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eee oe Antonio « | etre Or Eh bale} Cesare Casarino y Antonio Negri Elogio de lo comin Conversaciones sobre filosofia y politica P PAIDOS Titulo original: In Praise of the Common, de Cesare Casarino y Antonio Negri Publicado en inglés por University of Minnesota Press ‘Traducido del inglés por acuerdo con University of Minnesota Press Edicién espafiola publicada por acuerdo con la agencia literaria Eulama, de Roma Version de Ferran Meler Orti Cubierta de Judit G. Barcina I’ edicion, enero 2012 No se permite la reproduccién total o parcial de este libro, ni su incorporacién a un sistema informatico, ni su transmisién en cualquier forma 0 por cualquier medio, sea éste electrénico, mecénico, por fotocopia, por grabacién u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infraccién de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Cédigo Penal). Dirijase a CEDRO (Centro Espafiol de Derechos Reprograficos) si necesita fotocopiar o escanear algtin fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47 © 2008 by the Regents of the University of Minnesota © 2011 de la traduccién, Ferran Meler Orti © 2011 de todas las ediciones en castellano, Espasa Libros, S. L. U., Avda. Diagonal, 662-664. 08034 Barcelona Paidés es un sello editorial de Espasa Libros, S. L. U, ‘www.paidos.com www.espacioculturalyacademico.com www.planetadelibros.com ISBN: 978-84-493-2661-5 Depésito legal: M-46162-2011 Impreso en Artes Graficas Huertas, S.A. Camino viejo de Getafe, 60 - 28946 Fuenlabrada (Madrid) El papel utilizado para la impresi6n de este libro es cien por cien libre de cloro y esta calificado como papel ecolégico Impreso en Espaiia - Printed in Spain SUMARIO A modo de prefacio, CESARE CASARINO «20... 0.00 eee eee eee 9 Propedéutica para la lucha de clases, décadas de 1950 1970...... 0. 0.0c0ccecee sees eeeees 37 Parte I ' EXPLORANDO EL PRESENTE Acerca de Imperio . . 85 Acerca de Multitud . ; - 125 Vicisitudes del pensamiento constituyente. 167 Parte I. 167 Parte II. . 200 Parte IL NOTAS SOBRE UNA POL{TICA DEL FUTURO ANTERIOR El monstruo politico: El poder y la vida desnuda, [ANT GNIO)N EGR Gh ete E eee etre 239 El tiempo importa: Marx, Negri, Agamben y lo corpéreo, CESARE CASARINO. 2.6) 271 A MODO DE PREFACIO DE LA CONVERSACION COMO LENGUAJE DE LO COMUN: Habla.lo comin: una conversaci6n se inicia y poco a poco se desplie- ga... a diferencia de la locura —la locuaz narradora que, en primera persona, se alaba a si misma en el Elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdam—, /o comtin aborrece los mondlogos. Se podria entender que la exuberante y alegre Stimmung, asi como la estructura poliféhica y efectista del mondlogo de Erasmo, pertenecen por si mismas a lo dialégico. Una conversacién, sin embargo, no es mas un diélogo que un mondlogo. Ni dialdgico ni monolégico, /o comin habla, porque en toda conversacién /o comin es lo que siempre est en juego: alli donde se conversa, /o comin se expresa; alli donde estamos en comin, alli y sdlo alli cabe conversar. La conversacién es la lengua en la que habla /o comin. Hasta ahora he utilizado el término «dialégico» mas en el sentido platénico que en el que le confiere Mijail Bajtin' cuando escribe: «Las relaciones dialégicas son [.,..] mucho mas amplias que el discurso dia- légico en sentido estricto. Incluso entre dos obras discursivas profun- damente monolégicas siempre existen relaciones dialégicas». Para Bajtin, la relacién dialdgica es la matriz de la oposicién didlogo-moné- logo: esa relacién es inherente tanto a los didlogos como a los mondlo- gos, con la diferencia, es de suponer, de que los primeros la materiali- zan al reconocerla y afirmarla, en tanto que los segundos la materializan al negarla y subsumirla. Y lo que es mas importante en el mismo ensa- yo, Bajtin define la relacién dialdgica en términos de respuesta: Para la palabra (y, en consecuencia, para el hombre) no existe nada peor que la ausencia de respuesta [...] El mero hecho de ser ofdo repre- senta ya una relacién dialégica. La palabra quiere ser ofda, comprendi- da, contestada y, a su vez, contestar a la respuesta, y asi ad infinitum? Si la relacin dialdgica se entiende de este modo, entonces una conversacion es ciertamente dialdgica, poryue mas que la subsuncién del otro, entrafia responder al otro a partir de lo que éste dice. Una vez anulada la palabra y el cuerpo que la pronuncia, ya no son escuchados, ni comprendidos, ni correspondidos. La subsuncidn es el intento de interiorizar y asimilar lo que es diferente, raz6n por la que no es nunca una respuesta real. En este sentido, la conversacién es la lengua de /o comin: es la manera de hablar que nos retine no como idénticos sino como diferentes unos de otros. Contindo prefiriendo la palabra «conversacién» y no el término «diélogo», aunque se le confiera el sentido que le daba Bajtin, por dos razones. «Didlogo» es un término irrecuperable no sdlo por las deter- minaciones platénicas que tiene, sino por la perniciosa historia filo- s6fica y politica posterior que estas determinaciones han tenido, una historia que ha culminado en el hoy hegeménico discurso liberal-de- mocratico de la identidad y sus agobiantes apelaciones al «didlogo» como medio para negociar y reconciliar las diferencias entre las diver- sas identidades (como si entre las identidades no hubiese ninguna diferencia real sino sdlo pura equivalencia, a pesar de las inconmensu- rables desigualdades que ellas siempre indican, y que supuestamente deben ser remediadas en el reino de la sola representacién, y como si, por tanto, no pudiera ni quisiera empezar a darse entre esas identida- des una relacién dialdgica real, es decir, un didloge entre ellas en el plano real). Asimismo, estimo que «conversacién» es una palabra que nos lleva sin rodeos a la problematica de /o comin (el sustantivo latino conversatio a fin de cuentas proviene del verbo latino conversart: aso- ciarse con, convivir, tener trato, comercio 0 familiaridad con alguien), y de este modo sefiala un conjunto de nociones y una historia por com- pleto diferentes de las propias del didlogo platénico y posplaténico. Conversar es estar en comtin, producir lo comin. Este libro quiere ser, precisamente, en este sentido, una conversa- cin. A pesar de que, a veces, mientras trabajamos en este libro, Negri solia bromear llamandome Socrates al tiempo que se reservaba para si el apelativo de sofista, nuestra conversacién nada tiene de platénica. En Architecture as Metaphor: Language, Number, Money, Kojin Kara- tani sostiene que es preciso entender los didlogos platénicos como mo- nologos y, mientras avanza en su anilisis de Ludwig Wittgenstein, co- menta a propdsito del Mendn de Platén que L...] de un didlogo que se realiza en el seno de un conjunto comin de reglas no se puede decir que sea un didlogo con el «otro». Ese didlogo, o dialéctica interna, se puede convertir en un mondlogo o puede ser considerado un mondlogo [...] En la obra tanto de Aristételes como de Hegel, la dialéctica se convirtié en un monélogo. Y aunque los diélogos de Platén fueron escritos en forma de conversaciones, es preciso con- siderarlos, en tiltima instancia, como monélogos. Asi, la filosofia occi- dental empezé siendo un didlogo introspectivo, es decir, monolégico (...] Wittgenstein [...] puso en tela de juicio el dialogo platénico porque no incluia al otro, y porque, a menudo, se convertia en un mondlogo. A fin de interiorizarlo, el otro, ese otro, tiene que compartir un conjunto de reglas comunes. Pero ¢acaso, por definicién, no se designa como otros sélo a aquellos que no comparten un conjunto de reglas? ¢Acaso el didlogo no se da sélo con ese otro? Wittgenstein intenté introducir en sus Investigaciones filoséficas ese otro que ya no se puede interiori zar, es decir, la otredad del otro.’ Aqui resulta inconfundible el eco de Bajtin. Sobre la relacién entre didlogo y dialéctica, Bajtin escribia: Cuando en el didlogo se hacen desaparecer las voces (la diferencia entre las voces), se eliminan las entonaciones (las emocionales y las per- sonales), se extraen nociones y juicios abstractos de las palabras vivas y de las respuestas, y todo se introduce en una sola conciencia abstrac- ta, de este modo se obtiene la dialéctica.