El héroe tragico, o la pasion del dolor
Nadia Fusini
Hamlet: mi acci6n es la pasion
De la intimidad entre teatro y pasiones, aceptando que la
pasién es teatral por naturaleza y el teatro pasional, documen-
tan tanto el mito de fundacién del teatro antiguo -la pasion de
jioniso— como él texto ejemplar del teatro moderno: Hamlet
de Shakespeare. En ambos casos, como tema y sujeto de la ac-
cién trdgica hay tina forma de sacrficio ritual, y el héroe 0 pro-
tagonista se encamina 4 su pfopia muerte con el movimiento
pesado, lento, del chivo expiatorio.
—“Recierda Nietasche qué Ta tragedia antigua, en su primer
estadio de desarrollo, «no se ocupaba en realidad de la accién
~el drama sino del padecer, el pdthos».: iNo podriamos repetir
as mismas palabras respecto de Hamlet, la tragedia escrita por
Shakespeare en el siglo xvil, que cabalgando entre dos siglos
nos precipita en los grandes contrastes con que se abre la época
moderna? Porque Hamlet, se debe recordar, est en la corte y
acaba de regresar de Wittenberg, en cuyas puertas hace poco
Lutero ha clavado sus tesis, iniciando asi la Reforma de los pai-
ses nérdicos. Y no por azar ciertas tonalidades pesimistas res-
files mlpoca magic dei Gre Sent da
® Milin, Adelphi, 1973, ppecto del sentido y el valor de sus acciones reflejan la poderosa
devaluacién de las obras y de la voluntad puesta en vigencia
por Lutero con su nueva teologéa
éAcaso Hamlet se interesa por la accién, 0 mas bien no tie-
ne un violento apego a la propia pasién? éNo es de la «pasion»
(que él vive como culpa) que el padre viene por segunda vez? a
arrebatarlo, para encaminarlo hacia la accién, porque Hamlet,
después de todo, es el héroe de un drama de venganza, y debe
14 actuar? Sin embargo, todavia Hamlet prefiere actuar su pa-
thos, declamarlo. Como si sélo le interesara sufri.
Es el teatro el que le revela 2 Hamlet su propia relacisn
contradictoria y patética con a accién. Cuando los actores
gan a Elsinore y ensayan el «passionate speech» que el joven prin-
cipe de duelo les pide, Hamlet se conmueve por la teatral
tensidad «imitativa» del actor. éPero no es justamente_eso la
tragedia, no sélo para Aristételes, sino también para los con-
femporineos de Shakespeare? .
En su verdad esencial, la pasidn trigica se expresa
oimoi... Woe... La tragedia, en cuanto da forma a la pasién, es
ese sonido; no hace més que evocar ese grito al que la fuerza
desgarrante y enajenante del pathos arrastra al alma. El pdthos
arrastra, arranca, perturba. Esta, no otra, es la accién de la tra-
eho ‘su verdad desnuda. Antes de ser mito que se despliega
en drama, Ta accion trégica es simplemente el grito. En los ex-tremos de la pasién estén el dolor y Ia alegrfa, pasiones funda-
mentales que se desahogan en sonido dramitico: el grito 0 la
risa. El hombre fuera de sf, en éxtasis, se expresa con esa mtsi-
ca. La tragedia antigua, recuerda siempre Nietzsche, era pobre_
dida en el teatro (de la época isabelina y jacobina) que asf se re-
presente y funcione la pasién: en exaltados monélogos. En es-
to Shakespeare retoma una tradicién, que remitiéndose tal vez
a Séneca, tal vez a la dramaturgia medieval nativa, ha desarro-
en accidn y tensiOn, pero musical. Luego predominé sobre to- llado modos sabios de representacién de la emocién.%* El actor
do la intriga, el drama se transformé en un juego de ajedrez, modula en su solo la pasion segiin varios tonos diferentes y
tun escenario para pequenas pasiones...° Ast habla Nietzsche, con él el espectador deberia suftir aquello a lo que el comedié-
pero parece que hablara Hamlet. grafo claramente lo invita:
Y por ello proclamo: si hay en este circulo
Dolor en accién quien sea incapaz de poderosas pasiones,
que frunza la nariz y se rehtise a conocer
En el contexto de la tragedia de Hamlet, la palabra «pasién» cémo eran y son hechos los hombres,
toma significados diferentes, todos teatrales; és decir, igados a y prefiera no saber como
fa forma misma del drama en que se encuentra Hamlet, que deberian ser, que se apresure
muestra casos y vicisitudes, experiencias, accidentes y aventu- a abandonar nuestros tétricos especticulos:
ras que concluyen en suftimientos y aflicciones. Entre las acep- ' se espantaria. Pero si hay un pecho
ciones més interesantes esta aquella que hace coincidir passion clavado a la tierra por el dolor, si hay
con passionate outburst," y por lo tanto pasion y expresion, sen- corazén atravesado por el suftimiento,
timiento ¥ retOrica: porque la pasién no es Otta cosa que ese en este circulo sea bienvenido.
apego que transporta mis allé de si, fuera de si... Si, épero
adénde? éA la palabra o a la acci6n? Para Hamlet a la palabra: Asi declama Marston en el prologo de su Antonio's Reven-
evidentemente para él la pasién habla «con los érganos més mi- ge.” Mientras la tragedia personificada en el anénimo A War
lagrosos» y tiene boca, tiene cuerpo y se representa en la pala- ning for Fair Women'* (de 1599) afirma, en abierto contraste con
bray en el gesto. Comedie e Historie, desear:
En la acepcién passionate speech o outburst, el término pas- |
sion subraya el caracter retérico de su arrebato. En tal sentido,
en su propia tragedia Hamlet sufre la pasidn del dolor que lo
arrastra a fos mondlogos, y se reprocha por ello, porque de ese
modo el dolor lo in igrosamente hacia el desahogo ver-
bal més que a la accién."* Y sin embargo es convencién difun-
ido en cuartos
facto I, excena
por el que pienso con tanta predsin en el acto / que fuerza de pensar di
I peruamiento / tres curtor de canallda y un cart de sabiduria
Description of Emotions, olga!
128 129«»pasiones que muevan
el alma, exalten el corazén y pulsen en el pecho,
arranquen las Llégrimas a los ojos mds avaros,
aflijan la mente, la atormenten, hasta el punto
en que los sentidos se desvien de su curso.
