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Aproximación a un análisis de

redes/articulaciones de mujeres
colombianas constructoras de paz
y/o contra la guerra, a la luz de la
teoría feminista

Red Nacional de Concertación –


Ruta Pacífica de las Mujeres
Mesa de Concertación de Mujeres Colombianas -
Mujeres Autoras y Actoras de Paz
Alianza Iniciativa de Mujeres por la Paz

Documento para el debate

Ochy Curiel
Bogotá, julio del 2006
ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN: 3
Una aclaración necesaria. ¿Qué es el feminismo?

2. UN ANÁLISIS DE LA GUERRA Y LA PAZ DESDE LA TEORÍA 6


FEMINISTA.
2.1. Las mujeres como partícipes de la guerra.
2.2. Las mujeres como víctimas de la guerra.
2.3. Las mujeres como opositoras de la guerra y/o constructoras de
paz

3. ¿FEMINISMO, PERSPECTIVA DE GÉNERO Y/O MUJERES? 17

4. LAS APUESTAS EN TORNO A LA GUERRA Y LA PAZ DE LAS 23


CINCO REDES.
4.1. ¿Contra la guerra o por la paz?

5. LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA: sus diferentes apuestas. 30

6. PROCESOS DE NEGOCIACIÓN Y VERDAD, JUSTICIA Y 38


REPARACIÓN.
6.1. Procesos de negociación
6.2. Verdad, justicia y reparación.

7. LAS AFRODESCENDIENTES, INDÍGENAS Y LESBIANAS: de la 51


diversidad a una propuesta transformadora.

8. CONCLUSIONES: 56
Desde los encuentros y desencuentros, los principales retos

9. BIBLIOGRAFÍA. 59

1. INTRODUCCIÓN

Una aclaración necesaria: ¿qué es el feminismo?

2
Para empezar es necesario explicitar la definición de feminismo que asumo como el
principal marco conceptual y político del cual se derivarán los análisis posteriores en este
documento. El feminismo es para mi una teoría política, una ética filosófica, un
movimiento social y una posición política.

Es teoría política en tanto ha producido un conjunto de saberes sobre la subordinación de


las mujeres a partir del análisis del patriarcado como sistema de dominación con diversas
estructuras de pensamientos, tesis e hipótesis interrelacionadas que han sido
contrastadas y corroboradas. Es también una teoría política al proponer nuevas
metodologías y epistemologías para analizar esa opresión en diversos contextos
históricos.

Es una ética filosófica porque propone una nueva valorización de la moral basada no en
un saber y una normativa universal masculina y androcéntrica, sino nuevas formas de
pensar y actuar fuera de todo dominio, explotación y subordinación desde sujetas políticas
concretas e históricas: las mujeres. En ese sentido elabora preguntas y propone
respuestas para desconstruir lo dado desde las construcciones sociales y culturales de lo
masculino y lo femenino anclados en sistemas de opresión. En esta construcción de una
nueva ética el feminismo atraviesa la vida personal y colectiva, por tanto analiza y
reconstruye las relaciones intersubjetivas e intrasubjetivas proponiendo una nueva visión
de mundo, de relaciones humanas y nuevas relaciones con el medio ambiente fuera de
toda jerarquización y relaciones de poder.

Es un movimiento social en tanto construye práctica política colectiva y desde sus


posturas éticas y políticas define estrategias para transformar, no solo estructuras
sociales, políticas, económicas y culturales, sino las relaciones sociales más cotidianas,
combinando pensamientos, discursos y acciones.

Y es una posición política en la medida que las que nos asumimos como sujetas políticas
nos nombramos y nos reconocemos feministas, conciente y a propósito, no desde
posturas deterministas ni esencialistas, sino como dice Chantal Mouffe, desde posiciones
de sujetos (Mouffe, 1996).

Todo lo anterior hace que la práctica feminista no sea única e invariable, al contrario, los
contextos históricos, las diversas experiencias de las mujeres y el cómo actúan categorías
como la clase, la “raza”, la etnia, la sexualidad, lo territorial y los posicionamientos
políticos; dan historicidad al feminismo de lo cual se han derivado diversas corrientes de
pensamientos, diversas estrategias y diversas acciones.

No obstante la aclaración anterior, existen esos mínimos comunes que definen lo que es
el feminismo, y que le otorgan, a mi modo de ver, su carácter revolucionario y
transformador convirtiéndose no solo una propuesta para las mujeres, sino para toda la
humanidad. En fin, como dice la argentina Diana Mafia:

“feminismo, significa feminismo, y no meramente una descripción de la identidad


femenina. Significa fundamentalmente compromiso práctico, compromiso emancipatorio.
El feminismo es una posición política, y no una mera preocupación por conocer qué les
pasa a las mujeres” (Mafia, 2005: 1).

3
Es desde esta postura y visión que me posiciono para abordar los análisis que presentaré
a continuación.

Este documento trata de un breve análisis de 5 redes-articulaciones que trabajan en


contra de la guerra o por la construcción de la paz. A saber: la Red Nacional de Mujeres,
La Ruta Pacífica de las Mujeres, Mujeres Actoras y Autoras de Paz -MAAP-, la Mesa de
Concertación de Mujeres Colombianas y la Alianza Iniciativa de Mujeres por la Paz- IMP-a
través de los ejes siguientes: participación política, guerra, y paz, los procesos de
negociación y la verdad, justicia y reparación. El propósito del mismo es evidenciar sus
posicionamientos y analizarlos a la luz de la teoría feminista que sirva como documento
base para un debate posterior.

La metodología para la realización de este documento consistió en cuatro etapas


interrelacionadas:
1- Entrevistas a tres integrantes de las redes-articulaciones. (con excepción del
MAAP que solo se realizaron dos)
2- Participación en el primer taller del proceso del proyecto, en el cual pudimos
recoger informaciones de los debates colectivos.
3- Conversatorio con el Equipo Impulsor
4- Análisis de documentos de cada red-articulación con el propósito de profundizar
sus posicionamientos en torno a los ejes a abordar.

A partir de la definición de este proceso metodológico es necesario hacer una aclaración:


no se trata de una investigación y/o evaluación de las 5 redes-articulaciones, aunque haya
elementos de una y otra, sino de un documento base cuyo propósito es el debate para el
taller definido para estos fines. Esto pone límites al documento pues probablemente hay
ejes y variables que necesitan profundizarse más y tal vez otras que necesitan añadirse
para un análisis más pormenorizado, sin embargo, el mismo hecho de ser una
aproximación abre nuevas brechas para su profundización.

El documento está dividido en 6 partes: una primera parte trata de las líneas de análisis
que se han hecho desde el feminismo en torno a la guerra y la paz y su relación con las
mujeres; una segunda identifica las posturas políticas desde donde se posiciona cada se
cada red en torno al feminismo, perspectiva de género y/ o mujeres evidenciando las
diferencias y colocando los análisis más importantes hechos en el feminismo sobre esos
temas; una tercera presenta las apuestas sobre la guerra y la paz de las 5 redes
identificando sus puntos comunes y sus diferencias; una cuarta acerca de la participación
política de las 5 redes tomando como marco general los acalarorados debates que sobre
el tema han sucedido en América Latina y El Caribe. Una cuarta y quinta parte presentará
las posiciones de las 5 redes/articulaciones en torno a los procesos de negociación en
Colombia y las concepciones en torno a Verdad, Justicia y Reparación considerando
algunos análisis teóricos hechos sobre el tema: y una sexta y última parte presentará la
situación de las afrodescendientes, indígenas y lesbianas en las 5 redes analizada
también a la luz de la teoría feminista por considerar que en el marco del conflicto armado
son las más vulnerables a sus efectos. Al final presentaré algunos retos que permitan ir
definiendo algunas líneas para posibles alianzas y/o articulaciones.

Quiero agradecer a las mujeres entrevistadas por ofrecer sus interesantes análisis e
informaciones, al Comité Impulsor del proceso, por facilitarme los materiales y las
reflexiones. Espero que este documento sea la base para una reflexión que construyamos
entre todas.

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5
2. UN ANÁLISIS DE LA GUERRA Y LA PAZ DESDE LA TEORÍA FEMINISTA

Desde los años 60 y 70 el tema de la guerra y la paz empezó a formar parte de los
análisis y de las actuaciones feministas.

La tendencia a que cada vez más sectores del feminismo se refieran a la guerra y a la
paz, está relacionado con la necesidad de visibilizar la cantidad de mujeres víctimas en
diversos conflictos armados, no sólo como indirectas, sino como víctimas directas. Estos
aspectos no habían sido enunciados en los análisis de las guerras antes, por tanto no
estaban visibles las vivencias, memorias y visiones de las mujeres. Desde una
comprensión profunda del sistema patriarcal y sus interrelaciones en sus lógicas de
dominación y sus simbólicos, en el feminismo se han producido un sinnúmero de análisis
conceptuales, teóricos y políticos desde diversas corrientes de pensamiento.

Tres grandes líneas de análisis a nivel general podemos encontrar sobre las mujeres y su
relación con la guerra y la paz: la primera desde su participación directa en las guerras, la
segunda como sus víctimas fundamentales y la tercera desde su posición de opositoras a
la guerra y/o constructoras de paz. Nos consta que hay mujeres que no la podemos ubicar
en estas tres líneas sea porque la guerra no les toca de cerca o porque no les interesa el
tema. Este desinterés o poca relación puede que venga dado por la naturalización que se
ha hecho de la guerra o de los conflictos armados. Sería interesante investigar sobre ello
e implicaría hacer un análisis profundo de las razones que conllevan a estas posiciones,
de todas formas nuestro interés son las tres líneas propuestas pues son estas las que nos
pueden arrojar análisis desde las acciones y visiones de las mujeres inmersas en el
movimiento feminista y de mujeres.

En las próximas líneas abordaré de manera sintética algunos aportes feministas en torno
a estas tendencias que sirva como marco introductorio a los análisis de las 5 redes-
articulaciones que analizaremos posteriormente.

2.1 Las mujeres como partícipes de la Guerra

Ximena Bedregal, feminista boliviana/chilena pregunta: ¿Qué sienten las mujeres con esta
feminización de los ejércitos?, ¿se trata del resultado de la lucha por la igualdad y la
equidad en todos y cualquier espacio de poder o se trata de una acción planificada para
“suavizar” el rostro de la guerra y cambiar, modernizando el de los ejércitos? (Bedregal,
2003). Esta es una pregunta que ha motivado los análisis feministas en torno a las
guerras.

En ese orden la lógica de la igualdad, el “empoderamiento” que promueve la entrada de


las mujeres en las esferas tradicionalmente masculinas, es la misma que está a la base
de que las mujeres entren a los ejércitos bajo el argumento del derecho a llevar las armas
y a luchar.

Desde las guerras mundiales y la cada vez mayor entrada al trabajo remunerado que las
mismas produjeron, muchas feministas señalaban que las mujeres pudieron encontrar,
participando en las guerras, vías emancipatorias dada la reestructuración social, sexual,
familiar, teniendo otras movilidades, otras capacidades y mayor confianza en sí mismas.
Ligadas a las ideas del nacionalismo y el amor a la patria, algunas mujeres decidieron
combatir y ser parte de movimientos nacionalistas, de resistencia, o insurreccionales

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entendiendo que la lucha armada era una salida para lograr sus reinvindicaciones
sociales y políticas, otras entraron a los ejércitos en busca de un reconocimiento y otras
simplemente por el gusto de lo militar.

Las mujeres en los conflictos armados que han sucedido en Latinoamérica por ejemplo,
específicamente en el caso de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Colombia, han
representado alrededor del 30 por ciento de las combatientes y los motivos de su
participación han sido diversos. En el caso de Colombia, la investigación condensada en
el libro Haciendo Memoria y Dejando Rastros que da cuenta de la historia de
excombatientes que participaron en organizaciones guerrilleras en la zona Nororiental en
la década de los 60, 70 y 80 señala las diversas razones que motivaron a las mujeres a
entrar a los ejércitos:

“Inmersas en un clima de reinvindicaciones sindicales y protestas estudiantiles; con el


triunfo de la revolución cubana, el cuestionamiento del orden establecido y esperanza de
un cambio social revolucionario, aquellas jóvenes emprendieron su ingreso a los grupos
insurgentes. Al indagar las motivaciones emergen recuerdos desde ideales y anhelos de
una mayor justicia social, sueño de triunfo de una revolución inspirada por Cuba, hasta
vínculos afectivos o la búsqueda de una familia, pasando por el gusto por lo militar y las
armas y la atracción por el riesgo y el cansancio por la vida” (Lelievre, Moreno y Pérez,
2004: 64).

Así encontramos excombatientes cuya motivación fue la transformación social:

“los ideales, las lecturas…el solo pensar que realmente, el pueblo colombiano necesita un
país diferente (Ibid: 64)

Puede que muchas mujeres no hayan participando en la lucha armada por un proyecto
político particular, pero participan de ella por la complicidad que suponen deben tener con
los hombres con quienes construyen relaciones amorosas. El imaginario patriarcal
también construye los deseos y las expectativas en una lógica heteronormativa y aunque
muchas mujeres no participan en los ejércitos, han sido cómplices de las lógicas de la
guerra a través de la admiración de los hombres que la ejercen. La idea que subyace es
que los hombres, y más aún los que tienen el poder de las armas, ofrecen a las mujeres
mayor seguridad, creando, además de real, todo un significado simbólico que va
penetrando en las conciencias:

“primero fue por un vínculo de amor. Perdidamente enamorada del que hoy es mi esposo,
él cuando eso…era militante y pertenecía a un grupo de teatro tambiénÉ (Ibid:66)

Otras admiran sin más lo militar haciendo, de alguna manera, una ruptura con lo que se
asume debe ser “lo femenino”:

“Yo ya venía conociendo el movimiento, por lo menos en el periódico, o sea salían


columnas muy bacanas que le parecían chévere a uno también por lo que sabía, por lo
menos a mi me gustaba mucho la vaina de lo militar, eso era algo que, incluso aún
después de la desmovilzación yo estuve a punto de meterme a la policía, cuando hubo la
vaina de mujeres policía (Ibid: 67).

Apelando a la modernidad y a la equidad, sigue aumentando el número de mujeres en los


ejércitos, no solo en funciones tradicionalmente femeninas sino en cargos de mando

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asumiendo las formas más violentas como lo es la tortura. La foto de la soldado Abu
Ghraib, torturando a detenidos iraquíes y que los medios de comunicación ofrecieron
como el heroísmo del ejército norteamericano, fue encarnado en un cuerpo de mujer.

Fueron muchas las feministas que defendieron la participación de las mujeres en los
ejércitos en el entendido que las mujeres también podían luchar. Barbara Ehrenreich, en
Estados Unidos fue una de las mayores defensoras de esta idea (D’Atri, 2004).

A pesar de estas expectativas que obedecen a la legitimación de lo masculino como


paradigma válido y reconocible conocemos las limitaciones que la guerra para las mismas
combatientes ha significado dada la histórica división sexual del trabajo que impone los
mismos roles que se reproducen en la esfera privada. Jules Falquet en su investigación
realizada en El Salvador refiriéndose a las mujeres que participaron en el conflicto armado
señala como las mujeresÉ

“…trabajaron más o menos en los mismos sectores en que las mujeres trabajan en la vida
civil, según la división sexual del trabajo “clásica”… Aunque estaban en los mismísimos
frentes de guerra, muy pocas mujeres fueron meramente combatientes, menos aún
responsables de pelotón, de campamentos o de frente. En las direcciones político-
militares, fueron una ínfima minoría, así como entre los “intelectuales” cuya concepciones
orientaron la lucha.” … ciertas tareas especialmente repetitivas como hervir maíz y
frijoles, y hacer tortillas tres veces al día para todo el grupo, a veces durante doce años,
fueron efectivamente atribuidas casi exclusivamente a las mujeres y a una de cada tres
mujeres de la estructuras “formales” del FMLN. (Falquet, 2002:4-5).

Por otro lado el mismo nivel de violencia de las que son víctimas las mujeres en el
espacio privado y público también se reproduce en los ejércitos:

“Tres meses después de que llegué al frente, un compañero me violó. Era el jefe. Fue
horrible, porque lo veía como el mejor hombre de todos los que estaban en el
campamento. Había llegado con una idea romántica de la guerra: los compañeros eran lo
mejor que había, los más valerosos, sobre todo él, que era el responsable. […] A nosotras
las mujeres, nos trataban muy mal. […] Mi compañera de tienda se dio cuenta que el jefe
había intentado violarme pero no dijo nada: allá, no se podía hablar de estas cosas. Eran
jefes y era mejor callar, sino, te mandaban a trabajar en la cocina y eso significaba no ser
valorada, no tener valor para combatir, no tener fuerza. […] Después de la violación, creo
que me embaracé, no sé, nadie me dijo nada. Los compañeros del servicio de salud me
dijeron que me tenían que operar porque tenía un tumor. Todos callaban, se veía que se
sentían amenazados.” (Garraízabal, 1994 citada por Falquet, 2002: 3).

Estas informaciones, como tantas otras, dan cuenta que si bien muchas mujeres pueden
sentirse más valoradas saliendo a otras esferas diferentes a la casa como espacio
simbólico de reproducción de roles femeninos y opresivo en la mayoría de los casos,
entrando a los masculinizados, esto no necesariamente cambia las relaciones de poder y
opresión que sobre ellas se ejerce, por tanto, la aspiración a una igualdad de condiciones
es solo un espejismo dada la división sexual del trabajo, la jerarquización y el
androcentrismo que tienen los ejércitos. Unido a ello cuando las guerras o conflictos
armados “terminan” muchas vuelven a sus funciones de madres prolíficas, amas de casa
y esposas sometidas sin ni siquiera ser admiradas como heroínas como lo prevé el
imaginario masculino, contrario a la mayoría de los hombres.

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Maria Eugenia Vásquez ha analizado los efectos que ha tenido para las mujeres haber
participado en grupos guerrilleros en Colombia vistos ya en sus procesos de inserción a la
vida civil. Según la autora las mujeres viven un fraccionamiento en su identidad con
tensiones y contradicciones, se ven en la obligación de volver atrás y cumplir los roles
considerados “adecuados socialmente”, duelos en silencio, culpas, angustias al futuro, la
presión de la familia para recuperar el tiempo perdido y de la sociedad y lo más terrible:
“mientras que los padres que dejaron a sus hijos por dedicarse a la lucha fueron
considerados como héroes, las madres que hicieron lo propio tuvieron que afrontar
reproches y algunas nunca lograron establecer su relación afectiva con los hijos. En la
nueva etapa las guerrilleras fueron más estigmatizadas que reconocidas” (Vásquez,
2001: 75-84)

2.2 Las mujeres como víctimas de guerras

En la Declaración sobre los principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas del
delito y del abuso del poder asumida en el VII Congreso de Naciones Unidas
celebrado en Milán, Italia en 1985, en su apartado A se define víctimas como “aquellas
personas que individual o colectivamente hayan sufrido daños, inclusive lesiones
físicas o mentales sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial
de sus derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que
violen la legislación penal vigente en los Estados miembros, incluida la que prescribe
el abuso del poder. Se agrega a la definición de víctima, lo siguiente: "En la expresión
de víctima se incluye, además en su caso, a los familiares o personas a cargo que
tenga relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido
daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización"
(Programa Nacional de Derechos Humanos. México, 2006).

Atendiendo a esta definición entonces las mujeres tanto desde el punto de vista
individual como grupo social, han sido víctimas históricas, pues han sufrido daños,
violencia, discriminación, marginación en diferentes sociedades y a través de siglos,
producto de una opresión estructural que se manifiesta de forma coyuntural y cotidiana
en lo social, cultural, lo económico, político y simbólico.

Muchas feministas rechazan la idea de que las mujeres nos asumamos como víctimas.
Stasa Zajovic de Mujeres de Negro de Belgrado plantea que ser víctima significa
“rechazar la responsabilidad por los crímenes cometidos en nuestro nombre” (Zajovic,
2005: 1). Entiende que el patriarcado impone a las mujeres su rol de víctima como una
manera de negar la ciudadanía activa. En ese sentido propone asumir la
responsabilidad, tomar decisiones por nosotras mismas y no quedarse en la sumisión
pues eso impide el reconocimiento del poder que tenemos sobre nosotras, un poder
que permite cambiarse a si misma y cambiar el mundo. Es desde allí, desde su punto
de vista, que hay que hacerle resistencia al patriarcado, al nacionalismo y al
militarismo, lo cual contribuye a eliminar la guerra y prevenirla (Ibid, 2005).

A mi modo de ver lo que plantea Zajovic es más bien la victimización, entendida como
una actitud de compasión de si mismas que naturaliza los hechos por los cuales las
mujeres han sufrido daños. Supone una pasividad personal y colectiva y no hay
intervención política para transformar las causas de la opresión y la violencia y
sancionar a los responsables sea por vías legales, materiales y/o simbólicas.

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La victimización sería por tanto antifeminista porque se opone a la autonomía, la
libertad y a la acción política, contrario a ello reconocerse víctimas producto de
relaciones de poder y dominación estructural y concreta da la posibilidad para la
intervención política.

En los conflictos armados la diferencia entre lo que antes se consideraba “frente de


guerra” relacionado fundamentalmente en las batallas y ocupado por los hombres y lo
que muchas denominan “frente doméstico” refiriéndose a los espacios en donde las
mujeres se mantenían lejos del lugar en que ocurrían los combates, ya no existe más.
La división de la esfera pública y privada que las feministas definimos como aquellos
espacios en donde se reproducen roles de sexo, no existe en la constelación de los
nuevos conflictos armados.

Han sido muchas las experiencias en conflicto armados en los cuales las mujeres son
utilizadas como herramientas para insultar al bando contrario, son utilizadas como
vientres reproductores de soldados desde una política de nacionalismo de Estado,
valga como ejemplo lo que sucede con las mujeres serbias o muchas mujeres en la
India las cuales son consideradas como algo equivalente a la tierra y violarlas es visto
como llevarse una posesión preciada. En Camboya el incremento de la prostitución fue
alarmante y eran los soldados de las tropas de “pacificación" de las Naciones Unidas
los clientes principales de los burdeles.

