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| ToUus T NO" NP A LO MAR ES it LA INVASION YANQUI EN 1914 : JUAN SANCHEZ AZCONA DEDICATORIA Scior General de Divisién Lazaro Cardenas. Presidente Constitucional de la Repiblica, México, D. F. Tormindda esta obra hace unos cuantos aitos, antes de que usted fuera clevado a la Primera Magistratura, de Secretaria en Secretaria, de revolucionario en revolucionario, anduve solicitando ayuda para la edicién del presente trabajo, que, como asienta on el prélogo el eseritor don Juan Sénchez Azcona, “no debe faltar en ninguna viblioteca de mexicano culto y debe ser extensamente propagada entre nuestro pueblo por su trascendencia patridtica € histérica”. En ninguna parte y en ninguna persona enconiré la ayuda solicitada, de lo que me felicito, pucs que en los aitos posteriores, he podido nutrir este libro con més documentos inapreciables, entre otros, los que se refieren a la condecoracién de tos supervivientes, acto efectuado por usted el 5 de febrero de 198: actuaba de Seerctario de Guerra y Marina, cuando Ba, pues, por su actuacién y por la parte que le corresponde on estas piginas, por lo que me permito dedicérscla, esperando la acoja con la denevolencia que le es caracteristica. Muy respetuosamente, Justine N. PALOMARES. Hézico, D. F., a 21 de abril de 1936." nchez Azcona, inmaculado eximio escritor, quien pro to Joga este libro, MeLIOTECA Lie. don Juan revolue io PROLOGO Razin tuvo el cultisimo escritor y alto pocta revolucionario, doctor Baltasar Izaguirre Rojo, cuando dijo que, goneralmente, un ‘prétogo es una cosa absolutamente initil, porque cast nunca sirve para nada. “Lo mismo ante ta obra buena, por innecesurio, que ante la obra mala, por énmerecido, los prélogos —dice— padecen de esta morbosidad de lo init- til”, EBs verdad. Si todos tos que escribimos nos diésemos siempre exacta cuenta de la general inutilidad de los prétogos, jamds escribiriamos uno. El lector que tieno un libro en su mano, se adentra en él por derecho propio y natural, sin que nunca sea menester que el autor le sea previa- mente presentudo y sin que cl autor se dé siquiera cuenta de que en esos momentos estd siendo visitado en su domicilio espiritual. Y, sin abary?, todavia hay quienes escribamos prélogos. ;Librenos Dios de hacerlo por suficiencia 0 por vanidad, si es que tenemos honesta coici otros mismos! Pero hay, a vec jencia de nos- i, Fazones morales que no nos permiten rehusarnos a escribir un prologo, y esta cs una de ellas para mi. Aparte de Ia vieju amistad y del estrecho companerismo que me ligan con ct autor de esta obra, ct eternamente bohemio de buena cep Justine N, Palomares, eviste la cireunstancia de que et prologo de este libro, de antaiio proyectado y en breve bajo las prensas, debi haber sido escrito por Jestis Urueta, quien con sincero entusiasmo habia acep- tado hacerlo. Pero la Parca implacable nog arrebaté al tribuno acda antes de que et libro proyectado por Palomares fucse una realidad y he ahi que, ahora, quiere el autor que sea yo quien substituya a aquel mi hermano det alma, a aquet inseparable camarada mio en todas nuestras andanzas, buenas o malas, a aquel hombre de accién y de ensuciio con quien comparté acciones y enauefos, do aquel cuya desaparicién me dejé 9 WS hee NOs SEPA EOC Ms A oR Bs ‘on una especie de vindez intelectual y a quien constantemente evoco con el verso de Diaz Mirdn: : “Hermano de adopeién, que eres mi orgullo...” No podia, pues, dejar de complacer a Palomares, tanto por é mismo, como por el recuer- do de Urueta. Sélo que Palomares sale perdiendo, pues Uructa habria prologado este patridtico libro con un exquisite canto épico, y yo no puedo hacerlo por falta absoluta de capacidad, Pero... jqué még dat... {Si at fin y al cabo todos los prélogos son iniitiles! Adéntrese et lector en el libro, y lea. Fin et cuso presente, més que en ninguno otro, resulta intitil el pro- logo. Los prologos o presentan a un autor 0 recomiendan un libro. Jus- tino N. Palomares no necesita presentacién, pues es ampliamente cono- cido en nuestra Repiiblica, por la personalidad que ticne adquirida en el periodismo y en las bellas letras, campo ingrato en nuestro pais, en et que Palomares viene bregando desde hace ya lustros. Recuerdo que en mis mocedades escribé una serie de pardbolas breves que se publicaban en las columnas de “Bt Imparcial”, y entre ellas hubo tuna que so intitulaba “Bl ave de tos dos plumajes” y que se referia a