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SALVADOR PLIEGO
1
Copyright © 2008
COPYRIGHT by Salvador Pliego. All rights reserved.
Houston, Tx. USA
Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser parcial o totalmente copiado
o reproducido de cualquier forma sin autorización del autor.
Derechos reservados por el autor y debidamente registrado.
2
Murmura el mar
Murmura el mar…
Eco y resonancia de una gota cristalina.
Murmura el mar…
Y me hinco entonces en su arena.
¿Me entiendes? -Le platico.
Te hablo de ella…
Bajo tu azul mirada sus ojos cristalinos reverberan.
Te hablo de ella…
En la profundidad su boca.
En la distancia su silueta inquieta.
Y el horizonte que se acerca cuando siento que me toca.
¿Me entiendes si te digo que mi boca saborea?
¿Tú me entiendes?
Murmura el mar…
Y me hinco ante su arena.
3
Poesía
¿Qué quieres?
Sobre el azul del mar despiertan las palabras
y el piélago cae como arena en su rostro.
¿Qué quieres?
Y ella dijo:
Que me leas…
¡Oh, poeta!
Cristal del fuego y del vacío.
Cueva desigual de la vela y del marino.
Fue el verso su boca humedecida.
Fueron sus manos el roce y las teclas
donde el bardo sus escritos de sonido acumulaba.
El altar del poeta: su musa y su marea.
¿Qué quieres?
4
Miradas
Pasión de ti
5
Se ha escondido el mar bajo tus ojos
y yo inquieto por sentirte.
¡Oh, apasionado!
Mis manos tiemblan como bruma inacabable.
Mi boca busca lo que el mar al caer la tarde.
En el sabor del agua se resguardan tus medidas
y de nuevo en mí despiertan las ansias y deseos.
Maravillas
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¡Preciosa!: así las flores tu nombre escriben.
El dulce eco que arrulla y gime
de blancas rosas habla y emerge
y ante el rocío toca tu frente.
Guardián, el viento,
en ti esculpe y adora en canto,
fulgura tenue junto a tu mano.
Cuentan los sueños que fuiste aurora,
y en mi ventana, muy de mañana,
del viento te desprendiste.
De tus caderas
se cuelgan las maravillas:
nardos de espuma, sutiles rimas,
rosas de aurora que lidian
con el semblante de las orquídeas;
Versos primaverales que en el otoño
buscaron nidos bajo tu hombro.
Si yo pudiera, si yo pudiera
llenar mis manos de maravillas:
como tus ojos, como tus sueños,
como un destello de golondrinas.
7
Mi mente imagina tu rostro
y le llamo y le mimo
como al aire sonriente
que al sentirse tocado
se cubre apenado
y sopla agitado.
Mirando arriba
8
Y soy yo:
esa galaxia de calandrias,
ese azul de codornices
embebido y naufragado;
cielo rítmico de versos que se explaya
por ponerlos en tu boca.
Soy yo:
soñando levaduras,
rascacielos matutinos,
tus labios y tus besos,
tus ojos y tus senos.
Me acurruco nuevamente…
Y sólo quedan los suspiros.
Y sólo queda tu belleza boca arriba
y mi mano en tu cuerpo, respirando,
soñando, suspirando,
durmiéndose en tu vientre,
soñando que hay azules.
La misma siempre
Y sólo tú,
y nadie más,
tiene un recuerdo
en esta boca,
9
que sabe a beso,
como tu boca,
como las cuerdas
que me trastocan.
Siempre la misma.
La misma siempre.
Me sabe a todo.
Me excita todo.
Sólo tu boca como tu boca.
Siempre tu boca. Tu eterna boca.
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Todo nace de ti
Y me abarca.
Infinitamente a mí me atrapa.
¡Ah! Sedienta tez de besos.
¡Todo nace de ti! ¡Todo!
…Y me atrapas.
I
En tu ausencia,
aún suceden cosas:
Hay pájaros serpientes devorando colosales piedras.
Árboles de gubia que se talan a sí mismos.
Andrómedas que bajan a la tierra
y escupen fuego de la cornisa de sus alas.
Mil ciempiés de lunas y de agave saturando
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resquicios de una historia que fuera de batalla.
Olímpicos diablillos que son como arbustos
picoteando cuanto objeto pasa por sus manos.
Todo pasa
mientras yo me escondo y mi piel se vuelve colorada.
Estoy, y sin quererlo me desprendo de mi espacio…
A fin de cuentas mis raíces se expanden en el suelo
buscando líquidos vitales.
En tu ausencia,
aún suceden cosas.
¿Lo ves? ¿Lo notas?
II
En tu ausencia,
has de notarlo,
aún suceden cosas.
Yo lo noto,
has de saberlo,
que me llueven las sonrisas
y cada una se exalta si la miras.
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III
Aún sucede
que detrás de ti
te llevas estos ojos para cultivarlos.
IV
Y el amor tiene esa picardía de tu lengua:
fresca, aromática y con fermento de existencia.
V
Y entre alas,
aún suceden cosas.
VI
Y el decirte amada
es como transformar el día:
llevarte en la camisa, en la bolsa, en la chaqueta,
donde haya espacio y alegría.
Aún sucede,
que de siempre
va tu boca con mi boca,
van tus labios como el día,
y se escapan de repente
deleitándose en mi cuello.
13
Aún sucede,
¿lo sabias?...
que es una delicia tu caricia.
VII
Y sucede que te digo que te amo,
que eres la estación del viento,
la transparencia de mis ojos,
el versículo en mi lengua,
la inagotable embriagues del canto.
