernan Cortés, Bernal Diaz del Castillo y Alvar Nuiiiez Cabeza de Vaca, pero ya se lee a los frailes que mientras alaban al Creador y enumeran blasfemias y prodigios, expulsan a las creencias derrotadas, crucifijos y agua bendita en mano. No hay preocupaci6n estética en la ur- gencia de ver en el reino de Espaiia el preambulo del reino de los cielos y, sin embargo, la belleza expresiva fluye a través de la prédica, de la voluntad patrimonial, del sentido de] detalle, del refrendo de asombros. 17 Ni soldados ni frailes se proponen hacer historia o hacer li- teratura. En su idea de la palabra escrita, cronicar es capturar las sensaciones del instante, apoderarse de la esencia de Cro- nos (el tiempo narrativo), defenderse de las versiones de los enemigos, celebrar de modo implicito y explicito su propia grandeza, salvar almas en contra de su voluntad, y anunciar el Reino de los Cielos. Bernal Diaz hace la apologia pro vita sua: mas bien se quiere notar, después de Dios, a nosotros los verdaderos conquistadores, que los descubrimos y conquis- tamos y desde el principio les quitamos sus idolos y les di- mos a entender la santa doctrina, se debe a nos el premio y galardén de todo ello primero que otras personas, aunque sean religiosos, porque cuando el principio es bueno y me- dio alguno y al cabo todo es digno de loor. Asi sea extraordinaria buena parte de la crénica de la Con- quista, se le califica por largo tiempo de “materia prima” de la historia nacional, de la historia de las religiones, del triunfo de la civilizaci6n sobre la barbarie. Pero si persiste es por ser también literatura. Il EL PUEBLO NO LEE PAPELITOS BRILLANTES El clérigo Juan Ignacio de Castorena se gana sin saberlo la fama de precursor o iniciador de la prensa mexicana al fundar en 1722 la primera de las tres Gaceta de México, con informaciones religiosas (primordialmente), oficiales, comerciales, sociales, mi- neras y maritimas, que, si Dios lo hubiese querido, habrian cau- sado “admiraci6n a los que las oyen distantes y serfan crédito de México en todo el Universo”. De paso, Castorena se enfren- taa las presiones inescapables: la censura civil y eclesiastica y el publico escasisimo cuya ignorancia esté a la altura de su pedan- teria. En su investigaci6n sobre la prensa en México, Maria del Carmen Ruiz Castaneda reproduce una declaracién inequivoca: 18 No se hacen [aqui] reflexiones politicas, porque se goza un gobierno pacifico, y porque las maximas de Estado se go- biernan por el irrefragable dictamen de nuestro Soberano. Sélo se solicita el buen ejemplo para la posteridad y que sean pauta a las que seran las acciones heroicas de los que fue- ron [ Gaceta de México, n. 6, junio de 1722]. Ni sensacionalismo ni orientaci6n: sélo disciplina burocra- tica. Esto se prolonga en el siglo XVII, cuando los criollos atis- ban en las Gacetas las aprobaciones de su orgullo nacional (de tan lenta consolidacién), que se filtra entre noticias de estre- nos, fundaciones de pueblos, epidemias de imagenes milagro- sas y fiestas religiosas que no le dan reposo a los santos. Un su- cesor de Castorena, Manuel Antonio Valdés, ofrece la gran innovaci6n: sitia el periodismo dentro de la categoria franca, abierta, inmejorable, de instrumento del poder publico (Xa- Tavera Alfaro). Debido a la experiencia de estas intimidaciones sucesivas y simultaneas, José Joaquin Fernandez de Lizardi (1776-1827), el gran escritor del periodo de las guerras de Independencia, insiste en la funci6n sustancial de la prensa: ejercer la libertad de expresi6n que —desde el derecho a vocear en la calle las publicaciones- otorgue credibilidad a folletos, hojas de volan- tes, papeles y periddicos: “La Opinion Publica y la Libertad de imprenta ~afirma Lizardi en el Correo Semanario de México- son el bozaly el freno con que se contiene a los déspotas, maliciosos y tontos”. Nadie discrepa del credo que es consigna: en un pais analfabeta (donde el gusto por la lectura distingue ala minoria dentro de la élite), el periddico, instrumento consti tutivo de la nacién, representa y ordena las convicciones en pugna y es -no necesariamente en este orden- tribuna, escue- la, ateneo, partido politico, espacio de las bellas letras, foro agi- tativo, chantaje, novela por entregas. Es todo eso, pero nunca se nos olvide —insiste Lizardi— que los lectores pertenecen a un sector privilegiado: vi [...] mientras los pobres, que son como cuarenta a uno en nuestro pats, no disfruten ventajas conocidas, y puedan co- mer con menos trabajo, la suerte de Ia naci6n es incierta y precaria, porque [...] el pueblo no lee papelitos brillantes y aun- que los lea no los entiende, y busca los pesos en su bolsa y no en la de sus mandarines. Este es un axioma politico que jamas de- ben perder de vista nuestros legisladores. Las guerras de Independencia apenas modifican la postura fatalista: de ser algo especifico la prensa es coto de minorias. Pero una cosa por la otra, las urgencias propagandisticas acre- cientan la demanda. De cada uno de los dos nimeros extraor- dinarios de El Despertador Americano, fundado por don Miguel Hidalgo, se tiran dos mil ejemplares, cifra entonces inaudita. Yal periodista se le otorga una riesgosa encomienda: Tribuno del pueblo. Como tal, ha de enfrentar persecuciones, carceles, rechazos, insultos. Todo esta bien mientras consiga audiencia y le dé entrada a la Opinién Publica en su version de La Voz del Pueblo. Si lo logra, el periodismo tendra la respetabilidad (la influencia) que, por lo pronto, le niega el analfabetismo dominante. Pero hay escritores que atraen seguidores, Fer- nandez de Lizardi, colabora en El amigo de la Paz y de la Patria, El payaso de los periddicos, El hermano del perico que cantaba la vic- toriay Conversaciones del payo y el sacristan, F1 éxito de esta Ultima serie se debe a los argumentos dialogados —las posiciones se enfrentan y usted elige— que ratifican el caracter servicial de la prensa. Se dramatizan versiones ideolégicas opuestas y/o complementarias, y al verlas expresadas con efectismo, el pt- blico adopta como suyos aquellos puntos de vista que le con- vencen y modifican su percepcién. qr EQUIEN ARTICULO? INFAME QUE HA ES cRITO. En nuestro pais —afirma Armando Barta en su prélogo a la antologia de la publicacién magonista Regeneracion-, la re- 20 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book cién que las excluye. Véase, contada por Guillermo Prieto, la acogida a El Siglo XIX, en Zacatecas (1844): El dia de correo se esperaba con ansia El Siglo y en cafés, tiendas, zaguanes y plazas, veiase un hombre leyendo el pe- riédico en medio de una agrupacién de gente [...] Para dar idea de la boga y la estimacién de que gozaba en su época El Siglo XIX, diré que en ese viaje tan dilatado y costoso