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AVERIL CAMERON EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA 395-600 ‘TEOFILO DE LOZOYA isu CRITICA GRIJALBO MONDADORI \RCELONA R.Aways4 ‘Queda rigurosumente prohibidas sin la eutoriacin escrita dels itulares del copsrighy bajo Jas sancionesestablecis en las leyes, la reproducrin total o parcial de esta obra por evalouier ‘medio o procedimiento, comprendidos la reprogafiay el atamicnto informatio, yl dstibu- ‘inde ejemplares de ella mediante alguilero présamo pubicos “Tita orginal ‘THE MEDITERRANEAN WORLD INLATE ANTIQUITY AD 295-600 Routledge, Londres CCubiert: Luz de a Mora, a partir de una ereacin de Enrie Satis (© 1983: Aver Cameron “© 1908 dela traduction eatellna para Espaiay América GRITICA (Grialbo Mondadori. 8. A), Aragé, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423.7602 Depa egal: B. 26600-1998 100K" HUROPE, S.L, Lima, bis, 08030 Barcelona PREFACIO. Para explicar los erterios que sigue este libro hemos de recordar que fiue concehide coma parte integrante de una serie de volimenes que pretendian sustinur a fa vieja Methuen History of the Ancient World, aunque nawral- ‘mente dicha coleccién no tenfa ningiin tomo que tratara el tema estudiado por nosotros, pues cuando se publieé, ni siquiera habia nacido ta nocién misma de ‘Antigitedad tardia». Debo confesar que el presente volumen —iiimo desde 1 punto de vista cronotégico de todos los de ta serie en la que se inscribe— fue cserito antes de que lo fuera el que, segtin los planes previstos, habta de tratar ill siglo W, y constituye de hecho la continuacién de otro libro mio escrito para otra obra de conjunto, a saber ta Fontana History of the Ancient World Aunque se fitulara simplemente The Later Roman Empire, dicho volumen ‘acababa, en efecto, en el punto en el que empieza éxte, quedando la figura de san Agustin como puente entre uno y otro. El resultado es; pues, que, pese @ as diferencias menores de formato y escala que puedan existir entre una y otra obra, el lector hallard en ellas una introduecién a todo el pertodo correspon: diente a la Antigitedad tardia, es decir ata época que va aproximadamente des- de el reinado de Diocleciano (284-305) hasta finales del siglo vi, fecha, por lo demas, en la que también A. H. M. Jones acababa su gran obra ttwlada The Later Roman Empire (Oxford, 1964). Como es bien sabido, esta época ha sido objeto de un insélito interés por parte de la generacién posterior a la publicacién de ta grandiosa obra de Jo- nes; durante los tikimos veinte aos el estudio de este pertodo se ha incluido por vez primera en los programas de historia antigua de muchas universida- ddes, con las consiguientes repercusiones en los estudios de historia medieval y alli donde existia esta especialidad— de bizantinismo. La incorporacion de dos nuevos voliimenes a la tltima edicién de ta Cambridge Ancient History supone asimisino un reflejo sintomeético del cambio producido a este respectos quedaré asi cubierto, en total, el periodo que va desde la muerte de Constanti- no (337) hasta finales del siglo vi. La obrita de Peter Brown titulada The World of Late Antiquity (Londres, 1971) sigue constituyendo una estimuan- te introduccién al tema desde la perspeetiva de la historia de ta cultura. No obstanie, pese al enorme influjo ejercido por esta obra y al notable incremen- to del interés por esta época que se ha producido en los tikimos aos y que ha dado lugar a una verdadera avalancha de publicaciones especializadas, mu- 8 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA ‘has de ellas realmente estupendas, todavia resulta dificil encontrar en ingles tus fibro que proporcione al estudioso una introduceién general alas multiples ¥y variados aspectos del periodo objeto de su curiosidad. Elpresenie volumen adopta un enfogue en parte cronolégico yen parte te- iitica. Dado el espacio del que disponemos, no cabia plantearse relizar un relato completo de los acontecimientos,y asi he intentado hacerlo tan sélo ent aqueltas secciones en las que me ha parecido especialmente necesario 0 en las {ite los testimonias eran particularmente poco accesibles. Por fortuna dispo- nemos de una breve relacién de los hechos, por lo demés muy ttil, en el libro de Roger Collins tiulado Early Medieval Europe 300-1000 (Londres, 1991) El alearce de nuestra obra es distinto y mas amplio ala vez. Si presto pariicu- lar atencion a ciertos temas especialmente conirovertidos —por ejemplo, a los cambios hahidos en Ta vida urbana a a los diferentes tipos de asentamiento, asuntos ambos en los que la mayor parte de los testimonios son de naturaleza arqueoldgica—, es en parte porque deseo subrayar los grandes cambios que se hhan producido a la hora de enfocar y entender todo este periodo desde que se publicara la obra de Jones, cuya importancia en tantos otros terenos sigue siendo capital. Por motivos semejantes también dedicamos amplio espacio a la historia de ta cultura y de la sociedad. Por otra parte, un libro de este tipo de- beria contar con muchas més ilustraciones de las que hemos incluido aqut, pero por fortuna existen numerosas guias perfectamente accesible al lector, a las que, siempre que he podido, he remitido en las notas. En lo que més hin- capié hace el libro es en el imperio y no en su periferia ni en los nuevos reinos dde Occidente, de suerte que se centra sobre todo en el mundo oriental, donde las insituciones del gobierno romano permanecieron vivas al menos hasta él siglo v1, cuando poco a poco fue surgiendo un estado cada vez més ebizanti- no», es decir «medieval». Como es bien sabido, exsten numerosas obras de it~ troduecién a la Edad Media occidental, todas ella excelentes, yen cuanto a las regiones a las que hemos prestado menos atencidn en este libro (Espana, It- lia, las provincias del norte, o los Balcanes), han sido ya tratadas en obras es- pecializadas a las que remitimos en las notas. Pocos, én cambio, son fos libros recientes, si es que hay alguno, que traten, 0 que tan solo incluyan con el deta- Ne que merece, la historia igualmente importante de tas provincias de Oriente durante los sighs v y Vi Ain est por publicarse una historia exhaustiva de un reinado tan decisivo como el de Justiniano (527-565). Por tlio, debemos ahadir que algunas secciones de nuestro libro adolecen por fuerza de cierto.ca- ‘eter provisional o exploratoria, precisamente porque las investigaciones ne- cesarias en fas que se basan son muy desiguales, y todavia hay muchas cues- tiones a las que no se ha dado respuesta. Aunque precisamente ese es también tuno de los mayores incentivos de este campo. Me gustarfa dar las gracias a los diversos amigos y colegas que me han lla ‘mado la atencién sobre los errores cometidos y que me han ayudado con sus consejos, y especialmente a Lawrence I. Conrad, Han Drijvers y Bryan Ward- Perkins, pero sobre todo @ Wolfgang Liebeschuets. Ian Tompkins y Lucas Siorvanes tuvieron la amabilidad de leer todo el manuserit, y Fergus Millar, PREPACIO 9 uldor de ta serie, no sélo me animo a realizar mi tarea, sino que ademas hizo sla de una paciencia extraordinaria. El presente volumen pretende simple- ent ser un punto de partida y no una obra cumbre. Si al lector no te gusta » ve siente frustrado al no encontrar en él lo que buscaba, espero al menos que w vea estimulado a proseguir su bisqueda y que halle al fin las respuestas que més le convenzan. AVERIL CANERON Londres, julio de 1992 DATOS CRONOLOGICOS 395 Muerte de Teodosio 1 Honorio, 395423 (Oceidente) Areadio, 395-408 (Oriente) 408 Vandalos alanes y suevos eruzan el Rin 408 _Alaricoy los visigodos ivaden Htalia 407-411 Constantino 1 (Bsitania) 410 Retirad del ejrcito romano de Britania Saquoo de Roma a manos de los vsigodos 408450 Teedoio T (Oriente) 425435 Valentinian IIL 42) Los vindalos pasan a Africa; toma de Cartago (438) 6.430 Fundacin del monastrio de Lérins 431 Conciio de Eteso AA partir de 440 Tncursiones de los hunos en los Balcanes 450-457 Marciano (Oriente) 451. Los hunos invaden la Gala Concilio de Csleedonia 453. Muerte de Aiila 455-457 vito (Oceident) Saqueo de Roma ‘a manos de os vidal (455) 457-474 Len I (Oriente) 468 Fracas de Ia expedicidn de Leén contra los vindalos 474-491 Zenon (Oriente) San Patricio en Irlanda 476. Desitucién de Rémulo Auststulo 6 48Le S11 Clodoveo en la Galia 491-518 Anastasio (Oriente) 493.526 Teodorio (Italia estogods) 507 Balla de Vouille 524 jecucion de Boccio 518527 Justino | 527-565. tina Céxtigo de Justiniano Cosroes Reconquista de Africa Mision de Belisaro en Italia HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA SA Saquco de Antioquia @ manos de Tos persas Reala de san Benito Intervencion de Justiniano en Espana Pragmitica Sancin (reorganizacin de Italia) Fundacién de Tona Justino I Los lombardos invaden Italia Nacimiento de Mahoma Tiberio II Muerte de Casiodoro Decenio de 580 Invasiones eslavas de Grecia ‘582-602 Mauricio 589 III Concilio de Toledo y consiguiente conversién de Recaredo (586-601) al catolicismo 591 establecimiento en el trono de Cosroes 1 por obra de Mauricio ‘590-604 Pontificado de Gregorio Magno 594 Muerte de Gregorio de Tours 597, San Agustin emprende la conversion de Britania, 602-610 Focas 610-641 Heraclio 614 Saqueo de Jerusalén a manos de los persas 622 Mahoma se va de Medina (Hégira) 626 Avaros y persas asedian Constantinopla 630 Heraclio restaura la Vera Cruz 632. Muerte de Mahoma 653-642 Oswald (Northumbria) 636 Batalla del Rio Yarmuk 638. Fkthesis de Heractio 638 Jerusalén se rinde a los érabes 640 Conquista de Egipto por los érabes 641 El exarca Gregorio es asesinado por los frabes cerca de Sbeitla Iilockley Ilockley, Menander the Guardsman ory, ERE Cameron, Procopius Clark, Life of Metania oth De Boor De Ste Croix, Class Struggle George, Venantius Fortunatus Giardina, ed Hodges and Whitehouse Jeffreys, trad. de Jones, LRE G. Alfoldy, The Social History of Rome, trad ingh, Londres, 1088 RC. Blockley, The Fragmentary Classic sing Historians of the Later Roman Empire LI, Liverpool, 981, 1983, R. ©. Blockley, The History of Meran- der the Guardsman, Livespool, 198. rhe Later Roman Empire from Theodosius Ito the Death of Justinian, 2 vols, Londres, 1922. ‘Aver! Cameron, Procopius and the Sixth Century, Londres, 1985, EA. Clark, The Life of Melania the Youn. ger, Lewiston, NY, 1984 Codex Theodosianus, ef. wad. ing, Clyde Parr, The Theodosian Code, Princeton, NI, 1982. Teétencs, Chronographi Chronicle de Tesfanca od. C. do Boor, 2 vole, Leipeis, 1883, 1885 GE. Mde Ste Croix, The Clas Sirugele in the Ancient Greek World, Londres, 1981 (hay trad. cast: La lucha de clases en ef mundo prego antigua, Crica, Barcelona, 1988), Judith W. George, Vonantus Forunatus. A Latin Poet in Merovingian Gau, Oxford, so. A. Giardina, ed, Socerd romana e impero tardoantico, Roma, 198. ~R. Hodges y D. Whitehouse, Mohammed, Charlemagne and the Origins of Europe, Londres, 1983, Elizabeth Jeffreys, Michael Jeffreys, y Ro- ger Scott, The Chronicle of John Malalas, Melbuuite, 1956, A.H.M. Jones, The Later Roman Empire im HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA. ANTIGOEDAD TARDIA, Maas, John Lydus ‘MaeMullen, Corruption Mango, Art Martindale, PLRE Ridley, trad, de Rostovtzett, SEHRE Russell, trad. de, Vidas de tos Padres del Desierto Sattrey Stevenson, Creeds ‘Turtledove, Chronicle Whitby y Whitby, trad. de 484-602. A Social, Economic and Adminis: trative Survey, 2 vols, Oxford, 1964 M. Maas, John Lydus and the Roman Past, Londres, 1992. R. MacMullen, Corruption and the Decl of Rome, New Haven, Conn., 1988. . Mango, Arr of the Byzantine Empire 312-1453, Englewood Cliffs, NJ, 1972. | Martindale, ed., Prosopography of the Later Roman Empire, U-Ill, Cambridge, 1980-1992. Zésimo, New History, tad. ingl de R. Rid ley, Sydney, 1982, M. I. Rostovtzelt, Social and Economic History of the Roman Empire, rev. por P. M. Fraser, Oxford, 195 N Russel, trad., The Lives of the Desert Fathers, con intyoduecién de Benedicta ‘Ward, Londres 1980. HL. Satfrey, «From Hiamblichus to Pro- clus and Damascius», en A. H. Armstrong, ed, Classical Mediterranean’ Spirituality, Londres, 1986, J Stevenson, Creeds, Councils and Contro versies, Londres, 1983. H, Turlledove, trad, The Chronicle of Theo- hanes, Filadeltia, 1982, Chronicon Paschale trad. ingl. de Michael! Whitby y Mary Whitby, Liverpool, 1989. INTRODUCCION 1.4 DIVISION ENTRE ORIENTE ¥ OcciDENTE Enel ano 395 mutié el emperadur Tevdosiv T, dejando en herencia el tro- ‘no a sus dos hijos. A Arcadio le correspondié Oriente y a Honorio Oceiden- le A partir de ese momento, el imperio romano queds definitivamente divi- \lido a efectos administrativos en dos mitades, que, a medida que fue vumentando la presién de los barbaros sobre las fronteras a lo largo del siglo ¥, cmpezaron a reacionar de manera significativamente distinta. El aio 395 constituye, pues, un auténtico momento crucial en Ta definitiva separacién de Oriente y Occidente. Hasta esa fecha y desde la época de Diocleciano (284-305), el Bajo Im- perio habfa constituido una unidad que abarcaba todas las provincias ribere- has del Mediterraneo y otras muchas bastante mas remotas (véase el mapa 1) Vor occidente llegaba hasta Britania e inclufa la totalidad de la Galia e Hispa- nia; por el norte, sus confines se extendian por Alemania y los Passes Bajos hasta aleanzar, bordeando el Danubio, las costas del mar Negro; Dacia, situa- «lal otz0 lado del Danubio y anexionada al imperio por Trajano a comienzos ‘eI siglo 1, fue abandonacda finales delm debido a las sucesivas invasiones de los gods, pero, al margen de este hecho, el imperio de Diocleciano era en bue- ‘na medida idéntico en extension al de los dias felices de los Antoninos. Por el este, legaba hasta la parte mas oriental de Turquia y los confines del imperio persa sasdnida, mientras que por el sur, sus posesiones se extendian desde Egipto a Marruecos y el estrecho de Gibraltar; durante el siglo w, el Africa septentrional romana —Ias actuales Argelia y Tunicia—se convirtié en una de las regiones mas présperas del imperio. En tiempos de Diocleciano, pese a seguir siendo Ia sede del senado, Roma habia dejado de ser la capital administrativa de aquel vasto imperio; los emperadores se trasladaban de una «capital» a otra —Tréveris en Ger- mania, Sirmium o Sérdiea, en la zona del Danubio, o Nicomedia en Bitinia—, evando tras de sf toda la maquinaria administrativa. A finales del siglo 1v, sin embargo, las principales sedes del gobierno eran Milin en Occidente y Constantinopla en Oriente (véase el capitulo 1). El imperio estaba dividido ademas desde el punto de vista lingiifsico, por cuanto, pese a que el latin si- guid siendo hasta el siglo vie incluso més tarde la lengua «otictal» del ejérci- 16 HL MUNDO MEDITERRANEO BN LA ANTIGUEDAD TARDLA to y el derecho, en Oriente la lengua de tas clases cullas era fundamental- mente el griego. Latin y griego, sin embargo, coexistian con otras muchas len ‘guas locales, como por ejemplo el arameo en Siria, Mesopotamia y Palestina, el copto —egipcio demético escrito en un alfabeto compuesto fundamental- mente por caracteres griegos— en Exipto, 0 las lenguas de los nuevos grupos, que habian venido estableciéndose dentro de los limites del imperio a lo lar- g0 del siglo nt y sobre todo del v, una de las cuales era el gético. Ya desde Ios inicios de la época imperial, lo normal en Oriente habia sido que circula- ran versiones griegas de las leyes, y siempre habia sido habitual traducir a esta lengua las cartas del emperador y demas documentos oficiales, de suer- te que la administracion imperial se las habia zrreglado para funcionar bas- tante bien a pesar de semejante galimatias linguistico. A partir del siglo mt, en cambio, las culturas verndculas empezaron a desarrollarse con especial vigor en diversas regiones, hasta que la division final entre Oriente y Occi- dente acabs convirtiéndose también en una definitiva division linguistica, como se ha subrayado en varias ocasiones, el griego de san Agustin no era demasiado bueno, y sus obras, eseritas en latin, no las lefan los eristianos de Oriente. ‘Asi pues, el perfodo que prétende cubrir nuestro libro fue testigo de una division progresiva entre Oriente y Occidente, proceso en el curso del cual la parte oriental fue la que en general salié mejor librada. Aunque hubiera de enfrentarse a un enemigo formidable como eran los sassnidas, sus estructu- ras sociales y econdmicas le permitieron repeler la amenaza que para ella su- ponian las tribus germénicas procedentes del norte con mucha mejor fortuna que el imperio de Occidente, de modo que, en tiltimo término, las estructuras institucionales y administrativas del imperio del siglo 1v permanecieron ms ‘© menos intactas en Oriente al menos hasta el siglo vi, produciéndose tinica- mente un cambio sustancial a raiz de las invasiones persas y arabes aconteci- das a comienzos del siglo vi. En Occidente, en cambio, el gobierno imperial era ya muy débil a finales del siglo wv, mientras que, en contrapartida, el poder de las grandes familias terratenientes habia ido haciéndose cada vez més fuerte. Ademés, las pro- vincias occidentales se habian visto afectadas y perjudicadas mucho més pronto por las invasiones y las guerras civiles del siglo i. La desastrosa de- rrota del ejército romano en Adriandpolis (378) marc6 un hito decisivo en el proceso de debilitamiento de Occidente, y la presin de los barbaros irfa aumentando constantemente hasta que en 476 fue destronado el titimo em- perador romano que gobernaba el imperio desde Italia, y el poder pasé deti- nitivamente a manos de un caudillo barbaro, La oélebre steconquista» em- prendida desde Constantinopla por el emperador de Oriente, Justiniano, a partir de la tercera década del siglo vi (véase el capitulo 5), tenia por objeto dar un vueleo completo a la situacién; pero, si bien en Italia se mantuvo la presencia de los bizantinos en el Exarcado, Occidente qued6 definitivamen- te dividido a finales del siglo vr, con la dinastfa franca de los merovingios g0- bernando en Francia y la monarqufa visigoda reinando en Espafia; en Italia, INTRODUCCION iro of <, al he ps x F UH NSB Ge tae B ROTDISUAR Szarronowa. “i 2 perio romano instauradas por Diocleciano. Las provincias del Mara 1 Is PL MUNDO MEDI RRANEO EN LA ANFIGUEDAD TARDIA la vietoria final de los bizantinos (554) se vio seguida muy pronto por una nueva invasin, a de los Lombardos, que habria de producir una fragmenta- ci6n atin mayor, a raiz de la cual el papado, sobre todo durante el pontifica- do de Gregorio Magno (590-604), se hizo con un considerable poder en la es- fera secular. Pese a todo, en los reinos birbaros siguieron vivos muchos elementos claramente romanos, y todavia es objeto de debate hasta qué pun- to legaron a calar realmente los cambios en los terrenos social y econdmico. En un libro suyo, ya clisico, Mahoma y Carlomagno, el historiador belga Henri Pirenne sostiene que la verdadera ruptura entre Oriente y Occidente, y de paso la division entre la historia antigua y la historia medieval, se pro- ujo a consccuencia no de la invasién de los bérbatos, sino a rafz de las con- quistas drabes, Es esta la famosa «tesis de Pirenne>, sobre la cual levan va- rios decenios discutiendo los historiadores; aunque en la actualidad los testimonios en los que se basa han cambiado bastante (véase el capftulo 8), las cuestiones esenciales siguen en pie. No obstante, algunos historiadores empiezan a no hacer tanto hincapié en el concepto de divisién (cronolégica © geogrética) y a plantear unas teorias de mayor alcance. Asi, en st libro titulado The First Millennium AD in Europe and the Mediterranean, An Ar chacological Essay (Cambridge, 1991), K. Randsborg sostiene, basindose en testimonios arqueolégicos, que, pese a los cambios evidentes. acontecidos cence terreno politico, los tipos de asentamiento y de cultura material propios de los pafses que bordean el Mediterréneo no empezaron a cambiar de ma- nera dristica hasta el siglo x, En otra obra reciente, The Mediterranean World. Man and Environment in Antiquity and the Middle Ages (Oxiord, 1993), de P. Hordern y N. Purcell, se estudian los factores medioambientales, biol6gicos y antropoldgicos comunes que caracterizan a la cultura medite- rranea de esta época. Por titimo, una cuestién que a todas luces interesa mu- cho a los medievalistas occidentales en particular es la que se refiere a la apa- ricidn del eouveptu Ue Eurpa, oljetu Uc estudiv de una ambiviosa serie, «La construccidn de Europa», ditigida por Jacques Le Goff, Entre otras cosas, to- dos estos nuevos enfoques demuestran hasta qué punto las diversas concep- ciones de la historia, empezando por las nuestras, se hallan tefiidas en todo momento por los intereses propios de cada época. Los ENFOQUES ANTERIORES ¥ FI FSTADO ACTUAL DE LAS INVESTIGACIONES El «paso» de Ia Antigtiedad cldsica al mundo medieval era el tema de la sgrandiosa obra de Edward Gibbon Historia de la decadencia y ruina del Im- perio Romano (1787) y. desde luego, ha habido pocos asuntos en Ia historia {que hayan sido objeto de una controversia tan encarnizada 0 que hayan sus- citado unos sentimientos tan encontrados. Para Marx y la mayoria de los his- toriadores que se inscriben en la tradicién marxista, el final de la primacia de Roma eonstituia la prueba definitiva de que los estados basados en unas for- mas de desigualdad y explotacién tan exageradas como el esclavismo antiguo INTRODUCCION 9 «hallaban irremisiblemente condenados al fracaso. Por otro Jado, numero- ‘os historiadores, entre ellos el propio Gibbon o el ruso M. I. Rostovtzelf «jue emigeé a Occidente en 1917, pensaban también que el imperio romano ‘presemtaba una version tristemente degenerada de su forma primitiva, ci vilizada y prospera, que, segtin ellos, habria alcanzado su apogeo en tiempos le los Antoninos, esto es, en el siglo u. La tesis de Rostovizeff, aunque hasta to punto desvirtuada, sigue siendo la mas defendida hoy dfa, y en cual- \iwicr caso podemos considerarla la «opinion esténdar». Nuestra obra pre- ‘onde, en cambio, que se desechen de-una vez por todas crterios valorativos como los coneeptos de «decadencia» o «degeneraciény. La teoria de la decadencia ha sido siempre muy tentadora. Como racio- nvalista que era, Gibbon atribufa la decadencia moral e intelectual que, a su Inicio, habia echado raices a finales de la época imperial, a los efectos perni- ‘iosos de cristianismo, mientras que Rostovizeff veia en el estado romano de los ultimos tiempos una forma de totalitarismo brutal. Uno y otro localiza- .n el siglo «de oro» en los inicios de la época imperial, viendo en él un re- Ilojo de la sociedad que ellos habfan conocido, saber, respectivamente la de la Mlustracién del siglo xvut y la de la burguesfa de finales del siglo x1x. En la sctualidad, la eaida de los imperios ha vuelto a convertirse en noticia, y a re- ciente teorfa del «colapso de los sistemas» (véase la Conclusién) nos muestra cn esencia una versién moderna de la idea de decadencia y hundimiento, En el mundo anglosajén, el perfodo del que se ocupa nuestro libro se ha visto dominado a lo largo de toda una generacin por la exhaustiva obra de ‘A. HM, Jones, The Later Roman Empire 284-602. A Social, Economic and Aininistrative Survey (Oxford, 1964), publicada més tarde en una versién subreviada con el titulo de The Decline of the Ancient World (Londres, 1966). Jones se hallaba influido en buena parte por la importancia que habfa con- cedido Rostovtzeff a los factores econdmicos y sociales, y el tema de casi to- dos los capitulos de su monumental obra es por lo general algtin aspecto con- creto de la sociedad tardorromana, y no un relato de los acontecimientos politicos, Jones habia viajado por casi todo el territorio del antiguo imperio romano, participando incluso en diversas excavaciones arqueol6gicas, pero eseribié su obra antes de que se produjera el estallido del interés por la ar qucologia tardorromana y, por consiguiente, hizo poco uso de fos testimonios materiales; a pesar de todo, su obra sigue constituyendo la gufa fundamental a la que por fuerza deben recurrir los estudiosos de habla inglesa. Asimismo Jones fue quien delimit6 cronolégicamente este periodo, que, segtin él, infa desde la subida al trono de Diocleciano (284) hasta la muerte de Mauricio (602), interpretacién discutible, aunque justificable, que en definitiva segui- ‘mos también nosotros. Los planteamientos de Jones eran pragmaticos y concretos; no le intere- saban demasiado las cuestiones relativas a la historia dé la religi6n, que hoy ddia muchos estudiosos consideran factores primordiales ¢ interesantisimos a le hora de aualizas la Autgiiedad tardia. Para él, estudiar el desarrollo y la influencia dela Iglesia crstiana en dicho periodo signifiaba hacer s-498\. fro 20 HI MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANFIGOEDAD TARDIA ‘into de su crecimiento institucional y econémico, y no de los sentimientos {ntimos de los cristianos en cuanto tales, Curiosamente inelua a tos monjes, ‘monjas y, en general, a todo el clero cristiano en la categorfa de . Los autores paganos que se mus CONSTANTINOPLA Y EL IMPERIO DE ORIENTE 2 x Bes . eo uma 4 Suen a dacio 738.0 FO itor de Santa of Ce, San teceD) ‘S. Eanta Sofa eedoso Foro 68\ 7 Rguataumn 1.900 Maa 2, Constantinople, tran criticos con fa figura de Constantino, como por ejemplo Zésimo, ma- nifiestan una actitud igualmente severa al referirse a la ciudad fundada por al El tamano de Constantinopla aumenté hasta convertrse en la ciudad mas ‘grande, y por eso muchos de los emperadores posteriores decidieron vivir en ella, atrayendo a una enorme cantidad de poblacién innecesaria procedente de todos los rincones del mundo, soldados, funcionarios, comerciantes y gentes de todas las profesiones. Posteriormente la rodearon de unas murallas nuevas, ‘mucho mas grandes que las de Constantino, y han permitido que los edificios estén tan préximos unos de otros que sus habitantes, tanto en sus casas como cn [a calle, ya no tienen ni sitio donde estar y resulta peligroso andar por las ca- Iles debido a la gran cantidad de gente y de animales que circulan por elas ‘Buena parte del mar que fa rodea ha sido convertida en tierra a fuerza de plan- {ar postes en él para construir casas encima; y son ya tantas que bastarfan para ww HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGOEDAD TARDIA Henar una ciudad de buen t ley) Who (Nueve Historia, LAS; segin la trad. de Ride En efecto es posible que la ciudad no respondiera @ los eriterios moder- nos de planificacién urbana, pero la descripeién que de ella se hace nos ‘muestra hasta dénde habjan Ilegado las inversiones piiblicas y el alcance de su crecimiento y consiguiente aglomeracién. El corazén de la ciudad habia sido plancado por el propio Constantino y comportaba el palacio imperial (ampliado en gran medida por sus sucesores). el Hipédromo adyacente, una gan plaza que desembocaba en la iglesia de Santa Soffa, una calle principal para las procesiones (la Mése), que conducia al foro de Constantino, de for- ma ovalada y engalanado con una columna de pérfido rematada por la esta- tua del emperador, y el mausoleo del propio Constantino, donde yaefa rodea- do simbslicamente por los sarvifages Ue lon dove apistules. Pese a la posterior proliferacicn de iglesias, es curioso constatar que no se trata tanto de una ciudad cristiana de nueva planta como de un complejo de edificios pui- blicos que pretenden ser la expresién del dominio imperial Fueran cuales fuesen las intenciones de Constantino, lo cierto es que Constantinopla fue asumiendo paulatinamente el papel de capital del impe- tio oriental. Tenfa su propio senado y, por otra parte, habia ednsules de Oriente y cénsules de Occidente; segiin confirma la Notitia Dignitatum, tan- to en Oriente como en Occidente a finales del siglo ty existia basicamente el ‘mismo marco administrativo, de suerte que la divisién del imperio en dos mi- tades no supuso la menor dificultad desde el punto de vista administrative En la préctica, sin embargo, el gobierno de Oriente se fortalecié muchisimo durante esta época, mientras que el de Occidente se debilit6 en Ia misma me- dida. Dedicaremos el resto del capitulo a averiguar por qué prosperé tanto Ja mitad oriental del imperio. ORIENTE EN EL ASO 400 Lo cierto es que a finales de siglo Oriente hubo de afrontar ciertos pro- blemas bastante graves, los mas importantes de los cuales eran, por una par- te, la amenaza que suponia la presién de los barbaros, principalmente la de Jos germanos, sobre las fronteras del imperio y, por otra, la llamada «cuestion arriana». Ambos problemas se hallaban intimamente relacionados entre si, pues los godos, que constitufan el principal peligro, ya habfan sido converti- dos en el siglo tv al cristianismo, aunque en versién arriana, por el obispo mi sionero Ulfilas® El (Chronicon Paschale, seatin la trad. ingl. de \Whuby y Whitby, p. 121). 1 hecho de que el Hipédromo se convirtiera en escenario habitual de tipo de confrontaciones no venia sino a continuar una costumbre habi- ‘wl Comienzos de la época imperial, cuando el emperador y el pueblo acu- Juin juntos a los juegos. En Constantinopla se produjo una formalizacién ‘inpleta de esta usanza, al estar el Hipédromo ¥ el palacio comunicados 2 ‘saves de un pasadizo, y alles donde por regla general el emperador hacia ‘vs comparecentcias oficiales ante el pueblo. Podemos ver eémo alo largo del inlov fueron evolucionando las relaciones perfectamenteritualizadas, inclu- “> citando eran turbulentas, del emperador y el pueblo, rasgo caracteristico sic la ltima época de Bizancio, cuando, eon motivo de la carreras de carros, lus ds facciones del Hipédromo, los Verdes y los Azules, desempefiaron un jnapel fundamental no solo como partiipantes en las cetemonias pablicas del ‘ado, sino también, en ocasiones.y sobre todo en las primeras épocas, como instigadores y cabecillas de las revueltas populares. Los emperadores solian spoyar a un «partido» o @ otro y son muchos los que han pensado que estos stupos de Verdes y Azules acaso representaran también las diferentes pos- \uras rligiosas del momento; no obstante-aunque determinado grupo pu- slicra hacer suya una u otra causa en un momento o en un lugar determina- «los (sabemos que Verdes y Azules desempefiaron un papel preponderante «1 los disturbios producidos en numerosas ciudades de Oriente con motivo «lela cafda del emperador Focas, en 609-610), carecemos de pruebas que de- muestren que una de las dos facciones sc idemtificaba especialmente con al- 6 i ticos de la base del obelisco eri- usin grupo en particular. Los relieves escult6ricos di Se eee rodeado de sus cortesanos y con un grupo de artistas y musicas ante él. Los puartidarios de los Verdes y los Azules ocupaban sitios especiales en el Hips- Ahouro (se han eouser vad tannbiéu nusncruses gruff con mensajes del tipo «jQue ganen los Verdes!» grabados en los asientos de numerosos teatros y 42 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGOEDAD TARDIA citcos, como por ejemplo el de Afrodisias); por otra parte, al igual que los hhinchas de cualquier equipo en todas las épocas, también éstos se vestfan de tuna manera especial La parte de su tiniea que cubria sus brazos se recogia y ceafa en toro a las muttecas, mientras que el resto de 1a manga, hasta la altura del hombro, ‘quedaba mucho mis amplia y hueca. Asf pues, cuando agitaban las manos al aplaudir en el teatro 0 en el Hipédromo, 0 cuando animaban a sus favoritos ‘como es habitual, esa parte de su vestimenta se hinchaba de tal forma que los ‘mds ingenuos erefan que su corpulencia y fuerza eran tales que requerian set cubiertas por unes prendss tan voluminosas ... Sus mantos y sus calzas, y en general también sus zapatos se inclufan entre los denominados ehunoso, par st nombre y su forma® (Procopio, Historia arcana, 7). Ontenre ¥ Occiwente. Durante todo este perfodo en general se produjeron en Oriente una se- rie de cambios importantisimos. El florecimiento de la vida urbana, en con- “traste con la situaci6n reinante est Occidente, loestudiarémos en el capitulo lo mismo que el auge alcanzado por las culturas locales, Sobre todo en Si- Tia y Mesopotamia, cuyas regiones limitrofes con Persia constituyeron una especie de canal de doble direccién para los intereambios lingisticos, asi como para los concernientes al mundo de las ideas y la cultura material. La importancia de las distintas regiones del imperio cambiarfa en gran manera, aumentando precisamente la de las provincias en las que florecié el monofi- sismo y en lag que el islam aleanzara sus primeros éxitos fuera de Arabia, ‘Aunque el imperio de Occidente empezaba ya a dar muestras de frag mentacion el de Oriente seguia intentando mantener sus vinculos con él. Ya hhemos visto que en todo lo concerniente a los asuntos religiosos no debe ol vidarse el apogeo alcanzado por el papado, aparte de que tampoco se habia perdido del todo la idea de un imperio tinico de Oriente y Occiddente. En 468 el emperador LeGn emprendi6 una gran expedici6n con el fin de liberar al Norte de Atriea del yugo de los vandalos, que habfan invadido ta antigua provincia romana y la dominaban desde el aio 430. A pesar de sus grandes dimensiones (Ia componian més de mil naves) y aunque representaba tna empresa conjunta de los gobiernos de Oriente y Occidente, la expedicién constituyd un fracaso ignominioso, cuando no verdaderamente catastréfico, debido a la incompetencia y la desuniGn de sus mandos. Sus posibilidades de éxito se esfumaron por completo y el general que la comandaba (el mismo Basiliseo que protagonizaria més tarde el golpe de estado contra Zendn) a duras penas logré escapar de las iras del populacho de Constantinopla; por otra parte, las repercusiones financieras de la empresa fueron desistrosas, pues, segiin se afirma, la expediciOn cost6 130,000 libras de oro (Procopio, BY, 1,6), Prueba de la prosperidad reinanto on Oriente durante esta ¢poca & el hecho de que tan grandes pérdidas lograron equilibrarse pricticamente en CONSTANTINOPLA.¥ EL IMPERIO DE ORIENTE a «t curso de una generac, Probablemente no sea fortuito el hecho de que el hwhictno de Oriente decidira concentrar sus esfueraos militares en el dra- tnitco objetivo que constitu el Africa daminada por los vandalos, como ha- Wr inas tate Hstiniano en 533, pero en cualquier cao el facaso dela expe- lian excliyé la idea de intentar una intervencién semejante en Italia. ("hand en 476 se extingus el linje de los emperadores romanos en Occi- ‘neselimperio orienta se habia resignado va y habia aceptado la situacion, trualucighdose una especie de reconocimiento de facto de los reyes ostrog0- "los que sueedieron a Romulo Augdstulo2 Resultaba més e6modo hacer la via ota y atin habrian de pasar algunos afos hasta que Constaatinopla se Vet realmente cuenta de que el imperio de Occidente habia quedado en la tactiea divdido en varios reinos barbaros, como se puso especialmente de Mhnitiesto cuando les diversos reyes empezaron a adoptar atitudes distintas ‘espocto al emperador de Oriente. Ti reeuerdo de Ia mathadala expedicién conta los vndalos segut, sin conbatgo, vivo sesenta tantos aos mas tarde, cuando se emprendio una se funn campafa de resultados mas halagdefiox. Ota forma de mantener las ‘claciones con Oceidente fueron los matrimonios dinésticos semejante pol ‘ici podtaimplicar adem alguna que otra acion militar. En 423, ala muer- tc de Honor, Teodosio Il intevino en apoyo de as pretensiones del joven Valentniano, eto de Teodosio I, contra un usurpador llamado Juas; para “ilo bo de reconocer la posicign de Ia madre de Valentiniano, Gala Placi- ‘lia, esposa del eolega de Honorio, Constancio IL, muerto prematuramente, 1s sa26n refugiada en Constantinopl, aungue dos aos antes se habia ne- taudo a reconocerla como emperatriz®” Se envié un destacamento al mando tisalano Ardaburioy de su hijo Aspar con el finde restablecer en el tron0 Gala Placidiay a sa hijo Valentniano, que fue nombrado Augusto y con- trajo matrimonio en Constantinopla con Eudocia en 437. Durante la prime- th parte del reinads de su hij, Cala Placklia actus en calidad de sogents,y las tolacones entre Oriente y Occidente fueron bastante buenas. Pero Va- Ientiniano result ser una persona fagisima, con lo que fue haciéndose cada Yor mayor la influencia del general Aecio, cuyo primogsnito se promet6 con Ia hija det emperador. En cualquier caso, la corte de Occidente establecis tants alianzas matrimoniales con los bitbaros como las que establecié con Oriente hasta el punto de que el propio Valeatiniano no tuvo inconveniente en prometer a su hija pequefia con el vandalo Hureico. Las mujeres adultas de la familia imperial no dudaban,llegado el caso, en tomar ls iendas de la situacin: en 430, ala muerte de Gala Placid Justa Grata Honora, herma- nu de Valentinian, deco por su cuenta sali de una situacién bastante di- Feultosa para ella ofreciéndose en matrimonio Aula, rey de los hunos, ac- cin absurda que tuvo unas conseciencias gravisimas (véase el capitulo 2) pese a contar con el beneplicito de Teodosio I. Por suerte para Honoria, ¥ Sin duda también para el imperio, Ala muri6 antes, justo euando acaba de ada Tdi, y su muerte supuso el hundimiento easarse can atta mujer, de su imperio: FL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGOEDAD TARDIA A a siguiente cas lial In joa, tos sts de ey, ssp hando que habia ocd ulna dpc eaiperaron dat ere ee tcharon la pra suo, Annus oe cesorcea aieues hoe ‘tia muenoprobablment casa de an hemeamagie eae eee Conel nto sbaeopor dato dl vcs A continua sonar ane tambect So pueblo cosron wns cunt mess ae ea Aestigarron ot rosie yo de porahorrbn alone or ae das en seal de Ito por Ia ere del amon pcrere pe ee ea itn no wana gine ments eas peers asa aa tones (Privo, fr cepn tnd nh de Blot Tae eek ce {ig Hoos ofthe Later Roman Bp’ User a se En 455, a la muerte de Valentiniano IIL, ya nadie se preocupé en pedir ayuda al cmperadur de Oriente, mas no por ello se olvid6 la idea de que el imperio siguiera interviniendo, y as{ Ledn ayudé a Antemio, yerno de Mar- iano, a subir al trono, Ello supuso enfrentarse de forma harto desigual con luna candidatura rival, a saber, la de Olibrio, casado con otra hija de Valenti. niano TIL y apoyado por el rey de los vindalos. En realidad, lo que a partir de ese momento hizo cada vez més irrelevante un tipo de intervenciones como esta no fue el cambio de politica decidido en Oriente, sino una combinacién de circunstancias en Italia y cl poder cada vez mayor, a nivel individual y co- lectivo, de los bérbaros. A pesar de todo, algunas familias atistocréticas occi dentales, sobre todo de Malia, conservaron su riqueza y preponderancia du ante la dominacion de los ostrogodos, y siguieron haciendo ofr su voz en Constantinopla, Fue este tun motivo mas de que el equilibrio aleanzado en la Italia ostrogoda entre godos y romanos fuera sumamente delicado y requi- riera ser mantenido con muchisimo cuidado, EL PROBLEMA DE LOS #ARBAROS EN ORIENTE. Por lo que a Constantinopla se refiere, lo cierto es que, por mucho que en 385-00 lograa slventa el pire inmediato ala organo deoraress del todo la amenaza que suponian los germanos, El propio Leon accedi al {ono por ser miembro del equipo de un poderoso caudillo alamo, Aspar, hijo de Ardaburio (457), y, segtin parece, Aspar aspiré a ejereer la misma in. Auencia que tenian en Occidente otros generales bérbaros como el, Firme- mente decidido a impedir que las cosas siguieran siendo asi, Ledn intent6 contrarrestar la influencia germénica reclutando en cl ejército imperial a nt- ‘merosos isaurios, pueblo montafiés oriundo de Asia Menor. Su jefe era el fs {turo emperador Zenén (llamado por entonces Tarasicodissa), que se caso con Ariadina, la hija de Leén.>* Aunque Leéa no tuvo mas remedio que hi cer algunas concesiones a Aspar, cassindolo incluso con otra hija suya. e! he- cho de que éste fuera arriano comport6 probablemente un incentive mas Para que Leon diera el paso siguiente, es decir, el de deshacerse de Aspar y CONSTANTINOPLA Y EL IMPERIO DE ORIENTE 4s Jost padre asesindindolos (471), Pero también la preponderaneia adquirida jvor los isaurios aearrearia problemas. Los autores de la época muestran una yan hostilidad hacia ellos y califican a Leén de «Carnicero» (Malco, fr. 1,3, Io, ed, R. Blockley, The Greek Classicising Historians of the Later Roman | mire, Liverpool, 1981, 1985). Por otra parte el propio Zenén se vio aban- \sunado por algunos isaurios que prestaron su apoyo a Basilisco, hermano de ww stiri, Ia emperatriz, Verina, en un golpe de estado (475), para a conti- sucion volverse a sus agrestes montatias. Por fortuna para el emperador, el suomofisismo de Basilisco resté a éste muchas simpatias entre la poblacién de ‘onastantinopla, cireunstancia que aproveché Zenén para intentar recuperar | irono yy, tras conseguirlo, ejecutar a aquél. Los problemas de Zenén, sin ‘snargo, no acabaron aguf, pues, en efecto, los partidarios de Verina, sobre \oulo sh yerna Mareiana y el hermano de éste, marcharon con sus tropas con- ‘va cl. Aunque la intentona resulté fallida, Zenén hubo de enfrentarse a un ‘weve peligro, a saber, el que representaba el poderoso general Ilo, isaurio como él, La amenaza se convirtié en una guerra en toda regla que habia de “hurar varios ais, en el transcurso de los eusles Mo proclamé emperador a ‘Marciano e intents obtener ayuda de Odoaero desde Italia (véase el capitu- v2), Como Verina no consideraba que Marciano fuera el candidato més id6- nico para ocupar el trono, fue proclamado emperador Leoncio, al que se en- carg6 de coronar la propia empcratriz (484). También en este caso salié viclorioso Zendn, aunque los diltimos vestigios del partido de Tlo siguieron olreeiendo resistencia en las montanas durante cuatro aiios mas. No es diff «il imaginar endl seria el fermento ereado por un periodo tan prolongado de ‘ucertidumbres, y cudn habitual se haria en esta complicada red de alianzas «jue la gente cambiara de bando. Cualquiera que tuviese algin motivo de «jucja contra el emperador podia pensar que su salvacién estaba en oponer- se a él, y ast, por ejemplo, entre los partidarios de Ho encontramos al inte- lcctual pagano Pamprepio. Zen6n hubo de enfrentarse ademés a otros pro- Inlemas causados por los barbaras: tras la cafda de Aspar durante el reinado del anterior emperador, Teodorieo Estrabén, cauullo de los ostrogodos, lo- 116 que Leon eomprara la salvaguardia de los Balcanes obligindole a hacer tuna Serie de coneesiones politicas y financieras, entre ellas el reconocimien- {o de su autoridad; dada la situacidn con la que se encontré, Zenén pasé los primeros alos de su reinado intentando mantener un difiil equilibrio entre las actividades de Teodorico Estrabén y las de otro caudillo ostrogodo, lla- mado también, para mayor confusién, Teodorico. El gobierno de Oriente se debatirfa durante mucho tiempo entre las promesas de dinero y las amena- ‘as de guerra; entretanto, Tracia¢ Hliria eran vietimas de los saqueos del se- tgundo de los Teodorieos. En esta ocasién Oriente se vio expuesto a les mis- mas presiones bérbaras de las que habia sido victima Occidente, hasta que Zendn se vio obligado a hacer wna serie de importantes concesiones entre gando a Teodorico diversos territorios en Mesia y Dacia y nombréndole ade- ids en 483 jefe de sus soldados y e6nsul en 481, Naturalmente todas estas medidas resultaron un rotundo fracaso y en 487 Teodorico marché con su 4 EL MUNDO ME RRANEO EN LA ANTI DAD TARDIA, jército sobre Constantinopla, Desgraciadamente para Italia, pero afortuna. . ELIMPERIO, LOS BARBAROS Y EL EJERCITO TARDORROMANO ba Ano 476 silo Sue testig de uno de os sucesos nomen acaecidos ms famosos de ls bake a sabe ln conoeninaa scald del imperio romano de Occ dente que, tg se afinea, two lugar en el ao 476, cuando el oven RO- inulo Augistulo, éltimo emperador romano de Occidente, fue destituido y su Men ccevado cu a pelea por Oxowsr, qu ora a jo tar perma (AE Odomeo e dierenia de fos dems bdvbaros que le habianpreceddo en STeango en que no intent jorcersu Comin a reves dam emperador te vu cin tn ema de senadoresromanon a Constantinopl, la cote tc Zant olietanto qu sla otorgve el prestigioso lo de pares La icaptesa dl smperador fue bastante ambigu, pues el depussto Julio Ne- ppote, que también Ie habia pedido auxilio, habia recuperado el trono gracias a ajuda de Oriente (73) Odoaero sin embargo se contents con e tala “cher pt ese moment wo hbo mis ew emperor co do ti ra ede Constanta Poop G8 Ae, V7 Sat aarp ato 96 grpons elem ocnis pow hada iy cacvoaisona ch tl esta coo stan omens il dng, a Procopio de Cosrea comicnra su Historia de ia goera contr los go Tstingno 35-88 rlatando los sucess de Hala a ptr de ese an. Poo ‘1 poco, aungue no de manera inmediata, el imperio de Oriente hubo de re- ‘dnocer pot fuera el cho de que abla quedndo como nico sosten de la tradi romana inven ast sts propos nites dea ronslatio impert para justificar el papel que ahora desempefiaba.} Pero el aiio. 476 carece por seat: pt de sepisn det del cnet dcanbin coninison soi vas prcajero cna Speca, ex muy probable obs nen la poe ign deal notre al prncpio una gran diferencia, Pese ala enorme can- fad de bibtograta ders que era ext supucto ctor, los cambits cesarean lo dures; or oases Se Grovetao daopharian jeapecva nas eee Fn terminonpollzos le caida de Romulo Augistlo era perfectamente pve ne bigs Ciseae,procoan ta ob Baie de rer Fas tn de las muchas que conan con una nutrida representacin en as a8 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA tropas federadas del ejército romano o de lo que quedaba de él; de hecho, a cedi6 al poder gracias a estos federados, descontentos al ver que eran recha- zadas sus pretensiones de reparto de tierras en condiciones semejantes a las de las tribus barbaras establecidas en la Galia. Pero, fuera de eso, no era sino lun general més, como tantos otros que, desde finales del siglo wv, habfan ve- nido ostentando el poder efectivo en el imperio de Occidente.* Cuando uno de los primeros y mas poderosos de ellos, el vindalo Estilicén, magister mili tum de Teodosio Ty regente del hijo de éste, Honorio, cayé en 408 bajo sos- pecha de alta traicidn (véase el capitulo 1), los importantes cargos de magis- ter utriusque militiae y de pairicius fueron ocupados por romanos; pero el poder efectivo segufa en manos de los generales barbaros, sobre todo en Las de Aecio (c, 433-454), Tras el asesinato de Valentiniano III en 455 (véase el capitulo 1), su sucesor, Avito, senador oriundo de la Galia, fue derrotado por tun general suevo llamado Kieimero y pasarian unos aiios bastante turbulen- tos hasta que en 457 fue proclamado oficialmente emperador Majoriano, que serfa muerto por el propio Ricimero cuatro afios més tarde. Ricimero fue ademis el encargado de nombrar al nuevo soberano, aunque el individuo que cligié para ocupar el trono, un personaje de segunda fila llamado Seve- To, no vio ratificado su nombramiento por Le6n, emperador de Oriente, y muri6 en 465, dejando una vez mas a Occidente desprovisto de un mandata- tio oficial. La rivalidad entre Antemio, el nuevo soberano impuesto por Len, oriundo de Oriente, y Ricimero se hizo escandalosa, hasta convertitse en causa de lucha abierta entre uno y otro bando, en el transcurso de la cual perdié la vida Antemio (472). Finalmente Ricimero eligié emperador a Oli- brio, ciudadano romano casado con Gala Placidia, hija de Valentiniano IIL (véase el capftulo 1); pero antes de que acabara el azo murieron Olibrio y Ri cimero, y el soberano impuesto por el jefe burgundio Gundobaldo fue desti- tuido por Julio Nepote, con la aquiescencia del emperador Le6n, para ser a su ve7 destituido en favor del desdichado Rémulo Augdstulo, Se wala, como 10s, de una historia terrible y confusa, cuyos protagonistas son jefes del jército, barbaros 0 romanos, y miembros de la aristocracia civil, que apelan al emperador de Oriente para dar un barniz de respetabilidad a sus actua- iones, cuando no es éste el que impone a su propio candidato al trono, To- as estas luchas por el poder al més alto nivel s6lo ocasionalmente tuvieron Tepercusiones directas sobre el gobierno del imperio propiamente dicho: Ma Joriano, que promovié una reforma de la legislacién, cayé répidamente a ma tnos de Ricimero, En Occidente no hubo ningin emperador comparable a Le6n oa Zenén; de hecho, ras la muerte de Teodosio Ino hubo ninguno que Jograra establecer un gobierno fuerte, y mientras que en Oriente, a finales del siglo v, durante los reinados de Marciano y Anastasio, el gobierno fue ad- uiriendo un talante eada vez més civil, en Oceidente sucedié justamente lo contrario, No se puede, sin embargo, afitmar sin mds que el gobiemo de Occidente Tepresentara un dominio absoluto de los militares. sino todo lo eantrario; tanto los territorios que constitufan el imperio de Occidente como el mis hein 2 Apr a 00 im 9 BB muddo mediterréneo a comienzos del siglo vt Mana 3. 