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La lucecita

- Oye A., te has fijado en esos dos?

- Sí, G., los he visto una que otra vez; no porque las otras veces no hayan
estado, no lo sé, sino porque una que otra vez he pasado.

- Mantienen fija su mirada hacia aquel punto brillante.

- Sí, hacia la lucecita.

- Oye A., entonces te es familiar aquel resplandor?

Los dos chavalos habían salido de casa, a jugar habían dicho. Entre rincón y
recoveco pasaron algunas horas. Horas para nosotros, eternidad o efímeros
segundos para ellos, el tiempo y el espacio se contraen, o al revés, según
determinadas circunstancias y según los seres que los viven. Encontraron
hormigas, hojas, piedrecitas, palitos, pequeñas plantas, aquí y ahí, un mundo
aquí, otro ahí, una hormiga, una hoja, un planeta, una galaxia. Así pasaron su
tiempo, cerca de 6 horas, en tiempo de adultos. Seis horas en ese aquí y ahí.
Descubriendo el universo, descubriendo que hay tantos mundos como seres,
inertes o vivos. Jugando con el mundo, que es único y es varios.

- Quiero saber por qué, según hemos visto, siempre están esos dos
entecitos puestos ahí, tal y como si un obscuro pensamiento los haya
colocado en ese punto.
- En El Punto, G. Porque no es cualquier punto. Es El Punto.
- Sí, A., El Punto.

Llegaron a aquel lugar, les importó poco qué podían pensar los seres adultos
llamados p. y m., porque, por sus cabezas, no pasa más que aquella manada
de sensaciones que los impulsan hacia el descubrimiento, hacia un mundo que
los abraza de la manera más precisa.

- Oye a., te has fijado en esos dos?

- Sí, g., apenas se observan sus oscuras intenciones.

- A veces, se ven salir las sombras. Éstas aprovechan las palabras y


algunos gestos para saltar hacia el mundo y rellenar los hoyos de la
masa negra que pesa sobre cada animal, vegetal o ser inerte, porque la
luz no es más que una intrusa en la obscuridad, ésta es la verdadera
existencia, la de la obscura conciencia.

- Oye, g., me dio miedo la sombra 2006n, ésa se escapó junto con un
consejo: haz a los demás lo que quieres que hagan contigo.

- Yo la he visto también, a., siempre sale con consejos de p. o de m.

Llegaron a aquel lugar, pero ya no estaban. Sólo El Punto, la lucecita. Y la


sensación de la vida anterior, porque cada segundo es hacia una nueva vida y
hacia una nueva muerte. La lucecita.
-Oye, A., siento una extraña presencia en este punto.
-Es El Punto, G. Al parecer ya habíamos estado antes en este lugar.
-Sí, eso parece. Conversábamos de la hipocresía del mundo. De la barbaridad.
De las sombras que se salen con las palabras y los gestos.
-Oye G., qué producirá todas las sombras ahí dentro?

Gerardo Manuel García


Managua, diciembre de 2009.

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