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-1LA ACERA DE LA SOMBRA

POEMAS

JUAN ANTONIO MOLINA

2000-2001

La acera de la sombra
Mi patria es la acera de la sombra.
Nadie puede obligarme a tener más.
No puedo cargar con demasiado peso
luego que las palabras me quebraron la espalda.

Nadie puede obligarme a querer más


que la escuálida sombra de un arbusto.
El rojo de los flamboyanes me resulta
más suave y apacible que la sangre.

Mi patria es un puerto o una estación de trenes.


Un lugar donde siempre es la hora de partir.
A donde siempre llego demasiado tarde.

Nadie puede obligarme a ceder más


que una cómoda siesta, una fácil renuncia,
luego que las palabras vaciaron mis bolsillos.
Todos los secretos del adiós
No he recobrado la sutileza de la última vez,
cuando el muelle larguísimo parecía una línea de elocuencia
y los pañuelos náufragos besaban la mañana.

Pero ya tengo la distancia,


el beso de las pedradas invisibles
y pálidos temblores.

No he recobrado el ámbito de los aljibes,


los mástiles de sombría firmeza,
las cornisas crepusculares.

Pero ya conozco todos los secretos del adiós,


el agua clara de creciente mansedumbre,
esta tierra seca y flagelada.

Con sus zapatos rotos viene Marta


Mi último recuerdo bajo un árbol azul,
mientras limpio la tierra con los dedos.
Marta, feliz, le sonríe a la jaba de mangos.
Mi hermano todavía no está enfermo.

Antes viene el milagro del pan suave por la libre,


a las cinco de la tarde.
O del río San Diego (el agua cálida
como las manos de mi madre).

Yo me siento a la mesa interminable


o juego a las escondidas
tras el Cadillac blanco en el garage.
Con sus zapatos rotos viene Marta
a prohibirme que fume.
Luego escampa.

Suicidio

Quiero tender un puente entre mi pecho


y tus zapatos nuevos,
quiero suicidar algo (un poema tal vez)
quiero lustrar mi infancia con un disparo.

Voy a intentar un cadáver,


una grave sonrisa,
una letra.

Los documentos tapizan mi futuro.


Mi corazón es una piedra temblorosa.

La verdá
Hago una reverencia de luz
y avanzo con una mano rota.

Tengo el alma empolvada y como de cartón,


como de palo que revienta.

La verdad es que siempre estuve así.


Esta muerte no es nueva.
Esta niebla morada como un dulce
me raja desde el otro lado del Golfo.

Cierto, alguna vez soñé


y mi sueño fue como un rumor movido por el viento
(las hojas me besaban en los ojos).

Tantas manos me producen temblores.


Tanto espacio para luchar.
Tanto desconsuelo.

La verdá.

Vallejíada

En el umbral,
que padece una rara enfermedad,
hay un soplo hierático de luz.

Para no morir, el día aduce una razón algebraica.

Hoy
no he cenado
ni he abordado a ninguna muchacha.

Los héroes

Ahí están los laureados,


los autores del crepúsculo,
con su ilustre soledad.

Cada uno trae un cadáver bajo la manga,


adherido con la fatalidad de la piel
y los tatuajes.

Ahí están los inmortales,


los dueños del trigo y la palabra.
En los zapatos
traen el polvo de la más reciente ceremonia.

Ahí están los magníficos,


los guardianes de la duda,
los simuladores del misterio.

El fuego se alimenta de añejos discursos.


Hay algo subversivo en el silencio.
Algo en la risa.

Tam tam
Matemos de una vez los pavorreales,
eliminemos para siempre todo vestigio del azul.
El presente es un lujo parabólico,
el poema es un detalle en la ceniza
de los cisnes desplumados.

Mientras duermen los negros borrachos


se desnuda la tarde,
obligada como una princesa.

En la ciudad hasta la nieve es tropical,


hasta la sangre,
hasta una bala de inquietante destello.

Hay que ponerse la camisa minuciosamente


para bailar en esta fiesta de maldiciones.

Los versos
Hay que abrir la esperanza,
dedicarle un detalle,
una mosca trascendental,
un ruido transparente,
una brutal ovación.

Esta muerte me realiza


a la hora de las campanadas,
a la hora de los cabezazos
clavados en Dios.

Quien escribe se confiesa.


Quien aplaude existe.

Eso dicen los versos.

Nosotros

Vamos a probar la miel de las victorias.


Vamos a alumbrarnos con la sangre
de todos los muertos.
Vamos a abrir un camino-trampa, un camino-siembra,
un camino-hombre.
¿De qué sirve este fuego si no hay fábulas?
La vida ajena es un argumento logístico, vamos
a arder amordazados.
Vamos a roer la carne compacta de los dioses.

Los músculos del sí


Algún día
tendré que dejarlo todo por la poesía,
por la pretérita y oscura poesía,
por su devenir, para abrigarme en el invierno.

La poesía es una estrella enjaulada (tiene


mucho de piel, mucho de pluma)

Mis anticipaciones más puntuales,


mis resignadas ignorancias,
los músculos del sí
no serán suficientes.

Epitafio
Quiero dejar aquí este epitafio
ahora que se van murmurando las cabezas tristes
y quedo solo entre arcángeles y flores de artificio:

Se acabó.
Tierno y abrupto suena el bronce.
El viento tiene algo concluyente y blando.

El último
Tus rodillas se abren para cobijar mi país
triste como un momento de silencio.

Mi país que tiene la boca llena de tierra y de letreros


y delirantes adioses
y olvidos funerarios.

A tus pies lloro y pido el último


en voz baja.

Por qué

Hoy la vida se colgó de una cuerda encima del fregadero.


