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Introducción
1
tragedias…, así que me puse a recoger los testimonios escritos desperdigados que
ya tenía.
A fines del siglo XV, y antes de 1508, se producen graves disputas entre los
regidores de las aldeas, y los regentes de Ledesma por este asunto, y que han sido
estudiadas por el profesor José Luis Martín Martín1 recientemente. Se dan
episodios de violencia en casi todos los pueblos, como:
“Un vecino de Revilla dixo ´pese a Dios´y juró falso porque tiene más de
XXX cabeças que dio. Questé el primero domingo en pie toda la misa
quitado el bonete”.
“dixo dos veses ´pese a Dios´, y una ves ´no creo en Dios´ “.
parece ser que a veces era muy útil: todo un símbolo de acceso al poder, a la
distinción, y a la imposición de sus criterios.
1
“Archivo de la Chancillería, SP, 142, 28, folio LXIIIv”.
2
miedo y los temores “impreganaron” durante mucho tiempo el alma de esta tierra,
como en tantos otros lugares de Castilla, Galicia y Tras-os-Montes. Este alma
comarcal ha quedado reflejada en múltiples tonadas y coplas populares, que todavía
se cantaban hasta la última guerra española:
2 cuatro Galeotes
Al pueblo de Ituero
Al Cura a matar…”
3
“Una fatal ocasión”
2
“Historia de Aldeadávila”, por Ramón Grande del Brío, año 2.009, ISBN (13): 978-84-77973188.
4
Los sangrientos ritos de la Semana Santa en el siglo XVI
Las rigidices del sistema medieval, y de la distinción social se ven con toda
claridad en los documentos que conservamos de la Semana Santa en la Ribera
salmantina: en ellos se ve como elementos fundamentales la sangre, las reglas de
los cofrades, y una estratificación social muy acentuadas que marca la
diferenciación social, esta vez a través de ritos religiosos. El texto que
recogemos a continuación data del año 1560, y en él se dan las reglas o preceptos
con que habría de regirse la “Cofradía de los Hermanos de la santísima
Trinidad y de la Pasión”3:
“…Todos los años, el día de Viernes Santo los Cofrades, uno por uno habían
de azotarse las espaldas hasta llegar a brotarles la sangre. En este
momento habian de levantar la mano de tan dolorosa penitencia y
obligación.
3
“Archivos parroquiales de la Iglesia de Aldeadávila de la Ribera”. Ponemos el texto resumido en idioma
castellano actual.
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Las historias de arrieros4 por las Arribes
Son estas “Fiestas de los Toros” con sus carreras-encierros actuales- las
que tanto sorprendían a los viajeros de siglos pasados, que solían culminarse con
la muerte de una res, normalmente el toro con más barvura. Tenemos el caso de
4
“Los espacios rurales cantábricos y su evolución”, por Luis Vicente García Merino, 1990. Pp.36 al 40.
5
Los Concellos orensanos de Baños de Molgas, Maceda da Limia, San Estevan de Rivas de Sil, Rocas, Santa
Cristina de Rivas de Sil y Pereiro de Aguiar.
6
Archivo histórico diocesano de Ourense: “Libro de difuntos” de la parroquia de Santa María de Esgos,
años 1700 a 1750.
6
las corridas de toros en Pereña de la Ribera en 1857- 8 de setiembre-,
donde el periodista portugués habla de la absoluta barbaridad y crueldad con los
toros7:
“ROMARIA Á HESPANHA”
7
“Vigario de Peredo de Bemposta”, publicado en “Almanach” el 26 de noviembre de 1857.Fuente y autor:
Antero Neto, Mogadouro. http://www.mogadourense.blogspot.com
7
El monte pereñano de “Nuestra Señora del Castillo”, antiguo castro vetton, visto
desde el camino del Rostro, en Aldeadávila (Salamanca).
Este tipo de coplas, con pequeñas tragedias locales circulaban entre todos
los pueblos de la comarca, y eran entonadas cuando el momento festivo lo
requería. La rivalidad entre los pueblos era muy acentuada y ancestral, llegando a
veces hasta los últimos límites por asuntos de comercio, deudas impagadas, por
procesiones de santos, de propiedades de tierras, y cómo no, por asuntos de
novias y enamoramientos. Éste es el caso de viejas rencillas entre La Zarza de
Pumareda y Aldeadávila, o entre Villarino de los Aires y Fermoselle.