En el caso de Colombia el conflicto es extensivo, abarca una gran parte de la población


civil, afecta los hogares, el medio ambiente, escuelas, etc. Las mujeres son cada vez
más vulnerables a sus efectos. Documentaciones realizadas por organizaciones de
mujeres y feministas han evidenciado cómo en medio del conflicto armado, además de
que son las víctimas principales de los desplazamientos, los cuerpos de las mujeres
son considerados por los guerreros como territorios a conquistar para sembrar terror
en las comunidades, vengarse de los adversarios, convirtiéndose así en “trofeos de
guerra”. Los efectos del conflicto han provocado que las mujeres se hagan abortos
forzados muchas veces producto de violaciones y muchas de ellas han sido víctimas
de la prostitución1.

Amnistía Internacional en el texto Colombia Cuerpos Marcados, Crímenes Silenciados


examina y documenta los tipos de violencia sexual que sufren las mujeres en el marco
del conflicto armado colombiano y en sus conclusiones señala:

“Todos los bandos del conflicto armado colombiano explotan estereotipos de género y
cometen delitos sexuales. Aunque es imposible afirmar categóricamente que estos
actos forman parte de sus estrategias de guerra se trata de delitos generalizados y por
consiguiente constituyen crímenes de guerra. Dicha violencia dirigida con frecuencia
hacia mujeres y niñas, adopta muchas formas, incluida la persecución de estrategias
orientadas a inspirar terror, demostrar supremacía y minar lazos sociales. Tales
crímenes permanecen silenciados e impunes pese al inmenso número de casos y a la
gravedad que revisten (Amnistía Internacional 2004: 67)

1
Para profundizar sobre ello ver los 5 informes elaborados por la Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto
Armado. Bogotá, Colombia.

10
El siguiente testimonio es solo una mínima muestra de la barbarie que comenten los
guerreros paramilitares en Colombia lo cual convierte a las mujeres en víctimas
cotidianas del conflicto en las más terribles de las condiciones:

“A una mujer del pueblo Nasa la descuartizaron, pedacito por pedacito la abrieron con
motosierra, antes la violaron. Una niña de 14 años también la violaron se fue para
Ecuador. También habían violado a la madre de 38 años. Conocí del caso porque era
un caso de duelo y hago curas con plantas. La niña desde que le violaron no comía,
lloraba, y la llevaron donde el “tayta” para la limpieza de “yague” (bejuco que se cocina
con otras plantas para curar (Ibid:39).

Sabemos que a pesar de que cada vez más mujeres denuncian estos hechos,
denunciar les puede significar una doble violación y hasta la pérdida de la vida. Las
organizaciones de mujeres y feministas son en la mayoría de las veces las que se
convierten en intermediarias y/o representantes de muchas de ellas, lo cual ha
permitido que se reconozcan como víctimas, que muchos de los casos sean
denunciados y que cuenten con un apoyo institucional o colectivo, lo que ha generado
que muchas mujeres en estos procesos se vayan convirtiendo en sujetas políticas
demandando verdad, justicia y reparación.

2.3 Las Mujeres como opositoras a la Guerra y/o Constructoras de Paz

¿Son las mujeres más tendientes a la paz y los hombres a la guerra? Es la pregunta que
traspasa muchos de los debates sobre guerra y paz en el feminismo (Sánchez, 2006)

A pesar de que todas las tendencias feministas que han abordado el tema lo hacen desde
un análisis del patriarcado como sistema de dominación los puntos de partida son
diferentes.

Encontramos las que asumen los postulados del feminismo cultural quienes rechazan el
paradigma masculino por estar relacionado con el poder. Para las feministas culturales, el
enemigo de las mujeres es la masculinidad en sí, por tanto hay que desarrollar el principio
femenino y crear una contracultura femenina. Aboga por volver a centrarse en la
feminidad desde la biología: maternidad, sentido del tacto, capacidades mentales,
observación aguda, organismo complicado y doloroso y placer mutilado, tal como lo ha
expresado una de sus mayores exponentes Adrienne Rich:

“la recuperación de nuestros cuerpos por las mujeres posibilitará cambios más esenciales
en la sociedad humana que la toma por los obreros de los medios de producción. En un
mundo semejante, las mujeres crearán de verdad la nueva vida, dando a luz no sólo
niños (según nuestra elección), sino visiones y pensamientos imprescindibles para
apoyar, consolar y transformar la existencia humana: en suma, una nueva relación con el
universo. La sexualidad, la política, la inteligencia, el poder, el trabajo, la comunidad y la
intimidad cobrarán significados nuevos, y el pensamiento mismo se transformará (Rich
citada por Alcoff, 1998: 57).

Desde el feminismo cultural se asume que las mujeres son las llamadas a preservar la
paz y construir relaciones fuera de toda jerarquía y violencia dadas sus condiciones
naturales.

11
Las feministas de la diferencia desde un análisis de las diferencias entre los géneros
abogan porque los valores asumidos como femeninos sean reconocidos y valorados.
Propone revalorar el cuidado, los sentimientos, las relaciones afectivas y personales, la
sororidad, elementos que entiende importantes en la actividad humana. Plantean que por
la misma construcción social con base a las diferencias sexuales, las mujeres, desde su
condición de oprimidas, rechazan toda dominación y por tanto la guerra.

Desde esta corriente Carol Gilligan haciendo un análisis de la moral de las mujeres
propone la ética del cuidado como ampliación a la ética de la justicia y los derechos, para
la cultura de paz bajo dos argumentos: que el juicio moral de las mujeres es más
contextual y está más inmerso en los detalles de las relaciones y que las mujeres
muestran mayor propensión a adoptar el punto de vista del “otro particular”, lo que es
importante en una Cultura para la Paz. (Gilligan, 1985)

Si bien estas corrientes han aportado la revalorización positiva de “lo femenino” el peligro
de sus fundamentos es que ambas tienden al esencialismo evidenciando cierta
universalización sobre la mujer y la madre, concibiendo que por solo hecho de ser
mujeres seamos proclives a la paz. En su concepción de la mujer, existe en ambas una
ahistoricidad y una homogeneidad sin matices, reproduciendo ideas preconcebidas que
imperan en la cultura sobre las mujeres sin explicitar las diferencias y además, como dice
Linda Alcoff “fomentan que se forjen expectativas falaces sobre qué constituye un
comportamiento femenino “normal”, que la mayoría de nosotras no puede cumplir” (Alcoff,
1998: 62).

Las post-estructuralistas también han cuestionado profundamente las tendencias


esencialistas de estas posiciones. Desde una posición des-centrada del sujeto
desconstruye toda identidad inherente (en este caso del sujeto femenino) asumiendo que
no son más que representaciones atravesadas por los discursos y lenguajes
hegemónicos. Para las postestructuralistas, “mujeres” no existe como identidad auténtica,
mucho menos que las actitudes y roles tendientes a la paz y al cuidado sean constitutivas
al hecho de ser mujer (Butler, 2001; Mouffe, 1996).

Chantal Mouffe explica:

”…para las feministas comprometidas con una política de democracia radical, la


reconstrucción de las identidades esenciales tendría que verse como la condición
necesaria para una compresión adecuada de la variedad de las relaciones sociales donde
se habrían de aplicar los principios de libertad e igualdad. Sólo cuando descartemos
también la supuesta unidad y homogenidad del conjunto de sus posiciones, tendremos
posibilidades de teorizar la multiplicidad de las relaciones de subordinación” (Mouffe,
1996)

Por otro lado, las feministas materialistas considerando a las mujeres y los varones como
clase de sexo2 significando que los varones y las mujeres son definidos por la cultura, la
tradición, la ideología, por una relación social y material, concreta e histórica han ofrecido
análisis interesantes y profundos sobre la relación entre la posesión y el dominio de
medios de producción (como son las armas) y la opresión de las mujeres bajo la división
sexual del trabajo. Para las materialistas como Christine Delphy, Nicole Claude Mathieu,
2
Para profundizar sobre el pensamiento de las feministas materialistas ver: El Patriarcado al Desnudo. Tres
Feministas Materialistas, Curiel, Ochy y Falquet Jules, (comps). Brecha Lésbica. 2005.

12
Collete Guillaumin, Monique Wittig, Paola Tabet, esta relación es de clase, ligada al
sistema de producción, al trabajo y a la explotación de una clase por otra, como lo
evidencia Paola Tabet, en su famoso texto: Las manos, Los instrumentos, Las armas.
Según Tabet:

“El control por parte de los hombres de la producción y del uso de instrumentos y armas,
se confirma como la condición necesaria de la dominación masculina sobre las mujeres:
dominación basada en la violencia (monopolio masculino de las armas) y en el
subequipamiento de las mujeres (monopolio masculino de los instrumentos) (Tabet, 2005:
119).

Las socialistas utilizan también la clase para analizar la opresión, pero en este caso la
clase social, diferentes a las materialistas que utilizan la categoría clase de sexo. Desde
estas posturas se han opuesto a la guerra entendiendo que las mayores afectadas son las
mujeres. Para ellas las guerras no son más que la reproducción distorsionada de la
división entre dominadores y dominados.

La feminista argentina Andrea D’atri, ha analizado la guerra desde esta perspectiva:

“Pero si en verdad existe un continum entre la violencia doméstica y la violencia pública


de los conflictos bélicos; si, como dicen algunas feministas “las mismas actitudes y
valores que subyacen en la violencia contra las mujeres son las que dan lugar al estallido
de la violencia de guerra y es necesario imponer nuestra “supuesta cultura” de la paz y de
la vida para cambiar este trágico mundo en el que vivimos ¿cómo hacerlo? La tarea de
inculcar una contracultura a toda la humanidad es, francamente, utópica. ¿Cómo se
“convence” al opresor para que deje de serlo? Máxime aún, si se tiene en cuenta que no
sólo los varones serían opositores a esta cultura de no violencia, amor y cuidados, sino
también algunas mujeres que han hecho propio el paradigma dominante. Es que la
guerra, como parte del sistema mismo en el que vivimos, se explica –fundamentalmente-
por su carácter de clase. Olvidar esta categoría en el análisis de una guerra conduce a no
poder comprenderla en toda su expresión y, por lo tanto, a no poder formular una política
tendiente a su enfrentamiento y a su eliminación” (D’átri, 2004)

Las anarco-feministas o feministas anarquistas como algunas prefieren llamarse,


rechazan cualquier forma de violencia, tanto la proveniente del Estado como la que
proviene de las luchas entre fuerzas sociales. Si bien toman del anarquismo la no
jerarquía, la desestratificación de la sociedad sin clases, la acción directa, la autogestión y
la autonomía, premisas que entienden necesarias para la “revolución social” se distancian
de muchas tendencias del anarquismo que si ven la lucha armada como una posibilidad
para lograr la justicia social.

Mujeres Creando de Bolivia, ha sido uno de los colectivos feministas anarquistas que se
oponen a la guerra y al militarismo por entender que son de las expresiones más
extremas del Patriarcado. María Galindo, una de sus integrantes ofrece un apasionado
análisis en su artículo “Patria o Muerte: deconstruyendo el mito del varón guerrillero” Para
Galindo, cualquier guerra o conflicto armado aunque se sustente en luchas sociales es
patriarcal, por tanto es un mecanismo de dominación porque:

“Lo militar es lo militar, lo militar es matar o morir, es cumplir órdenes y aspirar a darlas,
es hacerlas cumplir a la fuerza y aprender a obedecer. ¿Por qué? ¿De dónde nace el

13
varón guerrero? ¿Quién los engendró? ¿Fue la guerra quien engendró al enemigo, o el
enemigo quien engendró la guerra? Lo cierto es que dentro de la sociedad patriarcal la
simbología militar forma parte de nuestro imaginario social. La guerra no es pues
precisamente un hecho histórico, es una ficción que debe ser nutrida por el mito
sustentador y fundante de la sociedad organizada en torno del poder. Las feministas no
pretendemos interpelar, ni romper esta jerarquía accediendo al ejercicio de la violencia,
sino cuestionando la necesidad de la guerra. Como mujer me niego a ser contenedor de
los galanes de fusil y pasamontañas, me niego a ser madre paridora de guerreros y
guerrilleros, me niego a hacer de las armas y sus uniformes prolongación de mi cuerpo.
Me niego a hacer la guerra, me gusta más hacer el amor, tan simple, tan subversivo, tan
valiente como eso” (Galindo, 2004)

Desde el lesbianismo feminista se relaciona la guerra con la heterosexualidad normativa.


Según esta corriente la división sexual del trabajo, los roles y funciones que se establecen
en la pareja heterosexual bajo lógicas de dominación es la misma que se reproduce en la
guerra. Muchas lesbianas feministas consideran que la guerra es una expresión más de la
masculinidad exacerbada en una lógica heteropatriarcal (Falquet, 2002; Galindo 2004)
Otras feministas, sin ubicarse desde el lesbianismo feminista coinciden en plantear una
relación entre sexualidad masculina y guerra Evelyne Accad, Adam Farrar ha analizado
como la militarización es un despliegue de la sexualidad y del deseo masculino
(Velásquez Toro, 2003).

Pero las pacificistas son las que tal vez han producido un mayor cuerpo teórico sobre el
tema.

Francesca Gargallo en su artículo “El feminismo es pacifismo mientras soplan vientos de


guerra” señala: “La radicalidad feminista implica una visión pacifista de la política. Más
aún: todas las feministas son pacifistas aunque no todas las mujeres lo sean, porque el
pacifismo es una posición activa y rebelde frente a la más patriarcal y conservadora de
las actitudes sociales y políticas: la guerra”. (Gargallo, 2001:1)

¿Son todas las feministas pacifistas?, ¿cuáles pacifistas?, ¿cuáles feministas?, ¿cual tipo
de pacifismo? Habría que especificar en lo concreto de quienes estamos hablando.

Ciertamente es diferente a decir que las mujeres son pacifistas por ser mujeres, que decir
el feminismo es una propuesta que es pacifista. Al feminismo cuestionar todo tipo de
dominación y relaciones de poder está cerca del pacifismo, aunque difiero en decir que
todas las feministas son pacifistas. Porque sería interesante preguntarnos ¿cómo afectan
la condición racial, la clase, territorialidad, situación política sobre las posiciones de las
feministas en torno al pacifismo?

Creo que estas situaciones relativizan la aseveración de Gargallo. No obstante estoy de


acuerdo en pensar que es la radicalidad del feminismo lo que podría dar una visión
pacifista, radicalidad vista como una oposición al dominio, la sujeción y cualquier tipo de
relaciones de poder.

La relación entre feminismo y pacifismo es muy cercana tanto en la teoría como en la


práctica, no obstante las posiciones y estrategias varían de acuerdo a cuáles visiones se
tengan de la política.

14
Raquel Osborne, ha planteado que los principios indicadores del movimiento pacifista se
relacionan con el feminismo cultural y con el ecofeminismo, los cuales favorecen un
retorno a los valores tradicionales y biologicistas que han favorecido la subordinación de
las mujeres. Es por lo que muchas de las tendencias pacifistas luchan a favor de la paz en
nombre de la maternidad y la ética del cuidado, asumiéndose que estas cualidades son
“moralmente superiores” a las de los varones por lo tanto son consustanciales (Osborne,
1993: 150). Osborne cuestiona estas perspectivas en la siguiente frase:

“Si los varones fueran intrínsecamente agresivos no harían falta ni los reclutamientos, ni
el entrenamiento en la misoginia, ni héroes estilo macho…es decir, que el “universal”
pacifismo femenino es tan mítico como la “universal” agresividad masculina” (Osborne,
1993: 155).

Algunas tendencias si plantean que las mujeres son más proclives a la paz no por su
naturaleza, sino por su condición de oprimidas. Virginia Wolff en sus análisis sobre la
guerra y las mujeres utilizó el concepto de extrañeza para comprender la tenencia
pacifista de las mujeres y lo entendía como esas posturas que se generan por haber
estado las mujeres fuera de las estructuras e instituciones sociales que fueron hechas sin
su consenso. Es decir, en la postura de Woolf siempre existió un análisis histórico de las
guerras y su relación con las mujeres, por tanto no esencialista. En su texto "Tres
Guineas" propone a las mujeres subvertir y transformar la sociedad controlada por el
hombre, la guerra y el capitalismo, rechazando el nacionalismo y promoviendo solidaridad
entre mujeres frente a la guerra (Velásquez Toro, 2003; Magallón, 2003).

El feminismo pacifista se ha manifestado desde dos modos generales. Unas más


absolutas que rechazan la violencia en cualquiera de sus formas, considerando que todo
acto violento genera más violencia. En esta línea se inscriben desde las que tienen una
perspectiva mística y religiosa hasta las que tienen una posición radical feminista y otra
línea que podría llamar pacifistas relativas que rechazan la violencia aunque no descartan
el “uso de la fuerza” en situaciones extremas, asumiéndola como estrategia de
autodefensa.

Olga Amparo Sánchez hace un análisis amplio sobre la relación feminismo y pacifismo y
relaciona desde el antimilitarismo y la noviolencia:

“la militarización de una sociedad deja a las mujeres con menos capacidad de controlar
sus vidas, y favorece la sensación de superioridad masculina tan afecta al patriarcado.
Desestructurar los fundamentos de la cultura patriarcal pasa pro buscar la superación del
fenómeno militar en nuestras sociedades” (Sánchez, 2006: 56)

En ese orden la autora retoma la propuesta del pensador social italiano Aldo Capitini de
escribir la noviolencia como una sola palabra significando el rechazo a la violencia como
instrumento político y como institución social, pero también como un concepto político que
permita construir socialmente la paz y un modelo de desarrollo para humanizar a la
sociedad (Idid)

Desde el feminismo pacifista se ha también redefinido el concepto de paz, asumiendo lo


que se ha denominado paz positiva, viéndolo no como ausencia de guerra (que sería la
paz negativa) sino la construcción de un desarrollo integral que implique el bienestar,
justicia, equilibrio social, el respecto por los derechos humanos y la inexistencia de
violencia estructural y cotidiana (López y Mirón, 2003).

15
Muchas de las posturas pacifistas hacen una crítica también a los nacionalismos
entendiendo que la construcción de las naciones depende de los ejércitos y por tanto
militariza la vida civil. El nacionalismo supone fracturar al mundo, pararse frente al otro
como enemigo, ha implicado propiedad de los territorios que históricamente se han
apropiado a través de las guerras. Desde estas visiones muchas feministas cuestionan la
nación como lo aglutinador de identidad colectiva y además homogenizante, porque es,
dentro de otras razones, lo que genera las guerras, el racismo, la xenofobia y la represión
(Magallón, 2003).

Lo expuesto hasta aquí son solo algunos elementos analíticos y propositivos en torno a la
guerra y la paz que se han hecho desde el feminismo. Si bien son aspectos muy
generales, ya que habría que indagar más sobre cada posición en contextos históricos y
saber quienes son las feministas que lo sustentan en función de sus múltiples condiciones
y posiciones políticas, la idea es presentarlos solo como marco general analítico y político
que abra la posibilidad de seguirlo profundizando

16
3. ¿FEMINISMO, PERSPECTIVA DE GÉNERO Y/O MUJERES?

¿Desde cuáles perspectivas políticas se paran las 5 redes? Consideramos importante


analizar estas perspectivas porque de ello se desprenden las visiones y estrategias para
la acción. En las redes analizadas hemos encontrado tres perspectivas fundamentales: el
feminismo, la perspectiva de género y una perspectiva desde las mujeres. Analicémosla
brevemente.

Tanto el género, como mujeres, han sido categorías analíticas y políticas del feminismo.
La primera demuestra la construcción social y cultural de la feminidad y la masculinidad a
través de las relaciones de poder que se dan en las diferentes instituciones y relaciones
sociales. La segunda, es la identidad política o una clase de sexo, como bien dirían las
materialistas que nos articula con base a situaciones de opresión y es desde ella que nos
convertimos en sujetas políticas.

Si bien ambas categorías son parte de la teoría y la práctica feminista, pararse desde una
perspectiva u otra tiene implicaciones para la política.

La Red Nacional se define como “una expresión, plural y diversa, del movimiento social
de mujeres de Colombia, con orientación feminista” (Documento Red).

Si bien la Red se define feminista, algunas de sus integrantes relativizan esta identidad
política viéndolo como un proceso:

“de los años 2000 en adelante la composición se hace cada vez más popular…hay
muchas más mujeres rurales, populares, de extracción social incluso del campo venidas
por desplazamiento, venidas para las ciudades y en esa composición hace que el cuento
del feminismo no esté en ellas desde antes y que muchas entren recientemente.. ni
siquiera a apropiarse del cuento, sino como a aprenderlo, a digerirlo, a acercarse a él. Y
yo creo que efectivamente hay gente que no son feministas o que se vuelven feministas
en el tiempo” (Red Nacional).

Ciertamente, históricamente son las feministas de capas medias e intelectuales que


tienden más fácilmente a asumirse feministas. ¿Podrimos decir entonces que hay una
relación directa entre asumirse feminista con la condición de clase o por situaciones de
racialización? Es una pregunta que ha estado desde los años 80 en América Latina
cuando se planteaba que las llamadas “mujeres populares” no eran feministas y que
aparece el fantasma del “feministrometro” para medir cuando se era o no era. (Barrig,
1998) Es un debate que sigue pendiente.

IMP se define como una alianza de mujeres, en donde hay un sector que se asume
feminista:

“No, IMP no es un proyecto feminista. IMP es un proyecto donde se articulan 7 sectores,


no todos ellos feministas…tenemos un sectorial de feministas específicamente, donde
estamos académicas, mujeres en cargos públicos, investigadoras, organizaciones de la
cultura y de la paz y mujeres y feministas específicamente feministas” (IMP)

La Mesa Nacional de Concertación en sus documentos se define como una concertación


de mujeres del sector popular aunque algunas de sus integrantes plantea que son
feministas, específicamente del feminismo del Sur.

