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III.

-Pues no andas muy desencaminado, somos algo así.


-¡¿Cómo?! ¡Yo no soy un chupasangre Ryuk!
-¿En serio? –esbozó una sonrisa un poco burlona-. Si me dejas, puedo explicártelo.
Gabriel intentó relajarse y se acomodó de nuevo en el suelo.
-Muy bien, explícate.
-Necesito que te pongas de pie… Vale, ahora quiero que me atravieses con esto –le dijo
poniéndole una daga en las manos.
-¿Estás loco? No pienso matar a mi… hermano.
-Hazlo.
Gabriel cogió la daga fuertemente con la diestra y que su tono no admitía réplicas.
-Utiliza tu mano. Sé que tienes la misma fuerza con ambas y que podrías llegar a
desenvolverte por igual con las dos, pero siempre tenemos más afinidad con una que con otra.
<<¿Cómo sabe que soy zurdo?>>
Cambió la daga de mano y se puso en guardia. Ryuk lo miró con impaciencia.
-¿A qué estás esperando? –puso los ojos en blanco y sin darle tiempo a reaccionar, le agarró
la mano con la que sostenía la daga y le obligó a clavársela en el abdomen, pero para la sorpresa de
Gabriel, la hoja de la daga se quebró al chocar contra su piel.
-¿Es que nunca antes te habías dado cuenta de que tu piel era especial? Dime ¿cuántas veces
a lo largo de tu existencia te has cortado o hecho algún rasguño?
Gabriel se dio cuenta que tener la piel tan dura no era algo tan normal como había pensado
desde que tenía memoria.
-No, nunca… Pero eso no me aclara lo de ser un vampiro.
-Es que no eres un vampiro.
-A ver ¿en qué quedamos?

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-Si dejas de interrumpirme, a lo mejor te lo puedo explicar de una forma que te resulte fácil
de entender.
Ciale los observaba con una chispa de emoción en los ojos, era la primera vez que veía a los
dos chicos hablar cara a cara.
-Verás hermano –puso especial énfasis en la palabra-. Ahora ya te has dado cuenta de lo
especial que es nuestra piel, aunque… la tuya está en un estado deprimente –le dijo examinando la
piel de sus brazos-. Estoy seguro de que es porque no te alimentas bien, no, seguro que es porque
no te alimentas… Voy a tener que enseñarte muchas cosas, tu piel presenta un aspecto casi
humano y eso puede traerte muchos problemas… dime ¿nunca has sentido sed?
-¿A qué te refieres con sed?
-Desde luego no a sed de agua –le dirigió una mirada inescrutable y de pronto Gabriel se
encontró mirando el aire.
-¿Adónde ha ido? –le preguntó a su tío.
-Ahora verás.
Justo en ese momento Ryuk apareció de nuevo delante de él, pero traía algo en las manos,
bueno, no era algo, era alguien. Su hermano sostenía en brazos a una preciosa niña. Su piel era
extremadamente pálida y suave, tenía el pelo totalmente blanco como el pelaje de un oso polar y
unos ojos… Gabriel se quedó embobado mirándola, tenía unos ojos hermosos de un color granate
intenso y muy brillante y cuando el aroma que desprendía la piel de la niña llegó hasta él sintió una
sacudida en su interior, era increíble, tan dulce y delicioso…
-Gabriel… ¡Gabriel! –Ryuk lo sacó de su embotamiento-. Te aconsejo que no la mires a los
ojos, créeme no querrás descubrir qué pasa… Cuando te pregunto si nunca has sentido sed, me
refiero al tipo de sed que vas a sentir ahora mismo si es que no la has sentido ya.
Cuando terminó de hablar se agachó al lado de la niña –tendría unos nueve o diez años- y le
cogió, con una delicadeza y suavidad impresionantes, una de sus pequeñas manos mientras la
miraba fijamente a los ojos.
-Mi dulce Ángel –su voz acababa de volverse extremadamente melosa, hipnotizaba, sonaba
como una suave brisa cálida de principios de verano que acariciaba tu piel-, por favor nunca me
dejes solo, nunca vayas a donde yo no pueda seguirte…
Gabriel no supo cómo reaccionar ante las palabras que le acababa de dedicar a es hermosa
niña, ¿qué significaba aquello?
Un rápido movimiento lo distrajo de sus indagaciones. Ella se había abrazado a su hermano y
él correspondía su abrazo, pero aquel abrazo estaba lleno de cariño, de amor aunque no el amor
que puede demostrar un chico de dieciocho años hacia una niña de diez, sino el que siente un

