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A cada uno de los dos terminales libres de las baterías uniremos los cables que a su
vez irán unidos a cada uno de las varillas de plata pura (0,999), de 10 a 15
centímetros de largo y 3 milímetros de grueso, usando unas pequeñas pinzas de
cocodrilo (de venta en tiendas de electrónica).
Es ideal tener separados y sujetos los alambres a una pieza rígida, para evitar que
se toquen entre ellos y hagan un pequeño cortocircuito, pero lo suficientemente
juntos para que quepan ambos en el recipiente donde los vamos a introducir. Por
ejemplo, podemos usar una tirita plástica, de madera o corcho (que no son
conductores de electricidad) a la que le haremos dos orificios para que entren las
varillas, dejando que asomen un centímetro por uno de los lados para poder
pinzarlos. El recipiente debe ser de cristal y contener sólo agua destilada, de venta
en farmacias.
A ojo y para una cantidad 250 mililitros (una taza grande), dejaremos las varillas
de plata dentro durante treinta minutos. Lo ideal es tener un medidor de
partículas por millón, que se puede adquirir en Leroy Merlín, en la sección de
filtros de agua.
Si ponemos una linterna detrás del vaso, podremos ver el proceso de electrolisis,
donde uno de los cables irá soltando una especie de humillo rosa o amarillo y el
otro burbujitas. El agua irá tomando un aspecto turbio y un sabor ligeramente
alcalino al paladar.
Las varillas de plata, que se habrán puesto oscuras, las limpiamos fácilmente con
un trozo de estropajo verde y las guardamos para cuando la volvamos a usar, ya
que a penas se gastan y nos durarán mucho tiempo.
Las varillas de plata de este post, son de 3 mm de grueso y 110 mm de largo y 0.999
de pureza. Podéis pedirle a un joyero que os la haga o comprarla en Internet.
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¡Salud!