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Derecho Civil
El débito es una relación personal por cuya función el deudor queda vinculado respecto
al acreedor al cumplimiento de la prestación comprometida. Adscrito a la categoría
general del deber jurídico recae sobre el comportamiento de la persona, en cuanto
exigencia que reclama cumplimiento (lo que diferencia de la mera facultad y del
imperativo estado de necesidad). El débito es, pues, expresión subjetiva del lado pasivo
en una relación de deber; se llama deudor al obligado, siendo su realización debida la
prestación, concebida como referencia a un contenido patrimonializable (deuda pura,
diferenciable de la deuda normal, a la que acompaña la relación de garantía).
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nace al momento del incumplimiento del mismo. Posteriormente, se admitirá su
previsión de futuro y, si el ofensor no pagaba la compensación, su propio grupo se
dirige contra él, o le abandonaba a la satisfacción del acreedor (manus iniectio), por
considerarse dicho comportamiento como delictivo contra la propia sociedad.
Será menester un desenvolvimiento histórico más largo y complejo para que la deuda se
vea integrada con una relación independiente (negocio de garantía), bien cuando se
contrae el débito, bien un momento posterior (dicotomía que se aprecia claramente en la
relación de garantía hipotecaria respecto del débito original, hecha abstracción de la
garantía con el patrimonio del obligado principalmente): es el nexum, por el que el
deudor o un tercero se vincula en aseguramiento de la deuda. Sólo luego de la Lex
Poetelia, el nexum personal es sustituido por fiducia o garantía de terceros (vas, praes)
y, luego, por el sponsor. Finalmente, se admitió que el acreedor, en las convenciones
reforzadas por stipulatio, obtuviese una missio in bona como constreñimiento para
pactar lo prometido. Más tarde, en un tercer momento, la garantía surge directamente
del débito, al parecer, al convertirse el deudor en garante de sí mismo. La equivalencia
de valores entre deuda y garantía (operando ésta todos los bienes) se obtiene, pues,
luego de siglos de lucha y de espiritualización del fenómeno jurídico, que no culmina
sino en nuestro tiempo, en que se suprime la prisión por deudas produciendo la total
objetivación de la obligación y la equivalencia entre débito y garantía. Las situaciones
en que dicha equivalencia no se produce (relaciones con débito, pero sin garantía, cual
las llamadas obligaciones naturales; de garantía sin débito, cual los afianzamientos en
sentido amplio, como hipoteca y prenda por terceros, etcétera; o, en fin, situaciones de
no correspondencia, como las generadas en caso de responsabilidad limitada), son
excepción a la regla general.
Los sujetos de la relación obligatoria expresan dos partes, en que pueden concurrir uno
o más sujetos por cada una; el concurso de otras posibles partes se engloba en la
genérica denominación de tercería, si repercuten sobre ellas los efectos de la obligación.
A su vez, en cada parte pueden presentarse diversas modalidades de concurrencia. De
los sujetos predica su determinabilidad o su determinación, pudiendo ser aquélla directa
o indirecta.
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prestación con los objetos a que ésta puede referirse, considera, descriptivamente, que
toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa o servicio.
Finalmente, el contenido, que se expresa por medio del vínculo jurídico, no es sino la
relación entre acreedor y deudor formada por ese débito y esa garantía aludidos,
expresándose el débito por los pactos particulares y la integración legal correspondiente
(art. 1.258 C.C.).
Ha sido doctrina imperante por muchos lustros, que las obligaciones se originan en una
serie de fuentes; pluralidad fontana que la moderna doctrina reduce a dos: ley y negocio
jurídico. Cambio drástico cuyo sentido debe resaltarse.
Posteriormente, junto a los contractus GAYO enumera las variae causarum figuriis, que
advienen de modo particular (proprio quodam iure). Así, se mantiene un origen
particular de la obligación (pactum, delito que lleva al pactum y las diversas figuras), al
cual JUSTINIANO añadió una cuarta categoría, que, por correspondencia con los
cuasicontratos, se calificó de cuasi delitos.