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enamorado hacia su pareja. Aquello desconcertó a Gabriel pero se abstuvo de decir nada, al fin y al
cabo ¿quién era él para juzgar a nadie?
Ella rozó levemente con la punta de su pequeña y bonita nariz los labios perfectos de Ryuk
que se estremeció de pies a cabeza al notar el contacto de su piel, la apartó suavemente y le dedicó
una sonrisa y una mirada colmada de un amor infinito.
-No mi ángel, es para mi hermano… por fin está aquí y necesita un poco de sangre –dijo
señalando a Gabriel.
Ryuk bajó a la niña suavemente. Ella le devolvió la mirada y la sonrisa, le acarició la cara y
se empezó a aproximar a Gabriel. Parecía que flotara en vez de caminar y sus movimientos serían
la envidia de cualquier bailarina.
Al llegar junto a él lo miró y alzó las manos para que la cogiera en brazos.
Él miró a su hermano y tras un asentimiento por su parte la levantó. Ella acercó mucho la
cara a la suya y al notarlo Gabriel hizo el amago de apartarse pero para su sorpresa, no pudo. El
olor que desprendía la niña era un imán demasiado poderoso como para intentar resistirse. Quiso
mirar a su hermano para dirigirle una mirada interrogante pero tampoco fue capaz, de repente se le
había secado la boca, sus músculos se habían tensado y acababa de tomar consciencia de lo
grandes y puntiagudos que eran sus colmillos, cosa que nunca antes había valorado. Se mordió el
labio inferior y la miró sintiendo un ramalazo de ardor por toda su garganta.
<<Su piel es muy fina, apenas tendría que apretar la mandíbula para atravesarla… ¡Qué estás
haciendo! ¡Deja de pensar atrocidades!... Pero su olor es irresistible y su sabor tiene que ser incluso
mejor, extremadamente delicioso… ¡No! ¡No eres un monstruo chupasangre! ¡No lo hagas!... Yo
no soy un monstruo. ¡Agggg! No eres más que una molesta voz en mi cabeza, déjame en paz,
tengo sed…>>
Gabriel abrió mucho los ojos al comprender lo que acababa de pensar, al darse cuenta de lo
que estaba a punto de hacer, pero aquello no era lo que más lo sorprendía sino el hecho de que no
deseaba resistirse, deseaba con todas sus fuerzas beber su sangre, embriagarse con su aroma y su
sabor y… además, aquella debía ser su naturaleza, ¿por qué había de rechazarla?
Ciale y Ryuk lo observaban sin parpadear, ¿qué se suponía que estaba haciendo? ¿A qué
estaba esperando? Era del todo increíble el hecho de que uno de los de su especie fuera capaz de
resistirse a aquel aroma durante tanto tiempo teniéndolo delante de la nariz, pero sin embargo ahí
estaba, Gabriel llevaba ya un buen rato con la niña a escasos centímetros de su boca y no había
hecho nada, ni siquiera su gesto había cambiado, continuaba siendo tan inexpresivo e inescrutable
como siempre aunque se había mordido el labio inferior.