Este es mi oficio.
El efecto trigico apunta a tales objetivos. El actor, por
ejemplo aquel al que Hamlet le pide que represente el pasaje
de Priamo y Hécuba, debe hacer sufrir al espectador, porque el
dolor es el sentimiento propio de la tragedia. El suftimiento
(intimamente unido al movimiento del drama, en tanto impli-
ca una transformacién sea del actor, que entra en otro ser, sea
del espectador, que participa del éxtasis en el profundo estupor
de una metamorfosis de los propios sentimientos) por cierto se
veri redimido catérticamente en la vicariedad de la experiencia
misma; pero en el instante dramético debera ser probado, so-
portado. Y lo serd si el actor sabe dar su «pasion», es decir, si
sabe declamar su passional speech, pronunciar su oracién de vio-
lenta emocién que debe hacer derramar las lagrimas, palpitar el
najenar los sentimientos. Sdlo asf el actor persuade a
su piblico de que sienta la misma emocién.
En este sentido, la pasion es manta: ecstasy. Y transforma al
que se deja convertir en actor y su gesto en especticulo. Arras-
trado fuera de si, el sujeto apasionado por cierto se enajena, pe-
ro también se conoce en el lance de una pérdida de si, que
cambia en ganancia de conocimiento; un conocimiento que no
aparece como un fruto de la razén, sino que es mas bien el
doloroso botin de la pasién. Por eso el pdthos es estimulado por
todos los medios: del lamento al monélogo. Una de las estrata-
gemas mis usadas por el teatro inglés de derivacién senequiana
es el lamento."* El protagonista esté en escena como si estuvie-
raen una sala de tribunal y lamenta la propia desventura con
una oracién de evidente caricter ret6rico, elevado, formal
terrogantes retoricos, declaraciones enfaticas, frecuentes repeti-
ciones, exclamaciones en cadena amplifican y reverberan la
infelicidad del personaje contra un trasfondo univer-
ibstracto, cuyas figuras son el cielo, la tierra, la fortul
varias otras alegorias de la deseperacién o de la piedad. Los
terrogantes, los apéstrofes, las exclamaciones, las aliteraciones,
las interjecciones ritman la voz del actor seguin una alternancia
de agudos y de soplos («alas», lioh!, se lamentan) que mantie-
ion: mientras la repeticién regular
de palabras y de versos evidencia el sentido de mecénica ri-
gidez de la mente perturbada por el dolor. Absoluto, general, el
dolor se modula ora en la tonalidad abstracta e impersonal del
coreuta; ora toma en la voz del primer actor el timbre de una
meditacién personal sobre la vida y los inevitables suftimientos
que la acompafian. Antes de llegar al muy cambiante e idiosin-
critico mondlogo de Hamlet, debemos pasar por emociones
abstractas y formalizadas, creadas en virtud de estilizadas figu-
ras retéricas. El intento claro y evidente de esas primeras trage-
dias inglesas es exteriorizar un movimiento del alma que tiene
una existencia interior muy bil. Es como si
viera una existencia simbdlica, y en tanto simb
se a todos y a ninguno, fuese intrinseco a la condicién de
quien, habiendo nacido y estando vivo, sera sujeto del dolor.
Por lo tanto, el actor deberd evocarlo més por fuerza retérica
que por pasién intema ya que, repito, la emocién no es atin ni
interna ni specifica.
El dolor de Yocasta en el drama homénimo, por ejemplo,
es narrado por el muntins, de modo que Yocasta se convierte en
el dolor personificado:Oscurecta el aire con altos lamentos y gritos:
Oh, hijos (decia) demasiado tarde llegé la ayuda,
demasiado tarde mandé socorro:
¥ con estas palabras, sobre sus cadaveres frios
gritaba tanto, que hubiese detenido al sol
para que llorase con ella: luego la trigica hermana,
ambas mejillas bafiadas por las lagrimas,
del fondo del pecho atormentado,
con suspiros ardientes empezé a extraer
estas palabras exhaustas...
Los gestos convencionales -lagrimas que se derraman a
chorros, suspiros luctuosos, retorcimiento de manos seiia-
Jan la pasién e invitan al piblico a la compasion. La lengua y
Ios gestos comunican el pdthos y al mismo tiempo lo excitan.
Es un pathos tragico, aun totalmente ret6rico antes que dra~
mitico.
Hasta que con Kyd y con Marlowe aparece una nueva
gestualidad del dolor; y, sobre todo, una diferente apropia-
;on en Ia lengua. Dido, por ejemplo, no se presenta ya como
Videna, reina de Borboduc, frontal en su lamento; Dido corre
con la mirada de la espada de Eneas a sus ropas, busca sus
cartas, las toma y las arroja al fuego." Su dolor es literalmente
‘enacted, es decir, es acci6n y no estatico. Vemos que sufre no
porque declame el dolor en el lamento formal o io descargue
en el grito violento, sino por el fantaseo inquieto y cambiante
que toma a la heroica reina abandonada, que como a Eduar-
do, «el dolor hace perder la razén»2 Es la incoherencia de
ese vocabulario del dolor, que la boca vomita como si descar-
gase trozos de corazén quebrado que al obstruir la mente la
han hecho caer en la locura; es es0 lo que nos comunica el
pathos al fin. Otro tanto sucede en Kyd: es en la locura de
22. Ch Maslome, Edward e Second, acto V, cena
132
Hieronimo,® es decir, en el efecto del dolor sobre su mente,
que vemos y experimentamos la fuerza del pathos; no porque
nos inunden las légrimas ni nos ensordezcan los suspiros y la-
mentos.
En Marlowe, por ejemplo, la situacién patética se crea me-
diante una serie de contrastes, de modo que habiendo visto la
felicidad de Dido con Eneas, no seré ella quien tenga que de-
cimos que esté triste cuando parte Eneas. Ni Eduardo II deber&
declamar formales lamentaciones para evocar el pdtbos de su
deposicién: bastaré verlo en didlogo con su corona. No hay
necesidad de retérica.