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“Nosotras definimos el sector popular que somos de barrios y de sectores marginados,
que tenemos una clase social no alta y que tenemos unos intereses que van por el mismo
lado, eso definimos nosotras como que somos sector popular. En su mayoría somos
feministas…Asumidas, dichas, reconocemos que somos feministas, claro está, vuelvo y
te digo, que muchas de nosotras tratando de hablar de feminismo del sur, nosotras
queremos hablar del feminismo de sur y construir un feminismo desde nosotras por eso
nos llamamos feministas, aunque para muchas, por lo menos las jóvenes que hacemos
parte de la mesa, cuando llegamos a algún sitio decimos no es que yo soy feminista y eso
nos miran como ¡uy esto es!... pero nos asumimos como feministas las de la Mesa. (Mesa
de Concertación).

Esta posición demuestra entonces que no necesariamente hay una relación directa entre
asumirse feminista y ser del sector popular. Más bien lo que evidencia es que la clase,
como otras categorías historizan el feminismo en tanto las mujeres colocan su propios
puntos de vista de acuerdo a las experiencias concretas.

Otras de la Mesa se asumen más desde la perspectiva de género:

“Me paro mas desde una perspectiva de género, pienso que se puede hacer un trabajo
mucho mejor. Una perspectiva de genero arraiga lo que es el ser mujer en su esencia, el
ser mujer como ser humano sensible, como ser humano generador de vida y de sueños.
El ser feminista que ya es más radical, frente a que las mujeres podamos alcanzar el
poder solas, cosa que no lo concibo porque solas no vamos a llegar al poder tampoco”
(Mesa de Concertación).

En esta aseveración encontramos ciertas tendencias esencialistas y en cierto modo


esterotipadas del feminismo cuando se asume que ser autónomas impide la consumación
de objetivos políticos. El género, tal como lo explicamos con anterioridad, muchas veces
se prefiere en tanto no concibe ciertos tipos de autonomías en las mujeres.

En relación al MAAP, si bien en los documentos que presentan su visión y misión no se


explicita su definición feminista, algunas de sus integrantes si la definen como tal, desde
una perspectiva de género:

“Nuestra apuesta esencialmente es feminista, pero asumimos también, como trabajamos


con diversidad, dentro de la diversidad hay cosas, por ejemplo dentro de los sectores de
las negras, de las afros, entonces con ellas trabajamos la perspectiva de género, en la
medida en que consideramos la perspectiva de género válida, pero vamos cualificando a
las líderes y a las mujeres como feministas”…. Se asume… “como una estrategia”. ¿Tú
crees que es más potable en términos políticos que asumirse feminista?É “Si” (MAAP).

Asumir el género como estrategia ¿es hacer el feminismo potable?

La Ruta Pacífica se asume feminista combinándolo con el pacifismo y el antimilitarismo.

“yo creo que la Ruta combina el feminismo de la diferencia, o sea cómo hacer, cómo
representarnos y que esto adquiriera valor desde nuestras propias formas como mujeres,
cómo trabajar la solidaridad y el affidamento con las mujeres, desde los inicios yo creo
que esto fue lo que más nos movió, cómo trabajar el miedo juntas y cómo fortalecernos
como colectivo político de mujeres” (Ruta Pacífica).

18
En la misma Ruta Pacífica, que de entrada se plantea feminista, los niveles de asumirse
son diferentes y aquí la clase social, los niveles de escolaridad, entre otras, son variables
que intervienen. Así lo afirma una de sus integrantes:

“yo creo que hay niveles y hay formas, yo creo que las mujeres por lo menos que
participan en la base social, que hacen parte de la base social, que no me gusta
diferenciarlas entre populares, porque eso también es discriminación, si, pero yo siento
que ellas se dicen Ruta pero que ellas entiendan que el decirse Ruta también es decirse
feminista. Yo siento que hay todo un proceso de elaboración conceptual y cognitivo de las
mujeres, sin embargo si vamos a las mujeres profesionales que participan en los equipos
regionales o que participan en la Coordinación Nacional, todas se asumen feministas,
entonces yo diría que como en todo movimiento social hay niveles y hay formas de
entender, lo que yo creo que si es común entre todas es la defensa de los derechos de
las mujeres” (Ruta Pacífica).

En la mayoría de las entrevistas hubo un punto en común: asumirse como feministas es


un proceso para las mujeres. Lo que muchas llaman la “diversidad y pluralidad” en sus
estructuras dadas por sus condiciones de clase y situaciones de racialización hace que no
todas hayan tenido el mismo proceso de acercamiento al feminismo y se planteen más
desde la perspectiva de género o hablan de “mujeres”. Muchas expresaron que lo común
en sus organizaciones es que casi todas trabajan y luchan por los derechos de las
mujeres. Coinciden también en que asumirse feministas, pasa también por el
acercamiento a la teoría y a experiencias que permitan a las mujeres identificarse como
tales en una sociedad que ve con malos ojos por muchos sectores el ser feminista.

Feminismo combinado en muchos casos con perspectiva de género y mujeres. ¿Qué


significa?, ¿podemos decir que son procesos transitorios o posiciones políticas
conscientes de sus implicaciones?, ¿cuál es la diferencia de pararse desde el feminismo,
desde la perspectiva de género o desde las mujeres? Veamos cuáles han sido los
debates que se han generado en torno a estas tres posiciones.

Como bien señalábamos en la introducción de este documento para muchas mujeres el


feminismo es una apuesta emancipatoria de transformación, que implica una concepción
del mundo distinta, que implica reelaborar las relaciones personales y colectivas, los
modos de vida, es ampararse en una teoría política y propuesta de sociedad, es asumir
conceptos y teorías particulares y sobre todo, y tal vez lo más difícil en sociedades como
las nuestras, es asumirse conciente y públicamente desde la radicalidad que ello supone,
es nombrarse y reconocerse a pesar de hacerlo desde diferentes posturas y corrientes.

¿Ser mujeres populares o ser afrodescendientes es una limitación de entrada para


asumirse feministas? Esta pregunta nos lleva a analizar el feminismo en sus procesos
históricos. Como movimiento y como teoría nace en los albores de la Ilustración y en
países europeos y ciertamente contó con un sesgo de clase y “raza”. Sin embargo dado
sus aportes para la emancipación de las mujeres esta situación ha ido transformándose
debido a la socialización de las ideas feministas que las mismas activistas han promovido
con otras mujeres de diferentes sectores sociales, lo cual ha alimentado y diversificado
tanto el movimiento como sus propuestas teóricas en muchas partes del planeta.

En torno a la perspectiva de género se han generado muchos debates y los mismos van
en las líneas que presento a continuación.

19
El género como categoría analítica surgió en Estados Unidos para referirse a la
construcción cultural y social de las relaciones entre hombres y mujeres. En otros países,
por ejemplo Francia, se utiliza relaciones de sexos para referirse a estas relaciones de
poder. En Latinoamérica ciertamente se ha utilizado más género por la incidencia del
feminismo norteamericano y ha permitido demostrar la construcción cultural y social de las
diferencias sexuales. Sin embargo asumir una categoría analítica para referirse a una
propuesta política ha tenido implicaciones para el feminismo. Tal como lo han planteado
algunas de las entrevistadas asume que el género “es más potable” y esto coincide con el
análisis que hace Joan Scott plantenado que los términos feministas, estudios feministas,
perspectivas feministas suenan “estridentes”. Según la autora “el género no nombra el
mando oprimido, hasta entonces invisible. Incluye a las mujeres sin nombrarla y así no
parece plantear amenazas críticas” (Scott,1998: 17). El feminismo, como propuesta
revolucionaria si planea amenazas pues propone cambios profundos y cuestiona y
transforma todo tipo de dominación masculina y patriarcal y esto tiene costos de muchos
tipos.

Sonia Alvarez a partir de la investigación realizada en tres países de Latinoamérica ha


analizado cómo el género ha tecnificado muchas de las propuestas feministas. Desde sus
hallazgos plantea:

“Entre algunos funcionarios públicos, "género" parecería haberse convertido en otro


término más en el léxico técnico de planificación, un indicador neutro de "modernidad" y
"desarrollo", en vez de un terreno o dominio minado por relaciones desiguales de poder
entre mujeres y hombres.” Quiero sugerir que el imperativo de "incorporar al género" a la
planificación para el desarrollo, tan en boga a nivel global, puede estar llevando a los
Estados y a las organizaciones inter-gubernamentales a "consultar" a las ONGs
feministas locales y transnacionales más en su capacidad técnica y por su expertisaje en
género, que en su capacidad como organizaciones "híbridas" de la sociedad civil o del
movimiento feminista que promueven la ciudadanía plena para las mujeres. Es decir, más
como técnicas y menos como ciudadana. (Alvarez, 1998: 3)

La acogida de la perspectiva de género se dio en el marco de la Conferencia Mundial de


la Mujer realizada en Beijing en 1995 y muchas analistas y activistas feministas han
coincidido en plantear cómo todo ello tuvo que ver con la necesidad de legitimación de
muchas feministas tanto en los espacios académicos como en otros institucionales.

Desde la teoría se ha analizado cómo el género es una categoría limitada para entender
la subordinación de las mujeres y para proponer transformaciones sociales por que en
primer lugar se inscribe en la lógica de la binaridad hombre-mujer desde las diferencias
sexuales no explicitando otras relaciones de poder3. El mismo hecho de generizar es en si
misma una construcción social alrededor de la masculinidad y la feminidad construidas
socialmente, por tanto no da ningún margen para desconstruirlas. En segundo lugar lo
3
Teresa de Lauretis ha analizado las implicaciones que tiene el género desde la lógica de la diferencia sexual
significando que es mantenerse en el binarismo masculinidad -feminidad. Para la autora el género es una
representación que tiene implicaciones concretas sociales y subjetivas en la vida material de los individuos y
la representación del género es su construcción y esta se realiza a través de su propia destrucción. (Lauretis,
2000)

20
anterior se asume dentro de las lógicas de la heterosexualidad como relación
normatizada: la mujer como complemento del hombre. En tercer lugar universaliza “la
mujer” y no permite analizar los contextos históricos ni toma en cuenta otras categorías
que tienen que ver con la subordinación de las mujeres tales como la clase y la “raza”
(Curiel, 2006).

En otro orden, en torno a pararse desde una perspectiva de las mujeres los debates
feministas han estado permeados por la pregunta:¿Qué es ser Mujer? Ser mujer desde el
feminismo es una construcción cultural y social anclada en un sistema de opresión que se
denomina el patriarcado. No es más que la asignación de roles y funciones que se
asumen son femeninas: reproducción y maternidad, sumisión y por tanto desvalorización.
Es decir, ser mujer es aquello que nos oprime.

Las materialistas, como ya vimos asumen que ser mujer es una clase, una clase de sexo
en tanto se es parte de una relación de poder ancladas en lo que Crhistine Delphy llamó
modo de producción doméstico (Delphy, 1985) Desde esta definición las mujeres son la
clase oprimida por la clase de sexo de los varones a través de la división sexual del
trabajo en la esfera pública y privada.

Las postestructuralistas han cuestionado la práctica feminista que asume mujer o mujeres
como una identidad. Judy Butler y Chantal Mouffe, entre muchas otras, nos han ofrecido
una serie de producciones en ese sentido. Han propuesto la interpelación de los discursos
normativos reguladores de las definiciones falogocéntricas de lo femenino, (y por ende
asumir mujeres como identidad) para producir un efecto de subversión y desplazar la
naturalización de género sexual y las subjetividades en las que se apoyan la hegemonía
masculina y el poder heterosexista (Butller, 2001, Mouffe, 1996).

Para las postestructuralistas Mujeres como identidad tiene entonces serios peligros: no se
entienden ni se examinan los discursos, lenguajes y simbólicos que juegan en su
construcción y por otro lado es una categoría que se hace ahistórica si no se especifica de
que experiencia en concreto estamos hablando. “Mujer” es un producto mismo del
patriarcado. ¿Hay entonces que descartar la categoría mujeres como válida para la acción
feminista?

Teresa de Lauretis, (2000) Linda Alcoff (1998) y la misma Chantal Mouffe (1996)llaman la
atención de no llevar esto al extremo, pues mujeres si bien no es una identidad esencial,
es una categoría política que nos sirve SOLO para la acción y la intervención y algunas
articulaciones políticas.. Linda Alcoff lo resume de esta manera: "Visto así, ser una ‘mujer’
es tomar una posición dentro de un contexto histórico en movimiento” (Alcoff, 1998:23) o
como diría Mouffe es tener es una posición de Sujeto. (Mouffe, 1996). Eso significa que
mujer, mujeres son categorías que si bien nos sirven para la intervención política la
apuesta feminista debe ser su deconstrucción.

Desde estos análisis nos llama la atención la perspectiva de MAAP resumida en su slogan
“Con Cuerpo de Mujer, Con Visión de Mujer, Con Participación de Mujer, Con Palabra de
Mujer, Con Corazón de Mujer” y la de la Ruta Pacífica cuando asume revalorar “lo
femenino” como su apuesta.

Una de las entrevistadas del MAAP explica el contenido de su slogan:

21
“con cuerpo de mujer es que, primero que todo lo que hablábamos ahorita, el feminismo
se encarna en el cuerpo de la mujer, no significa que un cuerpo de mujer garantice un
pensamiento feminista ni de mujer, pero sí le apostamos a que el cuerpo de la mujer
tiene, además, unas características, bueno, eso ya vendrían unos análisis filosóficos y
todo, pensamos que la mujer como cuerpo es lo más evolucionado en las razas de los
animales, eso lo tenemos como una cuestión filosófica…porque la mujer tenemos una
capacidad de amar impresionante, y no es que eso sea lo que nos vuelva más tontas,
entonces somos más dulces, más no se qué… no, no es que seamos más dulces sino
que las mujeres tenemos por nuestro cuerpo, no sé alguna cuestión que nos hace
superiores y nosotras reivindicamos mucho eso de las diosas y las diosas en nosotras y
nuestra capacidad mágica y de hacer magia y pensamos que podemos hacer magia
también con las contradicciones…históricamente y genéticamente la mujer ha tenido que
estar más anclada a la tierra, más pegada a lo doméstico, más pegada también a la
reproductividad. No que tenga que tener un hijo para ser, tener, desarrollar esa
capacidad… O sea esa conexión que tenemos femenina, eso sagrado femenino que
tenemos, nos da unas condiciones específicas que seguramente tenemos como un
llamado especial a ser las pacificadoras…En cuanto a la visión de la mujer, pues esto de
que no garantiza un cuerpo de mujer, una visión…, al decir una visión de mujer lo que
estamos diciendo es una visión feminista, pero lo decimos así para más estratégicamente
entrar en los escenarios mixtos. Porque podíamos decir con visión feminista, pero
decimos con visión de mujer, entendiendo todo lo anterior, que esas condiciones de
cuerpo nos dan unas condiciones específicas para ser feministas en todo el sentido de la
palabra…La participación porque de nada nos sirve decir que la gente es importante y no
sé qué, si la gente no participa de carne y hueso y está ahí, metiendo la pata y sacándola
y aprendiendo a participar y enseñando cosas que a veces… no nos quedamos
únicamente en cifras, ni en considerar a la gente como objeto, sino más como sujeto, en
este caso sujetas las mujeres, de cualquier idea que una indígena, por más pobre, infeliz
o discriminada, lo que habla, si uno tiene la suficiente capacidad de escucha, puede
entender mucha sabiduría en ella y traer esa sabiduría al devolverla y todo ese cuento, o
sea en ese proceso, encontrar claves para la paz” ( MAAP)

Desde la Ruta Pacífica se explica que significa “lo femenino”:

“el énfasis lo pone más al valorar el hecho de ser mujer, de tener una concepción de
mirar el mundo desde lo femenino, no desde lo femenino tradicional, sino desde la
apuesta feminista…valorar lo femenino y esa forma de concebir lo femenino que no
solamente está, está en las mujeres pero que también se irradia a la sociedad y es una
de las formas de deconstruir el patriarcalismo” (Ruta Pacífica)

Asumir el ser mujer como una identidad que tiene una esencia y lo femenino como valor
que tiene que ser resarcido puede llevar a esencialismos y determinismos biologicistas.
¿Qué es lo femenino finalmente sino aquello que define el mismo patriarcado? Estas
posiciones pueden naturalizar las relaciones sociales, descartando que ser mujer, lo
femenino, son construcciones sociales y categorías que son producto de relaciones de
opresión, por tanto deja pocas brechas para la intervención política y con ello para las
transformaciones sociales y las deconstrucciones.

22
4. LAS APUESTAS EN TORNO A LA GUERRA Y LA PAZ DE LAS 5 REDES

La oposición a la guerra y/o la construcción de la paz son apuestas de las 5 redes que
analizamos y es, de alguna manera la motivación central para la realización del
documento a la luz de la teoría feminista.

Independientemente se inscriban o no desde el feminismo o en una corriente particular de


éste, existe una coincidencia en analizarla la guerra desde lógicas de dominación
masculina y patriarcal.

“Nosotras pensamos que la guerra es patriarcal y es un negocio, nosotras pensamos que


la guerra es un negocio porque ¿cuánto valen las armas?, cuánta plata le quitan a salud,
a educación para poder tener funcionando la guerra?, entonces la guerra es un negocio y
es patriarcal por qué, porque nosotras pues nunca... o como decía en su momento
Angélica si alguna de nosotras lo ha hecho pues ha sido muy bien porque no nos hemos
dado cuenta si ha estado o no en algún grupo armado, pero lo que una alcanza a
visibilizar es que las mujeres no tienen cierto mando allá, o sea siempre hemos estado
como las sumisas dentro de ese papel, siempre los hombres son los que sacan el pecho
y los que se las dan de “comandante papito”, entonces asumimos que la guerra es
patriarcal también y porque necesita todo el tiempo dividirnos” (Mesa de Concertación)

A pesar de que asume que los conflictos armados obedecen a una lógica de dominación
patriarcal, integrantes de la Mesa de Concertación ven también la lucha armada como una
posibilidad frente a las injusticias sociales y la represión del Estado.

“Si, es una posibilidad o como una salida para poder frenar un poco la arremetida
también armada del Estado” (Ibid)

Es por ello que muchas no se asumen pacifistas:

“es como una posición algo hipócrita, ya, porque yo cómo voy a hablar de pacifismo y no
se cuantas vainas cuando estoy haciendo negociaciones por detrás de las otras
iniciativas, por detrás de las otras personas, con la gente que todas estamos convencidas
de que no son actores políticos, específicamente con los paramilitares. Entonces hay una
cantidad de posiciones que nos están diferenciando de la Ruta, que ellas hay cosas en
las que nos encontramos pero en estas no, en el pacifismo en el que ellas están
metiéndole la gente y están es como anestesiando la conciencia política de la comunidad
y de las mujeres básicamente, entonces eso está permitiendo que todo esta incidencia de
este gobierno y de este Estado que nos están creando ahora, el Estado comunitario y
todo eso, la gente la asuma como con esa pasividad y entonces si eso es lo que me tocó
entonces yo tengo que estar ahí, y entonces nos estamos quedando, y tu ves que el único
país en toda Latinoamérica que no protesta por el robo de sus propiedades intelectuales,
materiales, por sus recursos, es Colombia mana! y en eso las ONG tienen mucho que ver
porque tienen el recurso de llegarle a la gente, y llegar a la conciencia de la gente,
entonces esa actividad pasiva no, o sea a la gente hay que despertarla, hay que crearle
conciencia como te digo, de ninguna manera soy guerrerista, pero sí hay que crearle
conciencia a la gente y en Colombia se está dando un fenómeno, nosotras analizábamos
esta mañana, hay un despertar de la gente a no tragar entero, eso lo demostraron los
resultados de la izquierda ahora en estas elecciones y es allí donde las mujeres hemos
tenido un papel fundamental en ese proceso de concientización del pueblo colombiano”
(Ibid)

23
Integrantes de La Ruta Pacífica asumen la guerra producto del patriarcado, por tanto no
hay guerras justas:

“se podría decir que a veces hay guerras entre comillas que se justifican porque hay
desigualdades sociales, pero la Ruta dice no hay ninguna guerra justa, entonces yo diría
que en esa forma como concibe la guerra la ruta es uno, que ha sido uno de los
mecanismos con los cuales se ha acentuado y se ha erigido de alguna manera el
patriarcalismo, como se ha erigido también las guerras acentuando como ese
patriarcalismo y la Ruta como tiene otra concepción de ver la sociedad desde el
feminismo, entonces no valida la guerra, no la valida y por eso dice no hay guerras justas,
porque en una guerra hay desigualdades, porque la guerra no trae paz, porque en la
guerra quienes son las más afectadas son las mujeres, por generaciones y generaciones
y porque la guerra le trae muchas mas cargas a las mujeres en el sostenimiento del
sistema social, de la cultura. La guerra no ha dejado ser a las mujeres desde el ejercicio
de la autonomía, desde el ejercicio también de la libertad.(Ruta Pacífica).