que hice con la familia, no gasté un solo centavo; por todas par- tes recibia agasajos y se daban por pagados con conocer a uno de los que, aunque en escala muy infima, formaba par- te de aquella brillante redacci6n. El nimero de ejemplares impresos de un periédico puede ser casi simb6lico. (Segtin Lepidus, una publicacién en Méxi- co necesitaba entonces una botella de tinta, un rollo de papel ¢ ideas.) Esto es secundario. La cultura oral multiplica el ra- dio de accién de las noticias y, por igual, aunque no del mis- mo modo, alfabetizados y analfabetos en cl pais se estremecen con poemas heroicos y editoriales flamigeros, y su respuesta influye en los propios periédicos. Circulo casi perfecto: el he- cho cultural resulta el acontecimiento que se vuelve noticia. El Pueblo (las afueras de la Nacién) es el escenario que orien- ta el deambular de los actores. Del editorial de un periddico del siglo XIX: Reclamamos la vida de un inocente y se nos mult6; traza- mos la historia de las alcabalas para hacer conocer lo ruino- so de este impuesto, y el gobierno nos apercibié de su desa- grado; preguntamos al diario semi-oficial cuales eran sus principios, explicamos cuales eran los nuestros y se nos contest6 con una multa. Lo anterior seria una sinopsis adecuada de algunas vicisitu- des de la prensa liberal en el ambito de beateria por la letra impresa, que redime incluso a los no lectores. En Memorias de mis liempos, se evoca una escena de 1853. Guillermo Prieto en El a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book por una puerta excusada, me escurri violentamente; no sé si mas temeroso o iracundo de la entrevista con el Dictador. Independientes y serviles, republicanos y monarquicos, ma- sones yorquinos y masones escoceses, federalistas y centralis- tas, liberales y conservadores... Las fuerzas antagénicas del México del siglo XIX s6lo disponen de la prensa en su exigen- cia de adhesion y solidaridad con sus pensamientos y ofreci- mientos. “De nosotros, escritores puiblicos, pende la uniformi- dad de la opinién [...}] En obsequio, pues, de ella, reprimid vuestros genios; ya no publiquéis sino ideas benéficas, que consoliden cuanto sea dable la general opinién”, explica un peridédico de 1821. Suele ser efimera la vida de las publicacio- nes ideolégicas y politicas, pero esto se compensa por el fervor de polémicas y diatribas. (El diario mas importante es El Siglo XIX, fundado en 1841 por Ignacio Cumplido, que, con inter- miten: ificativas, dura hasta 1896. Alli la crénica parla- mentaria es un género fundamental.) Aparece el periodismo “totémico”: el que se compra para reafirmar juicios en los temas urgentes: federalismo 0 centralismo; repablica o monarquia; expresién libre o “callar y obedecer”; dependencia e independencia. Las etapas politicas se van midiendo por las facilidades absolutas, relativas o nulas concedidas a la prensa, por la actitud de los pe- isten a la compra, la carcel, el destierro, la inti- midaci6n y la censura. El presidente Arista, en septiembre de 1852, prohibe por decreto la publicaci6n de noticias que fa- n directa o indirectamente a los sublevados de, En respuesta, El Siglo XIX aparece en blanco dos dias seguidos y el gobierno da marcha atras. Entre el frenesf libertario y la clan- destinidad, los periodistas estan muy conscientes de su papel en la vida publica, son el enlace interno del pais, el apoyo indis- pensable o el golpe mortal, y de alli la conviccion: el periodis- mo no es un oficio sino una misi6n politica y patriética, como lo demuestran las exigencias de El Siglo XIX en 1850: libertad abso- luta de pensamiento, libertad absoluta de conciencia, libertad de palabra, libertad de correspondencia, libertad de imprenta, alisco. 24 libertad de cultos, libertad de industria, libertad de contratos, li- bertad de testar, libertad de casarse, libertad de defenderse y llevar armas, libertad de reunién y asociacién. En Prensa y poder, un analisis del periodismo de la Reforma liberal, Gerald L. McGowan localiza dos fenémenos determi- nantes. E] primero: si la prensa oficial niega un rumor o la existencia de una fuerza de oposicién, tiende a confirmar su existencia, implanta la duda y beneficia a la oposicién. El se- gundo: al periodismo de la época de la Reforma le importa mis la interpretacién de las noticias que la noticia misma. Los periddicos, érganos de orientacién y de combate, conforman la opinion; por lo tanto, no existe el concepto de reportero. EI periodista averigua de la noticia: la noticia busca dénde se la publique. s guerras de Reforma y la Intervenci6n consolidan al pe- riodismo como practica de afirmaci6n radical. Pero una dicta- dura no permite alternativas o interlocutores y Porfirio Diaz quiere un periodismo sin resonancias civicas. IV DEFENSA DE LOS SUADROS DE COSTUMBRES En 1845, en la Revista Cientifica y Literaria de México, Guillermo Prieto sostiene, defendiendo los cuadros de costumbre: {...] siendo los que hoy Ilamamos mexicanos, una raza ané- mala ¢ intermedia entre el espaiiol y el indio, una especie de vinculo insuficiente y espurio entre dos naciones, sin na- da de comin, su existencia fue vaga e imperfecta durante tres siglos. Ala vaguedad y la imperfeccién hay que oponerle una cohe- rencia, una forma. La exigencia primera es la creacién de lo na- cional (“promover cualquier cosa que se pudiese llamar nacio- nal, hubiera sido una lentativa revolucionaria”) y describirse es ir existiendo. Prieto se apasiona: 25 26 Nosotros,con pocas diferencias, por impericia, por desdén 0 corrupcién, continuamos siendo extranjeros en nuestra patria. Los cuadros de costumbres eran dificiles, porque no habia costumbres verdaderamente nacionales, porque el escritor no tenia pueblo, porque sélo podia bosquejar retra- tos que no interesan sino a reducido niimero de personas. 