VIII
El color de la mañana se sonroja
en la palidez de una sonrisa.
De tus besos
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Te amo, ¿qué más?
Y me encierro entre las notas de tu boca a escucharte,
donde broten esos labios,
donde canten estos besos.
Susurro
Dijo el poeta:
“Cristales de joya, turquesas airosas,
luceros hermosos cimbrando tus ojos.”
¡Ah!, silenciosa.
Deja extraer de tus ojos la brisa:
murmullo de cima y respuesta de viento.
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Préndeme.
Arrópame.
Descríbeme tu pupila de nieve.
Callada poesía de un solo chasquido.
¡Ah!, silenciosa.
Deja al verano espigar tu mirada.
Deja la fruta caer en semilla.
Deja al poeta cantarte su estrofa.
Te amo…
Tan sólo un murmullo que vuela a tu lado.
Mi boca te advierte y devela su canto.
¿Me entiendes entonces cuando así te hablo?
Después de un beso
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¿Y qué se siente una caricia?
¿La tocaste? ¿La viste? ¿La palpaste?
Como una ostra el viento se acurruca.
¿Me sentiste?
Crepúsculo
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Radiante y fresca.
Hija del mar: puerto y marino, estuario y fiordo,
aquí sentado te admiro y hablo.
La tarde roja tu rostro entinta
y se refleja en tus negras cejas que me encandilan.
Entre sombras
Te llamo… ¡A ti te llamo!
Como el abstracto ser ignoto aún no descubierto
que al nombrarle me exalta e inquieta.
Y al llamarle y verme descubierto me escondo
en la inmateria de la forma.
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sólo a ella,
con la timidez de una palabra,
y le insinúo que la amo.
Su aliento
Aquí nací…
Y nadie fue testigo.
Y sólo un labio se prendió del mío.
Bastó su aliento… y mi boca fue testigo.
Amor, tú espigas
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Iré yo solo a besarte como nadie.
¡Y más!… ¡Y más!…
Donde pueda encubrirte entre rosales
y amarte como nadie… ¡Nunca nadie!
Tengo ganas
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La excusa
Gourmet de amores
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Y el plato de la noche que al paladar mostraba,
como una escalinata que al posar los pasos
fue subiéndose a la altura de la dicha.
Antes de probar bocado alguno.
Antes de catar aperitivo y degustarlo,
mi boca precisó ordenar los mil aromas.
Me acerqué a tus labios… Y emprendí el encanto del sabor.
En un beso la exquisita sabrosura de un gourmet.
¡Mon amour!... ¡Uh la la!…
Me quedó el aroma consagrado.
Ventilaron los sabores deificados.
Endulzaron rozagantes y embriagados.
¡Uh la la!… Si hay en tu labio tal delicia…
Bajé mi copa… y bebí tu boca.
Hoy la noche
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Desprendida y en tu boca
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¿Y qué quiero con tu boca?
Abril y mayo como meses de tu flora.
Castigar al viento que te toca y que te adora.
Resguardar tu lengua y degustarla a cualquier hora.
Y… ¡Ah!... Tan sólo conquistarla y acercarla con mi boca.
Abrir el tiempo y sepultarme.
Sosegar al cosmos con su aurora.
Liquidar minutos que me apremien
y dejar tan sólo que tus labios se me acerquen.
Que me toquen…
¡Que revienten y me dejen, simplemente, a que te bese!
¡Ah!... ¡Tan sólo que se acerquen!
¡Tan sólo que se acerquen!
¡Tan sólo que se acerquen!
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Lindas gotas entre nubes del sereno
que besándose atrapan resplandores de los mirlos.
Ellas saben que al mirarse
se extasían, se acurrucan, se enamoran
y resguardan, cual alondras cortejadas
que respiran sus chasquidos.
Son gotitas transparentes del amor y del rocío.
Son los ecos que descubren las caricias,
la ternura que deslumbra de alborada,
el sabor de la mañana entre algodones y te quieros.
Van cayendo, van cayendo
las gotitas del rocío,
van besándose, abrazándose, frotándose y cayendo…
Paisaje
Hoy te invito…
De tus ojos nacen crisantemos enraizando las pendientes.
De tus parpados descuelgan los declives.
Eres el paisaje azul y fresco del levante:
Hoja roja que se pinta y decolora;
Luz en blanco y horizonte;
Galería de acacias y arrozales.
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Me descubro ante ti como el poeta de tus ojos.
¡Y arranco esos paisajes…!
El último suspiro
(Evocación a Romeo y Julieta)
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Aún lloran besos que libres
se prenden, se escuchan inquietos,
sin labios, falleciendo en un solo recuerdo.
Me cubro en tus manos
y emerges de nuevo en la efigie en que vivo.
¡Hay tantos suspiros!
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Una tarde, a orillas del Éfeso,
Prometeo a los manantiales se acercó
y la espuma, cual cristal de maravillas,
tan sólo le rozó.
Aquella niña
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y me quedaba abajo a que la luna
me alumbrara,
y corría y corría y corría
a besarla sin que ella lo notara.
y ya de noche a la casa me volvía,
¿qué te has hecho que tan tarde has vuelto?
mi madre reprendía,
y corría y corría y corría
a mi cuarto que un florero de granate me esperaba
y una flor de lirio de la tierra se asomaba,
¡así es ella!, me decía,
y corría y corría y corría
de la escuela sin zapatos por mirarla
y hubo un día, sin quererlo,
que bajó su vista hacia la mía
y su rostro sonrió en mi alegría,
y corría y corría y corría
por la plaza que se abría,
¡era mía!, me decía, ¡era mía!