Goteó un rato su olor y luego quedó espuma,
pan, creyón de labios,
piedras húmedas y lodo y música
y latas de conserva, florecidas.
La corteza de la vida se fue en ómnibus, oliendo a mujer.
Quedaron las macetas asesinadas en el patio,
el polvo que se apaga al amanecer
la fuente llena de colillas.

Los manteles están llenos de sangre.


Los retratos se rajaron, quién sabe por qué.
Nadie duerme en este momento mínimo.

Está lloviendo en el universo.


Es el final.

La muerte
La muerte sale del closet,
cierra un libro,
se toma una pastilla.
Entra en mi cuarto y hace el amor a Patricia
quien apenas responde entre sueños y pregunta la hora.

Luego suena el teléfono y la muerte se pone mis chancletas.

Anda tan rápido, tan ocupada


y pensando tantas cosas,
que casi no advierte la confusión.

Dios
Dios casi no deja huellas cuando pasa por mi cuarto.
Un estornudo del perro, mis papeles que se desparraman,
los zapatos fuera del lugar donde siempre los dejo.
Cuando más, un vaso de cereal derramado de pronto
o una lámpara que se viene al piso.
Nada más lo reconozco por esa manía
de anunciarse como desorden
como caída
como
ca-
os

Coleópteros
Además de tú y yo
en este cuarto hay otros insectos
dañinos o no, lo importante es que piensan
que somos las dos mitades de dios
que se acoplan y a veces
se repelen.

Otros insectos que piensan estar aquí de paso.


Y que somos las dos mitades de este cuarto.
El mundo está lleno de sismos,
de rasgaduras.

O somos los parásitos.


Nos construimos un destino coleóptero.
Nos miramos y ya estamos presintiendo la muerte
estúpidamente aferrada al cristal de la ventana.

Como vosotros
Aquí estoy
estrechando la mano de este hombre vulgar,
de este hombre absolutamente limpio y vulgar,
que pregunta por mi mujer,
por mis hijos.

Pudiera robarle el honor, la riqueza,


pero estrecho su mano y siento un calor en las uñas.

Como vosotros
me hundo hasta la cintura en la humildad.

Poética Samborn’s
Por culpa de esta mujer estoy comiéndome las uñas así,
como quien dice.
Estoy consumiendo litros de café, toneladas de pan con mantequilla.
Estoy llorando así, como quien mira.
Cursi como la palabra eternidad.

Mi exilio comienza al otro lado de la mesa


donde ella pasó tarareando una canción de Agustín Lara,
recogiendo las migas,
pálida y delgada como una servilleta.

Tras su enagua hay un reguero de tristeza.

El mundo está dichosamente abandonado,


comenta el cajero, cómplice
y se queda con el cambio.

Ajusco 52
Ella solía orinar en el cuenco de mi mano.
Yo habitaba desnudo en la espera del acto.
Ella solía anticiparse con señales,
yo entreabría los labios.
Yo solía beber el oro pálido
de aquellos manantiales. Ella en tanto
se venía jadeando.

Una isla íntima y humilde


Tu lengua insólita recorre mis testículos,
se introduce en mi culo, juega
con mi lengua, mi nariz, mis ojos.

Trae sabores metálicos y dulces.


Trae insultos festoneados al borde de mi oreja.
Tus nalgas son el filo de la manzana,
dice tu lengua otoñal mientras me ausculta.

Tu lengua tiene el color del olvido


y sabe a sangre,
a pájaro ofrecido.

Mi cuerpo es una isla íntima y humilde


que tu lengua fermenta con silencios oblicuos.

Decir manzana
Ella tenía una hora solamente,
así que puse el corazón en el perchero
y pálidamente corrí las cortinas.

Nadie tocó a la puerta en esa hora,


nadie voló.

Yo estaba dispuesto a disfrazarla con nombres, con chiflidos.


Hubiera querido estrujarla fijamente
antes de que el sol saliera del armario.

Pero sólo pude señalar,


decir manzana
y pagar sus honorarios,
mirando a los astros de reojo.

Poema de amor a una muchacha miope


Tus ojos acontecen con un estilo irrepetible y triste.
Anteceden al silencio y al beso
y a ese fuego absoluto que me estruja el perfil.

Yo agonizo todas las muertes y todos los consuelos


cuando pasas eventual y hosca
con tu mirada de tierno desaliño.

He fecundado vientres, rencores y sospechas


sólo para encontrarte
desorientada y torpe, cruzando la calle.

Hasta el barro parece culpable si lo tocas,


hasta la noche parece inexperta,
hasta la lluvia.

Las muchachas
Las muchachas pasan y desaparecen
con sus párpados leves
con sus senos
de fijo temblor.

Ponen una distancia vital entre el paisaje y los enigmas,


entre la prisa de los ojos y el gesto suave.

Queda la ventana
con su fatal ceguera
y una lenta muerte revertida.

Metro Etiopía
Recuerdo el temblor de la tarde en los ojos de mi amiga,
el silencio profundo que nos separaba
como una distancia frágil y absoluta.

Por un rato nos detuvimos,


retrasamos la llegada del próximo segundo,
nuestras manos juntas,
jugábamos a ser dueños del tiempo y el destino.

Entrelazábamos siglos,
robábamos muerte a la muerte,
noche a la noche.
No recuerdo un silencio tan perfecto.

La tarde,
como un animal que sueña,
en los ojos cerrados de mi amiga.

Sin título
(Fragmento de un cuento de Hemingway)

Y entonces la dejó por una ramera armenia


que restregaba su vientre contra él
de una manera que casi quemaba.

La noche era más bien fresca y se acostaron enseguida.

Su cuerpo era demasiado maduro,


pero también resultaba suave
como un pétalo de rosa,
dulzón,
de vientre liso y grandes pechos.

Y no había necesidad de ponerle una almohada


debajo de las nalgas...

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