Desde IMP las posiciones en torno a las lógicas de la guerra son las siguientes:

“nosotras creemos que la guerra más que un enfrentamiento armado es como funcional a
un modelo de dominación económica y político capitalista patriarcal, inclusive insistimos,
sobre todo las feministas dentro de IMP, que una vez terminada la guerra, no se termina
la guerra contra las mujeres, que la guerra produce una exacerbación de las violencias
contra las mujeres, pero decimos que hay niveles de violencia cotidianos contra las
mujeres que no necesariamente están conectadas al conflicto armado, aunque
entendemos que el conflicto armado facilita un conjunto de violaciones contra las mujeres,
de vulneraciones, pero la vida cotidiana en esta sociedad excluyente mantiene altas tasas
de dolor y de violencia contra las mujeres. Entonces la guerra sí por supuesto es una
exacerbación de la visión del poder, de un poder que está dispuesto a imponerse a
cualquier costa y que no está interesado en reconocer las diferencias ni reconocer la
capacidad y el derecho que tenemos todos y todas de participar en la dirección del país,
por supuesto es un conflicto histórico que tiene muchas raíces en el modelo económico y
en las exclusiones que han vivido por años amplios sectores de la población colombiana”
(IMP)

Hay visiones en IMP que ponen el acento en la lucha de clases:

“Hay quienes pensamos que el problema de la guerra en el país, que el problema de la


violencia en el país tiene que ver con las grandes desigualdades e inequidades que se
viven acá y que el problema en este país del conflicto social y armado tiene que ver con
una confrontación en últimas de lucha de clases que muchas veces se ha querido ocultar,
inclusive muchas personas hablan de que la lucha de clases ha desaparecido y que de
pronto un tanto dijéramos la presencia del movimiento insurgente en el país ha obedecido
a otras lógicas pero que no ha obedecido realmente a una resistencia popular frente a la
desigualdad, entonces esa es una posición que por supuesto allí es respetada porque al
principio no era fácilmente aceptada y por supuesto eso también lleva a una lectura de
por qué la presencia del movimiento insurgente en el país, cierto? entonces hay quienes
le damos al movimiento una connotación política y pensamos que son un actor político y
pensamos que por lo tanto son insurgentes le damos el título de insurgentes; hay otras
mujeres que piensan que esos son unos personajes malos que se les ocurrió que en este
país hay que echar tiros, de pronto, no? y que no tienen proyecto político, que es entre

24
otras cosas una posición bastante generalizada hoy en el país, decir que el movimiento
insurgente no tiene proyecto político, que ha degenerado en una pandilla, que ha
degenerado en una banda de terroristas que es lo que dice el presidente de la República”
(IMP)

Representantes del MAAP asumen la lógica del conflicto armado desde un análisis de
intereses económicos y desde el poder patriarcal:

“entendemos que hay toda una complejidad de cosas, que lo que mueve la guerra son
intereses económicos, intereses del narcotráfico, intereses del poder patriarcal, que
dentro de las mismas mujeres no somos ajenas a que estemos también inmiscuidas en
esa cultura, y las mujeres también le apostamos a la guerra de alguna u otra manera, aun
las que nos llamamos mujeres de paz tenemos, a veces nos aliamos frente a guerras, eso
ha sucedido bastante en varios países, que nos aliamos con los guerreros, y nosotras
como MAAP decimos no rotundamente, ni de izquierda, ni de derecha, ni de nada, no hay
justificación para que aceptemos la guerra, esa es una, ni el conflicto armado” (MAAP).

Integrantes de la Red Nacional si bien entienden que la lógica del conflicto obedece
dominación patriarcal, entienden que el conflicto en Colombia es producto también de la
exclusión social:

“nosotros sí consideramos que la guerra es una forma absolutamente patriarcal de


resolver los conflictos, es decir esto de tener que darse en la cabeza cada vez que uno
tiene un conflicto, la historia de las guerras… Ahora, nos ha tocado reflexionar más sobre
la guerra ahora y yo creo que uno a veces no sabe como racionalizar el tema muy bien
porque es que le duele mucho, la primera sensación cuando a ti te hablan de guerra es
que se te hace un nudo en la garganta y en el alma muy fuerte, ahora, la guerra
colombiana es el producto, o sea, yo diría que esta es la perspectiva de la Red, pero la
Red es plural, pero yo creo que es el resultado de una sistemática exclusión, de mucha
gente de este país, este país siempre ha sido supremamente excluyente en términos del
accesos y yo sé que eso no es nuevo para América Latina pero en Colombia eso es
exacerbado” (Red).

En casi todas las opiniones de las entrevistadas se dejan ver similitudes: Una, que las
lógicas de la guerra son patriarcales y de dominio masculino; dos, que la raíz del conflicto
armado en Colombia obedece a desigualdades históricas en lo económico, social y
político; tres, que los motivos por los cuales surgieron los grupos insurgentes, como fue la
transformación y la justicia social actualmente se han transformado y en ese sentido hay
intereses económicos de por medio como es el narcotráfico y cuatro, que dentro de los
grupos más afectados del conflicto son las mujeres al adicionarse y en otros casos al
exacerbarse en el marco del conflicto tipos de violencia como por ejemplo violación
forzada, prostitución, desplazamiento forzado, entre otras.

Las diferencias en torno a las lógicas de la guerra es que algunas entienden la lucha
armada como posibilidad de enfrentar las desigualdades sociales y políticas y como
respuesta a la represión del Estado. Otras plantean un no rotundo a las guerras,
desestimándolas como estrategia política.

Por otro lado mientras algunas enfatizan la lógica masculina de dominación, otras ponen
énfasis en la lucha de clases.

25
Quisiéramos señalar que una diferencia en los énfasis sobre el tema de la guerra y la paz
y por tanto en las estrategias, viene dado por el surgimiento de las redes.

La Red Nacional de Mujeres nace en el 1991-92 en el proceso postconstituyente y viene


de un proceso en el que varias organizaciones decidieron impulsar las demandas de las
mujeres en la nueva constitución. Una de sus prioridades es “la incidencia en el
parlamento colombiano, en instancias de gestión pública como los concejos territoriales
de planeación y otras instancias que permiten la participación ciudadana”. (Red Nacional
de Mujeres. Mimeo).

La Ruta Pacífica de las Mujeres nace en 1995 desde una propuesta política feminista y
pacifista, antimilitarista y noviolenta Su surgimiento fue motivado por los efectos del
conflicto en las mujeres de Urabá, para lo cual realiza su primera movilización nacional.
La Ruta Pacífica se propone,”cambiar el conflicto como un hecho destructivo por un
conflicto relacional, es decir, transformar las relaciones de dominación y subordinación en
las que la fuerza es el instrumento por naturaleza, y constituir la política como un proceso
de negociación; la política como una brecha de libertad ante los mecanismos ciegos del
poder/carencia de poder, obstaculizando el paso de la guerra para hacer sitio a los
conflictos políticos y a la negociación política como alternativa para la construcción de una
sociedad más humana y libre” ( Sánchez, 2006: 67). La Ruta tiene como su principal
estrategia la movilización a nivel nacional y local.

Mujeres Autoras y actoras de Paz - MAAP- nace en 1997, como iniciativa de la Fundación
Dialogo Mujer quién convocó para visibilizar las formas de vulneración de los derechos de
las mujeres que se encuentran en zonas de conflicto armado, sobre todo las mujeres
populares (indígenas, afrodescendientes, jóvenes y urbano populares) y posicionarlas
como sujetas políticas.

La Mesa de Concertación de Mujeres nace en 2000 para aglutinar intereses y propuestas


de mujeres de los sectores populares desde un espacio “amplio pluralista, plurisectorial y
democrático para la acción y participación políticas y social de las diferentes
organizaciones de mujeres a nivel local, regional y nacionalÉcon ello busca “avanzar
colectivamente en la presencia social y política de las mujeres y construyendo una
agenda política concertada (Mesa de Concertación. Mimeo)

La Alianza de Mujeres por la Paz – IMP nace en 2002 con el objetivo de reunir a diversas
organizaciones de mujeres que trabajaban por la paz haciendo énfasis en lograr la
participación de las mujeres en los procesos de negociación. IMP es producto de la
Constituyente de Mujeres, que articuló varias organizaciones y redes que se proponían la
construcción de la Paz en Colombia de la que surge la Agenda de las Mujeres por la Paz,
refrendada en esa constituyente (Documentos IMP)

Como puede verse los objetivos por el cual nacieron las redes son diferentes, unas nacen
con el propósito de hacer política propiamente contra la guerra o por la construcción de la
paz (Ruta, IMP y MAAP), otras para la incidencia política en políticas públicas (Red
Nacional y Mesa de Concertación) aunque consideran el conflicto armado como un marco
tanto de análisis como de acciones.

Esto marca de alguna manera las prioridades y el tipo de actuación y la profundización


conceptual en torno a la guerra y la construcción de paz.

26
Sobre las prioridades de la Red Nacional una de sus integrantes señala:

“el objetivo fundamental de la Red desde sus inicios siempre ha sido la promoción, la
difusión y la defensa de los derechos de las mujeres haciendo énfasis en los derechos
sexuales y reproductivo. Eso ha hecho la Red desde sus orígenes y la Red todavía
continúa haciendo eso, nosotras insistimos en ese aspecto… analizamos los derechos de
las mujeres a la luz del conflicto armado, cómo el conflicto hace que la mujer pierda sus
derechos o que la mujer no tenga oportunidades de ejercer sus derechos. (Red Nacional).

La Mesa de Concertación, se propone como su principal objetivo “fortalecer y consolidar


el movimiento social de mujeres, como interlocutor del movimiento político y social en su
diversidad y pluralidad construyendo lo nacional a través de mapas y censos regionales,
poblaciones y sectoriales, sobre actuaciones y propuestas avanzando colectivamente en
la presencia social y política a de las mujeres y construyendo una agenda política
concertada” (Documento. Mimeo)

Una de sus integrantes nos dice sobre las prioridades:

“La estrategia seria, uno: capacitación, o sea pensamos que necesariamente hoy en las
condiciones que vive el país cada vez hay que capacitar mas a las mujeres...
Políticamente, sobre los temas del país, sobre el uribismo, el paramilitarismo, lo que yo te
acababa de decir de cómo las mujeres podemos aportar mucho a este proceso,
generando mucha más conciencia, desde el lugar mas ínfimo donde nosotros nos
encontremos, cierto? El otro es movilización, nosotros pensamos que la mejor estrategia
es nosotros movilizarnos en todos los espacios de lucha que hayan en el país, hacer
presencia, estar allí, en todos los conflictos sociales sean sindicales, sean de mujeres, ,
estudiantiles, ahí tiene que hacer presencia de la Mesa. Son como las dos estrategias de
la Mesa” (Mesa de Concertación).

La Ruta Pacífica de las Mujeres se define como un movimiento social contra la guerra,
definiendo sus prioridades como sigue:

“Un primer paso para este proceso fue asumirse frente a la guerra como una propuesta
pacifista, feminista y noviolenta; un segundo paso, indagar por las causas del conflicto
armado colombiano y su impacto en la vida de las mujeres; y un tercer paso, se dio con la
ardua tarea de urdir, tejer y entretejer propuestas articuladoras, no sólo con el propósito
de difundir que es posible terminar con la guerra vía la negociación política, sino también,
de universalizar este mensaje y desarrollar la imaginación feminista suficiente como para
hacer irrenunciable la construcción de una sociedad nueva y mostrar cómo todas las
colombianas y colombianos se beneficiarán del cambio” (Sanchez, 2006).

MAAP por su parte pretende ampliar y fortalecer el diverso Movimiento de Mujeres por la
Paz “para lograr incidencia política a nivel local, regional, nacional e internacional, desde
una plataforma ideológica pacifista y civilista” (MAAP. Mimeo).

Una de sus integrantes señala “MAAP surge como una iniciativa que busca generar una
cultura de paz en el país, desde la estrategia de trabajar con las organizaciones de base y
con mujeres que estén haciendo trabajos por lograr la paz en Colombia desde sus
quehaceres y desde el respeto por la diversidad” (MAAP).

27
IMP por su parte se propone la inclusión, interlocución y negociación de la Agenda de las
Mujeres por la Paz refrendada por 192 mujeres en la Constituyente Emancipatoria de
Mujeres en el año 2002 en los planes de desarrollo nacionales, departamentales y
municipales. (IMP, 2003) En ese sentido su prioridad es participar en los procesos de
negociación que se dan en el país con los actores armados, incluyendo los paramilitares.

Como se ve, las prioridades de una y otra red varían de acuerdo a los propósitos que se
proponen como prioritarios y los motivos por los cuales surgieron. Esto puede conllevar a
una mayor o menor profundización sobre el tema de la guerra y la paz.

4.1 ¿Contra la guerra o por la paz?

Podría decirse que entre estas dos propuestas no hay diferencias y que hacer una política
contra la guerra supone la construcción de la paz y que construir la paz supone oponerse
a la guerra. Las integrantes de las redes analizadas se posicionan en una y otra
propuesta, algunas ven diferencias, otras no tanto.

MAAP se propone la construcción de una cultura de paz y eso implica no solo acabar con
el conflicto armado:

“Para nosotras la paz no es solamente la resolución del conflicto armado. Lógico, una de
las cosas inmediatas es resolver una guerra, esas guerras. Para nosotras la paz va
muchísisimo más allá que ese discurso superficial… para nosotras va hacia resolver
condiciones también de vida, de relacionamiento, de resolución de las diferencias y ahí
pues entramos a todas las discriminados de los discriminados a aliarnos frente a esas
diferencias que no son reconocidas, no son respetadas y que más bien son
discriminados” (MAAP).

Desde IMP se apuesta por la construcción de la paz por ser más amplio, una propuesta
de reconstruir una nueva sociedad:

“IMP es iniciativa de mujeres colombianas por la paz y esto es distinto a hacer una alianza
contra la guerra, porque la paz es un concepto mucho más amplio y más incluyente y la
paz no es el silenciamiento de los fusiles, la paz es deconstruir y reconstruir un nuevo
modelo de sociedad, de país, de Estado, un nuevo régimen, un nuevo modo de vida, y
cuando decimos modo de vida por supuesto que estamos diciendo desde el orden de la
construcción de las identidades, las subjetividades, las múltiples ciudadanías, hasta la
construcción de un modelo económico distinto y un modelo de gobierno distinto” (IMP)

Desde la Red Nacional se asume más la construcción de la paz que contra la guerra:

“es distinto cuando tu dices estoy en contra del hambre a reivindico el derecho por la
alimentación, para mi esa es la diferencia fundamental, yo tengo como un problema de
dignidad con ello me entiendes, mejor dicho, por supuesto que estoy en contra de la
guerra, pero a veces yo siento que… cuando tu estas peleando en contra de la pobreza y
en contra del hambre, yo percibo un dejo de asistencialismo en el asunto que a mi no me
gusta. Cuando nosotros estamos hablando por una dignidad y una realización integral de
los derechos de las personas, y el derecho a la alimentación como un derecho
fundamental, yo siento que tu discurso entra en la esfera de la dignidad. Es como la gran
diferencia entre los objetivos del milenio y la reivindicación por los derechos y Beijing y el

28
resto, entonces creo que ahí, cuando estoy en contra de la guerra, nosotras sentimos que
es como darle toda la importancia a ese esquema patriarcal de tener que estar luchando
con los guerreros para que se transforme, nosotras queremos construir una sociedad en
paz, transformada, distinta, con culturas distintas, con políticas distintas y donde las
mujeres tengamos espacio ( Red Nacional)

La Mesa de Concertación está por la construcción de la paz. Una de sus integrantes lo


expresa de la siguiente manera:

“la mesa está diciendo la paz no se consigue callando solamente los fusiles, tiene que
haber inversión social, tiene que haber una verdad, tiene que haber una justicia y es una
verdad, una justicia y una reparación históricas, y los negros en Colombia estamos
buscando eso. Entonces en la mesa pongamos, es tal vez el escenario en donde más
hemos logrado encontrar eco entre las mujeres para lograr, hacer un trabajo de defensa o
de posicionamiento de esas ideas.” (Mesa)

La Ruta Pacífica de las Mujeres es la que se diferencia del resto de las redes en apostarle
abiertamente a una política contra la guerra aunque con ello se busque la construcción de
la paz y lo hace desde el antimilitarismo y el pacifismo:

“Es una pregunta bien compleja pero nosotras. Pensamos que… la paz no es una razón
en si misma, hay muchas concepciones frente a la paz, pero para nosotras por la
profundidad que tiene la relación de la guerra con el armamentismo, el patriarcado, la
industria militar y la violencia, yo creo que el decir no a la guerra nos recogía mucho más
en el sentido que te dije, de que la guerra es esa expresión exacerbada de las violencias
que viven las mujeres privadas y públicas, entonces para nosotros es una postura mucho
más cercana al feminismo. Luchar contra la guerra nos implica buscar la paz con
condiciones dignas, la paz como una construcción porque no creemos que haya una paz
perfecta, siempre será muy imperfecta y siempre en la búsqueda de mejores condiciones
pero digamos que para el contexto colombiano nosotras nos planteábamos ese no a la
guerra más que por la construcción de la paz, nunca la Ruta se ha nombrado Ruta
Pacifica por la construcción de la paz sino contra la guerra que fue lo que nos hizo surgir,
el impulso vital de nosotras que fue lo que les estaba pasando a las mujeres en el Urabá
y especialmente lo que tiene que ver con el cuerpo de las mujeres porque lo que nos
movió fue la violación de las mujeres y constatar que en Colombia era un tema bastante
escondido y que tenia lugar, que estaba ocurriendo en el conflicto armado y que las
mujeres no estábamos diciendo nada respecto a eso, yo creo que eso fue el impulso vital”
(Ruta Pacífica)

Las visiones aquí van en el siguiente orden. Las que le apuestan al No a la Guerra lo
hacen debido al contexto mismo del conflicto y las motivaciones por las cuales surgieron,
en el caso de la Ruta Pacífica las afectaciones del conflicto armado en las mujeres de
Urabá y hacer visible las múltiples formas de violencia que sufren las mujeres en el marco
del conflicto. Se percibe como una estrategia más concreta por las diferentes
interpretaciones y paradas que puede tener la construcción por la paz. Al hacerlo desde el
pacifismo y el antimilitarismo contemplan el desarme y la desmilititarización no solo como
acción de dejar las armas, sino desde la promoción del antimilitarismo y el pacifismo en la
vida y en todas las relaciones sociales, lo cual entienden contribuye a la construcción de
la paz. Las cuatro redes restantes, con sus matices, apuestan a la construcción de la paz
por considerarlo más amplio y más positivo que implica el desarme pero también una
cultura de paz en todos los órdenes y espacios de la vida pública y privada.

29
5. LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA: SUS DIFERENTES APUESTAS

Sin querer reducir la práctica política feminista a corrientes y debates cerrados y limitados,
para fines de este documento intento hacer una sistematización de los debates
fundamentales que se han generado en torno al tema de la participación política. En el
feminismo ha habido dos concepciones fundamentales de la política, aunque no
reductibles que se podrían, tal vez con algunos sesgos, ubicar la práctica del movimiento:
una que se podría denominar el cambio de paradigmas y cambios culturales y la otra la
política vista como negociación y gestión (Lamas, 2000).

Ambas concepciones han estado atravesadas en la historia del feminismo y en sus


corrientes en muchos casos coincidiendo, en otros, provocando rupturas, confrontaciones
y tensiones.

En torno a ello en América Latina y El Caribe se podrían identificar 2 tipos de debates


generales en ese sentido: un primero que podríamos ubicar en la polarización generada
en el feminismo de la igualdad vs el feminismo de la diferencia, surgido, en lo que se ha
denominado la primera ola en los años setenta y un segundo a partir de la década de los
80 y 90 en torno a la autonomía: primero frente a los partidos políticos y segundo frente a
los procesos de institucionalización: oegenización, dependencia del Estado a partidos
políticos, a la cooperación internacional y a instituciones internacionales como Naciones
Unidas.

Sabemos que el feminismo de la igualdad ha sostenido que las diferencias genéricas


entre hombres y mujeres han sido construcciones sociales que crean desigualdades y
jerarquías. Desde esta corriente se asume que las diferencias entre mujeres y hombres
no son más que mecanismos del patriarcado para justificarse y mantener a las mujeres
fuera de los espacios de poder ejercido por los hombres, por tanto son las bases
fundamentales para el sexismo. Las feministas de esta corriente no son homogéneas, ha
habido matices y diferentes entradas para concebir la igualdad pero, las estrategias
fundamentales de esta corriente, ha sido entrar a los espacios de poder público, la
negociación, el cambio de leyes, entrar a la normativa del mundo androcéntrico bajo el
supuesto de que con ello se minimizarían las diferencias de género. (Amorós.1990: 56).
Este tipo de feminismo tiene sus raíces en la la Ilustración en el siglo XVIII.

Desde los 70 nace el feminismo de la diferencia por su parte hace una crítica al feminismo
de la igualdad en haberle dado el triunfo al paradigma masculino en tanto se rige bajo las
mismas normas y reglas. Su postulado fundamental lo fue la afirmación de la diferencia
creando la cultura de la “feminidad” (Sendón.2002:22). En ese orden reivindican las
diferencias genéricas, pues sostienen que asumir la igualdad como principio es negar la
diferencia sexual femenina en beneficio de un sujeto que se pretende universal: el
masculino. Esto por tanto reproducía el sexismo más que abolirlo. Su estrategia principal
ha sido el reconocimiento y una valorización de la feminidad en tanto aporta al mundo
elementos para la paz, cuidado y lo hace más humano. En ese sentido toma la
experiencia del cuerpo un “instrumento político” y propugna por la autonomía de las
mujeres frente a los hombres. Es así que el feminismo de la diferencia replantea el
problema de la construcción de subjetividades a partir de la consideración de los hombres
y de las mujeres como grupos social e históricamente constituidos y privilegia el aspecto
político de la subjetividad. Esta tendencia tampoco ha sido homogénea y también las
maneras de concebir las diferencias han sido múltiples. Lo que sí debemos reconocer es
que esta tendencia permitió los grupos de autoconciencia y mayor autonomía de las

30
mujeres, lo cual le imprimió radicalidad a la propuesta feminista, aunque no dejó de ser
esencialista en muchas de sus posturas.

Bajo estas tensiones surge para los feminismos un nuevo dilema: ¿Cómo construir a las
mujeres como sujetas políticas, sin homogeneizar otra vez sus diferencias en la
constitución de una posición política colectiva necesaria para construir movimiento?
¿Cómo fundar la representatividad política de las mujeres, sin caer en las trampas de la
igualdad?