0 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA simo ejército romano habian experimentado una gran fray ima fragmentacién, Aunque ambos procesos se hallan estrechamente relacionados entre sf y sus ralces se remontan al sgl vs rataremos por separado en ais de una ma- yor claridad. ROMANOS Y BARBAROS DESDE FINALES DEL SIGLO IV La visin del imperio romano de Occidente que se nos ha transmitido es sumamente dramatica y exagerada, como si éste hubiera sido barrido de la far de la tierra por sucesivas oleadas de invasores barbaros llegados del nor te. En realidad, el movimiento de las tribus barbaras oriundas de més alld del Rin y el Danubio habia venido constituyendo un hecho cotidiano desde las uerras de Marco Aurelio contra los marcomanos, a finales del siglo n° Has. ta mediados del siglo 1v, sin embargo, habia sido posible por regla general mantenerlos a raya mediante una prudente combiniacidn de la diplomacia y las medidas de fuerza. Ademés se trataba de pueblos sedentarios dotados de una jerarqu‘a social, Pero la entrada en escena de los hunos, pueblo némada procedente del noreste, en 376 consiituyé ui hito decisivo: obligaron a los tervingos, al mando de Fritigemo, a cruzar el Danubio y penetrar en territo. rio romano, hasta que el emperador Valente le permitié establecerse en los Balcanes (Amiano, XXX14 ss; Eunapio, fr. 42).° Aunque las fuentes griegas y latinas presentan el acontecimiento con unos tonos sumamente sombrios, Jos godos no eran una espantosa turba de desalmados ni formaban parte de una gran oleada de invasores que arrasara el impetio tomano. Tras su apari ign en el panorama de la historia de Roma durante el Bajo Imperio se ocul- tan una serie de factores sociales y econdmicos enormemente complejos, ¥ cuando entraron en escena, lo hicieron como una fuerza militar bien organi. 2ada.? Slo al eabo de dos afios, en AdrianSpulls (978), 10s godos lograron de. rrotar al ejército romano, matando al propio emperador Valente en el cam. po de batalla. Roma no olvidaria nunca el golpe: el impacto que produjo el suceso queda de manifiesto en la relacién de os hechos que nos da, Amiano Marcelino, y en el hecho de que este autor decidiera concluir su historia en este punto (Amiano, XXX17-13).* El ejéreito romano sulrié pérdidas enor. mes y los godos quedaron en condiciones de arrasar y saquear libremente el territorio. Por otra parte, la derrota de Roma fue una especie de seal para que otros grupos bérbaros penetraran en el tertitorio romano, Aunque, se- ain presse Sem un tatado fonmal en 382 que concca x pods te tas a orillas del Danubio y en los Baleanes (ef. Jordanes, Getic, XXVIL141- XXIX 146, Sinesio, De Rego, XXLS0) eto Tee lig fepaiarin numeroso ¢jército de barbaros procedentes de la otra orilla del Danubio y el Rin, e invadi¢ Italia en 405; tras ser derrotado por Estilcéin, doce mil de sus soldados fueron enrolados en el ejército romano (Olimpiodoro, fr. 9: 26s. V,26). Casi por esas mismas fechas, el usurpador Const s tania a la Galia (Z6s, VI.2-3), Pero para nosotros el cu 10 pasha de Bri Fo. mis dramatico PL IMPERIO, LOS HARBAROS ¥ EL EIERCITO st orresponde al paso del Rin helado por los bairbaros en diciembre de 406; a partir de entonces alinos, vindalos y suevos eruzarian Germania y la Gali, ¥ penetrarian en Espana (Oros,, VIL37) {La peripecia es bastante compleja y el curso de los acontecimientos re- lta tanto mis eonfuso debido a las tivalidades existentes entre los diversos, yuiupos, por no hablar de los problemas que suscitan las propias fuentes, afi males de la segunda década del siglo v, sin embargo, los véndalos, con Gese- rico a la cabeza, cruzaron el estrecho de Gibraltar y pasaron al Norte de Afri- a, llegando hasta Hipona, diécesis de san Agustin, hacia 4303)en 435, revibieron precipitadamente en Numidia unas tierras en las qué asentarse y {omaron Cartago, capital de la provincia, en439)Pese a los vanos intentos ‘ealizados en 441 por Teodosio II, emperador de Oriente, por enviar una flo- ti que los controlara, el dominio vandalo sobre la mayor parte del Norte de Arica, incluidas las provineias de Africa Proconsular, Bizacena y casi toda Numidia y Tripolitanta, recibié un reconocimiento de fucto en 440. Hacia 455, Gserico se habia apoderado de Cércega, Cerdefia y las Baleares, y ese mis- ‘mo aft, ala muerte de Valentiniano II, entré en Roma y saqueé la ciudad. para tomar Sicilia en 468; la subsiguiente expedicion rlaval enviada por Le6n, Cl emperador de Oriente, durante los afios sesenta constituyé un fracaso es- Lrepitoso (véase el capitulo 1), y el Norte de Africa continuaria bajo el con- trol de los vindalos hasta que se produjerd la expedicién de Belisario en 533." Aunque en la actualidad se eree que el Afriea vandala quedé menos aislada econémicamente del resto del imperio de to que tradicionalmente ha ‘enido penséndose," la rapide y facilidad con las que se perdi6 una de las regiones més ricas y urbanizadas del imperio, auténtico granero de Roma, constituyen un indicio suficiente de los cambios que a parlir de este momen- to habrian de causar los brbaros del norte ‘La situacién en las provincias del norte resulta menos clara, pero desde Juego tue igualmente nefasta, Hablando de las duras condiciones reinantes durante la primera década del siglo v, Zsimo afirma que la defensa de Bri- tania fue abandonada formalmente por Honorio: «Hfonorio envié diversas cartas a las ciudades de Britania, exhortiindolas a defenderse solas» (VI.10); ‘algunos contingentes de las tropas qu, segxin todos los indicios, habfan apo- yyado a los usurpadores antes de 406, permanecieron en la provincia, pero en ia isla ya no quedaba ninguna autoridad central y la situaci6n, ya confusa de por si, iria complicindose por momentos debido a las incursiones de los sa- jones; por si fuera poco, las discordancias existentes entre las escasas fuentes de las que disponemos hacen todavia mas dificil su comprensién. La répida desaparici6n de las ciudades romanas existentes en Britania tras varios siglos de dominacién latina no es més que uno de los mvitiples acontecimientos tenigméticos de este perfodo.!? En la Europa continental, el siglo v fue testi- 120 de una larga serie de altercados entre los distintos grupos birbaros por cupar una posicién més ventajosa, fruto de sus rivalidades y también de sus tliferencias con Roma en su aff por conseguir Gerras y ganar influencia. En iniltiples ocasiones, Occidente fue victima de la mayor habilidad de Oriente HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA para evitar los peligros y desviarlos en otra direccién por medios diplomati- £08 y financictos, particularmente en el caso de Alarivo y los visigodos, que obtuvieron permiso del gobierno de Constantinopla para cimentar su pode. rio en los Baleanes con el tnico objeto de que lo utilzaran contra Hala, y Que, tras exigir grandes cantidades de oro y plata al gobiemo de Oceidente, acabaron saqueando Roma en 410 (Z6s., Vi.6-13)."* El propio saco de Roma, aunque, al parecer, no fue tan destructivo como hubiera podido ser, obligd a hur a muchos miembros de la aristoeracia romana y supuso un golpe psico. {ogico tremendo tanto para cristianos como para paganos. En cualguiet caso, la repentina muerte de Alarico, aontecida poco después, al igual que Iuego la de Atila, rey de los hunos, en una situacién semejante, salvé a Roma de una ocupacién més duradera, Las secuelas de todo ello dependerian de Ia configuracién cambiante de los distintos grupos uibales y del éxito obtenido por unos u olfos en sus fratos con el gobierno imperial. Se utiizarian diversos expedientes, Tras abandonar Italis en 412, los vsigodos se dirigieron a la Glia, donde su rey, Atatifo, se eas6 con la prineesa Gala Placidia, cautiva suya, para pasar in mediatamente a Espa, Poco tiempo después, el emperador Honorio em. Plearia a los mismos visigodos, ahora al mando de Walia, contra los alanos y os vindalos, dindoles permiso para establecerse en Aquitania, Hacia 440 Aecio realiz6 nuevos asentamientos, de alanos en la Galia y de burgundios al norte de Ginebra. Mientras tanto, surgié una nueva amenaza, la de Atila, rey de los hunos, que tras obtener del gobierno grandes cantidades de dinero en concepto de subvenciones, eruz6 el Danubio a comiienzos de los aitos cua. renta, derrot6 por dos veces 2 los ejéritos romanos enviados a detenezlo y Consiguié nuevas compensaciones anuales en oro. Por fin se ditigid a Occl. demte, y tras aceptar Jos requerimientos amorosos de Honoria, hermana de ‘Valentiniano IIL, exigié la mitad del imperio. La batalla librada entre las fuer. 228 de Atilay las de Accio on los Campos Cataldunicos (451) ws supuso més que un freno pasajero, pero no impidié que los hunos invadieran lalia Jor. danes, Get, 180 ss), La suerte se aié de nuevo con Roma, que logré esis var el golpe que se le venfa encima: la muerte de Altla (véase el capitulo 1) supuso el hundimiento del poderio de los hunos y con ella quied6 conjurado el peligro. A partir de este momento, sin embargo, el gobierno de Occidente irfa de- bilitandose por momentos, de suerte que cada vez resultaria mas dificil man. {ener una politica coherente en relacidn con el asentamiento de la poblacion barbara. Aunque la muerte de Teodosio I en 395 dej6 un vacio insustituible, 2 comienzos del siglo v Roma seguia ocupando el centro de gravedad en el fluctuante juego de los movimientos bérbaros; al acabar el siglo, en cambio, ya no habia emperador de Occidente, y en estos afios podemos ver de hecho {as primeras fases en el desarrollo de los reinos barbaros de los albores de ls Edad Media. El primer reino de este tipo que se establecié fue, como he. ‘mos dicho, el de los vandalos en cl Norte de Africa. Se trata. sin embargo, cle lui easo atipieo, pues serfa aplasiado en 534 por los ejércitos imperiales al HL IMPERIO, LOS BARBAROS Y BL EIERCITO. me vi Vir Laminn2. El mecenazgo de la aristccracia derante el Bajo Imperio: arqueta matrimonial de una pareja de eris- ianos, Proyecta y Secundo, procedente del Tesoro del Esquilino, Roma, finales del siglo a TE MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA de lo sucedido durante fa larga historia del Africa romana anterior a la lle~ cua engl eas gogo Elms dado de ns ene ee Tatosa victoria sobre los visigodos en Vouillé (507), que perviviria hasta el obispo de esta ciudad a finales del siglo vi, cuya Historia de los francos cons. bautismo de Cledovenla expos dele, Clotlde er ya crstanay heb ie ‘cuando murié su primogénito inmediatamente samodo m 2 te después de ser bautizado fue Si hobiera sido consagrad a mis doses, habia Vivi si ses, habsfa vivido sin dude alguns pero ahora que ha sido bautizado en el nombre de tu Dios, no ha oie ‘ni un solo dia (11,29), a ema ELrey acabé conviniéndose tras orr al dis de . eraral dios de fos eistianosimpetran- do Ia vitoria en el campo de batalla sobre los alamanessiendo ati Por san Remmigi, obispo de Reims quien, sepun alma Gregor habie ve sucitado a un muero. La ceremona dl bautismo del rey fue espetacalan Las plazas plies fueron engalanass con manos de eo lanads con mantos de colores, as iglesias adorns con eng Hnens 9a apstro debits Guest numerosas varas de incienso exhalaban su divino aroma, por doquier ardfan Vela perfumodasy el sgri lugar del baum se halla env on tau nubs de exam ican ene oan deo ron a gral que todos crean que haban sido ranporado wn jados un paso pert ido, El rey Clodoveo pidié al obispo que lo bautizara a él el primero, Cual nuevo Constantino eacero a alabama, descos Je par soos de a apa que otra padeveray de lavaren agua correne wns mae thas qe dante ant emp tabi levaco UES} EI mismo dia fueron bautizados més de tres mil soldados de su ejército, En Italia, 1a invasion de los ostrogodos al manclo de Teadorico en 490 ‘marca el comienz0 del reino ostrogodo (490-554), cuyo timo saberano, PL IMPERIO, LOS BARBAROS ¥ FL EIERCETO 55 Lois, fue derrotado por Narsés, general de Justiniano, en 554, tras easi vein- te anos de guerra” De nuevo, sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en el Norte de Africa, la invasién de Italia por Ios lombardos en $68 supuso que el cantrol bizantino de Italia acabara al cabo de pocos afios, si bien perduraria, forma mitigada —aungue todavia significativa— en una zona limitada al lerritorio del Exarcado, con base en Ravena, desde finales del siglo vt hasta ‘ncsdiados del vt. A. partir de 568 lasituaciGn en Talia se volvié sumamen- {e confusa y fragmentaria; precisamente por eso seria on esta época cuando Jos papas, ¥ sobre todo Gregorio Magno (590-604), adquiririan buena parte «lc st prandisima influencia secular y poderio econémico."* 1. Malia ostrogoda m hos aspectos? destaca sobre t aristoeraticas romanas, jerizadas ‘stentando los eargos mids Flevantes bajo el nuevo regimen. Es curioso que, pese a los numerosos cambios politicos habidos durante esta época, el sena- Uo romano sobreviviera durante todo el siglo v, ¥ sus miembros continuaran ‘ocupando Ios cargos que tradicionalmente habjan venido ostentando, entre tilos el consulado de Occidente, incluso bajo la dominacién de los ostrogo- los; de hecho el consulado no fue abolido hasta 541, por orden del propio Justiniano. Muchas de estas familias romanas eran extraordinariamente 1 ‘eas, y Procopio, que escribe una relacién detallada de las guerras géticas des- de el punto de vista bizantino, se identifica particularmente con esta clase, la mayoria de cuyos miembros, cuando no lograron huir a Oriente, donde tam- ign a menudo poseian fincas, perdieron sus tierras y sus privilegios, que~ dando reducidos a una situacién lamentable, durante Ia guerra emprendida por Justiniano: Como tantos otros miembros de su clase, Casiodoro, cuyas epistolas de estilo sumamente ret6rico y burocritico (Variae), muchas de cllas escritas en su calidad de secretario de Teodorico, constituyen otra ide muestras mejores fuentes para este periodo, se fuc a vivir a Constantino pla mientras duraron estas guerras. Anteriormente habja redaetado una His- toria de los godos, wilizada por Jordanes para escribir sus Getica, y ms tar- de, cuando acabaron las guerras y regres6 a Italia, compuso sus Instiaciones, que son una serie de preceptos sobre la doctrina cristiana. Casiodoro funds el monasterio de Vivarium, en Squillace, que habria de convertirse en uno de los centros de copia y conservacién de obras clésicas mis importantes de toda la Edad Media.” Se produjo un acontecimiento traumiético en las re~ laciones mantenidas entre los ostrogodos y las clases altas de Italia cuando, en un arrebato inesperado, Teodorico maté en 523-524 a dos de sus mas cons- picuos representantes, Simmaco y Boecio, autor este titimo de una obra la- tina eldsica, la Consolacién de la flosofia. Fl caso no podia ser mas sorpren- dente: Sfmmaco era uno de los nombres més prestigiosos de la aristocracia del Bajo Imperio, y Boecio, cuyos dos hijos habian ocupado el consulado, era cel magister officiorum de Teodorico La principal obra de Boecio, la Con- solacién de la filosofin, fuc eserita en prisin. mientras meditaba sobre el des- tino que lo aguardaba; se figura que recibe la visita de una dama, la Filoso- So EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGORDAD TARDIA fia, y entabla con ella una protijadiseusion sobre el destino y el libre albedrio del hombre, y sobre la volubilidad de la fortuna; la obra contiene ademas va ros poemas bastante extensos que por s{ mismos tienen ya gran interés La muerte de Simmaco y Boecio constituy6, sin embargo, un hecho excepcional ‘Teodorico compartia, segiin parece, el respeto general que inspiraba la radi, cién romana y, en general, podemos afirmar que el régimen ostrogodo no fue, ni mucho menos, opresivo. La derrota de los visigodos por Clodoveo en la batalla de Vouillé (507) supuso el fin del reino de aquéllos en la Galia, cuya capital era desde 418 Toulouse, y de Ia sucesién legitima de la dinastia Balta, que venia reinando desde los tiempos de Alarico, a finales del siglo w.* Durante el agitado pe- riodo que sigui6, se produjo ia intervencién de Teodorico, rey de los ostro. ¢godos, cuya hija estaba casada con el hijo del rey visigodo, Alarica Il y de €se modo el gobierno de los vsigodos pass temporalmente a manos de los strogodos. Pero mayor repercusin tendria a la larga el paso de los vsigo= dos a Espana; all establecerian un reino —sobre todo a pattir del ostrogodo Teudis (531-548)— que, pese a los relativos triunfos bizantinos en el contex. to de la reconquista emprendida por Justiniano, duraria hasta la llepada de los érabes a comienzos del siglo vi. LOS REIVOS GERMANICOS, EL GOBIERNO ROMANO Y LOS ASENTAMIENTOS BARBAKOS Con la instauracién de los reinos bérbaros entramos en tna etapa histé- rica que tradicionalmente viene considerdndose los albores de la Edad Me. dia. Pero Jos rasgos permanentes del pasado son-tantos-que-podemos con. Siderar toda esta época, hasta finales del siglo vi, una mera continuacién del mundo mediterréneo de la Antigitedad tardi; pese a los cambios evidentes, ‘que se produjeron en tos distintos tipos de asentamiento de la poblaciin bat. bara en Occidente, los testimonios arqueol6gicos de los que disponemes ‘muestran a todas luces que las actividades comerciales y las comuicaciones con pafses lejanos siguierom su curso habitual, aunque los detalles de todo el asunio son todavia bastante controvertidos; ponen asimismo de manifiesto due las transformaciones ea el paisa urbano —tema que ha dado lugar « humerosos debates en Ia historiograffa mds reciente— constituyen un fend meno visible a finales del siglo vi en todo el émbito del Mediterraneo, tanto en Oriente como en Occidente.® Por consiguiente puede resultar definitiva. mente errGneo pensar que se produjo_una sepaiacisn efectiva de Oriente y Occidente. Los propios reinos occidentales conservaron muchas insttuciones romanas y, seatin parece, consideraban que sus vinculos con el emperador de Constantinopla respondian ala habitual relacién de patrocinio y clientcla: Ios Feyes, por lo demas, ostentaban titulos tipicamente romanos. La vieja clase alta romana pervivio en gran medida, y sus miembros fueron adaptandose como pudieron a los nuevos regimenes. Tal es cl caso de Sidonio Apolinen, obispo de Clermont-Ferrand a finales del siglo v, que en sus elegantes poe. 57 EL IMPERIO, LOS BARBAROS ¥ EL HERETO. stay y epistolas se lamenta amargamente de la incultura y groseria de los pro- cores bilrbaros locales, aunque, eso si, no habfa tenido reparos en adaptarse Era un hombre santo y, como ya he dicho, pertenecta a una de las fami lias senatoriales mas encumbradas. Parece que, sin comentarle nada a su es- posa, saed de su casa Ia vajilla de plata y la repartio entre los pobres. Cuan- dlo su mujer descubrié 10 sucedido, empezs a reprocharle su actuacién; Sidonio tuvo que volver a comprar a los pobres Ia vaillay levérsela otra vez su casa (11,22) janto Gregorio de Tours, autor de fa historia de los francos, como otro «serbié una serie de poems en latin sobre temas politicos de In époct, per. ‘cncefan a dicha clase; y tambien pertenecfa a ella el papa Gregorio Magno. Ll dlerecho germénico coexistia con el romano, auunque en una yuxtaposicién saa i eno eno cstrogodo se empleaba un eg paras gods y otro vara la poblacién romana, mientras que los ordenamientos visigéticos, de (506), de cardcter claramente iatinizante, o los sucesivos programas de legis- lacim emprendidos en el reno visigodo durante los siglos ty vr, trajeron consigo la paulatina unificacién de las tradiciones germénica y romana. A veces eliza el érmio esubromanon para designas.20s ines de cia ‘epoca, y de hecho los ecas despectivas que comporta el vocablo acaso s ccspondan conf opin que dels etal gern de Oren Eat bia Hevado a cabo una politica pragmitica, sabedor de que no estaba en con- jones de imponer un emperador de Occidente, pero sin admitir desde ‘pegs karo i se por niuche tiempo, Lle- ucgu que Tus mucvus regfnteHes Fucian a mMantcn jackie munca bo dadara ea uthear a uoos coda chen Ele Go Ges los gos de tala, al igual que ls vandaosy, al menos durante ext Ete, también los visigodos, fueran arrianos, favoreci6 a la diplomacia imperial pues permitié presentar la invasién de Italia emprendida por Justiniano en 535 como una especie de eruzada. El emperador eseribia a los francos orto- doxos pidigndoles ayuda en los siguientes términos: os godos se han apoderado por a fuerza de Iain, que es posesion mies: vey Henge auto Gonads, san qushan BtapSon ara Mee rics araviosavolsteente intolerable Por ile os hemos vnto oblgndon 2 eclaratles una guerra, en la cal Gebers uniroe a nosots como acon jan auestro odio comin hacia ox goes y nuestra fe ortoda, acabande ade una vez con la herejia arriana (Procopio, BG, 1,5,8-9). ie ierne birantino rafarzaba su re Hacienda gala dest hnen jnicio, el gahierna hira t6rica con oro y prometia entrogar a los francos nuevas cantidades si acepta- 58 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, ban el pacto; no es de extraitar, por tanto, que no resullaran unos leales. Al estudiar el proceso de asentamiento de los pueblos birbaros en el (erritorio det imperio de Occidente, debemos distinguir entre las. conces fies formales efectuadas por los sucesivos emperadores.y_gobiemos, yet proceso, mucho més largo, de cambio de los asentamientos Hevado.a cabo de manera informal. En la préctica se haba dado un proceso continuo de asentamicntos bérbaros «no oficiales», que se remontarfan cuando menos al siglo 1v, y que habian venido minando el control ejercido por Roma sobre todo el territorio occidental. Aunque las fuentes literarias nos oftecen tini- amente un panorama imperfecto y unilateral de todo este fendmeno, po- demos reconstruir en parte el proceso seguido gracias a los descubrimien- 10s arqueolsgicos, sobre todo los procedentes de los enterramientos, aunque ‘una vez. mas los datos se hallan repartidos de manera muy irregular desde cl punto de vista geogrifico.” Las causas de esos asentamientos podian ser ‘muy variadas, ¢ iban desde la invasiOn y posterior concesién de tierras por parte del emperador, al establecimiento en el territorio del imperio en pago a los servicios prestados en el ejército romano; sea como sea, resulta bas- tante dificil descubrir cudles son los motivos que se ocultan tras cada caso en particular. Del mismo modo, a veces resulta imposible relacionar los acontecimientos histéricos conocidos, como por ejemplo las invasiones, 0 incluso, en algunos casos, ciertos asentamientos acaecides a lo largo de un ilatado periodo de tiempo, conocidos por testimonios literarios, con los restos arqueolégicos de que disponemos en la actualidad. Por si fuera poco, los pueblos resign venidos solfan adoptar las costumbres de Ia poblacién existente en las provineias, con. lo que se hace atin més dificil detectar las hhuellas de.los asentamientos germénicos. No obstante, estén atestiguados enierramientos germénicos de finales del siglo 1v y comienzos del v en la Zona comprendida entre el Rin y el Loira, que en algunos casos parecen dicar la utilizacién de barbaros en las secciones locales del ejército romano. Curiosamente, algunos de esos cementerios presentan enterramicntos ro- ‘manos y germénicos mezclados. La fase mas antigua del asentamiento de germanos en Britania, aunque fuera a pequeia escala, data de comienzos del siglo v, antes de que se produjera la gran oleada de invasiones® Es cierto, desde luego, que los restos dejados en Ia Galia septentrional y en la zona que rodea Colonia por los francos, que hist6ricamente estén mucho mejor documentados, son bastante exiguos en el siglo v, pero, aun admi: tiendo los fallos que puedan tener las pruebas arqueol6gicas, es evidente que en Jas provineias occidemtales se produjo un proceso constante de cam- bio cultural y demogrfico a pequefia escala mucho antes de que se forma- rran los reinos barbaros tal como llegaremos a conocerlos. A mediados. del sigI0.¥-las-viejas villas romanas existentes en las provincias occidentales fue- ron en muchos casos abandonadas 0 simplemente entraron en una fase de decadencia, y ast el papel de la vieja clase romana de los terratenientes. que estudiaremos con mas detalle en el capitulo 4, se convierte en un probiema dos muy HI IMPERIO, LOS HARBAROS ¥ EL EJERCHTO 39 Jundhamental cuando se pretenden rastrear los cambios producides en las {ras econémica y social [Hl estudio de los tipos de asentamiento supone un avance fundamental Jnana entender eudl fue el proceso de cambio ocurrido en el imperio de Occ iente, y sobre todo para soslayar los problemas planteados por las fuentes li- ‘catias, Buena parte de los testimonios reunidos hasta la fecha son incomple- ¥en muchos casos son objeto de debate; su interpretacidn es en gran svcd farea exclusiva del especialista. Las cosas. sin embargo, estin lo bas: ‘inte claras para permititnos afirmar que el gobierno de Roma no tuvo.que hnlrentarse fanto.auna serie de incursiones aisladas cuanto a un lento, pero «onstante-proceso-de.erosiGn interna de Ta cultura romana en las provincias ‘cislentales. Naturalmente no lo entendieron asf los escritores de Ja.época “ine. al estar ingpirados por prejuicios einogrstficos ¥ culturales, tienden a pin- {ovis un panora te sombrio de los «bérbaros» contraponiéndolos a |. romanos; por consiguiente fas viejas interpretaciones de determinados ntecimientos hist6ricos especialmente significativos, como-por ejemplo la thaalla de-Adrianépolis y los asentamientos barbaros que se produjeron tras cll, pueden dar lugar a numerosos equivocos si las tomamos al pie de la le- ‘va. Sus argumentos morales y politicos no son capaces de explicar lo que es- tuba sucediendo a una escala mayor, y buena parte de los cambios ms dura- dloros que se produjeron quedarian fuera del control gubernamental. Seri ins embargo, e808 cambios, y no los acontecimientos politicos, los que a la la yu arrancarian a todas esas 701 smimio efectivo del imperio, y as seria ‘bre todo cuando cl control pasara del emperador de Occidente, por muy dé- Ii que fuera, a manos de los gobernantes de la remota Constantinopla Las repercusiones de todo este proceso sobre la economia del Bajo Im- perio en general fueron a todas luces enormes (véase el capitulo 4); por su parte, a desaparicisn del sistema fiscal romano centralizado en las provincias tle Oceidente debio de tener tambien bastante importanci, por cuanto esti- ‘mularia el desarrollo econémico de las mismas.** Pero también la posesién de riqueza desempens durante el siglo v un papel decisivo en las-relaciones del imperio con los barbaros en forma de «compe galas por el go bierno romano a los diversos grupos, ya fuera en premio.a su inmovilidad y sosiego o bien como incentivo para que se trasladaran a cualquier otra par- le. Aunque el gobierno de Oriente estaba en una situacién mucho mejor que cel de Oceidente para actuar de esta forma (véase el capftulo 1), el expedien- te resulto itil para los dos en varias ocasiones, y sigui6 siendo un elemento clave de la politica imperial durante el siglo vi, como demuestran los repro- ches y las erfticas de que es objeto por parte de un autor conservador como Procopio: Con todos los enemigos potenciales del pats, no perdié {se. Justiniano} Ia ‘ocasign de dilapidar grandes sumas de dinero, tanto con los del este como con toe del oeste, eon los del norte y eon los del sir, incliso cna tos habitantes de Britania y las naciones de todo el orbe (Historia arcana, XIX). 0 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Por esas fechas —y aun admitiendo la exageracién retérica de Proco- pio—, dicho expedienic estaba ya firmemente arraigado en la diplomacia bizantina y en muchos casos resultaba inevitable: por ejemplo, se pagaron grandes cantidades de dinero a Persia en virtud de los tratados de paz de 531 y 562.7 Una précti -onveniente para el ejército ron mmo la de emplear tropas barbara en calidad de federados, que constituye uno de los rasgos mas destacados de todo este-perfodo, resultaba-tambign-suma= ‘men{G cara, y su mantenimiento comportaba un dispendio enorme en dine- ro y en viveres Un ejemplo extremo de toda esta situacién podemos ver- lo en el caso de Alarico, que en 408 exigié cuatzo mil libras de oro en pago por las actividades que habfa venido llevando a cabo en Epiro en nombre del imperio. El ejemplo de Alarico y sus godos pone asimismo de mani- fiesto con cudanta facilidad podia un caudillo birbaro especialmente astuto aprovecharse a un ticmpo de Oriente y de Occidente. Seatin parece, los 20- dos invadieron Italia en 401 porque ¢l gobierno de Oriente habia cerrado al gtifo de los subsidios (Jordanes, Get, 146). Los motivos de todo esto dis- tan mucho de estar claros, pero también Tracia se vio amenazada al mismo tiempo por los godos de Gainas y por otros birbaros descritos como hunos; en cualquier caso, Alatico pensé que era més ventajoso trasladarse a Italia, donde Estilicén intenté primero enfrentarse a él y luego sobornarlo. La pe- ligrosa politica seguida por Estilicén, consistente en intentar comprar los servicios de Alarico y sus huestes, acabé con su caida en 408; sin embargo, ‘cuando, tras este hecho, Alarico vio que era rechazada su peticién de dine. 10 a cambio de retirarse dle Panonia (Z6s,, V.36; Oros., VIL38), decidié po- ner sitio a Roma (408-409) y fijé el precio de la entrada de viveres en la ciudad en cinco mil libras de oro y treinta mil de plata (Zés, Val), Lo su- cedido tras la toma y consiguiente saco de Roma de 410 resulta sumamen- te confuso, aunque es indudable desde Iuego que la situacién fue muy dife- rente de la que se daria en Aliiva con los vadalos veinte anos mds tarde: de momento ni tan siquiera se planteaba la posibilidad de realizar una ocu- ppacion duradera, y podemos ver asi que Ataiilfo, sucesor de Alarico, se de- die6 alternativamente a devastar Ttalia y a actuar en la Galia en calidad de federndo. «Cuando fue nombrado rey, Atadlfo regresé a Roma, y Io que quedara intacto tras el primer saco, sus godos lo arrasaron como si fueran una nube de langosta, despojando a Italia no sélo de las riquezas de los particulares sino también de sus bienes piblicas» (Jordanes, Get, 31). Atadl- fo hizo prisionera a Gala Placidia y se cas6 con ella, dando a uno y otro bando un falso sentido de seguridad: ‘Cuando tos bérbaros juvieron conocimiento de esta unién, se asustato imuchisimo, pues parecfa que abora el imperio y los godos eran una sola cost. Aatifo se dirigié eatonces a la Galia, dejando a Honorio Augusto desprovis- to de todas sus riquezas, aunque, eso sf, complacido en su corazén por estar mas o menos emparentado cam él (biden), | Ava 3, Hebilla perteneciente a un cinturén de estilo ostrogodo, con inerustacio- hes en cloisonne de oro, de granates, pasta de vidrio verde y concha, de finales del si- Jo'¥ 0 comienzos del vi. Hallada en la tumba de una mujer situada a la entrada de la inlesia de San Severino, en Colonia. Los ajustes funerarios, de los cuales podemos ver ‘ui ui ejemplar particular mente vefiaado, eonstituyen uno de los principales imedios ‘le que dispanomos para rastrear Tos movimientos y los asentamientos de las tribus Ahora, sin embargo, lo que necesitaban los godos no era tanto oro o pla- la, sino grano, y ast en 418 Alarico dio un paso decisivo y se estableci6 con lo ue quedaba de su ejército en territorio romano, concretamente en Aquita- nia: «Se les entregaron tierras en Aquitania, desde Tolosa hasta el mar» (Hi- dacio, Chron., 69). Los veintitantos afios de saqueos, pactos, negociaciones yy luchas transeurridos hasta que los godos se establecieron en Aquitania po- nen claramente de manifiesto las ambigtedades, gastos y peligros a los que hubieron de enfrentarse los romanos en su intento por llegar a un entendi- ‘miento con los birbaros. El establecimiento en 1a Galia de los godos, hasta ese momento federa- dos del imperio, marca un hito en la paulatina transformacién del sistema de posesisn.de la tierra en Jas provincias de Occidente. Nos encontramos a este 62 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA respecto con una serie de cuestiones muy controvertidas, pues no estén ni mucho menos claros los términos en los que se realizaban las concesiones de tierras o en los que més tarde se levarian a cabo los asentamientos, La teo- ria tradicional en este campo es que las hospites birbaros, empezando pot los Visigodos, habrian tenido derecho a quedarse con una proporeidn altisima de Jas tierras en las que se habian establecido, a saber, con las dos teroeras pa tes del total. Otros ejemplos de asentamientos conocidos son los de los ala- ‘nos y burgindios en 440 y 443 (Chron. Min. 1,660) y el de los ostrogodos en Italia, aunque en estos casos los barbaros probablemente se quedaran s6lo con la tercera parte del total; la renta pagada por la cuota asignada se deno- minaba de hecho «tercias» (tetiae).* Pero hay bastantes puntos oscuros, de- bido en gran medida a las discrepancias que a este respecto presentan las propias fuentes. W. Goffart ha propuesto una interpretacién totalmente {inta de los testimonios proporcionados por las compilaciones de leyes ger- ‘ménicas posteriores, segtin las cuales no era la tierra lo que se repartian bér- bbaros y romanos, sino las rentas producidas por Tas fincas" Una ‘controversia rodea el significado de las palabras latinas hospitaltasy sors, No obstante, los testimonios con los que contamos son incompletos; las condi- ciones del acuerdo probablemente variaran a medida que fueran cambiando las circunstancias, y si bien da la impresién de que en el asentamiento de tos visigodos en 418 tuvo bastante que ver la tierra, quiz4 no fuera asi, por ejem- plo, en el caso de los ostrogodos. Por el contrario, no hay prueba alguna, por ejemplo, de cuales pudieran ser los acuerdos a los que se llegé en la Galia septenttrional- Los nAnwaRos ¥ EL EJERCITO TARDORROMANO {Como es que el ejército comany se musts Lan descaradamente incapaz de defender las provincias occidentales?** R. Collins (Early Medieval Euro- ‘pe 300-1000, Londres, 1991) titula el capitulo que dedica al siglo v «Desapa- ricidn de un ejérciton, y desde luego cabe preguntarse qué fue lo que le ocu- rri6 al ejército romano y a qué se debi6 su fracaso, Semejante pregunta, sin embargo, presupone —como presuponian de hecho los romanos— que la migjor Fespuesta a las incursiones de los birbaros deberia haber sido seguir defendiendo las fronteras y mantener a raya a los invasores. De hecho, cuan- do comentan la pérdida del imperio de. Occidente, todas las fuentes de la poca coinciden en echar la culpa o bien a la pobre actuacién del ejéreito 0 ») bien al debilitamiento de la defensa de las fronteras, atribuyendo por reel general este ultimo defecio a alain émperador en particular: asi, por cjem- plo, el Fistoriador pagano Zésimo echa las eulpas de todo ello a un empera- dor cristiano, a Constantino, A partir del siglo wv las fuentes suelen presen- tarnos a los soldados como una pandillar de degenerados, cblandengues» © indisciplinados.* A menudo, lo que se oculta tras estas actitdes ertions es In costumbre tardorromana de alojar a los soldados en las ciudades: a comien- EL IMPERIO, LOS BARBAROS Y EL EIERCHO. 63 de a época imperial, los ciudadanos de las provincias mas pacificas rara~ rite habian tenido ocasién de ver a algdn soldado, y menos atin de cono- ‘er personalmente cud era su comportamiento:* El autor anénimo del tra- \lo De rebus bellicis (de finales de la sexta década del siglo wv) se_ limenta del alto coste del ejército y de la defensa cada vez. peor de las fron- ‘os (De rebus belics, 5), reprochando a menudo a los soldados-campesinos lublecidos en las fronteras y denominados fimitanei que su actuaciGn deja rnuicho que desear, si bien, contrariamente a lo que suele afirmarse, no po- nios seguros de su existencia anteriores a los ii ios del ivlov® EL hecho de que todas estas quejas suelan aparecer en una forma ‘sn estercotipada deberia hacernos sospechar que dicha forma tiene mucho ‘jue ver eon los prejuicios habituales en las fuentes de la época. Ademés, se- vn hemos visto, las migraciones bérbaras, que desembocaron en la forma- ‘ion de los Feinos germdnicos, no fueron simplemente frut incapacidad Jol cjéreito romano ala hora de enfrentarse a una situacién peligrosa, por ‘nucho que asf lo creyeran los propios tomanos. No obstante, el ejército a finales del siglo 1v y durante todo el siglo v era vwludablemente muy distinto del de las primeras épocas del imperio. Buena inte de los cambios experimentados, como, por ejemplo, el acantonamiento I tropas en las eiudades 0 en las cercanfas de las mismas, en vez de estacio- urlas en grandes conting de las fronteras, como se hacfa ante- ‘iormente, se debe a que, tras las reformas de Diocleciano y Constantino, el icveito tardorromano recibia su sueldo no sélo en metalico, sino también en lovma de viveres: es decir, las tropas tenian que estar indefectiblemente cer- ‘cide los eentros de percepcidn de impuestos en especie, que constituian aho- ‘1 ana de las principales fuentes de sus ingresos. Segtin los autores antiguos, Diocleciano reforz6 las instalaciones del sistema defensivo de fronteras en todo el imperio, aunque, al parecer, y quiz por esos mismos motivos, el ta- nano de las forcalezas fronterizas del Bajo Imperio, asf como eLudmety de ios intograntes de las legiones que las ocupaban, era mucho menor que el ha- Iitual en las primeras épocas del imperio. Vale mas pensar que el ejército del ajo Imperio es producto de una evolucién gradual, y no fruto de unos cam- bnios repentinos introducidos por Dioeleciano y Constantino, como pretenden aeernos ereer Jas fuentes. Dicha evolucién debe en realidad su origen a un conjunto de causas muy distintas, si bien es cierto que sus efectos se dejaron sentir con mayor virulencia desde finales del siglo tv y durante todo el v. En cualquier caso, durante el siglo vi las deficiencias en el pago de las soldadas constituyen una quoja constante en las fuentes orientales y, por otra parte, a no le resultaba eada ver més dificil mantener los efectivos del ejército, ndo disponer tinicamente de pequefios contingentes incluso para llevar a cabo empresas en las que estaba en juego su prestigio, como por ejemplo cen las campatias de Italia, Las relaciones romano-sasénidas en el terreno mi- litar se vieron igualmente dificultadas durante el siglo videbido.a la progre- siva desmilitarizaciGn de tas fronterns orientales (véase ol capitulo 5) Tas bbandas de barbaros denominados bucellarii se haban convertide casi en par- of HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, tidatios incondicionales de determinados generales, y la figura tipica del sol- dado de esta época era la del arquero a caballo, fruto en parte de la fuerte tendencia a otorgar una mayor preponderancia a la caballeria que habia ve- nido desarrollindose durante largo tiempo; las cosas habian cambiado mu- cho desde los tiempos del legionario romano de comienzos de la época im- perial Una diferencia fundamental era gue en estos momentos habia en el ejér- cito romano una altisima proporciGn de tropas barbaras. Desde finales del si- glo 1v las tropas-‘barbaras-federadas-habtan constitaido un elemento funda- ‘mental de la organizaci6n militar del Bajo Imperio, aunque en su mayoria no aparecen includes en la Nottia Dignitaaum. Este hecho viene a confirmar la sospecha de que la Notta, que offece unas cifras meramente «sobre el pa- eb», constituye tuna guia muy poco fiable de cudl era en la prctica el eardic- ter del ejereito romano. Los birbaros aparecen de formas muy distintas: en calidad de unidades tribales, en grupos relativamente pequefios, o como met- Geriarios enrolados a las érdenes de un general para llevar a cabo una deter- minada campafa.® Todos ellos cobraban o bien por medio de la annona, es decir; ta distribucion oficial de grano que recibian las tropas a través del sis- tema tributario, o bien directamente en dinero o en materias primas. En tiempos pretéritos esas tropas bérbaras habian sido reclutadas. muchas veces Tuera del imperio, pero el proceso de asentamicnto de la poblacién barbara trajo consigo un cambio radical de la situacién; los federados proce vez mas a menudo del interior del imperio, y su nimero se increments hasta tal punter que Tas fuerzas armadas se convirtieron de hecho en un ejército de mercenarios, al hallarse compuestas fundamentalmente de elementos barba- ros. Ello comportaba un peligro politico evidente: se ha afirmado a menudo que la sustitucién de una milicia ciudadana, cuyos integrantes luchaban en defensa de su futuro, por un ejército de mercenarios reclutado entre las mis- ‘mas poblaciones a las que pretendia combatir, supuso an factor decisive en la fragmentacin del imperio de Occidente: También fue muy grande la preacupacién de los autores de la 6poca por les eonsecuencias de la batalla de Adrianépolis, y asi el tratado de tema militar de Vegecio, que probablemen- te date de esta ép0%a, refleja ta opinién conservadora en este terreno. Pero Jos testimonios disponibles no confirman la hipdtesis de que las tropas bar- baras fuetan menos leales o lucharan con menos interés que los voluntarios 0 incluso que los reclutas romanos, Ya hemos visto el poder del que Ilegaron goaar determinados barbaros que aleanzaron el puesto de magister militunt los ejemplos més destacados serian los de Estilicén, Ricimero y Odoacro. Como la mayoria de los demas grandes cambios ocurridos en el ejército tar- dorromano, también éste tuvo sus comienzos en el siglo 1, y.asi los oficiales barbaros en general aparecen mencionados con frecuencia en los aconteci= mientos militares relatados por Amiano, que abarean los afios 353-378. En las filas del ejéreito, os barbaros ostentaban unos estatus muy diversos, en- tre ellos el de faetiy gentiles, referidos ambos a grupos de colonos obligados a prestar servicio militar, 0 él de foederati, barbaros reclutados para el ejér- FL IMPERIO, LOS BARBAROS Y EL EIERCHO 65 ‘sto. titulo individual, y deditiei,prisioneros de guerra oriundos de allende {ns fronteras. Segin parece, los germanos se hallaban concentrades —como “abria esperar sobre todo en los ejércitos de la Galia, Pero también fueron wilizados en Oriente, y tenemos testimonios del empleo de este tipo de tro- ypasen el este durante el siglo wv, En la préetica, es probable que bubiera tro- this batharas en todas las unidades del ejército romano, No resulta fécil de- lerminar las causas de este cambio, que_a primera vista pucl \iliprosisimo para el imperio, y tampoco se puede relacioni himamente plausible este fendmeno con Un supuesto descenso:de la pobla- ‘on cludadiania, eireunstancia que a menudo ha venido invocandose para jus- lilicar la «caida» del imperio de Occidente®° Una explicacién seria que ‘mejante proceder Fesultaba la cosa mas sencila cel mundo, Habia grandes “ntidades, euando no verdaderas masas, de barbaros disponibles." y em- plearlos en él ejéreto constituia una forma sumamente pretica de darles una wlilidad: Resultaba mas fei los a ellos que a los campesinos, y sc niejante proceso no interferia con los intereses de los terratenientes, que por ‘ntonces ibamradqiiriendo cada vez més poder. A ello se afiadia el hecho de ‘jue ciertos grupos tribales tenfan fama de ser buenos guerreros. V1, EIERCITO TARDORROMANO Junto con ta debitidad interna, la invasion de Tos brbaros constituye tina dle las causas que tradicionalmente se aducen para explicar la caida del im- perio romano. Pero este hecho presupone adlemés Ia incapacidad del ejérci- to romano del Bajo Imperio para poner coto a la situacidn.” Lina primera ccuestién es la de su tamafo: ge6mo era de.grande el ejército del que dispo- nia el estado tardorromano? Aunque resulta bastante arduo realizar un céleu- to sobre la bass de la Notitia Dignitanum, que recogr el ordenamiento del cjéreito de Oriente aproximadamente en el aflo 394 y cl del ejército de Occi- lente en c. 420, parece verosimil postular unos contingentes de cuatrocientos mil hombres 0 més, segdn la interpretacin que se haga.