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La tesis medular del libro es que la industria editorial se ha visto contaminada por la lógica del mundo del espectáculo. De entrada, el público lector ha crecido pero a costa de una degradación de las prácticas de lectura. Así, hoy coexisten los lectores “habituales”, una denominación falsamente modesta, y los lectores “ocasionales”, membrete que a su vez resulta oblicuamente despectivo. Los segundos son los consumidores de “literatura industrial”, a los que se dirigen las grandes casas editoras, interesadas sólo en ofrecer entretenimiento, mientras que los primeros, entre los que por supuesto se cuenta el propio Escalante Gonzalbo, tú y aun el reseñista, crean la auténtica “cultura del libro”. Este maniqueísmo, que el propio autor reconoce como una necesidad conceptual para su argumento, aunque sea desde luego una simplificación excesiva, permite explicar la crisis por la que atraviesa la cultura del libro.
La tesis medular del libro es que la industria editorial se ha visto contaminada por la lógica del mundo del espectáculo. De entrada, el público lector ha crecido pero a costa de una degradación de las prácticas de lectura. Así, hoy coexisten los lectores “habituales”, una denominación falsamente modesta, y los lectores “ocasionales”, membrete que a su vez resulta oblicuamente despectivo. Los segundos son los consumidores de “literatura industrial”, a los que se dirigen las grandes casas editoras, interesadas sólo en ofrecer entretenimiento, mientras que los primeros, entre los que por supuesto se cuenta el propio Escalante Gonzalbo, tú y aun el reseñista, crean la auténtica “cultura del libro”. Este maniqueísmo, que el propio autor reconoce como una necesidad conceptual para su argumento, aunque sea desde luego una simplificación excesiva, permite explicar la crisis por la que atraviesa la cultura del libro.
La tesis medular del libro es que la industria editorial se ha visto contaminada por la lógica del mundo del espectáculo. De entrada, el público lector ha crecido pero a costa de una degradación de las prácticas de lectura. Así, hoy coexisten los lectores “habituales”, una denominación falsamente modesta, y los lectores “ocasionales”, membrete que a su vez resulta oblicuamente despectivo. Los segundos son los consumidores de “literatura industrial”, a los que se dirigen las grandes casas editoras, interesadas sólo en ofrecer entretenimiento, mientras que los primeros, entre los que por supuesto se cuenta el propio Escalante Gonzalbo, tú y aun el reseñista, crean la auténtica “cultura del libro”. Este maniqueísmo, que el propio autor reconoce como una necesidad conceptual para su argumento, aunque sea desde luego una simplificación excesiva, permite explicar la crisis por la que atraviesa la cultura del libro.