En la década de los 80 y 70 este debate llevó a polarizar las prácticas feministas a tal
punto que eran vistas como visiones separadas y antagónicas. Hoy, estas tendencias no
se presentan solas, sino que se entrelazan. Muchas feministas asumen por un lado la
valorar “lo femenino” y/o reconocen que las diferencias entre hombres y mujeres son
construidas social y culturalmente en las sociedades patriarcales, al tiempo que entienden
que hay que entrar a los espacios de poder de política formal, espacios históricamente
masculinizados.

Ha habido también propuestas que no entran ni en una ni en otra. Las experiencias de las
feministas anarquistas, de muchas lesbianas feministas, de muchas materialistas, entre
otras, no tienden a polarizarse de esta manera, por un lado rechazan todo lo que tiene
que ver con la valoración de “lo femenino” y por otro no hacen política para incidir en
espacios de la política tradicional, más bien se sitúan en un cambio de paradigmas
propugnando por autonomías y deconstrucciones.

Otro de los debates generados en torno a la política feminista fue lo que se denominó,
autonomía y la doble militancia y luego autonomía vs institucionalización.

Lo primero se produce a finales de los 70 y principios de los años 80 y tiene que ver con
el cuestionamiento de muchas feministas a los partidos de izquierda por sus estructuras
jerárquicas y machistas en donde no tenían cabida las propuestas feministas. Esto hizo
que las que no pertenecían a estas estructuras o las que habían salido de ellas
cuestionaran la “doble militancia” (partidos y al mismo tiempo movimiento feminista) de
aquellas que aún pertenecían a estos dos espacios simultáneamente por considerarlo
incompatible. El cuestionamiento a la doble militancia permitió que la autonomía política y
organizativa fortaleciera el movimiento tanto en sus propias propuestas como en sus
propias dinámicas

Elizabeth Alvarez, guatemalteca, narra su experiencia en ese sentido:

“Me veo-me comparto, segundo lustro de los años 80, Radicaba en México, era el
despertar lento de otra mujer, no la por ellos-patriarcado- nombrada. Aún militaba en una
disidencia revolucionaria organizada, donde el análisis y la crítica del curso social en el
país de origen nos colocaron -a mediados de la década en el intento de cambiar los
rumbos para lograr el éxito de la gesta revolucionaria en Guatemala. Los pasos en la
disidencia lo cursé en militancia, años en ella como la mujer de antes, la del ayer ajena a
la subordinación de género, reconociendo la de las otras mujeres y trabajando para
revertirla. El trabajo en colectivos de mujeres, con temáticas atinentes a nosotras por ser
mujeres me dio la medida de mi ignorancia histórica y de la enajenación que había y me
habían habitado. Dejé de ser objeto y eco de los otros, empecé a ser mujer-sujeto en
rebeldía. Cuestionada por mujeres y hombres me enrumbé hacia mí misma y las otras,
fue un lento caminar sin retorno al allá de ellos” (Alvarez, 2005: 81)

31
A partir de los años 90 en el marco de la realización de la 5ta Conferencia Mundial de la
Mujer realizada en Beijing en 1995 y específicamente desde la realización del VI
Encuentro Feminista de América Latina y El Caribe celebrado en el Salvador en 1993, los
análisis sobre la política feminista dieron un giro diferente a centrarse solo si se era de la
igualdad o de la diferencia o doble militancia. El debate se centró en torno a la
institucionalización del movimiento.

Miriam Botassi, brasileña, hoy fallecida, pone el dedo en la llaga por la denuncia de la
ingerencia del Agencia Internacional de Desarrollo (AID) en la preparación de la
Conferencia de Beijing. Este hecho sumado al llamado de las Cómplices, colectivo
compuesto por feministas centroamericanas, mexicanas y chilenas que ya venía años
atrás llamando la atención sobre la institucionalización del movimiento, coloca el debate
en el Encuentro del Salvador. En tres años, tiempo que duró la realización del próximo
encuentro feminista, fueron muchos los grupos, además de las Cómplices que comienzan
a sumarse a la denuncia de esta institucionalización, entre ellos encontramos las Mujeres
Creando (Bolivia), las Chinchetas (República Dominicana), Atem (Argentina) y otras
feministas independientes.

El proceso de oegenización fue uno de los puntos centrales.

Las organizaciones no gubernamentales surgen en Latinoamérica en la década de los 70.


Si bien han permitido trasladar las propuestas y metodologías feministas a otras mujeres
de barrios marginales, campesinas etc., presentaron lo que Sonia Alvarez denomina
“Identidad hibrida” refiriéndose al hecho que eran al mismo tiempo espacios de trabajo y
espacios del movimiento (Alvarez, 1998) Este proceso conllevó a la institucionalziación de
las propuestas feministas que antes encontraba en las protestas sociales y radicales y
callejeras su fuerza política. En ese rol, muchas ONGs se convirtieron en intermediarias
de la sociedad civil y el Estado en procesos de las diversas cumbres de la ONU de
acuerdo a la nueva agenda de las políticas públicas. La pérdida de la responsabilidad del
Estado en las políticas sociales hicieron que muchas ONGs profesionalizadas se hayan
convertido en substitutas del Estado mismo” (Ibid: 5). Muchas de las críticas de esta
tendencia denominaron a ello tecnocracia de género refiriéndose a la perdida de
horizontes feministas y la sustitución de lo técnico por lo político.

Otro tema fue la relación con el Estado. Cada vez mas feministas entraron al "advocacy",
el lobby, el monitoreo, y la evaluación de políticas públicas desde una visión pro-género y
la incorporación de la mujer al “desarrollo”. Sonia Alvarez ha hecho en este sentido la
siguiente reflexión: ¿Qué implicaría tal visión o teorización del Estado para las prácticas
feministas en las Américas al umbral del nuevo milenio? Evidentemente, nos llevaría a
rotundamente descartar cualquier tipo de estrategia feminista-liberal en relación al
Estado, en la cual el mismo es visto como un actor neutro en la estructuración de las
relaciones de poder de género, clase, raza, sexualidad, etc. En el caso específico de los
actuales Estados latinoamericanos, como me insistió una feminista peruana,
"simplemente no puede haber un feminismo liberal donde no hay un Estado liberal".
(Alvarez, 1998:5)

Lo que en 70 se planteó como una política radical de no intervención del Estado en las
mujeres fue transformado. Desde una visión liberal de la política del género las lógicas
han sido la complementariedad de los sexos y la búsqueda de intervención del Estado en
la regulación y normatización de las vidas, sexualidad y los cuerpos de las mujeres,

32
contrario a contrario a evidenciar las relaciones de poder. Con ello el feminismo como
movimiento social va perdiendo fuerza sobre todo desde posturas más radicales y
autónomas.

La cooperación internacional fue otro punto del debate.

Desde una racionalidad lejos de procesos transformadores la demanda de muchas


agencias de cooperación fue que muchas ONGs produjeran impactos en políticas
públicas, resultados concretos e indicadores a corto plazo convirtiendo a las mujeres con
que se “trabajaba” en “destinatarias de las acciones de las ONGs. La dependencia a los
financiamientos internacionales cambió las lógicas feministas, más tecnificación, más
verticalización de las estructuras institucionales y organizacionales y la cada vez más
concentración de liderazgos. La lucha por el poder y el control se hizo patética y esto
generó tensiones en el movimiento.

Y el punto intenso de estos debates fue en torno a Naciones Unidas a través de los
procesos pre y postpreparatorios de las Conferencias Mundiales. Las que asumieron el
papel de “grupos impulsores o focales” fueron acusadas de representar un movimiento
que no las había elegido. Además de ello la coordinadora de la Conferencia Internacional
de la Mujer propuesta por las Naciones Unidas la peruana Virgina Vargas (Gina) había
asumido ser asesora del Banco Mundial y esto produjo las más acaloradas críticas. La
búsqueda de Vargas según sus propias palabras:

“ generar un proceso de movilización y reflexión sobre el movimiento de mujeres de la


región, que recupere la experiencia y conocimiento acumulados por este en los últimos 20
años y del otro elaborar propuestas que se expresen en la capacidad de negociación de
los gobiernos de la región” ( Vargas citaba por Barig, 1998: 9).

Ciertamente así fue. Lo que se produjo a nivel regional en torno a Beijing fue una gran
movilización de negociación y gestión con los gobiernos desde la lógica del género
movilizándose una cantidad de recursos y presentaciones y sobre todo colocándose una
gran parte del movimiento en las dinámicas de la ONU perdiendo parte de sus dinámicas
propias.

En 1996 en el VII Encuentro Feminista en Chile es donde este debate llega a su punto de
explosión. Las tensiones entre corrientes diversas se hicieron visibles y palpables muchas
veces con niveles de agresividad que muchas catalogaron de “violentas”. El Encuentro, y
posteriormente el movimiento a nivel regional, se dividió en tres grandes tendencias: las
llamadas institucionales, las autónomas y las llamadas Ninis (ni las unas ni las otras).
Las llamadas “institucionales” eran las que se ubicaban en los espacios como las Ongs o
instituciones gubernamentales e internacionales y que impulsó los procesos hacia y
después de Beijing.

Liliana Celiberti, uruguaya, organizadora de los procesos a la Conferencia señaló:

«Este es el feminismo que marchó hacia Beijing, que ganó visibilidad, que involucró a la
más diversa gama de organizaciones con diferencias de país a país, pero en todos se
jugó a lo público poniendo en juego la capacidad democrática del movimiento. Esto
generó rechazos que se suman a los malestares que crean en las democracias
latinoamericanas las impunidades, las frustraciones, las corrupciones. Y esos malestares
se expresan a veces como fanatismos» ( Camuso, 1996)

33
Las autónomas, por su parte denunciaban la institucionalización del movimiento, a través
de la política de Estado, la ingerencia de las Naciones Unidas en la cooptación del
movimiento y del Banco Mundial y la cooperación internacional.

Margarita Pisano Chilena de esta corriente apuntaba en el Encuentro de Chile: «En estos
últimos tiempos hemos visto a muchas feministas instalándose desde la perspectiva de
género en un sistema que hoy sostiene 57 guerras en el planeta; reconociéndole y
legitimándole la capacidad de resolver los problemas que él mismo provoca y necesita
para sostenerse…Para la instalación de ese feminismo ha sido necesaria la acomodación
del discurso a las posibilidades que ofrece la cultura/estructura, al mismo tiempo que la
cultura/estructura ha ido acomodándose para recibir a las mujeres. Esta acomodación se
lee como cambio cultural, pero no lo es. De hecho el patriarcado ha abierto lugares
exclusivos de hombres a las mujeres, pero sin variar su esencia» (Idid).

Y por otro lado estaban las llamadas Ni las Unas ni las Otras (Ninis) quienes asumieron
una posición intermedia entre una y otra:

En su comunicado leído en el Encuentro señalaron:

«No nos (ad)herimos a ninguna posición, ni queremos que nos y se nos (ad)hiera a una
lógica dicotómica» (...) «No queremos afirmarnos en una práctica donde resulte más
sencillo disputar que construir. Fragmentar y dividir también es hacerle el juego al
neoliberalismo» (Ibid)

Estos encuentros y procesos marcaron tensiones profundas de muchos años produciendo


incluso atomizaciones en el movimiento que llegan hasta hoy día.

Sin hacer una reducción del impacto que tuvo este proceso en el movimiento, lo
interesante desde mi punto de vista es que logró colocar los efectos que para el
feminismo ha tenido la institucionalización del feminismo haciendo perder mucha de la
radicalidad que propone en sus fundamentos políticos.

Esa institucionalización en mayor o menor medida, con diferentes modalidades, se hace


de manifiesto en la gran mayoría de las organizaciones del movimiento feminista y de
mujeres.

Por el carácter de este documento y la metodología abordada no fue posible analizar este
fenómeno en las 5 redes que analizamos, por tanto, a pesar de que salen algunos
elementos en las entrevistas realizadas y los documentos revisados de niveles de
institucionalización, no me atrevo por el momento a explicitarlos aquí, sin embargo me
permito solo presentar algunas preguntas:
- ¿Cuál es el grado de dependencia hacia los financiamientos internacionales y en
ese sentido, cuál es el nivel de ingerencia de la cooperación internacional?
- ¿Cuál tipo de estructuras se fomentan en las 5 redes y en ese sentido, cuál tipo
de liderazgos se promueve y se lleva a la práctica?
- ¿Las prioridades de las agendas políticas obedecen más a las propias dinámicas
del movimiento o vienen dadas en las lógicas de las Naciones Unidas o de la
cooperación?
- ¿Cuál es el nivel de autonomía que se construye?

34
Estas solo son algunas preguntas para promover el debate y que sirvan para la reflexión.

Veamos algunos elementos de las estrategias fundamentales que se proponen las 5


redes estudiadas en torno a estos debates.

Cuatro de las 5 redes al mismo tiempo que se reconocen las cualidades “femeninas” con
base a las diferencias construidas, buscan entrar a los espacios de la política formal para
lograr políticas publicas, cambio de leyes y cuotas de representación vía la inclusión de
las mujeres en las instituciones donde se asumen “se toman las grandes decisiones”. Así
la Red Nacional, IMP, la MESA y el MAAP tienen en mayor o menor medida dentro de sus
acciones formar liderazgos en las mujeres para que puedan asumir cargos públicos, La
Ruta Pacífica a pesar que hace una política desde la movilización y lo simbólico para
generar cambios culturales, interlocuta con espacios institucionales nacionales e
internacional (Ver plenaria taller 1).

Tanto la Red Nacional como IMP se proponen prioritariamente la promoción de las


mujeres en espacios de políticas formales (gobiernos locales, departamentales y
nacionales), incidir en las políticas públicas para que las demandas de las mujeres sean
consideradas desde una perspectiva de los derechos y lograr así una ciudadanía plena
asumiéndose que es en estos espacios en donde se toman las grandes decisiones.

Una de las integrantes de IMP explica:

“nosotras tenemos como objetivo fundamental hacer incidencia política en el tema de las
mujeres, en la visibilizacion de las violaciones de los derechos humanos de que son
víctimas las mujeres y en el posicionamiento político de las mujeres y la participación en
espacios de decisión, entonces para lograr estos objetivos se viene trabajando de
diversas formas: primero la capacitación a las mujeres en estos temas y se cuenta con
una herramienta fundamental que ha sido la construcción de una agenda política que fue
construida con la participación de muchas mujeres, pero también de otras organizaciones
que incluso no están hoy en la alianza, se ha construido una agenda política que es
nuestra carta de navegación, contiene 12 puntos que casi que son un programa de
gobierno, que parten además de reconocer exclusiones de las cuales han sido víctimas
las mujeres históricamente, exclusiones económicas, exclusiones políticas, exclusiones
de tipo sexual, etc., y a partir de esas exclusiones pues se plantean unos objetivos y se
plantea una estrategia de cómo lograrlo. Digamos que como estrategia fundamental está
el cómo incidir en los espacios de decisión participando en la elaboración de los planes
de desarrollo locales y en los diversos concejos locales. ( IMP).

La estrategia fundamental de la Red Nacional la explican de esta manera:

“yo creo que la estrategia fundamental de la Red Nacional de Mujeres ha sido el trabajo
de la incorporación normativa de las demandas y necesidades de las mujeres:
reglamentación, garantía de derechos, etc., etc., y va en toda la gama de derechos” (Red
Nacional).

MAAP y la Mesa de Concertación si bien hacen una política dirigida a la participación de


espacios en la política formal, buscan incidir en varios espacios sociales y políticos:

35
“incidimos a lo interno del movimiento de mujeres y de los movimientos sociales y
también a lo externo, y también a lo interno de MAAP incidimos, o sea, no es que nos
quedamos solamente como actoras y advocacy frente al mundo…” (MAAP).

“A ver, yo pienso que es un proceso que nos es de ahorita, es un proceso que viene de
muchos años atrás y que construir poder está en el hacernos valer como las personas
pensantes que somos, personas aportantes a este proceso, pienso que es la principal
estrategia, abrirnos espacios valederos donde en realidad no nos los tengan que dar por
pesar sino porque no los ganáramos por nuestros meritos, por nuestro trabajo. Esos
espacios valederos... desde muy, como te digo yo, desde lo mas sencillo, desde el hogar
por ejemplo, desde el hogar nosotros tenemos que enseñarle a nuestros hijos que
nosotras como mujeres valemos, que nosotras las mujeres no estamos diseñadas para el
servicio doméstico ni... sino que nosotras somos una parte política interesante e
importante en este proceso; en los sindicatos, en los sindicatos desafortunadamente
sigue prevaleciendo el patriarcado, la mayoría de sindicatos tú los ves y las juntas
directivas son hombres..desde las organizaciones sociales, cierto?...Participar
políticamente es por ejemplo, atrevernos, atrevernos a hacer parte del Estado, atrevernos
a participar en corporaciones publicas, atrevernos a candidatizarnos, a veces uno no lo
hace por el temor de que no, que las mujeres de pronto no van a pasar pero nos damos
cuenta como mujeres valiosas pueden llegar a hacer algo allá, por lo menos sentar
nuestras posiciones” (Mesa de Concertación)

La Ruta Pacífica tiene como estrategia fundamental la movilización social, con ello busca
la construcción de imaginarios sociales que contribuyan a instaurar una cultura en la que
las salidas políticas negociadas noviolentas, sean parte integral de la vida cotidiana: “En
los mensajes y los planteamientos discursivos para las movilizaciones, la Ruta hace suyo,
a través de las denuncias, los panfletos, los rituales y los productos audio-visuales, el
planteamiento del cuerpo y la sexualidad como lugar de enunciación (Sánchez, 2006: 7)
Una de sus particularidades la utilización de símbolos para la creación de nuevos
imaginarios:

“mientras que los otros movimientos quieren estar haciendo parte de, participar en la
democracia representativa, estar como en esos puestos de poder, la ruta yo digo que se
piensa mas como la transformación (Ruta Pacífica)

Algunas consideran que el tipo de movilización que hace la Ruta a zonas de conflicto
pone en riesgo a las mujeres que se ubican en esos territorios:

“las Rutas que han hecho a las regiones, muy importante para el impacto y todo eso, de
masas, de todo ese cuento, es importante el impacto en el país… y decirlo en los medios
de comunicación. Pero en las regiones, llega unas mujeres de fuera, en buses, están las
mujeres allá metidas en la boca del tigre. Agitamos consignas contra el paramilitarismo y
está la mujer ahí al lado con el paramilitar. Muchas mujeres que han estado en estas
marchas dicen, ¿a qué vinieron éstas, a ponernos de carne de cañón?, porque
seguramente ellas por allá van y desaparecen después y nosotras quedamos acá
enfrentadas con nuestros enemigos, que entre otras son el vecino, son el alcalde…
Entonces nosotras pensamos que la cuestión es estratégica y también de cómo se
diseñan los proyectos y para quién se diseñan los proyectos, para impactarle a quién.
Para que quién se empodere, para que quién termine siendo objeto y carne de cañón de
cosas… Igual lo hacían las izquierdas y las guerrillas, entonces era el cuento del fin
justifica los medios” (MAAP)

36
Integrantes de la Ruta opinan sobre este aspecto lo siguiente:

“Bueno eso lo hemos discutido mucho en la ruta, por ejemplo en la ruta al Putumayo
también pasó lo mismo, en la ruta que hicimos a Bogotá también, no pero yo creo que
hay que tomar el riesgo, las mujeres no nos podemos detener a pensar que sí que hay
mucho riesgo; no yo no voy a negar el riesgo pero no significa que el riesgo nos vaya a
detener, yo creo que las mujeres estamos en un despertar muy interesante, inclusive de
retar, es como un reto, inclusive las mujeres somos, yo lo llamaría una palabra que no se
qué connotación pueda tener pero las mujeres somos muy atrevidas, de pronto miles
años de silencio ahora se nos convierte en mucho atrevimiento, en que estamos resueltas
a muchas cosas, mire: solas o acompañadas tenemos muchos riesgos, igual, en el
momento que se de la movilización hay mucho riesgo; pues hasta ahora no ha pasado
nada, de pronto la dinámica de la guerra, voy a decir algo atrevido, de pronto nos ignora
porque muchas veces hemos conversado eso, dirán ahí van ese poco de locas y de
pronto no saben el costo político, o lo político que hay dentro de esa movilización, nos
ignoran, pero eso va dentro de la ignorancia de la guerra, no respetar la otra parte como
cuando usted quiere a alguien y usted le susurra al oído, le dice: es mejor que no hagas
esto porque está mal, eso usted lo hace con cariño; entonces de repente esa prepotencia
de la guerra ignora ese susurro al oído, mire aquí hay un poco de mujeres diciéndole a
ustedes que ese no es el camino, miren esa otra parte que somos nosotras las mujeres
que decimos por medio de cantos, colores, actos simbólicos, gritos, lágrimas que hay
otros mundos, entonces, ese susurro al oído lo ignoran, de pronto más adelante diría yo,
años más adelante, años, años más adelante, ese susurro al oído sea escuchado, de
pronto nosotros estamos arando el terreno para que mas adelante ese susurro sea
importante; pero entonces no lo vamos a dejar de hacer y sabemos que hay mucho riesgo
porque igual como nos pueden ignorar, también esa dinámica de la guerra se puede
plantear desde la violencia y decir así como nos ven como locas por los caminos
haciendo cosas locas, también nos pueden ver como una amenaza y puede llegar el día
que de pronto nos violenten, pero ese día no ha llegado por ahora, hay que pensar en lo
que hasta ahora estamos haciendo, generar conciencia de una manera muy linda, de una
manera muy amorosa, de una manera distinta, de una manera de crear conciencia de
otra manera, las mujeres movilizándose en contra de la guerra, corriendo tras sus
canciones, corriendo tras sus sueños y motivando un mundo mejor, un mundo que las
respete (Ruta Pacífica).