El amor es todo
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Recuéstame en el sol rojo de tus hombros.
Déjame latir pidiendo a gritos tu morada.
Ven a mí
callando todo,
muriendo todo,
que sólo el grito se escuche entre tus labios.
Aquí el amor nació ante tus ojos.
Aquí el latido se acogió y armó de brío.
Aquí los besos se arrullaron
a sentir lo que el gemido había acogido.
Esos besos
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No duermas, que aún hay besos hasta el alba.
Y se repiten los sonidos guarnecidos
y se encaminan desvistiéndose como fieles juramentos:
Yo tus besos… Tú mis besos…
No te duermas…
voy sintiendo la ternura.
Aún hay tiempo… Aún hay tiempo…
Yo tus besos… Tú mis besos…
Voy palpando la alegría aquí en mi cuerpo.
No te duermas…No reposes…
Que aún el día se desprende en alegrías.
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Desde el tiempo
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Y el amor me trajo, no sé cómo,
no sé cuándo, a dormitar en sus besados brazos.
II
Vengo de lejos:
De la tempestad de un corazón que se bate por tocarla;
De la lejanía de una ola
que termina estrellándose o besándola en la orilla,
y aún besándola se inhibe y duerme en alegría.
33
pisado por los besos, fermentado con los labios,
enclaustrado entre los brazos, hecho uva y sacristía.
III
(Sentimientos del pasado)
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Que no digan que no hubo tempestad
en la alta copa en que grité o alcé la voz .
Que no murmuren que no estrellé la ola
con la pasión de un buque viejo
y alcé su mástil hasta arriba
a donde sólo el viento la guardó en su seno.
IV
(El poeta mira el mar)
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y alzó el puño en frenético delirio.
Náufrago ciego, arrodillado y en la arena esculpido;
copa en mano y salpicando el verso en su bramido.
V
(Nace el verso)
Cómo y cuándo…
La vela, el capitán perdido, los naufragios de viento y extravío,
la desértica mirada.
Y el hombre:
como una ráfaga de cíclopes vestidos,
como un relámpago de águilas sin nido.
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Adjudicadme el ave como ala y respiro.
Entregadme al tiempo, al espacio, a su destino.
Hacedme agua, jaguar y vino.
Degustadme y tocadme como amigo.
Venid poetas.
Aquí grité,
aquí grité despavorido:
¡Amor, amor… de un verso el mar describo!
VI
(Silbando vientos)
Vuelvo al viento,
a la sagaz altura de las alas,
a la insospechada palabra de los picos,
al cucurrucú de los silbantes.
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Dejadme un verso.
¡Poeta, dejadme un verso!
Me voy al viento…
Que circunden los plumíferos sus truenos.
Que desplieguen los cálamos sus cánticos airosos.
¡Alegre, sí, alegre!
Aquí me muero.
VII
(El poeta se enamora)
Me llamó “Poeta”…
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¿En qué velada las estrellas en suspiros?
¿Cuántas veces un grito un soplido?
¡Ah!... Mar, perpetuo viejo amigo.
¡Si hay alguien como ella en mi suspiro!
VIII
(Éste es mi verso)
¡Alzad la espada!
¡Volad fragatas!
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Dejad vestidas de espuma rosas.
Naced de nuevo en las olas bravas.
¡Cantad, poetas!
Dejad estelas forjando amarras.
Éste es mi verso:
Izad los pechos de azul y plata.
Sangrad veletas con las correas.
Morid en tierra. Vivid en vela.
Dejad estelas en la marea.
Naced de nuevo.
¡Naced poetas!
IX
(Azul)
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La miré en mis ojos…
X
(Resquicio del viento)
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Puntero de espumas, de olas y trinos.
Guarida del hombre y nunca cautivo.
XI
(Ahora invito)
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Y en sus ojos de cristal humedecido
alcé mi copa: uva amarga de un marino,
muelle abierto y no cautivo,
para saborear a plenitud el río.
Ahora invito…
Venid. Buscad mi casa.
El pórtico de alubias y racimos.
La puerta abierta de listón y ornato enverdecido.
La mano ajada o arañada
y el olor de uva reposada.
La loza roja de papas y fresnillos.
Poetas:
Aquí estoy.
¡Venid!
¡Abrid camino!
Ya somos vino.
43
Mazorca
Maestranza
No preguntéis.
¡Sacad los niños. Sacadlos todos!
Si hay un niño que ahí sonría, repita a coro vuestra alegría.
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Mientras tanto: ¡Niños: corred al alba a extraer su gracia.
Untad franelas sobre su cara.
Dejad vestigios de su ternura corriendo por la llanura.
Mostrad las manos de la inocencia de holgura plena!
Correduras
A mi amigo Carlos Danoz
I
(España en el alma)
45
Rugía la España como batahola
sobre un puño erguido que creció cual ola:
la tierra del alma, la tierra de España
que nació en trincheras desde la cañada.
Y el ole en la plaza que cimbró a Granada
por la niña muerta que retuvo el alma.
II
(Apiádate de mí)
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La ventana
A MC
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“ ¿Cómo entraste?”
Y el frío se filtraba entre ranuras
y más duro aún mi mano martillaba.
“¿No te basta con aquellos que llevaste?”
La ventana seca con sus grietas me miraba
y la muerte congelaba el manubrio que portaba.
“¡Es mi niña. Ella es mía!”
Mas la muerte como sombra se metía.
“¡No la toques!” - Le pedía.
