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Por lo cual entiendo que ni la capacidad de querer, que tengo de Dios, es, estrictamente considerada, la causa de mis errores,

puesto que es amplsima y perfecta en su gnero, ni tampoco la capacidad de concebir, porque lo que concibo, habiendo recibido de Dios la facultad de concebir, lo concibo sin duda alguna rectamente, y no puede provenir de ella que me equivoque. De dnde nacen, pues, mis errores? Del hecho solamente de que, siendo mas amplia la voluntad que el intelecto, no la retengo dentro de ciertos lmites, sino que la aplico aun a lo que no concibo, y, siendo indiferente a ello, se desva f cilmente de lo verdadero y lo bueno! de esta manera me equivoco y peco.

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