Ecce Homo
Es en Eduardo IT de Marlowe y en Ricardo II de Shakespea-
re que aflora con nitidez el eco de otro sentido fundamental de
la palabra «pasién», que aletea sobre los ejes de este teatro. En
las estaciones de su progresiva derrota, los dos héroes son por
un instante la contrafigura dolorosa del man of sorrow, el Cristo
flagelado y golpeado. Es un significado religioso que toma
cuerpo en las representaciones de los ciclos medievales del Cor-
que ponen en el centro de la representacién dramé-
tica la pasion de Jestis, cuyo pathos es una passio propiamente
dicha, el sufrimiento pasivo (para decirlo con las palabras de
Hamlet) de las piedras y los dardos de la fortuna y un mar de
aflicciones qhemt rofensas naturales de las que la came es he-
redera... EI tema de los ciclos* es Ia accién més tremenda y
Yergonzosa cometida por la criatura humana: la misma que sin
embargo proclama su redencién. La pasién es de Cristo, él es
el héroe que sufre; la catarsis es de los culpables, que seran sal-
tarde, o sn en 1922, TS. Bio le devolvers\\
vados por la pasion de él, Jess muere para salvar a quien lo
condena.
Se revelan aqui los dos significados cristianos de la palabra
«pasiéne, el primero relacionado con el sentido antiguo de
vithos, es decir, la afliccién y el suftimiento que padece Dios
cor esa parte de si que ha aceptado hacerse criatura; el segun-
(0 con el significado moderno de afecto intenso que lleva a la
fatura a descargar su propia violencia, en este caso sobre el
dios inerme. Al pdthos del Cristo mudo que sufte, centro mi
fico del drama, se opone la pasién ruidosa, vocinglera, agresi
va de una humanidad concentrada en tomo de la tortura, cu-
ya pasién y voluntad se muestran irremediablemente signadas
por el mal desde la raiz. Juguemos al juego de la Pasion»* di-
Pon los torturadores que matan a Cristo en estallidos de gran
energia y violencia, en medio de un furor de risas y de placer.
Son siempre ellos, los actores de estos que al
o al tepresentar el drama de la Pasidn, en la accién teatral (que
ts juego y representacién al mismo tiempo: play, game) descu-
bren en el juego el placer del juego. El hombre es pasional por
es decir, llevado a la culpa por instinto. Porque en
naturaleza, vado
oe dramas la naturaleza humana coincide con la naturaleza
culpable.
Cuando es descrita en los tratados morales que se refieren @
ella, en las prédicas que le son dirigidas, en esos dramas toma-
dos de la Ja criatura humana es un paisaje complejo de
‘ntimientos, impulsos, afectos que incluyen la ira, el odi
la venganza, la blasfemia, la impaciencia, a violencia verb:
faria; un paisaje perturbado, inquietante. Respecto del cual el
silencio del dios evoca el eco desgarrante de un mundo divino
sin variacion de humores, sin deseos, sin apetitos. Inalcanza-
ble, salvo cuando muerto el cuerpo, ¥ con éste extinguidas las
pasiones, el alma se dispone a ese viaje, al término del cual
quién sabe dénde ser acogida
Car (comp rage
Eléxtasis, la locura
Pero entretanto aqui, en a escena mundana que pisa el hé-
roe trigico, no hay paz; en todo caso, hay desquicio en Dina-
marca y Hamlet es convocado, como Edipo antes que él, a
buscar al culpable (y el amargo descubrimiento): éde quién es
a culpa del desquicio en Tebas? £Y del desquicio en Dinamar-
ca Es para esponder a esa pregunta que Hamlet se ve obliga-
doa separarse de su pasion, es decir de esa plenitud de pathos
en que esti encerrado al comienzo. Es por ello que se dispone
al drama, alas acciones y a los actos que componen su trage-
ia, En la tragedia, la pasion se disuelve en un articulado teatro
de afectos, que se’manifiestan en las diferentes mdscaras que
luce cOmo abil actor; pero son, justamente, afectos_que finge
para proteger su verdadera pasi
cho y ahi en el pecho le ditele, lo
pe, No s6l6 victima sino también experto en pasiones, al co-
mienzo se aferra al pathos de su amor filial por el padre muerto
como a su verdadero fundamento auténtico. Esa pasién no es
un afecto que lo haya asaltado y respecto del cual no puede
mis que estar pasivo como frente a un ataque. Sillora al padre,
es por un amor icido en el cual se reconcentra fntimamente a
,, directamente mudo. Mientras los otros desean apartarlo de
esa pasidn, transportarlo a la consolacién del acto, para que re-
presente el dolor, para que lo «descargue». Ese amor lo leen co-
‘mo una pequeia pasion, que pasari, porque la inconstancia es
propia de las pequefias pasiones.
De repente Hamlet es victima y objeto de una mirada in-
tema a su drama, que lo lee segiin una anatomia de las pasio-
nes tipica de la época.” El primero es Polonio, que piensa: su
cielo esta trastornado por la perturbacién mas comin que su-
27, Respecto de esos paren
sty ress,fren en la tierra nuestras naturalezas humanas, demasiado hu-
manas: el amor por una mujer, y precisamente Ofelia. Ese es
el nombre que le da Polonio a la pasién de Hamlet; el amor
rechazado explicaria las teatrales exhibiciones de locura que
se concede el principe. Dice Polonio: «Es sin duda el éxtasis
del amor; porque en el impetu, en la violencia que lo distin-
gue, el amor se olvida de si y arrastra la voluntad a empresas
desesperadas, como hacen por otra parte todas las pasiones
que nos afligen a las criaturas que vivimos sobre la Tierray.?°
Violencia y extravio de la voluntad caracterizan, para Polo-
nio, a las pasiones, o esos afectos que son propios de la cria~
tura.
