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En el nuevo mundo
Hemos llegado al nuevo mundo, no a La Hispaniola, pero mas al
norte, no tan al norte como Américo Vespucio, pero mas al sur.
Mirando nuestros alrededores, veo un mar con agua cristalina,
enormes montañas y bosques que esperan nuestra conquista. Al ver
estas tierras no puedo evitar pensar en como al Señor le agradara de
la manera en la cual traeremos su palabra a estos pobres salvajes
que tanto la necesitan.
-Señor Cortés- me dice al acercarse uno de mis hombres, -¿Le
complacería si enviáramos a algunos hombres en busca del oro?-
Obviamente el chico esta cegado por la riqueza, como yo lo estaba al
comenzar este viaje. Claro que mi opinión ha llegado a cambiar
durante el viaje. Me río.
-No he venido para cosas tan pequeñas- le respondo –Sino para
servir a Dios y al Rey.- Con esto el marinero se queda callado, y se
va a hacer no se que cosas, tal vez a terminar de atar algunos
nudos. De cualquier forma, pienso para mis adentros, seria bueno
mandar a algunos hombres adelante a ver que encuentran, solo para
estar seguros. Llamo a un chico de quince a traer a un grupo de diez
voluntarios, y les explico lo que quiero que hagan. Acordamos que
irán a tierra en el bote de remos por la mañana, y que en la tarde
volverán con el reporte de lo que han visto. Concluimos el día con
una cerveza en celebración por haber finalmente llegado, y por éxitos
próximos a estos. Luego nos fuimos a dormir, ya estoy impaciente
por poder recorrer esta nueva tierra, y mirarla por dentro con mis
propios ojos.
Ya deben ser como las cinco de la mañana, el sol apenas se esta
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Crónicas de Hernán Cortés
asomando por las montañas que están en esta nueva tierra, y ya los
diez hombres han desembarcado, y ya casi llegan a la playa.
Tendrán el privilegio de ser los primeros en pisar esta tierra llena de
misterios ocultos. No puedo evitar tenerles envidia. Lo que daría por
estar ahí con ellos, pero he de seguir unas estrictas reglas de
seguridad, y tengo impedido el tomar un riesgo que puede ser
evitado. Bueno, ahora lo único que podemos hacer es esperar al
anochecer, y ver si llegan con vida. Suspirando me voy a escribir los
eventos del día en un diario que he estado guardando, para que toda
Europa se entere de lo que descubrimos en este viaje.
La luna brilla y se refleja en el océano. Ya he estado aquí parado
mas de una hora, y nada que veo a mis hombres. Empiezo a
preocuparme de que algo les haya pasado, pero entonces notamos
que algo se mueve, y llevándome el telescopio al ojo, veo que son
los diez hombres. Todavía están muy lejos como para verles las
expresiones, pero ahí están, y han vuelto.
Cuando llegan a bordo, los recibimos con alegría, se ven cansados y
agotados, pero contentos de haber vuelto. Me pregunto que habrán
visto, que los habrá agotado tanto, pero no he de ser descortés, así
que les ofrecemos unas bebidas calientes, y nos sentamos alrededor
de ellos para escuchar lo que han visto. Nos cuentan como al llegar
vieron animales extraños de los cuales no habían escuchado hablar
o visto antes, como en un río que se encontraba a unos kilómetros ce
la playa se habían encontrado con un hombre en una cabaña, que
les contó su historia. Aparentemente, este hombre era un español
que había vivido aquí hace poco mas de una década, siendo un
sobreviviente de un barco que se había hundido a causa de unos
arrecifes mas al norte de donde nos encontrábamos. Nos dicen que
había vivido con las tribus y aprendido su idioma, sus costumbres, su
forma de pensar. El no tenia mucho deseo de volver a España, pero
tenia un hijo, y temía que su esposa habría muerto, pensando que el
también estaba muerto. Luego el Español, que se llamaba Marcos,
les contó de cómo, al el haber naufragado en la orilla, los nativos lo
acogieron y lo aceptaron como si fuera uno de los suyos. Esto no me
sonaba muy salvaje, así que broto en mi una pequeña esperanza de
que no tuviéramos que suprimirlos al Señor Nuestro Dios por la
fuerza. Marcos no les había contado mucho mas del país, sino
básicamente de su historia.
Cuando terminaron de contarnos su historia, les dije a mis hombres
que se preparan, porque mañana en la madrugada íbamos a visitar a
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Crónicas de Hernán Cortés
En tierra firme
Estamos buscando el palacio de Montezuma, del cual nos ha
hablado Marcos. Nuestro interprete nos guía por senderos
engañosos, trechos peligrosos, pero nos dice que ya estamos cerca.
También tenemos a otro interprete, una nativa que interpreta muy
bien lo que otros quieren decir. Nos ha contado que el palacio de
Montezuma es de paredes de una piedra amarilla brillante, que todos
llevan aretes y collares de la misma piedra. Por esa piedra supongo
que se refiere al oro. Creo que mi opinión a cambiado, ya que, que
tonto no se aprovecharía de estas riquezas, teniéndolas al alcancé
de la mano? Me parece que mis hombres no están muy deacuerdo
con eso, pero no importa. Soy su líder y lo seguiré siendo.