* Nuestra conversacién es un intento de pensar de una manera dife- rente. Cansados y aburridos de los didlogos introspectivus y dialécti- cos, de los que tan saturada esta la historia de la filosofia occidental, intentamos pensar juntos y, en lugar de apelar a un conjunto supues- tamente compartido de reglas a priori, fuimos estableciendo reglas a medida que ibamos avanzando, y dejamos también que las asimetrias y las diferencias de toda indole afloraran y se hicieran visibles, en lugar de reconciliarlas, de resolverlas para luego tratar de esconderlas bajo la alfombra de la subsuncién. Esta conversacion nacié en forma de entrevista. La idea original era la de reconstruir la formaci6n politica e intelectual inicial de Negri, esto es, desde que finalizé la Segunda Guerra Mundial hasta 1968, de modo que el lector pudiera hacerse una idea del entorno en que surgid su proyecto filoséfico. Pronto se hizo evidente, sin embargo, que nin- guno de los dos fbamos a s entirnos cémodos con los pardmetros res- tivos que la entrevista imponia como género, y que ni é1 ni yo iba- mos a estar a gusto en los papeles de entrevistado y de entrevistador. Por un lado, a Negri le apetecia mas pensar en el presente y el futuro que en el pasado. Por otro, a mi me interesaba mas preguntarle acerca de sus proyectos actuales para, en la medida de lo posible, seguir luego adelante con ellos. Y Jos dos tenfamos ms interés en conversar en un plano conceptual que en el meramente biogrdfico. Antes de que nos diésemos cuenta, habiamos ido mas alla de los limites de la entrevista: pensabamos juntos, nos divertiamos: Las diferentes partes de este li- bro corresponden a los diversos desplazamientos de posicion en el de- curso de nuestro intercambio de pareceres. «Propedéutica para la lucha de clases, décadas de 1950 a 1970» se mantiene fiel a la que fue la idea original y consiste en una entrevista centrada en las tres décadas que fueron mas decisivas en la definicién de la trayectoria intelectual y politica de Antonio Negri. En esas pagi- nas, lo que me interesaba mAs en mi papel de entrevistador era analizar el complejo entramado de interacciones entre las experiencias tempra- nas de Negri como estudiante y profesor, como pensador y escritor, y como militante politico. En esa entrevista Negri cuenta cuales fueron los inicios de su investigacién filosdfica (cuyo campo abarcaba desde Georg Lukacs hasta Karl Marx, desde G. W. F. Hegel hasta René Des- cartes, desde la filosofia kantiana del derecho hasta el historicismo ale- man tal como se articulé en el pensamiento de Heinrich von Treitsch- ke, Friedrich Meinecke, Wilhelm Dilthey y Max Weber), asi como sus compromisos politicos (que iban desde su breve relacién con el catolicismo militante y las organizaciones poli s socialistas hasta su visita al bloque soviético y su trabajo politico en las petroquimicas del noreste de Italia). Si algo deja traslucir esta indagacién es que para Negri, los ambitos de la filosofia y de la politica han sido, desde un principio, inseparables y mutuamente determinantes. «Explorando el presente» marca un desplazamiento hacia algunos de los escritos mAs recientes de Negri y, ante todo, hacia las obras que ha escrito en colaboracién con Michael Hardt, Imperio y Multitud: guerra y democracia en la era del Imperio (asi como, aunque en menor medida, en El trabajo de Diontsos), Sin embargo, también en este caso, la intenci6n inicial se fue modificando a medida que ibamos conver- sando, Nos habfamos pr no tardamos en darnos cuenta de que, para prestar atencidn a sus com- puesto centrar la atencién en estas obras, y plejidades, debiamos ampliar el propésito de la conversacién, y pre- guntarnos por aquellos conceptos que constituyen la estructura episte- molégica y ontolégica que estas obras comparten (conceptos como «comtin», «singular», «imperio», «multitud», «democracia», «comu- nismo», «subjetividad», «soberania», «constitucién», «libertad», «po- breza», «guerra» y «vacio»). Al indagar en la estructura conceptual de estas obras, se hizo también necesario abordar de manera selectiva las historias pasadas y presentes de estos conceptos (e incluso de sus refor- mulaciones contempordneas en pensadores que iban desde Maurice Blanchot hasta Jacques Derrida, de Jean-Luc Nancy a Giorgio Agam- ben, de Paolo Virno a Gilles Deleuze y Félix Guattari sobre todo). En definitiva, esta parte del libro trata a la vez de explicar y rastrear los fundamentos filosdficos de la manera en que Negri entiende nuestra coyuntura histérica y politica. «Vicisitudes del pensamiento constituyente» implica otro despla- zamiento. A medida que nos fuimos adentrando en la historia filoséfi- cay politica de los conceptes que acabamos de mencionar, se hizo pa- tente que teniamos que tratar mas a fondo la historia de la filosofia occidental y, en particular, hablar de los interlocutores pasados y pre- sentes de Negri. Dicho de otro modo, la cuestién fundamental pasé a ser, ante todo, situar a Negri en relacién con los pensadores contempo- rdneos con quienes tiene mayores afinidades y desacuerdos fundamen- tales (a saber, Deleuze, Guatiari, Agamben y Foucault) y, luego, pedir- le que se posicionara, aunque fuese de una manera sucinta, en relacién con una diversidad de pensadores pasados y presentes con quienes, en general, no se suele asociar su pensamiento y sobre los cuales Negri pocas veces, y aun asi sélo por escrito, habfa expresado su parecer (pensadores que iban desde Giordano Bruno hasta Pier Paolo Paso- lini, de Giovanni Gentile a Antonio Gramsci, de Ernesto Laclau a Chantal Mouffe, de Walter Benjamin a Theodor Adorno, de Franz Rosenzweig a Jacques Lacan, de Bruno Latour a Paul Virilio, por citar algunos). Por ultimo, esta conversacién culmina en una critica de la filosofia como instrumento del poder soberano desde la Antigiiedad hasta el presente «Not plazamiento, que una vez se produjo nos llevé a seguir nuestra conver- e otro des- sobre una politica del Futuro Anterior» supon sacién por medios diferentes. Se habfa hecho obvio que las reglas de nuestro juego eran tales que, por un lado, ibamos a dejar que las dife- rencias afloraran sin que, de entrada, procuréramos resolverlas, y, por otro lado, que a veces no seriamos capaces de expresarlas de manera plena y adecuada. (Negri me hizo notar en particular que a veces mos- traba mis desacuerdos con una excesiva cortesia 0 que me inhibia de- masiado, que debia expresarlos de una forma mas explicita y efectiva.) Por esta razon decidimos concluir el libro con dos ensayos, uno de Negri y otro mio, que abordan con més detalle algunas de las cuestio- nes y pensadores sobre los que habiamos estado conversando. El ensayo de Negri, «El monstruo politico: El poder y la vida des- nuda», constituye un intento de generar una teratologia comunista. Partiendo de una genealogia critica de los discursos filosdficos de la eugenesia, desde la Antigiiedad hasta la modernidad, y desde la mo- dernidad hasta la posmodernidad, Negri traza el surgimiento y el desa- rrollo del complemento necesario y la inevitable pesadilla de esos dis- cursos, a saber, la figura del «monstruo». Se trata—sostiene Negri— de una figura que siempre ha sido politica, cuyas miriadas de metamorfo- sis han obsesionado siempre al poder soberano, al que se enfrentaba desde dentro, como una fuerza de resistencia indémita e indomefable. Al tiempo que Neri rastrea la figura del monstruo en sus diversas trans- formaciones y confrontaciones, hace la critica mas consistente que ha Ievado a cabo hasta la fecha del concepto de vida desnuda de Agam- ben, un concepto que Negri denuncia por ser un instrumento ideold- gico mistificador que, en lugar de refutar, apoya los imperativos euge- nésicos del poder soberano y que, al final, constituye lo contrario del concepto de potencia, es decir, del potencial para ser y actuar. Por ulti- mo, Negri entiende el monstruo contemporaneo —ahora ya plena- mente biolégico— como la potencia de la multitud, como una produc- cién y una constitucion de fo comi. Mi ensayo, «E! tiempo importa: Marx, Negri, Agamben y lo corporeo», es un intento de pensar una temporalidad comunista, esto es, una manera de entender y practicar el tiempo como si no existiera fuera de nuestro cuerpo singular y co- mtin, y como algo incorporado, una manera de vivir el tiempo como incorporacién de /o contin. Con este propésito, presento una confron- tacién entre la conceptualizacién tan distinta que Agamben y Negri hacen del tiempo revolucionario, el primero en su ensayo «Tiempo e historia: critica del instante y del continuo», y el segundo en su La cos- tituzione del tempo, esctitos ambos quc, a mi juicio, son muy fecundos aunque resulten inadecuados. En primer lugar, sostengo que es mas fecundo entender como complementario aquello que hay de diferente en sus respectivas teorias de la temporalidad. En segundo lugar, pese a sus diferencias, considero que tanto Negri como Agamben perciben, por un lado, la importancia fundamental que la cuestidn de la corpora- lidad tiene para una teorizacién del tiempo revolucionario, y que, por otro lado, ambos se hallan limitados por sus respectivas maneras de teorizar el tiempo cuando tratan de abordar esta cuestién fundamental de una manera convincente. Esta es la raz6n por la que, al final, vuelvo a Marx —y, en particular, ala manera en la que trata la forma del dine- ro y la temporalidad de la circulacién capitalista en los Grundrisse— con objeto de mostrar cémo Marx no sdlo habia encontrado sino que ya habia indicado la direccién que debfa seguir una posible solucién del problema con el que tanto Agamben como Negri habian tropeza- do, En resumidas cuentas, esta parte del libro nos brindé a los dos la oportunidad de ofrecer al lector aclaraciones y explicaciones mas de- talladas acerca de nuestras respectivas posiciones, a veces convergen- tes y otras divergentes. Dado que lo diacrénico reclama su parte, seria un descuido dificil- mente perdonable no decir unas palabras acerca de las circunstancias que jalonaron nuestra conversacion. Nuestros encuentros tuvicron lu- gar en el apartamento de Negri en Roma, donde nuestras conversacio- nes fueron grabadas en cintas magnetof6nicas, que posteriormente fueron transcritas, editadas y traducidas del italiano al inglés. Graba- mos «Propedéutica para la lucha de clases, décadas de 1950 a 1970», «Explorando el presente» y «Vicisitudes del pensamiento constituyen- te» en julio de 2001, durante los dias de la infame cumbre del G8 en Génova, con la excepcion de la segunda parte de «Explorando el pre- sente» —«Acerca de Multitud»—, que la grabamos en julio de 2004 La primera parte de «Vicisitudes del pensamiento constituyente» apa- recié publicada en 2004, con un titulo diferente, en la revista Cultural Critique.’ El ensayo de Negri «El monstruo politico» habfa sido publi- cado originaimente en italiano en 2001 y aparecié, luego, en inglés por primera vez con una traduccién de Maurizia Boscagli.° Mi ensayo «El tiempo importa» es una version ligeramente revisada de otro que, con el mismo titulo, fue publicado en un numero especial que la revista Strategies dedicé a Antonio Negri en 2003.’ Tal como indica el titulo escogido para este libro, el concepto de /o comtin es lo que enlaza todas las partes de este volumen: de lo comin se trata de una manera explicita en las partes de «E plorando el pre- sente», si bien toda nuestra conversaci6n est llena de pensamientos en toro a este concepto. En ¢ Qué es la filosofia? Gilles Deleuze y Félix Guattari escribieron que «todos los conceptos estan relacionados con problemas sin los cuales carecerian por completo de significado, y que solo se pueden resolver 0 comprender una vez que aparece la solu- cién».* El problema que aqui constituye la condicién de posibilidad y la raz6n de ser del concepto de /o comtin puede formularse como una pregunta: ¢cémo podemos ser, vivir en comin, c6mo podemos hoy convivir? Dejaré que el lector decida por su cuenta qué clase de solu- cién —de haberla— surge de nuestro libro. Deleuze y Guattari sefiala- ban que los conceptos nunca se dan a priori, que no son preexistentes ni estan listos para ser utilizados, sino que es preciso definirlos de nue- vo en cada ocasi6n.’ Por esta razon he considerado necesario ofrecer aqui algunas elaboraciones mas sobre el concepto de /o comin (que, en muchos sentidos vienen a complementar cuanto expongo en «E] tiem- po importa»). Estas consideraciones adicionales, por un lado, se hallan profundamente en deuda con la trayectoria politica y filosdfica en su conjunto de Negri (e incluso de nuestra conversacién), y por otro, son a la postre sobre todo mias y, en consecuencia, no reflejan los pensa- mientos de Negri sobre /o comin (que, por otra parte, pueden diferir significativamente de lo que aqui he escrito). En la seccién siguiente de este prefacio voy a hablar de algunos de los pensadores que considero que mejor han reflexionado sobre /o co- mtin —me refiero, sobre todv, a Dante Alighieri, Marx, Aristoteles, Spinoza, asi como a Hardt y Negri— de manera que, al final, voy a tratar de perfilar el contorno de un concepto de /o pluscomein de lo comtin como excedente. En la tltima seccion de este prefacio, reflexio- naré de forma muy breve acerca de la relacion entre la amistad, el pen- samiento y /o comin, al tiempo que expreso mi gratitud a los amigos que me hicieron pensar mientras escribia estas paginas. De lo pluscomin, lo comtin excedente Lo comin es multitud. Tantas son las manifestaciones y definiciones de /o comtin que estas paginas no son el lugar mas indicado para rese- guir las multiples genealogias del concepto de /o comin, cuyos orige- nes se remontan por lo menos a los albores de la era moderna. No obstante, podria ser instructivo hacer el ejercicio de representar en escorzo la distancia que nos separa de aquellos albores yuxtaponiendo uno de los primeros y uno de los tiltimos intentos de definir un concep- to de lo comtin, es decir, de un lado, los escritos de Dante sobre politi- cay lengua, y del otro, el libro Multitud de Hardt y Negri.” Segiin la convincente argumentacién de Agamben, el pensamiento politico moderno tiene su inicio en la filosofia averroista, y en particu- lar en el tratado De Monarchia (Del gobierno universal) que Dante es- ctibié en 1313, La argumentacién de Agamben se basa en el intento que la filosofia averroista hace por definir el intelecto como la facultad de pensar lo que es comtin a todos los seres humanos, asi como para definir el pensamiento no como una actividad solitaria de individuos sueltos, ni siquiera como la actividad de comunidades aisladas unas de otras, sino como la practica colectiva, incesante y creciente de una hu- manidad comin, es decir, de la especie humana postulada en su totali- dad." A la argumentacién de Agamben yo quisiera afiadir que Dante, antes de elaborar explicitamente esa linea de razonamiento, habia ra- zonado de una manera implicitamente similar como una década antes sobre la lengua en su tratado De vulgari eloquentia (De la elocuencia de Ja lengua verndcula). En la primera pagina de este tratado, cuando pos tula la superioridad de la locutio prima (es decir, la lengua verndcula tal como la aprendemos cuando oimos a los adultos hablarla y los imita- mos) sobre la locutio secundaria (es decir, la gramatica, y el lenguaje culto, tal como unos pocos Ia aprenden, con posterioridad a través de la ensefianza formal), Dante escribe: De estas dos lenguas, la mas noble es la vulgar, ya sea porque fue la primera que el géneto humano emple6 de manera habitual, ya sea por que el mundo entero se sitve de ella aunque se halle dividida en di- versidad de maneras de pronunciatla y vocablos— ya sea, sencillamen- te, porque nos es natural, mientras que la otra parece ser producto del arte.” Combinadas, las tres razones que aduce en favor de la superioridad de la lengua vernacula tienen por consecuencia desvelar aquello que Dante pretende —o lo que casualmente hall6— cuando trata la cues- tion de la lengua verndcula. Ante todo, la segunda raz6n aducida en este fragmento modifica en lo fundamental la primera: la lengua del vulgo fue la primera lengua «que el género humano empleé de manera habitual», no en el sentido de que constituyera una lengua comin o universal (al principio todo el mundo hablaba la misma lengua), sino en el sentido de que constitufa un habito lingiifstico comin (es decir, al principio todos aprendian esa lengua y Ia utilizaban de la misma mane- ra). En segundo lugar, al afirmar, por un lado, que «el mundo entero se sirve de ella», y por otro, que no existe como tal salvo en su miriada de formas y manifestaciones diferentes, Dante esta diciendo que este «de ella» implica que existe una lengua, y no un tipo especial de lengua 0 ni siquiera una lengua entendida como estructura 0 sistema. Ade- mis, al insistir en que «nos es natural, mientras que la otra parece ser producto del arte» —después de haber explicado, en el parrafo ante- rior, que las dos se aprenden—, sugiere que los predicados «natural» y «producto del arte» no se refieren a dos tipos diferentes de lengua sino a dos maneras de aprender, utilizar y concebir la lengua. En definitiva, pese a las declaraciones que Dante hace en el sentido contrario, la len- gua verndcula no es un tipo de lengua ni siquiera una lengua per se. La lengua vernacula, mas bien, es a la vez un potencial para la lengua (esto es, la capacidad para aprender la lengua) y una prictica lingtifstica (es decir, el proceso por medio del cual esa capacidad llega a realizarse a través de la adqui humanos. Aunque mas adelante en este mismo tratado Dante utilizara ion y del uso), que son comunes a todos los seres el término y el concepto de lengua verndcula de wna manera diferente —cuando procede, en especial, a elaborar una taxonomia de los cator- ce tipos diferentes de lenguas vernaculas que se hablaban en la penin- sula italiana—, en estas paginas iniciales, sin embargo, para Dante, la lengua vernacula es una capacidad potencial comtin para la lengua asi como una practica comtin de la lengua. Cuando especula sobre el surgimiento de lo vernaculo asi concebi- do, sin embargo, Dante especifica mas avin cul es exactamente el ob- jeto de investigacién en este tratado: Puesto que el hombre no es conducido por un instinto natural, sino por la razén, y la raz6n es distinta en cada individuo —ya sea como capacidad particular de discernimiento, de juicio o de eleccién—, hasta el extremo de que cada individuo parece constituir por si mismo casi una especie, concluyo que ningtin hombre puede conocer a otro a tra- vés de su comportamiento 0 de sus impulsos, tal como Io hacen los animales. Ningtin hombre acierta tampoco a escrutar el ser de los otros por medio de !a contemplacién puramente espiritual, al modo de los Angeles, porque el espiritu del hombre se halla cculte en la materialidad y