Polonio da el nombre de «pasién amorosa» a una serie de
signos exteriores y de acciones de Hamlet que Ofelia acaba de
describir: Ofelia estaba sentada en su pequeiio cuarto y Ham-
let se le presenté con el jubén en desorden, sin sombrero, las
calzas sucias, las jarreteras sueltas, pélido, con las rodillas
temblorosas: todo en su aspecto clama piedad. Luego la tomé
por el pulso, [a apreté con fuerza, la alejo de si y la mir6 fija-
mente; primero la atrajo y luego la rechazé, y entretanto sa-
cudié tres veces la cabeza y lanz6 un suspiro tan profundo y
penoso que parecié a punto de expirar. Luego la solté y con
la cabeza vuelta busco la puerta sin mirar, ya que mantenia
los ojos fijos en Ofelia. Por esos signos, a Polonio le resulta
claro que Hamlet esti técnicamente «loco de amor. Aten-
cién: Hamlet no habla sino que emite sonidos agitados, sus-
piros. Es por el sonido discordante de una mente una vez per-
fecta que Ofelia reconoce la ruina de Hamlet. Comprenderé
asi que la «incomparable forma y la imagen de juventud en
teaducido por Thomas Newton en 1576, Tai of Meencoby, de Timothy Bright de 1586; 4
‘Ewan of Mex Wi de Jo Hua, tad cn 1594; 4 Dow of he Prration of he
Sipe of Maancolce Dias of Rhea: and of OW A Je And du Laurens dvi por
Reba Supet en 189, y mucho or En pri, eh curd recone un a
ante para a dexcpescn i ela Slice cl tna de Bright Vase
rn ol Traduocion de Francesca Bugliani de Della melanconia de Bright,
16.45)
flor ha sido destruida por el éxtasis»,* es decir por la locura,
porque la raz6n noble y soberana del principe se ha perturba-
do y «desentona». Y como comentario de tanta transforma-
cién agrega: «Woe is me»: «iay de mil» Una vez més, a la pa-
sin responde el lamento.
El éxtasis (0 locura) de amor es mania, exaltacién, frenes{:
teatralidad. Lo que est’ dentro se vuelca fuera por inconti-
nencia, y sigue un desorden extitico que amenaza la raz6n.
Ese desorden extitico es el que Hamlet le reprocha a su ma-
dre, culpable de lujuria respecto de Claudio: tus sentidos, le
dice, no s6lo tu raz6n, estan trastornados; tu sangre bulle y tu
percepcién esta atacada por la apoplejia, ide modo que la
movilidad y la sensibilidad se encuentran afectadas por la pa-
ralisis! Los sentidos seguramente te funcionan, visto que te
mueves, pero estén evidentemente paralizados, porque la lo-
cura no se equivocaria tanto, ni se ha visto nunca una aluci-
nacién tal que no te ha quedado ni una brizna de juicio...
La pasion desordena la gramatica de la sensibilidad e induce
una sinestesia salvaje y obtusa: «ojos sin tacto, tacto sin vista,
orejas sin manos ni ojos, olfato sin nada...»; esto es lo que le
sucede a quien como la madre de Hamlet se entrega a la furia
de la sangre, que es el liquido donde el deseo sexual rebulle y
burbujea.
éPero qué te pasa a ti, hijo mio2, pregunta con razén la rei-
nna; porque la alucinacién ha tocado también la mente de él,
que mira el vacio y ve fantasmas, invencién pura de su cerebro.
El éxtasis (y se refiere a la locura) es capaz de producir creacio-
nes de ese tipo, sin cuerpo.” Detris del impulso de una pasion
que la oprime, la mente se desordena y con ella se trastoma el
cuerpo, pierde su equilibrio; el resultado es una accién insensa-
ta, es decir, que ha perdido sentido y direccién: por eso Ham-
let mata a Polonio; rechaza a Ofelia; no mata al tio que ruega(0 al menos él cree); hiere a la madre con palabras que son pu-
fiales; se arroja en la fosa durante el funeral de Ofelia, y compi-
te en el dolor con Laertes... Hamlet no venga al padre y resta-
blece la linea dindstica legitima; no restaura ni reordena; no
restablece el orden.
Movimientos infinitos
El pathos en tanto energia propulsora del acto (no passio pa-
siva sino activo dolor y placer) es la célula germinal del drama:
al pathos es, en el sentido més pleno, energia en movimiento.
En tanto movimiento, la accion dramatica se desarrolla en rela~
cién con la fuerza del pathos, que justamente es su alma. Suce~
de con Shakespeare que el movimiento, sea fisico 0 psiquico, y
‘porlo tanto Ja accion y la pasién de este teatro nuevo respecto
Gel antiguo, se inscriben en una imaginacion del_movimien-
to profindamente cambiada, ya no de tipo aristotdlico. De modo
ue no sirven esas categorias, aun en su reelaboraciOn tomisti-
a, para interpretar, por ejemplo, la turbulencia de Hamlet, Su
pasién no se explica con la idea de un movimiento (sea del al-
‘ma 0 del cuerpo) teo-teleoldgico.
«.Qué es el hombre? se pregunta Hamlet en el momen-
to crucial de su encuentro con Fortebris, el héroe que trans-
portado por el soplo divino de la ambicién, con heroico des-
precio se mofa de la muerte; mientras él, que tiene «el padre
asesinado, la madre manchada, vigorosos excitantes ambos de
la razén y de la sangre, se queda pensando y pierde el tiempo
de la accién. «Qué es el hombre», se pregunta Hamlet en ese
punto, y no sabe si alinearse con Pico y elevar un elogio a la
Gignidad del hombre ~porque si, el hombre es godlike, semejan-
te a Dios, divino por algunas de sus facultades: el hombre razo-
na y habla y conoce el tiempo en sus escansiones de pasado y
futuro-. O corregir a Pico con Montaigne,’ en el rapido trans-
curso de un humanismo optimista ~que en realidad en la tierra
de Albién nunca arraiga en serio hacia el escepticismo, la pa-
radoja. Porque Hamlet siente pervertidas en él esas facultades
divinas: la memoria se ha convertido en un «olvido animal, el
pensamiento en un exceso de «escriipulo vibs. El hecho es que
esta perdiendo el tiempo de la accién y transformando su tra-
gedia en una farsa. Pero el punto es que el chombre» shakespea-
riano es precisamente eso: una criatura que mezcla continua~
tent Io trigico con [6 cémico, él bien con el mial, Ia risa con
él Manto; desgarra cada forma, confunde cada emocién, cance-
la pas . Ilimitado, infinito, desorientado, el impe
‘as que lo anima no va hacia un fin, no tiene wn limite, no po-
see un objetivo, no tierie meta.