* Juan Lido, autor bizantino de mediados del siglo vt, da una cifra que asciende a los cuatro- cicntos treinta y cinco mil hombres (De mens, 1.27), y poco después, otro es- itor, Agatias, nos habla de seiscientos cuarenta y cinco mil (Hist, V.13), pero probablemente estas tiltimas estimaciones sean exageradas, incluso si fs tomamos como mero céleulo soe el papel. Resa senilamente incre ile que el imperio hubiera podido sostener un ejéreito tan grande, por lo mos visto, la Notitia tampoco tiene en cuenta la enorme proporeién de tro- pas barbaras federadas que realmente Hegaban a entrar en combate. Agatias Teeonoce que en su época los efectives del ejéreito habian quedado reduci- dos en realidad a ciento cincuenta mil hombres: «Aunque el total de las fuer~ ‘as armadas debia aseender a los seiscientos cuarenta y cinco mil hombres, sa cifra habia ido disminuyendo durante esta época hasta los ciento cin- Vv ead ‘Bh MUNDO MEDITE WUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA ‘cuenta mil escasos» (Hist, V.13). En cualquier cx la retirada de Britania, la pérdida {,fetada de Britania, la pérdida del Norte de AMrica préticamente sin re pniieso ae Ja movilizacion de-tropas-dema— wid sata Lo er equa pr del oo yeaa mesa gotiemo de Ocsidente no estaba seelamente en condiciones de contol imperio por medios militares Debemos conclu, por tanto, Gu lee cing ders levadss nos den muy poco o nada respect logue stan ca Foalad los eectivos disponibles Cuesta bastante rer quo ol eat de Doseian conser de eutrocientos mil hombres ins et sania ina suc ans carga enorme, yes viene que enseguia ests dif pando no imposible mantenera, LI nwo de (Odo ello tiene que ver con factors pati y eons po tm pr faq a Gree mn Ja riquezay el poder cada vez mayores de los gi je tes y con la incapacidad el gobierno central de Oridestc de eterna oe manos unos restos nfentes (ease el captalo4), et conan edo os cambios producidos en el sistema de fonteras 0 ce seten des os autres ana su progeso dtentr, debe am ontexto de las transformaciones a largo plazo S modueon en os esto de setae ely on se 60 de os cambios econsmicosy sociales en general Para los hombres de saul oc lone dentro hab sums any ehsion Paramente omocional se equparaba automalicaments cualquier flo che imantenininto das deensasrntrzs co el hho de ej par barbarose, Las fuentes afirman que Diocleciano refored as fronteras cons. {ruyendo yrestaurand las placa fuertesstuadas en e ines. mientras Gs le Constantino dicen que las deblitée ‘a convertrlasen un ejérelto movil mientras que al eeirat deals ae open fees defensas fronterizas llevado a cabo eo) oMteeeee Sma nacinngeyte rig eae la mayor parte de ellas ha quedado desierta (Zs, 1134). or aE stad a siuacn era mucho ms comple Pee aa elas fuentes literariasy fo difeil que resulta evaluat los te Constant de laguesuele denominrsedeensas en profundiad, sian detrs de a zona fonterieapropiament deh, can es rio sea a . ls serie de-Instalaciones, como torres de vigilancia o bases de suiciencia imonios ar- desarrollo i PenetraciGn de los barbaros en gene nde {panlesto que ya no era posible realizar una moviia soos sep done TR EEE ,jrovisionamiento Fortificadas, entre euyss funciones se contaba la de asegt= vn etsistema de suministros a las tropas de primers linearque quedaran, 0 vi- vil y. en Ta medida de lo posible, controlar a los birbaros instalados en el venikeris romano, En aquellos momentos tesultaba imposible conservar vin linea defensivas eapaces de mantener a los barbaros fuera del imperio, ‘vi lo ponen de manifiesto una serie de importantes medidas adoptadas a jinel local: Dichas medidas diferfan mucho de una parte del imperio a otra, ‘i: penuliendo del tipo de terreno y de la naturaleza del peligro; en la Galia cplentrional fueron apareciendo gradualmente una scrie de fortalezas. sone largo de un dilatado perfodo de tiempo; en el Norte de Africa, el \csnominado fossatum Africae construido al sur no sirvié de nada frente a los vundalos que eruzaron el estrecho de Gibraltar; en Oriente. donde nunca. ha- Iva habido una fort : propiamente.dicha, las zonas-desér- fhets peo ui lade: ¥; por otfo, la poderosa arganizacién military Ia politica srresiva de los sasénidas ofrecen un panorama muy distinto. Las dltimas in- vstigaciones dan a entender que las numerosas instalaciones defensivas des- Mbvertas en les regiones frontetizas de Oriente a finales del imperio tenfan por objeto ii6 sol la Gefensa-del territorio frente a los invasores Hegados de Mera del imperi, sino también el mantenimiento de la seguridad interna del secre El ehito aparente del sistema defensivo de los inicios de ld époea im- prial se debié en gran parte a que en In mayorfa de las regiones no existia Vinstin peligro serio; por el contrari, en cuanto la préetieatotalidad de las timitivas fronteras se vieron amenazadas, se hizo patente que no habia la thenor oportunidad de mantenerlas como estaban, ¥ no hubo mas remedio {jue recur a toda clase de expedientes,fueran Jos que fuesen, en la medida ‘cn que lo permitieran las condiciones locales. El caso que mejor nos permite “hservar el eambio acontecido es el de las provincias del norte, donde puede Comprobarse que las antiguas coneentraciones de Tuerzas situadas a orillas ‘ial Rin y el Danubio fueron sustituidas por una mezcla sumamente frag- tnentada y compleja de defensas ad hic, a menudo inGtiles” Lado Jo conft- Aide las condiciones reinantes en el siglo v, a menudo debi de resultar di- ficil saber exactamente no S610 quien era el que se defendia y quién el que atacaba, sino también, in amenazaba a quién. Los factores politicos ve- nian @ ngravar los de cardcter local. Ya en el siglo m, cuando la Galia se con- vitid en escenario de la aventura separatista protagonizada por el denomi- ado «imperio palo», habia resultado sumamente dificil distinguir la Kinea Givisoria entre gobernantes Iegitimos y usurpadores:* en el siglo v, en cam- bio, cuando el poder real pasé, como hemos visto, en muchas ocasiones & ma- nos de los jefes militares germinicos, el abandono oficial de Britania decre- {ado por Honorio se vio precedido por el derrocamiento de Constantino 111, proclamado emperador pot los soldados de Britania; ms tarde se produjo en Maguncia la proclamacién de otro antiemperador, Jovino, al parecer debido al apoyo que le prestaron burgundios, alanos y francos. En medio de la con- fusion producida par todos estos acontecimicntos, la subida al trono en 421 de Constancio, tras derratar a Couslautino IIT y easarse con Gala Placidia, no a CS BALA supuso mais que un episodio pasajero dentro de una situaci6n en la que casi siempre debié de resultar sumamente dificil distinguir quién era cada cual. Teniendo en cuenta que en determinados periodos no podemos conside- rar al ejrcito romano —al menos en Oceidente— mis que una mera con: Juncion de elementos diversos sin estructura y sin control unitarios, no ede extraflar que resultaran tan difcles la organizacin, el aprovisionamiento y elmando de los diversos cuerpos que constituian el ejéreito durante el Bajo Imperio. Aun quedéndonos con unas estimaciones més razonables del ver, dadero mimero de tropas existentes de lo que ha venido siendo habitual, abe pensar que el simple mantenimiento del ejcito plantearia en el silo y luna enorme cantidad de problemas, uno de los cuales sera sencillamente 1 de su elevado coste. Desde el momento en que se permitié y se fomenté él esentamiento.de-los bérbaros en terrtorio romano, las tronteras dejaron de tener por objeto constituir un freno raranable para ellos, mientras que lt presencia cada vez ms mumerosa de bérbaros dentro del imperio, junto eon las actividades de determinados caudillos germénicos, como Alarico o Gai, ‘as, ponen de manifiesto que las mismisimas fuerzas armadas corrian el ries, 80 de convertrse en un ejército de bérbaros. Las dficultades plantendas por eLreclutamiento de los soldados, debido al poder cada vez mayor de Tos te. ‘ratenientes y a su Bula disposicion a permitir que los obreros abandonaran el trabajo, y los problemas de aprovisionamicnto ¥ el debilitamiento de lag estructuras gubernamentales, sobre todo en Occidente, fueron los factores que vinieron a incrementar las dificultades del ejército romano del Bajo lin. Detio, y los responsables de que en Occidente resultara imposible su control Y en definitiva su mantenimiento, Ast nos lo demuestran la perspectiva de gue disponemos hoy dia y los testimonios arqueol6gicos, por muy dificil que sea su interpretacién. Por lo dems, basta reflexionar un instante sobre-lag ideas politicas expresadas en nuestra sociedad para comprender que no de. bemos tomar al pic de la letra las quejas contra el ejército que tanto abundan en nuestras fucutes, muchas de las cuales se dedican a cantar las alabanges ce lunos tiempos pasados supuestamente mejores y, por desgracia, ya desaparc. cidos para siempre. Las fuentes literarias poseen una retGriea muy pectin, que no podemos perder de vista en ningin momento. Una cosa es que Sine. sio de Cirenaica, que conocié personalmente la cruda realidad de ls vida do Provincias, afirme con fatigada resignacién: «La Pentépolis ha muerto»:® pero cuando ciertos historiadores conservadores, como Zésimo o Procopio, amigos también de adoptar tonos lastimeros a las primeras de cambio, no son capaces de entender la profundidad de los cambios estructurales acontecicios ¥ prefieren echar la culpa de los hechos a una serie de factores morales o in: Gividuales, deberiamos calibrar hasta qué punto se hallaban condicionados £308 juicios por el tipo de educacidn y por el bagaje cultural de quienes los emiten, Resulta dificil no llegar ala conclusion de que el factor més importante de la denominada «decadlencia» del Bajo Imperio y de su incapacidad para mantener el contra! politico de Occidente fue un feuimeno tan inopinado o EL IMPERIO, LOS BARBAROS ¥ BL EIFRCHO as migraciones bérbaras. No obstante, pensar que éstas fueron ven nvasonsstapone no entender el meolo del asunto; seas tam ‘lun conficto militar con objetives concretos como de un proceso wad * inexorable de inlilitasign-de. pueblos barbaros-en-tos.antiguos errs Iimperio y en todos los nivel de la sociedad romana. Como se ha ino ditimamente, no es que fueran grandes contingentes de invasores |Ine wenian a arrollar ala poblacién anterior. Dado que todavia siguen sien- igracién constante de puc- sn eur as uss que provocation eva migra constant de pus ium progedentes del norte, casinos Neos olden concur aue ral via reason ela en euiatento de ster il petro ‘hin de Oeeiente Claro qu ls expisncones demaiad sencilas nonca ee para ft cambios htgricosconpljon. La actu negatva de lose inos ante los bétbaras. y-su_propensign a — Scone cay wo 1s ¥ malos, contribuy. ran yrandes rasgos, en términos de buenos y mal uy 20 HE = ‘itt avarice hero i a interac yaa de os inirbaros resultaran-mas-dificiles. Al mismo tiempo, el pacers pa ' ‘nto de Jos barbaros en las provincias.de Occidente, ara = > o tide por las autora, y el empleo decontinsntes de bébaros en el “ret romano tajeron consgo en as estrctras socal, econémieas ares, yen muchos casos ssmarmentepresai, nos cambios may profn- a ene utualeza no fueron eapaces de entender sus contempordneos, quienes ademas Tenian pocos medios para controlar a: Neston podens comprobar —cosa que ellos acaso no pudieran hacer— que slestuda iba des: tlitarizdndose a pasos agigantados; os soldados eran uiliza os con mucha iecvencin en ares eszciatmente civil tempo gue eran wd dapendfa ada vez ms de os mercearos Bara one. presen Sndones de contaar con eft” Recrdams sn et faa Ear eres precise pansion 751 a0 Aeneas Cone cach siglo v un fortalecimiento del Sfnilres Olen conoui dure siglo i velcro ev y tna ereciente prosperiad econdmica, manners Per aess Hea eee peo i mnie Afoturas administrate militar fo Baste it ree ie Se eile de pores ea scala en Ozsidente duraie rein i Tsao slo ete Resto deere Data pts eons importaneta decisiva de las diferencias locales a la hora de explicar los bios hist6ricos. 3. IGLESIA Y SOCIEDAD Durante los ochenta afios transcurridos aproximadamente entre el deno- minado edicto de Milin (313) y la promulgacion de la legistacion antipagana de Teodosio 1, culminada aproximadamente en 391-392,'a Iglesia eristiana y sus obispos fueron ganando una posicién fortisima dentro del estado roma- no. La mayor parte de los historiadores estarian dispuestos a admitirasimis- mo que por aquel entonces el cristianismo constituia un factor muy impor- tante dentro de la sociedad en general, aunque todavia estuviera muy lejos de ser la religi6n profesada por la totalidad de la poblacién, Precisamente la— importancia-concedida alenémeno de la cristianizacidn en todas sus formas -te,préctica, arte y arquitectura, u organizacién social— constituye una par- te importante del moderno concepto de «Antigiiedad tardia»2 Pero las for tmas_en que los historiadores modernos ven dicha evolucién son. muy va- riadas,_y_asi unos mantienen la actitud hostil propia de Gibbon, y otros ‘manifiestan las perspectivas triunfalistas presentes en muchas obras cuyos ‘autores son cristianos comprometidos, Segtin una teorta materialistaestricta, el cristianismo.constituye la ideologia autojustificativa de una nueva estruc. tura de poder erigida sobre la base de-iina desigitaldad mayor ineluso que la ya existente.’ Pese a no compartir este enfoque ideolégico, A. H.1 hace también del desar un factor decisive para-explicar-a .* Todos estos objetos suelen evar impreso algiin contraste 0 marca oficial de la plata, que permite datarlos con bastante exactitud. La mayoria de las iglesias paleocristianas sirias son de un estilo extremadamente sencillo, aunque también en csta regitu empeziron levantarse enseguida edificios mas elaborados, siendo los mas espectaculares los de tos centros de peregrinacién como San Sergio de Rusafa, en las proxi- midades del Eufrates, donde en el siglo vse construyé una catedral que vino a sustituir a otro edificio de época anterior, 0 el santuario de San Simedn el Estilita en Qalat Siman, donde se levant6 una gran iglesia, con su monaste- rio adjunto, y otros numerosos edificios, que rodeaban el pilar sobre el cual vivié el santo durante més de treinta aftos." EL PAPEL De Los onispos Las nuevas iglesias, sin embargo, no eran edificios meramente decorati- vos ni destinadis dnicamente al eulto; muchas de ellas constitu‘an auténticos cotos vedados de. los. obispos, a quienes proporcionaban el marco mas ade- cuado en el cual ejercer su labor de adoctrinamiento moral. sotial y religin- 50; y téngase en cuenta que dicha labor representaba uno de los elementos JLESIA Y SOCHEDAD 5 ‘uinstamentales del papel desempenado por los prelados, Sabemos.de la-exis- via en esta epoca de, niumerosos obispos influyentes, cuyo.poder se exten jus mas alld del ambito que en la actualidad considerarfamos puramente \ipioso® el precedente lo sent6 el propio Constantino. al-concederles juris- livcion secular, y asi en determinadas zonas alcanzaron una hegemonia que {iw incrementandose a medida que iban aumentando las dificultades con las junc chocaba el mantenimiento de la administracién civil. En san Ambrosio vic Mikin podemos ver la figura de un clérigo ambicioso, avido por consoli- {a toda costa su posicidn, y eapaz en ocasiones de ¢jercer una enorme in- ivencia sobre el emperador Teodosio I. Otro obispo «politico» fue, esta vez ‘v Constantinopla, san Juan Criséstomo (véase el capitulo 1), aunque el as- ‘Histo de sus costumbres lo hicieron, al parecer, bastante impopular. El his- ‘oviador de la Ilesia Séerates comenta el gran nimero de enemigos que se hije6 por la severidad de su doctrina moral y por su costumre ‘wahyar a los contumaces: \ 1a dar crédito a estas uejas era la cos- Lo que contribuia en gran parte a di as era I cs tumbre del obispo de comer siempre soo y de no aseptar nun Ins invtacio ne alos banquets, Lox motives que tenia para acta de ese modo no ls co hnocia nadie a ciencia cierta, pero algunos, deseosos de justificar su con airman que tenia un estémago muy delicado yuna digestion muy dif vien- dose obtigndo a observa una deta rigurosbima otros en cambio, achacan st hegativa a comer en compaiifaa la severidad de la abstinencia que solia guar- dar (Séerates, HE, VI,4)."" {A diferencia de san Ambrosio y de san Juan Cris6stomo, san Agustin, el ins grand de sus contemporincos,cuya conversin se debié en gran parte "1a influencia de san Ambrosio, permaneci6 casi siempre en su didcesis de la (seura ciudaul orteafricana de Hipona, c2eribiondo eu voluminoss aba, pre tlicando y levando una vida casi monistica. Los obispos cristianos eran per~ icctamente conscintes de I importaneia que ten I comunicacin,y san ‘Agustin fue todo tn maestro en el arte de Ta oratoria y la docencia; eserbi verso tatados sobre la mejor forma de ganar para I comunidad a indivi duos de toda especie, desde el personaje mas culto hasta el més jgnorante. Por desgrasa no podemos evar el impacto que puis tener en com nidad este modo tan inerefblemente actual de entender Ia psicologi del pa bio, yeas n tenemos mas remedio que conclu que su genio ve malgast6 en una didossis tan pequeBa. A pesar de todo, el nivel aleanzado en el no de los despazamientos y de ta activided epistlnr por determinados citeulos eclesdstcos y por sus seguidores de Ia clase superior fue tan alto, ue ideas einfluencasleparon a propagarse con suma rapier noes extra: jo, por tanto, que sn Agustin se mantuviera en comuniaciin no s6lo con personajes como san Ambrosio 0 san JerSnimo, sino también con algui Aristeratas de Roma, algunos de tos evales se refugiaron en su terrtorio a taiz del saco de Roma de 410.” Personaje totalmente distinto fue Teodoreto, 1 HE MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA obispo a mediados del siglo v de C dad de fa Si le Ciro, ciudad de la Siria septentrional autor también sumamente prolifico, tedlogo y polemista, que llevs ‘ ; olemista, que Hev6 una vid igualmenteapitada, esta ver dbido a los problemas pices solos on su didcesis por una mayoria de predicadores sitios y unos cuantos ascetas su, mamente exéticos La postura teolégica de Teodoreto fue condenidia pos. teriormente en un concilio ($53), convirtiéndose en su propia época en un Personaje muy controvertido, al que el propio emperador prohibig sali de su sede episcopal en 448, so pretexto de que perturbaba la paz. No obstante, por ‘mucha energia que demostrara en I defensa desu ereencias doctringles, sus pPistolas ponen de manifiesto la atencidn y el cuidad a mo a la labor pastoral I co an Con el transcurso del tiempo, lai spos, lejos de di Co curso del tiempo, la importancia de los obispos, lejos de dis- ‘minuir, fue atimentando mas y mas-Por lo general procedian aah clasesal- ‘a3 mds cultas'y-a tirenado habian recibido una esmerada educacién en el le. “RD reno de la ret6rica clésica, que seguta constituyendo el ncleo esenclalde la ensefianza superior. Dada la confusa situaeién reinante en ( ¢ duran- te .siglo-¥-los-obispos.se-vieron a menudo desempefande a sacri defensores. de los.valores deta civilizacién; dle ese modo, algunos de ellos, como san Martin de Tours, se convirtieron en objeto de culto poco tiempo” después desu muerte." Ao largo del siglo vt fueron adaptandose poten ‘mente a las necesidades impuestas por los nuevos amos de la situacién; tal fue el caso de Venancio Fortunato, panegirista de Ia dinastia meravingia y ‘amigo personal de la reina Radegunda, posteriormente clevada a los allares, que se habia retirado a un convento de Poitiers, ya la que Venancio dedicé diversos poemas corteses, como el que transcribimos a continuacion, escrito al regreso de un viaje realizado por la egregia sefiora: ‘i {Cm es gue ha vuelto ami ese roxio on s radiant lz? gQué te re tuvo lejos yansente tanta emp? Contig te least ns feuds ee reqreso mela devuclves, haciendo que ia doi Resurreesion se won fee signa de dole celetracis. Atgue abora a siminte empier spans tar en los surcos, al contemplar mis ojos este dia, ya empiezc es te ‘sosecha... (Venancio Fortunato, 8.10, segtin la trad. ing fe Cones onde set Ne - i de cogs, Ventas Paulino de Nola constiuye oto Je otro ejemplo de personae del siglo v qu procedente de un ambiente acomodado, senuneis en been ants ecu «quezas para etablecerse en Nol, cudad de Campania doede necrrale a gran labor de patrocinio en la esfera religiosa, construyendo un complejo de fleas cn hoor de a rp patton sn ae dl mmo moe migo Sulpicio Severo lo hiira en honor de san Martine a ae le san Martin en la ciudad gala de La importancia cada vez mayor del it : aor del papa, comentada ya al reterimos at pono de reer ages COLSO es tn In luicion poten dea época sing tambien dela hind a eng IGLESIA Y SOCIEDAD, n ‘olde ta que hicieron gala muchos otros obispos. Bra natural a todas luces ww 1a dideesis de Roma ocupara una posicién eminente, tanto en el Ambito |v lv autoridad secular como en el del prestigio religioso; igualmente el pa- ‘uicit de Constantinopla, si bien no era técnicamente superior a los otros vuteiareas de Oriente (el de Antioquia, el de Alejandria, y el de Jerusalén), ‘wir siempre la posibilidad de interyenir de un modo més personal en la po- lives estatal, como harfa san Juan Criséstomo, y de mantener una relacion vis esteecha con el emperador, que a su vez intervendria a menudo en ef slvramiento o la destituci6n del patriarea. En el afio 553, fecha en que fa- iw el que venfa ocupando la sede episcopal de Constantinopla, justo cuan- Jw «laba comienzo el V concilio ecuménico, convocado por Justiniano, el em- lor se encarg6 de promover a un candidato\que, segdn su opinién —y ‘© equivocaba _, habia de contribuir a imponer las tesis imperiales. No tante, en 565, el propio Justiniano, tras cambiar Sus opiniones en materia \ociinal, no tuvo empacho alguno en destituir al miismo individuo, que en ‘ti ocasién se negaba a apoyarlas. Las relaciones entre la Iglesia y el estado ‘u cran, sin embargo, tan simples como este ejemplo podria dar a entender: »s actuaeiones despoticas y expeditivas como las que acabamos de ver no ‘onstitufan en la préctica la tonica general, y las teorias del llamado «cesaro- pismo», esto es, el supuesto control de Ia Iglesia ejercido por el gobierno, ‘nian mucho més lejos. (CONFLICTOS ENTRE LOS CRISTIANOS: L08 CONCILIOS DE LA TOLEStA En general. podemos afitmar que.los emperadores.no.se.abstuvieron de intervenir en el terreno religioso. A menudo este tipo de actitudes daban lu- yur a episodios violentos, como cuando la legislaciGn severamente antipaga- tna de Teodosio 1 promulgada en 391-392 (CTh, XVT,10,10-12) indujo a Tos \vistianos de Alejandria, instigados por su obispo, Te6filo, a poner sitio al van templo de Serapis y en ditimo término a destruirlo (véase el capftulo 1), También otros templos importantes fueron atacados o arrasados por la mul- Litud, por ejemplo en la ciudad siria de Apamea, o en Gaza; tal es también el ‘ontexto en el que debemos situar el asesinato de Hipatia, la filésofa neo- platénica maestra de Sinesio (véase el capitulo 1).!* Pero también se produ- jeron incidentes violentos entre grupos cristianos rivales, un ejemplo de los Cuales nos lo proporcionan los enfrentamientos entre arrianos y ortodoxos {que tuvieron lugar en Constantinopla a comienz0s del siglo v. Los monjes po- dian ejercer una influencia nefasta en este sentido; tal es el caso de los Ila- mados «lnsomnes» (Akoiméio’) de Antioqufa, quienes provocaron tales dis- turbjos en Constantinopla que las turbas rivales se lanzaron contra ellos en 46 y hubieron de ser desterrados para poder mantener la ciudad en paz. Los dos grandes concilios de Ia Iglesia celebrados en cl siglo v,el cle Bteso-de 431 yelde Calvedonia de 451, se vieiun prevediidos por violentas escenas de en- Irentamsiento entre Tos partdarios de ls diversas tess; tl fe la Turi que al- KE) YQ HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGE DAD TARDIA, canz6 en 431 la rivalidad existente entre Cirilo de Alejandifa y Nestorio de Constantinopla que a punto estuvieron los propios prelados de llegar a las ‘manos;"? en cuanto al II coneilio de Efeso de 449, también concluys con es. ‘cenas violentisimas. ‘Como vimos en el capitulo 1, los tres grancles conclios de la Ielesia se ce- Iebraron en esta época: Efeso (431), Caledonia (451) y Constantinopla (Ila- mado V concilio ecuménico, 553-554); pero aunque éstos fueron los mas im- Portantes, no fueron ni mucho menos los tinicos. Desde que se celebrara el Tconcilio de Nicea (325), habia venido fortaleciéndose la idea de una fe ui versal definida en un concilio general de los creyentes, y por esta época atin se- ‘gufan debatigndose numerosos puntos trascendentales que iban desde la cr tologia a Ia autoridad de las principales iglesias, sobre todo (especialmente durante la segunda mitad de este periodo) a la de Constantinopla respecto de Jade Roma, Ademiés de publicar sus actas, los concilios promulgaban también sus acuerdos (), incluida la.continencia sexual .senfomne a iw: preeetos el fi6sofo griego aresico Pigorascuyo modelo bts ds ‘suited, por ejemplo, por Jmblicn, autor de comienzos dl sgl en ‘ha tlada De vita Pthagorice En cambio, algunos eistianos al menos cron ms alte intentaron emular ejemplo propuest en lo elton de ts tentaciones de san Antonio, drglendo mis su atenién al modo de evitar lon: placeres earnales y adoptando las formas més raras imagin: ticaeion.® a hy quien ha afirmado que el monacato fue nna ¢specie de movimi ter enon dies nial pro oct xe | ideal ascético en general (renuncia a las comodi afc epoca latulas lis ropas dé abrigo, a la dieta saludable, al aseo personal y so mod. laciones sexuales) habia alcanzado. onderancia ent Bek initivos eristianos desde fecha muy temprana.* Para poder cate a ts tan paras en ue eee asi en Anisnedad arc Vid de san Antony bud 3 en Ata, eta porta Eta shape nods cs devia tic, cons cOntaposn ene inno y espinal uta, ss expelunates cea dee super I tentacién, yu pio decorado, el desert, donde hast los eones son do- mas por pder expiant var, Pr fr oon, convo “neta coors para od stn ie ead, Sn Azusi w0 Te ins del podeovo fete queen poco anes de su conversion a vie suction erstiana, cuando fue Milan en 387; 6 y st amigo Alip in visita de un eristiano llamado Ponticiano quien eats Nome cont ls historia de Antonio, el monje egpco, nombre 0 ieee boom iu einen (Agus st fabio con Di sis he Eanes ni Alipio ni yo habiamos ofdo hablar de él. Cuando se enteré de ello [Ponticiano], se recred en contarnos su historia, inspirando a nuestra ‘san socio ea grande ge oe y dro amo porisccanacs Jeque w spice de. Dea pt cn habeas mtu gat etl en ema ic eon or ap de rs ane eer Con, S14, fp uaingl de H. Chodwik, San Augustine. Confessions, Ox 1991, p. 192). Los mons desarolan ess inten seid otis, queen ccasins da lg svi ferono ene else avis es Novant, serene separ el en ener oi sme. po, del movimiento asec en penera, apart de que”) THE Hens) Is prion netic hain clad idudablement en toda Sociedad. Durante el siglo v y sobre todo en Sia, algunos acta adoptaron 86 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA unas formas de ascetismo absolutamente espectaculares; tal era el easo de los estilitas, que llegaban a vivir durante afios sobre plataformas dispuestas en lo alto de columnas erigidas al efecto. Los més famosos entre estos personajes {ueron los dos Simeones —el primero de los cuales muri6 en 459 tras pasar se casi cuarenta afios viviendo en una columna levantada en Qalat Siman, en Siria, mientras que cl segundo, cuya vida se sittia ya en pleno siglo vi, erigi6 su pilar cerca de Antioqufa—, y Daniel (muerto en 493), disefpulo del primer Simeén, que se pasé treinta y tres aflos en una columna cerca de Constanti- nopla. Estaban después los boskof, que se alimentaban s6lo de hietba y brotes de plantas, y otros que se encadenaban y vivian en establos. Habia in- cluso quienes renunciaban hasta tal punto a la vanidad y presuncién munda nnas que se jactaban de no estar en sus cabales. Etre estos dltimos habia hombres y mujeres y, a modo de ejemplo, podemos citar a un asceta del siglo llamado Simeén el Loco, que desafiaba las convenciones hasta el punto de intentar en una ocasiGn baitarse en las termas de las mujeres en Emesa (Homs), con lo cual Io unico que consiguié fue ser expulsado a golpes por las mujeres que habfan acudido a los bainos (Leoncio, Vida de Simedn el Loco, 14). Otras formas de ascetismo, en cambio, comportaban el ejercicio de la ca idad préctica, como demuestra el caso de Eufemia de Amida y su hija, o el de la hermana de Eufcmia, Maria de Tella, recogidios por Juan de Efesoy las tres santas mujeres se pasaron la vida cuidando a los enfermos y a los nece- sitados, y no se arredraron cuando se vieron en la necesidad de embarcarse para ir en peregrinacion hasta Jerusalén, Como suele ocurtir con casi todos los fenémenos histéricos, hay varias razones que justifican la popularidad y prestigio de estos santos varones y de estas santas mujeres, tan habituales en Ia época. La obra ya clésica de Peter Brown sobre este tema sugiere que toclos estos casos —sobre todo los de Si- ria— deberian ser estudiados en términos antrapol6gicos, considerando que reoponderian al tipo del patrono rural, cuya fuuciGu serfa la de mitigar las tensiones y dificultades experimentadas por los campesinos.* Aunque el ar- \iculo de Brown supuso un gran estimulo para otros investigadores, hubo quien enseguida intent6 enmendarle Ia plana: se le objet6, por ejemplo, que @ menudo esos santos aparectan en grandes ciudades o en sus inmediaciones, donde indudablemente habrian atraido la atencién de las minorias acomo~ dadas o incluso la del emperador —como seria el caso de Daniel el Estilita— se le ha reprochado ademés que las explicaciones de tipo funcional respon- den simplemente a un elemento del relato, y en particular quc no nos dicen c6mo eran vistos esos ascetas por sus contemporsineos, ni tampoco necesa- riamente cémo se veian a sf mismos:" Efectivamente, habia muchos tipos dis- tintos de santos y santas; desde luego no deberiamos pensar que se trataba de un fen6meno exclusivamente rural, aunque la idea ascética de aparta- ‘miento del mundo encajarfa especialmente en los ambientes rurales 0 proxi- ‘mos al desierto, La retirada a las soledades mas remotas constituye todo un 16pos de Ia literatura monastica: v, sin embargo, cuando el asceta se retiraha al desierto —tanto al del Alto Egipto, como a los de Judea o Siria—, en la IGLESIA ¥ SOCIEDAD 87 puactica solia establecerse no demasiado lejos de las zonas pobladas, de las hw: dependia para la obtencién de la comida y para su supervivencia. La ar- jucologia ha puesto de manifiesto que el desierto de Judea era eruzado por ntvincada red de caminos qu unfan unos monasterios con otros, y sabe- tos qe en muchos casos Los monjes mantenian estrechos vinculos con la or- Inizacion eclesiéstica y con el patriarca de Jerusalén. Ademés, la dieta ha- Iniual de los monjes consistia, al parecer, bésicamente en pan, para lo cual hhabria sido imprescindible comprar trigo, a menudo a muchas leguas de ca- ‘nino, pues no se erfa grano en los ambientes desérticos. Otras actividades ti- jricas de los monjes, como el trenzado de cestos, serfan indicio de que reali- aban transaesiones comerciales de algin tipo con el, mundo exterior, mnientras que 1a propia edificacién del monasterio supondria una inversién ‘ondmica de prmerocden y habia enido unas repereusiones considerables ‘be toda la economfa local. En efecto, los propios monasterios de los siglos vy vt levantados en el desierto de Judea, al norte y al sur de Jerusalén, se ins- triben en el proceso de asentamiento de a poblacién en los territorios mar- ninales, que constituye uno de los rasgos mas sobresalientes de Palestina y Si- 1 durante este perfodo (véase el capitulo 8). H La hospitalidad constituia, en efecto, una de las principales obligaciones ule los monjes, ¥ asi, por ejemplo, el cenobio de Martirio, situado no lejos de lerusalén, tenfa una hospederfa bastante grande para los visitantes, provista de iglesia y cuadras. Para escapar de la gran cantidad de visitantes que, al pa- recer, los seguia, algunos anacoretas adoptaron la téetica de trasladarse de un Sitio a otro, si bien el papel del santo varén comporta entre otras cosas Su in- {cracci6n con el resto de la sociedad, como en realidad hiciera san Antonio: ide ese modo, pues, lo mismo que tantos otros, Amén, uno de los primeros monjes de Nittia, en Egipto, recibié a numerosos visitantes y obr6 milagros para ellos. Los monjes tenfan necesidad de otras personas sobre las cuales bjercer la carldad, y ta hoypitalidad vonstitufa una parte fundamental de su modo de vida. En las Vidas de los Padres del Desierto se alude a varias de esas visitas: Nos dtuvimos tambitn en Nita, donde encontramos a muchos nacre gues ra rls da iy fret Tas ls stacban por sus virtues thalzaban unos con oto eel igor des asce- thao, erindos cada uno en superar la manera de vide vecino, Agi tor se dediaben a la contmplacon, oes en cambio, ala vide activa. En oan nex van, aungue todavia extbamos los, en medio del desert, or esate a nso ess ara rns gh, Ton et ples) tos plan nuesiras vexdrasAlgunon nos initaron aco Tnevedor nos exhotarona aprender ls vides y oto en fia delcaros Tatsotemplacon yal eonosmiento de Dio Cada uno se apresurabu a ws Enmucaro proveeho el arte que ties (Vidas de fos Padres del Desierto, e- fle ing de Rosell p05) 88 EL MUNDO ME TERRANEO EN LA ANIK EDAD TARDIA Los textos literarios nos permiten constatar que este tipo de ascetismo era una euestién no sdlo de teoria, sino también de practica, de suerte que el monje estaba obligado a quejarse de los vsitantes que venian a estorbarle en su oraci6n, y al mismo tiempo tenia que animatlos a venir a visitario, Del ‘mismo modo, aunque el asceta vivia muchas veces en una ciudad, uno de 10s grandes temas de discusién era si en efecto podia practicarse la Santidad en lun centro urbano. Seria un error, no obstante, exagerat la nota y plantear la ‘cuestién en términos de enfrentamiento entre vida rural y vida urbana, pues en el discurso mongstico los términos «desicrto» y «ciudad venian a repre- sentar Ia espiritualidad personal y los vinculos externos respectivamente, y ‘no designaban un lugar propiamente dicho. Por otra parte, del mismo modo que el santo varén tenia necesidad de otras personas, toda comunidad, pot Pequefia 0 grande que fuera, tenia necesidad de su santo: es posible que no se le llamara con demasiada asiduidad, pero su presencia y su santidad eran imprescindibles. Todos los sectores sociales lo daban por supuesto. De esa forma, hasta un autor tan sofisticado como Procopio cuenta emo ctiand los arqueros heftalitas que servian en el ejército del rey Cavadh de Persia inten- taron asaetear al santo var6n Santiago, las flechas se negaron a sali de los ar- os Santiago se habia retirado a un lugar apartado, a dos jornadas de la cl dad de Amida, donde se alimentaba tnicamente de semillas; los habitantes de la zona habian construido para él un ristico albergue, provisto de unas ‘cuantas aberturas que le permitian mirar al exterior y conversar incluso con la gente. Cavadh le pidis que devolviera el poder ofensivo a sus arqueros, pero después, ras prometer a Santiago, que habfa aecedido a sus peticiones, concederle todo lo que pidiera, el santo dijo que solo queria que le garan zara la seguridad de todo el que acudiera hasta all solicitando asilo y refugio de la guerra (BP, 175-11). i ‘Como gran parte del material utilizado por Peter Brown en su primer ar- jlo, este ejemplo sc sitia en Sia, y dese luego es evidente que, aunque san Antonio se retir6 al desierto de Egipto el ascetismo conoci6 un especial Vigor en Siria, donde adopt6 ademés unas formas bastante curiosas Ello debe sin duda alguna al hecho de que los ideales ascéticos ya estaban alli muy arraigados, y no se limitaban s6lo a los cristianos: gndsticos, marcionitas y maniqueos predicaban también la renuncia de todo lo mundano. Vale tam- bign la pena sefalar, sin embargo, que desde los tiempos del primer gran autor cristiano en lengua siiaca, Etrén de Nisibis (muerto aproximadamen- te en 373), la tradicidn ascética sia adopt6 unas formas particularmente se veras.” Tienen también bastante importancia las cuestiones més generales relativas al desarrollo del cristianismo en Sitia, fenémeno considerado con frecuencia sumamente peculiar, y su consiguiente influencia sobre el resto del imperio (véase el capitulo 8) IGLPSIA Y SOCIEDAD. 89 U1 AIEEE CRISTIANO ¥ LOS OBETOS DE RECUERDO. LAS PEREGRINACIONES Otro de los fendmenos cuyos desarrollo se remonta a la titima parte de ‘nuestro periodo es el uso cada vez més frecuente de las imagenes religiosas ¥ el fervor por las efigies de Jesucristo, la Virgen y los santos Pese a la prohi- icin de venerar representaciones pldsticas heredada del judaismo por los ‘vistianos, a finales del siglo vi empezamos a encontrar los primeros testimo- nios de iconos o imagenes portatiles, a menudo pintadas sobre madera, en el cstilo que tan famoso se baria en época bizantina, aunque esos mismos mo- livos étan ya habituales en otro tipo de soportes muy distintos, como por ciemplo en pequeios objetos, generalmente de marfil, o también en grandes \uperficies, como por ejemplo en bordados 0 en los mosaicos de las iglesias” Una vez més, y sobre todo teniendo en cuenta las numerosas historias que se uientan acerea de la intervencién milagrosa de algin icono en la vida de dlclerminados personajes, este fendimeno ha sido considerado una manifesta «ion mas de Ia religiosidad popular y, al mismo tiempo, un simple reflejo de lu piedad individual y privada. Sin embargo, los primeros grandes iconos pti- blicos de los que tenemos noticia se sitdian en el contexto de las guerras con- tra Persia de finales del siglo v1, euando fueron sacados en procesi6n como estandartes militares; ademas, es evidente que la corte y Ia Iglesia oficial se ieron tanta prisa como los ciudadanos particulares en encargar su fabrica- cin y adoptar su uso; por otra parte, auunquéa menudo son las mujeres las protagonistas de esos relatos de imagenes milagrosas, ello no significa ni mu- tho menos que las imagenes fueran menos veneradas por los hombres que por las mujeres“ La proliferacién de estos objetos tuvo unas repercusiones ‘muy profundas sobre el cardcter que habria de adoptar el mecenazgo artisti- co y sobre las actitudes de la gente ante el arte profano y clasico en general; por otra parte, daria lugar durante los siglos vit y 1X aun largo periodo de di visién religiosa en Bizancio.® ‘No obstante, incluso durante el siglo vry hasta bien entrado el vi, segui- ‘mos encontrando estilos y motivos clisicos. En general resulta erréneo pen- sar que se dio una evolucicn lineal que condujo del arte clisico (equiparado con «pagano») al cristiano, o que se produjeron sucesivas «vueltas» a 10 clé- sico, aunque esta titima teoria ha sido la que ha eontado con mas adeptos en- tre los historiadores del arte. Por el contrario, }o que hubo fue una coexis- tencia de estilos y motivos, que se explica mejor apelando a los conceptos de mecenazgo y funcién artistica que, como todavia suele ser habitual, a la idea de ineremento progresivo de la espiritualidad.® La relacién existente entre opeién religiosa 0 gusto artistico y la eleccidn de los motivos elisicos es bas- tante dificil, pero algunos libros publicados recientemente han puesto de re- lieve que no se puede defender la relacién de una determinada obra con el aganismo 0 con un destinatario pagano baséndose simplemente en la utili- zacién en ella de temas ckisicos; asi ocurre, por ejemplo, en el cazo de nume rosas piezas de plata y de ciertos marfiles de época tardorromana: también a 0, FL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANFIGUEDAD TARDIA Jos mecenas cristianos les gustaban los motivos clisicos La interpretacin y ‘datacién de esos motivos y esos estilos ha sido objeto de un acalorado deba- te, sobre todo por lo que respecta a ciertos objetos relacionados con la aris tocracia senatorial del Bajo Imperio, utilizados para demostrar la perviven- cia del paganismo hasta bien entrado el siglo v entre los miembros de esta clase, aunque los problemas de interpretaci6n no son menores por lo que se Tefiere a otros estadios posteriores de este mismo periodo. Hablaremos mis de todo este asunto en relacién con el reinado de Justiniano, quien a menu- do ha sido considerado un decidido defensor del retorno a lo clésico (véase el capitulo 5). La eristianizaci6n afect6 a la producci6n artistica también por otras vias, por ejemplo en la fabricacién de objetos de recuerdo —Iamparas, botellas para conservar agua del rfo Jordan, v cosas por el estilo—. que los peregrinos se levaban consigo cuando regresaban a sus hogares. Podemos afirmar que las peregrinaciones conocieron en esta época un gran auge, tanto las que te- fan como meta Tierra Santa, como las que se dirigian a las capillas de los santos canonizados y de los santos varones, sobre todo a aquellas que alber- gaban alguna reliquia famosa. Los numerosos ejemplos de souvenirs de las peregrinaciones a Tierra Santa suelen datarse en torno al siglo vi, y son un indicio de la envergadura alcanzada en Palestina por el comercio relaciona- do con las peregrinaciones durante este periodo, aunque podian conseguirse otros objetos semejantes en otros centros de peregrinacién como el santua- rio de Santa Tecla, en Seleucia, en Asia Menor. A partir del siglo v pode- ‘mos observar el ereciente afén de los peregrinos por llevarse algtin recuerdo de su vigje, ya fuera en forma de kimparas o botellas de agua bendita, 0 s0- bre todo de objetos manufacturados, tales como las terracotas del siglo V1 procedentes del santuario de San Sime6n el Joven, situado al suroeste de An- tiogufa, y muchos otros ejemplos semejantes. Ya hemos visto la proliferacion, de iglesias y e1 impacto que tuvieron en el desarrollo de Ja arquitectura. Un centro de peregrinacién posefa normalmente una 0 més iglesias, y constaba ademis de otros edificios anexos destinados a recibir y prestar atencidn a los peregrinos; todos estos centros eran asimismo sede de algiin mercado o feria importante en toda la comarca. También por esta época empezaron a cons- truirse monasterios por todo el Mediterréneo, algunos de los cuales alcanza- ron grandes proporciones; aparte de las ya existentes en los edificios religio- sos, muchas otras hospederfas para los peregrinos (xenodocheia) y hospitales destinados al cuicdado de los enfermos fueron fundados por cristianos ricos que pusieron la practica ya tradicional de la beneficencia publica al servicio de la caridad cristiana.* La IGLesta ¥ La RIQUEZA ) Ta limosna se habia erigido en uno de los principios de la Iglesia primi tiva, y desde los siglos my men determinadas comunidades el mantenimien- IGLESIA ¥ SOCIEDAD o | sa 5, Medalla de terracota (exdogia), en la que apatece representado san Si swon ef Estlita el Joven (Finalea del siglo vt) en Jo alto de ou columna, en el Monte \umirable, cerca de Antioquia, Junto con las botellas (ampulae) de santos dleos.o de vw bendita, estas ewogfai constituian los tipicas souvenirs que solian llevarse consi- ‘peregrinos cuando regresaban a sus hogares. to de las viudas y los huérfanos haba corrido a cargo de la congregaci6n. La costumbre siguié viva, y tomarfa una forma muy conereta en la fundacién de ificios construidos exclusivamente con esa finalidad, A través de la limos- nna y la finaneiacién de esas instituciones, la Iglesia, Ios obispos, 0, en muchas ‘ocasiones, determinados cristianos ricos, levaron a cabo una eficaz redistri- hhucion de la riqueza; por otra parte, a través de-ta construccién de iglesias y mediante otras formas diversas de patronargo, ese tipo de actuaciones tuvo ‘un papel fundamental a la hora de cambiar el aspecto y la base econdmica de la vida urbana (véase el capitulo 4)” Pero aunque existe tina relacién clarf- sima entre la beneficencia clasica y el patronazgo cristiano, los objetivos y las otivaciones de éste enfan uns raves snuy distintas, Lasdudune subre tule con el precepto evangélico de renunciar a las riquezas y repartirselas a 10s po- Ines (ef. Mt, 19.21). A diferencia de la beneficencia clésica, la caridad cristia- nna, al menos en principio, iba dirigida a los pobres propiamente dichos, de cuya existencia casi no habian sido conscientes las minorfas privilegiadas ro- manas* Naturalmente no todos los cristianos ricos estaban dispuestos a bandonar su vida de lujo y molicie, como sabemos por los sermanes en los {que se condena su constante gusto por la ostentacién, y de hecho se escri- bieron numerosas obras en las que se intentaba atenvar la fuerza del man- dato evangélico argumentando que también los ricos podian salvarse. Sabe- mos, sin embargo, de muchos casos de individuos que renunciaron a sus riquezas, como por ejemplo Paulino de Nola, 0 el més famoso atin de santa Melania la Joven (muerta en 486), que vendi6 juntamente con su esposo Pi- hiiano sus vastisimos latifundios para llevar una vida de renuncia, conforme a los preceptos del cristianismo. Actos de renuncia como estos, por muy rea~ les que fiteran, quizé na Fesen tan dramticos como parecen, por cuanto los donantes solian ocuparse primero de sus familiares y ademas, en vez de en- 9 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA legar sus posesiones directamente a los pobres, tenian por costumbre darye- las a la Iglesia para que fuera ella la encargada de repartirlas, incrementai do de ese modo la riqueza de ésta, Debemos recordar por otra parte que los monasterios fundados posteriormente por muchos de estos ricos solfan re- girse por unos principios en buena medida aristocraticas y selectivos. Pese a todo, es indudable que se produjeron donaciones espectaculares* A finales del siglo wv y comienzos del v, época en la que atin habfa muchos paganos en- tre los miembros de la aristocracia —a veces incluso entre los familiares mas prdximos del donante—, esta préctica fue para ellos motivo de seria preocu- pacién por la salvaguardia de las haciendas familiares," La tensién provoca da por Ia exigencia cristiana de llevar una vida de renuncia y celibato y por las necesidades de procreacién y de mantenimiento de la riqueza en el seno de 1a familia, propias de toda sociedad tradicional, a fin de asegurar su per- petuavidn, acabd convirtiéndose en un verdadero problema.” Pero, si bien ‘no tenemos por qué suponer que la mayoria de los cristianos adoptaran dras- ticas medidas de renuncia a las riquezas y de abstencién sexual, es indudable que una gran proporci6n de esa riqueza, dedicada hasta entonces a la pro- uecién, pasé a manos de la Iglesia. Claro que los pobres se beneficiarfan hasta cierto punto de todo este proceso, y que algunos monasterios, por ejemplo en Palestina, contribuyeron en gran medida al desarrollo de la cco- noma local, pero el principal beneficiario seguramente fue la propia Iglesia, que pudo asf sentar las bases de la enorme riqueza de la que disfrutaria du. ante la Edad Media. El volumen de esa riqueza, que habia ido a parar a ma- nos de la Iglesia en forma de donaciones y legados desde que Constantino le concediera la posibilidad de heredar, levantando la prohibicién del celibato de los ricos impuesta por Augusto, puede juzgarse echando una mirada al Li- ber Pontificalis (pasado en un original de siglo v1), que contiene un catilogo de las ingentes fortunas donadas a las iglesias de Roma, entre cllas latifun- dios cuyas rentas datvan de sf lo suficiente para ol mantenimicnto de la Tgle- sia en cuestién.? Aunque, como hemos visto, en tiempos de Justiniano todavia se produje- ron algunas «purgas» de paganos bastante violentas, e incluso hubo alguna a finales de siglo, en los afios 579-580, es evidente que en el siglo vi el eristia- zismo estaba ya firmemente arraigado en Ia fébrica del estado. La fragmen- taci6n del imperio de Occidente, junto con la conversién de todas las tribus barbaras invasoras (circunstancia que no habfa podido preverse en absoluto), permitié a la Iglesia asumir en esta zona un papel hegemsnico, incluso cuan. do el reino con el que habia de tratar era arriano, o ineluso cuando, como st- ‘cedi con los vandalos del Norte de Africa, dicho reino persegufa a los caté- licos. En cuanto a Oriente, la Iglesia, pese a sacar provecho de la creciente prosperidad que caracteriz6 al siglo v, desempeno también un papel muy ac- tivo en la redistribucién de la riqueza, fendmeno que supondria la transfor- ‘macién del Bajo Imperio en una sociedad cristiana medieval. El proceso se vio favorecido e incluso acelerado por el hecho mismo de que los emperado- res, aunque no siempre fueran los personajes més relevantes de la sociedad, IGLESIA Y SOCIEDAD. 08 uloplaron en este sentido un gran protagonismo, Todavia debemos enfren- unos a ta dificultad que entrafia juzgar hasta qué punto esa cristianizacién wotilucional fue ademas interiorizada por el ciudadano medio, pues ya he- ‘wns sentalado que las fuentes pueden en ocasiones dar una impresién un tan- En cualquier caso, el cristianismo primitivo no sélo se caracteri- » por aportar un determinado marco cultual, sino ademas por suministrar wns doctrina, una disciplina y una reglamentaci6n de las vidas de todos sus ‘wnembros en un grado extraordinariamente alto, Es posible que las précticas ws creencias paganas siguieran vivas durante mucho tiempo, como ha ocu- ‘vulo incluso en épocas mas recientes, pero la Iglesia posconstantiniana supo ‘uy bien eémo ganarse los corazones de los fieles, ademas de sus mentes, 4, LAS ESTRUCTURAS SOCIALES Y LA ECONOMIA DEL BAJO IMPERIO Entender lo que era la economia del Bajo Imperio supone un reto muy’ particular, Ese prejuicio tan profundamente arraigado que supone partir siempre del concepto de «decadencia» ha hecho que la atencién se centre tradicionalmente en una serie de supuestos indicadores negativos. ‘Temas como el del esclavismo, el de la presidn fiscal 0 el llamado «colonator (véanse las pp. 99 ss) han ocupado un lugar preponderante en la bibliogra- fia al uso. Todos ellos han sido sometidos titimamente a un nuevo proceso de valoracién, lo mismo que algunos otros conceptos que también han sido puestos recientemente en tela de juicio. Ademés, el interés cada vez mayor or todo este periodo que han mostrado los arquedlogos durante las dos il- timas décadas més o menos y la enorme cantidad de testimonios nuevos que tenemos ahora a nuestra disposicién han traido consigo nuevos plan- teamientos de las viejas cuestiones. Todo ello ha hecho que la economia tardorromana en general sea en la actualidad uno de los campos mas vivos de investigaci6n. Nada de exagerado tiene afirmar que la enorme cantidad de materiales nuevos ha cambiado de manera radical Ia configuracién de todo este asunto. EL MODEL aNTIGUO Como ya he indicado, todo el tema de la economia del Bajo Imperio (que implica ademés el estudio de grupos sociales tales como el de los te- rratenientes, los cultivadores y los esclavos) se halla estrechamente vincula- do a los modelos historiogrificos convencionales de decadencia y hundi- miento, y, en efecto, muchos historiadores han apelado al concepto de colapso econémico 0, cuando menos, al de gravisima tensién de la econo- mia para explicar el hundimiento de Roma. La pelicula resultante tiene, sin embargo, més que ver con el mito inventado en propio beneficio que con un andlisis realista, ‘en primer lugar buena parte de 10s testimontos tienen un caricter clara- LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA 95 nonte impresionista, Las quejas lanzadas contra los recaudadores de im- estos © por la obligacién de dar alojamiento a los soldados en las ciudades »n slesde luego corrientisimas, pero ejemplos similares pueden encontrarse uicticamente en todas las sociedades, y deben por tanto ser interpretados vv cautela, Resulta también muy dificil determinar si las cosas cambiaron ‘walmente para peor y si ese cambio fue 0 no significativo; podemos encon- ‘vr numerosisimos testimonios de la época del Principado que nos dan a en- ‘oler que fa situacién de los campesinos en esa época no era mucho mejor: ' 9s pocos ejemplos de campesinos que intentan la evasi6n ante la llegada ol recaudador de impuestos (véase la p. 111) no implican necesariamente ue fa tOnica general fuera la evasién ni nos ofrecen una imagen de hundi- ‘wicnto del sistema tributario. Un problema més grave cs cl que plantea el \estimonio de los juristas, sobre todo las tan cacareadas leyes del Cédigo de Icudsio, baséindose en las cuales los emperadores sucesivos elaboraron una \vislacién tendente a mantener obligatoriamente en sus ciudades a los ciu- shulanos que ejercieran el cargo de decuridn y a los colon en las fincas en las ‘jue estuvieran empadronados (véase la p. 100). El panorama de opresién \ au(oritarismo que estas leyes parecen poner de manifiesto ha sido reafir- ‘mado por muchos especialistas, que, al referirse al Bajo Imperio nos ofrecen ‘wa imagen de virtual hundimiento, utilizando para definir esta época los \lificativos de «totalitaria» 0 «represiva»? Pero cuando se hace excesiva alu Wn @ una ley repitiendo constantemente la misma cancidin debemos pre~ uumir que era inoperante; ademis, toda ley, para que surta efecto, tiene que cor puesta en vigor. Y cuando faltan las fuerzas necesarias para ello, puede ‘wwe a quienes ostentan la autoridad les resulte muy reconfortante repetir cl texto de la ley, pero ello no significa que autométicamente se ponga en prietica, ‘Las fuentes literarias pueden contribuir asimismo a distorsionar la ima- wo, y si las tomamos al pie de la letra podemos Hegar @ unas wouclusiones ‘eualmente exageradas. Muchos estudios modernos han tomado al pie de la letra al autor cristiano Lactancio (De mortibus persecuiorum, 7), fuente por lo demés parcial y hostil al emperador, cuando afirma-que Diocleciano cua “druplicé las dimensiones de su ejército, usando después esta noticia para fun- damentar su visi6n enormemente negativa de la economia en general. Del mismo modo, pese a las medidas adoptadas por Diocleciano para garantizar tuna mejor recaudacién de los tributos, dista mucho de ser cierta la hipdtesis, asumida por numerosos especialistas, de que también se increments el volu- ‘men de la presin fiscal.