Mis aparatos domésticos han dejado de funcionar. Esta mañana me he
encontrado su manifiesto en mi despacho. La lavadora no quiere darle más vueltas a mis problemas. El frigorífico está cansado de congelar recuerdos y la secadora no puede encoger más a la tristeza. El horno se niega a cocer a fuego lento más congoja. Hasta la batidora parece harta de mezclar alegrías y penas. Y el secador, por supuesto, se opone a evaporar más lágrimas. Creo que lo mejor será renovar los electrodomésticos.