2Coémo encontrar simpatias describiendo el estado misera- ble del indio supersticioso, su ignorancia y su modo de vivir abyecto y barbaro? Nosotros, causa de sus males, nos avergonzamos de su pre- sencia, creemos que su miseria nos acusa y degrada frente al extranjero; sus regocijos los vemos con horror, y su bru- tal embriaguez nos produce hastio [...] El resto de las costumbres espafiolas también lo oculta- mos con vergiienza, mientras el anciano venerable de una familia representa el célebre castellano viejo de Figaro, el nino mimado de la casa es un lion parisiense almibarado e igno- rante, cuyo delicado timpano, acostumbrado a oir mentar los boulevards y los Champs Elysées, se herirfa a los nuestros de Ixtacalco y Santa Anita. Esta es la causa de la rechifla en contra de los que conociendo la noble misién de formar una literatura nacional, se hayan referido en sus composi- ciones a los objetos que tenian ante sus ojos. éQuién no llama ordinario y de mal tono al poeta que qui- siere brindar a su amada pulque en vez de néctar de Lico? 2Quién no se horripila con la pintura de una china, a la vez que aplaude ciego a la Manola espaniola, y recorre con pla- cer los cuadros espantosos de Sué, refiriéndose a aquella familia nauseabunda de Bras-Rouge y de la Chouett? ¢Sera culpa de los escritores hallar en una mesa el pulque junto al champagne, y en un festin el mole de guajolote al lado del suculento roast beef? [...] La vergiienza es para nues- tros gobiernos, que atin no saben formar un pueblo; para muchos de nuestros hombres, que desdenan pertenecer a su pueblo; el escritor cumple, porque entre mas repugnan- te aparezca su cuadro, sera mas benéfica la leccié6n que en- cierre [...] Hay otro inconveniente: el nimero de personas que en México lee es reducido, las costumbres comunes a ciertas personas se conocen al momento, y la poca frecuencia de leerse estos escritos hace que se crean llenos de alusiones personales. Esta es sin duda la causa de que los hombres do- tados de mas elevado ingenio hayan sobresalido, o en las ciencias en el siglo pasado o en la poesia religiosa; y que ni los artistas ni los sabios, presenten nada verdaderamente nacional. El debate esta abierto: Prieto, y un buen ntimero de sus coe- taneos y sucesores, defienden la identidad (la personalidad) del pais. Si el poeta es el vidente de la Nacién, el cronista es su memoria y la crénica opone la realidad de las costumbres a la irrealidad de las pretensiones “cosmopolitas”, y erige el género un tanto ambiguo que va de la proteccién “de lo que hay” al nacionalismo a ultranza (la proteccién de lo que debe haber). Una literatura se precisa a si misma por sus temas irrefutables (lo que leemos es lo que somos), su idioma regional y su paciencia ante la escasez de lectores. Un cuadro de costumbres es, en principio, una eleccién cri- tica. ¢Qué eligen los cronistas y narradores del XIX, Prieto y Payno, Altamirano y Micrés, Zarco y Facundo? Seleccionan las estampas que infunden en lo literario “calor hogareno”; en lo politico efusién patridtica; en lo nacional la riqueza de lo pin- toresco, y en el recuento de viajes la comprension y la alaban- za del mundo. (Las crénicas viajeras son los prenoticieros de la época.) Recuérdense, por ejemplo, los periédicos y revistas don- de colabor6 cuantiosamente Guillermo Prieto: El Recreo de las Familias, Semanario de las Senoritas Mexicanas, El Museo Mexica- no, El Ateneo Mexicano, Revista Cientifica y Literaria de México, El Album Mexicano, La Ilustracién Mexicana, Presente Dedicado a las Setioritas Mexicanas, El Renacimiento, El Correo de México, El Sema- nario Ilustrado, El Federalista, La Rejniblica, El Correo del Comercio, El Diario del Hogar, Don Simplicio y su sucesor, El Tio Cualandas, El Liceo Mexicano, Revista Nacional de Letras y Ciencias, El Mundo Literario Ilustrado. Desde los titulos imperan los dioses tutela- 27 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book prestigio que tiene lo pasado y se consideren con la curiosi- dad que una medalla deforme o el idolillo de tosco barro o como la del jeroglifico medio borrado en una ruina, enton- ces el juego de la inspiracién se apodera de mi alma, wuela suelta mi pluma, y en el horizonte inmenso de lo futuro tiendo la vista con intima satisfaccion [en El Siglo XIX, 6 de junio de 1842]. Los conservadores, ansiosos de recuperar lo que no les consta, la “Edad de Oro” de las relaciones entre fe y vida coti- diana, exaltan a través de la crénica las claves de la memoria de altar y el atrio, el inventario de bienes en peligro y la invo- cacién de lo reiterativo (“No cambias, luego eres la Verdad”). A la defensiva, se vigilan las costumbres y eso sirve en la tarea de mantener el tradicionalismo sobre todo en el Bajio, “el Cintur6n del Rosario” aferrado al modelo de la Provincia Siempre Fiel. Pero la crénica perdurable es la de los liberales, que la convierten en uno de los instrumentos de la seculariza- cién en la Ciudad de México, donde las costumbres que sur- gen reiteran el anacronismo de la provincia. En el costumbrismo de los liberales contin@a a su manera la exigencia de libertades, en esta ocasién del comportamien- to que se critica y se promueve al mismo tiempo. A la sociedad también se le construye desde la frivolidad (que es olvido de la mirada del confesor), desde la eleccién del vestuario para las fiestas, la predileccién por un platillo, el sermoneo a las sefio- ritas en edad de merecer (lo que avisa de la existencia del li- bre albedrio), y la glorificacién de los paseos y los estilos de la conversacién, Vv DAR CUENTA DE LAS ACCIONES DEL PAIS NUEVO Desde la década de 1840, obligados a hacer politica, historia y literatura, los liberales ven en la crénica, narrativa de la litera- tura bajo la prisa, la posibilidad de combinar en un solo texto 29 el alegato partidista, la memoria que ha de nutrir a la comu- nidad emergente, el mensaje a amigos y enemigos, y el gran recordatorio: la naci6n existe porque ya hay quienes la des- criben y, al hacerlo, le dan forma a realidades, ideales, cos- tumbres. En su concepto de la Historia, los liberales estan muy en deuda con la Revolucion de Independencia de Estados Unidos y con la Revolucién Francesa, y por eso auspician las sensacio- nes de autonomia, que se expresa a través de leyes, gestos y discursos desafiantes. Historia es destino singular de los pue- blos; historia es vistumbramiento de la nacién deseable a partir de las libertades que se conquistan; historia es el flujo de he- chos encauzados por la idea de progreso o la defensa de la Tra- dicién y, también, historia es el registro de éxitos y fracasos de un pueblo en el interminable camino de la esclavitud a la jus- ticia social. Por eso, la crénica, al verter vivencias locales y na- cionales, ayuda a la Historia (la deidad que equivale al Juicio Final que es la suma de lo acontecido) a preparar el clima psi. colégico de ese invento irrenunciable, la Nacién. Por su condicién inicial (duenos de la palabra en un mun- do inarticulado regido abrumadoramente por el analfabetis- mo), los escritores se constituyen durante mas de un siglo en el gremio privilegiado que, con tal de darle simulténeamente al pais literatura y razones, difunden relatos, poemas, ensayos, cré- nicas y proclamas. Y quieren integrar la literatura y la todopode- rosa cultura oral que “preserva, ritualiza y adapta el patrimo- nio colectivo”, y que en América Latina sélo pierde terreno a principios del siglo XX, cuando ya en Europa es recuerdo des- vaido. Comienza el apogeo de la técnica, se difunde la educa- ci6n laica, y la cultura oral transforma sus reglas de juego, al no ser ya la creadora de mitos y narrativas sino el circuito de difusién