la opacidad del cuerpo mortal. Para que los pensamientos se pudieran comunicar de un individuo a otro fue preciso, por tanto, que el género humano dispusiera de algu- na especie de signo raciona! y, a la vez, sensible: al ser esa comunicacién entre una mente racional y otra, era necesario que este signo fuera ra- cional. Y como no puede haber comunicacién entre mentes racionales sinoes por medio de los sentidos, era preciso que el signo fuera a su vez sensible; porque si este signo sélo hubiera sido racional, no hubiera habido comunicacién posible; y, viceversa, si hubiera sido sélo sensible, no hubiese podide recibir nada de la raz6n ni tampoco ésta hubiese podido aportarle nada. Este signo es, en realidad, el noble asunto del que voy a hablar: pues es sensible, por cuanto es un sonido, y es algo racional, sin duda, en la medida en que a través suyo se puede significar algo de mutuo acuerdo." Muchas cosas de valor hay en este destacado anilisis proto-saussu- reano de la naturaleza del signo lingiifstico. Pero, de momento, quisie- ra limitarme a sefialar que el signo se propone aqui como un instru- mento de traduccién y, en realidad, de transvaloracion. Ante todo, este pasaje de De vulgari eloquentia pone de manifiesto que la lengua ver- ndcula y el signo son, a todos los efectos y propésitos, equivalentes entre sf. No sdlo se da el caso de que los dos —a lengua vernacula y el signo— son identificados explicitamente como el «noble asunto» del que se ocupa este tratado —el signo en este pasaje, y la lengua vernd- cula ya en el titulo—, sino también que la manera en que aqui se con- cibe el signo supone considerar la /ocutio prima en si misma y no en relacién con una locutio secundaria. (Y lo que es atin mas importante, el mismo adjetivo cualifica tanto la lengua vernacula como el signo de la lengua verndcula. Dante ha dicho ya en dos ocasiones por lo menos que es «el tipo ms noble de lengua», en tanto que del signo dice en el pasaje antes citado que es «el noble asunto» del tratado.) En segundo lugar, la capacidad del signo es tal que puede traducir y hasta trascen- der esas diferencias individuales que son tan radicales que pueden ha- cer de cada ser humano una especie en si mismo. En tercer lugar, el signo se describe como lo que da y recibe (es decir, como un medio de intercambio), como lo que transporta y viaja de un lado para otro (como medio de circulacidn). En cuarto lugar, y tal vez lo que es mas significativo, el signo es a la vez sensorial y racional, y por este motivo se halla sutilmente colocado entre el cuerpo y cl espiritu, a los que pertenece por entero como su mediador y conexién fisica y funcional; y, sin embargo, representa ya in potentia cierto tipo de entidad semiau- ténoma en si misma. A mi juicio, dicho de otro modo, todo parece in- dicar que para Dante el signo lingiiistico funciona ya como el signo de valor moderno por excelencia, es decir, el dinero. Dante, en este sentido, parece anticipar una serie de homologias estructurales entre el lenguaje y el capital (si entendemos que la obra de Marx constituye implicitamente una de las primeras de esas ho- mologias) al menos en cinco siglos." Sin embargo, quisiera insistir en que en su manera de entender el signo, Dante es, a la vez, amplia- mente precapitalista y ligeramente, aunque de una manera decisiva, protocapitalista. Por un lado, el signo en este pasaje se caracteriza como un medio de intercambio y circulacién, y, tal como Marx explica detalladamente en los Grandrisse, mientras el dinero no sea mas que un medio de intercambio y circulaci6n —es decir, en tanto que el di- nero no se haya convertido en una forma independiente y general de tiqueza—, nos hallamos todavia dentro de los modos de produccién precapitalistas.'° Por otro lado, hay aqui una caracteristica especifica del signo que ya insintia esta futura evolucién en la forma dinero: el signo fluctiia en una zona de indistincién entre el cuerpo y el espititu. Para aclarar este tiltimo punto, quisiera citar la sucinta y convincente tesis de Kiarina Kordela sobre el advenimiento de una modernidad capitalista laica: La Antigiiedad y todas las posteriores épocas preseculares de la teocracia helenistica y medieval estuvieron organizadas, aunque de manera diferente, en torno a una misma y persistente oposicién de la materia respecte al espiritu. La era secular de la modernidad capitalis- ta, en cambio, se constituye en torno a una oposicién radicalmente nueva, la de la materia respecto al valor, El desplazamiento del espiritu através de la funcién laica de! valor comporta una expansién imprevis- ta del ambito de la representacion, en la medida en que el valor es un simbolo inmaterial, abstracto, que se determina a través de su relacion diferencial con todos los demas simbolos homogéneos. Mientras el es- piritu se podia manifestar sdlo en la Palabra, ei valor en cambio tiene dos manifestaciones: una semdntica, como la palabra o el significante que representa el concepto que designa una cosa; y otra econdmica, como el equivalente del valor de cambio que representa el valor perti- nente de una cosa (mercancia). El advenimiento del capitalismo secu- lar equivale a la transformacién de la econonila en un sistema de repre- sentacién."* El signo del que habla Dante es central al menos en dos sentidos: vive y media no sdlo entre la materia y el espiritu, sino también entre dos épocas caracterizadas, respectivamente, por la opos: ca de la materia y el espiritu, y la oposicion secular entre la materia y el valor. En el signo del que habla Dante se vislumbra un posible tercer término, capaz de deshacer la oposicién entre la materia y el espiritu desde dentro, al poner de manifiesto su contradiccion y al hacerla, en Ultima instancia, insostenible. En el contexto de este paradigma, mate- ria y espiritu, por definicion, no tienen nada en comtin y no se comuni- can, y el signo, sin embargo, participa de lo uno y lo otro, y posibilita sus intercambios, es decir, la circulacién del significado o del valor se- mantico diferencial. Dicho sea de paso, el hecho de que Dante, al plan- tearse el problema de explicar como Adan aprendié a hablar, se limite a afirmar que Dios le otorgé el uso de la lengua y que la palabra divina no tiene nada que ver con lo que Ilamariamos «lengua», demuestra las dificultades que plantea esta contradiccién.” En resumen, el signo del que habla Dante es uno de los precursores y una de las manifestaciones prototipicas de ese simbolo secular, capitalista, abstracto, diferencial y autorreferencial del valor que a Ja larga iba a desplazar por completo al espititu y marcaria el inicio de una modernidad desalentadora, que en gran medida todavia permanece con nosotros."® Volvamos ahora a las intuiciones de Dante en relacién con la lengua vernacula como constitutiva de un potencial y de una practica comu- nes de la lengua. A partir de estos tres primeros momentos en la con- ceptualizacién de /o comin podemos empezar ya a sacar tres conclu- siones que, aunque provisionales, guardan cierta relacién entre sf. En primer lugar, /o comtin se define segein dos categorias aristotélicas funda- mentales: la potencia y el acto. Imbuido desde sus inicios por la filosofia averrofsta —cuyas profundas aportaciones a la reelaboracién de la problematica aristotélica son conocidas y se hallan bien documenta- das—, lo comtin abarca dos elementos 0 aspectos afines: lo comin, al ser a la vez potencia y acto, vive una doble vida. Dicho de otro modo, es fundamental hacer hincapié en que para Dante aquello que tienen en comin los seres humanos es una capacidad compartida para el pen- samiento y el lenguaje, asi como el proceso colectivo de realizacién de esa capacidad potencial: /o comin nos precede tanto como nosotros lo precedem: hace en igual medida y al mismo tiempo que nosotros lo hacemos. En segundo lugar, dadas las intimas relaciones con el pen- samiento, con la lengua y con sus modalidades de transmisién y circu- lacion, lo comun se define en términos de comunicacién y no en térmi- nos de comunidad. Efectivamente, en la medida en que la comunicacion se entiende —tanto en sus formas semanticas como en las que no son in de los poten- ciales intelectuales y lingiiisticos comunes, 1n proceso que necesaria- semanticas— como un proceso colectivo de cooperac mente entraiia la movilizacién del género humano en su totalidad, en esa misma medida es también el proceso que menoscaba la condicién de posibilidad para la aparicién tanto de individualidades distintas, discretas y unitarias, como de comunidades separadas, particulares y homogéneas.” (Vale la pena sefialar que mas que seménticos, en el caso de Dante, los primeros ejemplos de comunicacién lingitistica son no seménticos, performativos mas que constatativos. De acuerdo con el mito que Dante refiere cuando trata de los origenes del lenguaje, la primera palabra que Adan profirid fue «;Dios!», exclamada como un «grito de juibilo», mientras que después de la Caida la primera expre- ion de todo ser humano es «jAy de mi!», una exclamacion de