* Las pocas afirmaciones generales que poseemos en torno a temas como, por ejemplo, la presion fiscal, suclen proceder de auto- res tam pattidistas y poco sutiles como el historiador pagano Zésimo o el mo- ralista cristiano del siglo v Salviano, de modo que debemos tratarlas con suma cautela, Por iltimo, al analizar estas cuestiones metodol6gicas, debe- mos por fuerza también fener en cuenta el peso relativo de los factores in- temos comparado con el de los externos, como por ejemplo las repercusio- nes de la invasion de los bérbaros, o la cuestién del enfrentamiento de % FE MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Oriente y Occidente, Al fin y al cabo, si In estructura del estado a finales el siglo y durante todo el siglo v hubiera sido tan desequilibrada y hubicra es: {ado tan al borde del colapso debido a sus contradicciones internas como afirman muchos especiaistas, {o6mo es que el imperio de Oriente pas6, - ‘gin parece, de una posicién de poder a otra? ENFOQUE ALTERNATIVO En especial han sido las aportaciones de la arqueologia las que han lle= vado a los histotiadores a poner en tela de juicio la vieja tesis, y en este sentido vale la pena recordar que A. H. M. Jones publicé su gran obra, The Later Roman Empire, en 1964, mucho antes de que se produjera el aetual interés por la arqueologia tardorromana y protomedieval. Lo cierto es que este libro habrfa sido muy diferente hoy dia. Pero en el fondo todo esto también tiene que ver con las nuevas maneras de plantearse el tema. Aun: que en Ia actualidad sigue estando bastante vigente el viejo concepto de decadencia,* muchos historiadores se han visto influidos por otros enfoques imuy distintos, especialmente los comparativos Lo més interesante quizé sea que el vivo debate en torno a la economia antigua en general suscitado a raft de la publicacién en 1973 de la obra de M. I. Finley, La economta de Ja Antigiiedad,® ha afectado no s6lo al Principado, sino también a Ia etapa. final del imperio, superando ast hasta eierto punto la hipotética gran Kinea divisoria que supon‘an el siglo ut y las reformas de Diocleciano.* El mode- Io antiguo se basa en la tesis del reforzamiento masivo del control guber- hamental y el consiguiente aumento de los gastos del gobierno, innovacio- nes atribuidas generalmente a Diocleciano. Pero si esas reformas hubieran tenido en realidad un cardcter meramente revisionista, nos habriamos visto obligados a poner en tela de jniciy cl modelo yeueral, y habrfamus tenido que prestar més atencién en particular a las estructuras econémicas basicas, que aguantaron perfectamente durante toda la historia del imperio roma- Ontene ¥ OcciDente Hay por supuesto unos cuantos temas que evidentemente solo afectan a este timo perfodo, entre ellos el del progresivo distanciamiento entre Oriente y Occidente. Resulta importantisimo a este respecto recordar que las estructuras administrativas, econémicas y militares bésicas del estado roma- ‘no instauradas a comienzos del siglo 1W siguicron existiendo en el imperio oriental al menos hasta el reinado de Justiniano, y en muchos casos incluso hasta més tarde. Debemos buscar, por tanto, factores especiales, como los ue hemos analizado en el eapitulo 2, que expliquen por qué Ias ensas feron tan distintas en Occidente, LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA 7 LiL sistema fiscal del Bajo Imperio tenia por objeto hacer frente a una vwuacidin en la que la devaluacién continua de la moneda haba conducido ‘si a su hundimiento absoluto, de suerte que las contribuciones debian co- Ihnutse en especie, y también en especie debian efectuarse los pagos a las \vopas: ka realizacién regular del censo y el establecimiento de la indiccién jpor cinco anos tenfan por objeto garantizar la recaudaciGn de las contribu- ‘iones al estado: por otro lado, este expediente implicaba una elaborada wiecuaeién de la demanda a la oferta. La principal partida de los presu- iuestos estaba destinada, como siempre, a sufragar los gastos del ejército, jue por entonces cobraba parte de sus emolumentos en metélico y parte en especie (véase el capitulo 2). Ello trajo consigo una serie de consecuencias [nevisibles: por ejemplo, las distintas unidades del ejército en este mo- » mucho mds variadas en su tipologia y organizacién que hasta la fe- ‘ha-— empezaron a acantonarse cerca de las fuentes de aprovisionamiento, ¥ por fo tanto dentro de las ciudades 0 en sus cereanfas, y no en las fron- eras, Mientras que a finales del siglo w la mayoria de los pagos se efec Iuaban en metalico, el protagonismo del estado en todo Io relativo a la re- caudacién y distribucién de la annona 0 aprovisionamiento del ejér sinuid siendo un rasgo fandamental de la economia, tanto por lo que res eta a la organizacién de la produccién como en Io concerniente a su i ‘entivacién; pero la desaparicin de esta funcidn del estado durante el siglo \ vonstituy6 un factor decisivo de cara a Ja fragmemtacién econdmica del imperio, lo mismo que la supresién del abastecimiento oficial de grano a la ciudad de Roma (véase el capitulo 7), |) Por otra parte, si bien el sistema utilizado en Oriente era el mismo que cl empleado en Oceidente, dala sensacién de que en aquella parte del im- perio funcioné mejor. A’ ello contribuyeron diversos factores. La zona oriental, por ejemplo, habia sido urbanizaca antes y de wna forma més fe- liz-que ia occidental, y asf, pese a las continuas quejas de los consejos mu- nicipales y de sus portavoces, la mayoria de las ciudadles pervivieron y co- nocieron incluso cierto auge durante los siglos v y vi. Sabemos muchas“ cosas respecto a sus problemas, entre otras razones porque las fuentes-€s- critas suelen proceder precisamente de este tipo de ambientes; asf, por ejemplo, Amiano Marcelino, Libanio, Juliano y posteriormenteProcopio defendieron la causa de las ciudades frente al gobierno central {véase el ca- pitulo 7). Sin embargo, muchas de sus quejas tienen un fundamento de tipo ideolégico; en la prietica, el siglo v y las primeras décadas del v1 supusie- ron, al parecer, un periodo de prosperidad para muchas regiones de Orien- le, sobre todo para ciertas zonas de Siria y Palestina (véanse los capitulos 1 y 8). Otra diferencia evidente entre Oriente y Occidente por lo que a la economia se refiere tiene que ver con las incursiones constantes —y en de~ finitiva mucho més serias— de los barbaros sufridas por la mitad occiden- tal durante el siglo v; no solo la base econémica de Occidente era mucho nds Uebil yue la de Oviente (vEase la p. 109), sino que alli la demanda era también mayor. Como hemos visto, el gobierno de Occidente encontrs se- I ' 98 HL, MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA rias dificultades para mantener unas fuerzas militares a la altura de su co: metido. Pero todavia hay una diferencia estructural mas profunda entre u parte y otra del imperio, a saber, el desarrollo en Occidente. durante el si- glo w de una clase de terratenientes de rango senatorial inmensamente ri- cos y poderosos, mientras que en Oriente la rigueza estuvo siempre com: parativamente mucho mejor repartida. La conjuncién de un gobierno débil | y unos terratenientes ricos y poderosos fue crucial a la hora de determinar «1 modelo de la economfa occidental. Asi, pues, entre Oriente y Occidente hubo durante toda esta época mu: chas semejanas, pero también muchas diferencias. A partir de 395 los fac- tores locales adquirieron una importancia cada vez mayor, aunque siguie- ron existiendo muchos rasgos comunes y podemos observar la pervivencia de algunas tendencias anélogas en una y otra zona; el alcance de los cam- bios, sin embargo, podfa variar mucho. En las obras basadas en los concep tos tradicionales de decadencia y hundimiento todas esas diferencias que se daban en Ia realidad quedan absolutamente desdibujadas. Por el contrario, el actual auge de las investigaciones arqueolégicas nos invita a establecer ‘comparaciones entre un yacimiento y otro o entre toda una regién y otra, fomentando de paso una visién mas amplia de la situacién; nos invita asic mismo a dilucidar la cuestién de hasta qué punto guardan relacién los tes- timonios literarios tradicionales y las evidencias materiales, por lo demés cada vez més numerosas. A finales del periodo que nos ocupa, aunque to- davia cabe hablar en determinados aspectos de mundo mediterréneo$ Io cierto es que la mitad occidental se hallaba ya muy fragmentada, mientras que el gobierno de Oriente y sus estructuras provineiales y defensivas atra- vesaban por una situacidn de debilidad clarisima respecto a épocas anterio- res. Cabe afirmar, como veremos inmediatamente, que las guerras de re- conquista emprendidas por Justiniano (véase el capitulo 5) contribuyeron cu ialidad # aysavar ese debilitaniento, lg mismo que Ia catustrofica pes- te que asolé el imperio en 541. Existfan ademds factores estrueturales que podemos ver reflejados en la paulatina metamorfosis experimentada por muchas urbes del imperio de Oriente, que pasan a convertirse en simples ciudades medievales 0 —en la mayoria de los casos— en meras aldeas, pro- es0 que dio comienzo mucho antes de que acabara el siglo vi (véase el ca pftulo 7). En muchas regiones, los signos de prosperidad evidentes hasia en- tonces habjan empezado ya a desaparecer cuando las invasiones persas de ‘comienzos del siglo vi iniligieron otro severo golpe al imperio de Oriente, incapaciténdolo para hacer frente a las primeras conquistas érabes acurri- das a partir de 630 (véase cl capitulo 8). Desde una perspectiva general, cabe afirmar que Oriente y Occidente pasaron por unos procesos semejan~ tes, aunque, eso sf, en fechas diferentes, dependiendo la velocidad de los cambios de la intervencién de factores locales’ LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOM 1 ORGANIZACION DEL TRABAJO Se ha expuesto la teoria —eoneretamente asi lo hia hecho M. I cle que el esclavismo a gran eseala decayé en Roma por motives muy di- sw, ef mas importante de los cuales fue el agotamiento de la principal Iucute de suministro de esclavos cuando a comienzos de la época imperial ‘onicluy6 la serie easi interminable de guerras de conquista. Las fuentes del biajo Imperio, sin embargo, ponen de manifiesto que continuaba habiendo wlavos;! en realidad a veces los habfa en cantidades ingentes, por ejem- jlo en las grandes fincas de los ferratenientes de rango senatorial. En oca- jones, cuando esos terratenientes se convertian al cristianismo, vendian sus Jwopiedades para emplear sus riguezas en beneficio de los cristianos, en ‘yo caso vendian también a sus esclavos; sabemos que asf ocurti6 en ciet= {as fincas pertenecientes a santa Melania la Joven, a comienzos del siglo v (vcase la p. 91). Las fuentes juridieas ponen de manifiesto asimismo la exis- \eneia de esclavos en el campo y en muchas otras partes, y la propia Telesia ww tardé en convertirse en uno de los grandes propietarios de exclavos. Po- que una buena parte de la fuerza de trabajo utilizada en la cultura y en otras muchas formas de producciGn siguis siendo de con- ién servil. No resulta tan claro, sin embargo, entender qué es lo que eso signifieaba en la préctica, ni qué relaci6n existia entre los esclavos y los co- ‘oni, que técnicamente eran arrendatarios dle condici6n fibre vinculados en leoria, en muchas zonas, a sus tierras en virtud de la legislacién imperial. y sobre los cuales los terratenientes ostentaban unos derechos muy semejani- les a Tos del amo sobre su esclavo. Un individuo podia, por ejemplo, ser denominado servus et colonus —es decir, esclavo y colono a la vez— y por otra parte es evidente que los esclavos tenfan ia facultad de arrendar tierras. Esta_aparemte confusion ilustra perfectamente uy de lus probless fundamentales que se nos plantean a la hora de estudiar el Bajo Imperio. {Debemos tomar al pie de Ia letra toda esa masa de legislacién imperial? { Hasta qué punto constituye una imagen fidedigna del funcionamiento real de la sociedad? Como podemos ver por el Codex Theodosianus, compilado en tiempos de Teodosio Il, y por el Coder Justinianus, un siglo mis mo- derno, los emperadores tardortomanos aprobaron una y otra ve7. diversas leyes que aparentemente intentaban restringir la libertad de movimientos de los coloni y los vinculaban a la ticrra; si esas leyes hubieran tenido un reflejo en la realidad, deberiamos concluir que las postrimerias de la época imperial fue un periodo de auténtica represién, en el que la poblacidn se vio virtualmente reducida a la servidumbre.!! Segtin ta letra de la ley, ese cra efectivamente el caso. Es posible que las diferencias entre esclavo y li- bre fueran a menudo muy sutiles 6 que ni siquiera existieran en la précti- ca; en tiempos de Justiniano, por ejemplo, los arrendatarios adscripticti —Vinculados a la gleba— san tratacas en los textos juridicns mis o menos igual que si fueran esclavos (CJ, X1.48,21,1; 502.3; 52,1,1), En cambio, en 100, EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA: ANTIGUEDAD TARDIA las vidas de los santos y en otras fuentes de cardcter popular las gentes de esta condicién no nos dan ni mucho menos la sensacion de hallarse to mente reprimidas y alienadas, y en lo que se refiere a los niveles un pou to més altos, la movilidad social resulta sorprendentemente habitual. Asi Pues, es evidente que entre la teorfa y la prdctica mediaba un abismo, Es fundamental tener presente que la legislacién tardorromana solia ser uuna consecuencia, y nunca un antecedente, de lo que constituia la prictiea Social. 1.08 tepetidos-pronunciamientos. —a-menudo_eontradictorios— de Jos emperadores no significaban tanto una intrusién autoritaria de éstos en. Ja vida del individuo cuanto un vano intento de reglamentar una situacion, que en la practica escapaba a su control. Una vez admitido esto, result ‘més facil entender el porqué de la confusién e incoherencia existente entre las propias leyes: y de paso deberemos desechar la idea de due fue Diocle- crano el iniciador de este tipo de régimen duro y represivg. Lo cierto es que Ja legislacién relativa a los coloni fue fruto de las dificultades que plantea= ba el cobro del impuesto de residencia (capitatio), pues la contribucién de un colono s6lo podia cobrarse si se conocfa su paradero, Asi pues, el esta= do legislaba fundamentalmente para ayudar @ los terratenientes a controlar y localizar a la mano de obra que estaba obligada a pagar el tribute. Como es de suponer, dados los habitos del gobierno tardorromano, esta legisla- cién fue desarrolléndose dle forma gradual y paulatina a lo largo del siglo 1, y frutos del proceso tan desordenado que siguié fueron, entre otros, la incertidumbre en torno a la relacién existente en determinadas regiones en- tre el esclavo y cl colono, y la falta de uniformidad entre las distintas zonas eograticas Asi pues, esa legislacién que, segtin parece, euponfa una mengua en el estatus de los colonos fue promulgada a un ritmo muy distinto en las di- ferentes zonas geogréficas: por ejemplo, en el Ilitico y en Palestina no se impuso hasta finales de! siglu iv. Adeiis, como podemos deducir de! testi- monio de los papiros egipcios, en los conciertos estipulados entre terrate- niente y arrendatario cabfan miltiples variedades: los préstamos en rea- lidad hipotecas— efectuados por los grandes terratenientes a los pequenos propietarios eran moneda corriente, y los deudores morosos se hallaban so- metidos por parte de sus acreedores a unas medidas coercitivas que resul taban més preocupantes que cualquier ley promulgada por el emperador." El propio «colonato» se convierte asf en una institucion mas tebrica que real. En general resulta dudoso determinar sien la préctica se produjo.o xno un deterioro significativo de las condiciones de vida de las clases mas hhumildes desde los inicios de la época imperial, La situacidn de los pobres, tanto urbanos como risticos, fue siempre muy dura, y desde luego siguié siéndolo. Lo cierto es que a lo largo de toda la época imperial se produ- jo una intensificacién progresiva de las penas infligidas a los reos de todos los delitos, con una diferenciacién cada vez mayor del trato deparado Tespectivamente a ticos y a pohres, reservindose siempre las penas més crueles (lorturas, cadenas, mutilacién) para los pobres.'* Pero ese mismo LAS ESTRUCTURAS SOCIALES Y LA ECONOMIA ol woweso coineidié en esta época con el desarrollo de una nueva eoneiencia Iv los spobres» en cuanto clase, inspirada sin duda por las doctrinas del ristianismo, que hall6 expresién, al menos por lo que Tespecta a los pobres vubanos, en las diversas formas de la caridad cristiana. Ademés, segtin ates- |yjuam numerosas vidas de santos, los obispos locales desempefiaron un pa- jie destacado en su affn por aliviar la miseria econdmica de las zonas ru- Files, sobre todo proporcionando alimentos en tiempos de hambruna (véase 1 capitulo 6). 1Los cambios econsimicos ocurridos en el Bajo Imperio no fueron desde Juwogo de naturaleza revolucionaria. Todavia se trataba de una sociedad bé- ivamente agraria, en la que la posesién-d& Tas tierras se teservaba a los la- ‘vlundistas, en tanto que su explotacién se dejaba en manos de arrendata- sus libres © eselavos; pues el esclavismo coma tal sighié vivo hasta bien nirado nuestro perfodo. Hemos de repetir una vex més que, por tentado- vis que resulten —sobre todo para los historiadores marxistas— las com- puraviones con el feudalismo medieval, a la postre pueden inducirnos a ‘ror: no se produjo una simple transicién cronoligica de tos coloni tardo- tvomanos alos siervos medievales, y Jas instituciones-propias de la Anti- ritedad tardfa y de los reinos medievales deben ser estudiadas por separa- ‘lo, Serfa igualmente un error suponer que en los siglos precedentes los ‘campesinos habjan tenido mayores posibilidades de movilidad 0 una mayor propensién de facto a trasladarse de lugar, o simplemente que antes no ha hian tenido una posicién dependiente; puede que algunos términos como, por ejemplo, el de «siervor, lleven consigo implicitos juicios de valor. y por Jo tanto, aparte de las otras razones aducidas, quiza no convenga aplicarlos, 1! periodo bajoimperial sino con extrema cautela.!® En cuanto a las clases hhumildes de las ciudades, resulta igualmente dificil ofrecer un panorama cquilibrado de su situacién cuando tantos de los testimonios que poseemos son de cardeter anecdético y cuando tantas de nuestras fuentes Titerarias tienden a exagerar la nota por su cuenta y riesgo. Naturalmente resulta fa- cilisimo, como para casi todas las épocas, encontrar en las fuentes ejemplos de pobreza urbana y rural, sobre todo en relaciGn con las deudas al fisco.!* Pero de nuevo deberfamos ser muy cautos antes de generalizar demasiado basindonos en este tipo de testimonios. Lo cierto es que también en esta poca ofmos muchas quejas de los consejeros municipales, los curiales o de- curiones, lamentindose dle que no pueden seguir financiando fa vida de sus, ciudades. Pero, si bien es cierto que podemos detectar un lento proceso de intervencionismo imperial en los asuntos municipales, sobre todo en sus as- pectos financieros, y también, al menos a finales de la €poca que estamos estudiando, cierto grado de debilitamiento de los tipos tradicionales de go- bierno urbano (véase el capitulo 7), no sera hasta finales del siglo vt cuan- do las estructuras urbanas del imperio de Oriente experimenten una verda- dera transformacién. Por otra parte, cuando se produce ese cambio, stele ser el vbispu loval el encargado de abrir camino, ¢ incluso en ese caso, abs- traceién hecha del papel nada despreciable desempeniado por la caridad ry HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGURDAD TARDIA, cristiana, eabe sospechar que Ia situacién de la poblacién siguié siendo misma. En conjunto, el papel econémico desempeiado por las ciudades si | gui siendo muy parecido al de los primeros tiempos de la época imperial. Ahora bien, aunque no se produjera una revolucién econémica, si que hhubo algunos factores nuevos que empezaron a funcionar: por un lado, los asentamientos bérbaros a gran escala; por otro, el desarrollo de ia Iglesia como verdadera institucién econémica de primera magnitud, con las pro- fundas implicaciones que ello tuvo y a las que ya hemos aludido, empezan- do por el papel desempefiado por los obispos como patronos urbanos y ru- | rales y Ia dedicacion de los recursos a la construccién de iglesias, al | desarrollo de los monasterios, y su posible impacto sobre la economia local. Estos fenémenos y otros parecidos, junto con los severos daitos causados en determinadas regiones y cineades por las invasiones y la guerra, fueron loa factores que més perjudicaron el equilibrio existente entre Ia posesicn de la | tierra y Ia riqueza, y los que inexorablemente trajeron consigo ese cambio tan profundo. LAS CLASES SOCIALES EN LA ANTIGUEDAD TARDIA La clase senatorial tipica de Occidente habfa sido uno de los principa- les beneficiarios dc los disturbios ocurridos durante el siglo m, y ademas, en parte al menos, fue producto del patronazgo de Constantino ¥ sus suceso- res Uno de los principales rasgos de las primeras décadas del siglo ven Oc- cidente es la gigantesca riqueza —y con ello nos referimos a sus enormes latifundios— de la clase senatorial. Debido acaso a la inestabilidad reinan- te en muchas regiones, se pusieron a la venta fincas erandisimas, muchas de ells, segtin las fuentes, del tamafio de una ciudad. Es de suponer ademas que cuatquier terrateniente poseeria cuando menos una casa en la ciudad en la cual viviria rodeado de Iujos, como sabemos por el famoso (y mordaz) pasaje de Amiano en que nos habla de las «piscinas» y las exquisiteces cu- Jinarias con que se deleitaba ta nobleza romana de finales del siglo ww (XIV: XXVIII), Sélo la posesién de tan grandiosas fincas era ya todo un negocio, aungue su propictario no las pisara nunca, Segiin Amiano, «em- Prender un viaje no demasiado largo para visitar sus posesiones o asistir a luna eaceria en la que todo el trabajo corre a cargo de terceros les parece a algunos una hazafta semejante a las campafias de Alejandro 0 César» (XX- VILL). Por otra parte, el mantenimiento de esas fincas exigfa verdaderos eiércitos de subalternos y un complicado sistema de produccidn y suminis- ‘to de bienes. A los propietarios les interesaban, por supuesto, ios benef. cios, y por fuerza habjan de dedicar buena parte de su tiempo a dejar que Jas cosas siguieran simplemente su curso. La mayor parte de ese tiempo, sin embargo, Io dedicaban no —como ocurriria hoy dfa— a organizar la venta de los excedentes de In produccién, 0 a estudiat Ia inejor forma de invertir en sus propiedades, sino al trato en busca del mutuo beneticio con otros LAS PSTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA 108 «lividuos de su misma posicidn, y a efeetuar transacciones que reforzaban la huuivosidad y la importaneia concedida a la ostentacién, que constituian los ‘sos tipicos de la economia del Bajo Imperio, Sulpicio Severo y Paulino le Nola nos ofrecen en sus escritos buenos testimonios de los tipicos rega- lis que se hacian los terratenientes, y que solfan consistir en aceite 0 aves ie corral, préetica continuada por Sidonio Apolinar, y desde luego también por los obispos y los reyes del periodo merovingio; el papa san Gregorio Magno no se diferenciaba mucho en este sentido de cualquier terratenien- ico de tiempos pretéritos” Asi pues, aunque un terrateniente tenia iempre Ia posibilidad de dedicarse a atender su produccién y a supervisar los envios a larga distancia, ambas actividades podian Mevarse a cabo per- Jcctamente en el marco de un sistema de intercambios comerciales que to lonia por qué excerler las limites de sts Iatifundlios o los de sus amigos: ¥ lesile nego esto no supone tanto una actividad econémica cuanto una re- lucid de tipo patronal. Incluso la difusién en Europa durante este periodo le cerimica de origen africano puede ser en parte fruto de este tipo de Irueques, y no el resultado de nuevos sistemas mercantiles 0 de prod cisn.!* Los emperadores y Ia Iglesia —cosa que no tiene nada de escanda- loso— aetuaban esencialmente del mismo modo. Asi pues, si bien es cierto «que el volumen de tierras que poseian los grandes propietarios —los po- ‘ontes— aument6 considerablemente, es también muy posible que los mer- «dos en general —que, dicho sea de paso, nunca conocieron un desarrollo muy grande— se vieran consiguientemente perjudicadas debido al incre- mento de esos trueques entre los distintos latifundios del potentado. Durante este mismo perfodo, el aumento y la transformacién de ta cla- se senatorial, el ntimero de cuyos integrantes se inerement6 en gran medi- «la a partir de Constantino, entre otras cosas debido a la ereacién de un se- yundo senado en Constantinopla, ademas del de Roma, hicieron que resultara ociosa la existencia del viejo orden ecuestre; esta clase acabs en cfeeto por desaparecer cuando sus antiguas funciones sufrieron un cambio de denominacién y se les adjudicé rango senatorial. Ademés tampoco bas- {aba ya el simple calificativo de vir clarissimus (titulo habitual para los dlividuos de Ia clase senatorial en los primeros tiempos del imperio). En el iio 372 Valentiniano I establecis una jerarquia de los clarissimt, a la cabe- 7a de los cuales estaban los spectabiles y —por encima de todos— los illus- tres, estos titulos comportaban el desempemto de determinados cargos, pri- vilegio al que pronto siguicron otros, como por ejemplo los asientos reservados en el Coliseo de Roma. El senado de Constantinopla, por su parte, era bastante distinto del de Roma, entre otras cosas porque era una creaciGn artificial; si cl senado romano inclufa entre sus miembros a fami- lias inmensamente ricas y ademas con pretensiones de pertenecer a 105 li najes aristocraticos (aunque en muchos casos su prosapia no se remontara mis alld del siglo m), el de Constantinopla estaba lleno de homines novi. A [a larga, sin embargo, cata circunstancia contribuy6 a su ulterior mante nnimiento; al basarse Unicamente en la poblacién de Constantinopla y care- tot EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, cer sus miembros de los inmensos latifundios de sus colegas de Ror senado de Oriente pudo asf verosfinilmente librarse de las tensiones que se produjeron entre el senado romano y el gobierno imperial.” Pero también los senadores de Oriente gozaban de sustanciosos privilegios, y su calidad de miembros de la tradicional clase de los terratenientes, supuestamente arruic nada por Ia rapacidad del emperador, es puesta de relieve por Procopio, que se identifica personalmente con sus intereses, en su Historia arcana.” Al igual que sus colegas de Occidente, los senadores orientales no s6lo go- zaban de exenciones fiscales, sino que ademés se hallaban indudablemente fen una situacién inmejorable para evadir el impuesto especial (Ia collatio slebalis 0 follis) con el que a tiltima hora los gravé Constantino. En el caso, de Ia clase senatorial podemos ver, en efecto, cémo se conjugan tradiciGn.e innovacién, fendmeno absolutamente tipico del Bajo Imperio: pues si par una parte, el senado tardorromano constituia fundamentalmente una aris- (ocracia funcionarial bastante diferente del senado de los primeros tiempos del imperio, a nadie se le habria pasado por la mente no seguir mantenien- do los modelos sociales existentes, de suerte que muchos de los signos ex- ternos y de los privilegios del estatus senatorial fueron conservados 0 in- cluso realzados. Dadas las circunstancias, pues, la conversién al crstianismo, y en particular la dedicacién al ascetismo de muchos miembros de Ins prin’ Cipales familias senatoriales, fendmeno que empezé a darse en Roma a fi- rales del siglo 1v, pudo ser interpretada como una amenaza al estatus, a la Fiqueza y a la tradicién, y por consiguiente topar con una oposicién consic erable?" EI Bajo Imperio se caracteriz6 por cl alto grado de competitividad de fos, \ ciudadanos por alcanzar un buen estatus y acceder a la riqueza y los privile- — |gi0s, actitud que podemos ver también en el terreno de la burocracia eentra- ilizada. Como los cargos oficiales del funcionariado solfan resultar muy lu- rativos y litiaban a quienes los desempenaban de muchas obligaciones [rerosas a burocraca inperialactuaba como un ims paras mtgoes ar Jentos que habia entre los curiales de los municipios, al tiempo que los em eradores, conscientes de sus necesidades econémicas y administraivas, pro- ulgaban leyes mnediante las cuales pretendian obligarlos a permanecer en ‘sus cargos. Uno de los mitos ms persistentes que se han forjado en torno al ‘Bajo Imperio cs cl de la rigida y desequilibrada burocracia que guiaba la fé rea mano de la represiGn, aun cuando sus dimensiones hicieran que su man~ tenimiento resultara insostenible con los reeursos de que disponia el estado. Lo cierto es que el imperio se vio obligado a hacer constantes malabarismos ‘en su intento por compaginar las necesidades hipotéticas con las posibilida- des reales. Paradéjicamente, en Ia préctica se daba un alto grado de movil dad social, y los cargos oficiales y cortesanos mostraban una tendencia natu- ral a multiplicarse en vista de io atractivos que resultaban para todos. La nomenclatura y los emolumentos de los funcionarios imperiales eran andlo- £08 a los del ejérite: Ios altos clignatarios de la corte oxtentaban titulos equi. valentes a los militares y recibian sueldos de ese mismo nivel. Todo ello tie~ LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA BOONOMIA, 105 ‘ne muy poco que ver con el moderno coneepto de efieaca, aunque, eso fhennal que consideraba més idéneo: al mismo tiempo, sin embargo, tenia + el niimeto de los cuales de la distintas eiudades —que eran, Ios ldgicos candidatos a Tas vacantes que se productan en la 6n imperial, pues sobre ellos recafan las responsabilidades fi- shancierasy las obligaciones fiscales@ nivel local2® Jones subraya justamente lian eantidad de cargos (dignitates) que debian ser ocupados tegularmen- ‘iy los ebdigos de justicia ponen de manifesto que los curalesintentaban a ‘oa costa librarse de su destino y prosperar ingresando en la administracién, 1 la Iglesia 0 en el ejércto, Toda esta clase fue la destinataria de lo que Jo- ties denomina «tina masa enorme y enmarafiada de leyes», por medio de las cuales el estado intent6 infructuosamente cvitar las infiltraciones y mantener ‘intaetos los eonsejos muniipales, que eran el verdadero sostén de las cida- ‘ioc Los primeros intentos de hacer volver a sus ciudades alos curiales que hhubieran logrado hacerse con alguna plaza en la administracin fracasaron, asi, en principio, a partir de 423 los ciudadanos no pudieron seguir librin- lone de sus obligaciones por esta via. De igual modo, los emperadores dels lo intentaron por todos los medios tapar Ia rendija abierta por Constant tuo al iberar al clero del cumplimiento de sus obligaciones curiales; asi vemos tomo en 531 Justiniano promulga una constituciSn permitiendo tinicamente ln ordenacidn sucerdotal de los curiales que previamente hubieran pasado djuince afios en un monasterio y se mostraran dispuestos a entregar una par- te considerable de sus bienes (C/, 13.52). La doble dificultad en la que se veiael gobierno se complicariaulteriormente cuando la gente.empez6 a mox- trarse dispuesta a pagar por tener acceso ala administracion, y el propio es- tudo deciié poner Ios cargos a la venta; el incentivo que éstos tenfan para el ‘omprador eran los emolumentos que comportaban, y las posiblidades de favotes y socalitas que solins llevar aparejadas Es probable que al obgerva dior modemno no le parezca una forma de funcionamiento muy aceptable, pero debemos recordar que por impresionante que resulte el aparato estata, £1 Bajo Imperio seguia siendo una sociedad muy tradicional. El «gobierno» careefa de medios mds sofisticados para hacer frente a todos estos problemas, y ademas tampoco ten‘a capacidad de comprender, como lo harfa un hombre ‘actual, dénde radicaba el problema. Esa prictica de vender los cargos dela administracion imperial con ye un ejemplo especialmente delicado; por una parte, los gobiernos tardo- romano y bizantino deseaban poner coto a los abusos que se producian en ese sentido, mientras que por otra tanto uno como otro utilizaban dicha cos- Tumbre como instrumento financicro y como mecanismo de seleccién. En 439 se abligé a todos los gobernadores de provincia recién nombrados a ju- rar que no habjan pagado por la obiencién del cargo: ‘Ordenamas que los varanes designates para el gobierno de una provincia ‘ho obtengan su ascenso mediante saborno ni pago alguno, sino por propio me- 106 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, recimiento debidamente probado y por recomendacién tuya [esto es, del pre: fecto} declaren bajo juramento que pura la obtencién dle sus tesponsabilidades no han efectuado ningtin pago ni lo efectuarin en el futuro (CZ, 1X27 pr) No obstante, los emperadores sucesivos siguieron vendiendo los cargos pablicos: Zenén, por ejemplo, elev6 el precio del gobierno de Egipto de 50 Jibras de oro a cerca de 500 (Malco, fr. 16, Blockley). Justiniano intenté una vez mas poner coto a dicha costumbre, repitiendo la mencionada obligaciin de prestar juramento que tenfan los funcionarios en el instante de recibir st nombramiento; de nuevo, sin embargo, vemos cGmo Procopio se lamenta de que el propio Justiniano siguiera vendiendo los cargos ese mismo atio (Just, Nov, 8; Procopio, Historia arcana, XXI, 9 ss.).¥ Este ejemplo ilustra a un ticmpo la debilidad del gobierno y la ausencia de remedios electivos a su al. ance. La consecuencia y el tundamento de la venta de los oficios era natu ‘almente la corrupeién de los propios funcionarios, que, para recuperar el dic hero invertido, recurrian al cohecho, préctica que por lo dems constituia Uno de los principales alicientes de Ia compra del eargo. La corrupeisn, tar {0 por lo que se refiere a la compra mas o menos descarada de favores, como a la rapacidad de los dignatarios, afectaba a todos los niveles, como suele ‘ecurrir en toda sociedad que carece de unos procedimientos transparentes. No debemos concluir, sin embargo, como algunos han pretendido, que la co. ‘rupcisn fue en sf misma uno de los principales factores de la deeadencia y ulterior hundimiento del imperio romano, y tener mucho cuidado en no it lroducir criterios modernistas (y moralistas) en el estudio de un sistema tra. dicional "1 Uno de los rasgos caracteristicos del sistema administrativo del Bajo Im- perio era el patronazgo, Recientemente se ha subrayado la importancia del” patronazgo a la hora de explicar el funcionamiento de la sociedad antigua en Su €OnjuINto, especialmente on el contexto del imperio inant. y ello debe- ria ayudarnos a comprender mejor el desesperante enigma que constituye la poca bajoimperial. BI patronazgo, en el sentido de protectin mas 0 menos sistematizada del pobre por parte del rico, ha existido y de hecho existe to- Gavia en muchas sociedades —si no en todas—, pero su aparicién es tipi alli donde es mis débil la proteccién que brinda el estado —-como en cl easo que nos ocupa—, donde los vineulos sociales son mas laxos, 0 donde se pro duce un cambio de la situacién y se da una fuerte rivalidad por ocupat un Puesto en ese-nuevo ordenamiento de las cosas. En la Antigticdad tarda, «los. patronos.tradicionales se vieron suplantados en su. papel de patronos, ademds de estorbados en su calidad de terratenientes —y de recaudadores de impuestos—, por una serie de individuos con autoridad local, de caraeter unas veces secular y otras religioso. Sus protestas hallaron eco en las leyes {que reflejan los intereses fiscales del gobierno central>.2® Pues en efecto, la entrada de nuevos actores —obispos o funcionarios estatales— en un exce~ nario en el que el patronazgo llevaba va actuando mucho tiempo a todos lar niveles, y las diserepancias entre los intereses de los pobres, los de los terra. LAS ESTRUCTURAS SOCIALES Y LA ECONOMIA - cntes y los del estado, trajeron consigo la ruptura del equilibrio existen- res ecu en ples desarpaados isso pros “ion donde pudieron, El estado por su parte reali repetides intents. de ‘klar ie esa fra de protecion(parocntum), en a dea de que r- scsentaba como asf eri una evasion de las responsablidades por parte sis sbi une propa gina de Ta autora por parts ‘ "abate las compensaciones extraordi Miike ain dada exgian or ella Una ly el ao 415 permit a as isis sk 'Constaminoplay Alejandra queda con as leas qu se habian pcs 1 hao su protexén, cn a consi de que pagan tds eas cotib. Somes y eumpieran con todas sus festantes oblgacones (CTA, 1246): btos emperacoresposterioes sin embargo, como pot ejemplo Marciano y !sntentaron poner nuns vez eta pfs: Lan las nse 3 ir fe de contratos de tipo patronal cn Tracia a part UinOnente a pate de #1 (Ch, XLSEL, que atria el ao 468). Una vez ns a propia prstica y la incapacidad de hacer frente demostrada por e robieeno ponen de manifesto no tant la corrupcion endémica del sistem baroertio cuanto su debilidad, en comparacin con la enorme extension ia fragmentacién de la zona sobre la que pretendia imponer su co La FINANCIACION DEL ESTADO. Deieés de ches dels tetas con ln gue se enconir el estado» que ern Inara todos estos problemas soles sola I newied de impoestsy ls dicultadesnberetes au etaudatién, Muchos especi- fsa han pensado que los impuesos de period tardorromano tan cho ifs los que lor de posts anteriores tanto que seg lls, habrian co CHhuid sumtancamente al aurmnin desorbvtad de fs exaeciones scl y Sa consguienedecadenca del impero, Antes de aborda eta seston ser preciso efectuar una breve digresin en torno al sistema tibutario y homfa antigua en general. ‘ Por fons no oy esse gs etament lo naar a conornia antigua constituy® tno de los temas de estudio més es tor ls ivestipdores de Tos aos seen y oxen elect intees por {earqueotoga tardrromana ba venido a snrantizar que tmpoco se des cuidar este perodo final del perio” Probablemente no nos equvogue~ mos al aftr que desde comieno de los aos setenta ef modelo de eco- i anigun srosiado con el rode Finley que Hew presuamente ee teak (véasi economia de la Antigtiedad) ha sido modificado, en Send no bso sbandonedo, Sean este mde eh mundo anu ea fundamentalmente una sociedad agraia en la qué las cudades no coos tian centres de produceign industrial yen les que el merta y lon bene= fils estaban relaivamente poco o nada desarrallados, al igual qu Tos conceptos de «racionalidad econémica» en general. Ulimamente aly a ERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA bria esperar si nos atuvigramos extctamonte al modelo itade, oh le ha pertann aenzada por la monetaadn'y ohio ache can tients gue Kits Hopkin en prt ha deena Ie ena ea mo seaudo por el eecnistoecomie,ol monos Naa ae i'd Aigunos alan agutloposrovens heard oes ge ddo que nos ocupa, sin embargo, sugieren que se dio-un grado sorprenden. temente alto de prosperidad en Oriente y unos intercambios com més duraderos de lo previsto. No hay. mae remedio que Dregne eee 4ué punto cabe aplicar —si es que tienen alguna aplicacién—~ al Bajo Im perio los argumentos propuestos en el debate general. Esta seccién la cen- traremos, pues, en toda una serie de temas relacionados con el sistema tn bbutario, la moneda y los ingresos y gastos del estado, mientras que en ln figuente examinnrimos tas cuastiones relacionadas en I pradceon, Ht brosperdad o decadence de campo, y les intercanbios comerciales Hay determinadas premisas acerea de la economia antigua que han teni do una aceptcion bastante gener, y no enemos por qué dala que poston aplicarse igualmente al Bajo Imperio. La primera de esas premisis — por io que al imperio romano se refiere— dice que la riqueza def imperio provenia ¢n gran medida de la agricultura que significaba tambign la mayor parte de tos ingresos del estado; segtin otra, el ejército, o cuando menos la delense ex, general, se llevaba la mayor parte con diferencia de los presupucstos del =” tado:% y la tereera dice que los restantes gastos del estado eran enormemen- {e limitados en comparacién con los de los estados contempordneos. Segun este modelo, el nivel de monetarizacion habia sido muy bajo, los ebjetivex pperseguidos por el estado con la emisién de moneda habrian tenido un en. "deter més politico o militar que econémico 0 comercial, aunque titimamnens te esta idea ha encontrado grandes detractores Hopkins hs conlecvionsdlo tuna usta muy til de los factores que, en su opinién, pudicran haber pron, indo hasta cierto punto el crecimiento econdmica,Temindalos some borg, Podemos preguntarnos cuntos de ellos se daban en el Bajo Imperioy si eabe {a posibilidad de que se produjera un crecimiento o una recesién econémica, en la hipotesis de que tales conceptos fueran aplicables a esta epoca.” Enine dichos factores cabria mencionar los siguientes: Ia mayor cantidad de tierres Puestas en explotacin el mayor volumen de Ia poblacion, con una mayor dl Visién del trabajo en ella y cl consiguiente aumento de la producign no ag cola; y, por tiltimo, una productividad per cépita més alta (teniendo en cuen te el aumento achacable al hecho de que muchos de los individues que en otro momento habrian tenido que participar en las campanas militares ha. brian pasado en tiempos de paz a inerementar la mano de obra disponible), Por ultimo, hay dos hipétesis que pueden resultar muy importantes para el Perfodo bajoimperak: la primera seria que el aumento.de las exacciones gi bbernamentales supuso mas un estimulo que una cortapisa ala productvide la segunda, que los gastos efeciuados por el gobierho eon el dinero proce: LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA Jente de los impuestos acabarian a su vez por resultar beneficiosos para la ‘Si aplicamos estas hipétesis —elaboradas en buena parte con datos rela- Livos al period que va de 200 a.C. a 200 4.C. aproximadamente— a la épo- {que aqui nos ocupa, nos encontramos con ciertos elementos que saltan in ‘nediatamente a la vista, En Occidente, las lierras por las que el estado podia. Cxipir el pago de impuestos disminuyeron en realidad debido ala guerra y al ‘cslablecimiento de colonias. Ademés, es posible que la poblacién hubiera su- ‘vido ya una importante disminucién durante la crisis del siglo my, en todo ‘uso, la poblacién romana de las provincias occidentales se vio en parte des parada a finales del siglo v por los nuevos colonizadores bérbaros con los {hue se habria visto obligada a compartir sus tierras en unas condiciones bas- {ante duras, sea cual sea la interpretacidn de los testimonios disponibles que {locidamos adoptar (vease el capitulo 2). La cuestidu ue la difereneiacién en- tre tiempos de paz y tiempos de guerra suscita ademés la cuesti6n de la dis- lincién entre Oriente y Occidente; as pues, Oriente habria conocido una ‘poca de prosperidad durante buena parte del siglo vy hasta bien entrado el lo vi, mientras que las guerras contra los sasénidas habrian supuesto wna especie de parén; Occidente, en cambio, hubo de ser testigo, como hemos vis to de una serie casi ininterrumpida de guerras y de la ulterior fragmentacion ide su territorio, con el consiguiente perjuicio para los campos y los centros lurbanos, por no hablar del alto coste de mano de obra que todo ello habria supuesto, : ‘Segtin algunos de los criterios enumerados por Hopkins, da la sensacién de que el imperio de Occidente padeci6 cierto grado de decadencia eco- mica antes incluso de que empezara la gran época de los asentamientos barbaros Otros indicadores apuntan también en la misma direecién, La re- duecién de las unidades del ejército durante el perfodo tardorromano y st stacionamionte dentro de los confines del propin imperio —préctica que ha- bria venido a sustituir al emplazamiento en las fronteras de grandes con- tingentes de soldados— debieron contribuir en gran medida a limitar el papel) {que el ejército habia venido desempentando hasta la fecha en la circulacion y tedistribucion de la moneda por medio del salario de los soldados y los gas tos militares, sin contar que buena parte de sus necesidades eran satisfechas ahora en especie. De estar en lo cierto, las mismas conseeuencias habria te- nido la tendencia que postuldbamos anteriormente « que los intereambios comerciales se efectuaran dentro de la red de latifundios y no a través de un mereado abierto, Por tltimo, la destruccién de buena parte de Ia base agrf- cola del imperio, unida aeaso a otros factores naturales, puede que conduje- ra también a una disminucién de las materias primas disponibles. 