de las wadiciones y las novedades. En las primeras décadas del siglo XIX, las academias literarias (enclaves de hombres cultos en su mayoria ya no sacerdotes ) desarrollan la alternativa: los saberes fuera de la Iglesia. Al di- vulgar e imponer el Estado otra visién de la historia, se pone en marcha la secularizacion, y el hombre de letras es ya una 30 alternativa a las funciones antes exclusivas del clérigo: la inter- pretacién de fenémenos colectivos, la representacién de la sa- biduria, y la determinaci6n de las atmésferas verbales que son espejos de la comunidad. Luego, al cabo de las guerras de Re- forma, ya derrotados los conservadores en lo militar y lo politi- co, en el breve lapso de la Reptiblica Restaurada (1867-1876) se esbozan un buen numero de los rasgos de lo que sera la vida literaria y periodistica de México. El héroe cultural de esta etapa, el hombre de letras, es poeta, cuentista, traductor, nove- lista, historiador, moralista y cronista. Son imprecisas en esos aiios las fronteras entre cuento y crénica, por el ntimero de coincidencias: la descripcién de los paisajes, los consejos al lector, el énfasis testimonial, y la re- produccién de las voces populares que la censura no elimina. A semejanza del cuento, la crénica explora -y de paso inven- ta- el temperamento de las comunidades. El estilo coloquial de Guillermo Prieto reconoce la vitalidad del habla popular y senala una pauta: recrear lo que surge “de abajo” es el méto- do mas republicano a la dispo n, el reemplazo del idioma clerical (incomprensible a simple oido) por los rumores de la calle. El proyecto utépico se lee a trasluz. Si quieren lectores, los cronistas deben renunciar a la rigi- dez de lo “trascendente”. Si el género es pintoresco carece de las responsabilidades al uso; ni trae el prestigio a cuestas ni es periodismo cefido a lo inmediato. Desde la Republica Res- taurada la crénica consigna los impulsos y las prevenciones de las clases sociales, la “intimidad” que es también un hecho pt- blico, el reparto del “sentir nacional” en habitos, estructuras del dialogo y sistemas de comportamiento. Ysi la crénica cum- ple deberes civicos y morales y complace nostalgias, también mantiene en la prensa la obligacién de la literatura. En demasiados cuentos y novelas los escritores del siglo XIX suelen ajustar el registro de las voces populares al Gnico mol- de, el del habla elemental donde el pueblo resulta la eterna criatura. Sin la vista en la posteridad, Manuel Payno en Los bandidos de Rio Frio y Prieto en sus crénicas (menciono a dos clasicos) manejan con humor los estereotipos y los arque- 31 tipos verbales, revelan las astucias del habla “inocente” y ade- lantan Jos cambios lingiiisticos. No exaltan las ventajas de la celeridad sobre el cultivo de la forma, pero si advierten el gra- ve error de las pretensiones culteranas que, sin casi nada a cam- bio, ahogan la espontaneidad y desdefan la vitalidad del len- guaje. En cambio, la crénica, no obstante la pudibundez sexual y el moralismo impuestos por la moral social, capta muchisi- mo de lo que se vive. VI “MEXICO UNA EDUCANDA DE CONVENTO” Seguin Ignacio Manuel Altamirano, a los escritores les toca crear una literatura nacional, no la empresa narcisista que el adjetivo podria sugerir, sino la produccién de poemas, cuen- tos, novelas, cr6nicas y ensayos atentos a las experiencias de la sociedad emergente (gustos, pasiones, ocios). Por la literatura ~ésta es la consigna- México se ha de regenerar, localizando las vias del orgullo que es crecimiento psicolégico y cultural. Al poner en practica su credo, Altamirano incursiona en to- dos los géneros literarios, anima tertulias y veladas, patrocina escritores nes, debate con los intolerantes. Yen sus nume- rosas crénicas exalta los atractivos de la vida estable, sin gue- rras, dedicada al comercio, la industria y las artes. 0 no evita la decepcioén continua, la impaciencia ante la lejania de la vida metropolitana. Ejemplo del intelectual frus- trado por la lentitud y las vanidades del pais periférico, Altami- rano s6lo cree a medias en su optimismo. Le indigna y deprime no hallar en México los “robustos movimientos de la civiliza- cién” y, atado por la rutina, viaja “con la alforja vacia de nove- dades, de las calles de Plateros al paseo de Bucareli, de alli al Zocalo, del Zocalo a los desventurados teatros de la capital oa las imprentas que languidecen bajo el peso de una politica so- fiolienta”. Le harta contemplar el mismo espectaculo: jévenes elegantes, beldades, jinetes, carruajes, malos cémicos, detesta- bles piezas, cosas civiles y eclesidsticas. Su imaginacién se en- 32 ferma, nostalgica de lo desconocido, de lo diferente, fastidiada ante la “vuelta de la noria” por los pascos, los sitios de moda, los teatros. Con frecuencia se queja: la crénica en Paris, Lon- dres, Berlin, Nueva York, se alimenta a diario de lo insélito, porque se escribe en los grandes centros de la civilizacién. Pe- ro en la ciudad él se consume buscando asuntos amenos para sus revistas (crénicas), porque: México es una ciudad clorética, pobre, mojigata, y a quien no conmueve de tiempo en tiempo sino el choque galvani- co de las fiestas religiosas, 0 el estremecimiento débil toda- via de las fiestas de la patria. México es una educanda de convento vestida con pretensiones a la francesa, pero con- servando en su traje abigarrado y carnavalesco algunas pie- zas espaiiolas y algunas aztecas. La enorme castaria de cre- pé, el puffy la pintura insolente no alcanzan a disfrazar ala gazmonia mestiza, cuya sangre se ha debilitado entre las frias sombras del templo y de la celda, y cuyo espiritu se ha per- vertido en el marasmo de una vida perezosa y en la barba- rie de una educacién de la Edad Media. Vil DE LA SOCIEDAD OPULENTA Y SUS LIMOSNAS Altamirano describe con ironia y vigor el avance social y los ataques a la tolerancia apenas adquirida. Pero el retrato mas completo de los procesos internos de la sociedad se encuen- tra en La linterna magica, la serie de crénicas noveladas de José Tomas de Cuéllar (1830-1894), publicadas con el seudénimo de Facundo. Como la mayoria de los escritores de su tiempo, Cuéllar, heredero de algunas funciones del sacerdote, se sien- te responsable del temple moral de la comunidad. Si Dios ya no s6lo se aloja en los templos, es deber de los escritores distri- buir los mensajes de lo sublime y lo riguroso. El es un narra- dor que regala moralejas robustas mientras invita a la ronda de confianzas mutuas: si crees en tu vecino él creer en ti. Dando 33 dando. Pero Cuéllar no es nica ni principalmente moralista, y cada una de las novelas cortas o crénicas largas que integran La linterna magica, por fallidas que resulten, corresponden a un proyecto literario que trasciende