Como se evidencia en las declaraciones ofrecidas por las entrevistadas hay redes que la
participación política la hacen con estrategias cuyos énfasis es el de promover la
participación formal. Es el caso de la Red Nacional e IMP, otras combinan las estrategias
interviniendo en otros sectores y movimientos sociales como MAAP y la Mesa de
Concertación y la Ruta Pacífica a pesar que hace énfasis en la movilización también
interlocuta con espacios formales de la política. Todo ello evidencia que la participación
política es concebida mezclando estrategias que se corresponden a algunos de los
postulados del feminismo de la igualdad y de la diferencia, así como lo que Sonia Alvarez
denomina Feminismo de Estado (Alvarez, 1998).

37
6. PROCESOS DE NEGOCIACIÓN Y LA VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN

6.1 Procesos de negociación

Los procesos de negociación que tienen que ver con conflictos armados son sumamente
complejos en tanto se ponen en juego dimensiones políticas, jurídicas y éticas en las que
muchas veces hay tensiones entre una y otra. ¿Qué debe hacer una sociedad en conflicto
armado frente a los responsables de crímenes y violadores de derechos humanos,
castigarlos o perdonarlos en pos de la reconciliación nacional?

Las respuestas a esta pregunta se centran en las tensiones que surgen de dos tipos de
justicia: la justicia retributiva y la justicia transicional.

El paradigma de justicia transicional, puesto en boga en los últimos treinta años refiere a
transiciones de la guerra hacia la paz involucrando los diversos actores implicados en el
conflicto. Para Rodrigo Uprimny Yepes se trata de procesos que “buscan ordinariamente
llevar a cabo una transformación radical del orden social y político de un país para
reemplazar un estado de guerra civil por un orden social pacífico bien para pasar de una
dictadura a un orden político democrático. Especialmente cuando se trata de transiciones
negociadas, cuyo objetivo es dejar atrás un conflicto armado y reconstruir el tejido social,
dicha transformación implica la difícil tarea de lograr un equilibrio entre las exigencias de
justicia y paz, es decir entre los derechos de las víctimas del conflicto y las condiciones
impuestas por los actores armados para desmovilizarse” (Uprimny, 2006:20).

La justicia transicional prevé el castigo a los víctimarios a través de la implementación de


normativas internacionales y en ese sentido individualiza y castiga los responsables de
crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos antes de la transición a la vez que
considera la garantía a los derechos de las víctimas. Las formas y los niveles de la
aplicación de esta justicia varían según los contextos4.

La justicia restaurativa en cambio pone la atención a que el derecho penal no se centre


tanto en el acto criminal y en sus autores, sino hacia las víctimas y los daños que le
fueron ocasionados.

Catalina Botero y Estaban Restrepo profundizan en esta definición: “Una perspectiva


como ésta encuentra justificación en el hecho que el castigo retributivo del ofensor es
visto como insuficiente para restablecer la convivencia y social y pacífica, pues no toma
en cuenta de manera preferente los sufrimientos y las necesidades de la víctima, ni
permite la adecuada reincorporación del delincuente a la comunidad. En ese entender, el
paradigma restaurados pretende centrarse en el futuro y no en el pasado y, al hacerlo,
lejos de basarse en la evaluación de la culpa del ofensor, le otorga una importancia
fundamental a la búsqueda de aquellos mecanismos a través de los cuales éste puede

4
Rogrigo Uprimny clasifica en cuatro tipos los procesos transicionales: los “perdones amnésicos” cuyas
características son amnistías generales y no contemplan estrategias para esclarecimiento de la verdad o para
reparación de las víctimas; los “perdones compensadores” que consisten en amnistías generales con
estrategias de implementación de comisiones de la verdad y algunas medidas de reparación a las víctimas;
“perdones responsabilizantes” que contempla el establecimiento de comisiones de la verdad, exigencia de
confesiones totales sobre crímenes, previsión de ciertas reparaciones y otorgamiento de perdones individuales
y condicionados; y transiciones punitivas que supone el establecimiento de tribunales ad hoc para castigar los
responsables de crímenes y de lesa humanidad (Uprimny, 2006: 23)

38
adquirir conciencia acerca del daño que causó, reconocer su responsabilidad e intentar
reparar ese daño” (Botero y Restrespo. 2006:119)

Entre los mecanismos utilizados por este paradigma se encuentran el perdón, el diálogo
entre víctimas y victimarios con presencia de mediadores, reparaciones comunitarias,
diálogos de grupos familiares, participación en trabajos comunitarios y terapias
psicológicas, mecanismos que se asumen necesarios para lograr la verdad y la
reparación. Su debilidad radica en que, si bien puede ayudar y complementar la justicia
transicional, no es posible concebir el perdón y el olvido en situaciones de violaciones
masivas de derechos humanos con base a “perdones “amnésicos” pues es inadmisible
desde el punto de vista ético y jurídico.

Tanto la justicia transicional y la restaurativa, por lo menos en el plano conceptual, tienen


puntos en común. Ambas apuntan hacia la reconciliación nacional, hacia el futuro y
ofrecen una posibilidad de garantizar la no repetición. No obstante el tipo de reconciliación
que prevé la justicia restaurativa implica que los actores involucrados se pongan de
acuerdo, situación difícil en el caso colombiano debido a la envergadura de crímenes
cometidos:

“De hecho, pretender que todos los que se vieron afectados por actos de violencia que
atentaron contra la dignidad humana sean capaces de construir vínculos sociales
estrechos con sus agresores implica excluir, marginar y deslegitimar el punto de vista de
muchos” (Botero y Restrespo. 2006:128).

Para lograr la justicia transicional se hacen necesarios acuerdos, mecanismos jurídicos y


políticos y la participación de todas las partes involucradas directa o indirectamente
(actores armados y víctimas directas) y la participación y legitimación a los procesos por
parte de la sociedad civil con el fin de lograr una reconciliación nacional que procure una
paz duradera ya que la sociedad a nivel general es también víctima importante de los
procesos.

En Colombia, antes de los años 90 el Estado priorizó las negociaciones políticas con los
actores armados y no consideró derechos de las víctimas, situación que ha limitado el
logro de una justicia transicional que acabe con el conflicto produciéndose lo que Uprimny,
Botero, Restrepo y Saffon han denominado justicia transicional sin transición. (2006)
fundamentándose en el hecho de la contradicción existente entre normativas
internacionales y las nacionales. Mientras por un lado el Derecho Internacional
Humanitario y específicamente la creación de la Corte Penal Internacional apuntan a que
se respete los derechos de las víctimas y que implica el procesamiento de los
responsables de los crímenes, los procesos de negociación nacional van en la mayoría
de las veces en dirección opuesta con tal de que los actores responsables de crímenes
dejen las armas para lograr acuerdos de paz motivándolos con amnistías, indultos y
disminución de penas (Botero y Restrepo, 2006)

Las Mujeres de Negro de Belgrado han dado una visión feminista a la justicia transicional
para enfrentar el pasado tanto desde la teoría como en la práctica. Stasa Zajovic explica
esta visión:

“.. no se trata de negar o reexaminar los actuales modelos de enfrentar el pasado, los
actuales modelos de la justicia transicional, porque estos modelos, mecanismos o formas,
son muy importantes para nuestro análisis y para nuestra acción. En resumen, el enfoque

39
feminista es un acto de complementar, de enriquecer y de diversificar los actuales
modelos, pero también es un intento de crear nuevas formas de enfrentar el pasado,
nuevas formas de reconocer el pasado criminal y de crear nuevos modelos de justicia
transicional” (Stasa Zajovic, 2005)

La propuesta feminista de justicia transicional según la autora trata de hacer memoria con
la historia de las mujeres en tiempos de guerra y conflicto armado ya que la historia
patriarcal reduce a las mujeres, en los periodos de crisis y de guerras, exclusivamente a
papel de víctimas y mártires con el fin de victimizarlas aún más, someterlas e
instrumentalizarlas para fines nacionalistas y militaristas

En ese sentido la propuesta trata de transgredir el consenso social: “La rebelión no


violenta contra los que han hecho las guerras y han cometido crímenes de guerra ‘en
nuestro nombre’ es un imperativo moral de la política feminista: las feministas tienen ‘el
deber’ de transgredir todas las formas del consenso nacional, sobre todo, si viven en los
Estados beligerantes cuando estos Estados apoyan las guerras y las agresiones; pero
también en los Estados cuando son víctimas de la agresión, por lo menos en la ex-
Yugoslavia, ya que ‘el consenso nacional’ siempre conduce a la opresión de las mujeres y
al control sobre ellas” (Ibid).

Para lograr la justicia transicional con enfoque feminista, Mujeres de Negro de Belgrado
han desarrollado diversas estrategias como acciones en las calles, en las que realizan
protestas, performances, recogida de firmas para iniciativas legislativas, campañas contra
la guerra, contra movilizaciones forzosas entre otras; realizan demandas permanentes de
la verdad sobre los crímenes y demandas de responsabilidad individual, penal, moral,
política, colectiva; visitan ‘lugares difíciles’ viajando a los llamados ‘Estados enemigos’
(Croacia, Bosnia, Kosovo) como actos de transgresión deliberada del consenso nacional,
de las estrategias de homogeneización y como política concreta de solidaridad y
confianza entre mujeres y la población en general, hacen visitas a lugares de crímenes
cometidos “en nombre nuestro”, recuerdan y se manifiestan en eventos y fechas
importantes de la historia de la resistencia no violenta de Serbia; realizan acciones contra
la fascistización cotidiana de la sociedad: en contra de la exclusión de los otros y de los
diferentes, en contra de la política de identidad colectiva que se basa en el odio a los otros
y a los diferentes y realizan labor educativa a través de seminarios, talleres, conferencias
en todo el país, organizando testimonios de las víctimas de la guerra, incluyendo
memorias y testimonios en la historia alternativa.

Si bien en Colombia el paradigma de justicia en donde se amparan los procesos de


negociación es restaurativa, desde el punto de vista punitivo y retributivo, con rango
constitucional incluso, registrado en el acto legislativo No 2 del 2003 que explicita: “la ley
fijará los términos en que podrán intervenir las víctimas en el proceso penal y los
mecanismos de justicia restaurativa” (Botero y Restrepo, 2006: 37); los hechos distan
mucho de ser así, mucho menos que los mecanismos de este tipo de justicia hayan
logrado la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas. Al contrario, los efectos de
“los perdones” de violaciones masivas a los derechos humanos han dejado más heridas
abiertas y han recrudecido la violencia, tal como lo afirma Rodrigo Uprimny:

“ …la experiencia colombiana muestra los efectos perversos de esas transiciones


amnésicas; las amnistías incondicionales a la terminación de los conflictos, sin que se
hubieran establecido responsabilidades ni esclarecido la verdad de lo ocurrido, ni
reparado a las víctimas mantuvieron sentimientos de injusticia y venganza que

40
alimentaron posteriores guerras y violencias… Esta lógica se ha mantenido en períodos
posteriores (guerra civil 1884-1886) como lo muestra la historia personal de muchos
miembros de grupos armados, que explican las razones esenciales para ingresar a la
guerra fue la idea de vengar atropellos contra ellos y sus familias. Por ello, las amnistías
en Colombia han perpetuado las violencias” (Uprimny, 2006: 26).

En los procesos de negociación que se han llevado a cabo en el país, es necesario para
nosotras diferenciar el proceso de desmovilización paramilitar que se ha planteado en el
gobierno de Uribe Vélez y los anteriores procesos de negociación con fuerzas
insurgentes.

Con el inicio en el 82 de los acuerdos de paz y hasta el 98 los procesos de negociación se


caracterizaron por desmovilización, dejación de armas y reincorporación a la vida civil a
través del acceso de los reinsertados a escaños en la Asamblea Nacional Constituyente y
posteriormente en la Cámara de Representantes.

A partir del 98 en el gobierno de Pastrana hubo procesos de negociación con las FARC se
desmilitarizó parte del territorio y se crearon mesas de negociación y audiencias públicas
aunque paralelamente se puso en marcha el Plan Colombia.

Con Uribe se inicia la Política de Seguridad Democrática, es promulga la ley de Justicia y


paz y se implementa el Plan Patriota como una estrategia de fortalecimiento del aparato
militar del Estado para acabar con la insurgencia, especialmente las FARC en el sur del
país y paralelo a ello se da un proceso de negociación de grupos paramilitares a través de
procesos de desmovilización, negociación que no esta mediada por una agenda de
negociación (González, 2006).

Desde finales de los años 90 la sociedad civil comienza a involucrarse en la construcción


de la paz, concretamente lo que se denomina la Asamblea Permanente de la Sociedad
Civil por la Paz: movimientos sociales, defensoras y defensores de derechos humanos,
ONGs, iglesias, promueven la salida negociada del conflicto armado desde una lógica de
paz con justicia social.

En varios de estos procesos han participado las mujeres, unas desde los movimientos
sociales e iniciativas de paz promoviendo las salidas políticas del conflicto, otras
participando directamente en las mesas de negociación.

La experiencia del Caguan, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -


FARC por ejemplo, muestra a un sector del movimiento de Mujeres, específicamente la
Red Nacional de Mujeres, participando en las audiencias públicas que allí se realizaron.
De otro lado, en las mesas de negociación que se han realizado con otro sector de la
insurgencia, como el Ejército de Liberación Nacional ELN- en la Casa de Paz, la Ruta
Pacífica, la Mesa de Concertación e IMP han estado presentes cuya convocatoria se hace
para “producir consensos entre sectores diversos, en la perspectiva de superar los
obstáculos que impiden una solución política negociada del conflicto armado colombiano”
(Carta de convocatoria 2005).

Con la promulgación de la Ley de Justicia y Paz y la creación de la Comisión de


Reparación y Reconciliación Nacional en el gobierno de Uribe Vélez se ha puesto en
evidencia las diferencias en las posiciones políticas de algunas de las organizaciones y

41
redes del Movimiento de Mujeres, donde encontramos posicionamientos de las algunas
de las redes que analizamos:

• Iniciativa de Mujeres por la Paz, participa en calidad de observadora en la


instalación de la Mesa Unica de Negociación en Santa Fe de Ralito, entre el
gobierno y los paramilitares.
• Red Nacional de Mujeres e Iniciativa de Mujeres por la Paz, realizan acciones de
cabildeo en el Congreso de la República, a fin de incidir en la formulación de la
Ley, para que se incluyan aspectos relativos a los derechos de las mujeres
víctimas.
• É y Ruta Pacífica de las Mujeres, plantean de manera separada una postura
crítica frente a la Ley, frente al procedimiento como se desarrolla y frente a la
Impunidad que esta tiene. Consideran estas últimas que esta Ley favorece la
negociación con los grupos paramilitares, más no a las víctimas, en especial a las
mujeres. (González , 2006)

Estas diferentes miradas, se evidencian más cuando se habla de la conformación de la


Comisión de Reparación a las Víctimas5, denominada Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación6 , la cual es conformada por el Presidente de la República, quien en
primera instancia nombró 3 hombres, Eduardo Pizarro (quien a su vez la presidirá), Jaime
Jaramillo y el obispo Nel Beltrán. Esta comisión de acuerdo a la Ley, debió incluir al
menos dos mujeres. Este ofrecimiento lo recibieron Patricia Buriticá, quien preside la
Iniciativa de Mujeres por la Paz y Ana Teresa Bernal quien preside Redepaz, que a su vez
hace parte de Iniciativa de Mujeres por la Paz

Las redes u organizaciones se han posicionado de manera diferentes al respecto,


mientras la Red Nacional de Mujeres e Iniciativa de Mujeres por la Paz apoyan la
aceptación de este cargo, la Ruta Pacífica de las Mujeres cuestiona a la Comisión en su
conjunto y considera que la aceptación del cargo es una postura de carácter personal
(Ibid).

Podríamos pensar que la participación de las organizaciones de mujeres en unos u otros


procesos de negociación lo han hecho amparadas en la Resolución 1325 de Naciones
Unidas que insta a los Estados Miembros “a velar por que aumente la representación de
la mujer en todos los niveles de adopción de decisiones de las instituciones y
mecanismos nacionales, regionales e internacionales para la prevención, la gestión y la
solución de conflictos”. (Naciones Unidas. Consejo de Seguridad., 2000).

Las 5 redes coinciden en plantear que apuestan por una salida negociada del conflicto
armado, sin embargo hay diferencias en torno a quienes se consideran actores políticos,
aspecto fundamental a la hora de definir si el proceso es de negociación o de
desmovilización de actores armados.

Integrantes de la Mesa consideran actores políticos a la guerrilla y no a los paramilitares.


Se sentarían en una mesa de negociación con estos últimos:

”Pues eso... a ver, yo creo que nosotras como mesa no participaríamos en una mesa de
negociación porque no creo que nosotras tengamos nada que hacer en una mesa de
5
El Tiempo, Septiembre 18 de 2005.
6
Creada con base en la Ley 975 de 2005.

42
negociación. Por ejemplo ahorita con lo de Ralito y los paramilitares siento que nosotras
no tendríamos nada que hacer ahí, qué podríamos negociar nosotras con los
paramilitares si son ellos los que han acabado con muchas de las mujeres que tenían un
pensamiento político claro como sucedió con las mujeres de la OFP en Barrancabermeja
o con muchas otras mujeres compañeras nuestras en otras ciudades; ver nosotras por
ejemplo yo, que tuve que vivirlo, ver cómo en Barrancabermeja torturan una adolescente
simple y llanamente porque usa una minifalda, entonces veo que nosotras no tendríamos
absolutamente nada que negociar con ellos..Ya te digo, si es con los paramilitares
nosotras no haríamos absolutamente nada ahí, pensamos que con la guerrilla tendríamos
un poco más de posibilidades de hablar porque somos seres políticas, entonces
tendríamos la posibilidad de ir a exponer lo que sentimos y lo que pensamos sin el mismo
temor, pienso que igual vamos a tener temor de ir a asumirnos como seres políticos que
somos, como seres políticas que somos pero no habría el mismo temor que cuando una
se enfrenta a un paramilitar (Mesa de Concertación)

La Red Nacional participó en la Mesa de Negociación del Caguan, a pesar de las


divergencias de algunas de sus integrantes.

“Mira ese es un tema muy tenaz, creemos en una salida negociada al conflicto por
supuesto porque estamos en la perspectiva de construcción de paz y de una construcción
de paz que sea capaz de lograr transformaciones profundas en esta sociedad, entonces
ahí partimos de un pisito bastante precario pero pisito, la Red ha estado en los distintos
procesos de negociación tratando de participar, ahí tenemos una discusión que es
importante…cuando se hicieron los procesos del Caguán, la Red fue allá a pesar de que
al interior de la Red hubo los bonches que tu quieras, y algunas estaban de acuerdo,
otras no estábamos de acuerdo, por qué sí y por que qué no? algunas decían desde la
perspectiva de la incidencia teniendo en consideración que allí va a estar gobierno,
guerrilla, y movimientos sociales, es como una mesa de trabajo, es importante que ahí
aparezca el movimiento de mujeres y tengamos voz y no sean otras personas las que nos
den la voz. Algunas otras pensábamos que no teníamos que ir a...”
- ¿Dentro de ellas tu?
“Si, dentro de ellas yo y todavía conservo esa posición y ahí en la Red me regañan, no,
no me regañan pero digamos que hay ese debate y es que ir a rendirle cuentas y a
pedirle cosas a los guerreros era una cosa que a mi me ofuscaba profundamente, yo no
consideraba que era el espacio, yo decía si ellos nos quieren oír, nosotras podemos
poner una cámara y que eso sea público pero que nos oigan en Bogotá qué es lo que los
movimientos de mujeres hemos venido diciendo durante años y no cómo así que tener
que ir allá a presentarles las propuestas a ver cuáles avalan y cuáles no, ambas posturas
tienen de más y de menos, hay momentos en los que hay que estar, hay momentos en
los que no hay que estar pero eso fue una de las discusiones fuertes, sin embargo se fue
y yo no sé qué finalmente se logró de eso, creo que hay una agenda básica que hay que
mirar, que no se debería botar en la historia como si no hubiera existido y yo creo que son
cosas que son importantes y volver a dar esos debates hoy en día. La segunda es el
tema de, bueno, eso hace que nosotras reconozcamos que la insurgencia por supuesto
no es igual que el paramilitarismo, eso es así, que a veces se exprese militarmente de
igual manera eso es así también, pero que sus orígenes y sus razones de ser son
distintas, por supuesto que son distintas, no habría que entrar en un debate muy profundo
sobre eso, sin embargo ir a Ralito sí era muy complicado para la Red, era mucho mas
difícil, la Red no fue, como Red nunca estuvo en Ralito porque el contenido que tiene el
tema de las autodefensas es un contenido muy complicado porque finalmente con toda
esta relación con el Estado pues hace que sean violadores de derechos humanos de una

43
manera atroz, mientras que a los otros los regula el DIH esto aquí tiene una amalgama
muy complicada” (Red Nacional).

La IMP participó como observadora en Santa Fe de Ralito, como parte de su estrategia de


incidencia política en los procesos de negociación y han estado también promoviendo los
acuerdos humanitarios.

“…cuando se empieza a hablar de espacios de negociación que el gobierno


implementaba inicialmente con los paramilitares, entonces se da una gran discusión
interna sobre participar o no participar allí. Deberá usted entender que también somos
una alianza, nosotras no somos un partido político…pasamos de dar una discusión
bastante dura donde algunas reconocían a los paramilitares como un actor político y otras
que directamente decían que no se reconocen como un actor político y no lo
reconocemos como un interlocutor para negociar. Eso genera una discusión interna muy
profunda y roces grandes que tuvieron en un momento dado en crisis la organización,
entonces finalmente se empieza a participar en ese proceso de conversación con los
paramilitares dijéramos, se va a Santa Fe de Ralito pero dentro de una discusión interna
muy dura que… como te decía nos llevó incluso a rupturas, incluso a que alguna gente
saliera y a seguir manteniendo la discusión interna, pero también me parece que eso
también permitió que se generara una discusión interna sobre cómo asumíamos y cómo
veíamos nosotros el conflicto en el país, entonces eso hace que nos metamos en ese
proceso (IMP).