'A estos factores debemos afadir el coste que habria supuesto el mero mantenimiento del ejército (véase el capitulo 2). Sies cierto que Dioclecia- zno dobl6 los contingentes militares —y no digamos si los cuadruplico—, ademas de inerementar la buracracia, los problemas econdmicos del Bajo Imperio habrian sido realmente insuperables. Jones expone claramente cl — 2 EES MEEINERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA. Problema con esa frase suya tan famosa, segiin a cual en los llimos tiem Pos del imperio habia demasiadas «bocas ociosas», es decir, demasiada gen te que-no producta, y que por tanto debia de cobrar de los recursos eal ‘ez menores del estado.” Hoy dia, sin embargo, no habria muchos histo, riadores tan rotundos en sus afirmaciones como Jo era Jones en 1064. Se. stin hemos visto (véase el capitulo 2), lo més probable es que Diocleciano regularizara el statu quo y no que doblara realmente las dimensiones del ciército; deberiamos incluso poner en duda que después del siglo rv fuera Posible mantener ni siquiera una cifra semejante. Con unos contingentes de uatrocientos y pico mil hombres, el ejército romano del Bajo Imperio sc. gufa constituyendo una fuerza importantisima, notablemente mayor que el eiéreito de Augusto a comienzos del Principado, y unas fuerzas armadas tan Jmponentes debieron de representar a todas luces una verdadera sangria Dara las areas del estado, Es muy posible, sin embargo, que los historiadores se eq medio & medio al dar tanta importancia a los gasios militares en el proceso que condujo al hundimiento final del imperio, Lo verdaderamente curioso es que el sistema durara tanto como dur6, Cabria aducit también que, silos cos. {es eran indudablemente onerosos el problema militar mas peliagudo del im. perio radicaba en las dimensiones de sus fronteras y en la dificultad que en. traflaba mantener una defensa de semejante magnitud, Si Occidente no hhubiera tenido que soportar tantas décadas de ataques de los barbaros, la his, ‘oria quiza hubiera sido muy distinta. En euanto a Oriente, Justiniano se en. contré en realidad, a la hora de levar a cabo sus guerras, con una serie de graves problemas financieros, que legé a su vez a sus sucesores; pero tambicn fn este caso serian un conjunto de factores externos los que provocarian los Problemas més serios (véase el capitulo 5). En el siglo vt el estado habia ens contrado ya una solucién parcial a las dificultades del coste del ejército al de. Jer en manos de sus aliados érabes una buena porcin de la defenea de la Zona suroricntal de sus fronteras, desde Transjordania a Arabia, aparte de que el propio cjército regular venia utlizando habitualmente barharos:* Por Ultimo, los dos tétminos de Ia ecuacién tendrian la misma valide7: la presen. cia del ejército en una determinada zona, con todo lo que trafa aparejado su mantenimiento —no sélo sueldos y suministros para las tropas, sino ademés tun buen sistema viario y de transportes y una buena estructura de apoyos lo- cales—, podia en s{ constituir un incentivo muy poderoso de la economia, Este seria sin duda uno de los factores que se ocultaba tras la innegable pros. peridad y densidad de los asentamientos de colonos del siglo v en las frente. as surorientales, incluso en lugares dridos y escabrosos como el Hauran y el Néguey, donde, ademés de las fortalezas ms importantes, habia muchos otros establecimicntos militares de menor importancia. Por todo ello resulta evidente que cualquier generalizacién en torno a la economia de la Antigdedad tardia en su conjunto puede inducir a error, y que dlebemos siempre tener en cuenta las variables regionales y la intervencidn de Jos factores externos. La dlficultad que planten calcular los costes del ejercite, JAS ESTRUCTURAS SOCIALES Y LA ECONOMIA: = see uate a los gastos presupuestarios, no resulta tan claro ni much Inj eto um pede ela encton paren se eal ecale ysesic de los senadores y las actividades de los comerciar a rede cas le carder men ‘ sobre todo a a tierra y a la produccisn agricola; el bien oe mee es ete demons se mano de obra, pane de Ten ccarena leglsion mediante Is a sntentaba restringir los movimientos de los colonos y ayudar DMicsras qu en otras provinis omeite a inperio de aes see a ial lantada por nuestros antepasudos mantiene én su pucst pees ‘Trndaaon sd eon espe de des temo de serte oem aperdicebenk ‘campos con cuyas cosechas se alimentan ni dejar las: caper ana paseron selva ks teraenientes de Palestina no go- dan de et vena ordetos qe amo en Palestina ha srendtaro an tate dette donde plaza, sino que, como en eres provincia, 52 ile inculado a propstart desu fica (Ch, XLS1D, or eaaorpnat te Rae ta ome qué lloraba, —— rete fonds sa suo cal Pus cheese deo ds uinor E Jaron y mis tres hijos bien amados fucron vendidos aoe sn meth ae lg sede A Se nec eant nt ary me a ita monedas de oro y la conduje de nuevo a la ciudad, donde a = trad. ingl. de Russell, >). &. MUNDO ME RRANEO BN LA ANTIGUEDAD TARDIA lo poco ] La constante reiteracién de las leyes demuestra, sin embargo, que podia hacer el gobierno para asegurar la percepeitn de les imps sistema tributario tenfa un cardcter sumamente regresivo: por idéntica canti dad de terreno los pequettos propietarios agricolas pagaban lo mismo qui los grandes latifundistas. Y pese a las reformas de Constantino, la tradicional Preponderancia que sigui6 otorgiindose a los bienes rafees pone de manifies- {o que tales medidas no supicron aprovechar la nueva fuente de ingresos que para el estado constitufan el comercio y —cosa mas importante atin — las for. tunas de los senadores, En este iltimo caso, sobre todo, el fracaso de las nue. vas disposiciones tuvo que ver en parte con la naturaleza misma de la legis: lacién en materia fiscal, que permitia a los senadores amasar unas fortunas colosales,en tanto que el gobierno andaba siempre escaso de numerario. Los Propios emperadores compartian Ja idea tradicional de que las exenciones fiscales constitufan un privilegio al que wialyuier individu podla tspirar legitimamente en razén de su rango y del favor imperial, de suerte que las concesiones que hacian en ese terreno eran la expresiOn de una actitud tray dicional y al mismo tiempo un medio de aumentar su popullaridad, La con: donacién de los impuestos atrasados era otra préctica habitual, ya fuera por 4a incapacidad manifiesta de hacer cumplir la ley. ya fuera en respuesta a las actitudes tradicionales a las que acabamos de aludir; ademas, tampoco habia la costumbre de elaborar presupuestos con visas al futuro, Por otra parte, como sefiala Jones, el gobierno de Oriente por lo menos lleg6 a recaudar, se. atin parece, cantidades bastante considerables de dinero sobre una base Constante;* y ello pese a los enormes desembolsos de oro que tuvo que efee- tuar para subvencionar la paz con Persia o para pagar los «subsidios» a las hhordas bérbaras.” En cuanto al comercio, el lamado chrysdirgyron (slim. puesto] de oro y plata», que recibia este nombre porque debia pagarse en oro y plata, aunque a la hora de la verdad se pagara habitualmente slo en oro) fue siempre muy impopular finalmente fue abolida par el emperador Anan tasio en 499 (CJ, XI,1,1), lo mismo que la collatio glebalis (fallis), que se co- baba a los senadores, eiminada por el emperadot Marciano (CI, X22) Por aquel entonces, lo mismo que en la aetualidad, la politica fiscal era una cuestiGn que comportaba una gran carga idcolégica, de suerte que los empe- radores que impusicron nuevas contribuciones, aunque, como en el caso de Justiniano, fuera con una finalidad militar, suelen ser abjeto de eritica en las fuentes de la época El sistema fiscal del Bajo Imperio era, por consiguiente, un asunto su- ‘mamente complicado y dificil de manejar, leno de injusticias y desde luego | n0 muy bien administrado, El apartado més importante de la police fecal, | esto es, el correspondiente a la arvzona o aprovisionamiento del ejército, era también el més dificil de organizar. Desde finales del siglo m buena parte de esa annona se recaudaba en especie, por medio de un sistema tan engo- oso que lo extrafto es que funcionara minimamente; pese a todo, y aune que el método de cilculo variaba de provincia a provincia, de vez en cuan. do era ponitle reducir la demanda en una demareacidn en conereto, como LAS BSTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA us ‘unio en el siglo ¥ en Acaya, Macedonia, Sicilia, Numidia y Mauritania Sin embargo, no siempre se realizaban los padrones ordinarios opneseindibles para mantener al dia el censo de a propiedad rtstica y de Sn, por Io cual se suscitaban grandes discrepancias, Al final, una ndlados, los productos debfan ser enviados a su correspondiente inhi, proceso que, a st. vez, exigia un complicado sistema de organiza- vn, ‘Limbién otros impuestos tuvieron gran importancia durante toda la ypoes imperial, sobre todo la incautacién de grano para asegurar el abaste- miento de Roma, sistema que Constantino amplié también a la ciudad jy cl fundada, Constantinopla (véase el capitulo 1). Desde los tiempos de |i veptblica, el gobierno romano habia considerado una de sus prioridades vw qurar el suministro de alimentos de la capital, manteniendo con esa fi- Hulidad un subsidio destinado a garantizar la gratuidad del pans Bl grano jocedfa en su mayorfa, aunque no exclusivamente, del Norte de Africa y Pgipto, pero su recaudacién tenia en ambos sitios un grave impacto so- © la economia local:” finalmente también su supresin en Occidente tuando ambi ta situacién debié de tener unas repereusiones materiales ‘onsiderables. La conquista del Norte de Africa por los vindalos supuso yvira Roma un severo quebranto, pero las distribuciones de pan siguieron fectudndose y al final seria la Iglesia Ia encargada de efectuarlas. En Driente, Egipto continus suministrando trigo a Constantinopla, pero los la- ‘os de esta provincia con la capital fueron cortados bruscamente por a in- vasiGn persa de Egipto, acomtecida a comienzos del siglo vil. Anteriormen- \e, sin embargo, se habfan llegado a vender y a legar en herencia los bonos «que daban derecho a las distribuciones de alimentos, el gobierno intents a veces regular también tales usos, pero con el paso del tiempo, como oeurti- ria con otros impuestos del perfodo tardorromano, fa relacién existente en- ire los que teéricamente podian recibir cl subsidio y los que de hecho dis- frutaban de él se haba idy difunsinainly pogiesivancnte. A comienzos de nuestro periodo los pagos en especie empezaron a ser sustituides por pagos en oro, sobre todo en Occidente, seein unos patrones, de cambio hastante inestables que en varias ocasiones el gobierno se vio en la nccesidad de reglamentar: en cl siglo vi lo normal cra ya el pago en mo- neda de oro (en fibras 0 solid), Aunque fue Constantino quien introdujo el solidus de oro, que desde entonces se convirti6 en el patrén monetario, sus sucesores no fueron capaces, pese a intentarlo repetidamente, de reintrodu- cir una moneda de plata con base estable. La inflacidn siguié también cre- ciendo, como podemos ver por los precios que aparecen reflejados en los papiros, probablemente porque el gobierno acuitaba demasiada moneda de poco valor; pese a todo, el solidus se mantuvo estable durante todo este pe- riodo € incluso hasta mucho después En el siglo v, sin embargo, no existia ya en realidad relacidn alguna entre el s6lido —o sueldo— de oro y la mo- hneda de cobte, cuyo valor, en relacién con el sélido, cambiaba constante- ‘mente. Los emperadores de finales del siglo v. y en particular Anastasio (491-518), lograron introducir cierta estabilidad; cabe sefalar a este respee- 14 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, to que la reforma de Anastasio vino a continuar unas tendencias visibles ya {jen Occidente en la moneda acuada por los véndalos y los estrozodos™ ‘Resulta sumamente dificil evaluar las consecuencias econdmicas de todo beste estado de cosas. A priori —pero slo a prior, la recaudacién y re: Iistribucién de los impuestos en especie, prictica que continus en parte | hasta bien entrado el siglo v, y la constante fluctuacién de la moneda de co» “bre 0 basica (pecunia) con respecto al s6lido, s6lo pudieron tener unos ek tos depresivos de cara al desarrollo de una economia de mercado. Pero la | inflacion de los siglos m1 y 1v ticne su raiz en la politica monetaria del estas || do y no en el sistema econémico propiamente dicho; por otra parte, ya he- ‘mos visto que el nivel de los ingresos del fisco se mantuvo, al parecer, d- | Tante todo este periodo, al menos en Oriente. Debemos concluir, por tanto, || que por precario que fuera su control, mientras el gobierno del Bajo Impe- rho sigui6 funcionando —y asf ocurrié en Oriente durante todo el perfodo | que nos ocupa— también sigui funcionando la economia en su conjunt, | Para una economfa agraria tradicional carente a todas luces de adelantos | teenol6gicos como aquella, los factores imprevisibles o de carécter local, | como por ejemplo la hambruna, la peste, etc., constituian una amenaza constante, sf, pero también formaban parte de las eventualidades previsi | bles, por Io cual siempre cabia ponerles algtin freno; en cambio, ciertos fac- \\tores externos, como las invasiones, los asentamientos de nueva poblacién \y las transformaciones demogréficas, eran una cosa muy distinta. EL COMERCIO Y Los COMERCIANTES ‘Teniendo en cuenta la época de la que data, la «tesis de Pirenne» (véase la p. 18) por fuerza debia basarse fundamentalmente en testimonios de ca rrdcter literario; hoy dia, al ineromentarse cl interés de los arquedlogos pu este periodo, disponemos de muchos més materiales, y esta circunstancia, afiadida a la mayor sensibilidad con que se aborda el papel desempeiiado por el comercio a la hora de efectuar la valoracién de Ia economia antigua a la {que hacfamos referencia (véase la p. 107), stdia la vieja controversia bajo una luz muy distinta, Mas adelante volveremos a insistir sobre este asunto (véa- se el capitulo 7); por lo pronto, concluiremos el presente capitulo con unos breves comentarios sobre la controversia suscitada en torno al papel de la ac~ tividad comercial con paises lejanos durante todo este periodo. La cuestiGn gira en buena parte en torno a los testimonios suministrados por la cerdmica, y en particular al problema de la difusin de la loza africa- na de engobe rojo y de las dnforas africanas fuera del Norte de Africa, fen meno que continué incluso durante el perfodo véndalo. Sobre la base de es- tos vestigios, se ha elaborado una hipotesis de bastante alcance en torno al ‘esquema comercial de la época, sobre todo por lo que se refiere a los siglos v-vu.4! Los hallazgos ponen de manifiesto una trayectoria muy clara; en pi ‘mer lugar, vemos cémo paulatinamente, entre los siglos 1 y 1v, la cerdmica LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA 1s Juicanat Hepa a ser la mas habitual con mucho en Occidente, al tiempo que © produce una disminuciGn de tas antiguas exportaciones procedentes de alia y de la Béticas® en segundo lugar, el crecimiento de Constantinopla y | ieswio hacia la capital de Oriente del grano procedente de Egipto, supo- 1: ls ereacidn de un ¢je oriental Cartago/Constantinopla: las exportaciones ‘lu fargo de estas dos lineas, una en direccién al norte y otra en direcci6n al {v, continiian hasta bien entrado el siglo v. sin que la conquista del Norte |v Atviea por los vandalos en 439 suponga interrupciGn alguna: no obstan- \c. pede observarse una decadencia a comienzos del siglo vi. asi como cier+ ws cambios en el campo de la producci cadenc ‘silo con fa situacién reinante en el Norte de Africa, sino también con la| sealuecién de los mereados resultante del establecimiento de los reinos bar hnutos: a pesar de todo, cl eje oriental siguid vivo durante todo el periodo, tiempo que la importancia de Constantinopla llegaba a su culmen; por atti \ sno, es perceptible incluso con més claridad la continuacién de esa decaden: ‘sa durante todo el siglo vit, aunque los testimonios para esta época son mu: bho mis escasos ‘Muchas son las cuestiones que se plantean al hilo de estas eonclusiones, y de ellas las més evidentes son las que a continuacién pasamos a exponer. (Una de ellas, por ejemplo, es si estos hallazgos representan realmente la exis lcncia de unos verdaderos vinculos comerciales (el testimonio de la cerdmi ‘1 no nos hablaria del porqué de los intercambios ultramarinos, sino s6lo de! ‘cimo). Por otra parte, ,qué pueden decirnos estos resultados —si es que di ‘con algo— del impacto que supusieron los reinos barbaros sobre la economia), \lcl Mediterréneo? Y por tiltimo, ,hasta qué punto podemos relacionar estos| | testimonios con Tos relatives a los cambios urbanos, y deducir de ellos que la) ‘ccha més adecuada para situar un debilitamiento significativo del sistema, editerrineo propio de Ia Antigtiedad clésica corresponde a las postrimerias) | Uicl siglo vt y los inicios del vt, esto cs, al periodo inmediatamente posterior| \| 1 los intentos de reconquista llevados a cabo por Justiniano, ¢ inmediata- ‘mente anterior a las invasiones drabes? No debemos olvidar que todos estos temas siguen siendo objeto de un vivo debate y que son muchas las diserepancias al respecto, entre otras razo- nes porque suscitan cuestiones de naturaleza ideoldgica en torno al comercio yal cardcter de la economia antigua en general. Carandini, Panella y sus co- legas consideran que os testimonios disponibles reflejan unos modelos comerciales integrados en una economia de mercado. Quiza quepa poner al- sin que otro reparo a una afirmacién tan contundente como esta, Entre las Cuestiones que atin estan por resolver destaca la del impacto econémico de las conquistas vindalas, incluida la del efecto sobre el Norte de Africa (y otras zonas conquistadas por este pueblo) de Ia desaparicion del sistema fis- cal romano, Wickham subraya con toda razén la importancia que para el Norte de Africa tuvieron las incautaciones de grano con destino al abasteci- miento de Roma, préctica que habria supuesto necesariamente un gran de- sarrollo de Ia navegacion y la existencia de un sistema de exportaciones del ne HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA que habrfan podido beneficiarse también otros productos, de suerte que su desaparicién habria tenido verosimilmente unos efectos muy serios y du deros. Segiin esta tesis, mientras que las ineautaciones con destino a Roma y Constantinopla exigian unos niveles de produccién bastante considerables, aunque dicha produccisn no tuviera en sf un cardcter comercial, su elimina. cién, en el caso de Roma, acompatiada del hundimiento del gobierno roma- no en Oceidente, habria tenido serias repercusiones sobre la economia de mercado existente por aquella época. Y como las mercancias norteafricanay habfan tenido hasta entonces un atige tan considerable, ese cambio tan im- Portante sobre la economia del Norte de Africa habria tenido también una gran repercusidn en otras regiones. Conciusiss No resulta sencitlo caracterizar la economia del Bajo Imperio, ni los efec- tos que realmente tuvieron sobre la sociedad los intentos realizados por el gobierno para controlarla, Algunas tendencias resultan evidentes, no sélo el profundo impacto de las invasiones y asentamientos de los biirbaros acon- tecidos durante esta época, sino también otros desarrollos més generale’, como la propensidn a la acumulacién de grandes cantidades de tierra en ma nos de unos pocos, Ia reinstauracién del pago de los impuestos en dinero (Concretamente en oro) y no en especie, el abismo cada vez mayor que se abrié entre Oriente y Occidente, y las dificultades del gobierno a la hora de asegurar la recaudacién de los impuestos y de cubrir las plazas de la ad nistracién del estado. No es de extraiar que la aparicién de los reinos barba- os en Oceidente y los efectos de las guerras de reconquista tuvieran serias repercusiones econémicas; pero este asunto lo estudiaremos en el capitulo 5. En Oriente. en cambio, tenemos testimonins de un aumento de la poblacis y-de una intensificacién de las actividades agricolas y de los cullivos de rega- dio en zonas como los macizos de piedra caliza del norte de Sira e incluso on reas tan poco prometedoras como el Hauran y el Négucv: todos estos testi- monios serdn debidamente analizados en el capitulo 8. Por otra parte, a fina les del siglo vt, debido a los efectos de Ia guerra y acaso también a alguna que otra catdstrofe, a presencia militar romana en Oriente empez6 a ser cada vez ‘mds insostenible. Evidentemente es un error, cuando no una tarea totalmente imposible, pretender emitir juicios generates sobre una zona geogréfica tan vasta y un eriodo de tiempo tan rico en acontecimientos. Por desgracia, sin embargo, |a historiografia moderna esté plagada de juicios de valor demasiado vanos acerca de la decadencia 0 el final de la Antigtedad, muchos de los cuales se bbasan en prejuicios no reconocidos en torno al propio sistema del Bajo Im- perio. Bse sistema era indudablemente muy complicado y tenfa muchos de- fectos. Al no existir las comunicaciones de Ins que disponemos hoy dia, no Podia funcionar con efteacia ni reaccionar con agilidad ante los cambios, El LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ¥ LA ECONOMIA M7 ‘obietno se limitaba a eehar mano de una legistaci6n vacua y presuntamen- (o tatimid:toria; los funcionaries haefan lo que podiat ‘vucar fas vuelta al sistema para escurrir el bulto y burlarlo. Todo esto no one nada de sorprendente, aparte de que el poder de 1a inercia era muy yrancle. Lo que sf es sorprendente, dado el contexto, es que esa sociedad tan ‘voulicional lograra sobrevivir relativamente tan bien, 5. JUSTINIANO Y LA RECONQUISTA Intropucei6y Hots ahora, aparte de sefalar las diferencias existentes entre Oriente y Occidente, hemos puesto también de relieve la expansién por todo el sil to del Mediterraneo de los rasgos generales de una determinada estructura social y econémica, Durante el reinado de Justiniano (527-565) se produjo un acontecimiento decisivo, concretamente el intento de los ejércitos de Orien- te —cosechando al principio un éxito clamoroso— de recuperar los territo- tios perdidos de! imperio de Occidente, Respondia a la denominada politica de steconquista» de Justiniano, que dio comienzo con el envio de una ex- pedicién contra los vndalos de Africa en 533 y que continué a lo largo de veinte aftos de acciones militares y de diversas vicisitudes, hasta la firma del ppacto conocido como Pragmética Sancién, de 554, que venia a ratificar el an- siado retorno de fa Italia ostrogoda a la dependeneia de Roma. Este episodio es importante por muchas y variadas razones, entre las cua- les la cuestién de las motivaciones de Justiniano tiene s6lo un papel secun- dario, Por lo pronto, poseemos una relacién completa de los hechos, eserita con gran dramatisma par tin autor de primera fila, Procopio de Cesarea, que nos ofrece un relato casi completo de los acontecimientos bélicos en sus Gue- ras, y un sensacional anélisis de los mismos en su Hisioria arcana.! La obra de Procopio constituye un capitulo de la historiografia griega tan importante en si mismo como pueda serlo la de cualquier otro historiador de la Anti- ¢gtiedad, suministréndonos una informaciGn riquisima sobre todos las porme- ores del mundo militar, la topografia, las finanzas, los edificios, y toda clase ‘de materias. Procopio fue protagonista y testigo ocular de algunas de las cam ppafias que relata, y aunque esta circunstancia no garantice la veracidad de sus informes, confieré a su obra una inmediatez y una autoridad que sorprenden al lector. En términos generales, las guerras de Justiniano plantean el pro- blema de las relaciones entre Oriente y Occidente en unos términos bastan- te decisivos: al fin yal cabo, se trata de un emperador de Constantinopla que utiliza los ejércitos de Oriente para reclamar lo que, a su juicio, seguta sien- do tervitorio del imperio romano. En el Norte de Africa, donde més éxito tuvo ese programa de reconquista, hasta el punto de permitir a Belisario ce- lebrar un grandioso triunfo en Constantinopla en cl afio 534, podemos con- Avanos JUSTINIANO Y LA RECONOUISTA, f ona of SO Se | gat i. : ne (MAR MEDITERRANEO visigono0s ° Conguitas (i Suetsno om 119 Mara, La sreconquista» de Justiniano, ¢ 565. 120, EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA templar de pronto el especticulo de una administracién griega —impuesta por Constantinopla en nombre de la restauracién de Roma— montado ei luna provincia que tradicionalmente habia venido considerdndose verdaueta bastion de la Iglesia latina. Otra consecuencia igualmente irénica de los lars 03 aflos de guerra contra los godos de Italia fue la definitiva desaparicion del senado romano y el éxodo de las familias aristocréticas romanas que atin , por los gritos de |. salir huyendo, y sino lo hizo fue por la resolucién demostrada es Jc) emperador. Esta misma impresi6n es reforzada por el propio Procopi, de Italia. La legislacién reformista de todo este periodo tiene un ee om tinperio que acariciaba Justiniano. No podia sospechar que las campat a [LAS PROVINGIAS DE ORIENTE: GUERRA Y PAZ CON PERSIA ee Ia HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA {ronterizo y su poblacién desde que los sasinidas alcanzaran el poder en el sie slo a (véase el capitulo 8). Ahora bien, tras una serie de campaias no muy slotiosas en la frontera de Mesopotamia organizadas durante los primetoy afios del reinado de Justiniano, a ratz de las cuales el futuro historiador Pros copio se hizo {ntimo amigo de Belisario, se aleanz6 una tregua en 531 con mo. tivo del fallecimiento del sha Cavadh de Persia y la subida al trono de Com roes I. En 533 ambas potencias firmaron un tratado (BP. 1.22): una de lay léusulas del mismo preve‘a el pago de once mil bras de oro por parte de Bi. zancio, pero, aparte de obligar a ambos ejércitos a efectuar una retirada par Cial de sus tropas, las cosas quedaban practicamente como estaban. No cabia esperar que un gobernante tan enérgico como Cosroes I —comparado con Justiniano, podriamos afirmar que eran tal para cual— fuera a contentarse con eso. Ademis, su sentido de la oportunidad resultaria fatal para los bizan. Linos; ras efectuar unos euantos movimientos hostles durante cierto tiempo, volvié a invadir el territorio romano en 540, precisamente el afio en que Bel sario recibi6 la orden de retirarse de Italia. La segunda guerra de los persas, gue estall6 aproxinadamente en el aflo 540, fue muy distinta de la primera La falta de un sistema adecuado de defensas por parte de 1os romanos se pone {ristemente de manifesto en fa facilidad con la que los ejcitos persas llega. ron a las inmediaciones de algunas ciudades, como Edesa o Apamea, en Me. Sopotamia y Siria respectivamente, obligéndoles a pagar fuertes sumas de plata por su salvaguardia. Los obispos locales fueron los desgraciados media. lores de estas transacciones; ls persas tomaron e incendiaton Berea (\lepo) mientras cl obispo de la ciudad, Megas, se hallaba ausente pidiendo ayuda al mando supremo de las tropas romanas, establecido en Antioquia. Alli se ene contr con un panorama desolador: Justiniano haba dado la orden de que no Se entregara dinero alguno a los enemigos para asegurar la salvaguardis de lag Cludacies de Oriente, y al mismo tiempo cornfan rumores de que el patriarca de Antiogufa, Efraim, tenia intenciones de entregar su enudad a los persas. Alte. gresar a Berea, el infortunado Megas manifest6 su desolacién ante Costoes quien, al enterarse de que no habia recibidio fondos para asegurar la salvacion de Antiogu‘a, se drigié inmediatamente a esta ciudad (BP. Il,7)."*Losque pu. licton, salieron huyendo inmediatamente, y Cosroes puso sitio a Antioquia, 4a segunda ciudad del imperio, que fue bruialmente saqueada: semejante ca, {strofe lleva a Procopio a exclamar: Siento escalorios al relatar tan gran desastre, pero lo recojo para que to ‘ecuerden las generaciones venideras; lo que no sé es el fin que perseguiré la Yoluntad de Dios al elevar la fortuna de un indviduo 0 un lugar para después Aejarlos eaery aniquilarios sin raz6n aparente (BP, IL,L0.4),7 Pocemos vislumbrar claramente cual era la situacién real de Antioquia antes de que los persas le pusieran sitio cuando vemos al pattiarca, a los obis. pos locales y a los legados imperiates venidos expresamente desde Cunsta ‘inopla reunirse urgentemente para discutir lo que debfa hacerse. Como los USHINAN ¥ LA RECONQUISEA 125 ' cién dela »entrega de una buena cantdad de plata, la poblae vith To pore or desbacese dela mayor caida posible de abje- a antes de qe egaran, Cuando alent lox pres pusiron va plaza, sus habitantes cometieron la imprudencia de burlarse ae nese fall de las murals, con fo cual slo consiguieron que 10s ps 2a an ctaelsima mana stand etraron en a uted Senta reaanreonient ma cat \d de plata mucho mayor scale precedente, Cosroes pudoexigt una canta 2 Civaguardia de otras eiudades, como por ejemplo Apamea, Caleis y at te ss ofrece una deseripcion muy viva oa oe eu E 1122-93. Aun aden luc, tes literarias puedan algun: i He tn oa i i en os ison lengua srfaea Juan de Efeso- la bajas fueron a todas lices enone unparables quizé con las produeidas por la Peste Neg, Fa Hired muy viva de sus efectos en la ciudad de Antioquia y entre a nko Ua También oe autor de est sors. ev ata e es prineros somentos dla ese ports ania bos, es amis in ie Ea sss acometidas de nfl marr vais de mis ws mi esposa y otros miembros de mi familia, sirvientes y trabajado- [hs del camp, pe ss tags han seni reptgndose hasta lo setualiad, Conic une pores se. Pe am como anearmente canterisa a ieta dos aftos antes de comenzar a re- aera a ms otros vistagos Y a mi nieta a a Trctar ene relat los cincyentay ocho de mi edad La peste habia vel en cuatro ccasones a asolar Aatiogul,y exe era eleuartoatague de succto (HE, 129), i demestraro por medio de les etimonios ue rest astant fl demest reo sgeds (ns in alos) pete debi der unos ee tos dsastosos sobre el volumen total dela poblacén; en cae eto, a iu de morenda to una epsasonss nme se ac pe ‘aly 10 i mo podemos ver con toda cl aly los efctvosmitarse disponibles como p saad por subst ssn pomp tn de cba i conibuen {lass preeetes sndidos also sin ar ean scores fetes qu pata lmateinento dee gra do tent stints a mis emp No stan tren hc acne dos soto an Sn uni nara fro rn tino para asoguar in defensa de Armenia, pro ln conus y lama 126 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA tién de los bizantinos permitio a un pequeio contingente de persas matar al general Narsés ¢ inflgir al imperio una gran derrota en la fortaleza de Ans glon, cerea de Dvin (BP, 11.24 ss). Por fin, en 543, se lleg6 a una tregua de «cinco afios de duracién, cuya firma costaria al imperio dos mil libras de o Pero incluso durante este tiempo continuaron las escaramuzas entre los alia: dos arabes de Bizancio y Persia, gasanies y lajmfes respectivamente, y tras oner sitio a Petra de Lizica, la saz6n en manos de los persas, una tropa bi- zantina bastante numerosa logré la destruccién de las fuerzas persas de Li- ziea por dos veces en un mismo afio (549), En SSI se firmé una nueva paz por ‘otros cinco afios, teniendo que pagar el imperio en esta ocasién dos mil se cientas libras de oro; las hostlidades, sin embargo, continuaron abiertas en Liica, donde la complejidad de la situacién local aumentaba las dficultades ‘causadas por las dos potencias rivales. No obstante, hacia 561 ambos conte: dientes tuvieron que hacer frente a unas razones mis poderosas que los obl garon a firmar una paz més duradera, y asi, a finales de ese mismo aio, se ‘concluy6 en Dara un tratado de cincuenta afios de duracién entre el magia. ter officiorum bizantino, Pedro el Patricio, y el embajador persa, Yesdegus- naph, en virtud del cual los persas renunciaban a sus pretensiones en Lazica, al tiempo que exigian del imperio el cobro de una importantisima suma de dinero, concretamente treinta mil nomismata al ano, debiéndose pagar por adelantado diez anualidades. Se ratificaron las fronteras existentes y la acti= vvidad comercial a uno y otto lado de ellas se limit6 a las ciudades que conta- an con instalaciones aduaneras. El historiador Menandro Protector escribié lun extenso y detallado relato de estas negociaciones, que nos proporciona luna informacién interesantisima acerca de la diplomacia de la época, aparte de reproducir el texto fntegro del tratado; contiene asimismo las cartas en- viadas por ambos soberanos para ratifiear el acuerdo al que habian llegado sus embajadores: ‘La carta de ratificacién del emperador romano, encabezada en los térmic nos habituales, es bien conocida de todos, La earta del rey de Persia, en eam bio, estaba escrita en persa y a continuacin ofrecemos su traduccion al sriego: «El divino, el dios, el padre de la paz, el velusto Cosroes, rey de reyes, vent. ‘oso, piadloso y benéfico, a quien los dioses han concedio una gran dicha y un eran reino, gigante entre los gigantes,formado a imagen y semejanza de los ioses, a Justiniano, nuestro hermano. Tal era su encabezamiento, mientras «que el significado del texto era c! siguiente (ofreceré una traducci6n litera, procedimiento que considero absolutamente necesario para no levantar soxpe. chas, si cambio en algo su frascologia, de faltar ala verdad)... fr. 6.1, Blockley, ‘Menander the Guardsman, lineas 175-187). Entre las cldusulas del tratado habfa una que hacia referencia a los mo- vvimientos de las tribus drabes aliadas de cada bando, que empezaban a con- vertitse en un factor cada vez mds importante para el mantenimiento de la seguridad en Oriente (véase el capitulo 8), y otra por la cual co garantizaba el estatus alcanzado por los nestorianos en Persia.” JUSTINIANO Y LA RECONQUISEA 127 1 scams pe fata, 1 continuo derroche en Oriente de los recursos, de mano de obra y por ‘ypuesto dle oro nos permite situar Ia mjntescas dimensiones de su proyeeto para impedir que los éxitos mi- {nurs enyechados fueran duraderos. La paz con Persia se compré a un alts sins previery ho durarfa mucho: ademas no tardarfan en entrar en Italia (568) Jn. thaleanes nuevos invasores: Jombardos, hunos, varos y eslavos. El Nor- Alvica siguié siendo provincia bizantina, y ademés conocié una gran yyovidad: de Halia, en cambio, se perderia muy pronto una buena parte, i" pasinia @ manos del reino subromano de los lombardas, y el contral de {iv ancio quedarfa restringido al exarcado de Ravena y al duicado de Roma, ‘in lailtanfa el desarrollo del papado sobre una base territorial muy fuer- ("Por otra parte, la zona costera eanada a raiz de Ia expedicion enviada a | pana en 552 al mando del anciano patrcio Libero, con el fin de prestar vil a Atanagildo, pretendiente al trono visigodo, se mantuvo en poder de Fivancio hasta 624, encargdndose su defensa a un magister milium nombra- vio por Constantinopla." Asi pues, si exeeptuamos el Norte de Africa, el resultado de la supuesta scconquista de las provincias ovcidentales fue en tiltimo término que el im- ‘rio de Oriente volvi6 a ganar y retuvo en sus manos una parte menor de Nala y una poretén adn mas pequetia de Espafia durante el periodo inme- Iiatamente sucesivo, justo mientras fueron tomando forma los primeros rei- sins medievales de Occidente, Esto solo constitufa ya de por sf un gran logro, jicro no sponta la restauracién del imperio romano, que acaso fuera la meta "la que aspiraba Justiniano, En-alia, las consecuencias de las gucrras g6ti- \s fueron sumamente destructivas. En virtud de un decreto denominado Vragmética Sanci6n se lleg6 @ un compromiso semejante al que se firmara vente afos atras en el Norte de Africa, Pero ya el papa Pelagio | (556-561) ‘lamenta en sts eartas de que la agricultura habfa quedado (otalmente-des- ‘rozada; la aristocracia senatorial habfa visto su fortuna peligrosamente so- ‘cwada, cuando no completamente arruinada, teniendo muchos de sus miem- {vos que refugiase en Oriente; el propio senado desapareeié como tal instituciOn; y muchas ciudades, entre ellas la propia Roma, fasaron muchas Cilamidades mientras duraron las hostilidades:"" Aunque a menudo suele dlespreciatse a capacidad de recuperacién de Italia‘? —especialmente Rave na parece dar muestras de un crecimiento y una vitalidad extraor ‘staban Ya produciéndose de forma latente profundas transformaciones en la ‘estructura urbana, en Ta organizacién de los municipios y en la tipologta de los nuevos asentamientos risticos. Flacia $80 el futuro papa Gregorio I pasé algin tiempo en Constantinopla, donde entabié excelentes relaciones con la familia del emperador Mauricio y los senatoriales italianos refugiados en ln capital de Oriente, relaciones que se mantuvieron después que ocupé el solio papal, segdin ponen de manifiesto sus cartas. No obstante, como sefala TS, Brown, este srculo fue una de las principales vfetimas de los ataques perpetrados contra los partidarios de Mauricio por el usurpador Focas (6012- 136, EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA 610) y con su desaparici6n se rompieron muchas de las valiosas conexiones existentes entre Constantinopla ¢ Italia. Otro factor que contribuy6 a la di cultad de las relaciones con Constantinopla fue la oposicin de la Ielesia to. ‘mana al decrcto de los Tres Capitulos y al V conciio ecuménico de 353-55 Dicho enfrentamiento habrfa de continuar en el futuro: tambien durante el siglo vn, Roma capitane6 la oposicién a la politica imperial que pretendia in poner ei monotelismo, y atrajo a su postura a los obispos afticanos y orie tales que habfan acudido al Sinodo Laterano, que condend dicha politica en 649, La Iglesia afticana estaba asimismo en contra de Constantinopla, y di- rante todo este periodo encontré en Roma a su aliado mas natural.’ Ade= mas, Ia Iplesia italiana sali6 ganando no sélo en el terreno de la economia, sino también en otros muchos con las cambios politicas acontecidos a finales del siglo vs, siguiendo de hecho los pasos de la antigua aristocracia senatorial ¥ adquiriendo una enorme riqueza e influencia politica. Asi pues, la politi> ca eclesiéstica de Justiniano, por mucho que, al igual que un siglo més tarde hiciera la difamada formulacién monotelita, tuviera por objeto la tarea casi imposible de alcanzar la unidad entre las iglesias de Oriente y Occidente, en la préctica supuso un obsticulo fundamental en las relaciones de Bizaneio con Roma y contribuyé de hecho al ineremento del poderio de la Iglesia romana. Al estudiar las consecuencias de la politica de reconquista en las distin- tas provincias y en el imperio en su conjunto, debemos tener bien prescn- tes tyes aetores: en primer lugar, por supuesto ls efectos inmédiatos de la guerra y de los consiguientes ajustes en tos terrenos administrativo, econd- ‘ico y militar; en segundo lugar, la enérgica intervencién por parte de J tiniano en 1a politica religiosa. que, al menos por To que respecta a las pro- vinsias occidentales, impidi6 defintivamente el proceso de Teunificacion; en tercer lugar,-cl panorama de.constante transformacién en las ciudades en cl campo, que resulta perceptible en todas las regiones durante este pe- rodo (véase el capitulo 7). En cuanto'a las provineias de Oriente, las gue- ras con Persia se reanudaron a la muerte de Justiniano ademas, en muchos lugares los testimonios arqueol6gicos ponen de manifesto durante la se. ‘gunda mitad del siglo vi el inicio de un perfodo de decadencia, unas veces achacable a razones de orden local, y otras fruto de la reduecién de Tasin. versiones procedentes de la capital (véase el capitulo 8). Tampoco en esta parte del imperio el infortunado Justiniano logré reconciliar las diversas tendencias religiosas cxistentes; de hecho, fueron sus infructuosos intentos Por conseguir la reconciliacién los que produjeron la separacion de las igle- sias orientales a raiz del V concilio ecuménico, Hacia 540, al tiempo que los ‘monofisitas desterrados hallaban cobijo en el palacio imperial de Constan- tinopla, cierto Jacob Bar'adai era nombrado obispo de Edesa y obtenia per- miso para ordenar sacerdotes monofsitas, paso decisive que supuso la crea- cion de una doble jerarquia en Oriente, sobre todo en Siria y Mesopotamia, Y¥ que permitié el desarrollo de In Iglesia jacobita, asf lamada preciamen” Te por el susodicho Jacob Bar'adai.* HISTINIANO ¥ LA RECONOUISTA, 137, \nnque para explicar el Bajo Imperio suele ser mas ttl apelar a los eon- 1 dde proceso y estructura que a Tos reinados de los distintos emperado- ‘cle Justiniano constituye a todas luces un caso fuera de serie, No slo tips el trono por espacio de treinta y ocho afios (527-565), sino que ade- tins, sein reconoce todo el mundo, fue el verdadero gobernante durante el ‘nado de su tio Justine I (518-527). Su reinado propiamente dicho se inau- uisa com un grandioso proyecto imperial, a saber, el de compilar todo el de- ‘cho romano existente hasta su época: sorprendentemente la tarea se con- luy6 en un tiempo absolutamente récord. La situacién de la frontera siental ofteeta perspectivas optimistas y el trauma de la rebelion de Nika te superado gracias alinesperado triunfo cosechado por Belisario en su ex- jwalici6n contra los vandalos. EI siguiente objetivo del emperador fue Italia, «lc hecho la entrada de Belisario en Roma en cl aflo 540 supuso ya un gran sito, Pero la peste de 542, que fect al propio emperador, constituy® un ype muy duro; aparte de las leyes promuilgadas a comienzos de la década tle los euarenta, mediante las cuales pretendian resolverse los problemas sus- vitados por el caso de las personas fallecidas sin haber hecho testament (ustinlana, Edict, TX), se produjo una subida inmediata de los precios Nou, 122, del afto 544), fo cual pone de manifiesto la rapidez con la que el tesoro imperial not6 sus repercusiones a efectos fiscales. Muchos historiado- res suelen restar importancia al aleance de esta peste y tienden ano ver en ‘lla un factor de primer orden, sobre todo en lo concemiente a la decaden- tia de las ciudades; lo cierto desde luego es que resulta muy dificil cuantifi- car y rastrear arqueol6gicamente sus efectos. En cualquier caso, es posible {que el nimero de los habitantes de Constantinopla suftiera un repentino des censo que podamoscifrar en un teci del totaly las peas entre la po- blac Je las provincias orientales Uebieron ser realmente dramatieas, vin Severs eonseauencis sobre ls ecaklaiones dela Hacienda imperial cid y en particular el imperio Cuando a peste asol6 tod et mundo conocido y en partial Zomano, anigilando ala mayoria dela congregaciég de los labradoresy de- Jando necsariamente au paso un stro de desolaeon,estiniano no v9 a mene ebmpasin de los propetaresseruinados. Ni siguiera entonces se abs- {avo do nigel pago anual de ls impsestes, no slo por elimporte de To que {es uo coespol,sn amie porto be arian bio pagar fos Necinos fallecidos (Historia arcana, XXIL20 8) oes de exraar que las ulterior fase de is eampafs ition y per cx uorn parialmente fle ks problemas de kes tess mii. sexy de aproviionamieno viniron a sumarse fos del mando supremo, Sin Cargo ls hora de interpreta is abundantes fuentes dela epoca debe- tor lan grande on sn cm, pes Freon, sons mesa dad tradicional, tiende a achacar todas las dificultades a motivaciones de fn- 138, EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, dole personal o de y durante el reinado de Justiniano hubo evidente mente suficientes ejemplos de malos ministros para que esas acusaciones 16 sulten plausibles‘* A medida que el reinado de Justiniano fue avanzando, y sobre todo tras la muerte de la emperatriz Teodora, ocurrida en 548, las eh pectaculares iniciativas imperiales de los primeros afios dieron paso a ott preocupaciones, como por ejemplo la unidad religiosa o la consecucicn dle ‘una paz duradera con Persia. Los tltimos afios de Justiniano fueron bastan> te sombrios, comparados con la primera parte de su reinado, con nuevas amenazas por parte de los barbaros y el emperador dedicado cada vex mis la especulacién teol6gica. El V concilio no vino a solucionar nada, y Jus niano siguié interviniendo cn los altercados de los diversos grupos religiosos de Oriente. Durante sus tiltimos aftos realizé un nuevo intento infructuoso de conciliacién adoptando la férmula julianista, segin la cual el cuerpo de Cris- to —al ser divino— es incorruptible, viejo tema de controversia emparenta- do con la cuestidn, mucho més profunda, de la relacién existente entre Dios y la materia en el momento de la Encarnacién, cuestién que en efecto se con: Yertiria en tema fundamental de discusién durante el siglo vu. El edicto de Justiniano en este sentido (564) trajo consigo el destierro al ao siguiente de Eutiquio, patriarca de Constantinopla, cuyo nombramiento habfa forzado el propio emperador a fin de imponer su parecer en el V concilio ecuménico, Eutiquio fue reemplazado por el ultraortodoxo Juan Escolastico, acérrimo partidario del sobrino y sucesor de Justiniano —asimismo otodoxo—, Justi- no II, pero la decisién del emperador y la destitucién de Eutiquio dejaba mus ‘chos cabos sueltos, yen efecto el patriarca depuesto fue durante un breve pe- Ffodo de tiempo restaurado en su didcesis a la muerte de Juan Escolistico, en 975, para embarcarse inmediatamente en una nueva y acalorada disputa teol6gica.” ASf pues, los acontecimientos y las medidas politicas durante este reina- do, asf como sus repercusiones, fucron sumamente wutiadictorios, lo mismo que lo fue el veredicto de sus contemporéneos. Justiniano fue considerado a la vez un emperador grandioso y fuerte y un reformador peligroso, incluso a veces por un mismo autor; asi sc echa de ver particularmente en el caso de nuestra principal fuente, Procopio, pero cabria decir lo mismo de Juan Lido, que habfa trabajado como funcionario en la prefectura del pretorio y sabia muy bien de lo que estaba hablando.*” Del mismo modo, en las obras mo- demas Justiniano es tildado de humanista cristiano, a quien toda la Europa occidental debe la conservacién del derecho romano, pero también ha sido tachado de intolerante y autoritario perseguidor de paganos y herejes, ¢ in- ‘luso se le ha considerado prototipo de Stalin." Todos estos juicios adolecen de una misma tendencia a confundir al hombre con los aconiecimientos ocu- rridos durante su reinado, Dicha tendencia se ve reforzada por la propensién a interpretar las personalidades de Justiniano y Teodora a la luz de dos obras realmente sorprendentes que han llegado hasta nosotros: la Historia arcana de Procopio y los famosos mosaicos de Justiniano y Teadara que adornan los muros de la iglesia de San Vital de Ravena; sobre todo desde el punto y hora sv qiue fa figura mofletuda de Justiniano y ka mirada distant de edora que vemos contemplar en los mosaicos parecen concordar de v tratas que del emperador y la emperatriz realiza Procopio: sini e metab acces fable con todos os qu ean ato see apo a acoso sl emperadr.y fsa gulls que ‘omplan tx nrmas del prtorolo por modo de presenarse ante él de ha laren su presencia incurrieron jamds en su célera ... con la misma exp! ees eon una vor soe Sin vane tes a, ma septa Goce de mis de nocents dena aaa nad = ab ee td sar poneenesenbeneii del Tesoro (storia arcana, tind) ‘ls cuidados de su everpo deeb [Tear] una tensién de todo pun coinage tin enarg,cale pret sant 3 tet hrs sta arson por mete che ato 3 momen qua sade Un ve Cet bn scones tj 9 nora, y tomar on gers cone, ‘Stanistan coma ea cena, en cambios em t ase do bowadosy bebidas. ¥ lacgo otra vez a dori Maram oe ganna noche 9 dea noche al alba (id, XV), a -ara la persor idad de su autor. Igualmente diffe resulta va! a Sin. lo eierlo.es que s0n pocas ls obras de arte imperil oficial que se turalmente cabria esperar: una mezcla de motivos clasiistas y sae np an pn ‘andes iconos del Sinaf, que representan a Cristo, la Viggen con dng ley echt te Soca ese neo sn en marfil— del arcén- tragos de un terremoto—, es indudablemente una obra muestra, pero no tiene nada de elasica Problemas parecidos suscitan los textos literarios. En cierto modo, el re nado de Justiniano produjo una abundante literatura de corte elasicsta, camo las obras de Procopio o tos ingeniosos epigramas clisicos de Pablo ef Silenciario—titulo de un oficio palaciego—, y de otros muchos funcionarios, como Macedonio el Cénsul o Juliano el Prefécto, recogidos por Agalias « in cluidos posteriormente en la Antologia griega.* Evidentemente los escritoren ain posefan una gran maestria técnica y existia un publico de lectores capar de admirar estas obras. Procopio afirma que su De aedificis fue un encargo oficial, y el poema de Pablo cl Silenciario dedicadto a la restauracion dle San, {a Sofia, escrito en majestuosos hexmetros, constituye un panegitico formal compuesto en honor del emperador Por otra parte, también se have refe- Fencia a motivos imperinles en los elaborados kontdkia —himnvs ltdrpicos de Romano el Didcono, ejecutados durante la liturgia de Santa Sofia fuer. temente influidos por la poesia sirfaca y homilética; el reinado de Justiniano fue asimismo testigo de la composicién de fa primera crénica bizantina de importancia, la de Juan Malalas Todos estos autores escribieron en griego, ero no debemos olvidar el latin, utilizado también en Constantinopla, No Solo Cresconio eseribié en latin en esta ciudad su panegitico en honor de Jus. tino If en el afio 365, sino que Casiodoro, una de las grandes figuras de los al. bores de la Europa medieval y antiguo secretario de Teodorico, se refugid en Constantinopla en 550 junto con otros exiliados itaianos que venian huyen- do de las guerras g6ticas y pasé en la ciudad algdin tiempo antes de regresar a Italia, donde fundaria su monasterio de Squillace, que con el tiempo hubria de convertirse en uno de los principales eentros medievales de copia de ma. nuseritos* Todavia podrian decirse muchas cosas de os cambios culturales aconte- cidos durante el reinado de Justiniano,” pero supongo que habra quedavlo ya suficlentemente claro que para explicarlos no cabe recurrir a una simple for. ‘mula ni hacer referencia al cardcter del emperador ni ala politica que siguid, Justiniano fue un gobernante fuerte que emprendié una serie de medidas po. liticas extraordinariamente ambiciosas, teniendo que enfrentarse a unos obs. \iculos tremendos para Hevarlas a cabo. Aunque no hubieran existido esos obsticulos, resulta muy dudoso, sin embargo, que el imperio de Oriente hu biera sido lo bastante fuerte en os terrenos econdmico y administrativo para soportar esa carga suplementaria que se le echaba encima, Al mismo tiempo ¢staban produciéndose por todo el mundo mediterrdneo una serie de cam. bios sociales de los que apenas eran conscientes los gobernantes de la época, Pero que habrian de condicionar el resultado de las medidas que adoptaran, 6. CULTURA Y MENTALIDAD ‘ de la Antighedad tar- Existié una «mentalidad» especificamente propia ia 1a COnaTIE a WHeaUrar gue 6 dio durante ete periods? Y loge SE eee nae caauseien sarees eal x A “i "Sma tipo de cuestiones sel Hvar aparjda una compan explicit con el mundo ckisico, con la Europa medieval, 0 —men mx col mde it, on as Bo “iia de una sre de comparacioes maa halgadors con 1s is re ‘entes,presuntamente superiores y mis eraconalesy; ent «ess épcas rts pert correspondiente ala Antgieda tra sido consid i tupa earacterizada por la superstcion, Ia irracionalidad, vo ori es cna er (ease In intoduse6 yep "ta epoca de supuesta decadencia ha sido considerada atemaivament el {inal dn Angee omonao del Edad Media. Pro la Antigiedad tara ha sido vista tambin con ms spat, einlas a ves con nos i calficndossla de momento cube de la reiisida y 1a espnitual in) Po mo, izantnistas han debs moeko I cvs de cuindo Cimpieza realmente Bizanci, ys los aos que van dese reinado de Co tantino hasta el siglo wt eehen inluirse en la Ancigdedad tarda, en la fase since pon ele serneesan, pend nso Yes resus namenteistatva,porrazones pets, también puede constitu un sero aoa ore aa ages sensin en la vida que Hevaba un monje de a Siri eptetsonal, oh a ti ariatrata romano, oen lade un eampesino piezo Yes queen It Antic lad ta oo una sida homonénes, La aera cle cial stituyen factores variables que no jten i es spurs de cae ora variables iualmente signiatvs, como Ta el el sustrato étnico. 