8
Arriero “arribeño” orando ante una cruz en el camino de Vitigudino a Villarino
de los Aires, en el año 1906 (Revista: “la Ilustración española y americana”)
Mas poco importan los rumores. Verdad que ahora escuchamos el chirriar
de un cigüeñal, que hunde su vara con la herrada en las entrañas frescas de un
pozo, en una huerta cualquiera en la que andan a regar, al tiempo que nos llega,
¿cómo podría faltar? el cariñoso y turbador rumor de una pareja de rollas, que
celebran bodas en su nido.
El aire está muy puro, tanto que, desde la Ronda, llega a verse el humo del
tren portugués allá en lo alto, muy lejos. A poco y débil llega atenuado el silbo de
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su locomotora. Tren que no exentos de melancolía, oyen en las tranquilas
noches veraniegas los fermosellanos, y cuyas lucecitas ven pasar un momento,
lejanas.
Hace don Ambrosio un breve alto con unos hombres, que trabajan sus
tierras en las Peñicas para echar con ellos un cigarro. A poco de este encuentro
habrá una nueva parada. Baja de la burra que deja atada a una cerca. Anda pocos
pasos hasta dar con una cruz de hierro, con pintura metalizada, que se hinca en
un amplio dado granítico. Aparentemente normal, vista de cerca, tiene la cruz
algo extraño. Son sajaduras que allí se han marcado, manifiestamente adrede y
la llenan por todas partes. Cuáles más largas, otras más leves y cortas. En un
recuadro, que corresponde al lugar que ocuparía el corazón del crucificado, si lo
hibiera, hay varias señales. La cruz porta consigo más de sesenta muescas bien
visibles.
-Pasó ya hace muchos años, tantos, que rondan con el siglo. Don Manuel
González, médico de Villarino, el inmediato pueblo salmantino de la otra banda
del Tormes, tenía novia en Fermoselle. Una noche riñó con los mozos por
cuestiones de honrilla y celos tontos, como ocurre cada vez que una moza de la
villa es requerida por un forastero. Don Manuel iba a verla a caballo todos los
sábados, y regresaba el domingo por la noche, después de haberla rondado. Tras
sus palabras con los mozos, el inmediato domingo, su caballo que iba al galope,
tropezó con unas piedras y cuerdas que interceptaban su camino. Cayó el jinete,
y hasta media docena de mozos lo hicieron sobre él, cosiendo su cuerpo a
puñaladas. A la mañana siguiente unos hombres que iban a labrar las viñas a Las
Horretanas, hallaron su cadáver, cercano a la ermita de San Lorenzo, medio
escondido entre unas matas. Téngase empero en cuenta que lo anterior es en
buena parte mera conjetura aproximada, pues nadie a ciencia cierta os dirá cómo
aconteció el bárbaro crimen, y repetimos lo que es tradición común en
Fermoselle.
Un día cualquiera, meses más tarde, apareció la cruz tal como hoy se
encuentra, al borde del camino, en el lugar mismo del crimen. Era de hierro y con
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la singularidad de tener grabadas en ella, las sesenta y tantas puñaladas
que aquella noche le asestaron. Los golpes con su hondura, estaban
perfectamente marcados. Nadie sabe aún quién la puso ni cómo; apareció allí y
basta.
Todos han dado su opinión sobre el caso, pues conocen bien la Cruz de
San Lorenzo, como es llamada en el pueblo, por haberla visto docenas de veces al
pasar por allí, en sus partidas de caza o en los viajes a Salamanca, cosa de media
legua de la última casa fermosellana.”
Por aquellos mismos años, la rivalidad desigual entre los pueblos de La Zarza
de Pumareda8 y Aldeadávila, produce también robos, e intentos de asesinatos,
acrecentados sin duda, por las hambrunas, y las malas cosechas. Al final, este tipo
de casos, para evitar que llegaran a más, debían de resolverse entre los
propietarios de grandes rebaños, y los regidores y alcaldes, que ordenarían el
encarcelamiento, tal es el caso de la historia: “Y todo… por un carnero”:
“Se trata de una triste historia de pobreza en las Arribes, entre las
localidades de La Zarza y Aldeadávila. Un criado del Vizconde de la Revilla-
entonces propietario de grandes latifundios en La Zarza- se encontraba acostado
cuidando sus rebaños, cerca de la raya con la Villa de Aldeadávila. Parece se que se
8
La Zarza de Pumareda y Aldeadávila, unidas en un mismo Concejo durante el siglo XVIII, se dividen
administrativamente en el año 1.803, a raíz de una exigencia de los vecinos de la primera.
