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LA ASESINA Y LA MONJA Del Pacfico al Atlntico Es una francesa, me aclar la Directora, casada con un ingls, el secretario del banco,

, una buena persona. Ella lo mat. Dicen que estaba borracha. Se ve que est acostumbrada a la bebida. La mujer se quej. No tuvo la intencin hacerlo. Madame, dijo la Directora de Prisiones, con gran diplomacia, no haca falta hacer eso. En nuestro pas existe el divorcio Pero una hermana, con una piel que revelaba agua y jabn, nos habl gentilmente al odo. No os vayis sin decirle algo que la anime. Se fue hacia la cama, de un blanco inmaculado, y cogi una labor de ganchillo. Miren, esto lo ha hecho ella, no es primoroso? As que las vi a las dos juntas, la asesina que haba matado en un arrebato de furia alcohlica, y la hermana que llevaba treinta aos, los mismos que conformaban su vida, durmiendo en una celda de tan slo dos metros por uno, con una rejilla que daba al dormitorio de las que esperaban sentencia, un lugar que la ansiedad y el terror mantenan en una inquietante duermevela. Qu le espera? No lo s, dijo una hermana alta y morena que no tema a la vida ni a la muerte. Quizs no supiera lo que haca, aunque ella no tiene el coraje Entend que para una mujer como ella, contenta de vivir emparedada entre delincuentes y que se tomaba la salvacin de las almas como si fuera un empleo bueno y honesto al que se dedicaba con tanta disposicin como fuera necesaria, el coraje deba parecerle algo muy importante.

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