2 ae bs exon ealtaless se han conver enna dina autno ma, Ahora bien, mientras que es bastante habitual sacar luce eueto- nes relacionadas con ia eure y a cuando se piensa en oros momentos dela historia so itimamente han empezado a apicarse en st toma ms usual al estudio del Bajo Tmperio. Como hemos visto, ls eno- (ques marsistas y materialistas han sido y siguen slendo muy imp Tn nAREO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA tn historiogratia de esta époea, aunque ta trascendencia conceal actunh mente a la «culture hace que ottos muchos enfoques sean igualmente dp 108 de nuestra atenci6n. Por ejemplo, no existe una historia. feminist sel fin de la Antigdedad, pero eso sf, os partidarios del concepto de decaden cia postulan la existencia de una caida a partir de una nori fente definida por completo en términos masculinos, Incluso Péter Brown) que rechaza la nocién de decadencia Y prefiere hablar de cambio 6 transforma: &i6n, al deserbir ef punto de partda de dicha transformacién aime que se basa en un «modelo de paridad> existente en el seno de las elites (de va. Tones) urbanas a comienzos de la época imperial, caracterizadas por su pa ganismo civico; fruto de la catdstrofe del siglo m fue, a su juicio, «el hom- bre de la Antighedad tardia».2 Cito este ejemplo, indudablemente de forma injusta, porque el Dope tir Bone sugerido que la Antigtedad tar- dia fue testigo de un clarevaley “de los valores publicus wadicionales en beneficio del dmbito de lo privado y, por ende, este perfodo habria st. Puesio un paso muy signiicativo en el desarrollo de la fdentidad del ind Viduo.* Si rcalmente esto era asf 0 no, y hasta qué punto cabe relacionar este proceso con la cristianizacién, sera objeto de un ulterior debate (véase la p. 161). En cuanto a las tesis que defienden la nocién de decadencia, lo mismo que las de corrupcion y supersticién, son herederas de un dieentso historiogréfico que en buena parte es también autoritario, pura reminiscen. Cia en realidad del discurso de los tradicionalisas de la epoca, como por ejemplo Procopio, cuando habla de colectivos como el de las mujeres ine clases humildes o los barbaros LA FRRVIVENCIA DE LAS ESTRUCTURAS TRADICIONALES En primer lugar, no obstante, debemos preguntarnos hasta qué punta so- bievivio la cultura tradicional. Rasta finales de la época que nos ocupa, buena parte del tervitorio que ircunda el Mediterraneo oriental —cuando menos— se hallaba sujeta a un mismo sistema administrativo y de gobierno, al cual pagaba sus impuestos y del cual esperaba que lo defendicra mediante obras de defensa y el empleo de su poderio militar. En muchas regiones la cultura segufa siendo en gran medida urbana, como habia sido siempre. Para Procopio, lo mismo que para Justiniano, a idea de eivilizaci6n acompariaba necesariamente ala de ciudad: _ en los tertitorios reconquistados se fundaron nuevos centros urbanos —y otros fueron restaurados—, y mientras pervivieron las ciudades, todo el apa- rato que acompaiiaba la cultura —termas, educacién, instituciones munich. Pales, ete— tuvo también ocasién de sobrevivir. Seria la decadencia de esas ciudades —que se vio preeedida 0, mejor dicho, hall6 su pristina manifesta. ciGn en el decaimiento de dichas instituciones— la que realmente vendria a arcat la transicién de la Antigtiedad a la Edad Media (véase el capitulo 7). neluso en los reinos birbaros de Oveideute, itulos e institciones apelabem CURA T Ee ean eli ts i ses acre sit ‘que habia recibido una buena formacién, deseaba dar ze pen iio us gecesi romana (cf. Proc., BG, 1,2), y para defender ante Cee vano la candidatura de Teadahado para convertirse en su espo- ww buena educacién: nade su crvdiale cri terri, qu com eee aa un naturlzn yo depo abl Enel hall el hombre ie ease pt hacerse mas sabio; el guerrero descubre oon qué fortalecer ea ieee jstrar a su pueblo con equidad; y no hay leno de a adi Streator et principe aprende su yuebo o itaaion en lav que no mejore gracias a loro ent eee tine (Cnintove, Var, X2. sea a tad agl-de 8. Barish, Cssiodora Vi riae, Liverpool, 1992). La ora insiucon que daba cera snsacion de unidad de costumbres va que no de ereensas, eral ales Tanto en Oriente como en Orciente is bispos gozaban de una auteridad y un prestigio loca que ean eYez ‘Carden temporal yest as sis srmonestrataban indstintamente ‘ems de uno yas ipo; por ot pants os santos aro santas ma FE En roast ends as maniesacions vn loved dei cate esenesn es idades nhs tes dese va lavida en las aldeas, que probablemente no fuera muy distnta enlapur tc oriental yen Ta parte ogcienta del mero, A pest del nuevo sistema j- do mis centralize y de las amenaeae de eats mas Severs tg biemo det Rj tmperio probablamente no fuera mis totaitario, nla vide Cotana mis brutal det quel fer comienzos ela épocs peril Las ctr exis erates de primers Hepes limpet asa eto punto vias, Teles, principal ial del estado en Ie aortas cro, ncing tas la pera de les provinces de Oct- dnt lina el sig. Se weatabe de una sociedad premodera prin Sisal, como sempre, pero en Orene—y amin ch muchas ones de Occidente— seguia siendo claramente una sociedad romana: todavi ‘empezado Ia Fdad Media | : La ALtA CULTURA: LITERATUR Mientras se mantuvo en pie el aparato estatal y municipal, siguié siendo Posible adquirir una educacién clisica al viejo estilo, aunque veces en una forma algo desvirtuada. Lo cierto es que para que funcionaran las estructy as sociales y politicas era imprescindible Ia existencia de una formaciin Tet6rica al aleance de la poblacién, y en Constantinopla y en los grandes cen, {ros urbanos era el propio estado el encargado de proporcionarla. Attn se uta habiendo libros, y si ahora eran caros, también lo habfan sido en la cp. ca clésica. Para adquirir esa formacién, basada fundamentalmente en los Autores clisicos, ra preciso pertenecer a una familia acomodada y, por lo ge- eral, ser varén. Ast, por ejemplo, Sinesio, perteneciente a una estirpe 100 ‘modlada de Cizenaica, poseia unos excelentes conocimicntos de pros, poesia ¥ filosofiagriezas. S6lo unas exantas mujeres ecpecialmente privilegiadas Bian acceso a estas artes entre ells, por ejemplo, la emperatriz Eudocia, que eseribi6 algunas poestas en griego. La capacidad de escribir versos griceos G72 muy estimada: durante el siglo v atin florecieron algunos poetss en Egip- {o, que pusieron sus habilidades al servicio de los grandes personajes, con- ittiéndose en sus panegiristas. A finales del siglo vt, un tal Didscoro de Atrodito, en el Alto Egipto, seguia escribiendo versos en griego de tema tea. icional® Durante los silos v y vi hubo toda una serie de autores que ese. bicron en griego diversas historias de corte casicista® y aunque el enfoque de las historias de la Iglesia escritas por autores como, por ejemplo, Sberotes Sgezimeno en el siglo v, o Evagrio Escoléstico a finales del vi, sea quad algo diferente, también estos libros se compontan partiendo de la base de una cx, celente formacién ret6rica.’ La adquisicién de una formacion muy parecida, S6lo que en latin, seguta siendo posible en Occidente. Los comentarios de Servio a la obra de Virgilio, os Saturnalia de Macrobio, y los nueve libros del De nuptiis Philologiae et Mercuri, de Marciano Capella, datan de Ia primera ‘utd del siglo v," mientras que el poeta norteafticano Draconcio compuso YER0S poemas bastante extensos en hexdimetros durante el periodo vindalo, {Poca de la cual conocemos también la coleccidn de pocmillas latinos llama 2 Antologta latina y los epigramas de Luxorio? De comienzos de la épuca bizantina datan los panegiticos de Corippo (véase el capitulo 5) y. eatin par pei onel Norte de Arica sigui6 enseaiindose a Virgilio —como siempre se habia hecho— incluso después de la reconquista de Justiniano, al menos dar fante cierto tiempo. Quien querfa aprender a escribir en latin como es debi. 0 lo aprendia leyendo a Virgilio: los descubrimientos papiréceos proceden. {ts de la ciudad de Nessana, en un lugar perdido de la frontera egipeia, ponen de manifiesto que tal segufa siendo la costumbre a finales del siglo ve; min cho despus de la conquista érabe, En la Italia ostrogoda, lo mismo que en cualduicr otra parte, eran admiradisimas las claboradas manifestaciones de ‘et6riea, segtin podemos ver por las obras de Casiodoro (véase el capitulo 2), ¥ de numerosos obispos eruditos de Occidente, entre ellos san Ambrosio de Millin, de finales del siglo w, Ceséreo de Arles, Avito de Vienne, Enodis Ss CULTURA Y MENTALIDAD. 14 , cw tiempos de los merovingios, Venancio Fortunato, autores to- loc querehicron su forma relic eyendo a os lisios En relia, {ns tensionessusitadas, como es natural, medida que la lengua y las formas “Losicas ban recibiendo progresivamente nuevos usos, constituyen tno de Ios tors mis produtvas en la evolusi de la teatura cel cristianismo trajo consigo un cambio de actitud respecto de ciertos colee- livos a fos que el mundo romano pagano apenas habia prestado atencisn, y especialmente respecto.de los pobres. En iiltimo término este proceso se dejé sentir también en el terreno cul- tural. ELbundimiento del viejo sistema cultural y educativo del mundo clési- co se ha relacionado a yeees con_una «nueva cultura de_corle popular», < raciefizada por una mayor universilidad y por basarse menos en Ia palabra tescrita y mas en Ia forma visual y oral © A primera vista esta teoria tiene cf e ver con lasers que corto ns sade serra ed tivas tanto en Oriente como en Occidente; en cualquier caso, debemos ser Hae eae io hora de-altifuir todos cscs PAmbIGs aT CHRUAMEST, Por To Be er cattet de los testimonies disponibles es bastante parcial eindu- be a identificar lo «pagano» y lo «clisico» con los niveles sociales més alto, mientras que algunas fuentes cristianas, como por ejemplo las vidas de los Santos y la literatura mondstica en particular, suelen alinearse en la direccién opuesta. En otras palabras, lo tinico que ocurre es que tenemos més infor- macidn de los sectores mis pobres dela sociedad a través de los textos cris- tianos que la que sobre esos mismos grupos nos suministra el mundo pagano. Si realmente existe alguna diferencia, quiza se deba alos cambios producidos en la sociedad, de los cuales el crstianismo no seria més que un ejemplo, Lo cierto es que en la literatura patrstica se afirma a menudo que las pinturas tagradas son una forma de edicar al vulgo inculto,y dicha circunstancia aca So-confirme esa equiparacidn entre cultura «cristianay y cultura «popular», Y 152 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA, ‘sién a las imAgenes religiosas.* El problema a este respecto es que con el ico La imagen visual, el retrato estilizado, constitut bal stituia un simbolo eoncentrado Y potente que hablaba directamente al homibre de la calle. E! hombre cortien ‘te y moliente habia perdido toda afinidad con el simbolismo erudito yliterario ue haba caracterizado la vida publica durante toda la época imperial.” aust a izarlos para ae los bechos histéricos. 3s. No obstanté, # finales del perfodo que nos demos vislumbrar en parte esta situaci6n en las relaciones existentes entre la po del derecho la adminksracon publica ye eerito hasta mediados dels macién del griego hablado, sino que el desarrollo relativamente pacifico y las. Durante este perfodo, el georgiano, el armenio y el copto pasaron a tener mas, es el del siriaco, dialecto del arameo que en esta época se convirtié en tianos. La mayor importancia concedida a las provincias y regiones fronteri- CULTURA ¥ MENTALIDAD 1d Inulucitse también a esta lengtia numerosas obras fiterarias griegas, proceso {jue se realizé también en sentido inverso, quizé con més frecuencia de lo que Mele admitirse.” A resultas de ello el sirfaco adopts numerosos préstamos \inuiisticos —-vocablos y locuciones— del griego; a su vez la literatura griega {nos estamos refiriendo a las obras eristianas en esta fengua) recibié el influ- jo de ka sirfaca. fn la Antigledad tardia, Palestina constitufa ademés el centro de con- {acto de las tradiciones cristiana y judfa, Como hemos visto, las iglesias erigi- {las por Constantino en Tierra Santa aceleraron la transformaci6n de Pales- tinaen un aetivisimo centro de peregrinaciones cristianas (véase el capitulo 1). A lo largo de los siglos 1v y V. la propia Jerusalén dejé de ser una colonia romana (a eso habfa quedado reducida tras la guerra de los judios) para con- \rtitse en la ciudad santa del cristianismo.*” Pero los cristianos tuvieron tam- Fign que hacer frente a la presencia de los judios en Palestina, donde segufan \iviendos precisamente en esta regi6n se compilaria a comienzos del periodo {jue estamos estudiando el enorme volumen de textos escritos en arameo que Sc denomina Talmud de Palestina o de Jerusalén (coleccién de.interpretacio- hes rabinicas de una obra hebrea anterior, la Misné 0 Comentarios a la Ley)! La ciudad galilea de Tiberfades fue el centro del judaismo rabinico {que produjo el Talmud, y hasta el afio 429 hubo en ella una serie de patriar- tas judios que ejercian su autoridad de forma hereditaria; particular influen- tia ejercid uno de ellos, Gamaliel, a comienzos del siglo v. Pero la progresi- va eristianizacin de la zona trajo consigo la hostilidad cada vez mayor hacia Jos judlos de ciertos autores cristianos, como, por ejemplo, san Juan Cris6s- tonto." y esta tendencia iria intensificdndose hasta hallar su expresion defi- nitiva en las legislaciones diseriminatorias.* Los judios de Palestina, no obs- tante, siguieron siendo una comunidad préspera y helenizada durante los siglos vi vi, segdn demuestran los magnificos mosaicos de las sinagogas, como aquel descubicitu cn Gaza en cl que aparece David caracteriado como Orfeo, o las numerosas tepresentaciones de los signos del zodtaco y de He- lios, como la de Hammat Tiberiades. Los judios utilizaban en sus inseripci nes y epitafios el griego y el arameo; poseemos una inscripcién en arameo bastante extensa (siglo v) procedente de Rehob, en la que se recogen los pre- ceptos talmidicos relativos a la tierra de Israel. Algunos cristianos, como por ejemplo san Jerénimo, aprendieron el hebreo: sin embargo, el propio san Jeronimo estudis las Sagradas Escrituras —de las cuales realizé una traduc- ‘ion al latin completamente nueva, pues la Biblia latina utilizada en su épo- ‘ca se basaba en la traduceién griega del Antiguo Testamento conocida con el sombre de los Septuaginta—, fundamentalmente con el objeto de poner en tela de juicio las interpretaciones judias Estos ejemplos, pese a sus limitaciones —y podria decirse lo mismo de muchas regiones de Occidente—, ponen de manifiesto que durante la época {que estamos estudiando los cambios culturales fueron consecuencia de la heacia de Ta pahlacidn y del asentamiento de pueblos distintos en determi- nadas éreas, al menos en la medida en que se debieran a motivos religiosos. 154 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Los siglos v y vi en Occidente constituyen a todas luces un ejemplo funda mental de transformacién de lox asentamientos, mientras que el caso de la Palestina del siglo vi, pocos afios antes de que se produjeran las invasiones persa y drabe, constituye también una prueba evidente de la yuxtaposiciin de grupos sociales y religiosos diversos. Pese a lo dificil que pueda resultar la tarea, las innovaciones introducidas en las investigaciones arqueolégicas, que han empezado a estudiar los restos de asentamientos tisticos en determina das zonas, constituyen la mejor forma de explicar los cambios culturales pro: ducidos en la Antigitcdad tardfa, y de sustituir los viejos modelos basados cn, las fuentes literarias o simplemente en los prejuicios de los especialistas, Chismianismo ¥ PAGANISMO Al estudiar la literatura profana de esta época resulta sumameate dificil deslindar lo que es clésico de lo que es auténticamente pagano, y lo cierto es que en el griego hablado cortientemente el término «heleno» pas6 a signifi- car «pagano>.* Semejante distincién resultaba problematica para los propios «ristianos, algunos de los cuales no tuvieron el menor empacho en lanzar ata- ques frontales contra la literatura griega clisica y los «helenos».** La actual controversia en tomo a la literatura latina profana y al arte de tendencias cla- sieistas producido en Roma a finales del siglo iv y durante todo el siglo v res- onde también en parte a una simple cuestién de terminologia."” En cuanio an de-cristianizacién de la sociedad del Bajo. uo (7° Jezalidad mucho més despacio de lo que suele ereerse, Resulta bastante dif «il justipreciar la realidad de las convieciones religiosas de una sociedad a partir de unas fuentes que a menudo poseen un carieter polémico o tienden ala exageracion, Rasgo habitual de la literatura cristiana es la elaboracion de entalogos de cultos paganos y de wela suerte de herejias, aplicando @ todos ellos la correspondiente contrapartida cristiana, de suerte que las fuentes ctistianas ofrecen en general una mera caricatura del paganismo. Como ya hemos visto (véase el capitulo 3), el estado impuso la fe cristiana como reli- sidn oficial a partir del reinado de Teodosio I; la legislacién imperial animo aclos eristianos a Janzar sus ataques contra los templos y estatuas de los pa- -ganos, siendo en oeasiones los propis soldaios quienes, cumpliendo drdenes emperador, ejecutaron aquellos actos de violencia, No obstante, los in- tentos de la soldadesca de cumplir las rdenes recibidas chocaron a menudo con reacciones violentas por parte de la poblacién, y no olvidemos que mu- chas veces Jos enfrentamientos cran también fruto de rencillas y rivalidades personales, como en cl caso de los estudiantes de Alejandria en tiempos de Severo. Mas de un siglo después del reinadio de Teodosio, Just E i el ctorio del monasterio de Martro,en el desierto de Sudes, Re Eeuea ELT SS ido a finales del siglo v, petu cl 1cfecto~ cerca de Jerusalén. EI monasterio fue constr rio es cien aos posterior. I se dedicaban a la ensefanza.® Pero annqne es indudable que Justiniano lle v6 a cabo una decidida politica procristiana, deberiamos estudiar toda esta 150, FL MUNDO MEDITERRANEO EN 1A ANTIGUEDAD TARDIA, Iegislacién en relacién con la actitud generalmente represiva adoptada dy ante todo este perfodo por el estado frente a todos los grupos minoritati entre ellos, por ejemplo, los judos y los samaritanos, y resulta muy difill dh lucidar si los eargos de los que se les acusaba tenfan o no en realidad caric ter politico. En general, podemos calibrar cual era la situacién de aquellos 4 quienes se les ocurria oponetse al gobierno recordando que, al comienzo de su Historia arcana —obra particularmente eritca con ta figura del empera dor—, Procopio afirma que en tiempos de Justiniano la publicacién de su li bro le habria costado la vida. En los procesos incoados hacia 580 (véase el ca. pitulo 3), el mismisimo patriarca de Antioquia fue llamado a Constantinopla Y acusado de paganismo, También el gobernador de la provincia e intimo amigo suyo, Anatolio, fue acusado de estar relacionado con los cultos pags. nos de Edesa. y ef asunto fue complicsndose con un suicidio, un ascsinato 9 ‘un icono tras el que se ocultaba una estatua de Apolo. Los juicios, que final. ‘mente tuvieron lugar en Constantinopla, se vieron acompatiados de diversos motines populares contra la pasividad del emperador Tiberio y el patriarea Eutiquio, a raiz de los cuales el antiguo gobernador de Siria, Anatolio, fue arrojado a las fieras y empalado en el Hip6dromo, siendo finalmente su cuer- Bo descuartizado y devorado por los lobos (Evagrio, HE, V,18; cf Juan de Efeso, HE, I1L,27-35, V.37). El reinado de Justiniano se caracteriz6 asimis. ‘mo por un endurecimiento de la actitud de Bizancio frente a los judios y los samaritanos, sobre todo a rafz de las grandes rebeliones de estos tltimos acontecidas en 529 y 555; en el curso de la revuelta de 555 fue asesinado el rocénsul de Palestina. Como cabria esperar, durante los disturbios de 879 la caza del rebelde afects por igual a judios, samaritanos y montanistas Resulta bastante diffcil determinar cudinto tenfan de verdad estas acusa- ciones. Pero si bien es cierto que el paganismo proporcionaba tn pretexto st. ‘mamente ttl para todo tipo de ataques personales o politicos, las fuentes sus gleren que, en general, hasta fecha muy.tardfa hubo en Oriente muchisimas. personas, pertenecientes a todos los niveles de la sociedad. iglesias cuando Juan de Efeso, el futuro historiador de la Iglesia, fue enviado en 542 a la parte occidental de Asia Menor en mision evangelizadora.s! En Occidente, en. cambio, donde la historia sigui6 un curso muy distinto, parece que el paganismo ofreci6é menos resistencia, excepto en el campo, heeh que, ‘ene a subrayat-su.telacidn.en Oriente con la tradicién —todavia no fate: ~Trumpida— de Ja educaci6n y-la cultura clisics, Pero incluso en el campo, hhubo en Occidente algunos obispos, como Ceséreo de Arles,a.comienzos del | que. dieron.una.gran,prioridad a la evangelizacidn, actitud que de- ‘muestra que-la batalla atin.no habia sido.ganada, ni-muicho menos: Determinar el final del paganismo antiguo no es desde luego tarea facil, teniendo en cuenta que muchas de las fuentes de las que disponemos son «istianas, No obstante, el afin de los predivadluies y del gobierno por erra- dicar las précticas paganas constituye un rasgo muy curioso de este periodo, CULTURA Y MENTALIDAD \s7 sw ponen de maifiesto san Juan Criséstomo, en Constantinopla, @ aba- isenre ts sigon vy Yo is ats del conc xin rll. inal dels vo que mbestan an un gram interes por el tema. Un fendmeno muy “ne, que aparece una yolra vez en numeross textos eistanos de muy ives tipo, ¥ que por tanto debié de tener su correlato en I vid realex a ieneneia eter en el destino y, sobre iodo, ena asrologicabe upon (yoo fete, habia n-aquellos tempos una ran cantdnd de pobasin gus, ‘ome ocurre en la actualidad, Aen. na teenies cnormemente Ona torias, segun ponen de manifiesto los relatos de curaciones “hte ndagonon fs mumerosos ates deen poca que ss fan cinervados? Aunque Cyril Mango esti en fo cierto al afrmar que el mundo Iota de Bian tena més que er con set fog mannpasvitectri caste any as } MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGOEDAD TARDIA Paula, Fabiola y Eustoquio fueran enterrados eon él en Bele Paul pues se habia lasers Pala, que eda, oti primero, véndse an ve dea [es dest a des erénino), [Pues] por culpa sy int pera "quer en aque! hg Smal cards habia lj de sl i propio hermano (Palio, Historie lain, XXXVLO", seg ae ih de Meyer: texto citado por P. Brown, The Ni ue por . The Body and Society, Nueva York, 198, ponkidetemente exe tipo de mujeres no constiuin Ia tice general ero comportaninies semjantestampoeo habran sido posbles en epcsn anteriores Par a mayor se ata msde postr vial que de Uh ladero cambio en au estilo de vida, pero inlaw en este sentid bide salsa harco estingda Junto a aparetesumento des porta de mujer ae estar eto ded fer jamene rant esta époea cuando la Virgen Mari xe conv en uno dos pnp so fendmen qui sean de orden rtolxieo (an los apis 1 3) pero el prestiio de su culo tafe aparejado un mensaje simbolcoimportan: {io pra i njeres i yap cater ocala de ami 9 acta sorpor, Mara estab por piers, demosira po Vitginidad y por su total sumisién a la voluntad divina.” Esto desarrollo Vigna y por ste desarrollo clo en, cca por sch ese fn 2 1), vino precedido por una acaloradsima defens de la virgin dad por pare de muchos padres de Ils de nals de sg w oe nimucho menos un rkgoexcusivamente caracersteo de a mujer: tam, bien sa visa empire a traves def nagen sector al mente atrbuida a la mujer.” Puesto gue el homie segn fepresentando por entonces lo mo qe en la mayor de ls socidades anteriores y ferores a aquéla. la acionalida, menras que la mujer vena dliniga en funsion de identidad sexual, oes de extraar quel adguisn de er to grado de bet sup para a mujer a ogni des esau. No ‘eat de un mero Kel sno de una edad que evientemente se Te vain prdctica, como demuestran las vidas de algunas santas le- fenudarits, como, por ejemplo, santa Maria Egipciaca, que ocltaban complet conden de mujer evan de homie, pats rear or Fegla general su verdadera na a hallaban en sule- por real geet uraleza hasta que no se hallaban en su le- io Testo pormenorizad de as numerosas eyes referents mato: nay de ors evestiones reasonadas cons mujeres publics ete ele ado de Constantino y el de Justin (565578), pone de manifesto que setie de elementos que permanecieron inalterables y sreute sujelus dependientes y necesitadas en todo momento de protecciéns CULTURA ¥ MENTALIDAD: we svestatus es de estrieta subordinacién a la figura del marido, y st acceso a la Noticia esté muy limitado. Las preseripciones del derecho civil romano que Viectahan al individuo en cuanto tal sufrieron pocos cambios con la cristiani- Iciun, v de hecho lo Gnico que hicieron los emperadores cristianos fue po- scala otra ver en vigor. La nueva legislacién, en cambio, mostraba un gran vheres por la defensa de la moralidad pablica, y sobre todo por Ia defensa de hi eastidad:; a partir de este momento, Ia mujer habria de encontrar nuevos sobstaculos a la iniciaciGn de los trémites de divorcio, y se pusieron muchas trabas a quienes pretendfan contraer segundas nupeias: a partir de Constan- {ino se aprobaron una serie de leyes que castigaban con més severidad a las tnujeres que alos hombres que iniciaran un proceso injustficado de divorcio, hhasta que en 548 Justiniano equiparé las penas. No obstante, incluso durante tel reinado de los emperadores cristianos el matrimonio siguié siendo una “Sesti¢n civil, y no religiosa, Por otra parte, los derechos y obligaciones de las tnadres sobre sus hijos se vieron notablemente fortalecidos, especialmente en tiempos de Justiniano, de quien procede la mayor parte de Ia legislacisn re- tacionada con estos temas, y euyas innovaciones tenfan en realidad por obje- to mejorar fundamentalmente Ia situacién jurfdica de la mujer.”® No obstan- te, el verdadero papel desempefiado por el cristianismo en Ia realizact6n de todas estas transformaciones dista mucho, desde luego, de estar claro; es in- nepable que durante este perfodo se produjeron muchos cambios en la legis: Tacién, pero el motivo de dichos cambios es harina de otro costal. El rasgo més sorprendente acaso sea sencillamente cl incremento de la atencién pres- tada en la legislacién imperial a las cuestiones relacionadas con las rmujeres: este hecho resulta ya suficientemente importante de por si 'As{ pues, las vias de acceso a la vida pablica de las que dispor jeres —y no olvidemos que sélo existian para una minorfa—segnfan siendo uy limitadas. Los casos de las intelectuales paganas Hipatiay Atenaide, hija rata titinia de un filésofo atoniense y posteriormente esposa de un empera- dor —-con el nombre de Eudocia—, tras entablar amistad con Pulqueria, ka piadosa hermana de Teodosio I (véase el capitulo 1) fueron igualmente ex- epeionales, sino més, Por otra parte, dentro ya de la esfera de la religiin, tanto en el seno de la familia como en el de la vida religiosa, las mujeres al- canzaron un estatus mucho més elevado del que habian tenido hasta enton ges En este sentido —al quedar las mujeres invariablemente relegadas a la Sefera de lo privado— cabria decir que la vida privada y los valores indivi diuales gozaron en este periodo de una estimacién y una importancia mayo- res. En algunos aspectos, las limitaciones a las que habfan de hacer frente las ‘mujeres, con ser ya grandes, Hegaron incluso a intensiicarse, pero all mismo tiempo -y el hecho resulta ya bastante singular, teniendo en cuenta el me- dio social en el que se produjo— y sin olvidar en ningtin momento los limi- tes impuestos por la moral y la doctrina teligiosa de la época, el fondo mas fntimo de la persona no fue definido nunca como una entidad exclusivamen- te masentina, ‘En muchos aspectos fue este un perfodo tumultuoso, en el que algunas in las mu- 164 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA de las barreras sociales existentes empezaron a debilitarse, cuando no fueron derribadas por completo. Uno de los rasgos més sobresalientes de esta épo- ca es a todas luces el progreso experimentado por la cristianizacién, que trajo consigo una serie de transformaciones sociales y el desarrollo de una ideologia autoritaria.” Pero la fragmentaci6n de la sociedad romana en Oc- cidente, los asentamientos bérbaros y el posterior desarrollo de los reinos germénicos contribuyeron también a alterar las normas establecidas; otra Cuestién muy distinta es, sin embargo, si dichos cambios trajeron o no consi g0 una mayor libertad. En el imperio de Oriente, el siglo vi —y especial. mente el reinado de Justiniano— supuso todo un hito en la historia de la Bi- zancio de los primeros tiempos, al contar con un emperador fuerte, unos inistros poderosos y un gobierno centralizado. Al mismo tiempo, sia em- bargo, la violencia urbana aleanzé cotas desconocidas hasta la fecha (véase el capitulo 7), poniéndose en tela de juicio la relacién existente entre el centro y la periferia. Las ambiciosas medidas adoptadas por Justiniano supusieron para el imperio—y para los sucesores de Justiniano— una serie de dificulta- des que més tarde, a finales del siglo vi, se pondrian sobre todo de manifies- to en las relaciones mantenidas con la poderosa poteneia vecina, la Persia Sa- sfnida, Justiniano realiz6é una importantisima codificacién de leyes y fue también un legislador de incomparable vigor, pero no fogré implantar una seguridad duradera ni una armonia interna en el imperio. Como veremos en los dos capitulos sucesivos, la evidente prosperidad de ciertas zonas del im- perio de Oriente durante el siglo vt no bast6 para librarlo de las amenazas que se le vinieron encima, LAS TRANSFORMACIONES EN LA VIDA URBANA Y EL FINAL DE LA ANTIGUEDAD Durante 1os ttimos afios se ha publicado un grandisimo nimero de obras acerca de las ciudades en la Antigitedad tardia. Y ello se debe a razo- nes muy diversas. En primer lugar, el desarrollo de la arqueologia protobi- ‘vantina, como hemos sefialado ya en otras contextos, constituye evident mente un factor fundamental al respecto. Los efectos de todo este proceso han sido acumulativos: sencillamente hoy se dispone de mis material y de mas téenicas més evolucionadas a la hora de evaluarlo. Esta cireunstancia tiene a su vez un efecto acumulutivo: cuanto mas numerosos son los yai mientos bien excavados, més posibilidades hay de realizar interpretaciones fables de os datos en cada caso en particular. En segundo lugar, a diferea- cia de lo que ocurre con ef mundo medieval, la civilizacién y la alta cultura de la Antigedad clésica, y por lo tanto también del imperio romano, se ba- saba en la existencia de una densa red de ciudades y centros urbanos. El fi- nal de la Antigitedad clésica, por consiguiente.signifcaria, al parecer. el final de las ciudades clisicas, yviceversa. En tercer lugar, hay ademis otvo factor especial, al menos por lo que se refiere al imperio de Oriente: entre los bi- zamtinistas que podriamos denominar mas o menos de Ia dltima generacién ha estado abierta una encendida polémica en tomo a las siguientes euestio- nes: ;Hasta qué punto abe hablar de desaparicién de las ciudades en el im- perio de Oriente durante el siglo vi? Y, por consiguiente, ¢se produjo 0 no tuna ruptura o discontinuidad més o menos total entre la Bizancio medieval {sus rafces clisicas?! Por ultimo, el urbanismo y la historia urbana constitu- yen en su conjunto uno de los grandes objetos de interés de los estuclios his- tbricos generales. La suma de todas estas motivaciones ha contribuido a pro- ducir en los tltimos afios una encrme cantidad de obras sobre este tema, cuyos resultados nos disponemos a evaluar ahora, 166 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGOEDAD HARDIN La CIUDAD ¥ EL CAMPO: PANORAMA AKQUEOLGGICO, Si cl mantenimiento de la cultura, del gobierno y del sistema tribut ‘dependia en la totalidad del imperio romano en las ciudades, la proporcién de la poblacién que trabajaba la ticrra era altisima, y mayor atin era la pro. porcién de los beneticios procedentes de la agriculttra. Slo unas pocas ci dades antiguas podian considerarse grandes con arreglo a los criterios acta les, mientras que la mayoria eran en realidad pequefisimas. La poblacién de ‘Constantinopla en su momento de mayor esplendor, durante el siglo vi. qui= 74 llegara al medio millon de habitantes; en Roma quiza vivieran més de u ‘ill6n de personas en tiempos de Augusto, pero su poblacién disminuyé con- siderablemente durante el Bajo Imperio y se redujo mis atin en tiempos de las gucrras gotieas de Justiniano” en Oriente, s6lo Antioxjuia y Alcjanlaia podian compararse minimamente con ellas. Asi pues en el mundo rural vivia con diferencia la inmensa mayoria de la poblacién y de ese modo el campo, gracias a la produccién agricola, constitufa el cimiento de casi toda la rique- 2a del imperio. Aunque el comercio, 0, mejor dicho, la produccién industrial, tenia en la ecuacién econémica global una importancia mayor de fo que se ha pensado (véase el capitulo 4), la agricultura seguia constituyendo la base: de la economia; y las ciudades en general, en vez de ser los principales cen- tos de produccién, segufan dependiendo por lo que a su bienestar econémi- co se refiere de su hinterland rural.’ Ademés, los estudios arqueolégicos y econ6micos mas recientes han venido prestando cada vez més atencién al ‘mundo rural, en vez de atender exclusivamente a las ciudades, en parte debido a la influencia de una técnica relativamente nueva como es la pros- peccidn arqueoldgica, consistente no ya en realizar exeavaciones, sino en re~ coger y registrar todos los hallazgos superficiales encontrados en una deter- minada zona geogrdfica." En las tltimas décadas han venido realizaindose en diversas regiones bastante alejadas entre s{una serie de prospecciones de ca- pital importancia, caracterizadas por centrar su interés en una zona determi nada y en toda clase de restos superficiales, lo cual permite cubrir un perio- do de tiempo muy vasto y de paso distinguir los cambios diacrOnicos de una forma que habria sido imposible a partir de otro tipo de evidencias. Natural- mente los testimonios obtenidos de este modo pueden proporcionar mucha ‘mai informacién acerca de un periodo que acerea de otro, aparte de que este estilo de prospecciones comporta una serie de problemas metodol6gicos fun- damentales; no obstante, muchos de esos trabajos han aportado algunos tes- ‘imonios importantisimos para el estudio de la Antigledad tardia. Entre esos estudios cabe citar, por ejemplo, en Italia, las prospecciones realizadas en la Etruria meridional: las del valle del Guadalquivir en Espafa, y un proyecto de fotografias aéreas de la Francia nororiental: en cuanto al Norte de Afri- ca, tenemos las prospecciones de la UNESCO en los valles de Libia, asi como ta importantisima obra de P. Leveau acerea dle Cesarea y su hinterland, en la moderna Argelia:” en cuanto a Grecia, cisponemos de estudios sobre Beocia, Melos y Metana.* En el norte de Siria este campo ha venido siendo domina- LAS TRANSFORMACIONES EN LA VIDA URBANA 167 «lo por la obra pionera de G, Tehalenko, que ha atribuido la prosperidad de las stands aldeas de los macizos de piedra caliza —puesta de manifiesto por Lis imponentes monumentos arquiteeténicos— al monocultivo del olive.” Mas recientemente, los eruditos franceses que investigan el territorio sitio han publicado un importante estudio preliminar sobre el Hauran,!® y tam- hhicn se ha Hevado a cabo una gran labor en la moderna Jordania y en Isracl, ‘ohre todo en las alturas del Golin y en el Néguev, donde la creacién de nue~ vos asentamientos aleanz6 su cota més alta en los ailtimos aftos de 1a Anti ‘iedad.'! Los estudios de este tipo centrados en Palestina y Siria revisten una ‘especial importancia a la hora de evaluar los movimientos de poblacién y de juzgar el estado en el que se hallaban estas regiones inmediatamente antes tle que se produjera la conquista arabe; estudiaremos con més detalle todo esto en el capitulo 8. 5 El verdadero alud de informacién procedente de estas regiones y de al- unas otras —todavia se estén levando a cabo o estiin a punto de scr publi- cados muchos més trabajos de este estilo— ha abierto unas posibilidades ‘cnormemente interesantes, pero al mismo tiempo plantea grandes dificulta- es, Resulta tentador echar mano inmediatamente a esas informaciones con tl fin de trazar un cuadto general de lo ocurrido en toda una provincia o en. tuna vasta zona, y de hecho han sido muy frecuentes este tipo de intentos, Pero los trabajos de prospeccién pueden conducir a resultados equivocos, y ello por motivos muy diversos; por ejemplo, debido a la auténtica dificultad {que supone fa identificacién de algunos tipos de fragmentos y la posible in- tervencién del azar a la hora de justificar ciertos «conjuntos» (término técni- co empleado para designar todo un grupo de materiales descubiertos). La concicncia de estos peligros ha contribuido a que muchos arquedlogos inten- sifiquen su cautela a la hora de interpretar sus hallazgos, pero también ha in- crementado las difieultades de los historiadores a la hora de utilizar las pu- Dlicaciones de esos estudios de prospecti6u. Eu uualquier caso resulta dificilisimo estar al dia en un campo en el que Ios avances se producen con ‘mucha rapidez, y todas las obras escritas sobre esta base corren el riesgo de ‘quedar desfasadas enseguida. Resulta asimismo muy dificil tener acceso a to~ das estas investigaciones, que suelen estar muy desperdigadas y a menudo son publicadas en informes arquealégicos 0 en revistas muy poco conocidas No obstante, las repercusiones de este tipo de estuclios han sido muy grandes, sobre todo en determinadas areas geograficas, y el hecho mismo de que se haya trabajado tanto y de que siga trabajandose sobre este tema indica que ‘cualquier historia del periodo tardorromano hecha al viejo estilo resulta en Ja actualidad simplemente inadecuada. Una de las principales desventajas {que comporta el estudio de Ia historia antigua ha sido siempre Ia escasez de los testimonios, y sobre todo la falta de fuentes documentales. La historia «total», en el sentido utilizado por la escuela de los Annales franceses, esto ¢s, la historia que tiene en cuenta Ia totalidad de las estructuras duraderas subyacentes y estudia todo tipo de testimonios, materiales y textuales. no po- dré aplicarse nunca al mundo antiguo, silo comparamos con las épocas mo- los. EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANFIGUEDAD TARDIA dernas 0 los inicios de ellas; pero las perspectivas son mejores de lo que die se le habria ocurrido pronosticar. : \ LIMITAGIONES ¥ FUERZA DE LOS TESTIMONIOS ARQUEOLOGICOS Aunque los estudios en tomo a determinadas ciudades y sus relaciones con su hinterland rural han significado un primer paso importantisimo," no podemos olvidar la dificultad que supone el hecho de que son todavia muy 1poces Jos lugares para los cuales disponemos de un estudio integral de los textos y de los testimonios materiales, Por lo que se refiere a los centros ur- bbanos, el curso de la actividad arqueol6gica se ve determinado por toda clas se de condicionamientos, sobre todo por las dimensiones de los ulteriores ssentamientos. Muchas de las grandes ciudades de la Antigtedad tardia no poardin ser excavadas nunca sencillamente porque en ellas hubo algiin tipo de asentamiento durante toda la Antigiiedad. En los emplazamientos de este tipo, los vestigios de la ciudad tardorromana y medieval a veces son atin visi bles. Por motivos parecidos, en otros muchos casos s6lo pueden excavarse rincones muy pequeiios de la ciudad. Tal es el caso precisamente de Cons- ‘untinopla."* Aunque ya en los aftos treinta empez6 a excavarse la zona del Gran Palacio, debemos reconstruir las sucesivas fases del trazado del edificio basiindonos en gran parte en testimonios literarios. Posteriormente se exca- vaton el Hipédromo y sus inmediaciones, asi como el emplazamiento de la ‘gran basilica de San Policucto, edificada a instancias de Anicia Juliana du- rante los primeros afios del rcinado de Justiniano; también se ha prestado atenci6n a las murallas de la ciudad, aunque el hecho mismo de que gran par- te de los trabajos se hayan centrado en determinadas iglesias en particular pone de manifiesto otro factor importantisimo a Ia hora de establecer Ia na- luraleea de las investizactones arqueoldgicas, concretamente qué es 10 que determina la eleccién de los hugares excavados. Por lo que se refiere a la épo- a que estamos estudiando, dicha eleccién ha venido dictada por el enorme interés suscitado por las iglesias bizantinas y la decoracién musivaria, Por otra parte, la ciudad de Cartago constituye un excelente ejemplo de pobla- cin importante de Ia Antiglledad tardia cuyas excavaciones se vieron favo- recidas en los aos setenta por lu amenaza que suponia cl desarrollo de la zona («arqueologia de salvacién»), y fueron realizadas a escala internacional por la UNESCO. Durante la época islémica, el centro de poblacién se tras- Jad6 de Cartago a la vecina Téinez, y la antigua ciudad se encuentra hoy da en un barrio residencial de dicha capital, Como era imposible llevar a cabo Ja exeavacidn sistematica de un area demasiado extensa, se asignaron a dife- rentes equipos procedentes de varios pafses determinadas zonas del antiguo complejo urbano, No obstante, ni los intereses ni las prioridades de esos ‘equipos eran los mismos, y asf algunos yacimientos han suministrado mate- riales muy rieos para un 'determinado perfodo y no tan rieos para otro. En conjunto, sin embargo, los resultadas de todos estos trabajos han sido im- LAS TRANSFORMACIONES EN LA VIDA URBANA 169, pportantisimos en muchos sentidos (véase el capitulo 4). Pero quedan atin mu- ‘has lagunas, y todavia no puede trazarse un panorama completo de lo que ta la ciudad durante la Antigtiedad tardfa, De hecho, uno de los abjetivos Alc os excavadores era establecer cusl era el verdadero nivel de asentamien- tw en determinadas zonas de la ciudad. ‘Asi pues, los testimonios arqueol6gicos pueden significar en efecto un complemento de la memoria hist6rica y aportar nuevas informaciones de in- terés, que, de no ser por ellos, permanecerian ocultas, Un ejemplo especta- cular de la informacidn que pueden llegar a proporcionarnos los testimonios cpigraficos lo tenemos en Afrodisias de Caria, en la Turquia suroceidental ciudad mencionada raramente en las fuentes literarias, pero que nos ha su- ministrado una informacién incretble, gracias sobre todo a sus abundantisi- mas inseripciones, en torno al desarrollo urbano y a la vida ciudadana du- rante In Antigiedad tardia.!* Al ser ademas uno dé los grandes centros de la tescultura, producto de sus famosas canteras de mérmol, nos ha proporciona- do asimismo una enorme cantidad de obras escultéricas tardias, unas acaba. das y otras sin acabar, importantisimas no sélo en el contexto de la propia Afrodisias, sino también por lo que se refiere a otros campos mds generales, ‘como el de la iconografia y los estilos artisticos. Alzunos de estos testimonios, como por ejemplo las noticias literarias en torno a las familias de Paralio y Asclepiédoto, ya comentadas (véase el capitulo 6), nos suministran abun- dante informacién en torno a la pervivencia de la cultura pagana clisica en una ciudad de provincia; sobre ‘odo por lo que se reficre a la curiosisima se- rie de bustos de filésofos de época tardia publicada recientemente."® Por t- timo, se conservan también numerosas inscripciones eriegas procedentes de Afodisias, gracias a las cuales podemos estudiar el auge de las inscripciones ‘griegas en verso, y por consiguiente la posibilidad que habfa en Oriente de cultivar este género literario tan especializado durante el siglo v."" Estos son ‘solo algunos de los resultados de las importantes eacavaciones realizadas en ‘Afrodisias a lo largo de los tltimos treinta afios. En particular, las inseripeio- nes descubiertas en este yacimiento nos proporcionan un registro préetica- ‘mente ininterrumpido de la historia de la ciudad desde que adquiriera el es- tatus de municipio libre federado en tiempos del ‘Tiiunvirato hasta que ‘cambi6 de nombre a comienzos del siglo vit, pasando de llamarse Afrodisias («Ciudad de Afrodita») a Hamarse Estaur6polis («Ciudad de la Cruz»). in ‘luso mas tarde, cuando ya no era mas que tna mera sombra de lo que habia sido, durante los siglos vim y 1x, época para la que casi no existen. fuentes, siendo reconstruida hasta cierto punto, al igual que otras muchas poblacio- nes bizantinas, a lo largo de los siglos x y xt. Como hemos visto, aunque Afro- disias constituye un hito importantisimo en nuestro conocimiento del paga- nismo en sus tiltimas épocas, también en esta ciudad hubo un templo que se convirtié en iglesia, probablemente durante el siglo v." ‘Afrodisias constituye un ejemplo de yacimiento que ha producido una cantidad extraordinariamente rica y espectacular de restos arqueolégicos, entre ellos materiales escultéricos ¥ epigrélicos de una calidad y significa- 170 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA. ANTIGUEDAD YARDIA cin asombrosas."” Muchas de las inscripciones de época tardia no puede ser datadas con precisi6n, en gran parte debido al caricter convencional de la lengua empleada en ellas y a que el estilo siguié siendo el mismo duran te todo este periodo. No obstante, en esta ciudad, cosa por lo demas muy rara, es posible trazar un panorama bastante auténtico, aunque incompleto, de los cambios acontecicios en Ia vida urbana en la Antigiicdad tardia Como veremos més adelante, hay algunos otros yacimientos que, cada uno 4 su modo, nos ofrecen esta misma posibilidad; entre ellos cabe citar el de Efeso, en Asia Menor, y el de Apamea de Siria Pero hasta los testimo- nios arqueolégicos aparentemente claros pueden ser dificiles de interpretar. Por ejemplo, cabe la posibilidad de que no existan indicadores externos ‘para su datacién, como monedas o inscripciones, o que la datacién por me~ dio de la estratigrafia o la cerémica no sea fidedigna. En particular. los tes- timonios arqueol6gicos solo pueden decitnos qué fue lo que ocurri6, pero no por qué ocurrid. Resulta sumamente tentador, a falta de otros indicado- res més concretos, relacionar cierto tipo de testimonios arqueolégicos con factores 0 acontecimientos histéricos conocidos a través de otras fuentes, ‘Tenemos un buen ejemplo de ello, por lo que al perfodo objeto de nuestro estudio se refiere, en el hecho de que muchas de las fortificaciones tardo- rromanas existentes en los Balcanes no pueden fecharse tnicamente a par- tir de los testimonios materiales. Pero como el De aedifictis de Procopio nos hhabla del programa general de edificaciones llevado a cabo por Justiniano en dicha zona, resulta siempre tentador ante un determinado yacimiento afirmar que es de época de Justiniano; un estudio mas pormenorizado del De aedificiis, sin embargo, pone de manifiesto que Procopio a menudo exa- ra la naturaleza y el alcance del programa de construcciones llevado a tbo por Justiniano, o que no ofrece una imagen real del mismo. Algunos, estudlios recientes sugieren que muchas de esas construceiones bien pudic ran haber sido obra de Anastasto y. como mucho, haber sido renovadas por Justiniano. Pero si bien las afirmaciones de Procopio pueden ser més 0 ‘menos crefbles, algunas de ellas se ven corroboradas por otros testimonios, de suerte que no podemos desecharlas sin ms y mostrarnos siempre es- cépticos ante ellas. Otro ejemplo de la envergadura de los problemas a los, que debemos hacer frente lo tenemos en Ia enorme cantidad de testimonios, de terremotos acontecidos en la Antigiedad tardia y los inicios del perfodo bizantino, pues nada mas facil que atribuir el deterioro de los vestigios ma- teriales a un oportuno movimiento sismico. Sin embargo, no se tiene en cuenta el hecho de que, a menos que las fuentes literarias nos den detalles concretos al respecto, por lo general no hay forma de saber la escala del te- rremoto en cuestién, que bien pudiera haber sido un simple temblor de tie- rra. En cualquier caso, como bien saben los arquedlogos, dicho tipo de re- lacién no constituye munca un hecho y se halla condenado a permanecer en el terreno de la mera hipotesis Por ultimo, incluso cuando tenemos cons- taneia de la existoncia do un gran terremoto, dicho fenémeno supuso en casi todos los periodos hist6ricos un estimulo para la reconstruecién de la ciudad, con frecuencia a gran escala, como de hecho podemos ver en el caso de Antioguia durante la época que nos ocupa. LA aDECADENCIA DE LAS CIUDADES» ¥ EL FIN DE LA ANTIGUEDAD C1AsiCa Gracias al desarrollo de las investigaciones arqueolégicas,el problema de tas ciugades en la Antigiedad tardia 0 comienzos del perfodo bizantino planteado anteriormente en el plano te6rico © ideotbgico.