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Columna: De la mano de Dios

Artículo para el domingo 2 de agosto de 2009


P. Miguel Arce
Sacerdote

Señor, danos siempre de ese pan.

El Evangelio de la Misa de hoy nos relata que, en aquel tiempo, mucha gente buscaba a Jesús a
raíz de la multiplicación de los panes y de los peces (Jn 6, 24-35). Jesús debía estar muy
contento del esfuerzo en buscarlo y seguirlo. Aleccionaba a todos y los interpelaba de varios
modos.

Unos le buscaban porque Él es “el pan de la vida”. Otros lo hacían solamente por el alimento
material. Para ambos el consejo es el mismo: «Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el
alimento que permanece para la vida eterna» (Jn 6, 27). Y a quienes preguntan «¿Qué hemos de
hacer para obrar las obras de Dios?» (Jn 6,28), les da el mismo consejo: «Creed».

Los católicos entendemos que en la expresión “pan de vida eterna” está prefigurada la Eucaristía.
Tú y yo, que intentamos meternos en las páginas de este Evangelio, ¿buscamos a Jesús por ser Él
quien es o sólo por lo que recibimos de Él? ¿Nos mueve el deseo “del alimento de vida eterna” o
los bienes materiales con que Dios nos regala continuamente? ¿Le agradecemos su doctrina,
ejemplos y lecciones, y especialmente la Eucaristía, el mayor don en la tierra? No nos quedemos
en lo material, vayamos al personaje en la Hostia Santa: Cristo, mi Hermano, mi Amigo, mi
Médico, mi Maestro.

La Iglesia nos enseña que la Sagrada Eucaristía es «sacramento de piedad, señal de unidad,
vínculo de caridad, convite Pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se
nos da la prenda de la gloria futura» (Concilio Vaticano II).

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