“¡No la toques a mi niña!”
Negro
Negro, ¡y qué!...
Cosa de olvido, cucú pelado,
siempre castaño y azucarado.
Negro lampiño, arrebolado,
caña de olivo y desenfrenado.
Negro, mi negro,
jacarandoso y deshilvanado.
Ha dicho al prelado:
no soy más esclavo.
A mí se me denme,
se me denme las pie,
de tanto brincá, de tanto bailá,
de tanto mové la cintura al revé.
Negro bochinche,
se ha puesto triste la negra Mercé.
La jala el corsé, la aprieta el sostén,
le duele la panza del tamborilé.
A mí se me denme,
se me denme las pie,
de tanto brincá, de tanto bailá,
de tanto mové la cintura al revé.
48
Buscando Musa
¡Qué alegría!
49
Apocalipsis
¡Ay, mi pecho!
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¡Ay, mi pecho que dolido va indagando
a una dama que por vida sea mi encanto!
Y el poeta: “Ni cubrirla con la tinta lograría describirla”.
Y el doctor: “¿Cirugía en la verruga?... ¡Así es ella!”.
Y el diseñador: “Ni un muestrario taparía lo torcido de ese rabo”.
Y el dentista: “Que no es diente lo que lleva, es un colmillo de elefante el que devela”.
¡Ay!
Macondo
(Úrsula, cien años.)
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Se va la vida, se van los años,
y el tren que silba sobre el armario.
Úrsula cobre, Úrsula errante,
el tren departe la muerte en grande.
Chichen-Itzá
52
Le llamé…
Le llamé…
Escudero
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Que me embarco, que me arraigo,
que me voy de marinero.
Que me embarco y de escudero
a luchar de bucanero.
De escudero, Caballero,
de escudero y marinero.
Que galopen las fragatas
junto al muelle y sin destino.
Corceles
¡Arriba!
Corceles de estampa y bragada cargada
en casquillos de plata de doble moldura,
sobre el llano en la tierra su noble figura,
del jinete agreste que blandiera su espada.
54
Y viene el jinete dolido y bregado
en la montura que le fuese cargando,
y viene el jinete lastimero y llorando,
despertando a la tierra sobre su pasado.
55
Buenos días, flor de España
Flor de lis,
de correduras en capotes y novillos,
en las plazas donde el alba
se acostaba para hacerle una verónica
en faena dibujada.
El niño y el poeta
56
¿Me podría dibujar una estrella para mirarla?
- Por supuesto. Le respondió.
Y extrajo de su alforja unas notas con unos versos,
los leyó y la estrella en el firmamento se plasmó.
- ¿Podría poner ahora un nogal donde canten las aves?
Y el Poeta, de su bolsa, nuevamente sacó otras notas.
Las leyó apasionadamente y el árbol en una orilla de la plaza apareció.
- Pero, espera. Le dijo el Poeta.
¿A ti te gusta cantar?
- Si. Respondió el niño.
- ¿Prefieres un canario, un cenzontle, o un mirlo de cola roja,
o un guacamayo amarillo, o el plumaje abierto de un ave de paraíso?
- Me encantaría el ruiseñor.
- Perfecto. Te daré una sorpresa. Y volvió a leer más versos el poeta.
Entonces se empezaron a escuchar los trinos en la rama más alta.
Después de un rato, ya cansados de gorjear,
los dos abrieron sus alas y emprendieron el vuelo.
Declaración de amor
Atónita e impactada,
una hormiga escuchaba desde abajo
a un hombre declarársele a su amada.
Después de un rato y aún estupefacta,
se dijo:
“¡Qué absurdo!
A mi me basta y sobra mi corazoncito
para amar con todo a mi hermosa hormiguita…”
Y se fue sonriendo por el campo, moviendo su colita.
Nana de luna
57
Mece que mece el río
su arroyo sobre el rocío,
la almohada sobre su cama
le arrulla y le rinde calma.
Y va cantando mi niño:
“Sana, que sana la luna”.
Y el astro le mira alegre
besando su dulce frente.
La más bonita
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Y volví a la casa entre palestras de agasajos.
¡Es mi obra! Les decía.
Mas al volver al cuarto ya no estaba
y en una esquina de la cama su escultura rota se miraba.
¿Qué ha pasado? ¿Qué ha ocurrido?
Como loco embravecido alce pedazos de su masa.
¿Qué ha pasado? Imprecaba.
Luciano Pavarotti
I
Voz de templo.
Relámpago de estrellas calcinando.
El tono en que cantaste dibujó tu voz de arcano.
59
Como un desesperado errante los ecos reclaman tus vocales
y los cantos… ¡oh dolidos!… ¡oh llorados!...
permanecen enclaustrados bajo el santuario de tu encanto.
II
Y el canto era el roble:
la partitura de las alas y su andamio;
La caminata de los pájaros en verde vuelo;
La acústica sonora del trinar entre los álamos.
60
Hoy devuelvo al viento mi linaje:
el sombrero de alquitrán y las mancuernas,
la solapa y el casimir de terciopelo,
el charol y la corbata almidonada.
Rrrrrrrrruuuuuuuuuuuuu…
Voy gorjeando el sonidos de las alas
como una ola blanca que retumba entre mis brazos.
He vuelto a dormirme entre violines,
en la cuerda sonora de las aves,
en el vibrante volcán de los chincholes,
y la inmortalidad del ave me dejó su pluma,
para mirar arriba
y aprender del águila y del cóndor
la maestría del aire y la letra de su pluma.