el sermoneo. Baile y cochino, Las jamonas, Ensalada de pollos y Los fuererios, para citar sus me- jores textos, valen por el deleite narrativo, la indole de los personajes, el trazo de la sociedad como la infinitud de chis- mes organizados en forma coral. Asi, en Baile y cochino, Enri- queta, una joven pobre que quiere dejar de serlo a como dé lugar, contempla desde su ventana el Paseo de la Reforma, y su avidez visual implica la renuncia a los ideales de la honra: Enriqueta estaba alli, como asomada al mundo, estaciona- da, como se estacionan esas pordioseras en el quicio de una puerta pidiendo una limosna. Pero la limosna que pedia En- riqueta no era el pobre mendrugo cotidiano. Enriqueta pe- dia una limosna de lujo a la sociedad opulenta. Los ojos de Enriqueta se fijaban en la hilera de trenes de los ricos, y sus pupilas estaban agitadas por movimientos rapidisimos y pe- quefios, porque con cada mirada recorria el interior, el pes- cante y los frisones de un land6, o las siluetas de cuatro jove- nes en un faetén; caballos negros, colorados, retintos, con brillantes guarniciones; lacayos con librea, coches de fami- lia, buggys, victorias y cupés; lineas de caballo y lineas de auriga; escorzos de mujer y dorsos de gentlemen, porte- zuelas abiertas, fondos de carruaje acojinados, plumas de sombrero, beldades perdidas en la sombra, manos enguan- tadas, todo en movimiento, todo en perfiles fugaces, en li- neas que apenas dejada la impresién en la retina, eran borra- das por otras y por otros en interminable vértigo. Sin premeditarlo, Cuéllar anuncia la modernidad en la cré- nica mexicana del siglo XIX, al interesarse en primer término por las psicologias individuales, y no por los arquetipos. Ya Fernandez de Lizardi ha observado los vinculos estrechisimos entre moda y discriminaci6n social, pero Cuéllar se desen- vuelve en las zonas del candor, la ingenuidad, la credulidad, 34 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book flejamos) en las dudas ante la nacién formalmente constitui- day cn perpetua fuga o cabal desvanecimiento. jAh Identidad Nacional!, que ti escapes en el momento en que te creiamos al pie de la Bandera, cantando el Himno. Si esa “Identidad” también es sucesién de chantajes o querellas sentimentales, los rasgos asumidos y convalidados por estos cronistas atin tienen vigencia: el fervor localista, respuesta al desdén de las metré- polis; la creencia nominalista en las “expresiones mexicanas”, técnica de cohesi6n interna; la satira, actitud siempre popular ya que las Clases Altas son por naturaleza recintos de la rigi- dez; la moraleja, disculpa con el lector por someterlo a la fé- bula de los vicios. IX ESPEJO DE CONCORDIA Y UTOPIA En 1869, en su Cronica de la Semana en la revista El Renacimien- to, Ignacio Manuel Altamirano reconoce lo “impropio” de re- ferirse a los miserables de la Candelaria de los Patos. Esa preo- cupacién por los “desheredados”, determinante en la obra de Angel de Campo, Micrés, no suele ser problema de los escrito- res que, ya seguros de lo impropio de la insalubridad y la po- breza, las desdibujan en la vifieta compasiva -si acaso las men- cionan-, y se atienen a lo respetable: el amor por el pasado y el afan de igualarse a Europa, que se disemina en los didlogos y estampas donde las aspiraciones de ascenso social se le reve- lan a los lectores de hoy con su patetismo encantador... En una de sus letrillas, Guillermo Prieto se burla del rastacueris- mo: “Ay, hija, te pido por yerno un francés”. “La tarea de cronista -explica Huberto Batis— qued6 fijada como educadora del ptiblico, para que apreciara el buen tea- tro y la buena misica.” Yen el terreno de la vida cotidiana, a la crénica se le delega la gran misi6n: espejo de concordias, aporta un testimonio cruci si sea parcialmente, ya se perte- nece a una sociedad en ascenso, En la crénica batallan -de modo sdélo en apariencia opues- 37 to- las dos tendencias: el cosmopolitismo y el nacionalismo de los comienzos. E] cosmopolitismo halaga al piiblico y el nacio- nalismo le da cuerpo al orgullo patrio, que reconoce el medio en que se vive 0, mejor, que suprime el rencor y la vergienza ante el hecho, ciertamente no festejado o siquiera entrevisto en Europa, de vivir la vida mexicana y en México. Al definir su coleccién de trabajos periodisticos, La linterna magica, José To- mas de Cuéllar, Facundo, lo aclara: “La linterna magica no trae costumbres de ultramar, ni brevete de invencién, todo es me- xicano, todo es nuestro, que es lo que nos importa; y dejando a las princesas rusas, a los dandies y a los reyes en Europa, nos entenderemos con la china, con la polla, con la cémica, con el indio, con el chinaco, con el tendero”. “Mi amante es de mi tierra, mi querida de Paris” (Rubén Dario). A los cronistas les divierte exhibir su delicioso extranje- rismo. Novo, en su “evocacién de Gutiérrez Najera” examina el fenémeno y las insuficiencias eruditas, las curiosidades he- merograficas: El resultado de este descuido documental —advierte- es que si ahora, sesenta afios mas tarde, pretendemos conjugar de las cr6nicas de Gutiérrez Najera una doble imagen: la de su vida y la de la ciudad de su tiempo, naufraguemos, perdi- dos, en un mar de bellas, liricas poses de que la ciudad que las lea, las aguarde, las admire y aplauda, no aparece sino como el vago fondo de una vida refinada, europea, ultracul- ta: la peluqueria de Micold, el Hip6dromo de Peralvillo, el baile de Chapultepec, la Concordia, el Jockey Club, las tien- das de la viuda Genin, Mecer, Zepeda: los billares de Iturbide, y por supuesto los teatros: el Nacional, el Arbeu, el Princi- pal. Podriamos ciertamente, con mas o menos dificultades [...], localizar los sitios en que se hallaron éstos, menciona- dos por Gutiérrez Najera. Tendriamos asi una imagen completa de la ciudad? Era ella todo —-o s6lo- lo que el Du- que Job condesciende a ver de su rostro amable y maquilla- do? No habria barrios pobres, gentes en ellos incapaces de descifrar las citas francesas de sus crénicas o aun de leerlas? 