La Ruta Pacífica por su parte considera a la insurgencia como actores políticos


reconociendo que comenten violación a los derechos humanos. Están dispuestas a
participar en procesos de negociación con este sector más no con los paramilitares:

“Reconocemos como actores políticos a la insurgencia, a la guerrilla, sabemos que


cometen… o criticamos sus actos terroristas pero pensamos que su nacimiento fue en
torno a cambios que la sociedad sí necesita, la sociedad sí necesita cambios, ahora… no
creemos que ellos sean ninguna expresión de renovación tampoco, igual pensamos que
si las guerrillas llegaran a tomarse el poder serian igualmente patriarcales, autoritarias,
militaristas, pero bueno, el origen de su nacimiento se fundamentó en eso y ellos tienen
como su reivindicación hacia un cambio social y político y quieren poder para eso. Pero
los paramilitares fueron bastante alentados por el Estado, sin embargo creemos que
tuvieron también su separación o hacen parte de la estructura militar de las fuerzas
armadas, vemos que ahí hay connivencia o impulso en algunos momentos legales y en
otros momentos ilegales…pero llegaron a ser una estructura con un proyecto político de
derecha yo creo que con bastante éxito. Nosotras no los reconocemos como actores
políticos en el sentido de la postura política, aunque la Ruta no tiene esto tan claramente
delimitado si son o no, digamos que pesa más la visión de que no son actores políticos,
pero yo diría que si tienen un proyecto político de derecha y la diferencia es que no
estaban peleando contra el Estado o su posición era bien separada de un Estado
democrático y ellos también estaban luchando desde su posición de derecha por llegar al
poder, como lo hace la izquierda armada; pero bueno en estas complejidades pues, la
Ruta no los reconoce como actores políticos” (Ruta Pacífica)

MAAP entiende que todos son actores armados, ya que la guerrilla perdió sus objetivos
políticos por los cuales nacieron. No obstante participarían en procesos de negociación:

44
“Bueno, dentro de eso, hay una realidad aquí que los actores armados son la guerrilla, los
paracos, que siguen existiendo y seguirán existiendo porque están al lado de los
intereses de la empresa privada y de las multinacionales. No quiere decir tampoco que la
guerrilla esté al lado del pueblo, porque las guerrillas son patriarcales y también han
estado… le han jugado al narcotráfico… están… entonces están los actores armados
serían las guerrillas, los atracos, el mismo ejército colombiano, que como gobierno
justifica el armamentismo porque tiene que defenderse como país, entonces es complejo,
pero los actores armados son esos. Y nosotros como sociedad civil pues en contra de que
exista una sociedad civil metida dentro del conflicto, entonces pues estamos ahí también,
debemos estar en las negociaciones, no para negociar con el gobierno y decir tal cosa,
sino también para poner nuestra posición como sociedad, que no estamos de acuerdo
con una guerra, pero que también consideramos que de parte y parte, porque en eso sí
yo creo que la mentalidad debe ser bastante amplia, nosotros no podemos decir ah, es
que este partido, esta guerrilla, o estos son los que tienen la razón, sino que hay unos
intereses que cruzan a todos y vuelven perversa la política en cualquier sentido” (MAAP)

De las anteriores opiniones se desprende que la participación en las mesas de


negociación por parte de las redes ha estado cruzada por el reconocer o no si los actores
armados son o no actores políticos, mientras la Red, la Mesa, la Ruta y MAAP no
reconocen a los paramilitares como actores políticos, IMP sin tener una posición unificada,
valida el diálogo y la negociación con estos actores. ¿Esto quiere significa que lo
reconocen a los paramilitares como actores políticos?

Todo ello además nos lleva a analizar el tema de la incidencia. ¿Cuáles son los
escenarios en donde se debe hacer incidencia de acuerdo a los principios éticos y a los
objetivos propuestos?, ¿Cómo incidir para que las propuestas del movimiento feminista y
de mujeres tengan efectos en el conflicto armado colombiano?, ¿Incidir significa
necesariamente inclusión en los espacios en donde se toman ciertas decisiones en donde
participan los actores, y por lo tanto garantizar en cualquier espacio y a cualquier costo la
participación de las mujeres?

Estos aspectos nos ponen ante un debate central en el feminismo. ¿Cuál es la relación
que establecemos con los guerreros, no son aquellos, aún invocando un proyecto político
de transformación de la sociedad, los que mediante el uso de las armas fortalecen el
ejercicio del patriarcado, aunque se planteen como alternativa?

Reconocemos la complejidad del caso colombiano y la necesidad de impulsar una justicia


trasicional que implique a la sociedad civil y dentro de ellas a las mujeres, sin embargo
creemos que desde una ética feminista el problema no es sólo el reconocimiento o no del
actor político, es lo que encarna el guerrero en la estructura de dominación y opresión del
patriarcado hacia las mujeres. La pregunta entonces sería, ¿qué negociar con los actores
armados, así sean actores políticos?, Esto aún no está muy claro, por lo menos en el
proceso de las entrevistas y los documentos consultados, algunas plantean que no sabe
concretamente, otras, las más, expresan la necesidad de incluir las demandas de las
mujeres, la voz de las mujeres, pero faltan aún propuestas concretas, así como
mecanismos y estrategias para alcanzarlas.

En ese sentido, a pesar de lo complejo del tema, esta limitación debe convertirse en un
reto de las organizaciones que trabajan en contra de la guerra y/o la construcción por la
paz.

45
6. 2 Verdad, Justicia y Reparación

Los conceptos de Verdad, Justicia y Reparación requieren ser analizados a la luz de la


normativa internacional de los derechos humanos, pues es en ésta en la que se han
abordado procedimientos e instrumentos mínimos para lograr procesos de negociación
política de los conflictos armados, preservando los derechos de las víctimas.

Al estar estos conceptos enmarcados en “el derecho” como categoría universal su


referente es el sujeto masculino que en las sociedades patriarcales se erige como
sinónimo de universalidad. En ese sentido las normas jurídicas y políticas de la supuesta
igualdad que deben propender los derechos humanos esta basada sobre una desigualdad
real de otros grupos humanos. Ello no ha permitido visibilizar suficientemente la
necesidad de características y componentes diferenciales cuando nos referimos a la
opresión y subordinación de las mujeres, aunque reconocemos que tanto en el Sistema
Universal de los Derechos Humanos, como en el Sistema Interamericano en las últimas
décadas han incorporado oficinas de relatoras especiales para la violencia contra las
mujeres desde una perspectiva de género. A pesar de ello tanto los mecanismos como las
instancias encargadas de aplicar las normativas siguen siendo androcéntricas, por tanto
sigue siendo difícil para las mujeres utilizarlas para resolver situaciones de opresión,
violencia, discriminación y exclusión. En ese sentido lograr la Verdad, Justicia y
Reparación para las mujeres no es tarea fácil.

En Colombia es partir del 2005 y en el marco de la desmovilización de los paramilitares y


específicamente a través de la promulgación de la Ley de Justicia y Paz que se comienza
hablar de Verdad, Justicia y Reparación y es desde allí que empiezan a surgir la voz de
los y las víctimas a través de defensores y defensoras de derechos humanos ante la
magnitud de crímenes de lesa humanidad que se han llevado en el marco del conflicto
armado.

Los conceptos Verdad, Justicia y Reparación se desarrollan en la práctica de manera


continua, sin verdad no es posible la justicia y ésta a su vez debe desembocar en
procesos de reparación.

Las feministas en general con sus excepciones, no han producido suficientemente análisis
desde el punto de vista teórico que de cuenta de una nueva propuesta fuera de las lógicas
del derecho internacional humanitario sobre estos conceptos, excepto el de Justicia, al
que se han referido como justicia social, por considerarla necesaria en tanto articule la
distribución y el reconocimiento (Young,1990; Fraser, 1997), fundamentales cuando nos
referimos a mujeres.

Desde la normativa internacional, en cuanto a los derechos de las víctimas, los Estados
tienen obligaciones y deberes de garantizar a las víctimas su acceso a la verdad, la
justicia y la reparación. En ese sentido debe adoptar todas las medidas necesarias y
oportunas para que existan los recursos efectivos eso sea posible: investigar seriamente
las violaciones de derechos humanos y las infracciones al derecho internacional
humanitario; sancionar a los responsables de las víctimas y asegurar su reparación.

Sin obviar la importancia de las normativas en procesos de conflicto armado, previo a su


aplicación debe haber condiciones para que estos tres derechos sean realmente
inalienables.

46
Reyes Mate analizando una real justicia para las víctimas señala la necesidad de dos
culturas: la de la memoria y la cultura reconstructiva. (Mate, 2003). Ello significa relacionar
la justicia con el pasado, pensar y recordar y plantea que esto es necesario en la medida
que la utopía de la igualdad no es más que un mito de la modernidad:

“habría que analizar hasta que punto figuras jurídicas como la prescripción o la amnistía
no responden a esta cultura del olvido. Es, sin embargo en Rousseau, es decir en el
momento fundante de la moderna teoría de la igualdad que más clara y aporéticamente
aparece la amnesia de la modernidad” (Ibid: 9)

En ese sentido señala que es necesario la memoria para mantener viva la injusticia
pasada, proceso que denomina Justicia Anamnésica para dejar abiertos expedientes que
el derecho, la ciencia dan por clausurados. Es a través de la memoria y la apelación de
una justicia anamnésica que las víctimas lograr a apropiarse del pasado (Idid).

Es por ello que no se puede hablar de verdad al margen de las víctimas ya que ellas
develan parte de la realidad, sobre todo aquella que está silenciada y es lo que
garantizaría una reparación en el orden individual y colectivo y evitando la impunidad y no
repetición.

¿Cómo aplicar esta propuesta cuando son las mujeres que son las víctimas?

W. Kymlicka ha desarrollado lo que denomina “Teoría Feminista de la Justicia”


proponiendo una atención al cuidado y atención de lo concreto, a los daños causados en
la persona concreta, más que en la defensa de principios, y a aplicaciones más o menos
mecánicas de la norma (Kymlicka citada por Mate, 2003).

En ese sentido, como reparar los daños causados de una violación, de un


desplazamiento, de un aborto forzado? ¿Como lograr reparar los daños históricos que
han sufrido las mujeres?

La verdad es una cuestión que puede ser relativa dependiendo de los marcos culturales,
de posiciones personales y hasta orientaciones religiosas, sin embargo las sociedades
definen unos marcos mínimos que permitan la convivencia a través de lo que Rousseau
denominó el contrato social. Varias feministas han analizado cómo en las sociedades
patriarcales las mujeres han estado fuera de ese contrato: sus historias y sus verdades no
han sido consideradas en diferentes sociedades y momentos.

Es por lo que la verdad para las mujeres se analizaría desde una historicidad
considerando los factores que hacen que éstas no denuncien hechos de los que son
víctimas como lo son las violaciones diversas de las que son objeto por los riesgos
adicionales que suponen, más aún en conflictos armados en donde su vulnerabilidad es
exacerbada. En ese sentido si bien desde el derecho internacional se establece el
derecho a la verdad como algo inalienable, ejercer ese derecho en sociedades
patriarcales y sexistas no es tarea fácil para las mujeres.

Es en ese sentido que se pronuncian algunas mujeres de las redes que estamos
analizando.

“En cuanto a la verdad nosotras decimos que la verdad tiene que ser una verdad
verdadera e histórica y ¿cuál es esa verdad verdadera e histórica? Una verdad que venga

47
del pueblo, de la misma sociedad colombiana, no esa impuesta que quieren presentar
ahora, una verdad que nos muestre a nosotros por ejemplo los actores materiales
pongamos, pero también nos muestre cuáles han sido los actores intelectuales, el por qué
de esas acciones, las proyecciones y consecuencias de esas acciones; esa verdad nos
tiene que mostrar eso, una verdad que nos muestre la afectación de cada una de esas
acciones sobre las comunidades y sobre las mujeres específicamente en estos
momentos, sobre las jóvenes, una verdad que nos hable de cuál ha sido la afectación
material que ha habido en nosotras, una verdad que muestre como nuestro cuerpo ha
sido utilizado como arma de guerra o para intimidar como arma de guerra pues en
general, una verdad que muestre la afectación sicológica de ese tratamiento de la mujer
dentro del conflicto, todo eso tiene que ver con esa... (Mesa de Concertación)

La Reparación es también otro derecho que se contempla en las normas internacionales.


En sociedades en postconflicto se ha contemplado la reparación económica (tierras,
dinero, viviendas), la reparación política a través de políticas y reformas que favorezcan a
las víctimas y la reparación simbólica haciendo público los crímenes cometidos por parte
de los agresores, llegando hasta el pedido de clemencia.

En el caso de las mujeres, la reparación no tendría soluciones humanamente fáciles. Los


daños en sus cuerpos y en sus vidas son tan tremendamente atroces e históricos que es
difícil definir parámetros y normativas, no obstante hoy se consideren las violaciones
sexuales por ejemplo como crímenes de lesa humanidad.

Es como bien nos dice una de las entrevistadas de la Red Nacional: “aunque en el caso
de las mujeres me parece como muy difícil que haya reparación porque qué clase de
reparación le puedes dar a una mujer que le han asesinado su compañero, sus hijos, que
la han violado, que le han violado sus hijas, como si? qué clase de reparación, yo me he
preguntado muchísimas veces eso” (Red Nacional)

Desde IMP una de las entrevistadas plantea que aunque con limitaciones es posible
aplicar la verdad, justicia y reparación como una manera de reducir la impunidad:

“Cuando en IMP hemos hablado de verdad, de justicia y de reparación queremos que los
victimarios o las personas digan la verdad, por qué mataron, por qué desaparecieron, por
qué hicieron la masacre, que digan la verdad, porque la gente que ha sufrido el conflicto
tiene el derecho de saber la verdad, de eso no cabe duda y esas personas que han sido
víctimas de tanta indignidad tienen derecho a ser reparados, los que le quitaron sus
tierras le deben regresar sus tierras, lo que y no solamente sus tierras, sus hijos deben
ser educados, deben tener prioridad en los servicios bancarios para que accedan al
crédito y puedan tener minimamente una reparación y en cuanto a la justicia, la justicia de
Colombia ahí debe sobrarse, debe hacer verdadera justicia y que en todo proceso de paz
siempre queda algo de impunidad pero que quede el menor porcentaje posible de
impunidad en cuanto a justicia se refiere, yo soy abogada y yo no justifico que la verdad
no sea dicha y que no sea juzgada, la verdad debe ser juzgada como Dios manda,
indudablemente. Fíjate que a raíz de la desmovilización de algunos paramilitares, yo se
que en algunas cárceles de Colombia que se dieron brotes de indisciplina de algunos
internos porque decían si ellos que han cometido masacres van a ser indultados con una
pena mínima, yo apenas me robé una gallina y estoy preso, entonces no se compagina,
no hay una equidad ahí, yo si estoy porque haya justicia y que las leyes colombianas se
apliquen con toda rigurosidad a las personas que cometieron delito” (IMP)

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Una de las entrevistadas de la Ruta como mujer afrodescendiente entiende la reparación
más allá de las normativas. Apunta como necesario una reparación colectiva de las
víctimas que han sido desplazadas y sus tierras robadas, por la importancia de lo
colectivo en las comunidades afrodescendientes. Plantea además la necesidad de definir
la reparación desde las víctimas que han sufrido los daños:

“La reparación tiene muchos que ver con que la persona sea devuelta a su hábitat; es que
la reparación es un tema largísimo, la reparación tiene que ver mucho con lo colectivo,
incluso yo diría, si con lo individual, una persona tiene que ser resarcida, devuelta a su
cotidianidad, libre de los miedos que la motivaron a desplazarse; y también la reparación
a nivel colectivo por ejemplo de asumir colectivamente, asumir públicamente la falta de
los victimarios, de decir cometimos un error, vamos a buscar maneras de devolver lo
quitado; inclusive, la pregunta también es, a mi me quitan algo, me quitan por ejemplo
una finca ¿la reparación seria devolverme la finca? ¿Cómo sería esa reparación si la finca
era mía? Quién va a hablar de reparación si la finca era mía, reparación sería que yo no
hubiera tenido la finca y me dieran una finca en reparación, pero es que a mi me están
simplemente devolviendo, la reparación sería en colectivo, devolverle la cotidianidad
lógica de lo comunitario, que la comunidad volviera a unir sus lazos divididos, motivar a la
colectividad, motivar a que el pueblo vuelva a tener la dinámica colectiva de antes, ahí yo
vería una reparación, decir que el pueblo pueda volver a tener su dinámica lógica de vida,
en una vida digna como decía yo ahora, autónoma, libre de los guerreros, …la gente
acomodada dentro de las ciudades dentro de unos edificios y con miles de, no van a
entender la reparación desde una dinámica de campo, entonces la reparación en este
momentico la están haciendo en un escritorio, pero la reparación no la está motivando la
gente víctima que esta azarada en una ciudad andando para arriba y para abajo sin que
nadie la mire, o sea están mirando la reparación desde el victimario pero no están
teniendo en cuenta la víctima, yo me atrevería a hablar de reparación cuando yo escuche
a las víctimas y le dijera a las víctimas: persona mujer, persona hombre, la niña o el niño,
el hombre mayor, el abuelo, la abuela, ¿usted que entendería por reparación? hacer un
trabajo de que ellos entienden por reparación, ahí yo entendería y hablaría de la
reparación, pero es que en este momentico no tenemos la perspectiva de la víctima, la
víctima hay que tenerla en cuenta en este caso, porque también eso seria otra cosa, hay
gente que tiene miedo para volver, ¿cómo se repararía a esa persona? habría que tener
un estudio supremamente motivante que la persona deje el miedo, vuelva a ser la misma
persona, se reconstruyan sus lazos familiares, etc., reafirme su persona, ahí yo hablaría
de reparación, pero cuando la víctima sea reparada dentro de ella misma, ella en su
lógica personal (Ruta Pacífica)

Como se ve, en las redes analizadas hay un acercamiento inicial a los conceptos de
Verdad, Justicia y Reparación. Por un lado se pretende una verdad, justicia y reparación
que pase por las normativas, aunque se reconoce no es suficiente, otras plantean que el
logro de estos principios supone la acción y opinión de las víctimas como principales
afectadas para definirlos conceptualmente y su participación en los mecanismos para
lograrlo. Lo que si podemos decir es que la mayoría entiende que en el caso de las
mujeres verdad, justicia y reparación debe tener una visión historicidad debido a la
violencia estructural y también concreta en el caso del conflicto armado colombiano y más
cuando se trata de mujeres afrodescendientes e indígenas cuya violencia data desde
procesos de colonización. Aún falta profundizar y colectivizar más las posturas en torno a
este tema, si bien desde posiciones utópicas hay un acercamiento a ellos, condición
necesaria para poder definirlos posteriormente, es necesario mayor ejercicio conceptual,

49
filosófico, político y normativo que logre posicionar una mirada feminista sobre estos
temas.

Es por ello que creo que las feministas colombianas tienen mucho que aportar en ese
sentido. El hecho de que la mayoría de estas redes se propongan como constructoras de
paz y un no a la guerra en medio del conflicto hace, tal vez paradójicamente, que estos
temas puedan ser profundizados y se constituyan en referentes para otras mujeres de
otras latitudes. Esto podría ser un reto interesante.

50
7. AFRODESCENDIENTES, INDÍGENAS Y LESBIANAS: de la diversidad a una
propuesta transformadora

Casi todas las redes analizadas tienen en su composición afrodescendientes e indígenas,


en unas más en otras menos. Estas presencias, además de muchas otras, es lo que las
define como organizaciones plurales y diversas. En torno a las lesbianas la situación es
diferente, parece que su presencia es mínima o ninguna y por tanto sus propuestas
políticas no han tenido impacto.

Quisiera en esta última parte abordar estos temas por considerarlos de trascendencia ya
que son las afrodescendientes y las indígenas las más afectadas en las zonas de conflicto
y porque puedo imaginarme el nivel de vulnerabilidad de las lesbianas en el marco del
conflicto armado colombiano y desde allí proponer algunas reflexiones en torno a las
redes que analizamos.

Me permito primero hacer una genealogía, aunque bien sintética, de lo que han sido los
postulados de estos sectores en el feminismo que permita conectarnos con una reflexión
que sirva para el debate posterior.

Desde los años setenta en el feminismo internacional las posturas de las


afrodescendientes, de las lesbianas y más recientemente las indígenas han sido
altamente debatidos trayendo incluso grandes tensiones en el movimiento a tal punto de
llegar a separatismos y posteriormente atomizaciones.

En el caso de las afrodescendientes las norteamericanas y las británicas, y luego las


afrolatinoamericanas y caribeñas comienzan a tejer todo un cuerpo teórico y analítico que
amplia la teoría feminista y con ello las practicas políticas feministas al articular la “raza”7
al sexo/género para entender la opresión y subordinación de las mujeres.

Las afroamericanas desarrollaron lo que denominaron el Black Feminism (Feminismo


Negro) planteando que al feminismo le traspasaba el carácter liberal, burgués y
universalista que las pioneras combatieron en tiempos de las Luces y de la Revolución
Francesa cuando se trataba de las desigualdades con los hombres. Una universalidad
que no consideraba los contextos históricos, ni las experiencias individuales y colectivas
de muchas mujeres que si bien eran víctimas del sexismo, eran también atacadas por los
efectos de otros sistemas de dominación como lo es el racismo.

La “sororidad” y solidaridad principio que sustentaba el feminismo fue criticado,


considerándolo un mito en tanto invisibilizaba las relaciones de desigualdad y relaciones
de explotación y dominación entre muchas mujeres afrodescendientes y feministas
blancas, en particular aquellas que tenían lugar en el espacio doméstico. Audre Lorde
feminista lesbiana y afroamericana planteaba: “la palabra hermandad lleva implícita una
supuesta homogeneidad de experiencias que en realidad no existe” (Lorde, 2003: 124).