61
Encuentro con el mar
62
Autobiografía inconclusa
63
cada una con tu nombre y apellido,
cada una con los brazos extendidos,
y cantarás conmigo, en un soneto,
las palabras que dejaste tú en mi boca.
64
LIBRO II
65
Tú
Eres mar:
bocanada de arrecife,
acantilado y beso dulce.
¿Cuántas veces te he dicho que recorres
con tus aguas mi oceánico cariño?
Lo que amo en ti
66
tu transparencia desbordándose en la orilla.
Estrella en lejanía
Más allá de ti, era tu boca y el amor en que ofrecí mis labios.
¡Oh callada!
Desde tu boca ardida tu sed me desvestía y me arropaba como leva.
67
Era el sacrificio de las penas, la inmortalidad de los amantes,
los besos insaciables y dementes.
Pájaro a pájaro nos contuvimos y encerramos.
Bajo el ropaje de tus alas mi tormenta amanecía.
En las sílabas del labio los segundos infinitos se perdían.
Todo fue besos en tu cuerpo. Todo fue ansias en tus besos.
Aferrado a ti como la noche. Atada a mí como el que embebe.
Eras el sabor de fruta y los huertos con sus mieles,
las nacidas yemas que brotaban por los roces,
la dulzura del amor en los trigales verdes.
Te quiero
68
una taza de azúcar con sabor a cielo,
como sea y siempre las miles de veces
que te he dicho que te quiero
y el esperar sentado mirando rascacielos.
Pero, bueno,
¿te dije hoy lo indispensable que te has vuelto?
Tal vez el viento… Y un mucho de un te quiero.
Verdad que sí
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y que respondes con los labios si te llamo
y no ceso de llamarte por tan sólo aquí mirarte?
Que todo es tan sencillo cuando palpo en mi costado
algo de ti, y no es tu mano,
y que llevo esa alegría perdurando todo el año.
Más allá de ti
o en ti misma es que lo capto,
aunque nada es perfecto y todo es perfectible,
será que siempre entiendo
las razones de tu encanto,
será que todo es forma
o parte que te aclamo,
y hay veces que hasta sombras
las confundo y las venero
presintiendo que hubo algo
que dejaste a tu paso.
70
a veces algo dulce,
a veces sorpresivo;
total que siempre hay algo
descubriéndose a tu lado.
Y por más que lo deduzca,
por más que lo descifre,
es algo siempre nuevo
que me lleva y me mantiene
asombrado y atrapado
y no sé si respondo adjetivándolo correcto.
Pero sé que sí le llamo
con tu nombre saboreando
y sé que a mí me sabe
a delicias disfrutando.
71
Prometo así llamarte
la causa de mi dicha,
razón impostergable que vuelca y vaticina
tenerte de sonrisa,
amarte en la caricia,
y de vez y a ratos
asomarme por tu boca,
y que aprendas que es en ella
donde invoco yo a la vida
y confluye, diariamente,
mi tremenda algarabía.
Besos de sol
Bravos, bravos,
corceles bravos desde tus ojos,
como de rayos, como de estruendo.
¿Y qué hiciste en el mar tus ojos?
¿Qué hiciste para dejarlos?
72
¡Solos se prendan!
Para llevarlos
junto a mis ojos…
junto a mis ojos…
como un río
junto a mis ojos…
bajando velas
desde tus ojos…
cayendo rojos
para mis ojos.
Ella es así
¡Y ella es así!
Te prometí, te descubrí,
nubes de avena de piel jazmín.
Quiéreme a mí. ¡Dime que sí!
Luces y espejos en tu perfil.
De tu color, a tu clamor,
pera y pitaya a bella flor.
¡Y ella es así!
73
¡Y ella es así!
Promesa de tu boca
Meciéndome,
me van volando las redes de tu boca.
Esas que son tan mías y tan llenas de locuras.
Esas que son presagio de algo venidero,
de algo en ti que va a mi lado.
Volándose respiran cual gráciles orquídeas
y van dejando rastros y delicias.
Vistiéndose de lunas, tan mías como tuyas.
Cubriéndose de rayos, de luz ámbar lejano.
Colgándose y alzándose de un brazo acantilado.
74
El beso
Cuerpo del amor, la más sutil y tierna de las envolturas de los labios.
¿Qué amor no habló por ti su espesa noche
para dejarte esa dulzura, ese morir a besos?
¿Qué deseo no sació la carne y la dejó prendida
en la cumbre en que el temblor arriaba su consuelo?
Y el éxtasis frenético de la cópula,
o el soplido que fue parte del silencio contenido,
o las manos agitadas relamiendo mansamente su apetito.
¡Yo quiero
de ese beso!…
75
¡Yo
quiero
de
ese
beso!…
Concierto de amor
Carita linda
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¡Ay! Y así preciosa te mire y vea:
de rizo y trino por tu llamada;
de aliño y gala por más besada;
de tinte y crema de enamorada.
Eres única
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Al mirar la tarde va cayendo el cielo, va cayendo,
y se dibuja de nuevo en entresueños.
En ti vi corceles blancos extendiéndose en los campos,
crisálidas forjándose de flora y seda,
nubes limpias que del agua su espuma sostenían,
firmamentos profundos que mis dedos atizaban.
Y la ternura eras tú entre ellos:
el corazón dulce y el amor que me veía,
el delicado sentir que en mí vivía.
En tu claridad desvivo
78
Tan dulce y clara. Tan frontal y bella.
Emerges de la tierra brava cual turmalina oscura
y en la sintética expresión de un beso
tu corte brilla en la curvatura del topacio.