{Como se mueven las cosas? éSean del cuerpo como de la
mente? éSea en el universo como en la criatura? éCual es el
sentido del movimiento? ¢Es sélo corrupcién, decadencia? El
movimiento tragico, sabemos por Arist6teles, se configura
siempre como una caida que tiene objetivo, significado, or-
den. Para Aristételes, el movimiento en general es limitado, fi-
nito. Es de algo hacia algo. De la potencia al acto. Va hacia la
realizacién. En la tensién entre potencial y actual, entre esen-
cia y existencia, entre incompletud y entereza, se abre el hori-
zonte del sentido en la Fisica aristotélica. Y de manera seme-
jante, en la Etica las leyes de los afectos toman orden y sentido
dentro de un universo donde todo se mueve del mismo mo-
do: hombres, plantas, animales, los cuerpos en general buscan
su feos. La cosmologia y la antropologia y la ética y la politi-
ca aristotélica® resuenan en correspondencias humanisimas y
139‘Aristoteles describe el movimiento del universo como depen-
diente de un primum mobile en si inmévil (el que se da como
modelo y parangén de un movimiento autosuficiente, conti-
nuo, regular, eterno), ese modelo reaparece en la Etica, cuando
se habla del bien; de modo que el sumo bien y el primer mévil
se corresponden, y el mismo paradigma simbélico se extiende
a la concepcién de un movimiento rotatorio eterno, autosufi-
ciente, y de un bien como telos del universo y causa de orden
y de vida,
Es en ese cosmos que se inscribe la concepcién de lo trigi-
co de Aristételes. Ahi un cuerpo cae (el héroe se equivoca, cae
cen desgracia, se arruina), pero el sentido de la caida esté orien-
tado, tiene sentido, meta y fin. En Shakespeare ya no es asi.
Cae tun cuerpo (digamos, el de la reina)” y en la trayectoria de
su propia caida pierde toda direccién del bien. Para que caiga
tun cuerpo es evidente que una fuerza debe desplazarlo; en to-
do movimiento hay energia implicada. Pero su rostro, cuando
se logre darle un rostro a esa energia, ya en Shakespeare, y aun
mids entre sus sucesores (Webster, Ford), no tiene mds rasgos
antropomérficos, sino inhumanos. En el admirable discurso de
Ulises en Tilo y Cristida, el apetito que hace caer y subvierte
toda la estructura del orden es un «lobo»; en Webster, si la du-
quesa de Amalfi muere es porque sus dos hermanos, represen-
tados uno en las formas del «lobo», el otro con el aspecto del
ezorro», dan caza al pobre cordero... En todo caso, si aun la
caida trégica evoca sobre el trasfondo del agén dramético el
choque entre virtue y lust (méscaras de una tradicién medieval
que le daba esos rostros al choque entre bien y mal, al pasaje
de la felicidad a la aventura), ya la metéfora esté limitada. Esas
‘miascaras, a las que explicitamente alude el rey Hamlet cuando
le habla al hijo de la «caida» de la reina, descrita segiin las figu-
ras aristotélico-tomistico-escolasticas de un supremacia ontolé-
gica del bien y del estado de tranquilidad respecto de la voraci-
dad ansiosa del mal, estén cediendo frente aun nuevo mode-
lo y sentimiento del movimiento, no pensado ya como ruptura
problemitica de la tranquilidad, sino observado con la admira-
da maravilla de un siglo que descubre otras leyes de la naturale-
zayy otros principios de la pasién.
En las palabras del fantasma, si la reina ha cedido a Ia luju-
ria es porque la indiferencia moral le da precisamente a la lu-
juria una especial potencia motriz: es tal movilidad superior,
unida a la imperialista y voraz vocacién expansionista que le es
propia, lo que le garantiza el éxito en la lucha ps{quica, si no
césmica al menos microcésmica, que se pone en escena en el
alma de la reina. Porque, repetimos, a la virtud nada puede
moverla, es inmévil como el sumo bien: esté satisfecha, con-
tenta y contenida en el propio lugar, como aquello que tiene
un lugar propio. La lujuria, en cambio, es animada por una
energia que pasa con indiferencia del bien al mal, y de todo ha-
ce presa y botin, no se sacia ni se contiene. No tiene un lugar
«propio», por lo tanto su movimiento es infinito.
Pero lo que sucedié en el inicio del drama es precisamente
esto: el Bien, la Virtud, el rey mismo han sido expulsados de su
lugar; en el trono real, en la cama celestial aprovecha, prospera
y teina el Mal, o el lujurioso, el ambicioso Claudio. En tanto la
accién dramética es un hacer (aunque sélo sea una imitacién:
‘mimesis praxeos) en Hamlet ests ligada 2 ese motion; y ese movi-
‘miento, 0 conmocién es el lust ~en su raiz més desnuda-, la pa-
si6n de la criatura. Por ese movimiento Claudio ha ascendido al
trono, mientras Hamlet padre cafa en la tumba y la reina en la
cama del fratricida y regicida, y Hamlet en el duelo.
Mas precisamente: para Claudio en Hamlet, para Edmund
cen Rey Lear, para Macbeth, para Angel en Medida por medida, el
lust en su fundamento més auténtico es la pasion de la criatura
caida. De manera semejante a Hobbes, Shakespeare descubreque la pasién fundamental y fundante de su criaturatrapicOmi
aes la voluntad de potencia. Es decir, la criatura «naturalmen-
ta no hace otra cosa que querer-mas, desear-todavia-mas; y al
hacerlo disipa e inventa. Su lyri, contrapuesta todavia @ la
vintud por un transporte obligado de formas y convenciones,
ya no tiene casi nada que hacer con la estitica y alegérica con:
Cupiscencia medieval: es fuerza en movimiento. Pero desor-
denada, incoherente, porque es potencialmente infinita por
extension y horizonte del movimiento. Potencialmente incon-
trolable, y al mismo tiempo vital, prolifica; de modo que basta
tuna gota de mal para «prostituir una sustancia noble».” Basta,
dice Hamlet, un lunar maligno, que aparezca en la criatura en
Su nacimiento (que la criatura, por lo tanto, no puede elegit;
tin pecado original, entonces, con el que nace); y por la exube-
rancia de un elemento que crece inoportunamente, toda su
Constitucién se ve alterada, de modo que la calidad de un solo
efecto corrompe todas las otras virtudes, por innumerables
que sean.