sufri- miento y dolor. Esto significa que para Dante la expresién del afecto, inclusive aquella que parece ser la mas solitaria, personal e intima, no es slo colectiva, impersonal y caracteristica de la extimité, sino que se debe entender como parte inherente de la comunicacién y de /o co- min.) En definitiva, lo covitin (entendido a Ja vez como la causa y el efecto de la comunicacién intelectual, lingiiistica y afectiva) y la comu- nidad (entendida como Gemeinschaft) no son slo mutuamente exclu- yentes, sino profundamente antagénicos. En tercer lugar, este tipo de conceptualizacién de Jo comin surge y es sintomatico de cierto tipo de universalismo herético, protosecular, racionalista y medieval. tanto cristiano como islamico. Para bien 0 para mal, lo comtin se define desde un principio como un concepto universalista." Dificilmente cabe pensar que sea una coincidencia que uno de los intentos mas recientes y mas exhaustivos de generar un concepto de /o comin, me refiero ala obra de Michael Hardt y Antonio Negri, Multi- tud, guarde una sorprendente semejanza con las intuiciones iniciales de Dante, ya que en filosofia, al igual que sucede en la amistad, a cada uno se le brinda la oportunidad de crear, conforme al principio de las afinidades electivas, su propia «familia». Este tipo de afinidades son electivas en varios sentidos. Siempre me ha parecido algo incierta la afirmacién de Walter Benjamin de que hay «una cita secreta entre las generaciones que fueron y la presente», de que «nuestra venida era esperada en la Tierra», y que «al igual que todas y cada una de las generaciones que nos precedieron, hemos sido dotados de un débil poder mesidnico, un poder sobre el cual ef pasado tiene derechos adquiridos».” No estoy seguro de que e! pasado y sus generaciones aguardaran nuestra llegada, pero estoy seguro de que algunos de noso- tros ain aguardamos la sirya. Algunos aguardamos y trabajamos, sin duda, para que nuestro pasado ocurra en la forma en que conjugamos el futuro anterior. Algunos buscamos, reivindicamos y elegimos como nuestro pasado un momento pasado en el que lo que ahora deseamos fue por primera vez anticipado y su realizacién aplazada, aquel pasado en el que lo que ahora queremos como nuestro futuro podria haber tenido lugar aunque nunca lo tuvo. Pero elegir no significa ser arbitrario. La condicién de posibilidad historica para identificarse hoy en cualquier sentido con determina- dos pensadores de las épocas medieval y premoderna consiste en un acontecimiento especifico de una gran importancia. Aquello que esos pensadores habfan empezado a percibir como la fuerza rectora y el principio operativo de /o com:in, es decir, una capacidad afectiva, lin- gitistica ¢ intelectual comin, ademés de sus formas pertinentes de rea- lizacién, circulacién y comunicaci6n —o dicho de manera sucinta, el pensamiento, el lenguaje y el afecto tanto en sus aspectos potenciales como efectivos—, han pasado a ser el motor principal del modo de produccién capitalista en su fase actual, global y de tendencia univer- sal. Es preciso sefialar que si esas épocas pasadas y sus figuras heréticas nos resultan hoy plenamente inteligibles y nos parecen de una acu- ciante importancia, es porque aquello que habian previsto e imagina- do como la condicién de posibilidad de una humanidad comin se ha convertido en una forma de trabajo cada vez mas dominante y deter- minante en la era de la subsuncién real de todas las formas de vida y del bios mismo en el capital, una era que conocemos también con el nombre de posmodernidad. Aquello que hace mucho tiempo se habia identificado como nuestra mejor oportunidad (y posiblemente la tini- ca) para ser en comin se ha transformado en un trabajo comunicativo y ha sido puesto al servicio del capitalismo posmoderno: no sélo ha sido uncido, expropiado y explotado para extraerle la plusvalia, sino que ha sido también propuesto como el rasgo paradigmatico de un modo de produccidén que nos une precisamente en la medida en que nos desarticula.” Este avatar posmoderno y de servidumbre de /o comin es precisa- mente lo que interesa a Hardt y a Negri en Multitud. En esta obra, tratan de repensar /o comin a partir del acontecimiento que caracteri- za nuestra época, es decir, la apropiacidn por el capital de lo comin. Lo mas importante no es slo que en Multitud se hallen précticamente inalterados los tres rasgos fundamentales de /o com#in en s nes mas tempranas (su potencial y sus aspectos reales, su enraizamien- to en la comunicacién intelectual, lingiifstica y afectiva, y no en comu- nidades homogéneas, asi como su ser universalista).”” Precisamente porque esos ecos reverberan con tanta claridad a través de los abismos diacrénicos que separan nuestro presente posmoderno de aquel pasa- do protomoderno, resulta necesario afinar sus modulaciones menos audibles, las distorsiones mas leves y apagadas. Lo més importante es identificar la diferencia en la repeticién, que Hardt y Negri ha- cen, de /o comin. En una de las partes mas valiosas de Multitud, «Mé- todo: siguiendo los pasos de Marx», Hardt y Negri recapitulan, al tiempo que van reformulandolo, el argumento, ya expuesto en Im- perio, de que es preciso entender que en su fase actual el modo de produccién capitalista —dirigido como esté por la comunicacién intelectual, lingiifstica y afectiva— tiene su propio «fundamento en lo comin»: En la actualidad, una teorfa de la relacién entre el trabajo y el valor tiene que basarse en lo comtin. Lo comtin aparece en los dos extremos de la produccién inmaterial como suposicidn previa y como resultado. [...] En realidad, io comin no sélo aparece al principio y al final de la produccién, sino también en el centro, puesto que los mismos procesos de produccién son comunes, colaborativos y comunicativos. El trabajo y el valor se han hecho biopoliticos, en el sentido de que vivir y produ- cir tienden a ser indistinguibles. En tanto que la vida tiende a quedar completamente absorbida por actos de produccién y de reproduccién, la vida social misma se convierte en una maquina productiva.” Aqui empezamos a ver una sutil modificacién de la conceptualiza- cién inicial de lo comin que Dante habia realizado, (Esa modificaci6n equivale, se podria sostener razonablemente, a una explicacién com- pleta de una concepcidn del conjunto pensamiento-lenguaje-afecto como praxis comin que sz hallaba implicita ya en las tormulaciones de Dante.) No ya solamente lo potencial (es decir, la «suposicién previa») y lo real (es decir, el «resultado»), /o comin se identifica aqui también como el proceso a través del cual lo potencial se convierte activa y con- tinuamente en lo real. Situado como esta «no sdlo al principio y al final de la produccién, sino también en el centro», lo comin es abora su propia —autoproductiva, autopostulante y autorreferencial— produc- cion. Esta reformulacién de lo comin tiene dos consecuencias funda- mentales. En primer lugar, reconceptualizar en su integridad /o comsin tam- bién como produccién equivale a afirmar que en la actualidad Jo co- mun ya no tiene exterior. Se trata de otra manera de decir que hoy /o comin es practicamente indistiriguible de aquello otro que continua- mente se lo esta apropiando, a saber, el capital, entendido como una red de relaciones sociales global, es decir, intensiva y extensivamente global. En conclusién, /o comin no tiene exterior y resulta casi indis- tinguible del capital en la medida en que «vivir y producir tienden a ser indistinguibles». Hardt y Negri pasan entonces a argumentar que reformular de esta manera la relacién entre trabajo y valor significa asimismo concebir la «explotacién como /a expropiacién de lo comtin». «Lo comin —escriben— se ha convertido en el /ocus de la plusvalia» y, por ello, la explotacién se entiende como la «apropiacién privada», la privatizacin «del valor producido en comin». Si, por tanto, un componente necesario de cualquier actual proyecto politico anticapi- talista es la reapropiacin de /o comtin —cuya condicién previa consis- te en resistir a la actual privatizacién capitalista incontrolada de /o co- min en todas sus formas—, esa condicién previa a su vez descansa, a mi entender, en otra condicién previa atin mas fundamental. La condi- cién de posibilidad de una resistencia y de una reapropiacién como las descritas consiste en estar dispuesto y ser —paraddjicamente— capaz de distinguir el capital de su propia «fundamentacién en lo comin» justamente porque es el capital y no lo comin lo que se presenta y nece- sita presentarse a si mismo y alo comin como indistinguibles uno de otro. Por un lado, esta distincién serfa puramente analitica, dado que, ni para /o comin ni para el capital, no hay ya un exterior. Por otro lado, una distincidn asf no serfa menos significativa y efectiva por el hecho de ser analitica 0 meramente heuristica. Por ejemplo, esa distincién podria tener como minimo importantes furiciones performativas: el mismo hecho de ser capaz de proponerla, podria muy bien transfigu- rar la manera en que vivimos en el mundo y lo contemplamos (que no es poca cosa ya que «la vida tiende a estar completamente investida de actos de produccién y reproduccién» y «la vida social misma» es «una maquina productiva»). Dicho con otras palabras, el acto de proponer esa distincién podria constituir la causa y, a la vez, el efecto de una transformacién tan radical de la forma de la subjetividad en la que habito que, por mi parte, querrfa reapropiarme de /o comsin: este de- seo, a fin de cuentas, no puede darse por sentado como si fuera a priori. En definitiva, lo que aqui se sostiene es que todo proyecto de reapropiarse de /o comzin que se halle en manos del capital tiene que el capital, debe dis- empezar por definir la diferencia entre lo comin y tinguirlos. En segundo lugar, la apari pasaje antes citado —a saber, Jo comtin como produccién— plantea n de un término como «centro» en el toda otra serie de cuestiones. ¢Este «centro» es /o comin en si mismo (por oposicién a lo comin como «suposicidn previa») y a lo comin para los otros (/o comtin como «resultado»)? ¢Lo comin como produccién es la condicidn de posibilidad de /o comzin como «suposicién previa» y, ala vez, de lo comtin como «resultado»? El término «centro» es la matriz de lo que atin es en potencia y, a la vez, de lo que ya es efectiva- mente real? Mi respuesta a estas cuestiones, aunque provisional, es afirmativa. Esto parece indicar que Hardt y Negri definen /o comin como una estructura triddica (y como vamos a tener ocasién de mos- trar, esta estructura debe entenderse como tetradica y no como triddi- ca). En el seno de esa estructura, el término «produccién» —en la medida en que ahora es plenamente auioproductiva, autopostulante, autorreferencial y, en consecuencia, carece de todo exterior— consti- tuye el tinico término verdaderamente en potencia que, por un lado, es inmanente a todas las formas de realizacién efectiva, y por otro, nunca se realiza intrinsecamente del todo. Contrariamente a lo que afirmé al empezar, /o comdin como «suposicién previa» no debe entenderse como algo en potencia; 0, mejor dicho, debe entenderse como algo que sélo relativamente es en potencia, que sdlo lo es ev relacién con su «resultado». En otras palabras, tanto la «suposicion previay como el «resultado» constituyen diferentes tipos de realizacién porque fun- cionan dentro de parametros relativos y diacrénicos: lejos de consti- tuir lo que es en potencia como tal, la suposicién previa es una ma- terializacién pasada de lo comin, en tanto que el resultado es una materializacién presente que se basa en la anterior y que, a sit vez, proporcionara la base para una serie de posibles materializaciones futuras. Lo que es en potencia, sin embargo, funciona segin parame- tros absolutos y no relativos, sincrénicos y no diacrénicos. En defini- tiva, lo comtin en su reformulacién tetradica consta de: a) un elemento de potencia, es decir, de produccién, que constituye la condicién de posibilidad de b) las materializaciones pasadas, c) presentes y d) futu- ras, todas las cuales e) participan de lo que es potencia y lo determi- nan, Las materializacicnes se proporcionan unas a otras elementos de un potencial relativo dentro de una sucesi6n diacrénica, son los ladri- llos del edificio de la historia de /o comtin. Lo que es potencia es esa estructura absoluta, sincronica, transhistérica y ontolégica de /o co- min en si mismo que funciona como causa ausente y que es inmanen- te a sus propios efectos.” éY qué? se podria objetar. (Qué importancia tiene todo eso? El caso es que cualquier proyecto de reapropiacion de lo comin esta des- tinado al fracaso si solo se dirige a las materializaciones pasadas, pre- sentes o futuras de Jo comin. Puede que logremos resistirnos a la pri- vatizacién de este o aquel elemento especifico de /o comtin, y puede que tengamos éxito al exigir la devolucién a /o comzin de uno o mas de los elementos que el capital ya ha expropiado y privatizado. Pero en ese éxito no hay nada que, en principio, impida al capital proceder de nuevo a expropiar algtin otro elemento de /o comiin o, inclusive, esos mismos elementos. Cualquier proyecto de reapropiacion de lo comin ‘iene que estar siempre dirigido también a lo comin entendido como indiscernible, y, no obstante, diferente de sus mirfadas de realizaciones concretas. Reapropiarse de /o comin significa reclamar y aduefiarse no firmé derse algo on su somo :fun- mnsti ima- : una vez, iones ame- efini- vento mn de futu- srmi- os de adri- sesa 0 co- nen- »? El des- pre- pri- uede mas sdlo de sus productos, sino también de sus medios de produccién; es decir, /o conetin como produccién (como su propia produccién auto- productiva, autopostulante y autorreferencial). Y aun asi, se podria insistir, gesto no entraiia acaso aduefarse de lo que es en potencia en cuanto potencia, o sea, de la potencia en su esta- do absoluto, sincrénico, transhistorico, no representable y no materia- lizable? ¢Esa apropiacién por definicién acaso no es sélo imposible sino que, ademas, carece de sentido? Sin embargo, cuando se reformu- la en los términos de Jo que es en potencia, la apropiacién de los me- dios de produccién no es para nada un proyecto leninista. Reivindicar y apropiarse de /o comin como produccién comporta una reorienta- cién tan drastica de la subjetividad que cabria empezar a distinguir entre /o comtin como su propio fundamento y /o comin como el funda- mento de su propia negacién en el capital. Entrafia, en suma, la pro- duccién de una forma de subjetividad que, por su propia constitucién. es ya incapaz de ser interpelada por, o identificarse con, el deseo capi- talista de presentarse como indistinguible de /o comin. Entraita, dicho de otro modo, la produccién de una forma de subjetividad que esta constituida por un contradeseo. Y este contradeseo es e/ deseo de ser en comin —en contra del deseo de «ser para lo comin tal como se lo ha apropiado el capital», en contra del deseo de «lo comin tal como es negado por el capital», el deseo de ser cautivo de la propia negacién—, esto es. en contra del deseo de no ser. (Dicho sea de paso, el «deseo de no ser» no debe confundirse con el deseo de morir. Al contrario, el «deseo de no ser» es el deseo de evitar la muerte y, a su vez, trascender- Ja, superarla: se trata del deseo de vivir para siempre como ya muerto. Se trata del deseo de vivir como puro trabajo muerto en perenne inte:- cambio, como pura mercanc/fa en perpetua circulaci6n. En el capital, el deseo de no ser es el deseo de ser dinero.) Se podria decir que la forma de subjetividad que imagino aqui exis- te ya en muchos de nosotros (aunque lo haga en distintos grados de intensidad y en diversas modalidades de expresion, segtin las determi- naciones geopoliticas y socioeconémicas). Por ejemplo, la vasta red global de los llamados movimientos antiglobalizaci6n —que han sur- gido en las dos tltimas décadas, y que se hallan bien documentados y ampliamente tratados en Multitud— dan testimonio de una forma de subjetividad constituida precisamente por e/ deseo de ser en comin.” Estoy plenamente de acuerdo con Hardt y Negri cuando afirman —a la luz de esta clase de movimientos politicos— que «un proyecto poli- tico comun es posible», que «importa recordar siempre que otro mun- does posible, un mundo mejor y mas democratico», que es importante «proi nover nuestro anheio de ese mundo» (aunque «democratico» no sea el adjetivo que yo utilizaria para describir un mundo mejor).’! Aparte de la cuestién: de qué modo exactamente se debe promover ese anhelo, cabe preguntarse por lo que es preciso hacer cuando el deseo de ser en comtin no se da y, en cambio, se da precisamente lo que hemos venido Hlamando el «deseo de no ser». ¢Vastos sectores de la poblacién mundial no se dejan acaso llevar por el «deseo de no ser» y no constituyen en este sentido un limite real y los muros concretos contra los que el deseo de ser en comtin repetidamente se hace aficos? éQué debe hacerse ante el hecho de que son muchos quienes no sélo estan esclavizados sino que desean la esclavitad —y que con ello, quié- rase 0 no, apoyan la imposicién de un sistema global de esclavitud a todos aquellos que no desean en lo mas minimo esa esclavizacién? (El hecho de que estos dos tipos de deseo y sus formas correspondien- tes de subjetividad a menudo coexistan en el mismo cuerpo no simpli- fica precisamente las cosas.) Es obvio que si todo el mundo, en todas partes, se moviera ya, aunque fuera minimamente, por el deseo de identificarse con el imperativo capitalista de postular el capital como lo indistinguible de /o comtin, y al mismo tiempo, por el deseo de identificarse con /o comin como cualitativamente diferente del capi- tal, entonces nos hallariamos ya en un mundo distinto, en un mundo, valga decirlo, que se hallaria mas ailé del «deseo de no ser» y del capital. Para que el «deseo de no ser» cambie es preciso, ante todo, tomar ese deseo en serio y encararlo como un deseo existente, real y auténti- co. Hay que entenderlo como un deseo realmente existente, como un deseo que es deseado de verdad, al igual