38 Al respecto, Novo produce una interpretacién que también en buena medida lo explica: Si Gutiérrez Najera consagraba la mayor parte de su pro- duccién a ganarse una reputaci6n de afrancesado, seria por- que también ganaba con ellos su pan de cada dia; que era esa la mercancia que le compraban a mejor precio, a mayor precio los lectores congruentes en sus consumos y demanda de mobiliario, arquitectura, modas, alimentacién, pensa- miento. Era pues la ciudad la que no queria —en su pluma, al menos, capaz de afrontar la demanda- saber de si mis- ma. Era ella la que asi se menospreciaba, la que asi exaltaba su posibilidad de llegar a parecerse a Paris. El Duque Job no hacia sino plegarse —claro que de buen grado~a la corriente. Falta destacar la caracteristica primordial de la crénica mo- dernista, punto de unién de Gutiérrez Najera, los cubanos José Marti y Julian del Casal, el guatemalteco Enrique Gomez Ca- rrillo, y, hélas!, el colombiano Vargas Vila: el valor concedido ala renovacién de la prosa, que es consecuencia del valor de la poesia, la decisién de llevar a la pagina de los periddicos el so- nido literario, la ampliaci6n de las libertades expresivas a través del yocabulario, las nuevas tensiones que se originan al exigirle a los lectores de diarios y revistas la comprensi6n y el goce de la prosa poética. Esta dimensién periodistica del modernismo modifica la lectura indiferente o sdlo politica de la prensa. x EL PASEANTE INVENTA LA GEOGRAFIA URBANA La ciudad. Léase la clase dominante en cuyo seno un sector anhela el extranjerismo y otro demanda la reproduccién de escenas y lenguaje nacionales. En maleficio del presente y be- neficio de la tradicién se despliega la crénica retrospectiva de don Luis Gonzalez Obregon (y, después, de don Artemio de Valle Arizpe); en aprecio de la mezcla del espiritu romantico y 39 la apreciacion realista, escriben Micrés y Manuel Payno; en pos de la modernidad y de lectores fascinados con la moda y el ocio de los poderosos, se desvela Gutiérrez Najera. En el siglo XIX y principios del XX, la crénica —con su recreaci6n literaria, con la subjetividad y la materialidad de personajes y situaciones, con su exigencia de tramas morosas y elocuencia anecdotica- le da curso a las costumbres para las cuales hay tiempo: tiempo de contemplarlas, tiempo de vivirlas, tiempo de recordarlas sabrosamente. Dictamina Cuéllar en La Nochebuena: El objeto de toda reunién en buena sociedad es la conver- saci6n, el trato de los unos con los otros, el estrechamiento de las relaciones superficiales, el fomento de las relaciones ya contraidas y la adquisicién de nuevas relaciones. Los bai- les, los conciertos y las comidas son puramente el pretexto social, pero no el objeto. Las personas cuya cultura esta muy lejos de llegar al refinamiento, van a los bailes s6lo por bailar, y a las comidas slo por comer, Esta es la raz6n por la cual aquella sala se despejaba con la ultima nota de cada danza: los dos sexos eran el aceite y el agua que, sacudidos al compas de la misica, se juntaban para separarse apenas entraban en reposo. No habia un solo pollo, por desalmado que fuese en la calle, que osara atravesar solo el salon; aque- Ilo era un sacrificio casi doloroso. Mercadotecnia de la época. Al cronista de éxito, los escasos lectores le resultan tan cdlidos que compensan sus desvelos. Lo identifican, lo saludan, lo frecuentan en la hora cenital de la cantina o el restaurante, lo critican ocasionalmente, lo festejan. Un periodista conocido es celebridad por partida doble: sabe escribir y escribe sobre nosotros. Y de sus periodistas los lectores demandan el interés por sus vidas, por sus animos y desanimos: Si te concedo atencién, atiéndeme, entusiasmate por mis inte- reses, inférmate del paisaje humano que rodeo. jAh! Y no te olvides: incluye siempre advertencias recriminatorias en tus textos, que nunca se aleje la intencién moralizadora y asi yo, tu interlocutor, sabré que no me entrego al goce de la banalidad. 40 Yo he copiado mis personajes a la luz de mi linterna -agre- ga Cuéllar-, no en drama fantastico y descomunal, sino en plena comedia humana, en la vida real, sorprendiéndolos en el hogar, en la familia, en el taller, en el campo, en la car- cel, en todas partes, a unos con la risa en los labios y a otros con el Ilanto en los ojos, pero he tenido especial cuidado de la correccién en los perfiles de vida y virtud; de manera que cuando el lector, a la luz de mi linterna, ria conmigo y encuentre ridiculo en los vicios y en las malas costumbres, 0 goce con los modales de la virtud, habré conquistado un nuevo prosélito de la moral y de la justicia... Noble empenio si los hay, pero un tanto retérico. Se trata mas bien -y el caso de la pintura es ejemplar- de darle legiti- midad artistica a la vida en México; que el lector se resigne a no vivir en Paris y anticipe con alegria el chovinismo de sus nie- tos, a ellos (a lo mejor) les parecera magnifico residir aqui. La crénica es moderada en su desfile de tipos populares y sin em- bargo convence al lector: lo descrito no es accidente, sino esen- cia. No estas leyendo. s frente a un retrato de tu pais y, sobre todo, de la ciudad capital. Seas o no arquetipo catalogado, eres lector que se mueve entre arquetipos y, por tanto, existes doble- mente: verifica (reflexivo) los alcances morales de la conducta ajena, y diviértete (frivolo) con los excesos del pintoresquismo, la vulgaridad o la pretensi6n. Tales nostalgias del pasado y del presente permiten un acuerdo social sobre la “Esencia Nacio- nal”, que empieza siendo un recuento de costumbres y devie- ne certidumbre metaffsica: “El Mexicano es...” XI PERIODISMO AMARILLISTA Y PRENSA DE OPOSICION Desde los primeros anos de la Independencia no hay duda: en una sociedad sin habitos de lectura critica, el escandalo en la prensa es el camino natural de obtencién y retencién de lectores. Lizardi, en su Defensa de los francmasones (1822) es muy explicito: 41 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book aquieta o suprime. En sus primeros afios de gobierno, Porfirio Diaz debe tolerar la critica devastadora; una vez afianzado, el dictador expresa sus rencores antiintelectuales, su “desprecio profundo por la palabra y por la pluma [...] que habia de dar al traste con las libertades publicas tan recientemente conquis- tadas” (Daniel Cosio Villegas). Los hombres de Diaz conceden subyenciones y empleos, burocratizan, acusan de “jacobina” 0 “metafisica” a la prensa disidente y, finalmente, manipulan el propio gremio para abolir el “fuero del periodismo” promul- gado por Juarez en 1868, que indica jurados especiales para calificar los delitos de imprenta. “La prensa —escribe el perio- dista Juan A. Mateos- es ya una inquictud social porque ha acabado hasta por imponerse a la ley y dominarla; el fuero ha surtido su efecto sacando al escritor del Cédigo Penal y de- clarando hasta cierto punto una impunidad peligrosa.” En 1883, en el gobierno de Manuel Gonzalez, concluye este fuero y la secuela es inevitable: a los periodistas de oposicién les tocan sanciones pecuniarias, castigos corporales, confisca- cién de prensas y utiles de trabajo, persecucién a editores, im- presores, cajistas y correctores, prisiones por “difamacién”, atos. La persecucién no doblega la acida resistencia que encabezan los caricaturistas. Al dibujante Constantino Esca- lante, fundador de La Orquesta, el gobierno de Maximiliano lo en una jaula; a Daniel Cabrera, fundador de la re- vista