Hamlet no enuncia solamente su propia y original doctrina
fisiopsicolégica y humoral, basindose en la cual, coherent.
mente con los conocimientos médicos y psicologicos de la
época, la salud y la virtud dependen de la buena mezcla de los
hamores o «eucracia»,® para utilizar una palabra entonces en
boga. Esté denunciando (de acuerdo con una diferente concep
Gign del movimiento que tiene los nombres de Galileo y de
Copémico)" la potencia superior del mal, en tanto elemento
ts indviduos / por wn malign lunar de la naturale
ino puede
142
dindmico, respecto de una virtud inmévil, cuyo mantenimien-
to perfecto es equilibrio milagroso, siempre en riesgo en su
criatura. La cual sélo conoce un movimiento de sacudidas vio-
lentas, sometida como esta «a los premios y a los castigos de la
suerte», de modo que son raros los hombres que no sean «es-
clavos de la pasién».?
"EI tasfondo agonal que recuerda aqui Hamlet es el muy
antiguo entre razén y pasion, asi como lo hereda de una litera-
tura médico-teligiosa y civil que sobre el tema de las pasiones
se empefia en reflexionar en ese siglo. Fildsofos de la moral, de
la politica, doctores del alma y del cuerpo entablan un denso
debate, al que enriquecen el teatro y la literatura. Las fuentes fi-
losdficas del debate son Platén, Aristételes, Agustin, Tomas,
mezclados con Plutarco, Séneca, Cicerén, Boecio, Cardano...
Las fuentes médicas son Hipécrates y Galeno.*
ics En el traspaso del razonamiento filosdfico a la representa-
cin, sea dramética o narrativa, se mantiene al parecer intacto
el trasfondo del agonismo, o el fundamental choque entre pa-
sign y razén: ése es el conflicto necesario, inevitable, que pro-
cede de la constitucién misma de la criatura, que en el alma
apetitiva alberga en si a su propio enemigo. Es el apetito el
gran antagonista de la razén en esa batalla del alma que elige
como propio campo de batalla el alma sensible de la criatura;
Shi dende residen justamente las pasiones. Las pasiones, las
perturbaciones, los afectos (son todos sinénimos),** que mue-
42g ua cuts Ha
a punt en paral, es
‘Passion, Cambridge-Lone Pe Can
gu amigo Horacio: acto Il, esena Il, vs, 63-74
B. Campbell, Shakespeare's Tape Hes. Saws of
erty Press, 1930,
0 remito al ensayo de Maro Ve-
Sambrid
‘ti Pasiones antiguas: el yo coléricn, en el presen
‘Trea paclar ene 1583 y 1590, dexputs de epidemiasy peste, se difunden nu
ios tatados de caricter médico, todos en vers
Enfermedades del cuerpo Y al mismo tiempo 2
143ven y conmueven a la criatura, por medio del pecado original
no obedecen mis a la raz6n como deberian, sino que son sub-
ditos rebeldes, siempre prontos a la insurreccién. El agén ve en
conflicto el alma racional y la sensible; la cual es sin embargo
fundamental para el conocimiento, porque 5 con los sentidos
pede la primera cudadelas qu se debe defender La salud depende de una dit y de varias
meen: pa paar cop del xs de humors, pty econ it
i en 457 Th nA, de La Pai
ere gh Se Ande do Lauren co 189; Pre Charon, Of Wid,
Cem None Pasa en ltl, Muchos dels watados fern eis
{eae raghe Wangon, Chon, Cotten, se adver! Peto oto 0
Sei lac, que nln col impcav eco de conocmint
Se Bohm Dees en fe Noe tum de 1399 John Davi de Hie
ford ens Hiowome (1603).
fiones, aunque ello se ve
‘Wight, pastor catlico, mientas que Burton es anglican,
de un andlisiscoberente de las pasiones entendidas como
144
que tocamos el mundo para conocerlo. Desde el exterior un
objeto cualquiera, una imagen golpea el alma y, mediante se-
cretos canales, del cerebro llega al coraz6n, el que se pliega al
afecto, y como ahi estan los humores prontos a actuar, aparece
la alegria si el corazén encuentra placer, tristeza si siente displa-
cer, 0 ira, o célera. En una relacién fundamental entre cuerpo y
alma, por la cual la filosofia moral se construye sobre nociones
‘sioldgicas, y la fisiologia se modela con exempla morales, las
pasiones son auscultadas contempordneamente por el mi
y por el fildsofo moral en su aspecto material y espiritual. En
ambos casos, tanto el médico del alma como el del cuerpo pro-
yectan las pasiones contra el horizonte culpable de la criaturali-
dad desnuda y cruda. En tanto generada, en tanto cuerpo, car-
ne, higado, corazén, cerebro, la criatura, ademas de imagenes y
movimientos espirituales, esta hecha de humores
temperatura (y un temperamento); es caliente, o fria, 0 hime-
da o seca. Caliente y htimeda es la alegria, propia entonces del
temperamento sanguineo el mejor, el superior, el dominante.
Frio y seco es el dolor, natural al melancélico- el humor de la
tristeza, de la vejez, etcétera.
Por lo tanto, cuando aparece Hamlet vestido de luto, de
humor negro, no hay dudas de que denuncia el pathos que lo
posee. Hamlet sufre por amor al padre que esta muerto. Y no
vale ninguna instruccién del manual de la congoja,® que le
propinan el falso rey y la reina. La voluptas dolendi que Claudio
reprocha al indicada por Hamlet como justa-
mente apropi toica apatheia, ni
medieval ascetismo Ia virtud coexis-
145por temperamento; antes bien, ¢s un sanguineo,* hasta que lo
golpea el dolor. Es sélo entonces que se abandona ala tisteza
Tel alma en todas sus formas y figuras y atmésferas. Esos ata~
Vios y simbolos exteriores (las ropas negras, los ojos que Horan,
Jos suspiros...) no estén ahi para descargar lo que esté en el fon
do, y supera todo especticulo, sino mas bien para custodiar cl
dolor, Dolor que se extiende 2 la aversi6n, al disgusto, se vuel-
Ve enemigo de la vida, lena el corazon de un mal, justamente
Li melancolia adusta, que lleva a Hamlet a explorar los funda-
mentos de la desesperacién. Para el joven principe, la melanco-
Kia no es «humoral», sino del alma. Y se realiza como una desco-
nexidn, Fl melancélico Hamlet se retira a su luto: barroco y
melancélico, medita sobre la fragilidad de la naturaleza huma-
tha, sobre todo la femenina. «All s not well, comenta desde el
principio; duda que haya fou! play; y basta que el fantasma ven
ga a anunciarle lo que su alma profética habia presentido, y es
hi que el temperamento sanguineo (el més noble de los hu-
mores segiin los tratadistas de la época) se impone. Esta pronto
a combatir el mal. Sélo que cede a la pasion, y no actia.