que lo es cualquier otro deseo, inclusive el deseo de ser en comin. Dicho en otras palabras, al igual que sucede con cualquier otro deseo, el deseo de ser en comin no tiene preeminencia ontoldgica; no corresponde a una dinémica ontolégica que sea intrinseca a lo comtin como producci6n; no se inscribe a priori en lar cor tan otr mu de nec liza tro: rea mis trai cue bié pre «dc lo« rac des yk > cia tan lax afi chi low el« gic cor aus win.” a—a polf- mun- tante » no or). rover do el que de la emy retos icos? »sdlo quié. tuda ? (El dien- npli- sodas ‘0 de somo 0 de capi- ndo, y del omar énti- ‘oun eseo, I que tiene Sgica wriort enel orden del ser; no es la légica de lo que es en potencia. Si fuera asi, la reapropiacion de /o comin en todos sus aspectos no sdlo seria una conclusién determinada de antemano en su devenir histérico, sino también una necesidad ontoldgica fou? court. Y no es ni lo uno ni lo otro. La raz6n pot la que otros mundos son posibles (mundos peores y mundos mejores) —o lo que es lo mismo, la raz6n por la que ninguno de ellos es inevitable— estriba en que aquello que es en potencia es necesariamente nada, es decir, es necesariamente ada fuera de sus rea- lizaciones 0 efectos. Ser es «ser juntos» sdlo en la medida en que noso- tros (como efectos deseantes) nos esforzamos en hacer que sea asi. La reapropiacién de /o comin —inclusive el apropiarse de /o comin en si mismo, de /o comtin como produccién, de lo que es en potencia— en- traha no sélo fomentar nuestro deseo de ser en comtin alli donde y cuando ese deseo ya existe en el grado 0 en la forma que sea, sino tam- bién producir ese deseo alli donde no existe, es decir, transformar su propia negaci6n, transfigurar el «deseo de no ser». Y puesto que el «deseo de no ser» alimenta la fantasia capitalista de que se identifique lo comin con el capital, la transfiguracin —metamorfosis y, a la vez, radicalizaci6n— de ese deseo exige la neutralizacion de esa fantasia, su desactivacion y sustituci6n por la diferencia cualitativa entre el capital y lo comin. Esa diferencia cualitativa es, sin duda, también una fanta- sia, pero por lo menos no es una fantasia sanguinaria. Hay razones a favor de una fantasia que no apoya ni materializa el inevitable doble acto del capital: el doble acto consistente en explotar y, ala vez, excluir 1o comtn como produccién. Al hacer esto, no sdlo separa la potencia de sus efectos, sino que nos ordena vivir también como si la poten- cia fuera pura nada y no ya «nada fuera de sus efectos». Y hay razones también para abogar por una fantasia que encarne un acto que afirme la vida: una fantasia congruente con un cuerpo dispuesto y capaz de afirmar e incluir lo comtin como produccién en todos sus actos, y re- chazar, asi, cualquier separacién. En consecuencia, la apropiacién de 1o comtin como produccién entrafia nada menos que una revolucién en el deseo y la subjetividad, 0 lo que es lo mismo, una revolucién ideolé- gica.* Con ello quiero destacar que a! asumir el riesgo de reconocer, conocer, afirmar, tratar y, en realidad, vivir la potencia como causa ausente que es inmanente a sus efectos y que es nada fuera de ellos, es posible producir esa diferencia cualitativa y su deseo correspondiente y constitutivo. Podriamos tal vez empezar a establecer la diferencia cualitativa entre el capital y su propio «fundamento en lo comtin», sefialando una fisura en las formulaciones de Negr y Hardt: una fisura que tal vez puede ser fecunda para elaboraciones mas detalladas del concepto de /o comtin. Por un lado, Hardt y Negri sostienen que el capital y /o comtin han llegado a ser practicamente indistinguibles uno de otro, hasta el punto de que en la actualidad «vivir y producir tienden a ser indistinguibles». Por otro lado, sostienen que existe un resto, un esp cio intermedio entre el capital y lo comin. Al caracterizar lo comtin como «el /ocus de la plusvalia» y, en consecuencia, la «explotacién co- mo [la] expropiacién de lo comtin», aitaden que esa produccién y sus productos «son por su propia naturaleza comunes, y no obstante el capital consigue apropiarse de parte de su riqueza».® Esta tiltima frase introduce una salvedad importante, a saber, que hay una riqueza co- muin de la que el capital no se apropia. Resulta que el capital y lo comtin no son idénticos, y, por tanto, que podrian ser distinguibles después de todo. Esta salvedad presupone varias cuestiones fundamentales. ¢Cual es la naturaleza de esta riqueza de lo comin de la que el capital no se apropia? ¢Se trata de algo que el capital atin no ha sido capaz de apropiarse o bien es algo de lo que, por definicién y por necesidad estructural, el capital no puede apropiarse? En definitiva, gnos en- frentamos aqui a una diferencia de grado o a una diferencia de natura- leza, a una diferencia cuantitativa y relativa o a una diferencia cualita- tiva y absoluta? Con el fin de dar respuesta a estas cuestiones, debemos centrarnos en otra seccién de Multitud, aquella que lleva por titulo «Movilizacién de lo comin», en la que Hardt y Negri tratan de las relaciones entre la explotacién, el antagonismo, la revuelta y la lucha: Hemos observado ya el antagonismo que generan todas las relacio- nes de expiotacién, todas las divisiones jerarquicas del sistema global y todos los esfuerzos por controlar y dirigir lo comin. También hemos sefialado el hecho de que la produccién de lo comin implica siempre un excedente que no puede ser expropiado por el capital ni capturado cor can tan ciai mo qui dist cac aca mo tas cia «la cor «re «in esa tar: dar YP diente itativa Jouna al vez icepto aly lo 2 otro, vaser Lespa- comin 6n co- Ly sus inte el afrase 2a CO- comin ‘spués tales, apital yaz de ssidad ds en- atura- ralita- arnos aci6n atre la ‘lacio- obal y remos empre urado en la regimentacién del cuerpo politico global. En un plano filoséfico mas abstracto, ese excedente es la base a partir de la cual el antagonis- mo se transforma en rebelién. En otras palabras, la privacién tal vez engendre ira, indignacién y antagonismo, pero la rebelién sélo se gene- decir, como resultado de una abundancia de raa partir della riqueza, es inteligencia, de experiencia, de conocimientos y de deseo. Cuando pre- sentamos al pobre como la figura subjetiva, en nuestros dias paradig- matica del trabajo, no lo hacemos porque los pobres tengan las manos vacias y estén excluidos de la riqueza, sino porque se hallan incluidos en los circuitos de la produccién, y. por tanto, tienen un potencial que siempre excede a aquello que el capital y el cuerpo politico global estan en condiciones de expropiar y controlar. Este excedente de lo comin (pluscomdin) es el primer pilar sobre el cual se alzan las luchas contra el cuerpo politico global y por la multitud.* Si Hardt y Negri habian identificado con anterioridad /o comin como «el /ocus de la plusvalia» y, por tanto, de la explotacion, aqui, en cambio, explican que fo consiin es asimismo el lugar de un tipo comple- tamente distinto de excedente. Pero ¢cual es exactamente la diferen- cia? Si la plusvalia es la diferencia especifica del capitalismo como modo de produccién, este otro excedente, lo pluscomtin, puede que quiza tenga la clave de la diferencia especifica de /o comtin como algo distinto del capital, y sea por tanto fundamental para aclarar la expli- cacién de Hardt y Negri. Ademas de la primera frase, las cinco siguicntes del parrafo que acabamos de citar funcionan como otras tantas teselas en un posible mosaico, atin incompleto, de otro excedente, es decir, como otras tan- tas partes complementarias de una arquitectura general de su diferen- cia especifica. Acerca de este excedente, leemos: 1) que es aquel que en «la produccién de lo comin» es siempre inexplotable; 2) que es la condicién de posibilidad para la transformacién del «antagonismo» en «rebelién»; 3) que se trata de una «abundancia» del acervo comun de inteligencia, de experiencia, de conocimientos y de deseo»; 4) que es esas posibilidades que siempre exceden lo que el capital puede explo- tar; 5) que ese «excedente comtin» (pluscomin) es lo que sirve de fun- damento a las «luchas de ia multitud contra el cuerpo politico global» ¥; por tanto, a las luchas por la reapropiacién de fo comin. Con el fin de reorganizar las piezas de este rompecabezas filosof- co-politico me centraré en el hecho de que este otro excedente se pro- pone como la causa de —aquello que Deleuze y Guattari hubieran lamado— un «devenir revolucionario»: puede conducirnos de la ex- plotacion a la lucha, de la expropiacién a la reapropiacién, al transfor- marse desde una forma de subjetividad que sdlo es capaz de «ira, in- dignacion y antagonismo» a una forma de subjetividad en «rebelién». ¢De qué modo logra efectuar este excedente un cambio tan sutil y, sin embargo, tan vertiginoso y fundamental? ¢De dénde proviene esa ca pacidad transfiguradora? La fuerza de este excedente de /o comtin es- triba en que, como hemos visto, wca puede ser explotado por el ca- pital, es decir, que por definicién y por necesidad estructural no puede ser explotado: precisamente porque este excedente es distinto del ca- pital, puede tal vez posibilitar formas revolucionarias de subjetividad. Pero ¢cémo puede este excedente escapar al alcance cada vez ma: ubicuo y penetrante del capital? ¢En qué sentido excede a la irrefrena- ble capacidad del capital para extraer plusvalfa, explotar, expropiar? Creo que el pasaje que acabamos de citar responde a estas preguntas de la siguiente manera: el excedente de /o comin nunca puede ser ex- plotado por el capital porque es «potencial».” Esta respuesta, a mi juicio, es exacta, aunque resulta atin incompleta. El excedente, la abundancia de /o comzin, excede al capital no sélo en la medida en que es potencial, sino también en la medida en que es un potencial abso- luto y no relativo. (Esto significa que ese excedente se puede definir como una «abundancia» comin de «inteligencia, de experiencia, de conocimientos», de «deseo», y de otras muchas cosas mas, siempre que la riqueza que significa esa abundancia se libere completamente de su determinacién capitalista. Esta abundancia del acervo comin no es una riqueza relativa mesurable o comprensible en términos de valor; se trata, mds bien, de una riqueza absoluta, o como diria Marx, de una fuerza de trabajo como no-valor, es decir, a la vez «pobreza absoluta» y «posibilidad general de riqueza».)’