Pero la doctrina más reciente, observando que la ley fija cargas o deberes, separa
aquellas situaciones en que la realización de la hipótesis normativa se remite a la
autonomía particular, de aquellas en que fija un determinado comportamiento. Éstas son
las cargas; aquéllas, las obligaciones. La alusión a los cuasicontratos queda limitada a la
gestión de negocios ajenos y al cobro de lo indebido, cuya consideración negocial queda
fuera de duda. Y si estimamos que los llamados cuasidelitos son comportamientos
reclamados por la ley, queda claro que ley y negocio jurídico son las fuentes de la
obligación, incluyendo en el concepto determinados deberes cuya infracción genera
obligaciones.
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auslobung alemana; esto es, respecto de aquellas situaciones en que se emite
unilateralmente el compromiso de una conducta. Se responde que ésta, por no ir dirigida
a nadie en concreto, solamente puede significar un contenido obligacional cuando es
aceptada en cuanto oferta por otra parte, siendo entonces el negocio la fuente. Sin
embargo, el propio Código Civil no ignoraba situaciones en que no se requería
aceptación alguna para hacer eficaz una conducta unilateral (art. 1.330, en su redacción
anterior a la reforma de 1981). Aparte, y de otro lado, se admite que una oferta que no
se proyecta en el tiempo impide la aceptación, por lo que se reclama una permanencia
razonable, que no es otra cosa que una obligación surgida unilateralmente, que halla
perfecto encaje en la doctrina dentro de los denominados actos propios. Aparte, la
realidad del tráfico, que nos muestra, cada día con más abundancia, situaciones en que
un solo sujeto se ofrece vinculado respecto de una generalidad, sin individualización.
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ocurre con la venta aplazada); específicas (si recaen sobre un objeto concreto) y
genéricas (cuyo objeto es uno dentro de un universo), que se estiman siempre
realizables (genus perire non censetur); divisibles e indivisibles, según que la
prestación pueda o no ser cumplida por partes; principales y accesorias, en
función de su autonomía o dependencia, y con cláusula penal, que suponen una
sanción adicional para caso de no realizarse el cumplimiento original.
La obligación tiene por finalidad ser realizada, lo que se produce con el cumplimiento o
actividad del sujeto que va dirigida a convertir en hecho la previsión del débito original,
que no guarda relación con el pago, porque éste puede realizarlo cualquier persona,
mientras que el cumplimiento debe actuarlo el deudor de manera libre (se dice del
cumplimiento que es psicológicamente insustituible). El cumplimiento representa el
plano subjetivo de la prestación. Tal cumplimiento puede llevarse a buen fin de diversos
modos, normalmente, cuando el deudor de manera libre y espontánea sume la
realización de la deuda, y anormalmente, que, a su vez manifiesta dos posibilidades
distintas, la forzada y la forzosa.
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el renuente, el acreedor puede promover la actuación judicial y, luego e incluso, que se
ordene por los tribunales la ejecución directamente; ciertamente debe diferenciarse si la
prestación es o no fungible, porque si la infungibilidad existe, solamente alcanza a
sustituirla por una prestación equivalente de daños y perjuicios. Dicho cumplimiento
forzoso no plantea en principio grandes problemas si existe un solo acreedor; pero
puede provocarlos cuando los acreedores son una pluralidad y las deudas exceden del
patrimonio actual del deudor, lo que deja paso, por razones de interés social, a una
intervención en los trámites de ejecución que se traducen en ciertos beneficios para el
deudor: los de quita y espera que tienen por fin prorrogar la realización de los créditos y
reducir su cuantía con el fin de que puedan quedar satisfechos en todo o en parte todos
los acreedores. Y, finalmente, el concurso mismo en el procedimiento de ejecución de
los créditos, que, entre otros efectos, origina una clasificación de los mismos, conforme
con su carácter, y una preferencia en su pago, aparte de provocar en el deudor una total
inhabilitación de administrar sus bienes y derechos.
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