satirica El Hijo del Ahuizote lo arrestan mas de cien veces y Jestis Martinez Carri6n, fundador de El Colmillo Ptiblico, sema- nario de caricaturas, muere en prisién en 1906, victima del ti- fo. Los periodistas independientes salen del pais 0 trabajan en semiclandestinidad o en la clandestinidad némada. La vehe- mencia persecutoria no evita la fuerza de la prensa obrera 0 los miles de ejemplares de Regeneracién (que inician en 1904 Ricardo Flores Mag6n, Juan Sarabia, Librado Rivera y Anto- nio Villarreal) o la autoridad moral de El Diario del Hogar de Filomeno Mata. El gobierno de Diaz desea exterminar la pren- sa minoritaria y fija limites: que la prensa informe y, sobre todo, que guie a la sociedad, y le recuerda su experiencia: “el abuso pasionario provocé grave danio y frend en no poca proporcién 44 el armonioso desenvolvimiento de nuestra economia y nues- tra sociedad” (Novo). El periodismo dirigido por el Estado, antecedente de la Unidad Nacional de la década de 1940. En Escenario de la prensa en el porfiriato (Universidad de Coli- ma/Fundacién Manuel Buendia,1989), Florence Toussaint Alcaraz proporciona cifras de los 35 aiios de la dictadura: apa- recen 2 579 periddicos, de los cuales 2003 se imprimen en los estados de la Reptiblica y 576 en la Ciudad de México; en los estados, el del primer lugar es Yucatan (233 publicacio- nes), y le siguen San Luis Potosi (236), Puebla (208), Michoa- can (194), Chihuahua (159), Tabasco (149) y Zacatecas (101), lo que subraya su peso politico en la época. De influencia relativa y de orientaci6n casi siempre politica, la mayoria son semanarios. En la capital se publican 101 diarios, de El Moni- tor del Pueblo (fundado en 1888) a El Partido Liberal (fundado en 1885). Hay catorce periddicos de los trabajadores: Las Cla- ses Productoras, El Heraldo Obrero, La Internacional, El Socialista, La Revolucién Social, La Voz del Obrero... Las publicaciones no discriminan y suelen acudir al material de relleno, elegido por el gacetillero. En su tetralogia, Rabasa refiere el proceso de uno de ellos: Si, senior. Llegué a México sin saber c6mo vivir; encontré a un diputado paisano que conocia, y de recomendaci6n en recomendacién llegué a colocat n una imprenta como doblador y enfajillador del periddico [...] Gané un poco de confianza, y un dia noté que cuando faltaba material [...] y el jefe no estaba de humor para escribir, encomendaba este trabajo a un cajista el cual lo despachaba pronto y bien, con media docena de parrafos. Me atrevi yo también; el jefe vio mi empeno y buena voluntad, y pasado un mes, escribia yo la mitad de la gacetilla. Otro dia escribi un articulo sobre lo sagrados que son los derechos del hombre, y el jefe me ele- v6 otro poquito, sefalandome tres pesos semanarios de sueldo. Ahora escribo yo casi todo el periddico, que es bise- manal, y he llegado a alcanzar cinco pesos cada semana, con los cuales vivo ya descansadamente. Segtin Javier Romero, la fecha parteaguas del periodismo moderno en México es el 12 de septiembre de 1896 al nacer El Imparcial, dirigido por Rafael Reyes Spindola que establece un concepto que habra de perdurar. El Jmparcial aspira ya a la condicién de “gran prensa” y, a partir de su nombre, pregona la aspiracién de “objetividad” que dista de cumplir. El Impar- cial usa la tecnologia de un modo sin precedente: introduce los primeros linotipos Mergenthale y las primeras rotativas de alta velocidad y, para arraigar, logra abatir el precio de venta: de los cinco o seis centavos de sus predecesores al centavo que le garantiza sus subsidios. Su “imparcialidad”, insiste Romero, esta en la renuncia al caracter doctrinario y en el manejo de la “noticia” que, a semejanza de sus correspondientes estadou- nidenses, desea ocultar la tendencia. El tiraje de El Siglo XIX es de 700 a mil ejemplares diarios; El Imparcial empieza en los 8 mil y, en 1907, segtin certifican diez notarios el 31 de ene- ro, alcanza la cifra de 104 529 ejemplares lo que asciende a 125 mil a mediados de ese ano. (Segtin los inyestigadores las cifras no son confiables). El éxito se debe a sus recursos basi- cos: el escandalo y la subvencién oficial. Porfirio Diaz recono- ce haberle entregado un millén de pesos a lo largo de diez afios y justifica su “dadiva” por la necesidad de elevar la cultu- ra en un medio donde el pueblo, analfabeta, no lee. Eso pro- voca juicios drasticos. En México tal cual es (1909), Carlos For- naro afirma que mas dano causa El Imparcial al pais que una “inmensa nidada de culebras de cascabel esparcidas en el te- rritorio”. E] material del diario, distribuido en ocho planas de siete columnas, suele constar de lo siguiente: treinta columnas de anuncios, diez de cables, seis con noticias de comisaria, tres de notas “sociales y personales”, dos sobre la carcel de Belén, una de comercio y finanzas, tres de propaganda de grandes empresas, media de agricultura y ganaderia y media dedicada a sociedades mutualistas. Y el mensaje de El Imparcial es niti- do: la prensa independiente ni es posible ni hace falta alguna. Ante tan terco servilismo la prensa de la Revolucién Mexicana localiza su tradicién en la prensa liberal, parte esencial del es- 46 fuerzo de imaginar sobre la marcha a la nacién y principal ins- trumento expresivo de los actores ¢ intérpretes de la Historia. Con rapidez, Reyes Spindola subordina o elimina a la com- petencia. Dispone de servicios nacionales y extranjeros, ilus- tradores competentes, escritores afamados o afamables. Y de técnicas publicitarias a la moda: sorteos de regalos muy diversos con premios que suman diez mil pesos, obsequios de novelas populares y atencién cuidadosa a la propaganda mercantil. De alli la menci6n de “el tiro de ayer”, sefuelo para que los anun- ciantes eleven el volumen de su publicidad (Velasco Valdés). A la renovaci6n publicitaria corresponde una periodistica: Reyes Spindola, vigilante asiduo de los formatos estadounidenses, decide -para no tener problemas con el dictador- reducir a una pagina los temas politicos y, compensatoriamente, introdu- cir en los asuntos sociales la técnica del reportaje. Ahora el diario ira a la noticia y no esperara que ésta le Ilegue, demole- dora, fatigada o frivola. XII ¢QUIEN PUBLICA PARA LOS QUE NO LEEN? Insisto: el papel central de la crénica es la descripci6n/inven- cién/lectura fantastica o naturalista de la Ciudad, que ha de remplazar a la Naturaleza. Julian del Casal renuncia a los pla- ceres del campo por Ia luz artificial de La Habana; Gutiérrez Najera anticipa la raz6n de ser cultural y psicolégica de la Ciu- dad de México: ser la experiencia colectiva que al minimizar la experiencia individual, la magnifica. En la crénica moder- nista y en la costumbrista, la Ciudad es la respuesta que formu- la las preguntas, es