® puede repli. feare ahora en términos de stransformacion urbana». En una palabra, si reunimos ls datos suministrados por las investgaciones arquealégieas real- qadas en una serie de yacimientos diseminados por todo el Mediterréneo, el Gandro que se oftece a nuestra vista es spun parece, un panorama gencral Ge conttacelon'y de vanibivs earaterstioos en Ia topogratfa urbana. Poser mos numerosiimos testimonios procedentes de regiones muy diversas que {lun a entender que mucho antes de concur et siglo vi venian produciéndo- Se ya una seri de transformaciones urbanas muy significativas** El panora [ssn embargo, dst mucho de ser uniforme y todavia estén salen as Jue buena parte de los testimoniox No es muy verosimil que hubiera una sola | fausa, nique ésta fuera demasiado simple, aunque en determinados casos sea plausble recurtir a factores locales coneretos Probablemente estemos ante {ina serie de cambios sociales y econdémicos muy profundos, que debieron de ener lugar, sen parece. alo largo de todo el mundo mediternco a fina- ta ee eon ano ecto aaa cl press con mas detalle. LA NATURALEZA DE 1AS CIUDADES EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Por una ver. seré de utitidad emplear In denomina ‘Antighedad tarda» en un sentido concreto, para referimnos a las ciudades de finales de la Edad Antigua antes de que este proceso de cambios echara se~ rlamente raices. El modelo sigue siendo el de la ciudad de provincias propia tle! Prineipado, con su tipica arquitectura romana, sus ediicios pablicos, sus termes, su teatro, us templos, su foro, sus amplias calles porticadas ¢ incluso ‘caso su cireo 0 su anfiteatro; un buen ejemplo podria ser el de Afrodisias en Su momento de mayor apogeo* Son ciudades concebidas de cara ala vida publica y que se hallaban bien equipadas para el ocio de los ciudadanos aco- nodados, miembros de la clase curial, que eran asimismo henefactores de In Giudad 2° Con fa legada del siglo 1v, el sostenimiento de las ciudades empe7 fa hacerse cada vez mis dificil y disminuy6 la actividad constructiva, aunque la disposicion de los espacios pUblicos siguié siendo en buena parte la misma En realidad, aquellas ciudades parecfan una personificacién de la cultura Procopio describe en tono elogioso a fundacién de una nueva ciudad eh el punto en el que se produjo el desembarco de la expedicidu eapitancada por Mé VL MUNDO MEDITERRANEO EN L A ANTIGUEDAD EXRDIA Belisario contr cl Norte de Atviea, y donde, segiin afirma este autor, brats tuna fuente milagrosa que proporcion6 a los expedicionarios el agua que ne. itaban; la construcci6n de unas murallas y todos los pertrechos propios de tuna ciudad hizo que la poblacién rural del atracadero adoptara un compor tamiento civilizado y viviera como la gente culta: «los campesinos abandona- rron sus aperos de labranza y ahora viven como gentes de citdad, cam! su vida rstica por la civilizacién» (De aedificiis, VI,6,15; el. BV, 1,15, En otro momento Procopio menciona, entre los atributos t dad, los pérticos, las termas, el acueducto y las viviendas para Jos magistra. dos (De aedificiis, V2,1-5, hablando de Heien6polis de Bitinia).” Semejante panorama resultaba ya anticuado en tiempos de Procopio. Se trataba de un estilo de vida para el que habrian sido necesarias grandes inversiones publi cas y privadas, tanto para la construccién de los edificios piiblieos como para ou mantenimicnto. Compostaba asimivuy ui vide ociosa y cultivada, aun- que solo fuera para los ciudadanos mas ricos, con un gran desarrollo de la ac- tividad publica en el foro, en las termas y en el eitco; por el contrario, en la poca romana propiamente dicha lo habitual era que los templos se abrieran directamente sobre el foro, hecho que denotaba la pervivencia del paganis- mo. La CIUDAD EN TRANSICION Justiniano levanté una ciudad de estas caraeteristicas en el lugar del It rico en el que vino al mundo, a la que puso por nombre Justiniana Prima, identificada habitualmente con Caricin Grad (a 50 km al sur de Nish); 0 al menos asf dice Procopio, pues su relaciin de los hechos es a este respecto ‘mais vaga todavia que la de la fundacién de la nueva ciudad de la costa nor- teafricana. limitindose simplemente a enumerar algunos de los elementos citados anteriormente (cf. De aedificis, TV,1,19-27). La vida urbana en los Balcanes, sin embargo, se habia visto bruscamente interrumpida por las in- vasiones de los hunos y los ostrogodos, y los programas de restauraci6n y for- tificacion emprendidos por Anastasio y Justiniano sirvieron tinicamente para Paliar un poco la situaci6n.2* Pese a las afirmaciones de Procopio, parece que durante el siglo v1 en todos es0s asentamientos se dio en realidad muy poca vida urbana, y la construccién de edificios y los signos de civilizacién empe- zaron a desaparecer al mismo tiempo. Tal es el panorama que presentan la ciudad de Stobi, en Jo que antes era Yugoslavia. y las de Nicpolis y Filipd- polis, en Bulgaria.” Las cosas tampoco andaban muy bien en Grecia, donde algunas fuentes tardias dan a entender que a finales del siglo vt no pocas po- blaciones, entre ellas las antiguas ciudades de Esparta, Argos 0 Corinto, fue- ron abandonadas por sus habitantes en favor de otros emplazamicntos més seguros. Los testimonios arqueolégicos y de otro tipo no siempre vienen a co- rroborar este cuadro excesivamente simple de la situacién, pero parece que cl modelo de establecimento urbano fue eambiando de forma muy significa. LAS TRANSPORMACIONES EN LA VIDA URBANA, 173 iva entre las postrimerias del siglo vi y los inicios del vit, En Corinto, la po- bilacién que qued6 se retir6 al montieulo fortificado del Acrocorinto, centro que se convirtié en todo un arquetipo de los asentamientos bizantinos en Grecia. Esta sensacién de biisqueda de emplazamientos protegidos se ve re- forzada en muchos lugares de la antigua Yugoslavia y de los Beleanes, don- de los centros habitados fueron reducigndose paulatinamente y la poblacién fue agrupandose en torno a acrOpolis féciles de defender, o bien fueron aban- donados en favor de este tipo de posiciones, Las primeras murallas bizanti- nas de Esparta, como en tantos otros lugares, inclufan en su perimetro tini- camente Ia antigua acrépolis y no el centro urbano propiamente dicho; es ‘muy probable que los espartanos pensaran que esas murallas habian de pro- porcionarles un Tugar en el que refugiarse ante un eventual ataque.® Ast pues, esta es una de las transformaciones urbanas acontecidas, segtin pode- ‘mos ver, en numerosos Iugares, y cuya explicacién més evidente es que se ¥i0 determinada por el peligro de incursiones 0 invasiones del enemigo. La Cr6- rnica de Monemvasia, de época tardia, relaciona directamente los movimien- tos de poblacién habidos en Grecia con las invasiones eslavas de 580, aunque cl aleance de dichas invasiones es objeto de un vivo debate y adem resulta ‘muy dificil de determinar su fecha exacta."' Segtin esta fuente, los habitantes de Lacedemén, la antigua Esparta, se establecieron en Monemvasi, pro- montorio rocoso situado en la costa suroriental del Peloponeso, y de muy di- ficil acceso; la fecha exacta de la fundacién de Monemvasid, sin embargo, es sumamente oscura, y Lacedemén siguié habitada durante todo el perfodo bi- zantino, El fenémeno general de los movimientos de poblacién, cuando se produjeron de esta forma, probablemente tuviera un cardcter mucho més gradual, y es posible que influyeran en él una serie de factores muy diversos, entre ellos quiz los cambios experimentados en la actividad econdmica.” La propia Atenas no fue ocupada por los eslavos, pero sufrié una invasién con- junta de eslaves y évaros en 582 aproximadamente, que se pone a todas lu ces de manifiesto en los documentos numisméticos, y que trajo consigo la «destruecisn por el fuego de una parte considerable de la ciudad. Aunque fue utilizada como base de operaciones contra los eslavos por el emperador Constante II en 662-663, su reconstruccién, si es que se produjo, fue bastan- te «chapucera», y supuso la divisidn de las casas en habitaciones mds peque- sy la transformacién de viejos edificios nobles en molinos de aceite. Fe- | pomenos semejantes pueden Vers a menido en las iudades del Norte de | Africa, y en la aldea dtica de Olimpo, por ejemplo, ese tipo de reutilizacion | de construcciones ya existentes afectd a un antiguo baptisterio.” Estas dos tiltimas particularidades, la subdivisién y la «ocupacién abusi | van de antiguos grandes edificios, aparecen bajo formas diversas en muchas | otras regiones. Por regla general, las grandes mansiones, que pervivieron en \/muchas zonas hasta bien entrado el siglo vre incluso hasta mas tarde, fueron " divididas en departamentos més pequefios con el fin de albergar a diversas familias, y a menudo provistas de suelos de adobe que vinieron a cubrit 0 a sustituir los extraordinarios pavimentos de mosaico propios de las casas n0- 174 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA bles. Esta situaeién puede verse con. toda claridad en Cartago, donde ten ‘mos una gran casa con peristilo —esto es, edificada al estilo ekisico en torno. un patio central—del «sector Michigan», que fue dividida hacia et siglo vi en mumerosas viviendas mas modestas, y donde conocemos otras subdivisio nes del mismo tipo en otras edificaciones de los sectores canadiense y brit nico. En Apamea, algunas easas con peristilo fueron restauradas tras la toma de la ciudad por los persas en 573, y al parecer se mantuvieron intaetas has- ta la conquista arabe. En otros sitios, en cambio, la «ocupacidn abusivay, tunas veces por inquilinos pobres o, mas habitualmente, por pequefios co- merciantes y artesanos, se produce a menudo en antiguos lugares pablicos, como por ejemplo el foro tardorromano 0, como en el caso de Anemutium, cn Ia Turquia meridional, en el emplazamiento de Ia antigua palestra.* En esta titima ciudad la nueva utilizaci6n de las vieias construcciones empe76 en época muy temprana, tras el desmantelamiento de la poblacién a raiz de las invasiones persas del siglo 1, y, seguin parece, toda la comarca conocié un auge especial de las actividades artesanales; hacia finales del siglo vt y ¢o- mienzos del vr, sin embargo, habfan dejado de funcionar el resto de los ser- vicios urbanos, como por ejemplo las termas o los acueductos. Particular ‘mente curioso es el ejemplo de «ecupacién abusiva» que encontramos en la, en la actual Tunicia, donde se ha descubierto un molino de ac iad de siglo Vi, justo en medio de To que en-otros tiempos fuera la calle principal de la ciudad © La presencia de enterramientos en zonas-eéniricas de la poblacion, ¢ in- cluso en el emplazamiento de antiguas mansiones nobles 0 de edificios-pa- blicos; constituye otro raszo comin de Cartago con otros yacimientos norte aificanos de esta misma época, lo cual indica qué se produjo un cambio fundamental en la actitud de Ia gente respect del espacio urbano. Resulta tentador apelar-a Conceptos tales comoret de penuria economica, intrusion», ‘0 —allf donde disponemos de algin tipo de testimonto literario que respalde la hipétesis, como, por ejemplo, en Cartago— influjo de los refugiados de las invasiones procedentes de otras regiones. Quiz4 también fueran importantes Jos factores locales, como en Luni, cerca de La Spezia, en la costa occidental de Italia, donde la decadencia del comercio del marmol procedente de la ve~ ina Carrara debié dejarse sentir en toda la ciudad, y donde, en efecto, po- demos observar una clara decadencia de la riqueza material a parti, cuando ‘menos, del siglo vi, sibien el centro urbano siguis existiendo como tal hasta bien entrado el siglo vu. Las condiciones locales podian variar mucho de un sitio a otro: algunas de las principales ciudades de Asia Menor, como por jeaaple Sorc eo: cus Eaccenget a erties tere ded y ope j6n en la Antigtedad tardia, mantuvieron, segtin parece, una vida civica tf picamente tardorromana hasta que se produjeron las invasiones persas de ‘comienzos del siglo vn. Pero los fenémenos de ocupacién abusiva y de cam- bio en la utilizacién de las construcciones se encuentran tan difundidos, aun- que con frecuencia se adviestan variates de tipo lacal, que, a todas lnces, de- bid de producirse un proceso generalizado de transformacién urbana, y no LAS TRANSTORMACIONES EN LA VIDA URBANA, 175 LLAwINa 10, Molino de aceite en medio de una de las antiguas calles principales de Sbeitla, Tunicia, probablemente del siglo vi. podemos limitarnos a relacionar estos hechos tinicumente con causas con- Eretas como las epidemias de peste (véanse las pp. 125 y 177) 0 las invasio- nes, sino también con factores de orden administrativo y econémico en ge~ neral, sobre todo con la relacién existente entre las ciudades de provincia y la administracién central. Antioquia, en Siria, por ejemplo, la segunda ciudad del imperio de Oriente, sufri6 a mediados del siglo V1 los embates de una pes te, un terremoto y tna invasién de los persas, seguida de la deportacion a Persia de muchos de sus habitantes, por no hablar de las invasiones del siglo viry de la ulterior conquista érabe. Algunas de las circunstancias por las que pasé Antioqua pueden ser parangonadas con la de otras ciudades de Orien- te, por ejemplo, Laodicea 0 Damasco, cuya carueteristica mis destacada qui- vd seu la instalacién abusiva en las calles porticadas de época tarda de pe- {quenos comercios o talleres de artesanos, fenémeno que resultarfa tentador 176 FL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTE considerar el prototipo de los zocos medievales.” Por Io que a esta parte del imperio se refiere, se suscita inmediatamente la cuestiOn de saber cuanto debe a la conquista islimica este desarrollo tipicamente «medieval». En. el capitulo 8 seguiremos estudiando las provincias orientales; por lo que a este fenémeno se refiere, sin embargo, cada vez esti mas claro que forma parte de un proceso general en curso ya en una zona geogrélica bastante ms ex- teas, por meh afluenei que queramos atribur «nt variables de carder local INTERPRETACION DE LAS TRANSFORMACIONES URHANAS tee ieee Ya sella menudo dificiles de interpretar y, en particular, resulta muy complicado rela- Gionaros directamente con los acontecimlentoshistricoyconcreton En al gunos casos, sin embargo, como en el de la construccién de calles en Cesarea BS is reais flere bn ander portantes, y es indudable que el programa de edilicaciones piiblicas lev ud ai Jaraio uaie ange eco ue uaa cama sr taculares, como por ejemplo la ereccién de la Néa, la gran basilica de Jerusa~ lén, que aparece en un plano de la ciudad sobre mosaico confeccionado en el eal yee Meni Sci aetna venido a corroborar de forma espectacular ¢ inesperada la ex Seseipcio de Prove (De aes V1)" Tambien en ots muchas ci dades del Oriente Préximo se llev6 a cabo desde mediados del s si ls comatrntor ts ls pimp es lor jordania: y algunos magnticos pavimentos de mosaico procedentes de las iglesias de esta zona pueden datarse incluso en los siglos vir y vin." se Dee as ne reall el commen suse argamenion ro. or jo depende en parte de los indicadores que se utiticen: Whittor licen: Whittow, por ejem- roriental) durante el siglo vi baséndose en las enormes cantidades d prgeas» Cosros fon $i) 54 (coe elcptie 3), yen abundancia de isis ge en‘ a lc ib fs capa pr lepers eo 2 er0 un estudio de los modelos de asentamiento de colonos en la rein nos proporciona un excelente medio de verificacién, gracias al cual podemos constatar que asf como entre los siglos 1v y vila densidad de los asentamien- ‘os aleanz6 unas cotas sin precedentes, a partir del siglo vise produjo un dra~ matico descenso en la ocupacién de la zona.*! Este hecho deberia prevenir- nos no sélo contra la tentacién de separar Ia historia de las ciudades de la de los asentamientos de colonos, sino también contra la tendencia a fiarnos de- masiado en un solo tipo de testimonio. Edesa siguié siendo, en efecto, un cen- tro urbano de importancia durante el periodo musulmén, hasta a restaura- ‘ign bizantina del siglo x, pero la cantidad de plata que posefa en el siglo vt ‘no nos dice gran cosa ni sobre la distribucién de la riqueza en general ni so- LAS TRANSPORMACIONES EN LA VIDA URBANA 7 bre el urbanismo en euanto tak; adem ls testimonios que parecen insinuar yorto estado de «decadencia» a menudo pueden ser en realidad un indicio tle movimientos de poblacién debidos a motivos muy distintos. Segin pare- ‘ce, ao prodijeron Feajustes bastante complejos en numerosas regiones, que Hoctaron tanto a Jos establecimienios rurales como a los urbanos, v las luciones existentes entre unos y otros. Ademés existen numerosas lagunas en nuestros conocimientos, fruto 0 s ‘s6lo de los contratiempos ocurridos duran- te las excavaciones, sino también de la falta de determinados tipos de test tnonio, Debido a factores locales especificos de algunos asentamientos, ¢s po~ ible que apenas hayan quedado vestigios de una determinada fase de una Ciudad de cuya prosperidad tenemos por otro lado constancia, Tal es el caso Gel ascntamiento romano del sell central de Pella (Fihl), en Jordania, des- trnidn en eran parte por las numerosas construcciones romanas de época posterior” A veces ciertas informaciones de cardcter incidental suministis- Sas por algunas fuentes literarias especialmente buenas, como, por ejemplo, Ia Vide de Simedn el Loco (acerca de Emesa/Homs durante el siglo vi, aun- aque haga referencia al v)* los Milagros de san Demetrio (comienzos dels flo vit, acerca de Tesalénica),* 0 la Vida y milagros de Teodoro Tirén (siglo Sin, sobre Eucaita, en el Helesponto).* vienen a desmentir toda una teorfa general de Ia decadencia de las ciudades. Pero en ningtin momento debemos ‘Sividar el hecho de que el panorama esta cambiando literalmente en todo momento a medida que salen a la Iuz nuevos testimonios, por lo que las teo- rias deben ser sometidas a constante revisiGn, Todavia siguen realizsndose Excavaciones en muchos yacimientos importantes, y a menudo los trabajos ‘nds recientes vienen a subvertir los resultados de los anteriores: en este sen tido es muy ilustrativo el caso del yacimiento de Pella. Por sltimo, hasta hace muy poco no han empezado a ponerse de acuerdo los especialistas para es fablecer una tipologfa fiable de la cerémica del Oriente Préximo. Pero tam- ten a este Tespecto da la sensuciGu de que hay muchas més diferencias re- gionales de las que se creia, sobre todo en las provincias orientales "Aun dentro de estas limitaciones, cualquier generalizacidn que pueda ha- cerse sera siempre desde Iuego muy cuestionable, y mucho més si afecta a todo el Ambito del Mediterrinco, No obstante, podemos apuntar algunas de jas eausas de esos cambios. Una de ellas seria la peste que asol6 Constant nopla y Asia Menor a mediados del siglo i y que en sucesivas oleadas sigul Cebandose en la poblacién de Siria durante todo el siglo vu. Sus efectos so ‘muy dificiles de cuantificar (véase el capitulo 5), pero cuesta trabajo no ercer Ge la peste constituyera un factor determinante en la decadencia de las ci dades del Oriente Proximo, que conocieron una época de opulencia en a pri mera mitad del siglo vi. Como no disponemos de documentacién epigréfica © papirologica que nos suministre un testimonio fiable de las cotas aleanza- das por la mortalidad de la poblacién, y sélo cabe establecer una relacién muy general entre el declive de los asentamientos tanto urbanos como rura Tes y In posta, resulta bastante peligroso utilizar, a falta de otros testimonios la peste de 542 como fecha de referencia. Por otra parte, debemos asimismo 178 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA. ANTIGUEDAD YARDIA andar con pies de plomo al juzgar los argumentos que intentan atenuar sus efectos por lo que se refiere a determinados lugares: El valor que los histo- riadores estin dispuestos a conceder a las pestes de los siglos vt y vn varia Mucho de un erudito a otro. Lo cierto es que, segiin parece, es esta la prime- ra apariciGn de la peste bubsnica en Europa: por consiguiente, sus efectos debicron de ser a todas luces mucho mayores que los de las enfermedades gute habitualmente asolaban las ciudades antiguas, Las fuentes literarias ofte= cen un solo ejemplo, aparte de las tres grandes descripciones de la epidemia {que se nos han conservado, en el cual vemos que los monjes del monasterio “de Caritén, en Judea, al ver su cenobio afectado por la peste, acudieron en ‘masa a pedir ayuda al angiano anacoreta Ciriaco, santo varén que residia en Sousakim, y se lo llevaron a vivir a una gruta vecina.*? Segtin las fuentes, literarias, el siglo vt conocié asimismo un alto ntimero de movimientos sismi 0s, con los cuales cabe poner en relacion de manera bastante plausible en al- unos casos los restos materiales conservados.* Pero esta circunstancia pue- de atribuirse también al nimero cada vez mayor de terremotos citados por ‘os autores cristianos, més interesados en ponerios de relieve como sefial de la ira de Dios que en registrar su mimero real. Podrian aducirse asimismo otros factores externos que explicaran la disminucidn de la prosperidad de determinadas zonas, como la retirada a comienzos del siglo vt de las fuerzas | militares acantonadas en el sureste de Palestina y en Arabia, que trajo como consecuencia la dependencia de las tribus arabes aliadas; a retirada de las .guarniciones supondria en el futuro un descenso de la demanda econémica en a regién, asi como un empobrecimiento de las vias de comunicacién y de Has comunicaciones mismas: Por ultimo, 2qué papel desempea la cristianizacién —si es que desem ;pefté alguno— en el rechazo de la vida civil propia de la Antigitedad clisica, ‘Con sus termas, sus templos y sus diversiones pablicas? Una vez mis la solu cidn al dileura no es simple. Los obispos lanzaban invectivas contra los jue |808 y el teatro, y habfa incluso algunos que se oponian a la existencia de ‘bafios piiblicos“aduciendo critetios morales. Los grandes templos fueron ‘paulatinamente cayendo en desuso —aunque no en todas partes y no sicm= pre sin las protestas de la poblacin—, convirtiéndose a menudo en iglesias. Muchas ciudades de tamafo medio llegaron en el siglo vt a contar con igle- sias mucho mas grandes de lo que su poblacién habria necesitado, que a me ‘nudo seguian siendo ampliadas y reformadas cuando ya habian dejado de realizarse otro tipo de ecificaciones pulblicas, fenémeno que queda aparato- samente de manifiesto en las grandes basilicas de Sbeitla, en el Norte de Africa. La Iglesia y algunos obispos en particular fueron asumiendo gradual- mente mayor responsabilidad en Jo concerniente al bienestar social de sus comunidades, no slo mediante ta distribueion de limosnas y el manteni- Iiento de los asilos, sino también almacenando alimentos y repartiéndolos en épocas de hambruna, rasgo que habfa sido earacteristico de la vida urba- na durante rodela Antigtiedad. Eutiquio, patriarea de Constantinopla del si- alo 1, realiz6 este servicio en beneficio de Ia poblacién de Amasea durante f jue pass en el exo, ya comienzas del siglo vit un patriarea de Ale aria Unmecio J oxnero se gan este epiteto por su munificens india thumago Juan ef Limosnero se gané este epiteto p uniieeeia re cota para con la etudad. Tambien algunos monyes y santos Varo ‘ irangudotn yu 9 cuenta de sa Faerun papel semejane: sgn una an ; SSE Sn cre de aon Lia cuando en el sig a peste 016 | a ma li de. Mira, se sospech6 que Nicolas habia re alos pe is lop inenediaciones' ciudad a vender sus mercancias vi tno remetiaciones que no acudieran ala cud ner 1 lal somtego El goberdor) fx magétraos de a sadad anda asad su mona, por caino, Nels pat por divers ea donde mate var ees ye Hev connor Gat de Gomera Tos abitantes de a ciudad. Pero si a erisianizacion jen inset lamentos de la vida en él campo y en| ae bo may sgnitcativ de los fundament etexnpo im igen fae ectament cl rsiansmo qin proves Ia arstor | tiga bana, LO cen yuo sumo conitrecon Fe oe lao il ny os wos sociales por ot, fu uno —entre oa factores que contribuyeron a socavar y transformar la ruchos des srna eee Ofouns horededa dal Ato Imperio* Sin embargo, fa euestén 10s de la Iglesia, Como consecuencia de todo ello, losagentes esa 1 pedi | 0 i le proveedores y distribuidores de la 1 el papel de las ciudades dentro del imperio se habfa identifica mente unas consecuencias muy importantes para el futuro de las ciudades cuits, est 6 los habitants mis Desde comienzos del siglo 1, los cuit sates mi cos de is aos sobre iene rena fe amintracion munkipa ev Dangujanorsmaranere debs cares cad ver mip ae debian War (eae el eal 4). Tanto el coro de Tamentactones como elt ‘Tas mamas onan de ocho Gempo ates, aquellos autores qu, oma |, Saperador lian, endo Liban os storidoresAmiano Marcelo \ St techa mas ada, Procopi, se velan as mismos como defensores Valores tradicional, asumicron invariablemente ta causa de ls tro conriderabanseriamenteamenarad Y ss temores (i Site fundamemo Es event que a resin eft pre ober Ta cle do fos cules, que consti un importante objetivo dca a cde ngreos fens 0 al menos de cara a separ Ia Seas mpustos, aumento considerabemente con clin 180 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Los propios consejos municipales tuvieron que hacer frente a graves dificul- tadles financieras, sobre todo los que debian atender al mantenimiento de grandes edificios. A muchos les costaba trabajo contar entre sus miembros Con hombres que climplieran los requisitos censitarios exigidos para ser eu tial Pero las ciudades mostraron una obstinada tendencia a sobrevivir, y oscientos afios después de ser promulgadas las leyes de Constantino sobie los decurionesicuriales, la mayoria de ellas se hallaban todavia enn estado bastante presentable, mientras que otras tentan incluso una mayor den de, poblacién y gozabain_de_wna_prosperidad desconocida hasta (vase el capitulo 8). Los testimonios de los oradores y legisladores, si se t man al pie de la letra, pueden resultar equivocos. Sin embargo, el.estilo de vida que durante tanto tiempo haba caracte ado a las ciudades comenzd a todas luces a experimentar_una transforma ‘iu hacia finales del periodo que nos ocupa, y tanto si somos partidarios de |} Iaidea de intecrupei6n de ta vida urbana como si defendemos su continuidad, es evidente que ésta sufrid un quebranto considerable en los afios sucesivos Aparte de los factores de earicter general, como, por ejemplo, las invasiones, Ja inseguridad, el aumento de los gastos militares del gobierno central, la pes. €1c, hubo otras causas més profundas que lo propiciagon, Ya hemos men-, ionado una de ellas, concretamente el paso gradual a manos de la Iglesia de || Tos recursos que hasta entonces habia manejado la administracién municipal || al viejo estilo. Otra de esas causas tiene que ver con los cambios més dura- eros producidos en el campo de ta administracién. Debemes explicar ahora las repercusiones préticas de ambas. En primer lugar, examinaremos la cuestién de la administracién, que se halla relacionada con la situacién por la que atravesaba el estado, sobre todo al fal del periodo que nos ocupa, y que tiene también repercusiones eco- némicas. El papel desempeftado por la.administracién imperial en los asun- tos municipales habfa ido mostrando una tendencia a incrementarse ya dc de Ts inicios de Ia época imperial, tendencia que se vio favorecida a medida , ue resultaba mas dificil recaudar los impuestos entre las elites urbanas. Asi pues, fueron las necesidades tributarias del estado las responsables de que se | hiciera imprescindible el nombramiento de unos funcionarios del fisco impe- tial en las ciudades, al tiempo que los infortanados curiales se vefan obliga dos a cumplir ls leyes promulgadas una y otra vez con el fin de prohibirles cludir sus responsabilidades. Hacia el siglo vi los gobernadores provinciales hhabfan alearizado a nivel local Una autoridad mayor, si cabe, a expensas-de los consejeros municipales, y pese a los intentos de invert el proceso lleva dos a cabo por los emperadores, los consejos municipales se hallaban grav‘ simamente postrados. En la préctica, sus asuntos eran tramitados por un fun- cionario Hamado «padre» de la ciudad, curiosamente elegido no por el consejo, sino por un grupo selecto de personas del que formaban parte no s6lo los curiafes y terratenientes de Ia localidad, sino también el obispo y el clero, Juan Lido y Evagrio, autores de mediados y finales del siglo vi respec tivamente, dan a entender que Tos consejos municipales (curiae) Rabian de- scitépolis, autor de nume- ilo el siglo vu y buena ido una ciudad prospera durante to [Bet Shean), donde nacié el monje Cirilo Je Es is ( i La ciudad de Escitopo! rosas vidas de santos Léa 11 parte del v 182 EL MUNDO MEDITERRANE (OPIN LA ANTIGUEDAD TARDIA jado ya de funcionar, Pero curiosamente en las ciudades romanay que siguie ron fancionando en Ocedente despucs de las vases nclsp ti a! maci6a de ls reinos barbaros, se conservaron ls vieja costumes lose ‘ales siguieron siendo responsables de la recaudaciin de impuestox™ Resulta sumamente dificil evaluar las repercusiones de todos estos eam: bios en cada caso en particular. Como seftala Jones, la pérdida de Ia auto nomfa municipal a raiz de la decadencia de las curias no implica necesaria mente una disminuci6n de la poblacién.* No obstante, como demuestra la intensificaci6n del aprovechamiento de los terrenos situados al borde del de- sierto, en Oriente se produjo un aumento general de la poblacién, circuns tancia que debi6 de agravar los problemas municipales, pues el incremento del niimero de ciudadanos pobres debi de traer consigo numerosos proble: mas econdmicos y de otto tipo.* Las reacciones debieron, sin embargo. de ) Sys en cal ca, yen constant alguns cates habs grado escapar a su suerte entrando a servir en el funcionariado imperial.o convirtiéndose en senadores(estatus ambos que les eximian de stn obliga. | trasladiindose a vivir a las villas que posefan en el campo..Otros, en cambio, catrarfan a formar parte del cero, proceso qu los emperadores intentaron tambien nar, ments que otros aunque no fueran muchos se haba de eética y habrian renunciado a sus pr es. in contecientia de todo ello fuera su sustucin por ols personales mene” pudientes, de forma que el orden_curial fuc_empobrecigndose progresiv mente.” El mantenimiento del orden curial dependfa también de que siguie= raexistindo el sistema educativo tradicional. Tambien este campo, com he- ‘mos visto, fue blanco de los ataques de la legislacidn imperial, que prohibia 4 paganos y herejes impartir sus ensefianzas, e indudablemente debi de ver- se socavado por el gradual proceso de cristianizacién. En conjunto, todos *: habrian de contrihnir a socavar los tradicionales recursos fi nancieros y humanos de las ciudades, aparte de que supusieron una transfor- macién muy signficativa en el personal encargado de decidir el modo en que debia ser gobernada cada ciudad en particular. Silos recursos salen de ottas fuentes —del obispo, por ejemplo—, la ciudad quiz no se empobrezca, pero jes muy probable que su sistancia Basia se tranforme. El problema de I eecadencia de ls cudades& menudo se plantea en idfmines de decaden cia del orden curial; sin embargo, mas correcto seria formular la cuestién cen trandonos en los efectos ineludibles qué sobre las actitudes y costumbres ciu- dadanas habrfan tenido a largo plazo estos cambios introducidos en el personal encargado de la administracion municipal. La «decadencia» de las eee noes fruto necesariamente de la decadencia del orden curial; lo que |\ocurre sencillamente es que si los gobiernos municipales cambian de un (modo significativo, las eiudades dejarsn de ser lo que eran. En las provincias de Oriente, el siglo vit conocid en répida sucesién los severos efectos de las invasiones persas, seguidas inmediatamente de las conquistas arabes, que sustrajeron a Bizancio una parte importante de su territorio. Esta misma LAS TRANSHORMACIONES EN LA VIDA URBANA 183 poca conoci6 también e! inicio de una alteracién mucho més dréstica y fun damental del sistema administrative bizantino en general, transformacién de li que en aillimo término habria de salir una nueva clase gobernante, asi como una organizacién militar de base rural. Evidentemente todos estos Cambios quedan fuera de nuestro actual ptinto de mira, pero nos obligan a jeconocet el hecho de que, exista o no y otros términos por el estilo, que se hallan envueltos en una maraiia inextricable de equivocos, cuando no de prejuicios, con la situacién reinante en realidad durante este periodo. Lo que acaso sf pueda observarse durante la Antigtiedad tardia es una elevada conciencia de las tradiciones locales y un gran afan de proclamarlas, contra viento y marea, circunstancia que traerfa aparejado el consiguiente aumento de su notoriedad. Los desérdenes acaecidos en el centro del poder durante el siglo m han sido estudiados con frecuencia a la luz de esa prepon- derancia de las culturas locales. Pero evidentemente la propagacién del cris- tianismo funcioné a manera de catalizador, al menos por lo que s Siria se re- fiere. Las santas mujeres y los santos varones sirios del siglo v hacian gala de tun ascetismo notabilisimo y a veces extraordinario, y es evidente que la lite= ratura en sirfaco arranca ditectamente del cristianismo. Los santos estlitas, empezando por san Sime6n el Viejo, cuya columna estaba en Qalat Siman, cetea de Antioquia, eran originarios de Siria, y gran nlimero de monjes cuya lengua de comunicacién habitual era el sirfaco acudieron a Constantinopla para participar en los debates teoldgicos organizados por Justiniano en los primeros afios de su reinado. La cristianizacién de Siria, sin embargo, habia seguido un proceso muy lento en sus primeros estadios y en el siglo v1 adi wd se habja complctado."* De nuevo las exposiciones demasiado simplistas de 11, MEDITERRANEO ORIENTAL 19 Jos hechos son incapaces de ofrecer un panorama exacto de la realidad; de- beriamos poner de relieve tna vez més la compleja situaci6n reinante en to- das estas regiones antes de las conquistas drabes, aunque sélo fuera para re- cordar que dichas conquistas no fueron meramente fruto de una vietoria militar e incluso que nada tiene de extraiio que se produjeran, visto el grado Ue interrelacién cultural existente y en especial el papel desempefiado pot-l jpasanies y otros grupos arabes preisla LLAS INVASIONES DE LOS PERSAS ¥ LOS ARARES [Ante todo se hace imprescindible dar una serie de fechas y un es general de [a situacién. En primer lugar, tenemos a los sasénidas. Bl tratado firmado por Justiniano en 562 no trajo consigo en realidad una paz duradera entre Bizancio y Persia, y muy pronto fucron emprendidas nuevas campatias por sus sucesores, Justin II (565-578), Tiberio (578-582) y Mauricio (582- 602), cuya decisi6n de ayudar al rey persa Cosroes Ia regresar del destierro y recuperar el trono (591) trajo consigo la obtencidn por parte de Roma de las ciudades fronterizas de Martirépolis y Dara.!? Pero tras el derrocamiento yy posterior ejecucién de Mauricio a manos de Focas (602). Cosroes invadio ol territorio bizantino, tomando Antioquia y luego Jerusalén (614); allf los persas se apoderaron de la Vera Cruz y se la llevaron a Ctesifonte. Segiin las fuentes cristianas, los invasores saquearon la ciudad matando a gran ndmero de sus habitantes y deportando a muchos otros. Después de Jerusalén caeria Alejandria (617), ¥ mientras tanto los e)ércitos persas asolaban toda el Asia Menor, saqueando Efeso y Sardes; de alli llegaron a Caledonia y en 626 pu- sieron sitio a Constantinopla junto con los avaros. En 622 el emperador He- ractio abandon6 Constantinopla a su suerte y contraatacé con fuerza extra- ordinaria, levando ta guerra al eu1azsn del territerio persa sus vietorias all facilitarian poco después la caida de la dinastfa sasinida a manos de los ‘irabes— y devolviendo al fin la Cruz a Jerusalén en el aio 630." Ademés, desde las dos tltimas décadas del siglo vi, el imperio habia tenido que hacer frente en los Balcanes a los ataques de los dvaros y los eslavos, y estas cit~ cunstancias, alas que debemos afta la eseasez de las pagas de los soldados y la insuficiencia de los aprovisionamientos, constituyen el marco en el que Gebemos situar la insurrecci6n del ejército del afio 602, que nombrd empe rador a Focas. En cuanto a las victorias de Heraclio, fueron conmemoraclas ‘con una gran procesién en Constantinopla y celebradas en la grandilocuente poesia de Jorge de Pisidia,! pero, en una de las grandes ironias de la histo ia, quedaron répidamente eclipsadas por la entrada de los ejércitos dirabes, en Siria. El avance arabe fue espectacular: entre 634 y 637 tuvieron lugar tres, batallas la de Ajnadayn, entre Jerusalén y Gaza, la de Fihl (Pella) y la del rie ‘Yarmuk; Damasco cay6 tras largo asedio, el patriarca Sofronio entreg6 Jer salén en 638 y Alejandeia fue comquistada en 642. El infortunado Heraclio vio eémo sus tropas eran derrotadas en el rio Yarmuk; y tras su famosa cles 200 uu JNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA pedida de Siria, recogida en las fuentes sirfacas y arabes, regreso a Constan tinopla, donde murié en 641. Monvos pe su &xrr0 Incluso una exposicién tan sumaria como esta demuestra que el impe- rio de Oriente estaba atravesando por una serie de dificultades muy serias, antes incluso de que hicieran su apariciOn en Siria las nuevas huestes dra bes. El episodio del usurpador Focas indica que resultaba bastante compli cado efectuar los pagos debidos al ejército y asegurar su aprovisionamien- to después de tantos afios de campatias; por otra parte, las incursiones de varos y eslavos en Grecia y los Balcanes habian tenido tambign serias re- percusiones sobre toda esta zona (véase el capitulo 7). Lo mas que pudo hacer la capital fue sobrevivir al asedio de 626 y a los sucesos que lo pro- vocaron:"! en cuanto a las dificultades financieras por las que atravesaba el imperio, quedan patentes en las medidas de emergencia que se vio obliga- do a tomar Heraclio, entre ellas la utilizacion de los tesoros de las iglesias para acular moneda de plata. El reclutamiento de tropas para hacer frente a la campaita petsa supuso un esfuerzo enorme e irrepetible. Ademés, a ‘marcha de Heraclio sobre Constantinopla en una dramética expedicion por tierra desde Cartago y el consiguiente derrocamiento de Focas no se pro- dujeron hasta muy tarde —concretamente en 609.610—, en un contexto de graves disturbios en las ciudades de las provincias orientales” Por dtimo, Jos restos arqueoldgicos y las fuentes literarias ponen cada vez mis en evi dencia que las invasiones persas de Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto Adejaron tras de sf un panorama general de absoluta desolacién, e indujeron a muchas personas a abandonar Oriente y a buscar refugio en otras regio- nics, prinety en el Norte de Attica, y luego en Sicilia y en el sur de Italia, donde se establecis una importante y duradera colonia de greco-hablantes. De hecho, ef Sfnodo Laterano, celebrado en Roma en 649, estuvo domina- do por un grupo de monjes orientales capitaneados por uno de los tedlogos ortodoxos griegos mis destacados, san Maximo el Confesor, y sus actas fue- ron redactadas en griego con la finalidad de influir sobre la opinién publ. cca de Constantinopla. No esta muy claro hasta qué punto qued6 restableci- da la autoridad de Bizancio después-de recuperar el territorio ocupade por Jos persas, pero probablemente lo fuera en muy escasa medida, pues no-tar- 146 mucho tiempo en produicrse otra invasién y los recursos de Heraclio es- taban ya al borde del agotamiento. En tales circunstancias el éxito del avance drabe no resulta ya tan sor- prendente, Mahoma muri6 en Medina en 632 y fue sucedido por Abu Bakr. Los bizantinos tardaron bastante en darse cuenta de que los invasores no cran los mismos «sarracenos» que solian hacer incursiones en su territorio y con Tos que ya estahan acnstimbrados a tratar desde el siglo 1, de ahi que Jas fuentes literarias destaquen su fiereza de «bérbaros». Sélo posteriormen- EL MEDITERRANEO ORIENTAL 201 te los autores bizantinos empezarian a dar muestras de comprender el con- {enido religioso de las doctrinas de Mahoma. El cronista Teéfanes (muerto en 817) ofrece una relacién de los hechos muy hostil hacia ellas: Mahoma ensefiaba a aquellos que le prestaban ofdos que quien mataba a un eneiigo o efa matado por él tenfa asegurada su entrada en el paraiso. Se- ‘tin decia, el paraiso era un lugar Ileno de placeres, donde se coma, se bebia y se fornicaba; corrian en él rfos de vino, leche y mil, y las mujeres no eran como las de este mundo, sino de otra especie, el comercio carnal era interminable y el placer infinito, Propalaba otros muchos mensajes de prodigalidad e insensa tez. Sus seguidores debian de ser solidarios unos con otros y ayudar a los que eran tratados injustamente (Teéfanes, de Boor, p. 334; Turtledove. p. 35) Pero si en un primer momento los autores bizantinos no entendicron muy bien las cosas, a lo que parece, y hacen especial hincapié en los sufti- rmientos de la poblacién local —en particular las fuentes sirfacas—, los testi- monios arqueolégicos y de otro tipo sugieren que, en tiltimo término, las ‘, en virlud de la cual el sistema defensivo de las tronteras se hallaba respaldado por tropas méviles acantonadas dentro del propio territorio del imperio. Aunque ambas teorfas han tenido bastante aceptacion y aparecen reproduci- das al pie de la letra en muchos estudios posteriores, han sido puestas en tela dc juicio recientemente, hasta el punto de que, al menos por lo que a Orien- te se refiere, se ha establecido una nueva ortodoxia” El problema es en parte de orden metodol6xico: Luttwak y sus seguidores se tomaban los decretos de los soberanos del Bajo Imperio demasiado literalmente, pero, como hemos scfialado, no s6lo mediaba un abismo entre las supuestas motivaciones de las ‘medidas imperiales y la realidad préctica, sino también entre la realidad prdctica y los presuntos objetivos, Mas erréneo es todavia suponer que el zo bierno imperial de las tltimas épocas era capaz de poner en préctica todos los complicados esquemas que le atribuye, por ejemplo, Procopio. Ademés un estudio reciente de los restos materiales de las instalaciones militares de Oriente invita a efectuar una revisiin de las tesis de Luttwak, y promueve hina nueva concepcién de los objetivos de la inversién militar de Roma en la regi6n: La concentracién de tropas romanas en Oriente habia empezadlo mucho tiempo atrés. En realidad, la historia del interés de Roma por los territorios colindantes con el imperio sasinida es mucho mas dindmica que la que po- demos ver en las demas fronteras del imperio romano. Segiin Fergus Millar, Ja campafa de Trajano contra fos partos del aito 106 marcé «el comienzo de tuna obscsién que levarfa a toda una serie de emperadores romanos a reali- zar campatias en Mesopotamia, llegando incluso a veces hasta Seleucia y Cte- sifonte, a orillas del Tigris» En el siglo mi, en tiempos de Septimio Severo, se crearon dos nuevas legiones destinadas a prestar servicio en Oriente, con- cediéndose el estatus de colonia romana a cinco ciudades de Ia nueva pro- vincia de Mesopotamia, concretamente a Edesa, Carras, Resaina, Nisibis y Singara; en esta época habia ocho legiones estacionadas en la regicn que des- de esta zona se extiende por el sur hasta Arabia. A partir de ese momento Roma hubo de enfrentarse al poderoso régimen militar creado por los sasé- nidas en su frontera oriental; entre los siglos mm y vn ambas potencias se en- frentaron en varias ocasiones. Durante ef siglo v Shapur | realizé una serie de incursiones que tuvieron efectos devastadores sobre el territorio romano, ¥ lo mismo haria Cosroes Len el siglo vi y Cosroes II a comienzos del vn: por otra parte en 363, tras la desgracada expedicin contra Persia emprensida, por el emperador Juliano, Roma se vio obligada a firmar una paz muy des- entajosa, en virtud de la cual hubo de ceder a los persas la importante ciu- dad fronteriza de Nisibis, que casi un siglo antes, por un tratado firmado por Diocleciano, habia llegado a ser el nico centro de relaciones comerciales en- tre las dos potencias. Ya hemos visto el elevado eoste que en termines mil {ares y financieros supusieron para Bizancio las gucrras de los siglos vty vb. Es logico pensar, por tanto, que las instalaciones militares romanas tuvieran esencialmente un carter defensive contra los sasénidas y contra la supues- tw amenaza de las uibus némadas; algunos especies, sn embargo, ban se falado recientemente que durante sisi tily ste period ninguno ds los dos se plate en serio i psibidad de infligc a su adeersaro una de- nportante 0 de rea cupaci scala de si territorio: rola importante-o de realizar una ocupacién a gran escala de su feritor se ha postulado incluso que en realidad la principal preocupacion del sistema de defensa romano era conservar su prestigio y garantizar la seguridad intes~ . Algunos autores de la época, como ‘nay la vigilancia de las zonas fronterizas, Al c “ por ejemplo Zésimo al hablar de Dioeleciano, aluden a randiosos proyectos en materia de defense; ottos pretenden que se logt6 una absoluta seguridad de las fronteras, como hace Procopio al hablar de Justiniano, Pero ambos autores se caracterizan, al igual que tantos contemporineos suyos, por pre- sentar esa imagen tan sumamente simple de la civilizacidn que se ve amena- zada desde el exterior, sobre todo por lo pueblos nomads ysemejante idea la compartian hasta hace muy poco tiempo los especialistas modernos Las investiguciones mas recientes, en cambio, ofresen una concepeion muy dis- tinta de la relacién existente entre las poblaciones «némadas» y tas pobla- 206 BL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA tiempo. Seyiin parece, en algunas fortalezas destinadas « albergar «una Ie adm entera, como las de Udrulny Leiun, se instalaron despues otras unida des-~de cml ol uibiestoxborirer-de danenlogen nerion la que tenfa aquella a comienzos de la época imperial: este hecho eoncuerda con los eambios producides en el etitotardorromano y tambien eon el me nor tamafio de las provineias en las que habia sido diviido Oriente, Las le tones consttufan por aquel entonces uma parte —acaso s6lo una peau parte del total de los contingentes militares y la guerra entre Roma y Per, sia empezaba a basarse cada vex mas en el asedio de ciudades forticadas, en las que por lo general se hallaban acantonadas ls tropas, en realidad, fuer, tes forties no constitufan ya obligatoriamente las bases de las tropas Te sulares. Tambicn resulta bastante difielestablecer con seguridad cul era la Situacién de esa supuesta milicia rural integrada por los llamados lmitane anu es facut de €puea posterior y 10s modernos especiaistas le repr chan a menudo la poea entidad de la labor por ellos realzada, lo cierto es gue no tenemos tcatimonio de su existenca hasta por Io menos los ftimos atts del siglo, y por entonces eran sencillamente soldados regulaes de los terttorios fronterizos. Aunque hasta cierto punto consttuyeran una milla rural, en contraposicin con los soldadios regulares ello no significa necest. Famente, por supuesto, que, llegado el momento de entra en aesi6n real zaran su cometido peor que tos otros Al oponerse a ls ssid, los bizatinos se enfrentaban a una potencia rival que, para empezar, no solo estaba a su mismo nivel desde el punto de vista militar, sino que ademés era capaz de realizar a veces cumpanes Suma. mente brutales y agresivas contra los territorios de Roma Ya hemos visto la indefensin en que se encontraban las ciudades orientales cuando fe en. frentaron a lo ejécitos de Cosroes 1, y también sabemos cudl fue el cote fi nanciero que para el imperio bizanting supuso la paz con Persia (véase el ca- piinlo 5). Pesc'n In extiprloo en cl gran tatado de’ paz del ao 56% fon Sucesores de Justiniano tuviecon que seguir haciendo frente al problema de Ia guerra con Persia, donde las reformas de Cosroes I trajeron consigo el for. talecimiento de la arstocracia militar. Curiosamente, Cosrees TT, que habia sido vitima de un golpe de estaloy debit su trono al emperador Mauricio, y que hizo gala de su devocién al santuario de San Sergio de SergiGpolis (Ru. saia) prometiendo dedicar una cruz adornada eon piedras preciosa sel san to le concedia la vitor (cf. Teoflacto, V18)-° result ser un enemigo tan despiadado como fo fuera a su antecesor Costoes I. Si por parte de los i= Zantinos la conquistapropiamente dicha qucdaba totalmente fuera de Tuga, las invasiones persas de comienzos del siglo vui contaban ya con precedentes, Ls persis no solo estuvieron a punto de asestarel goede gracia a muchas ciudad romanas de Asia Menor y aceleraron fa huida de la poblacign ers. tiana de Palestina y Exipto —sobre todo lad los monjesyel lero secular sino que llegaron efectvamente a ocupar y gobernar todo el Oriente hiram. tino —aunque fuera por subrogacién— dirante cerca de quinee aos. Aum: que la naturaleza de esa dominacién sigue estando envuelta en sombras,4 es EL MEDITERRANEO ORIENTAL al indudable que este episodio, junto con los efectos acumutativos de los largos decenios de guerras entre Bizancio y Persia, explica en buena medida la fa- idad con la que se produjeron les conquistas iskimicas. ese a la enorme cantidad de testimonios materiales que tenemos del sis- tema defensivo de Bizancio, la interpretacién de dicho sistema en su conjun- to y hasta la propia cuestion de su existencia distan mucho de haber sido re~ sueltas satisfactoriamente. Muchas fortificaciones, desprovistas por completo de guarniciones, probablemente desempefiaran un mero papel disuasorio, y facaso cstuvieran destinadas a ser utilizadas s6lo en caso de necesidad. Hoy ddia no puede ya sostenerse en pie la idea tradicional de que existia un es- {quema defensivo rigidamente establecido. No obstante, debié de haber mu- thos otros factores en juego y, dejando a un lado las cuestiones defensivas, la historia de la regién durante esta época no se caracteriz6 i mucho menos porla tranquilidad. La decadencia del reino ce los uabatcos, euya capital era Petra, en Ia actual Jordania, la creacién de la provincia de Arabia en el aiio 4105, ola independencia por un breve perfodo de tiempo de Palmira y su pos- terior derrota y hundimiento a finales del siglo m), tuvieron unas consecuen- cias ceonémicas ¥ culturales muy profundas en toda la region. Cuando Cons tantino abraz6 cl cristianismo, los emperadores, la familia imperial e incluso algunos particulates ricos, como santa Paula, la amiga de san JerGnimo, rea Tizaron fuertes inversiones en Jerusalén y otros santos lugares, y consiguien- temente, sobre todo a partir del siglo ry, se produjo un gran auge de las pe- regrinaciones. En lo tocante a la seguridad y a los asuntos militares, sin embargo, hay un elemento muy curioso que con el paso del tiempo habria de adquitir eada vez mas importancia; se trata, como hemos visto, de los acuer- ddos de Roma con las tribus drabes semindmadas de la regi6n, que a partir del siglo 1v fueron utilizadas cada vez con mas frecuencia como aliados militares por uno y otro imperio. La penetracién de los érabes en estas regiones no Constituye un fondmeno que comenzara simplemente con las denominadas conquisias érabes del siglo vu. A decir verdad, la manifestacion mas especta- cular de la «aculturacién parcial de las tribus y los dirigentes arabes que vi- ‘ian en las zonas aledaias a los asentamientos grecorromanos» nos Ia pro- porciona Ia famosa inseripciGn del afio 328, procedente de Namara, en la Siria meridional, escrita en lengua drabe y caracteres nabateos en memoria del rey lajmf Imru’ al-Qays, «soberano de todos los érabes».