La tragedia de Hamlet se resuelve asi en un estudio sobre la
pasion del dolor, que en él no se deja mitigar, repto, por los
Ponsuelos ofrecidos por la madre (es algo comtin: todo lo que
Give, muere), por las advertencias del falso rey (insistir en un
Jato obstinado es cruel; el cielo, el muerto mismo, la naturale-
za, larazbn, todos convergen en el mismo tema: es natural que
Tos padres mueran..). El dolor excesivo invade la mente, des-
truye la razén, que ya no controla la voluntad: el error que si-
gue de ello es la inaccin. Pero si no actia no es porque Ham-
Tet sea perezoso, sino porue la violencia de su pasién lo
inmoviliza, lo aprisiona. «Caido en la pasidm»,” afectado por
ella y en retardo respecto de la accién, el joven principe reco-
fhoee ahi su propia culpa: es el dolor el que enceguece su men-
te. O mejor, es la pasién del dolor en si misma que al mismo
tiempo lo nutre, Io afinca y lo excita. Hamlet no quiere des-
ahogarse. El empuje en la pasion que sufre (el amor por el pa-
dre, el dolor por su muerte) lleva a su existencia una locura li-
cida, que le abre los ojos al sentimiento como raiz originaria
del pensamiento y de la voluntad; 2 la emocién como movi-
miento del alma que lo vincula con la taiz paterna, aunque de-
saparecida, i
Eldoloralegra, la alegria aflige
‘Todas las emociones humanas son reductibles a cuatro: pla-
cer, dolor, deseo, temor. Esas pasiones, o perturbaciones, con-
sisten en movimientos de apertura hacia el bien, de fuga del
mal presente o futuro. Los nombres cambian: acgritudo, actitia
metus, libido; tristtia, actitia, capiditas, timor; gaudium, dolor, spe,
timor;gaudivm,tristtia, spes, mor. Pero aun en las cestructuras
mis diversas y complejas, que de la antiguedad a través del Me-
dioevo cristiano llegan hasta la Inglaterra isabelina, las dos pa-
siones fundamentales en contraste son el amor y el odio, que
se convierten en cuatro, si el bien y el mal se proyectan justa-
mente en el futuro, haciéndose esperanza uno, temor el otro,
El tetracordio de las pasiones (al que responden por analogia
infinitas otros cuartetos, del cuarteto de los humores al de los
elementos, etcétera) por medio de Virgilio y Terencio llega a
Shakespeare, que se concentra sobre todo en grief (aegritudo,
tristitia, dolor) y joy (lactitia, andinm), en tanto en ese pasaje ~de
la felicidad a la infelicidad, de la alegria al dolor~ consiste jus-
tamente el movimiento trégico.
Es de nuevo gracias al discurso del actor que Shakespeare
hace aflorar en Hamlet ¢| tema de las pasiones de la alegria y
del dolor que violentas, repentinas, depredadoras, se autodes-
truyen por su propio ardor. Dice el actor: «La violencia, sea del
dolor como de la alegria / por si de
delitos. / Donde la alegria festeja, else alegra, la alegria se entristece, al minimo accidente»* En la
pulsién instanténea de la pasibn, se sofoca todo propésito, var
cila la accién misma.
Pero no es asi para Hamlet, que se mantiene firme y lento
en Ia propia pasién; antes bien, se aferra apasionadamente a
tila. De modo que el fantasma del padre, después de venir una
primera vez a invitarlo a la accién, para que el péthos se resuel-
Fa en acto, la melancolia se transforme en rabia, la indiferencia
tn ita, la tristeza en furor, deberd volver una segunda vez para
que el dolor por el que Hamlet esté colmado, aunque no en re-
oso, se despierte y la pasién interior, negativa, desencadene la
Energia propia de esa conducta melancélica con que el héroe la
ha rodeado, y vuelva a encadenarla al mundo, que esti en de-
sorden, 0 «desencadenado». Si la madre y Claudio invitan a
Hamlet a despojarse de su dolor, el fantasma lo exhorta por el
contrario a mantenerse apegado a él, pero de modo que esa
energia anime la pasién, no la mortifique.
Fs el modo que el futuro rey Macbeth le sugiere a Mac-
duff. Macbeth le ha masacrado a Macduff «todos sus pollue-
Tos», esposa e hijos, que por otra parte ¢l, incauto, habia aban-
donado para seguir a su principe. Ante la noticia, Macduff se
hunde en el autorreproche, en la autodenigracién, en la culpa:
élees el culpable, él los ha matado, porque no debid haberlos
dejado. Pero el joven Malcolm distrae la violencia de a con-
ducta masoquista y la devuelve al justo objetivo: «Que esta ma-
sacre sea la piedra que afila tu espada; el dolor / cambie en ra-
bia.
La melancolia no es un mood tragico. Antes bien, es el hu-
mor que apaga la pasién en un tono ya no dramatico sino Iri-
co o meditativo, Seré el tono de la poesia de John Donne, de
fos poctas metafisicos en general, donde el dolor toma caden-
Gas autorreflexivas, sentimentales. El pdthos tragico, en cambio,
9 (p. 149) de la edicibn a cargo de Kenneth Mu
debe proceder segiin una mesura diferente, para que la emo-
cién no se extinga en la pardlisis. Que el héroe se autodenigre
si quiere, que se autoflagele; pero para experimentar la emo-
cién que esconde la melancolia; para descubrir la rabia que es-
td detras de la melancolfa. Es siempre el lust, en tanto libido
positiva, lo que domina la accién en el agén trigico. La emo-
cin trigica es ténica: es un equivoco de Aristételes que los
dos afectos trégicos (el temor y la piedad) sean «dos afectos de-
primentes».*° Si Aristoteles tuviera razén, prosigue Nietzsche,
Ja tragedia seria un arte mortalmente peligroso... El arte, nor-
malmente un gran estimulante de vida, una embriaguez de vi-
da, se volveria nocivo al servicio de un movimiento descen-
dente.