la adaptaci6n continua a las novedades, es la defensa de la tradici6n en Ja vida nocturna. Mas que en la no- vela del siglo XIX (con excepciones como Los bandidos de Rio Frio), es en la crénica donde se avizora la ciudad moderna. En el principio esta la queja. El oficio del periodista es una condena, el pago por sobrevivir en un medio habituado a la im- provisacién, al fraude intelectual, a la imposibilidad de la es- 47 pecializacion. Gutiérrez Najera, que dedica veinte de sus trein- tay seis aiios de vida a diarios y revistas, se conduele: No hay tormento comparable al del periodista en México. El artesano se basta a si mismo si conoce su oficio, pero el periodista tiene que ser no sdlo “homo duplex’, sino el hom- bre que, como dice Valhalla, puede dividirse en pedazos y permanecer entero. Debe saber como se hace pan y cuales son las leyes de la evoluci6n; ayer fue tedlogo, hoy econo- mista y manana hebraista o molinero; no hay ciencia que no tenga que conocer ni arte en cuyos secretos no deba es- tar familiarizado. La misma pluma con que bosquejé una fiesta o un baile, le servira manana para escribir un articulo sobre ferrocarriles y bancos [...] Y todo sin tiempo para abrir un libro 0 consultar un diccionario. Este trabajo de “galeote” del cronista no impide la prosa hecha para el paladeo de sensaciones, la invocacién de los de- leites crepusculares y la sabiduria de la sociedad. E1 oficio es riesgoso porque puede destruir el talento, pero es mas riesgo- so morir de hambre. Hay que contentarse con nuestro paso efimero por la tierra, y por eso el poeta Luis G. Urbina ve en la crénica “una literatura de pompa de jabén [...] S6lo un pretexto para batir cualquier acontecimiento insignificante y hacer un poco de espuma retérica, sahumada por algunos granitos de gracia y elegancia”. No tan drastico, Gutiérrez Naje- ra insiste en lamentarse (“En México no se aprecia como debie- ra apreciarse el arte de narrar cosas frivolas con cierto esmero literario”) y opta por la pedagogia: “La pluma del cronista de- be tener dientes que muerdan de cuando en cuando, pero sin hacer sangre. Debia haber dicho con mayor verdad: es fuerza que la pluma del cronista pellizque con los labios. De otro modo, la crénica oscila entre la gacetilla incolora y el articulo descriptivo. Para quedar en el justo medio se requiere un pro- digio de equilibrio”. Durante el imperio del modernismo, la crénica no sélo in- daga los habitos viejos y nuevos ¢ intenta semblanzas de esos 48 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book crénica [...] ha muerto a manos del repérter quien es tan gil, diestro, ubicuo, invisible, instantaneo, que guisa la liebre an- tes que la atrapen”. Ante “esos trenes relampago [...] la pobre crénica, de tracci6n animal, no puede competir”. Y se duele: “A medida que los escritores bajan, los repérters suben”. Del gacetillero se pasa al repérter, oficio importado de Esta- dos Unidos, con todo y su elogio a la experiencia directa. En El Heraldo de Zamora se editorializa en 1909: El literato que ha sido reporter o gacetillero tiene el gozo de poseer un tesoro de conocimientos no heredados de los libros, sino conquistado directamente a la vida [...] El repér- ter va a los talleres, entra a las fabricas, charla en los cuarte- les, visita las carceles, frecuenta las iglesias y las cantinas, escu- cha en las antesalas ministeriales, como en los banquetes de los solemnes y goza de los almuercitos en los barrios pobres, contempla los fusilamientos de los asesinos y en los cemen- terios conoce a los vivos y de todo saca apuntes [...] Debe saber de todo y atreverse a todo: de oratoria oficial, de técni- ca taurina, de jerga teatral, de politica, de guerra, de critica mundana y de modas y de diplomacia jy debe ser tan audaz como astuto! gorro de gallo [citado por Florence Toussaint Alcaraz en Escenario de la prensa en el porfiriato].. 2Como distinguir entre el cronista y el reportero? Al primero se le atribuye el tratamiento literario de la noticia y, al segun- do, la consignacién de la actualidad. La Revolucién Mexicana, por necesidad informativa, eleva la consideraci6n jerarquica del reportaje, género de revelaciones y denuncias, y a la cr6ni- case le relega por lo comin a lo eyocativo y lo pintoresco. Luis G. Urbina expresa sin ambages este orgulloso arrinconamien- to en un texto memorable: Es cierto que un cronista no es un artista. Mas no sé qué dia- blos tiene este género periodistico que, sin ser superior, re- quiere una expresi6n pulcra, un temperamento vibrante, una observaci6n atinada, y, a ser posible, cierta dosis de fantasia 51 52 para combinar y colorear las imagenes. Un cronista esta a merced de los acontecimientos. La vida de los tiempos. El pe- riodista los enfoca y los presenta con visualidad personal y, asi, ofrece un panorama de la actualidad circundante elaborado por la sutileza de la observacién y la brillantez del estilo. Obra efimera es —aseguran los literatos de planos supe- riores, los criticos, los filésofos, los eruditos. Y el fallo con- denatorio es inexorable. Una crénica es como un cocuyo en la noche. Es una chispa en la oscuridad. Brilla y se apaga instantaneamente. Sin embargo, :qué cosa son las cartas de Madame de Sé- vigné o las memorias de Saint Simon? Y se me respondera: Pues eso: cartas y memorias. Y yo replicaré. Si, pero unas y otras, son ante todo y esencialmente, crénicas de época, co- pias de ambiente, reproducciones del vivir cotidiano. De haber existido en nuestro tiempo Maria de Rabutin-Chantel y Luis de Ronbroy, no hubieran desdenado dar a la estam- pa sus impresiones sutiles, en las gacetas y hojas volantes. Yanadiria, encarandome con el cenudo filésofo: Senor, ese ligero trabajo del cronista es como el espejo por donde se ve pasar la vida. Entretenido en tus meditaciones, absor- to en tus contemplaciones, ensimismado en tus investiga- ciones, ignoras, acaso, lo que la realidad tiene de tremendo y doloroso. Tal vez te olvidaste de que lo frivolo no suele ser sino la apariencia de lo triste, y de que con frecuencia, el cascabel de este Arlequin suena, porque dentro de su hueca esferilla de metal, brinca un lagrima endurecida. Pero jpor Dios! Soy incorregible. Caf, como suelo, del la- do de lo sentimental. Ya apareci6 la gota de llanto. Necesito circunspeccién y discrecién. Mi frivola, mi efimera literatu- ra de ocasi6n esta pasada de moda. Es preciso vestirla con- forme a los flamantes figurines. Por tercera vez repito que esta muy bien. :Pero cémo voy a componérmelas —otra repeticién- para narrar mis paseos crepusculares por la Plaza de Santa Cruz, por los puestos de juguetes de Navidad, en los que se agolpan, multiplicados, los personajes de Gustavo Droz: papa, mama y bebé?

Vous aimerez peut-être aussi