los poriodistas que son a a vez poctas y literatos. Me imaginaba wn estanque en que concivieran armoniosamente cisnes Blancos y cisnes negros, que 36 deslizaban gallardamente sobre la superficie eristalina, atentos a aloanzar los dones nutricios con el dgata rosa de sus picos, Pero, en cierta ocasién, apurecieron en el estanque unos cisnezuelos que, al crecer y omplumar, mostraban una ata negra y la otra blanca, Eran, pues, aves de dos plumajes. Los viojos cisnes del estanque se azoraron grandemente, tanto los blancos como lox negros. No acertaban a explicarse la nueva especie de compaiteros que venian a compartir con ellos las tibiezas det lago. Los observaban con recelo; y, a la postre, sin atreverse a hostili- zarlos precisamente, sc confabularon més 0 menos técitamente para tenerlos en cierto apartamento, sin considerarios pertenecientes ni a los blancos ni a los negros. Declan log viejos cisnes blancos que los nuevos cisnezuelos eran negros, aunquo'tuviesen una ata blanca; y dectan tox viejos cisnes negros que los nuevos cisnezuelos eran blancos, aunque tu- vicsen una ala negra. Asi, mal acogidos en el estanque, lox cisnezuclos 10 ASN OY ACS COGN ae Ne Q. Oia BON! ha D 1" 4 x0 decidieron a vivir y a reproducirse entre ellos mismos, hasta que, al correr de lox tiempos, fueron més que los cisnes negros y que los cisnes blancos y conquistaron el dominio del estanque, Ast acontecié en México, en las postrimerias del siglo pasado, con tos lite y otros los pr ratos y con los periodistas. Hasta entonces, unos eran los literatos generacién en la que, por esidades de adaptacion at medio, los literatos natos consinticron en actuar en el periodismo, y los poriodistas natos se pulicron como para literatos; y una vez arraigada esa evoluciin y destruidos ciertos prejuicios de falsa dignidad de casta, surgis vigorosa la nueva generacién det ave de dox plumajes, la del es critor literato que es a lu vez periodista, on beneficio del atildamiento del poriodismo y de la democratizacién de ta literatura, A esta generacién pertenece Justine N. Palomares, et autor de este libro, Muy mayor de edad que él, pude conocerlo casi desde sus primeros pasos en la vida de la imprenta y siempre me han estrechado a él cordia wdistas; pero vino una nueva arte de evolucién de ta publicidad y por ne les ligas de compaierismo. Trabajé a mi lado en tiempos de poligrosa exposicién periodistica, en tiempos de angustiosa modelacién de ta patria renovada. Su talento ha estado siempre al servicio de ta patria y do la libertad. Hs de lox que han sabido comprender y amar a ta Revolucién on sus justas ponderaciones y en sus més extensos alcances. Siempre con la mirada espiritual fija en el progreso y en la prosperidad de la patria, Justino N, Palomares dejé deslizar su vida a los libres impulsos ‘de su juventud y a las patpitaciones de su sangre bohemia; sin avideces de medro ni ambiciones de vanidad ahita, sin cuidarse de preparar ese nido para la senectud por venir, cuya asegurada posesion es la que nos irmite esperar tranquilos el momento supremo det descanso, Y asi, su vida ha sido accidentada y multifacética; ha labrado prosas y versos, ha pudlicado libros, ha regudo los cascabeles de xu buen humor por mu- chas regiones de la Repiblica, y on todas ellas ha dejado huella do su puso en tas hojas de la prensa local, Porque la patria se lo exigid, tam- bién a sido soldado, pero no soldado de cuartel y de oficio, sino ciuda- dano temporalmente armado en defensa de ideales y de libertades, Ha visto muy de cerca muchos sucesos de perdurable recordacién, y entre ellos aquollu angustia sictemesina que afligié 4 México, deade abril hasta iombre de 1914, cuando el pabellén de las barras y ias estrellas onded insolente sobre los muros de la muchas 8 heroica. Veracruz. not mu FOU SIN TE TLSIN Ge ase mR aes + OO. AND. Ay Rien Baas Este libro es una monografia de esa epopeya nacional. “La Invasion Yangui en 1914” fué un suceso que .conmovid hondamente a la Reptiblicu toda y que una vex més, hizo vibrar ese indémito patriotismo meaicano que se ha desbordado heroicamente en cada ocasién en que “un extrano enomigo ha osado profanar con sus plantas nuestro suelo”; pero la cir. cunstancia de quo entonces se encontrara la patria envuelta en el fuego de una intensa guerra intestina, ha envuelto también a aquel suceso en deplorable indecisién de conocimiento, a tal punto que virtuahnente pasa casi inadvertido y se esfuma y confunde en los mil