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La ciudad, el

individuo,
la identidad individual y
cómo cambia la ciudad

Egla Charmell

Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda Coro – Falcón

Nov - 2009

echarmell@yahoo.com

N
o se pretende en ningún momento entregar valor para

considerar lo aquí descrito, menos para una

interpretación de la ciudad y su posible consagración, es

sólo una reflexión sin ningún fin utilitario

Esta ponencia es producto de una revisión fotográfica que hicimos de

la ciudad de Coro en El Cojo Ilustrado, a fin de conocer acerca de su

estructura material a finales del Siglo XIX y comienzo del siglo XX.

Encontramos en una de las leyendas de las fotografías localizadas de

El Cojo Ilustrado Año II, octubre de 1893, nro. 43. p. 364: “Coro es

una de las ciudades de Venezuela que, así por su favorable situación

por la inteligencia de sus habitantes, progresará de manera

sorprendente el día que en nuestra patria prive el deseo del bien

común. No quiere esto decir que no sea hoy por hoy floreciente el

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estado de aquella importante y simpática ciudad de cuyo agradable

aspecto nos dan ideas los grabados de la página 364. Al contrario, el

hecho de que allí tenga tanto estímulo el cultivo de las letras como

para que en tanta estima tenga la mujer tan amable labor; y el de

que sea el de la literatura campo de ejemplar fraternidad, prueba son

de que allí reina la bonanza en los espíritus como consecuencia del

fructífero trabajo y de que a la buena índole se hermana el ingenio en

los corianos”

Consecuencia de las nuevas estructuras que presentan algunas

de las edificaciones hoy día con respecto a aquellas que visualizamos

en El Cojo Ilustrado y que constituyen en este momento hitos

patrimoniales en la ciudad y, de la condición de abandono de otras

edificaciones que han aparecido en el crecimiento, y como se nos

presenta el aspecto civilizatorio que remite a una apatía como se vive

hoy Santa Ana de Coro, vino un inmenso deseo de revisar más

fotografías que diera razón del tiempo y las formas como se fueron

produciendo los cambios, que permitió elevar la ciudad el 9 de

diciembre de 1.993, en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia

“patrimonio de la humanidad”.

Todo esto propicio en mí dos cuestiones con respecto, no al

cambio que se genera, que es algo que jamás se podrá explicar, ni

obstruir, ni negar, ni siquiera cuestionar, porque es propio de lo

humano según la sentencia de Savater: que lo único permanente en

el hombre es el cambio, sino ( y digo Savater para ser cercana, pero

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en tiempos muy lejanos lo dijo Li Po, Heráclito y todos los

dialécticos), ¿por qué la necesidad de borrar la ciudad si ella es un

icono de identificación y revela lo que somos, lo que pensamos, y que

es necesaria para nuestro reconocimiento e identificación, es decir un

elemento de identidad, el arte mismo?, ¿ por qué si esa ciudad ya no

es, hay quien revise en las edificaciones lo que ya no es, un tiempo y

una forma diversa que sólo existe en el pasado?, ¿por qué hay quien

fije una placa que señala “esta es la casa donde nació…” y debe decir

“este sitio estuvo la casa -que ya no es la misma casa- donde nació o

estuvo…” aquel personaje digno de recordar? Un sitio no es el

edificio, un edificio es el lugar donde los materiales se organizan con

una estructura, donde las ideas y cosmovisión son objetos: ¿mitos de

la ciudad?

El por qué se borra la huella de la ciudad es la cuestión básica para

pensar en esa relación que hemos establecido entre individuo e

identidad, siendo la ciudad una “unión indisoluble entre quien la

habita y la realidad concreta que lo envuelve” (Vielma, J.I. Altopía.

Otros Lugares: 2005), igualmente es posible preguntarse si es

funcionalidad lo que impulsa este cambio devastador de la ciudad y

que se debe cumplir por una necesidad de crecimiento, entonces ¿por

qué en vez de desalojar y reconstruir no construyen uno nuevo,

dejando lo que es allí como un ser, lo que es? ¿por qué es necesario

decir que fue?