* Romanos y persas se apoyaban cada vez més en sus aliados frabes (#sa- rraccnos»), y a comienzos del siglo vrambas potencias contaban con sendos ‘grupos bien constituides de clientes, cada uno de los cuales estaba capita rneado por una poderosa tribu. Los persas eran respaldados por los lajmes, ‘cuya base de operaciones estaba en al-Hira, y los romanos por los gasantes, cristianos monofisitas localizados en Rusafa, entre Sura y Palmira. Estos «fi- lareados» no sélo prestaban ayuda a las tropas regulares romanas luchando ‘asu lado, como hicieran el gasant al-Harith y sus huestes en Ia batalla de Ca- Tinico. en 531, sino que en ocasiones llegaron a reemplazarlas y recibieron el encargo de realizar diversas misiones militares. Algunos autores bizantinos 208 HE MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA de talante conservaclor, como Procopio, se muestran propensos a sospechar de ellos y a acusuiles de traicidn, Asi, hablando de al-Harith y la batalla de Ca linico, este autor dice: «De ese modo [Aretas y los sarracenos] rompiron fi- las y se separaron, y con ello se gamaron la fama de que habjan traicionado 4a causa de los romanos en favor de los persas» (BP, 1,18.36).% Poco antes, Procopio habfa escrito que «Aretas 0 bien fue sumamente desgraciado en to- ddas las incursiones que intent6 y en todos los eontflictos en que particip6, 0 bien se volvi6 un traidor en cuanto pudo, pues todavia no sabemos a cien cierta nada sobre él» (BP. 1.17.48), El hecho es, en cualquier caso, que los fis Jareas desempefaron un papel cada vez més importante en la proteccién de Jos tetvitorios fronterizos, y que sus patronos Tes pagaban por ello, A decir yerdad, cuando en el siglo vr Jos musulmanes abandonaron Arabia en direc- cidn al norte. corrieron rumores de que estos pueblos federados les habfan ayulado al dejar de recibir los subsidios que regularmente cobraban de los bizantinos. All conceder tanta importancia a estos grupos tribales a expensas del ejéreito regular, cl gobierno imperial ven‘a simplemente a reproducir Ia Politica de clientela que habia seguido durante centurias, adoptando en la Practica el mismo proceder que adoptara Occidente un siglo antes. Se trata- ba evidentemente de una politica que en tiltimo término habta de volverse contra el gobierno, aparte de que éste tampoco se mostr6 muy coherente ala hora de aplicarla: si Justiniano concedi6 a al-Harith los titulos de filarca, pax Iticio y rey precisamente con objeto de contrarrestar el poder de los lajmtes, al mando de al-Mundhir (cf. Procopio, BP, 1,17,45-48), su sucesor, Justino Il, dejo de pagar los subsidios y volvié contra el vietorioso Mundhir al hijo de al-Harith el gasanf, dejando a Dara y Apamea totalmente indefensas. Aun- ‘que Mundhir recuperé mts tarde su condicién de aliado, pronto volvieron a salir a la superficie los recelos de Bizancio y en 580 fue desterrado a Sicilia por orden del emperador Tiberio (Juan de Eteso, HE, VI3-4, 1140-42; Eva- ario, HF, V6.9, 20)? "Ya hemos visto la escasez de las fuerzas bizantinas en Oriente en tiem= pos de Ta invasién de Costoes T hacks $40, Evidentemente esta cireunstancia dlebe ponetse en relacién con los problemas financieros y de efectivos mil tares alos que hubo de enfrentarse Justiniano durante las eampatias de Oc- eidente, pero la dependencia de Bizancio respecto de sus aliados érabes ha- ‘a empezado mucho antes, aunque sus efectos se intensificaran a finales del siglo vi. Los limitanei no cobraban, los registros del censo se hallaban, segin parece, en una sittiacién castica, ¥, a juzgar por la falta de hallazgos en mu- chos lugares de vestigios datables en el siglo vt, parece que las legiones ha ban sido retizadas dll sureste de Palestina, disminuyendo asi gravemente las posibilidades de resistencia ante los ataques musulmanes del siglo vil. Este hecho, junto con las graves consectiencias de la invasién persa del siglo v1 Permitiria explicar la rendicién de Udruh y Ailay la apertura de una ruta su. mamente fécil hacia ¢l norte, que habria de tener unos efectos desastrosos, Por siltimo, las enormes dificultades que tuvo Heraclio a la hora de reclutar lin gjgreito como es debido y de proporcionarle los suministros necesarios VE MEDITERRANEO ORIENTAL 209 ppara hacer frente alos persas indican que el estado de debitidad de Bizancio tel terreno militar era a comienzos det siglo vit una realidad insoslayable. Bl estudio de las provineias de Oriente en la Antigtedad tardfa y ios al- bores de la época iskimica esté pasando por unos momentos de auge extra- ordinario, y lo més probable es que, a consecuencia de ello, muchas viejas ideas sean desechadas en beneticio de otras interpretaciones, antes incluso de que éstas se hallen s6lidamente afianzadas. Por grandes que fueran las di ferencias entre una y otra parte del imperio, las provincias de Oriente en el siglo vi tenian dos rasgos en comtin con las provincias de Occidente en el Si- glo V, a saber, la amenaza externa y los peligros de fragmentacién interna. ‘Las significativas transformaciones produidas en los asentamientos urbanos § rurale la ristianzacon a contaminacion de eltaraprieg cn las cl turas locales y las secuelas de las necesidades del estado bizantino en ‘que se produjeran la dltima gran invasion persa de comienzos del siglo vit y la entrada en Siria de los seguidores de Mahoma.¥ La historia de los orfge= nes y Ia expansién del islam quedan fuera del aleance de la presente obra. ‘Ahora bien, cuando los musulmanes salieron de Arabia y se enfrentaron con las tropas romanas en Palestina y Siria, se encontraron con un Proximo Oriente romano en pleno proceso de cambio. CONCLUSION ps Pins Pa reform El imperio romano no Hegé a su fin a través de un proceso de cambio volucionario, No se produjeron levantamientos ni hubo impulso revoluci nario alguno que dieran lugar a su hundimiento, y la lucha de clases, si es que existié (y evidentemente las desigualdades sociales eran cnormes), tuvo un cardcter mayormente pasivo e inerte, Aunque se ha defendido a capa v es: pada la idea de que las clases humildes se negaron a seguir participando en Jas batallas que hubo de librar el gobierno a comienzos del sigo vit en la par- te oriental det imperio y en una fecha mucho més temprana en Occidente, lo cierto es que los motivos de la pérdida final de las provincias orientales y oc- cidentales del imperio fueron multiples y desde luego mas complejos. Mis productivo resulta en el contexto de ls investigaciones actuales averiguar los cambios que se produjeron en el equilibrio existente entre el centro y la pe riferia y en las relaciones inestables mantenidas por las culturas locales. Re— sulta més ttl atender a motivaciones a largo plazo que apelar a Tactores de efecto inmediato, A menudo se olvida demasiado facilmente la extraordina- ria tenacidad del estado tardorromano cuando se busean justificaciones de su supuesta decadencia y su presunto hundimiento final. Por eso, aunque pro- bablemente las guerras de Justiniano agotavan la evouonta estatal, lo viet es que este emperador fue capaz de realizar un esfuerzo bélico ingente du zante un periodo de tiempo larguisimo y ademis en varios frentes a la vez, ¥ supo establecer un sistema administrativo y militar nuevo, de carécter esen- cialmente bizantino, en las provincias reconquistadas del Norte de Atica y de Italia, levando a eabo un programa de construccién de obras piblicas por todo el imperio que no deja de resultar impresionante, aunque sélo en parte quepa atribuirselo a él, No es de extrafiar que a sus sucesores les costara un trabajo fmprobo seguir su ejemplo. _ El imperio era muy sensible a los acontecimientos externos, pero tam- bign era muy vulnerable debido a sus problemas internos. Lo cierto es que xno sélo hbo de hacer frente en la parte occidental a las «invasiones bérba- ras» (de las cuales, como hemos visto, Oriente se libré a duras penas) y en la parte oriental a las invasiones persas, tras las cuales vinieron las conquistas frabes: fueron los cambios producidos en Asia central los que trajeron con- sigo en cl siglo v la tremenda amenaza de los hunos —peligro que afortuna- damente quedé conjurado a la muerte de Atila—, y mis tarde la aparicion de los hefialitas, que amenazaron seriamente a Constantinopla a finales del reinado de Justiniano, Por entonees el imperio intentaba ya utilizar a los éva- tus para mantener a raya a otros grupos, como, por ejemplo, a Jos eslavos, en ii cuenca del Danubio. Corippo describe en tono encomitstica la Iujosa re- cepcign que les dispens6 Justino TI al comienzo de su reinado (Just, IIL1S1 ‘s). pero la condescendencia mostrada por el monarca hacia estos pueblos y hacia otros enemigos potenciales del imperio habria de resultar desastrosa; las grandes cantidades de dinero pagadas a los évaros por su sueesor, Tiberio I (578-582), en concepto de subsidios no impidieron que acabaran convi tigndose en una amenaza de primera magnitud ni que pusieran sitio a Cons- tantinopla en 626. Ni que decir tiene que los contempor‘neos tenian s6lo tuna idea muy vaga de los origenes étnicos de los fvaros y los turcos? cuya su- premacia a finales del siglo v1 vino seguida por la aparicidn, a finales del vit, &e los otros dos pueblos de origen icy, lus Vilgaros y los jézaros. Al tener {que hacer frente a tanto movimiento de pueblos, el imperio no tuvo muchas opciones y adopté wna actitud vacilante, intentando unas veces establecer alianzas con ellos, reforzadas por el pago de subsidios, y otras, cuando no uedaba més remedio, enfrentarse a ellos. Tal era, en realidad, el estado ha- bitual de las cosas, variando tinicamente el grado de inminencia de los peli- ros: Ia toniea general en esta época era la guerra, no la paz, y cuando por al- ‘ain tiempo lograba imponerse esta tiltima era normalmente a muy alto precio. Vista en este contexto, la explicacién de los hechos basada en el concep- to de adecadencia» resulta claramente fuera de lugar, Y es que se basa en la idea de que lo razonable es esperar que las culturas y las sociedades puedan mantenerse en un mismo estado indefinidamente. Expresiones como, por éjemplo, «el fin de Ia Antigtledad clisica» y otras por el estilo presuponen Una entidad, la de «Antigiedad clésica», inasequible por completo a los cam- bios. Lo cierto, sin embargo, ex qne las sociedades no existen en el vacto. EL propio mundo se encuentra en un constante estado de transformacién. Pues bien, del mismo modo, millones y millones de cambios grandes y pequetios tuvieron lugar tanto dentro de los inmensos territorios del imperio como més alld de sus fronteras; y para hacer referencia a todos esos cambios en con junto se ha recurrido a la etiqueta harto equivoca de «decadencia». Al histo Fiador, sin embargo, no le cortesponde ni emitir juicios morales sobre el Odjeto de sus investigaciones ni imponer normas clisias totalmente inade cuadas ‘Una explicacién completamente distinta es la que se basa en ciertos tra bajos de antropologia publicados en los dltimos aos, segin los cuales las so ciedades complejas tienden a hacerse cada vez més complejas, hasta qu He gan a su hundimiento definitive: Esta tesis soslaya a primera vista lia dificultad de confundir la explicacién de los eambios con la descripeidin de lo mismos, Pero no esta muy claro si realmente lo logra o mo, ni hasta quué pun to cabe aplicar semejante teorfa al imperio romano. La verdad es que, sar de la ret6rica cada vez més grandilocuente empleada en el campo vel i tho y la administracin, ef Bajo Imperio fue una sociedad en cierto modo mucho menos compleja que Ia anterior. Pese a los intrépidos esfuerzos del gobierno central por imponer cada vex més controke y cortapisas a la pobla in, sus intentos se vieron frustrados en la prictica por la obstinada tenden cia de ésta a dejar que las cosas siguieran sencillamente su curso. Otro de lov peligros que comporta ese tipo de explicaciones generales es que con fre cuencia no tiene en cuenta las variables histéricas reales, pues si por una par te puede resultar muy ttl comparar el imperio romano eon ofros sistemas imperiales, 1o cierto es que constitufa una sociedad totalmente sui generis, cuya cohesi6n era mantenida por un delicadisimo equilibrio de factores di ‘Yersos cuya naturaleza todavia estén intentando comprender los historiado- res. Y no debemos perder de visia la particularidad de la Antigaedad tarda ‘en nuestro afin por explicar de cualquier forma la caida del imperio romano, Tenieuulo en cuents la idea tan destavorable que tradicionalmente se han hhocho de Bizancio la mayoria de los filélogos clsicos y de los especialistas én historia antigua, las investigaciones mas recientes en iorno a las provincias orientales durante la AntigUedad tardfa pueden parecernos un tanto parad6- jicas, hasta que nos percatamos de que lo que estudian es en gran medida el nuevo proceso de aculturacién y de cambio cultural, e! mismo precisamente que se oculta tras los trabajos de cardcter semejante en torno a los problemas de Occidente. El liderazgo en este terreno lo ostenta la arqueologia; cedien- do ala influencia de consideraciones tedricas, los arquedlogos estén prestan do cada vez mas atencién al estudio de Ia interaccién de los diversos sistemas culturates y especialmente al proceso de aculturacién. La etnoarqueologia y el estudio de tas subeulturas los ha llevado a adoptar una perspectiva mucho mis amplia y a buscar cada vez menos en las fuentes literarias la «corrobo- racién» de las hipdtesis en sus detalles. Este tipo de enfoque se ha aplicado sobre todo al estudio de periodos historicos anteriores, e incluso a la pre- foria. Pern también In Antighedad tardia —époea caractorizada por los procesos de cambio cultural y de aculturacion a gran eseala— ofrece en este sentido un campo de aplicacién enorme. Y euando se pongan a ello, los his- toriadores tendrn que cambiar también sus planes de trabajo. Una cuestién que se plantea es la de saber hasta qué punto calé en rea- lidad a influencia del estado. A pesar de los cambios politicos que induda- biemente supusieron, podemos afirmar que ni la instauracién de los reinos brbaros en Occidente ni las conquistas arabes produjeron, si contemplamos ambos hechos desde una perspectiva més ampli, unas transformaciones tan profundas en les estructuras sociales y econémicas bisieas de Europa como el que podemos apreciar a partir del siglo x1. En Occidente, eabe detectar una diferencia entre los métodos y los cultivos agricolas més idGneos al te- rreno duro y al clima frfo propio del norte de Alemania y de Francia, y la economia mediterrénea, basada en la viticultura y la olivicultura; en eual- uier caso, esas mismas provincias septentrionales, con una ecologia idéntica ala que tenfan por entonces, habjan formado también perfectamente parte del imperio romano. En Oriente, arquedlogos ¢ historiadores coinciden en ' PNCLLISION als afirmar que la conguista drabe de Palestina y Siria en el siglo vit n0 supuso ton realidad una verdadera solucién de continuidad. Antes de que concluye ta cl milenio, ni Oriente ni Oceidente efectuarian los adelantos econdmicos y culturales que habrian de produeir la Europa tenacentista y de comienzos tle la Edad Moderna-t Todavia sigue poniéndose demasiado énfasis en las ‘eas de chundimiento» del imperio romano y de «transformacién» del mun- do clésico, y demasiado poco en ta de continuidad a largo plazo. El estudio de los motives, en un sentido absolutamente tradicional, de di- cha stransformaciGn» tiende asimismo a oscurecer la peculiaridad de la ex- periencia individual en la Antigedad tardfa, cuya amplitud y variedad con- Here de hecho a este perfodo el indudable atractivo que ejerve sobre la imaginacion de los historiadores modernos. Epoca de cambios rapidisimos, ten la que las estructuras locales tenfan muchas veces més significado que el propio estado romano; en la que el hombre tela Is osiilidad de estoasr, entre una serie de opciones muy diversas, a quién guardaba fidelidad; en la que unos sistemas culturales y mentales muy distintos pugnaban por impo- nerse; todo esto es, en definitiva, algo de lo que cualquiera puede percatarse: ‘yen nuestro mundo posmoderno nos resulta muy fécil identifiearnos con mu- “thos de esos conflictos. Como ponen de manifesto los problemas de nomen- clatura que se nos plantean al estudiar esta época, todavia no se habfan asen: tado del todo ni la mentalidad «medieval» ni a ebizantina», y la cosmovision propia del islam atin estaba por venir’ Se ha recurso a a expresion <0 mmunidades imaginarias» con el fin de marcar un estadio determinado en el desarrollo del concepto moderno de identidad nacional.® Aunque seria err6- neo introducir en él la nocién de nacionalismo en el sentido moderno del tér- min, también en este periodo empezaban a aparecer por todo el Mediterré- neo nuevas formas de construir la identidad social, sin que se supiera de momento cudles de ellas estaban destinadas a perdurat. Hoy dfa, mil cuatro- Gentes © mil guinientee aos dxputs, tenemos I venta de saber e etl ero lo que estudia la historia es el cambio, y los que vivimos inmersos, ne somos mos en saber en qu consist en realidad ese camo NOTAS 1. Constartinopla yet imperio de Oriente durante el silo v (pp.27-46) sna unin yp trad Contamina Mang, Le lye Trv¥ Uh tee), Pam ins gon, Nuance un af te Comat oan e304 ati TER rauthemer, Tree Cry ‘apitals, Bex y Los Angeles, Calif, 1983, pp. 41 {aunque atribuye dem i ay eh tom ns ‘-A-87 (aunque sbye demasiadas cosa 2._ Nose ha conservado nad de ningun de exo dose A le ninguno de ests ds edie: sobre su contre, Manga , en Garnsey, Hopkins y Whittaker, eds, Trade she Ancient Economy, pp. 18-130 y también del mismo autor véase Famine and Food Supply. capitulo XV (que llega hasta e fio 250 4). Duslat, De a ville antique dla ville byzantine, Roma, 1990; B Sitks Food for Rome. The Legal Sucre of the Transportation and Processing ‘of Supplies forthe Imperial Disibuons Rome and Constantinople, Amsterdam, 191 40. CL Jones, ERE. L, pp. 488-448: Hendy, Stas in the Byzantine Monetary Economy, pp. 475-492, que estuda an general todss eslascuestiones tan complicadas 4. Elasuatoeaté bastante bien estudiado en Wickham, «Mar, Sherlock Holmes and late Ronan commerce>, pp. IX-193, que constiuye una excelente introuccidn a la obra fundax ‘mental escrta en italiano por A. Carandin y tos (especialmente C, Panella «Le mere: pro- dluzioni tinerart e destin, en Giardina, e, I, pp 481-158; para una exposicién de cardeter Inds tedrico, vétse asiismo Caran ibid, pp. 3-19. C. Panola, «Gi seambi nel Mediters- ‘neo Oseidentale dal v al Vi seco dal punto vista di alcune “merci, en Morrison y Lefort, {ak Homes et richeses dans empire byzantn I, pp. 129-141, que ofrece un panorama bas- {ani claro de los testionios existentes). La tipologa dela cerca terdorromana, que no fue ‘stablecida hasta la publcacin de John Hayes, Late Roman Powery Londres, 1972, se basa en {ina vari de importantes exeavisiones, por lo dome haatantrerentes ene las qe destacan las efectuadas por el equipo britiico en Cartago,y también ls de ls talanos en esta misma 226 EL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTM ‘unl ef M. Gi. Fulford yD. 8: Peavoek, en HL. Hurst y 8 Raskin eds, Bieavanion at Car ‘hage the Botts Maso, sequal parte, ShelTich, OL, 12. Respecto a la prosperdal del Norte de Atuica en ol pete prevsinds yet samen sk las poncsones senatorial en esta region ef, C Lepelley, Les cites de Afrique romaine at tas Empire FL, Pars, 1979, 1987, «Peuplement et riehewes de FAdrque romaine tariven mua pp 17-30, Whittaker fe Motisiony Lefont, ek, Hommes ef cesses dats Pempire by Trade andthe aristocracy i the Roman empite> 15. En cuanto a fa sonoma del Norte de Africa durante la conquista de tos vind 11M. Fallot, «Carthage-overseas trade and political economy, AD 400-700, Reading Medi at Sadie, 6 (98D, pp. 7, 3. dustin y te econguita (pp. 118-140) 1. Ct Cameron, Props Para i numeric de os os de lat Guede Propo. {tin goon nin BPA. BY. ley Be. lV). eae ta boa ce sea ch tsp 2 a eda de ax Gur conch en 53-4 en Coron, Prep dew seta txsde quel De adits dt robabement de 4, mint ue Histor arcana "a's tor cet dat anor oe fi de aa 2. Larelcknexstente ene oda ests cas y las cntrocones que pueden apeca ss cnr el son ctu fondo ea Cameron, Preps. ae 1 Gt Man ton yd 1. Tony Honoré, Toran, Londres, 1978, capitol 1. Para oto ests del rena de sono, aes R: Browning, tin ond Theodor, Londres 197cedrovseda 9871 W. "ark. tian nd he Later oman Eipire, Maaion, Wisoni, 1966 el mis exhxso3 te siento de Stn, Hire dn Bas Empire lex 1. Palas Pars 108, enpreno ‘hv Amtrda 1968 Ta val I pena ce ay, ERE. pos ala He un ea ba tne dara, q parton Seimente ede Procon 5. Honor, Ton copo I ofrecer Intaducn existent la obra juriin de Justinian, Ademas de estas dos obras estin los /nstituta, especie de compendio de derecho ‘ommo destinado sara en cece Tas cla eatin cts en a, pus se busban en in compilssione de derecho romano de a epoca nclso en otas mis antiguas prof tue . JRS. 75 (1983), pp. 143-158, junto con las corecciones de L. M. Whitby, «Procopius’ description of Martyropolis (De aed, 3210-14)», Byzantnasavic, 4S (1984), pp. 177-182: id, , Church History, 28 (1939), pp. 389-349: ei, Constantinople in the ‘ge oflusinian, Nosmaa, Okiahon 1960; W. Ullmann, Principles of Government and Policies inthe Middle Ages, Londres, 1966 P. Lemerle, Byzantine Humanism, ta. ing, Sydney, 1986, pp. 73-79; Honoré, Znbomian, capitulo 1 52, Respect alos marfiles Barheriniy del arcingl, eK. Weitzman ed, The Age of Spi= ritwalty, Nueva York, 1979, n8 28 y 481; sabe los mosaicos de Ravens, A. Grabar, Byzantium. {From the Death of Theodosias tothe Rise of Islam, Londes, 965, pp. 15-157 (eon lustraciones ‘8 todo color; sobze Ios ieonos del Sina J. Tiling «Sinai icons: another look», Byzantion, 53 (1983), pp. 300-311 y sobre Santa Soffa, véase supra, eapitulo 1, y C. Mango. Byzantine Archi tecture, Nueva York, 1976, pp. 107-125 (con iusteaciones en Blanco y negro) ‘33. CI. Avery Alan Cameron, «The Cycle of Agathiass, Journal of Hellenic Suadies 86 (1966), pp. 625. 54. Respecto al poems, cl R. Macrides v P. Magdalino, «The architecture of ekphrasi: ‘onsiucton and context of Pol the Sleniary’s Ekphrasis of Hagia Sophia Byzanuine and Mo- der Greck Studies. 12 (1988), pp. 47-82 55. Sobre Romano, cf. F. Catafygions Topping, «Romanos. on the enty ito Jerusalem: a Lnwides gone, By cantny 47 (9T7)app (5-7; sobre Malls, née Ehenboth ete on co laboracién con Brion Crake y Roger Soot, Stadies in John Malas, Syne, 190. 1 bid pp. 250.255, 2 HL MUNDO MEDITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Solve Casi, vase ol eaptulo 2, y Cameron, Procapies Np 16-20% $7, Vio uanamn cleapeaa Gy are Camere, Ch ive. Herkeley y Los Angeles, Calif, 1991, capitulo VI 7 sluecion de! libro de Sebastian P. Broek y Susan Ashbrook Hs ely omen ofthe Syrian ‘nt erly Lox Angee CAN, DB y en general elo de Peter Brow, por Soe Spin ef cee de pa a ee ‘ce clic tons se pe agemcnsientindeeae eee eet ‘nl the Holy in Late Aniiquty, Berkeley y Los Angeles CaN, 1982; y K. Weltzmann, tds Te Age of Sprirituatity, Nueva York, 1979, i: eee ver Late Aq. Maison, Wistoni, 1983 El dscrs se expres tnoutamente mp imino mea eps some comes sparen a fo mens nue om onan Litton tan easgayant? areaye Dasa Hes ee te fe rad ing, Cambrige: Mase, 1987 pp 23831 (oncetament on fa) oa oe ‘re los miembros de la clase alta cierta tendencia durante el siglo il a contracr un matr ra bsado en mayor medida en la amistad, sung, es sempre en el mare de wa sincvesto, seat cise mtn eto dc aly crc y firmemente entre sus brazos a su ciudad», Argumentos contra esa tesis del «matrimonio a sort G9) 5) pate or cep co Rd Fry si RH 965, pp. Beh cnstmen LT on ars ml Kate Cooper, «Insinuations of womanly influence: an aspect of Christianization, of tt SRE lear IRS, 82. (1992), pp. 113-127, re a Ee the mi Chtan ten hr ca A spain cn Popa 2h 5. Véase en este sentido el articulo ya clisico de Alan Ca Wand tary movement in Byzantis p> 470-509; en euamio's Bedeca to, vy ‘Byzantine Egypte, Historia 1 (1963). pp. 490-909: on cuanto a Edo td, “inne nt: opt po Sa of Tet ad si (hp 1130 Remo apne nigra eit rete Day Sn prsps fan de la letra. En cuanto a Didscora, autor que se sitda en el ie toa thls dele vuc CB MacCon, Disenea of ak ace eee ee wise ra Sl! daons sary ok, Ck ea, 18 (Eno, lira Pty Ms) a may dex (ct wading. do Riley) y vease atmimo W. Gola, =Zesima:hefthisertan of Roms Sr Chea Them Cin Hrs eae WE eee Scholasticus the Church Historian, Lovaina, 1981, Gece "Gals Gomera ef dts tn ety of ata RS, $0989 xs gua isp a tert ten rela, eae Re Brose oe lane (chore yf Cha ima Con open WS 3 so ren, yan Ae i iy in Ten of NOTAS (PP, 140-149), -™ ‘gun Escavatons at Carthage VI, Ann Arbor, Michigan, 1982, pp. 303: sobre Laoria, ef M. Rescnium. Luvorins A tata Poet among dhe Vandals, News York, 1961 M.A mod de intioduccin, ck G. Downey, Gaza in she Early Sith Cena, Norman DOktshoma, 1963 Carol A.M. Ghucker, The Ciey of Gaza inthe Roman and Byzantine Periods “Daford, BAR, 1987, junto con P Chusin, A Chronicle ofthe Last Pagans, tad ingl.Cambridgs, ‘Mars, 1990, pp. 115-117 i. La fuente es la Vide de Severo, que poseemos en la raduecicn al srfaco de un original rego; et Chuvin, Chronicle ofthe Last Pagans. pp. 105-106 “2. "Tenemos testimonios epigricos de esas familias; ct C. M. Roveché, Aphrodisia in Late Antiquity, Londres, 1989, pp. 85-1. “3. Chuvin, Chvonicle of the Las Pagans, ofece una primera introduecién a tema y la bi bliogralfa pertinent, Enfe las obras mas recientes destacan por su importancia las de Richard Sorabji (ef st Tome, Creuion nd the Continusse: Theories in Ansiquity ond the Early Middle “aes, Londres, 198,» las colesiones de artculos editados por él Philoponus and the Rejection ‘of arisnteion Sclence, Londres 1987, ¥ Arisoile Transformed. The Ancien! Commerators and cer ence, Landrta, 19), Veuuo timieme AH. Armetrone, ed, History of Later Grete tnd Eanly Medieval Philosophy. Cambridge, 1970. 14. Cf Brow, «Late antiquity», pp, 249-25, 15 Se ha encontrado en Apumea tna serie de rfinados mossicos del siglo 1 ex los que aparecen ropresentados Sceraes en Compania de etros seis sabios el regreso de Ulises, Kallos (ersonificaciin de la Belleza) y Casiopea, que habian quedado cubierios cuando sobre ells onstrue la catedral de ia cudads Ch. Baty, Mossiques antiques de Syre, Broselas, 1977, pp. 78.80, 8-8 Gide d’Apamée, Bruselas, 981, pp 15 8s Dichos mosnicos vos de Nueva Pe ovson extudiados (oon reproducciones de estos tltimos) en GW. Bowersock, Hellen th Late Antiquity, Cambridge, 199, capitulo TV. Trad, ingl.de K., Guthrie, Nueva York y Chicago, Il, 1925, impr. 1977: ef. G. Fow- den The pagan holy man i late antiquity society, J47S, 102 (1982), pp. 33-5% respecto a los testonios arqucoldgicos de ln enseaanza dela flosofia en Atenas véase Alison Frantz, The \athenion Agora XXIV. Late Antiquity A.D. 267-700, Prineston, NI, 1988, especialmente pp. 56- 589292. 17. Cha introducidn de Satire, pp, 250-265. 18, A-eaterespeco, weanse los ensayos includes en HL. J Blumenthal y R.A. Markus, eds, Neoplasontars end Early Christian Thought, Londres, 1981. El pensamiento de Boecio (Conso lectin del iouia) s» balls también profundamenteimpregnad de ideas neoplatsnicas (va sel captaio 2), 18. Véasessimismo Chuvin, Chronicle ofthe Las Pagans, pp 102105 20, CL Malala, Crom, seg la trad ng. de Jefieysp. 264 21, Sobre la Academia de Atenas, ef Alan Cameron, «The last days of the Academy at At hens», Proc. Cambridge Philologeat Society 195 (1) (1968), pp. 729: pero véase HJ. Bument- bal 1329 and after: what happened tothe Academy?», Bycantion, 48 (1978), pp. 38-385. Frant UAtkonian cgora XXIV. pp. $052, también snaliza el ediclo de Justiniano. Sobre Simplicio en fHarrdn, of L Hadet, «The life and work of Simplicius in Greek and Arabic sources», en Sorab- jied, Arivoe Tronsformed pp. 275303, siguiendo a M, Tardieu, «Sabiens coraniques et de Hasran>, Jounal asarigue, 274 (1886), pp. I~: ef Chuvin, Chronicle of the Last Po ‘gan, pp. 135-141 BE Ce Honry Chadwick, «Philoponus the Christian theologian en Sorabj, ed. Philp as, pp. 41-56: véaseasimisme Sorabji, «John Philoponus» bd, pp. 1-40 FRCL Robert Browning, Medieval and Modern Greek, Londres, 1983. 24 Be Lemerle, Byzantine Humanism, tad. ingl, Canberra, 1986, pp. 81-120; C. Mango, nium. The Empire of New Rome, Londres, 1980, capitulo VL 3s. CL A. Momiglano, agen and Christian historiography in the fourth century AD» 8 stent inchdo en au obra ttulada The Confct benseen Paganisr an Christianity inthe Fourth Century, Oxford 1989, pp. 79-99, El sontextosocial delsistema es analizadoen detalle por K, Kas RRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Phe Ciraninarian and Society i Late Ants, Berkeley y Lo 26, CI. ockle,H primera pate sos Hy 1 Chun, Chronicle of te Last Pagans, pp 39H, baséndose en Alan Cameron, «Wi ‘ering poets «The empress and the poets, Park tx posi de romaciin social que pr sonal bass ioraias, yéase aimnmn K. lopkins, «Social mobility in the later Rantan empire: the evidence of Ausonis». CO, 11 (1961), pp. 288-24, «hie rao nthe sm empire» 01M. 1 Fink, ed Staies i Ancient Society, Londres, 1974, pp, 103-120 (ay ists Eudios see hora antigua, Akal, Madi, 198, 2%. Por lo que se refiere a la historia, terreno en el que resulta especialmente iatrativo el ‘aso de Procopi, ef Cameron, Procepius,y sobre todo el eapfulo Let cuanto ala traci de ‘nar directomente kes malo esicos ito que a menudo degeneraba en la afiisidady laafectacidn, ef Avery Alan Cameron, «Christianity and tradition in the historiography ofthe later Roman empiter, Clas. Oran 14 (1968), pp. 316328, 29. pur ende presentan muchos elementos en comtn con las biografias de santos var ns pagan de kr tac, Aver Cameron, Chrtsanty am he Ristone of Empire, Berkely ¥ Lins Angeles Cali, 1991, especialmente el captula TH: respecte a ls santos varoncs pagancs “nm peneral, yéase Fonden, «The pagan holy man» 30. Cl. especialmente Elizabeth Jefioys «Malalas world-view», y Roger Scott «Malas an his contemporaries, en E efieys B. Croke y R. Scott, et, Stas in John Malas, Sy- ey, 190, pp. 35-86, 8]. Muchas dela obras de san gostia Son adem ricas en observaiones de eardeter so ‘ial y no so respeto a Tas clases alas ef. Brent Shaw, «The family in late antiquity: the evi- dence of Anpustnes, Par and Preven, 115 (1983), pp. Sl, especialmente 5-6, 32. Respeco al eritianismo y la cultura clisica, véanse asimismo, por ejemplo, M. L. W, Laistner. Chrisanity and Classical Cute inthe Later Roman Empire, Maca, NY, 1951; W. Je ‘wr, Farly Christianity and Greek Paidei, Cambridge, Mass, 196] (hay trad. eat: Crinanisna priniivoy poeta grega, FCE, Madrid, 1995): G. A. Kennedy, Clasical Rhetoric and is Chr ‘in auc Seculr Tradition from: Ancient w Moder Times, Lanes. 198. 3S. CL R Mathison, cEpstolography literary circles and family ies in late Roman Gaul, PAPA, LLL (81), pp. 95-108, 4. CL. Averil Cameron, Chrinanty andthe Rhetoric of Empire, pp. 20 ss, donde se > ‘oda l siglo vy pasin, 2S, Pelor Brown, The World of Late Antigiy, Derksleyy Los Angel Calif, 199, p 101 36. Como por ejemplo hace F. Kitzinger «The cult of images inthe poriad before Toone” ‘lssms, Dumbarton Oaks Papers, 8 (1954), pp. 85150, véase asimisme J. Herrin, The Formation ‘of Christendom, Oxford, 1987, pp. 307 8. 37. Brown, World of Late Anigaiy. Para una eolecin de testimonios en torno a 10s nos durante esa époea, ct Mango Arty Soh ls tltimas décadas de silo vi, véase Averl Cx meron, «Images af authority: elites and consi late sixth-contary Byzantium», Past and Present 61979), pp. 3.25. 38. CLL. Craoco Ruin, «The ecelesistcal histories and the pagan historiography: pro- wvilenee snd miracles, Athenaeum, n. 55 (1977). pp. 107-125, «ll mracolonela cara del Jando impero:cancetto funzione», en Hagiographi, Cultures ef Soc, I'-XIP sce, Pats, 98, pp. 161.904; Averl Cameron, Christiamay and the Rherore of Empire, capitulo Vi 3, Ct Sebastin P Brock, «Greck nto Syriac and Syriac into Greek, ineluido en su obra Vila Syriac Perspectives om Lete Antiquity, Londres, 1984 11 «i, «From antagonism to a similation: Syriac altnudes wo Greek learning» bi, V. 40, Sobre todo este proceso alo largo de siglo v véase P Walker, Holy City, Holy Places Oxford, 1980. AL CELL. Strack y G, Stomberger uroduetion 19 the Talmud and Midrash tad. ng, atinharen 1990 42. CE R.L. Wilken, Jol Chrysastom and the Jews, Berkeley y Los Angeles, Cali, 1983 NGITAS (PR 1A bot) 1 capo 1 ivodccidn para conoser cust eral stuaciin de ls juios leapt 1 constituye una buena inte eee 7 45. El término «pag one mac Sat ON ee eae airoeens ems, po ua pate mene leas yee users cra una reli menos motets J 10 ino daria entender. EEE We CL Bowersock,eleion in Late Antign ee ‘Eamets es ese gunn ce Roe et ee eo agama an erate i ourthsetty Rome, Chi Bn arate eve Entretiens ard, 23 inca, 197, p10: it THe Is Fores ir ery ea W, Teale RenasanesPfore te Reneisanc, Sioa 88 pp 328, Seat Ss esl Vda de dor, el sao ncopanco teense (ie ata ng dP bean. ltl Tet fo Bsns =e Jos paganos, ef. CS 5, 184 11, 10 (sla saerflege locura de Its he- en ee nonin Lndes 1978 pp. 1416 ES, seta de JR, Palas {sn.373 Fueron So enpmpires il. avs Anstrdam, 1949, rip. 1968, pp. 370373. F quo aot pal Tonts ee pelea Asli et rocesaos ol pte Focus cmndo en 56 fe juga por segunda vez aside de fnismeos cargo BO Chun, Chronic ofthe Last Pagans crt cL og. pe Ia. ne gins scan power Cheri of Aes fe ee an JRS 15 (ON), py. -HE, R.A. Maw The Ed “Fa ion an pe A 21 aby cane esa re rafae a mena en io alg puree =e 22 emi pagan nae como eee Riaz ADO Jmevangeizncion ation of sober Wan JS. 80 (1950), PASAT vn cL G. Vikan, «At ‘nein an nae in ery Bani, Dumber aks Fer 28 a Lae Moa heer ef yine sein oes of 0 0 i econ MDa. e.and oi, rein 3 Fo Camaro Proven an eel nt 58 oe ae Pedy he Fare, Cambri 13,1181. a ye etna wth te anal pst in Byzanione, ex Margatet Mullet ¥ Rowe sn uP, Being PST 55. Markus, The End of Ancient Oviatt 2A 5 rar D0 msomtoi ee oo ee Ti nd ae Amn i Eda Media gue ote ors imcen amb ord gone de hats ua ec epee motto nos Ge phn apn aie er zones dl ran br aa rian the toric of Emp. map = 56. Chel estudio de los monasterios de Pale Ancient Synagogues Revealed, Jerusalén 1981.¥ PP pp. 14-148; Bowersock, Hello in Late Anti- ena eta por Y. Hil, The nda ee ue nino bi Senin inane BycaminePoid, New Haven, Cont, 19 (Ses ue one aplica aqui a In epoea ‘que nosotros denominamos Antigiedad tarda). | rantnor se apt 9 ty ana ge gener rosicate dels vi de santos y Joi bras og tick producdn dares a Atigedad Lr, proc Lo as, vete Ay ou EL MUNDO ME e i. Mt DITERRANEO EN LA ANTIGUEDAD TARDIA Chvisiney and the Rheoric of Empire, Wulocla a entender; para Occidente, cf. Alison Goddard Elhiott, Reads to ” sentes de Oriente, wave Benedicta Ward, Harfots of the Dever, Oxford, 1987, cea 3 GUEN D. Kelly. devome, Londres 1975 B Brown, The Body and Socieny Men We wad Sexual Renunciation in Early Christianity, Nueva York, W988, 6 ad can: Bf «werpe v ta sociedad, Muehnik, Barcelona, 1993), a oe iets oe 30 (1989), pp, 129-153. 7 a asimismo certaer y aller, eds, The Family in Italy from sent, New Haven, Conn., 1991. Pantene ‘Saale g patronc? 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[ 23 7 nS fh Cat: nly die Ro rg Reg conjunto de ideas y asociaciones que rodean al concepto mismo. sl, Ada, ve and the Serpent, Londres 18, Tne 4 Wasa Maria of EP ri Aaah Canon, pia apes e Atl Caer Hany adres, 1989, pp. 184-205; A. Rousselle, Forneia, trad. ingl., Oxford, 1989. an NOTAS (PP. 197-167) TA Cl, Ward, Marks of the Desert JR. Chel intrcaunitime y pormenorizado estudio de 1 Benucamp, Le saa de fe frome lance (de-Te sil). Le roi imperial, Bais, 1980, H. Les praiques sociales, Paris, 1992. ‘ism A. Axjva, «Women and law in lato antiquity, Dis, Helsinki, Para una eon paracign con la situacinfeinante en Oxeidente, , Wendy Davies, Coltic Women in the early Mule Ages en Aver! Cameron y Améke Kurt, eds, Dnoges of Women in Antiquity, Lon- Ares, 1983, revsado en 1983, pp. 145-166 “ys. Sobre cl autritarismo, cl. Averil Cameron, Civistanity and the Rhetoric of Eopirees- peciaimente el capitulo VI; Brown, Power and Persuasion in Lae Antiguty, capitulo TV. 1. Las trsformaciones en la vide urbana y el final deta Antigtedad (pp. 165-188) 4. Respecto a la discontinuidad, C. Mango, Byzantium, The Empire of New Rome, Lon- res, 1980, capitulo IIT, «The disappearance and revival of eis», con la correspondiente bi- tenuafa a dpe MOSH Sobre el Gebate ct 1 Halo, Byorton in dhe Seventh Cennury, Cam: bridge 190, pp. 99-124; Alan Harvey, Economic Expansion in the Byzantine Empire 90-120, Cambridge, 1989, pp. 223. sis ase en la que se fundamentan esis cifras es enormemente problemética: pera el ‘nso de Roma, dlsponemos de una breve itrduceidn en Hodges y Whitehouse, pp 48-52, Pars ‘lae Constantinople. ek Mango, anti. The Empire of New Rome, pp. 75-78 (notable de- ‘adeneia durante fos sigios vty vi). En general. Durlal, De fa ville antique dl vile byzant- ine, Par, 1990, es especialmente importante (véase infra, p. 187). La Ansioguta dl siglo Iv constituye uno de Tos pocosexsos en los que poscemos test ‘noios que nos permiten ver en acciGn ete tipo de relacion; cf. el estudio de J. H.W. G. Lie« beachuete,Anoeh,Cify and Imperlal Adminsiraion inthe Leter Roman Empire, Oxford 1972 Respectona Antigua en épocas posteriores,véanse G. Downey, A History of Antioch in Seria, Princeton, Ni. 1061-yel excelente panorama trazado por 1H. W.G, Liebeschuetzy H. Kenneds, Antogh and the villags of aorthern Sori i te filth and sith centuries AD: trends and pro- emer, Nouinghom Medieval Studies, 28 (1988), pp. 6590 (reproducido en JH. W. G. Liebes- uct From Diocletian to the Arab Conquest, Londses, 199 p. J” 'K modo de introdceion, con tn aniss de algunos ejemplos concrtos, véase K, Gre- lene, The Archacology of the Roman Economy Londres 1985, capitulo V. 1 Potter, The Changing Landscape of South Etruria, Londres, 1979. Sobre otras pros- pecsiones en lala, como ls de Mofise, et ager Corus, oe valle det et , Byzantine and Modern Greek Stu “ies, 11 (1987), pp. 245-252 asi como su atieulo, «The last century of Byzantine Syria, Bye aah 10 0988), pp. 18 118 Ti ‘Greene: Archaeology ofthe Roman Economy, p. 140: y ease inf capitulo 8 236 HL MUNDO MEDITERRANEO BN LA ANTIGUEDAD TARDIA tn. 127-135 Sore Aloe en ger, vase K: Erm, Aplin Caf Vo Londres, 1982 (con ilsirecloes) eerie 17. “C1 Roueché, Aphradisis and Rome, especialmente pp 60-84; 1. Sevcenko. «A late ane ime pitom and the so-called elder magistrate fom Aphodiiae, Synronon 2 (968, Roveché, Aphrodisas and Rome, pp 183184 Cormack. «B oR q Cormac, «Byrne Aphro. 19, CLRERLR Shith The ipl ele rom the Season a Apa ot ae the Sebastien af Apiradlse, 1RS 7 2 "Para Elen vee Clive Foss, Epes fer An : t 5s Epes afer Aniguy: A Late Anique, Byzantine and kv Cy, Cambria 197 para Apa, IoC Bal, Acts at Colo Aponte Sore Ll, Brust 193-1981. Bal Guide dame, Breas Ts cAoonce so \Wscen en Morison y Lares. Homies eee py. 398 Verse supra, cop $y be aden rank: Worn The esti ii ‘ww of tras ycume, ea RL Holler Cl, To and Courae nthe Bor ttn Era, Noa York, 1982, 9p. 19829, oe sca sno a incense be oe ‘et van por nan ea naan des have sles nates siglo vt comers dal vi Vat aso bac The Lint f Epes Oat 1990, pp. 366-368, que analiza el valor del testimonio de Procopio, ie 22" Vease en genera KW Rus The carbachol ortnke chronology of Palestine and orth set Arabi tom te 2a rough the mids cet AD», Bull rca tut Research, 260 (1985), pp. 37-60. : fea 25." Teoli porgue I tora de a decadenia urbana (chun : ss a (shundimlenon,en plas de ang) np xml el recharo Geddes de conta enre Beane yclomeo et “att adpiada en ovo empos por cos etna pr moe ay See 24. ‘kimanente han apace do ror at an ropoconah a inteosons 2 na asta ein in ua oan nant ets sarah Then ‘maton of eases an the Pann ten ural of Boman thos pn. 6-1 y e M, Whitow, aig the late Roman ad ety yoann cy & osama Ison Pat and Pron 129 (180 329 (Cmdr ado Ort Pon) eer encntas mache ors opertianes Pos esas xe rspeco en LW. Ro, a Le Any, een 19 (eng Web hs a an sient lie: pp. 148}-y1 DrikaoryH. ton, ess Plenty Gato Ce of Main, cen is iftecentry Can a Cra of dey 25, Laggeca de major eslendor corresponde a period qu va de edn dl sito na comin d anu on None de Aine npc por en cou rns Sox fae mente grandis bs esto de uddes como Deus Bulla Regi Mattar El Dn 2h Pam estriado ee pes stom pan Sin, 0 Rope sity of Ephesors, Londres, 1991, pea 27.” Cl. Tsaae, The Lins of Empire, yp SAY Rexpecto alos edifices ipioos de cas sive \dades, véase D. Claude, Die byzantnische Stadt im 6. Sarhunder, Munich, 1969, pp. 69.106. NOIAS (PP. 167-176) 237 28. CL Mango, Byzantian. The Empire of New Rome, pp 69-71, que hace hincapié en esta 9. Véase el artfculo de A. Poulter, «The uso and abuse of urbanism inthe Danian pro- ‘vinoes ofthe later Roman empire, en Rich ed, The City bx Lae Antiquity. p. 99+ 30. CLT. E, Gregory, «Fortification and urban desien in early Byzantine Greece», en ohiteider, ec, Ciy, Town and Counryside, pp. 54-55. Muchos ottos quza deckcran refugiar= sen ls isa, of, Sinclair Hood, slslo of rofuge in the early Byzantine period, Annals ofthe Brush School at Athens, 65 (1970, pp. 37-45. 31. CEC. Bouras «City and village; urban design and architecture» 16m Int. Bys. Con- res, 12, Viens, 181, pp. 253-278, G. L. Huxley «The second dark age ofthe Peloponnese». La Fonikai Sponuei, 3 (197), pp 84-110; P. Charani, «The Chronicle of Monemvasia and the ques- tion of Slavonic settlements in Greece», Dumbarror Onks Papers 5 (1950). pp 139-166 "32. Véase la telecon sucinta de testimionios en Hodges y Whitabouse, pp. 36-51 y passine (aunque sobre este libro ef, por ejemplo, Barnsh, *The transformation ofeasical cities»). "33, Alison Frantz, The Athonian Agora XIV. Late Aniguty AD 267-700, Princeton, NI 198%, pp 95-84, 117-129, Sobre os testimonies de eardeter numisméti, f D. Metcalf, «The Sl wonie Throat t0 Greeces, Hesperia, 31 (1962), pp. 13-157: «Avar and Slav invasions ito the ‘Balkan Peninsla (c.575-625): the nature of the numismatic evidence», Journal of Roman Ar chacology, 4 (1991, pp. 140-148. 34. Cf. Liebeschuetz y Kennedy, «Antioch and the villages of northern Syrism, pp. 6657, y Ease infra, capitulo 8 35. Respecto Anemurium, of. Russell, «Byzantine insmomenta domestica from Ane ‘muri: the significance of context», en Hohlelde, ed, Ciy, Town and Countryside, pp. 133 13, 136. Ck Clive Foss Byzantine and Turkish Sardis, Cambridge, Mass, 1976, pp. 5338; ld Ephesus afer Antiquity. pp. 1033s; sobre todo sus articles , pp. 1315. Respeeto a los mosaicos, véanse G, W. Bowersock, Hellenism in Late Antiquity, Cambridge. 19. capitulo VieM, Piectill,Chiese € mosaci di Madabe, oruselén, 1989; i, «Tbe Umayyad churches of Jordan», Arn, Dep. of Ansiguties of Jordan, 28 (198), pp, 333-1 40, Whittow, «Ruling the Ite Roman and carly Byzantine city, pp. 17 (parte de un argu ‘mento mis general basads en hs grandes cantidades de plata exstentes en ls ilesas de Siri, sobre lo eal yeas el capitulo 3), “HL, CLT. W. Wilkinson, Town and Counary in SE: Anatolia. Setiement and Land Use ot ‘Karbane Héyiik, Chicago, Ml, 1980, pp 1178, 131-132. Ente las posblescausas de ese rec

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