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Ryuk lo observaba fascinado, su hermano era realmente fuerte, jamás habría llegado a
imaginar que hubiera alguien que se pudiera resistir de aquel modo a su olor.
La niña levantó la cabeza dejando el cuello justo frente a su cara. Él lo observó y clavó la
mirada sobre la pequeña línea morada que palpitaba lentamente bajo su piel, se relamió y empezó a
acercar su boca lentamente.
Rozó su piel con los labios, la fragancia lo envolvió, creyó volverse loco durante un
momento, la ansiedad lo devoraba y no quería separarse de ella, simplemente la quería. Ahora
podía hacerse una idea de por qué su hermano la trataba así, nadie sería capaz de resistirse a aquel
olor… Pasó la punta de la lengua por su piel y percibió dos pequeños bultos, dos pequeñas
cicatrices. Entonces abrió la boca y hundió los colmillos limpiamente en su carne.
Una sustancia líquida y azul empezó a salir a borbotones de los dos pequeños agujeros y
mojó sus labios. Gabriel empezó a beber aquella sangre extasiado, el sabor era maravillosamente
delicioso. Tragó rápidamente para evitar que se desbordara de su boca y cuando la sangre dejó de
brotar con tanta intensidad, redujo la velocidad al tragar y empezó a concentrarse en saborear.
Ciale y Ryuk seguían sin poder creerse lo que veían, esa lentitud con la que bebía la sangre,
esa expresión inexpresiva y ¿cómo conseguía mantener sus instintos a raya? ¿Cómo era capaz de
estar tan controlado? Sus ojos apenas habían adquirido un matiz negruzco y casi no se había
notado que su piel había palidecido. Debería estar intentando abrir en canal a la niña para poder
beberse toda su sangre, debería estar muriéndose de ganas de desangrarla, de beberse hasta la
última gota, sobre todo si aquella era la primera vez que probaba la sangre, incluso a Ryuk, que la
amaba sobre todas las cosas, le había costado lo indecible controlarse la primera vez e incluso
ahora todavía le seguía costando y sin embargo a su hermano le resultaba tan sencillo…
Gabriel dio un último sorbo satisfecho, se apartó de ella y la dejó en el suelo mientras se
limpiaba los restos de la sangre que le había quedado en los labios con la lengua.
-Gracias… ¿Cómo te llamas?
Ryuk respondió por ella.
-Yo la llamo Inha.
Gabriel volvió la mirada hacia ella.
-¿No puedes hablar?
-Ninguno de los de su especie puede hacerlo –contestó Ryuk al tiempo que ella negaba con la
cabeza.
-¡Vaya! No eres humana, eso explica la sangre…
-¿Crees que te hubiese dejado beber su sangre si lo fuera? Muy pocos humanos son capaces
de resistir nuestra mordedura y yo no permito que nada ni nadie le haga daño.

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Él asintió con la cabeza.
-Nunca antes había sentido este tipo de sed y la verdad no me extraña, los monjes del
monasterio apestan… yo creía que era porque no se lavaban pero ahora sé a qué se debía. Estoy
seguro de que si me hubiera encontrado con un olor, no como el tuyo, jamás he olido nada igual,
pero sí medianamente bueno y aceptable, estoy seguro de que habría sentido sed.
-No lo había notado –comentó Ryuk pensativo-, siempre que iba al monasterio procuraba no
respirar para poder pasar totalmente desapercibido.
-¿Has ido más de una vez?
Él se echó a reír.
-Iba todos los días.
-¿En serio? ¿Por qué?
-Para estar contigo, ¿Para qué iba a ir sino?
Gabriel se quedó sorprendido.
-Desde que te encontramos no he dejado de ir a verte ni un solo día, somos hermanos… ¿Qué
pensabas? Yo no soy insensible y quiero a mi familia.
-¡Claro! Ahora lo entiendo, aquella presencia, aquella sensación de estar siendo observado no
era mi imaginación, eras tú…
Gabriel repasó las últimas horas, habían sido las más largas e intensas de toda su vida. En
aquel pequeño espacio de tiempo había cambiado radicalmente su forma de pensar y de ver la vida,
bueno la existencia, no le había costado casi nada aceptar la nueva verdad, simplemente sus raíces
habían tirado de su consciencia manipulada y por fin había encontrado las repuestas que quienes lo
criaron le habían negado durante tantos años, aunque estaba seguro de que aquellos monjes no
tenían ni idea de su condición no humana.
-Vale, lo de que no sintieras sed es comprensible, pero entonces tenías que comer mucho
para poder mantener tu cuerpo.
-Mucho es quedarse corto, comía como las musarañas, siente especial predilección por la
carne de ciervo –dijo Ciale riendo.
-Vale, entonces queda justificada su desmejorada piel y su poca fuerza. Seguro que durante
un par de semanas alimentándote bien estás como una rosa.
-Una cosa, si somos vampiros ¿por qué no nos afecta la luz del sol, ni nos transformamos en
murciélagos?
Los dos hombres empezaron a carcajearse.
-Ningún vampiro se transforma en murciélago Gabriel, eso solo es un mito. A demás tú no
eres un vampiro, no del todo.