Patricia Hill Collins define el pensamiento de este feminismo de la siguiente manera:

“Para desarrollar definiciones adecuadas del pensamiento feminista negro es preciso


enfrentarse al complejo nudo de las relaciones que une la clasificación biológica, la
7
Coloco entre comillas a la palabra raza partiendo de que la raza no existe como clasificadora de grupos
humanos. Las comillas refieren a su construcción cultural y sobre todo política y la entiendo como categoría
de poder desde la cual se construye el racismo.

51
construcción social de la raza y el género como categorías de análisis, las condiciones
materiales que acompañan estas construcciones sociales cambiantes y la conciencia de
las mujeres negras acerca de estos temas. Una manera de ubicarse frente a las
tensiones de definición en el pensamiento feminista negro es especificado en la relación
entre la ubicación de las mujeres negras -aquellas experiencias e ideas compartidas por
las afroamericanas y que les proporciona un enfoque singular de sí mismas, de la
comunidad y de la sociedad- y las teorías que interpretan esas experiencias (…) el
pensamiento feminista negro comprende interpretaciones de la realidad de las mujeres
negras hechas por las mujeres negras”. La lucha por una conciencia feminista
afrocéntrica autodefinida se da a través de una fusión de pensamiento y acción. (Hill
Collins, 1989: 289).

En Gran Bretaña también se desarrolló el feminismo negro desde los setenta a través de
la lucha antimperialista, anticolonialista, contra el racismo, la desigualdad de clase y las
prácticas patriarcales “Mujeres Negras” en este contexto ha sido una categoría diversa
que refiere a cuestiones de clase, raciales, migración e incluye a mujeres que han
migrado de Africa, Asia y El Caribe. Allí, “lo negro” ha estado lejos de connotaciones
esencialistas, en tanto es una categoría diferenciada que implicaba una multiplicidad de
experiencias diaspóricas (Brah, 2004).

En Latinoamérica y El Caribe ya organizadas en colectivos y organizaciones las


afrodescendientes levantan tres cuestiones fundamentales: la necesidad de abordar el
racismo en la propuesta feminista y el sexismo en la lucha antirracista que sostenía el
movimiento negro mixto. En otras palabras tal como lo define Sueli Carneiro ennegrecer
al feminismo y feminizar la lucha antiracista (Carneiro, 2005); y por otro lado construirse
en sujetas políticas colectivas capaz de incorporar esas perspectivas a ambos
movimientos, pero también que tuviera sus propias construcciones internas y puntos de
vista. La visibilización del racismo en las sociedades latinoamericanas y caribeñas ha sido
la ardua tarea que han tenido que asumir las organizaciones de mujeres
afrodescendientes. Debido a la ideología del mestizaje el racismo se asocia a
experiencias ligadas al aparthaid o al segregacionismo como fueron los casos de Estados
Unidos y Africa del Sur. Se asume que la situación de marginación y exclusión socio-
económica que viven las poblaciones afrodescendientes e indígenas se debe más por su
situación de clase que por el racismo mismo, lo cual instauró el modelo de clasismo-más-
que-racismo que sustenta la idea de que si se alcanza niveles socioeconómicos más altos
y mejores, no se tendría barreras para la movilidad social y por tanto no serían víctimas
de racismo. Sobre esta base se ha instalado la ideología de la democracia racial que
invisibiliza las diversas maneras en que el racismo se expresa de forma soterrada, pero
también devastadora.

También las mujeres indígenas se han estado fortaleciendo todo un movimiento


internacional que cada vez cobra más fuerza. En México, Ecuador, Bolivia y Guatemala
este movimiento se fortalece a pasos agigantados. Desde posiciones más
multiculturalistas las indígenas relacionan el género a la cultura cuestionando muchas de
las prácticas patriarcales de sus culturas al tiempo que han criticado el etnocentrismo de
la cultura occidental. A pesar de que por razones históricas y procesos culturales muchas
indígenas no se asumen feministas, sí se proponen luchar por sus derechos, no obstante
muchas asumen algunas propuestas feministas combinándolas con sus propias
cosmovisiones. Martha Sánchez Nestor, indígena amuga de México, por ejemplo, en la
difícil tarea de ir cuestionando tanto usos y costumbres de la cultura indígena que la

52
subordinan como mujeres, como también el racismo y etnocentrismo del resto de la
sociedad mexicana señala en relación a sus propias experiencias de lucha:

“Quizás sea nuestra propia forma de pensar en el feminismo, pues si bien estamos de
acuerdo en que el sistema en sí ha sido patriarcal, vemos también que en nuestra
cosmovisión y concepción de estos temas polémicos, no ha sido una tarea absorber todo
lo que se genera en el mundo mestizo. Nosotras vamos retomando todo lo que nutre
nuestra lucha, y vamos dando a las otras mujeres todo lo que pudiera nutrir su propia
lucha, en algunos momentos nos unimos en voces, en eventos, en exigencias a quienes
corresponde en este país o fuera de él, pero con nuestra propia estrategia para seguir
luchando dentro de las comunidades y organizaciones por hacer de nuestra lucha, una
historia realmente de hombres y mujeres indígenas” (Nestor, 2005: 9).

Las lesbianas también han sido de esos grupos consideradas como “lo otro” producto de
las lógicas del heterocentrismo visto como normativa obligatoria Desde los setenta se
desarrolló el feminismo lesbiano o el lesbianismo feminista proponiendo con diversas
teorías y conceptos nuevas maneras de entender la subordinación de las mujeres. La
sexualidad pasó a ser otra categoría importante para los análisis y las practicas
feministas. En Latinoamérica y El Caribe se han desarrollado siete encuentros
continentales y contamos con un sinnúmero de teóricas y activistas de este movimiento
que ofrecen al feminismo otras miradas y que lo hacen ser una propuesta más abarcadora
y revolucionaria.

Uno de los temas que está en la escena política de los nuevos movimientos sociales
como el de las afrodescendientes, las indígenas y las lesbianas, entre otros es el
referente a la política de la identidad y la diferencia y del reconocimiento. Estos temas han
atravesado a la academia, a los Estados y organismos internacionales. Las razones son
varias, las cuales no expondré aquí por razones de tiempo y espacio pero que sería
interesante analizar. Lo que sí valdría la pena señalar es que si bien esta política he
permitido visibilizar poblaciones que antes no eran reconocidas, al mismo tiempo ha
conllevado trampas políticas al perderse de vista las bases reales de los sistemas de
dominación y por tanto las estrategias pues más que cuestionar esos sistemas se adaptan
a ellos. Un ejemplo de ello es solo reinvindicar la cuestión ética y lo cultural desde lógicas
auténticas y esenciales o la identidad lesbiana sin cuestionar las estructuras que
sostienen el racismo y la heterosexualidad como normativa

Muchos Estados en América Latina y El Caribe se han reconocido constitucionalmente


multi y pluriculturales incorporando la diferencia sin que esto transforme las desigualdades
y exclusiones sociales y económicas que afectan a poblaciones excluidas. En esta misma
lógica se paran los movimientos sociales y se piensa que por el hecho de tener
“representantes” afros, indígenas o lésbicas desde una lógica de la diversidad es
suficiente. No negamos la importancia de la necesidad del reconocimiento, de
reinvindicar las identidades y las diferencias dependiendo de los niveles de racialización y
de exclusión pues eso permite articular luchas políticas, lo que creo es que debemos estar
conscientes es que tanto las identidades y diferencias son producidas por las mismas
opresiones.

Las afrodescendientes, las indígenas y las lesbianas en el movimiento feminista y de


mujeres siguen siendo lo “otro” y la otredad es una postura que sigue dejando intacta una
relación de poder al continuar legitimando una visión etnocentrica y heterosexista anclada
en al lógica de la tolerancia, lógica que no cuestiona las relaciones de poder que se

53
sostienen en el racismo, el etnoracismo y el heterosexismo. Porque finalmente a quien
hay que tolerar?

Más allá de que las afrodescendientes, las indígenas y lesbianas formen parte de la
diversidad del movimiento, sería interesante preguntarnos ¿qué relación existe entre el
racismo estructural y la heterosexualidad obligatoria en el conflicto armado colombiano?

En medio de un conflicto armado, en donde las violencias hacia las mujeres son más
exacerbadas, ¿cuáles serían los efectos para las lesbianas, mujeres que históricamente
han sufrido de las más tenaces discriminaciones? ¿Cómo vivirán su sexualidad, cómo
abordamos como colectivo la soledad personal y colectiva que ser lesbiana supone?, Qué
relación tiene el colonialismo y el postcolonialismo con este conflicto y que se hace
presente en los territorios que habitan las indígenas y las afrodescendientes?

La mayoría de las entrevistadas aceptan que tanto el tema del racismo como del
heterosexismo relacionándolo con el conflicto armado no se ha abordado suficientemente
o en muchos casos ni se ha tocado.

“yo diría que a veces tengo el feminismo progresista porque por ejemplo dentro de la Ruta
plantearse el tema de la opción sexual, eso todavía no ha calado dentro de la Ruta
Pacifica, todavía cuesta y yo siento que esa ahí donde a veces como que me deslindo
porque no siento como que eso esté reconocido claramente al interior del movimiento a
pesar de que ellas lo mencionen, pero, es decir, reconocer esas posturas significa que las
mujeres lesbianas también están en el movimiento, que se autonombren y que también
sean reconocidas y autonombradas en el movimiento” (Ruta Pacífica)

Una integrante de la Red Nacional también señala que no se ha abordado el tema de las
lesbianas y el conflicto armado:

“No la Red ha abordado el tema, al interior de la Red hay mujeres que han tomado esa
opción lésbica y además yo creo que en esos aprendizajes múltiples eso es
absolutamente maravilloso; en términos de la guerra yo creo que ha sido un aspecto muy
invisibilizado, yo no sabría decirte a ciencia cierta cuál ha sido el impacto, creo que el
tema de opción sexual es un tema nuevo en este país, es un tema que ha ido surgiendo
con mucha dificultad porque como te has podido dar, esta es una sociedad
tremendamente conservadora y cualquier cosa que vaya saliendo de lo conservador eso
genera pues desde la Iglesia y tu has visto el peso que tiene la Iglesia acá. La red apoyo
muchísimo, hay una compañera que es de Colombia diversa, Marcela, que es parte de la
Red y apoyamos desde la red con mucha fuerza todo el tema de los matrimonios y del
reconocimiento y tal, a nivel de incidencia en el Congreso, yo, yo y ahora que tu lo
nombras me da pena decirlo, no sé cuál ha sido el impacto de la guerra con las mujeres
lesbianas, no sé si ha tenido una particular incidencia en ellas, y me preocupa no saberlo,
de verdad que me da pena no saberlo.(Red Nacional)

Cuando le preguntamos a una de las afrodescendientes si el tema del racismo y su


relación con el conflicto armado se han tocado en su red, su respuesta es positiva:

“Sí, sí se asume en cierta medida, porque todavía en el imaginario colectivo colombiano


existen estos esquemas de discriminación; a nosotras nos ha tocado darnos codo y es
que tenemos que estar ahí, ya, para que se posicionen mucho nuestras apuestas, pero
hemos logrado ya un grado de sensibilización ya con las mujeres de la mesa, entonces

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desde allí pongamos, una de las grandes defensoras de las apuestas de las mujeres
negras es Blanca Lilia, entonces eso garantiza que aunque físicamente la presencia de
nosotras no esté en ese momento, nuestras apuestas, nuestras expectativas van a estar
en el tapete en un momento de una discusión” (Mesa de Concertación)

No obstante otra entrevistada de la Mesa no piensa lo mismo:

“Como la Mesa no. Pienso que precisamente en este evento estamos por definir cosas,
hemos querido llegar a este evento planteando lo que yo te acabo de decir, como
nuestras características y mirar definitivamente, quienes, por las características,
quedaríamos conformando la Mesa, quiénes se identifican con nuestro proceso, con
nuestro pensamiento, con nuestras características y bienvenidas todo el que quiera, y se
declare como mujer popular sobre todo. No importa. La identidad política es mujeres
populares”

La pregunta que sugiere este planteamiento es: ¿ser mujer popular excluye la posibilidad
a que se aborden estos temas?

Desde IMP el tema del lesbianismo y su relación con el conflicto tampoco se ha tocado:

“Bueno mira, no hasta donde yo se IMP todavía no ha tratado el tema de las lesbianas
pero igual si llegan las lesbianas a IMP bienvenidas, o sea yo soy mas liberal que el
partido liberal, o sea rico que hayan las lesbianas y rico que ellas también puedan opinar
y puedan expresarse, rico. Yo si estaría de acuerdo con mucho gusto, pero en el
momento no se, de pronto si hay y no se ha dado como la discusión con respecto a eso,
pero si se da qué rico, yo no tendría ningún inconveniente, inclusive hasta de apoyarlas
para que tengan su espacio si dentro de IMP perfecto. (IMP)

Desde el MAAP se ha tocado el tema de las afrodescendientes desde un respecto a la


diversidad.

Nos parece que las diversidades existentes en la mayoría de las redes es un


potencializador para poder analizar estos aspectos. Sea desde una perspectiva feminista,
desde una perspectiva de género o una perspectiva desde las mujeres las experiencias
concretas de las mujeres deben ser consideradas, profundizadas y no solo como un
asunto individual sino analizándolo desde los diversos sistemas de opresión articulados.
Nos parece esto de vital importancia ya que la lucha contra el patriarcado o contra la
guerra no puede ser vista sin diferenciar los efectos que tienen en las mujeres, mujeres
concretas e históricas, mujeres con particularidades. Solo así es posible lograr reales
solidaridades y complicidades entre todas nosotras. No solo como mujeres sino como
manifestaciones patriarcales y sus análisis y sus prácticas para derrumbar esas
opresiones nos toca a todas.

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8. CONCLUSIONES: Desde los encuentros y desencuentros, los principales retos.

Como hemos visto este documento es una aproximación a un análisis feminista de las 5
redes implicadas en el proyecto de Fortalecimiento de Alianzas y Redes de
Organizaciones de Mujeres por la Paz a la luz de algunos ejes: guerra y paz, participación
política, procesos de negociación y verdad, justicia y reparación. Al ser una aproximación
probablemente hay elementos que necesitan ser profundizados, sin embargo espero que
ello sea completado no solo en el proceso de debate, sino en el desarrollo de las
apuestas y estrategias que se proponen las 5 redes de forma particular y también
conjunta.

Es necesario aclarar que las 5 redes no son lineales ni con una voz única, esto es debido
a la pluralidad de sectores de mujeres que la componen, lo cual limita los
posicionamientos unificados en torno a ciertos temas. Esto a la vez que puede ser
enriquecedor, es una limitación a la hora de definir los posicionamientos en torno a los
ejes analizados y a otros que no fueron contemplados aquí.

Para identificar los encuentros y desencuentros es necesario tomar en cuenta


antecedentes que han posibilitado alianzas y articulaciones entre la redes estudiadas
como fueron los casos de la movilización realizada en el 2000 con el lema “Las Mujeres
Paz harán”, la Constituyente emancipatoria de mujeres en el 2002, la movilización al
Putumayo en el 2003, el Encuentro Internacional de Mujeres contra la Guerra realizado en
2004, entre otras en la historia reciente. Estos antecedentes evidencian que sí es posible
articularse en determinados momentos y coyunturas a pesar de las diferencias que
encontramos en las apuestas, creo que en los acápites abordados se evidencian los
puntos coincidentes y no coincidentes. En estas conclusiones solo presentaré algunos de
ellos, por considerarlos los más trascendentes para el debate.

Sobre las perspectivas políticas

En las perspectivas políticas desde donde se paran las 5 redes se notan diferencias.
Unas se colocan abiertamente desde el feminismo, es el caso de la Ruta Pacífica, La Red
Nacional y el MAAP, aunque estas dos últimas con diferencias entre sus integrantes que
prefieren apostar más desde una perspectiva de género. IMP se para desde una apuesta
desde las mujeres, aunque hay un sector feminista dentro de su estructura, la Mesa de
Concertación lo hace más desde la visión de mujeres populares, no obstante muchas de
sus integrantes se definen feministas, específicamente del feminismo del sur. Estas
diferentes apuestas pueden derivar en diferencias de visiones del porque estas redes se
oponen a la guerra y construyen la paz. De allí salen desde posiciones que consideran las
mujeres como las llamadas a construir la paz por solo el hecho de ser mujeres como
aquellas que consideran que las mujeres lo hacen como sujetas políticas desde su
condición de oprimidas.

Estas diferencias de perspectivas puede que estén relacionadas con las visiones sobre la
guerra y la paz y estén derivando en diferencias de estrategias y acciones y los
escenarios en los cuales se intervienen prioritariamente.

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Sobre la guerra y la paz:

Las redes coinciden en plantear que la guerra tiene una lógica patriarcal y masculina, que
las mujeres son las mayormente afectadas tanto si participan directamente en ellas, como
por su condición de víctimas y que esto se enmarca en una lógica de neoliberalismo y la
industria de las armas.

Coinciden también en oponerse a la guerra y construir la paz, pero hay una diferencia y es
en el punto de partida. Mientras la Ruta Pacifica apuesta por un no a la guerra, las redes
restantes tienen como punto de partida la construcción de la paz. La primera entiende que
esto es en el marco del conflicto armado colombiano para evidenciar los efectos que este
conflicto tiene hacia las mujeres y con ello deconstruir toda forma de militarización en sus
cuerpos y sus vidas y con ello construir la paz desde una postura pacifista, antimilitarista y
no violenta Las redes restantes lo hacen desde una apuesta por la paz entendiendo que
esto es más amplio, más positivo y más abarcador que solo plantearse el cese del
conflicto armado. Sobre ello también una diferencia que resalta y es que no todas apuntan
hacia el pacifismo. Mientras que la Ruta Pacífica lo asume como una apuesta feminista,
algunas integrantes de la Mesa de Concertación entienden esa apuesta como una actitud
pasiva.

En ese mismo orden, una diferencia fundamental es sobre la lucha armada. La Mesa de
Concertación la ve como posibilidad frente a las desigualdades sociales y la represión del
Estado, el resto de las redes, a pesar de que entienden que la insurgencia en el marco del
conflicto surge por las desigualdades sociales, políticas y económicas no asumen la lucha
armada como posibilidad para transformar esas situaciones.

Sobre la participación política:

Aquí también hay diferencias y coincidencias.

Si bien las 5 redes entienden que es importante incidir en todos los espacios para
transformar la situación de opresión desde las mujeres y concretamente en el marco del
conflicto armado, unas “enfatizan” la entrada a los espacios de poder y de la política
tradicional (Red Nacional, IMP), otras más desde la movilización social (Ruta Pacífica) y
otras combinando la primera estrategia con la incidencia a otros espacios de movimientos
sociales y organizaciones de mujeres (MAAP y Mesa de Concertación). Aquí es
importante aclarar que digo “enfatizan”, ya que en una y otra pueden encontrarse
elementos de las tres estrategias en mayor o menor medida.

Otro punto de diferencia es sobre la movilización como estrategia. Para la Ruta Pacífica
es su estrategia fundamental que permite visibilizar y denunciar en los escenarios y
territorios en donde las mujeres son más afectadas por el conflicto, sus efectos y expresar
solidaridades con las mujeres víctimas de ello. Desde otras redes, específicamente desde
el MAAP algunas entienden que este tipo de movilizaciones ponen en mayor riesgo la vida
de las mujeres.

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Sobre procesos de negociación:

Es tal vez en este punto que hay mayores diferencias.

A pesar de que todas las redes apuestan por una salida negociada del conflicto y se
espera que la voz y propuestas de las mujeres sean consideradas en los mismos, hay
diferencias en con quién hacerlo y el cómo hacerlo.

La diferencia radica en quienes se consideran actores políticos y quienes no, con cuáles
actores es posible la interlocución desde las mujeres. Mientras que la Ruta Pacifica, Mesa
de Concertación y Red de Mujeres asumen la insurgencia como actor político y en este
sentido han participado en mesas de diálogo y/o negociación, IMP está participando en
calidad de observadora en las negociaciones con los paramilitares, actores que el resto
de las redes no considera como actores políticos. MAAP considera a todos los actores
como “armados” por tanto no está claro, por lo menos en los documentos y en las
entrevistas realizadas si consideran algunos como actores políticos.

Falta profundizar en las propuestas de las mujeres en los procesos de diálogo y/o
negociación con los actores armados.

Sobre Verdad, Justicia y Reparación:

Este es tal vez uno de los puntos más débiles de los análisis de las 5 redes. Si bien se
apuesta una verdad, una justicia y una reparación para las víctimas no está claro cuál es
la propuesta concreta ni tampoco el nivel de análisis conceptual sobre estos principios. El
acercamiento fundamental es desde las normativas internacionales, además de
concepciones generales. En ese sentido me parece que un reto interesante es profundizar
sobre ello para producir propuestas más concretas y creo que este puede ser un punto de
alianza importante entre las 5 redes.

Sobre el conflicto armado y las mujeres visto desde todos los sistemas de dominación.

Otro reto para las 5 redes es abordar cómo se articula en conflicto armado colombiano
con otros sistemas de dominación como el racismo y la heterosexualidad obligatoria. Esto
significa analizar más profundamente los efectos que está teniendo para las mujeres
afrodescendientes, indígenas y lesbianas el conflicto, cuestiones que no han sido tocadas.
No podemos solo quedarnos con un discurso de la diversidad conformándonos con tener
representaciones de estos sectores, sino que es necesario, mas allá de esas
representaciones ver como articulamos una propuesta que considere las diversas
opresiones de las mujeres concentrada en una apuesta articuladora en las que todas nos
impliquemos y este puede ser otro punto de coincidencia entre las redes.

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