acaccimientos incewan- temente sucesivos de nuestra dilatada guerra civil, Bra, pues, de todo punto necesario, que la nacién conociera con eaacta precisién lo que acon tecid en aquel amargo entonces, y esto es lo que acierta a lograr con este libro el poetaperiodista Justina N. Palomares. Bl libro, pues, se recomionda solo por su propio tema. Agotada y convulsa la Repitblica desde los horrendos crimenes de febrero de 1918, casi no habia pasado dia sin que en alyin rincén de la patria se derramase copiosamente sangre mexicana, cuando por todos tos Gmbitos del pats se esparcié una noticia fatidica y espeluznante: la injanteria de marina de los acorazados norteamericanos anclados ante el puerto de Veracruz, —que eran varios y muy poderosos— habian des- embarcado, tomando posesion del primer puerto de la nacidn, sobre cuyos edificios oficiales ondeaba orgullosa Ta imperialista bandera log Estados Unidos de Norteamérica, 4Qué sucedia?... ¢Qué aucederia deapués?,.. ;Hacia dénde queria ir Wilson, et ex-profesor de Princeton, cuya singular y variante ideologia hasta entonces, no habla dado tantas mnestras de histerismo ouantas dié después? : Estas eran las interrogaciones que todo ol mundo xe formutaba y a las que nadie acertaba a dar una respuesta precisa y categérica, Pero en todos los corazones bien puestos ardié la flama del patriotismo, encendida por la més justa de las indignaciones. Poco a poco fueron conaciéndose con eaactitud los hechos, tal y como hablan acontecido. ba 0 12 EATEN VAS? 1 OF NGA Ne QeUh ESN’ th O14 En la barra fluvial de Tampico, lox soldados huertistas habian suje tado al orden que altcraba, a un grupo de ebrios marinos norteamerica- nos. El Presidente Wilson se sinti poscido de puritana indignacién y, aunque no tenia oficialmente reconocido al Namado gobierno de Victoria no Huerta y, antes bien, reprobaba la precipitada y punible actuacion diplomatica (2) det otro Wilson (Henry Lane), evigia al usurpador una solemne reparacién NACIONAL por el incidente, Vietoriano Huerta, menicano al fin aunque criminal, se negé a darla, Woodrow Wilson’ ordend entonces que sus fuerzas navales la exi- gieran por la fuerza ocupando el puorto de Veracruz, al mismo tiempo que hacia saber « don Venustiano Carranza, et Primer Jefe del Bjéreito Constitucionalista y Eneargado del Poder Bjecutivo legal, que aquella accion no iba enderezada contra el pueblo mexicano ni contra México como nacidn, sino tinicamente contra Huerta, cuyos soldados habian ojendido a los Estados Unidos de América en las personas de algunos de sus marinos, El desembarque de los marinos norteamericanos en Veracruz no habia sido, como no podria haber sido, ineruento, Aunque las fuerzas militares del huertismo, alegando orden superior o toniéndola efectiva- mente, se replegaron sin combatir, dejando la ciudad indefensa, varios contonares de invasores mordieron el polro y sus caddveres, inhumados 6 incincrados lox més en la Isla de Sacrificios (que ya guarda tambicn restos de invasores francesce de otrora) y restituidos los menos a sus lares de ultrabravo, dan testimonio de que el pueblo mexicano sabe cum- plir con su deber, aunque el cnemigo que se le enfrente sea un coloso. De los clomentos armados oficialmente, sélo la Escuela Naval supo cumplir su deber. Los lobo y lobeznos de la mar recordaron que eran mewicanos y evocaron a sus predecesores terrestres de Chapultepec, y opusicron al invasor sus pechos, jévencs unos y curtidos por muchas brisas marinas otros, dispuestos « sacrificar sus vidas antes de abando- nar la plaza como un enjambre de mujerzuclas despavoridas. La Bscucta Naval de Veracruz desplegs verdaderos heroismos, si grandes en lo co- lectivo, sublimes en lo individual, Bl nombre de Azueta, por ejemplo, queda indeledblemente grabado en ta admiracién y en ta gratitud de los moricanos, Pero... los invasores poselan una superioridad materiat formidable. No podta la indefensa ciudad oponérseles con buen éxito, y al fin también Ia Esoucla Naval, agotados sus reeurses de resistencia, 13 % TUS Sie ISON VOTER ea As pet OFM AS. Ra Be turo que replegarse, incorpordndose a las fuersas huertistas de tierra, que en lugar seguro y sin exponerse, esperaban el curso de los aconteci- mienios. Pero entre aquellos soldados de tierra y estos cadetes de la mar se habia roto toda cohesién ante el juicio de la historia; entre unos y otros se habia abierto un abismo insondabie, El abismo que separa al he- roismo de la cobardia, .. La