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acercaron dos hombres de este último pueblo montados en sus cabalgaduras, y que
les escuchó la conversación:
Parece una historia muy sencilla y trivial, pero da una imagen fiel de la vida
de miseria real que podía darse en el campo salmantino, y del escaso aprecio por
la vida ajena, claro está, menos aún si se trata de personas de otros pueblos.
El escaso aprecio por la vida propia continuó entre estas gentes, y los pocos
contrabandistas y cabreros que a fines del siglo XIX, y aún en los primeros
decenios del s.XX se aventuraban por los parajes más escabrosos: “Salto del
Gitano” y “La Verde” parecen no temer en absoluto a la muerte, incluso cruzan el
río Duero en los días más aciagos de invierno. Veamos las exquisitas descripciones
que nos hace “La Ilustración española” en el año 1.90610:
9
“Sentencias del Tribunal Supremo”, Vol.I. Sentencia de 7 de marzo de 1871.
10
“La Ilustración española y americana”, nº33, 8 de setiembre de 1906. Digitalizada por la Biblioteca
Nacional de España.
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difuntos11, los vecinos la acompañaban en el rezo;…pero mayor fue la
emoción que nos causaron cuando después de cenar nos hallábamos
conversando tranquilamente en la posada. Varios disparos y unos aullidos
nos hicieron saltar en nuestros asientos, mientras los contertulios se
quedaban tan tranquilos riéndose de nosotros.
- Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña- nos dijeron;
- Son los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen
todas las noches: es costumbre…”
Esta triste costumbre de descargar las pistolas la debían de hacer, como “si
de lo más moderno” se tratara, quizás influidos por otro americanismo
importado… Las gentes de toda la comarca se organizaban en grupos de edad de
por vida, las más famosas eran antes de la Guerra “las partidas de Aldeadávila”:
“...las típicas partidas de esta villa formadas por los que juntos tomaron la
Santa Comunión por primera vez, y juntos siguen unidos indisolublemente
hasta la muerte; todas las fiestas son colectivas, cada partida por su lado, y
cuando dos partidas se indisponen, la batalla (antes sangrienta, hoy
solamente dolorosa) es inevitable...”
Hacia los últimos años del s.XIX era célebre el cabrero apodado “El
Dientes”, quien murió a manos de uno de estos “mozalbetes” consentidos:
11
“La Cofradía de las Ánimas” se mantuvo hasta los años 50 del s.XX, y tenía una pequeña capilla en la cara
norte de la Iglesia Parroquial de San Salvador, con calaveras y huesos de difuntos para recordar a las ánimas
benditas.
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milagros de equilibrio, que sólo al ver los sitios donde los hacía se erizaban
los cabellos.
Las amenazas, los robos, los juramentos y por último los asesinatos –muchas
veces al calor de una discusión- eran casi siempre fruto del hambre y la
desesperación:
Y Epifanio...disparó. “
Triste historia...pero que se repetía con cierta frecuencia por estas tierras
de La Ribera, y otras comarcas del Campo Charro.
12
“Historia del municipio de Pereña de la Ribera”, recoge la Sentencia del Tribunal Supremo, recurso de
casación interpuesto por Epifanio Gorjón. “Revista de jurisprudencia criminal, 1920”, p.74 y ss.
14
Por aquellos mismos años, se vuelve a repetir el cuento inventado por el
periodista salmantino ZEDA en 1897: esta vez en lugar del sr. Juan de la aldea,
es un viejo labrador de la misma Aldeadávila, en 192513:
“…lo que hoy todavía sirve de orgullo a sus habitantes, que, quizá por tener
como vecinos a los pobres aldeanos, sencillos y primitivos, se consideran
superiores en todos los órdenes a los demás salmantinos.
Y algo de esto es verdad, pues los riberanos siempre han tenido fama de
pendencieros y valientes, contándose espeluznantes casos de la época
heroica de la Ribera –hace 50 años- 15en la que las muertes violentas
estaban a la orden del día, siendo los riberanos respetados y temidos por
los pacíficos “aldeanos”, que tenían y tienen aún hoy amargo recuerdo de las
pocas ocasiones en que intentaron hacer frente a los bravucones hijos de la
Ribera…”
Eran los años más duros de las postguerra española, y los muertos estaban
muy presentes todavía…
13
“ABC, diario nacional. Edición de la mañana”. 18 de octubre de 1925, p.29
14
“El Habla de la Ribera”, edición de 1947, por Antonio Llorente-Maldonado, p.30. Salamanca.
15
Genéricamente la segunda mitad del s.XIX.
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