Empedernido y sobrio,
dejo al mar tu cuerpo y soplo…
Quiero amarte
Yo escribía:
“Y arderán las uvas en la altura por tus ojos;
Y caerán los jugos como acacias por tus lados;
Y prenderán claveles, bien amada, en las etéreas madrugadas;
Y bailaré contigo ramilletes sobre el eje de tu cuerpo.
¿Qué vendrá contigo en tu cadera intacta?
79
¿Qué me dejarán tus ojos cuando ya los abras?
Mar de amores
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De los versos, girasoles. De tus iris, requerida.
Donde nace esta lira, van tus labios, vida mía.
Y los besos que se inspiran, de ellos tus pupilas.
Donde naces consentida: mar de amores y alegría.
Tu pupila, niña linda, la pupila preferida.
Tu pupila, poesía. Tu pupila, flor divina.
Que al encanto de la vida todo emerge en tus pupilas.
Mar de amores, la elegida. Mar de amores y acogida.
Que al encanto de la vida se desviva siendo mía.
81
suspirando melodías.
En el ombligo de Venus
82
Y ahí mismo naufragaba…
Tú que la miras
Musa
Yo, poeta mundano, sin otro oficio que la claridad del agua
y la belleza de la brisa,
radicado en la metálica fortaleza de la aurora,
aprendiz por igual de la transparencia de la tarde
que de la milimétrica claridad de la floresta,
me invito a mi mismo a tu belleza,
83
al retrato en flora de tu rostro,
a la inigualable y delineada hermosura de tus ojos,
a la crisálida estampa de tus líneas,
a beberte como bebo en sorbos a tus iris.
Ven a mí
y dibújate, incorpórate, sáciate, inscríbete,
aduéñate, embalsámate, descífrate, descúbrete.
Hazme artífice y fundador de tus miradas.
Cuélgame de tus bellezas como un zafiro acicalado.
Préndeme de tus caderas que menean el arte de mis letras.
Inscríbeme en tus senos para hablar de las praderas.
Enciérrame en tus manos para acariciar los cielos.
Petición de vuelo
Hablo entonces:
La jornada augusta y su imperial belleza,
la vida que decanta el sacrificio.
Hablo entonces, y así me entrego:
En el planeo y en la altura, en los riscos y en las copas,
en el infinito espacio de las alas y las aves,
en la indómita superficie de la nada.
Y así duermo: inmutable, callado, acurrucado,
en el más alto vuelo del gemido,
abrazándome contigo, en tu boca y en tu nido,
sorteando precipicios.
84
Hoy amanecí cargado de tu ausencia
Callada es la mañana…
Hoy amanecí en la nada, muerto un poco,
sin luz en la ventana.
Las flores, apagadas, reclaman la alborada.
El espejo
85
Y aquellos actos de batalla,
aquellos actos de lujuria,
de cruz y de agonía,
de sexo y de perfidia,
es sólo eso, su reflejo… Y sólo eso.
86
¡Ay, qué lágrimas resbalaban!
Y al ver al plumero tan sólo lloraba.
El pastorcito
Pastor:
¡Deja a la Virgen que te abra,
que te abra la bruma
y te lleve a su cuna!
87
Pasión del poeta
88
Acogí la flora por sus labios.
Desmembré los sauces por sus manos.
Y conté uno a uno sus besos de la tarde.
Uno a uno, poetas. Y con sólo una mirada
aprendí del trino, de las rocas, de los picos, de las noches.
Yo nunca he escrito, señores.
Pero sé de ella… de sus besos.
Y he mirado el mar al abrir ella sus ojos.
Noche abierta
Bésame a mí
en tu callada noche,
en tu himen de mujer labrado,
en tu constelada armonía.
Allá Neptuno acoge sus corceles bravos
y los devora cada uno en las entrañas del vacío.
Cada estrella se consuela a sí misma
y la luna, como un mástil blanco y sin pegazos,
desnuda al viento con sus pies delgados.
89
y me quedo en tus racimos absorto y cautivado.
Abre mi mirada,
mi mirada fija, mi silueta artera que dominas,
mi sangre excitada en que te escondes.
Yo siento tu latitud, tu cuerpo entre mis manos,
tu corazón de cielo sembrado en mi pecho.
Déjame sentirte en mis desvelos,
déjame tocarte con mis ojos.
Entonces sentiré tus huesos,
y las caudas que en mis iris se llenaron de luceros.
Me dejarás la noche…
y el brillo sobre ella.
¡Bésame en la boca!
50
(Cumpliendo con la vida)
90
en mis párpados de fruta y uva por su estancia,
en mis pies aciagos que sus piernas sostuvieron,
en mi tronco de geranio que regaron con sus labios.
91
en la estampida de algas, bajo el torrente de agua.
Él las meneaba haciéndolas suyas esas faenas
y el mar doblaba como verónicas para tenerlas en las mareas.
92
¡Qué bellas las bellotas
cayendo por el vado!:
racimos que colgaban,
paisajes que sembraban,
los cántaros repletos
de juegos y de encanto,
las blancas azucenas
colgando en las verbenas,
suspiros que vagaban,
caricias que flotaban,
los sueños degustando
encuentros y alcaparras.
Y tan sólo de las manos,
tan sólo te tocaba…
Tu boca era sagrada.
¡Qué lindos los recuerdos
y estar enamorados!
Entonces era un niño
y las lámparas brillaban…
93
Niña de la primavera
Caballito de madera
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persiguiendo sombras, confrontando dunas,
correteando arenas sin contar sus penas.