poblacion civil de Veracruz, 0, al menos una gran parte de ella, 40 condujo sublimemente cn aquel trance de extrema angustia patria, Los civiles se armaron como piidioron, ¢ incluso los presidiaros de Sav Juan de Ulia, presentaron la mayor resistencia que tes fué posible y pusieron en muy perfilada altura la pujanza de nuestra raza. Digo de nuestra rasa y no tinicamente de nuestra nacionalidad, porque es piiblico y notorio que numerosos espafioles de Veracruz empuiaron las armas, combatieron y aun murieron en defensa de ta integridad de nuestro suelo, Esto no debemos olvidarlo nunca los mewicanos, ni por gratitud por et pasado, ni por comprobada confiansa para eventuales posibilidades del porvenir... La gloriosa Cruz Blanca Neutral, nacida:en Oiudad Judrez entre los primeros fragores de la Rovolucién, presté muy vatiosos ser- vicios dentro de la actividad de su misién humanitaria, De indole andloga fueron, y de igual vatimiento, los prestados por la benemérita Cruz Roja espaiiola, bajo las drdenes de su delegado en México, don Baldomero Menéndez Acebal. 2 El usurpador Huerta, después de haber retirado de Veracruz sus tropas de defensa, Uamé a las armas en todas las regiones dominadas por au espurio “gobierno”, Y, naturalmente, en masa acudieron los ciu- dadanos, aun aquellos que sin sor huertistas residian en lugares por Huerta ocupados, para ofrecerse a la defensa de la integridad nacional. Hasta los apenas niibiles escolarcs fueron enrolados y militarizados. {Pero cuit no serta ta sorpresa y ol asco de todos, cuando se advirtis que el usurpador no pensaba en enviarlos a combatir contra log invasores, sino a combatir contra los revolucionarios constitucionalistas de Ca- rranzal €Qué hacia, ante ei atentado, cl Primer Jefe del Hjército Constitu cionalista? ate becAe: duN NAGS PO Nee AR Oo bo BNO 9, 1 4 Bn plena lucha contra Huerta, rehusaba admitir las “razone! Presidente Wilson y protestaba con toda energia contra la ocupacién de Veracruz. zPensd, acaso, Woodrow Wilson que Venustiano Carranca podria haber aceptado con benepldcito et golpe que ereta dar exclusivamente a Huerta con la ocupacién del puerto de Veracruz?...=iNo lo conocia! Don Venustiano Carranza cra medularmente un gran patriota, La gestion diplomética desarrollada durante su poderio y que yo conozco bien, por haber sido uno de sus agentes en el ramo, fué irreprochable mente patristica. Para Carranza, la ocupacién de Veraeruz no signifi caba wn ataque a Victoriano Huerta (aunque tal ataque pudiera repre sentar una ventaja para su propia causa), sino un ataque a la soberania nacional, ux ataque « México, Y asi lo manifests claramente a Wish ington, pidiéndo la desooupacién de Veracruz, ya que en aquol inmediato momento no le cra posible obtenerla por el esfuerzo de sus armas. Coleges mios extranjeros, que entonces se hallaban en Washington, me han refe rida posteriormento que tal respuesta desconcerts grandemente al Pre sidonte Wilson, quien, “cuando menos esperaba wna actitud neutral de parte de Carranza”, Pero, gedmo es posible esperar una actitud neutral de parte de un patriota, cuando una potencta extranjera huella el terri- torio de su patria? El empuje de lax fuerzas constitucionalistas derrocd, al fin, a Vie toriano Huerta, y en julio de 1914 el usurpador tuvo que huir a paises extranjeros, embarcando en Puerto México, pucs Veracruz seguta ocupa: do por tos norteamericanos, Una vez que Carranza entré en la capital de la Repithlica, reafirmd sus gestiones ante el gobierno de Washington, exigiendo la desocupacién de Veracruz; pero, en esta ocasién, tras det bilidad de una conceién dréstica militar pera recuperar la plaza invadida, y esto no era otra cosa més que una guerra formal entre las dos Reptiblicas de la América del Norte, Bajo la inspiracién firme y patridticn de Carranza mi gran amigo el licen ciado Isidro Fabela planted la demanda de la desocupacién, y el yeneral Déndido Aguilar fué et jefe militar encargado de tomar el puerto jaro cho, por la buena si las negoviaciones diplomaticas obtentan buen éaito, por las armas si la cancilleria de Washington se negaba a ceder ante las insinuaciones de la raz6n y del derecho. Y tras de dclicadas y frue tuoxas negociaciones, el 23 de noviembre det mismo afto de la invasion, pedimento so perfilaba ya la po Tow 8 TON Rs a Poe OM AOR Boe Aguilar soldado, y Pabela diplomatico, recogian a la heroica de las garras

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