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Gabriel frunció el ceño.
-Los vampiros existen desde hace tanto tiempo como los humanos, somos sus depredadores –
Gabriel se fijó en que Inha se había acercado a Ryuk y ahora él la sostenía sobre sus piernas
mientras la arrullaba suavemente-, nuestra especie, al igual que la de los humanos, ha ido
evolucionando con el paso de los años y hemos sufrido importantes cambios y adaptaciones hasta
llegar a esta nueva raza.
-Entonces, por eso me has dicho que no somos vampiros pero que tampoco dejamos de
serlo… ¿Somos una nueva y mejorada especie de vampiros?
-Si y no.
-Bueno, entonces ¿qué es lo que nos diferencia de los demás?
-La piel es todo un adelanto –se palmeó el dorso de la mano- No hay absolutamente nada en
este mundo que pueda atravesarla, que nosotros sepamos.
-¡Vaya!
-Sí… la verdad es que resulta muy práctico. La luz del sol no nos hace daño, nuestra piel se
ha adaptado y soporta tan bien las radiaciones como la piel de un humano, pero tampoco nos
podemos tumbar en la playa a tostarnos, somos de piel delicada como los humanos del norte y
podemos aguantar muchísimo sin beber sangre, de echo podemos sustituirla por carne… ya ves,
podemos llevar una existencia tan normal como el resto de los mortales, como has hecho tú hasta
ahora solo que hay que pagar un precio.
-Espera… si somos inmortales ¿cómo es que envejecemos? ¡Ah! ¿Y por qué yo podía vivir
en un monasterio sin que me afectaran los crucifijos y el agua vendita? ¿Es otra novedad de
nuestra especie?
-Voy a contestar primero a la segunda pregunta. No, no es una novedad de nuestra especie.
Dime Gabriel ¿te parezco un demonio? ¿Tengo pinta de ser malvado?
-No.
-Yo puedo creer en un Dios y rendirle culto tanto como los humanos, los vampiros somos
solo una especie más, no somos errores de la naturaleza ni hemos sido creados por ningún demonio
o fuerza oscura, entonces ¿por qué nos iban a afectar dos trozos de madera cruzados y un poco de
agua bendecida?
Gabriel sonrió, su hermano se explicaba a las mil maravillas.
-Y ahora, somos inmortales, sí, pero sin embargo envejecemos ¿por qué? Porque nosotros
hemos nacido vampiros, somos… de pura raza por así decirlo, bueno en realidad no, somos un
cruce entre dos razas muy semejantes por eso somos especiales, por eso podemos hacer ciertas
cosas, pero a lo que voy, nosotros no hemos sido convertidos. Durante los primeros años de

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nuestra existencia nos desarrollamos a velocidad de vértigo, casi tan rápido como cualquier
humano, pero después el procedimiento se ralentiza hasta que se detiene, la máxima edad que
llegaremos a aparentar serán los veinticinco, como mi padre.
-¡Wow! ¿Y cuándo será eso? Ya tenemos dieciocho.
-Sí, pero tú cuerpo aún no ha alcanzado esa edad, en realidad tenemos unos quince o dieciséis
años físicos pero como la diferencia es muy pequeña apenas se nota y podemos pasar
perfectamente por chicos de dieciocho, incluso podríamos aparentar mucha más edad gracias a
nuestro poder de persuasión.
-Ajá ¿qué más cosas podemos hacer? ¿Volar?
-No –rió- pero casi. ¿A que nunca te has cansado corriendo?
-No.
-¿Y alguna vez has intentado ver qué velocidad puedes llegar a alcanzar?
-Pues la verdad es que apenas he corrido en toda mi vida… existencia –se corrigió- se supone
que no estamos vimos ni muertos ¿no?, –rió- en un monasterio, correr no es una actividad muy
realizada.
-Claro… -Ryuk le sonrió a la pequeña Inha y le dio un beso en la mejilla, luego se levantó y
la dejó suavemente sobre el tronco junto a su padre que parecía rebosar felicidad y orgullo- ¿Qué
te parece si hacemos una carrera hermano?

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