Galopando un día galopó a la nada…
Caballito de ocre del harapo pardo,
el madero solo se quedó esperando
cuando relinchaba para oír su canto.
Cuando relinchaba, relinchaba en llanto.
95
que de su pecho brotó un profundo grito, y tan agudo,
que jamás antes se había escuchado en la comarca.
Un minuto… dos minutos… tres minutos… y seguía todavía el alarido.
Una vez que exhaló un respiro se le vino a la cabeza aquella historia
que le había dicho su comadre: “Ten cuidado con el diablo.
He escuchado por ahí que al tener contacto con la gente
se transforma el cuerpo y hasta rabos se han formado.”
De inmediato sacó el rosario y, ¡bendita Ave María!,
comenzó su letanía:
¡Ave María, purísima: Sin pecado concebida!
¡Ave María, purísima: No nos dejes caer en la tentación!
¡Ave María, purísima…!
Jamás permitiría que el diablo se acercara y de paso hasta rabo le donara.
¡Ave María purísima: Sin pecado concebida!
¡Ave María purísima…!
Repetía y repetía…
96
Y a la vergüenza le siguió la risa…
¡Bendita la sonrisa que a la histeria la suaviza!
La reunión
97
Cabalgando
Y cabalgamos, y cabalgamos,
la vida entera la cabalgamos,
la cabalgamos para acoplarnos
y respirando nos encontramos,
nos levantamos y cabalgando
sobre los aires que navegamos.
Argentina
Niños… ¡Corred!
¿A qué queréis la luna si tenés la pampa y la carreta,
y lleváis la tierra con la plata,
y las tartas frescas cargando en las talegas?
98
¿A qué guardáis la estampa
si lleváis la fineza del gaucho en la silueta?
¡Niños! … ¡Niños!
Subid la geografía de las calles al extremo de los mares;
traed los lirios de Chaqueña a sembrarlos en la cordillera y en los Andes;
abrid la tierra de los fuegos y ¡corred!, ¡corred!, ¡corred!,
en esta patria de relieves, en esta tierra de los aires,
en estos surcos permanentes,
en estas huertas repletas de canteros.
Jugad, dejad su canto, hablad su letra,
bordad su pluma, firmad su estela,
y dejad la historia engarzada con la gloria.
99
un coro de avestruces, un ciento de cenzontles.
La orquesta se prepara
y el himno de la tarde anuncia la cantata.
Volando
100
que emanan galantes sus alas:
copiosas y abiertas, de lunas tatuadas,
tocando suspiros que brillan cual hojas
por cada lucero que irrumpe en mañanas.
¡Ay!
Volando destellan, volando se escapan,
los sueños del alma que nunca se acaban.
Volando cual blancas, cual blancas gaviotas,
que alumbran las rutas por siempre deseadas,
como un par de novios que nunca se agotan.
Morena
Y rezo:
Mujer de estambre y ardiente
su vista mire de frente
y al roce a mí me reviente
de fibra y bambú sedicente.
Y canto:
Mueva y menea su falda
morena de aceite que abraza,
morena que baila su danza.
¿Y a mí?… ¡A mí que me baile y reviente!
Y silbo:
Que nunca tambora se apague,
que nunca el sonido se calle.
101
¡Morena!, que mueva cadera y su talle.
¡Que sienta la danza y embriague!
¿Y a mí? ¡A mí que me baile y reviente!
102
las voces del pueblo con todas sus ganas.
Vestido de luna
¡Toro!
Crin en la corva y torva mirada.
Crispada las fauces, lamida la trompa,
escurriendo el mugido como en abrevadero.
¡Toro!
Y el toro corría por el aserradero:
retando las trancas, pateando las cercas,
cortando las lianas sobre las arenas,
marcando linderos y pisando terrenos.
¡Toro!
Azuzaba la hierba y bramaba su porte
como ungido de furia, como fiera bravía
que en su pecho latía.
Embestía y retrocedía.
Embestía de nuevo
y empitonaba
con más valentía.
¡Toro! ¡Toro!
Se oía el grito desde la lejanía.
¡Toro! ¡Toro!
Y el toro mugía de nuevo su furia.
¡Toro!
103
Y el grito lejano, distante, en la tumba,
de quien le saliera al frente
vestido de luna.
Mar abierto
104
Al libertador
105
¡Hostígame en tu grito por buscarte!
¡Condéname a tu ofrenda al indagarte!
¡Libérame en el verso al encontrarte!
¡Libérame de nuevo hasta enterrarme!
Cáncer
I
Toca un violín su sonata.
La cuerda que toca es la cuerda inmediata
y la toca ya rota sin que vibre su nota.
II
El violín toca su alma
y la mama le llora sin cuerpo y sin alma.
Alguien le pide que le amamantara…
106
III
Tocaba, ¡y tan bonito tocaba!,
con su cuerda guardada en el alma,
con su dulce madera bronceada,
y le tocaba en el pecho para alegrarla.
¿Por qué?
107
¿Por qué?
¿Por
qué?
¿Por qué a ellos?...
Señalándolos a aquellos.
Yo quiero
108
ni corcel o amarra blanca que de lino
le pusiera al cuello,
ni siquiera la montura que en la arena salpicara.
Cantares de un marino
I
Cantaba la mesana del buque en travesía:
¡Olei! ¡Olei!, decía, y el mar olas movía.
109
¡Olei!, ¡Olei!, marino.
¡Olei!, ¡Olei!, cantaba.
¡Olei!, ¡Olei!, decía, y la mar embravecía.