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No estoy apuntando hacia los cambios que se suceden en la ciudad

por los nuevos elementos que aparecen, no, estoy hablando de los

cambios por la devastación que pueden revelarnos signos de la

identidad de sus ciudadanos. La ciudad cambia, tanto porque hay

nuevos elementos, como también porque es despojada de algunos de

sus elementos, la ciudad como producto humano y con entidad propia

lucha por su definición ante la naturaleza del hombre irreducible y la

sociedad impasible. Ella es un flujo: “ni el agua que transcurre torna

a su manantial, ni la flor desprendida de su tallo vuelve jamás al

árbol que la dejó caer”. (Li Po)

“La ciudad como lugar es la concreción de un símbolo, de la

existencia de una localización donde confluye el discurso y el

espacio”, (Vielma, p. 16). Me pregunto, cómo cambia el discurso que

quiere desaparecer el espacio. Sigo leyendo a Vielma “…El lugar es,

ante todo, un fenómeno cualitativo que expresa las conexiones

inconscientes y trascendentales entre el habitante, la naturaleza y lo

arquitectónico…”

No quiero entrar a discutir la identidad cultural, que es un pariente,

no sé si primo o gemelo de la identidad individual. Estoy pensando en

el individuo que desea borrar la ciudad como elemento identificador,

de allí, que conseguí en la fotografía una aliada para explicar a partir

de la ciudad un posible elemento que nos acompañe a ver la

identidad individual: los individuos, los grupos y las culturas tienen

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conflictos de identidad. Hay una identidad personal y varias

identidades colectivas

Lo que he oído en la protesta sobre la identidad colectiva

representada en nuestro patrimonio, es como ésta se ve amenazada

cada día por la negligencia gubernamental que no responde a la

necesidad social “La política, la guerra o la enfermedad la han

transformado contra la voluntad de la razón y siempre en oposición a

la manera que alguien imaginó para ella” (Vielma, J.I: 2005). La

acusación de devastadores de la ciudad casi siempre recae sobre los

gobernantes, ¿será que los individuos gobernantes pertenecen a un

grupo patológico que tienen conflictos de identidad individual? La

explicación que aquí expresa José Ignacio Vielma es atada al poder

que del gobierno emana: “… estructuras de razón dominante

lograban incorporar fragmentos de orden que actuaban como

estructuras de representación de su poder institucional: la

construcción del monumento, la urbanización global que arrasaba lo

preexistente, la especulación inmobiliaria, la inserción de órdenes

ajenos y anacrónico, las políticas populistas a la vez que

negligentes…” , estos son los lugares inciertos de la ciudad

La identidad no es algo per se, la identidad existe si reconoce a otro,

la alteridad que se presenta como el antagónico. Estos antagonismos

son los que producen los conflictos frente a los demás, pero también

con nosotros mismos. Si el otro no confirma mi identidad, se

transforma en una amenaza y es frecuente que se intente evitar el

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contacto con aquellos que nos amenazan, que ponen en riesgo mi

identidad, mi autoimagen y mi autoestima, quien sabe necesitemos

eliminar a quien (lo que) nos lleva hacia la dificultad de un

autoreconocimiento y que pone en juicio nuestro Ser, ¿será que hay

en la ciudad esos elementos que nos hostigan y necesitamos

eliminarlos? Así la identidad es el foco de conflicto-aceptación de la

personalidad: la identidad tiene que ver con nuestro suceso de vida,

mediada por nuestra cosmovisión y por el concepto de mundo que del

tiempo donde nos desarrollamos y lugar en que vivimos (la ciudad).

De esta manera conseguimos en la identidad un concepto de relación

entre el individuo, el grupo y la -sociedad, la historia individual junto

a una historia social, y la ciudad el lugar de reencuentro, pero

también el espacio de la manifestación de cualquier síntoma

patológico frente a la identidad puede ser un lugar para el conflicto;

de allí, la necesidad de su eliminación ( la ciudad como el sitio de

intercambio simbólico para la continuidad y que resguarda una

identidad), que no necesariamente está marcada por quien de una

vez en un solo instante la destruye con golpe de poder, sino por el

que consuetudinariamente en lo paulatino va señalando un compás

para el fin; el ciudadano en conflicto se manifiesta enemigo de la

ciudad ¿Será que la ciudad lo anuncia como hombre masa y la

identidad es síntoma de lo singular, y cuando ésta no le permite tal

singularidad, ella se convierte en el espacio de conflicto y desde allí

su destrucción? ¿o es que acaso ella no le otorga imágenes,

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segmentos, memorias, historias, relaciones de identificación para

construir e incorporar en su historia?

Es aquí donde asalta un concepto que sólo se ha sumergido en lo

político, como es el concepto de ciudadano. El ciudadano como

habitante y participante de la ciudad es un individuo educado en

consistencia de su ciudad y para seguir repitiendo a Savater

(Conciencia y ciudadanía teleconferencia dictada en Caracas UCV

en agosto del 2005) “un ciudadano educado suficientemente , es un

líder, una persona con personalidad y con ideas” Esto me induce que

la acción devastadora no es una acción simplemente del gobernante,

sino de todo aquel que no asume la ciudad como un elemento de su

personalidad

La última pregunta ¿por qué no hacen mantenimiento se deja al

tiempo su existencia y el sea el único responsable del efecto

devastador?

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