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s de la irracionalidad, que en s es ciega.

El que 3
elimina de la irracionalidad la supervisin del razona-
miento y le permite actuar segn su propia naturaleza,
sera capaz de acceder a su deseo y a su irascibilidad
en la misma medida y
de: ponerse en movimiento por
su propio impulso hasta donde le plazca. Nos ofrecer,
al menos, un bello ejemplfo de seriedad y unos actos ra-
zonados, si se mueve en. unas actividades del mbito irra-
cional al margen de la supervisin que debe suponer
el razonamiento.
Sin embargo, la diferencia entre el hombre virtuoso
u
y el malvado parece consistir en que el uno tiene en
todo lugar el razonamiento a su lado como dominador
y regulador del elemento irracional y el otro realiza la
mayora de sus actos omitiendo en todos ellos el reco-
nocimiento
y la cooperacin de la razn. Por ello el uno
se denomina irracional y llevado por la irracionalidad
y el otro razonador y dominador de todo elemento irra-
cional.
Y, por supuesto, para la mayoria las faltas se 2
cometen de palabra, de obra, con los apetitos y con las
actitudes colricas; por el contrario, los buenos actos
son inherentes a los virti~osos, porque aqullos permi-
tieron al nio hacer lo que quisiera
y stos encomien-
dan esta facultad al pedagogo
y con su ayuda rigen sus
actos. As tambin, en los alimentos
y en otras activida- 3
des o goces corporales, el auriga con su presencia impo-
ne moderacin
y oportunidad, pero, si est ausente y,
como dicen algunos, se encuentra ocupado en sus pro-
pios asuntos, o bien mantiene fija nuestra atencin en
l,
y no permite a la irracionalidad apasionarse ni reali-
zar enteramente actividald alguna, y, adems, consiente
que esta atencin nuestra se centre en el nio sin su
colaboracin, en estas circunstancias aniquila al hom-
bre, arrastrado por la locura de lo irracional.
Por ello a los varones virtuosos la abstencin de ali-
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mentos, goces y actos corporales les es ms conveniente

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