II
¡Ea!, se encienda la gaita,
resuenen cabriolas de pieza enjoyada.
Muchacha, muchacha,
redoble y solana te pinte la enagua.
Muchacha soñada…
¡Ea!, baguala y matraca, hermosa zagala,
labios que brillan de tul y de grana,
preciosa muchacha de lis adulada.
III
Tras las rutas de El Callao
ya no quedan más navíos,
ya no quedan ni amoríos,
sólo el brío y el cantar de los marinos.
110
Marinero de alas bravas,
marinero que surcabas,
recordando la fondea
con trajines y mareas.
Un tesoro a enterrar,
con un garfio a escarbar.
Que la tierra sea morena,
que la tierra tenga sal,
que renazcan los corsarios
con la música del mar.
Color de mar
I
Mares de la América
111
como una lanza penetraste y te quedaste
a dormir en esta humilde choza.
Y nos miramos, como capitanes ciegos,
como uvas del azúcar y la viña,
como testigos caudalosos de los pueblos.
Yo mismo y todos juntos.
¡Todos juntos!
En la grave voz del mar que respondía.
Y dijimos: “Sea ésta tu casa donde hoy vivimos.”
Y dejamos el vino listo y la puerta abierta al que viniera.
Todos juntos, para recibirlos.
II
La ola
Heme aquí,
en la geometría pura, en la dorsal del universo,
en el cartílago del tiempo:
agitando, bramando, revolcando, zarandeando y chapoteando.
Alineado a su curvatura y sometido a su esférica caída,
incorporado a ratos a su cauda,
tridimensionalmente investido a su humedad volátil.
¡Feliz! Tan feliz como un estero,
como un crustáceo salpicándose las yemas,
como una arena navegando y sin fronteras:
en la ola metálica,
en la ola de las aspas contenidas,
en la ola del silencio sometido,
en la ola del Titán y del Vesubio.
Navegando. Simple y llanamente, navegando.
112
Poetas de la tierra
El poeta se despide
Ésta es mi casa:
el territorio de todos y de todas,
113
el agua marina refrescando las gargantas,
la de ventanales abiertos y las noches aluzadas,
donde vuelan sin control las guacamayas
y el tejido es suave y es cortado en el telar de la amistad y sus bondades.
Tiene adobe, piedra, alubias, cantos,
inmensos sentimientos; saturada como nunca
de los más fecundos sueños;
repleta hasta arriba de hojas, musgo, colibríes, codornices.
Abierta, y siempre abierta de jazmines.
Ésta es mi mano:
la harina o el arroz que acompaña en la mesa,
el tatuaje de las flores donde el viento las recrea
o las atrapa como abejas para verlas,
o simplemente las deja en las muñecas y las besa.
Es de nogal y greda, aserrín y arena;
salpicada de llanuras, corriendo en las estepas,
brincando como liebre en las farolas.
Ésta es mi mano. ¡Sí! Arde en pájaros,
se escabulle en palomares,
se explaya platicando o bromeando con las flores.
I
A una hoja seca y tirada
114
¿Y las copas mismas que cayeron, y las ramas
perpendiculares extendidas como brazos
o la raíz pura que abrió el surco para verte?
Ya no tuviste boca entonces, pero aún me hablabas
en los frutos, en los cordones de la vida misma,
en el jugo existencial sin tiranía.
Cabrías tú en la esperanza,
en ese futuro abierto de alegría infinita
tan sólo por tu inmensidad de forma plena.
Eras hija de tierra, de corteza, del ámbar protegido,
de la luminiscencia radiante y la clorofila,
y te seguí saboreando con el dulce beso
de los néctares que un niño come.
Mi peral, mi manzano, mi manglar dolido:
esa parte tuya, ese esqueleto de abrojo y de frío,
lo llenamos de verde paraíso
y la dulzura dejó testigos en los labios de los niños.
II
Piedra
115
de su impecable rigidez y consistencia.
Como un cofre viejo abrí mis manos y latidos.
Como una cuña fui guardando sus ramales
y dejé que el tiempo amasara su vestigio.
Y al correr la vida me fui por la vereda
y en un recodo, un día,
abrí mi cofre, y desde lo más profundo de mí mismo
le ofrecí la roca al primer hombre que mirara.
La tomó en su mano y la vi brillar como zafiro.
Y en la misma piedra yo bebí su vino
y aprendí en la letra
las vocales del camino y del amigo.
III
A un caracol vacío y en la arena
Quizá tu hueso hirsuto y prolongado que relamió las estructuras del océano,
o tu brillantez que a los pescadores cautivaba
eran suficientes para amarte.
Pero no: tu sonido, tu filarmónica marea,
tu oboe pletórico de canto y verso
eran la esencial música del aire engrandecido.
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¡Oh melodía del mar, tan dulce e imponente!
No me digas que la edad. No me hables de los años.
Aún corren las mareas en mis manos.
Aún suenan caracolas en mi corazón de sorgo.
Alguna vez fui niño. Alguna vez…
Y mi corazón se quedó prendido en el aire,
en la música del agua.
Alguna vez…
IV
Plumas de nieve
117
Y una sonrisa cargada, a nieve y pluma me sabía.
V
A un capullo colgado de un álamo
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¡Feliz día!, me dirás.
Chiflando al azar, meneando al cantar,
desde las ramas moviendo al bregar.
Y de nuevo a silbar:
Me dirás:
¡Feliz día, mi buen corazón!
Y feliz seguiré tu tonada y cantar:
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Del autor.
2007 - 2008
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