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Por ello, en una república con vestimenta colonial, se propuso una sería de
maneras de comprender la Educación y hacer del acto educativo el más justo y
el menos elitista de todos los actos sociales importantes. Tal hecho reveló que
detrás de cada pensador de la educación no solo estaba el fenómeno
educativo, sino que, además estaba el repensar las circunstancias reales.
Como ello era una tarea difícil, no dudaron en consultar las posturas en
vigencia mundial (pero no las actualizadas) que eran las que al menos les
brindarían una guía en sus trabajos como pensadores de la educación de
nuestro país. Ello fue una de las causas de la dependencia social, tenían
nuestra educación y podían manipularla, por ende no dudaron en hacerlo y
generó un divisionismo de acuerdo con la disertación de objetivos, algunos
elitistas y otros demasiados masivos y utópicos, sin contar con los primitivos
pero auténticos planteamientos de Encinas que trató de construir lineamientos
metodológicos contextualizados en la situación del necesitado.
“En lo que concierne a la educación, el concepto de calidad, nos dice Juan Bautista
Arríen, “es un concepto complejo, que se construye respecto a múltiples y diversas
referencias. Es un concepto rico, incluso, en permanente evolución, convergente y
ascendente tras un ideal de una gran fuerza de atracción. La calidad de la educación
es una especie de utopía y de aproximaciones sucesivas”
Hablamos pues de una separación definitiva entre las luchas sociales que
retienen el ascenso educativo y las políticas obsoletas en práctica que servirían
de mucho si alguna vez pueden retomárseles. No se trata de olvidarse de los
procesos de cambios y producción de fenómenos sociales, se trata de
focalizarse más en el objeto de la educación y en el recordatorio teleológico,
que en circunstancia real nos dice que la formación integral del individuo y la
sociedad es el fin de la educación. Empero, así sea una prederteminación
social, la educación puede manipularse para favorecer el desarrollo de la
sociedad y para mantenerse en la Praxis social; la historia de la educación en
realidad no nos debe recordar la biografía de los autores, sino su acto
intelectual.
A modo de finalización:
¿Por qué una reforma profunda de todas las cosas se debe empezar con una reforma
de las escuelas?