En su monélogo mis célebre, Hamlet habia anunciado un
dilema no muy diferente: éel hombre debe soportar el mal con
paciencia, o tomar las armas y oponerse? éSoportar o actuar?
éQué pasién vence? éLa masoquista del dolor? ¢O la sédica del
dolor? Porque, en el fondo, sélo hay una pasién, pero que tie-
ne dos rostros, como Jano. Est4 cuando se vuelve hacia noso-
tros, y esta cuando gira hacia los otros. Pero en ambos casos
siempre estamos todos en peligro y somos peligrosos cuando
nos toma la pasién; como es peligroso Hamlet,*! en tanto
hombre pasional y no paciente.
El hombre paciente es estoico como Horacio, pero es uno
entre todos y no hace historia, tanto menos dramas. No es un
hombre en absoluto virtuoso, sino simplemente un hombre
que teme las pasiones, y por lo tanto las rechaza. Y corre el
riesgo de un ascetismo burdo, sin gusto, disonante, sea cinico 0
puritano. El hombre trigico es el que no mortifica las pasiones
sino que las exalta, Es el hombre fuerte, que no repudia el lado
pasional de su naturaleza. El hombre débil ser bueno, pero es
50. F. Nictasche, Framment poste 188-189, vol. Vi
ddudo ques ono (4sobre todo ridiculo, cémico; el hombre tragico es potente, sus
afectos son ténicos.
Es una cualidad distintiva de Shakespeare, un timbre suyo
propio, que, en el drama que inventa, débil y bueno, noble y
malo a menudo se confanden; como se confunden illain y hé-
roe trigico. Con una diferencia: el villain tiene un verdadero
apetito de mal, una pasion activa y propulsiva que anida al co-
mienzo en esa parte de la mente «desprovista de razén»,” y
juego se extiende también a la parte racional; porque la volun-
tad reside ahi, no en el alma sensible, donde en cambio se al-
bergan las pasiones. Asi, el villain elige voluntariamente el mal,
comete el propio crimen con gusto y voluntad. Mientras el
héroe no: el héroe padece el error. El héroe (romemos a Otelo,
Coriolano) es noble y fuerte, su Aybris es una voluntad de po-
tencia que se revela al fin en una ilusién. El se equivoca, en
efecto, al creerse més potente de cuanto efectivamente es, y si
se perjudica es porque imagina poder trascender la propia debi-
lidad.®
En la tragedia shakespeariana, repito, el mal se va inscri-
biendo cada vez més a fondo en la conciencia y en la voluntad
del héroe, respecto del drama antiguo. Si el héroe suffe, es por
tuna pasién que le nace de dentro; por un conflicto que se abre
en sti conciencia; por un apetito que va tomando diversos nom-
bres como ambicién, lujuria, variantes todas de un solo afecto:
Ja voluntad. Y en su fondo, la voluntad ¢s libido, es voluntad
de vida, més vida y aun més vida: pasién en el sentido més al-
to, profunda conmocién que nos afinca en nuestra humani-
dad. Porque hay un fondo comin de fuerza que mueve todo;
Ja misma que en los niveles mas bajos se manifiesta en el ins-
tinto que perpetia la raza, o en toda ambicién mundana, y
mueve también las esferas més altas, por ejemplo el alma. No
siempre esa energia toma la via educada y mesurada del Bien; a
veces se distrae en los senderos intrincados del laberinto del
Mal y trata se entablar amistad con el Minotauro. Se acerca a
los lados perversos y malditos de la existenca. Es asi que la tra-
gedia nace en Atenas como en Londres: de ese viaje. Al térmi-
no del cual la tragedia, si bien debera presentarnos el triunfo
sobre el mal, no podré concluir nunca en la negacién de aque-
Ila fuerza, que esta vitalmente intrincada con el mal y de la
cual depende la vida misma: el pdthos en tanto emanacién po-
sitiva de fuerza afectiva, que retofia en el dolor y en el pla-
cer, segiin dos tonos en verdad inseparables de la experiencia
De modo que en el drama shakespeariano, por ejemplo, no po-
dra no resonar dentro y més allé del lamento tragico el grito
cémico de Palabras: «iPermitid que yo vival».
El vil Palabras esté afligido por una philopsichia vergonzosa,
hhumillante: donde sea que esté, en la circel, encepado, en cual-
quier parte, el vil Palabras quiere la vida y nada mis, ningin
otro placer. «iPermitid que yo vival» ¢s a invocacién que resue-
na en el centro de la comedia; grito en realidad mortal donde
domina, incontrastable, la diosa Mortality, la sefiora muerte
Sin otro apetito que la vida misma, el ridiculo, el cémico Pala-
bras es simplemente un inquilino vil y holgazdn de la vida; en
ningin instante trasciende el horizonte mortal de su existencia
Sélo quiere vivir; desea la vida, pero sin el encuentro cara a ca-
ra con la catistrofe, de la cual solo nace y renace la vida. Pala-
bras no sabe lo que el héroe tragico parece saber, es decir, que
solo yendo «mas alla del principio del placer» empieza la vida
verdadera, la vida verdadera que es tragica, y en la tragedia po-
ne en escena y exorciza sus terrores y goces profundos. En el
teatro, el hombre (sea en el papel de espectador o en el de ac-
tor) ensaya y vuelve a ensayar su propio encuentro con la catis-
trofe, se habitta a pensarlo, se ejercita para el encuentro, au-
menta la apuesta en juego; la excitacién que deriva es grande,
grande es el placer en el control, si bien vicario y ritual, de la
experiencia. Eso hace el héroe.
151Seftor de un apetito superior, que aun teniendo raiz en la
misma philopsichia la trasciende, el héroe tragico por pasion jue~
ga el propio riesgo con la muerte; desea o cae en la ira. Quiere
mas, mas. Y sobre todo, si trata de dominar la pasién no es
para extizparla. Para el héroe, domin:
ca vivirla, y vivir de ello; esa es su filosofia. $
na ser el sefior de
ta el dolor, porque el dolor no es el contrario del placer, antes
bien... Asi la pasién germina en vida, que sabe encontrar la
muerte; en realidad juega con ella: la representa, se la imagina.
152