Erase una vez un cedro satisfecho de su hermosura.
Plantado en mitad del jardn, superaba en altura a todos los dems rboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que pareca un gigantesco candelabro.
Plantado en mitad del jardn, superaba en altura a todos los dems rboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que pareca un gigantesco candelabro.
Si con lo hermoso que so diera adems fruto, se dijo, ning!n rbol del mundo podra compararse conmigo.
" decidi# observar a los otros rboles hacer lo mismo con ellos. Por fin, en lo alto de su erguida copa, apunto un bellsimo fruto.
Tendr$ que alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijo.
Tanto tanto creci# aquel fruto, que se hizo demasiado grande. %a copa del cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando& cuando el fruto maduro, la copa, que era el orgullo la gloria del rbol, empez# a tambalearse hasta que se troncho pesadamente.
'( cuantos hombres, como el cedro, su demasiada ambici#n les arruina)
El secreto a voces *retel, la hija del (lcalde, era mu curiosa. +uera saberlo todo, pero no saba guardar un secreto.
,+u$ hablabas con el *obernador-
,le pregunt# a su padre, despu$s de observar una larga conversaci#n entre los dos hombres.
,Estbamos tratando del gran reloj que ma.ana, a las doce, vamos a colocar en el (untamiento. Pero es un secreto no debes divulgarlo.
*retel prometi# callar, pero a las doce del da siguiente estaba en la plaza con todas sus compa.eras de la escuela para ver colocar el reloj en el auntamiento.
'(), el tal reloj no e/ista. El (lcalde quiso dar una lecci#n a su hija en verdad que fue dura, pues las ni.as del pueblo estuvieron mofndose de ella durante varios a.os. Eso s, le sirvi# para saber callar a tiempo.