Imagino que cada uno tiene una crcel de la que se siente
preso, yo tengo varias. Aquellos barrotes sociales que estn delante de m los cuales he reforzado con mis indecisiones, con la mirada de los dems, con el ojo observador de aquellos que -entre comillas- me importan.
Pero si algo que en mis crceles no se puede impedir es el
libre pensamiento, la asociacin continua con el que sera si, y si me atreviera a. El paso de los aos te va dando las llaves para abrir tus propias crceles, esas llaves que casi siempre tienes colgadas pero las cuales no pretendes utilizar por el temor a una crcel social, a una crcel de pensamiento
Podr tener en mi vida muchas crceles, lo reconozco, nadie
me las pone, soy yo quien teme escapar de ellas; podre tener en mi vida muchas crceles excepto una, la crcel de mis pensamientos, esa jams nadie la pudo palpar, esa de la que si existiese un atisbo escapase con mucha facilidad, pero si una de la que jams pude es de la crcel mental, esa que encierra, que me carcome, que me hace presa de mi, que me obsesiona, todo aquello que fluye, que pasa, que intuyo, me mantiene all sin poder escapar, y cuando estoy a punto de tocar su consumacin aparecen nuevos barrotes constreidos por mis pensamientos, los cuales ametrallan y acribillan para que ingrese a mi crcel mental; son ellos uno me libera el otro me apresa, pero quien me libera me condiciona a generar ms pensamientos tantos a la vez y tan mordaces y liberales, tan extremos y recatos, tan lucidos y voltiles, que al final, ese que me libera me condiciona a mi propia crcel mental.