* En resumen, si la «produccién de lo comin conlleva siempre un excedente que no puede ser expro- piado por el capital» es porque este excedente es «lo comin en si mis- mo», lo comin como produccién (que se produce, se postula y se refie- re asi misma), /o comin como potencialidad propiamente dicha. Este exc, una yel otre Los est un ble osifi- 2 pro- ieran la ex- nsfor- , in- idm». zmas rena- »piar? untas or ex- ami te, la n que abso- efinir ia, de mpre ate de noes or; se una ‘luta» ecién xpro- fimis- refie- Este excedente, ademas de no ser mesurable 0 cuantificable, no es tampoco una cosa 0 una serie de cosas. La diferencia cualitativa entre lo comtin yel capital, entendido como el régimen de la plusvalia, consiste en este otro excedente que, a falta de un término mejor, lamaré «pluscomtin». Lo revelucionario es vivir /o contin como excedente. Lo excedente es potencialidad qua potencialidad.” Hasta ahora he caracterizado la plusvalia y lo pluscomtin como dos excedentes distin- tos e irreductibles entre si. Pero es preciso matizar esta descripcién. El caso es que solo hay wt tinico excedente, que puede hacet y ser hecho en diferentes sentidos. Por un lado, el excedente es aquello que el ca- pital se esfuerza en subsumir en la plusvalfa, aunque sdlo consigue hacerlo de una manera relativa, porque es estructuralmente incapaz de subsumir sin negar y excluir al mismo tiempo lo que subsume, con lo que hace posible la aparicién de lo pluscomiin. Por otro lado, el exce- dente es también aquello que envuelve y subsiste en /o comin como ‘into y aun pluscomuin, es decir, como el elemento de potencialidad dis asi indiscernible de lo comin, y, en consecuencia, es también la condi- cidn de posibilidad de todos los elementos reales explotables y subsu mibles de /o comtin, con lo que hace posible la aparicién de la plusva- lia. Puede dar la impresién de que nos encontramos atrapados en un circulo vicioso del que no es posible salir, pero no es necesariamente asi. El ser no es una pescadilla que se muerde la cola. La solucién a este aparente punto muerto no es rechazar las actualizaciones, sino actuali- zar lo que hay en potencia sin negar ni excluir aquello que nos permite hacer de la posibilidad una realidad. Esto equivale a decir que la «plus- valfa» y lo «pluscomtin» son nombres que designan dos maneras radi- calmente distintas de materializar un tinico y mismo excedente. La di- ferencia cualitativa entre el capital y lo comin consiste en que postulan el excedente de maneras distintas, en que comprometen el excedente a fines diferentes. La plusvalia es vivir el excedente como separact6n (en la forma de valor por antonomasia, es decir, como dinero). Lo pluscomtin es vivir el excedente como incorporacion (en las formas de lo comin y, de una manera espectal entre ellas, en nuestros cuerpos). Pero gésta no era ya una de las intuiciones mas revolucionarias de Marx? Quizé sea ilustrativo fijar aqui nuestra atencién en Marx, posi- blemente el pensador mas importante del excedente. Si el rasgo espe- cifico del capitalismo como modo de produccién es la obtencién de una plusvalfa, es decir, el proceso, en si mismo contradictorio, que consiste en subsumir el excedente en el valor, entonces vamos a inda- gar cual es la posicién ontolégica que ocupan el «valor» y la «plusva- Ifa» en Marx. En los Grundrisse, Marx se pregunta: «(...] en si y para si, el valor en tanto que tal, ¢no es la forma general en relacion con el valor de uso y con el valor de cambio que serfan sus formas particulares?n. Y pasa a demostrar que se trata de una pregunta retérica.“” No hay algo asi como un valor que es inherente a sus manifestaciones particulares. Pero ¢cual es el modo de existencia de aquello que es inherente a sus manifestaciones? ¢Cual es la materialidad «del valor [...] como forma general»? Cuando Marx, en El Capital, analiza la doble vida de la mer- cancia, tiatiza esa materialidad en unos términos muy poco ambiguos: En contraste directo con la tosca objetividad fisica de las mer: cancias, en su objetividad como valores no hay mi wn solo dtomo de materia natural, De ahi que por muchas vueltas que se le quiera dar a una mercancia, sigue siendo incomprensible como una cosa que tiene valor." E] valor no tiene «ni un solo 4tomo de materia natural», es decir, es lo opuesto a la materia. En el asombroso giro que imprime a la frase, Marx identifica la diferencia entre la Antigitedad precapitalista y la modernidad capitalista. El hecho de que en este contexto se hable de «Atomo» apenas podria tener mayor significacién para alguien que, como Marx, habia hecho su tesis doctoral sobre el atomismo griego.” A diterencia de la antigua concepcion de la materia, que la consideraba compuesta de atomos, la materia moderna no sdlo esta hecha de ato- mos, sino que s¢ halla también bajo el hechizo de otra cosa que no es ella misma, el hechizo de su extrafia imagen especular, de su negative fotografico, de sui inverso, de la antimateria, es decir, el valor. En la medida en que es convertida en mercancfa, la materia tiene su Doppel- gdanger en el valor. Esta fundamental intuicién —a saber, que el valor constituye la diferencia entre la concepcién de la materia antigua y la moderna— se hace, Mar valo que deci tacic cia ¢ les c sobi expl (..] én de hace explicita poco después, en aquellas brillantes paginas en las que », que Marx aborda el innovador, aunque incompleto, andlisis de la forma del 0 inda- valor que Aristételes lleva a cabo en la Etica a Nicémaco. Marx sostiene lusva- gue «Aristételesf...] nos dice qué le impide avanzar» en su andlisis, es decir, «la falta de un concepto de valor» entendido como la represen- valor tacion de lo que realmente «es igual», la representacién de esa «sustan- le uso cia comtin» que es el «trabajo humano».** Marx sostiene que Aristéte- pasa a les descubrié el «valor» sin llegar a descifrarlo. Mas adelante volveré 20 asi sobre esta paradoja epistemoldgica, pero antes es vital que leamos la ilares. explicacién que Marx ofrece de ese impasse aristotélico: «Aristételes a sus L...] no podia deducir» de la misma «forma del valor» el hecho de que forma en las mercancias «todos los trabajos se expresan como trabajo huma- imer- no por igual y, por tanto, como igualmente validos, porque la sociedad iguos: griega se apoyaba en el trabajo de los esclavas, de ahi que considerase natural la desigualdad de los hombres y de sus fuerzas de trabajo».** ae Marx llega a la conclusién, por tanto, de que sélo en el capital —esto more es, «en una sociedad» en la que «la forma de la mercancia es la forma adhe universal del producto del trabajo» y, por tanto, en la que «la relacién Buna social dominante» es la relacién de intercambio— cabe descifrar exac- tamente qué representa el valor: esto es, «la igualdad y la equivalencia de todas las clases de trabajo».** En definitiva, el valor es la representa- cir, es cién de una relacién social de intercambio que presupone la mensura- frase, bilidad de todas las cosas tomando como base lo que es igual en ellas ayla y lo que Jas produce. La aparicién del valor como representacién a dle de postertort hace posible la visibilidad de su inverso, es decir, del traba- ‘que, jo como sustancia comin, hace posible ia visibilidad de la produceién ego.” como la sustancia de lo comin. eraba Ademis de lo que dice aqui, lo que de veras interesa es lo que Marx e dto- no dice. Por un lado, Marx identifica con precision las razones a la vez no es historicas y estructurales por las que Aristételes no llega a tener «un yativo concepto de valor». Por otro, Marx no nos dice cual podria ser la con- En la dicién de posibilidad ni tampoco la importancia del hecho de que el oppel- propio Aristételes nos comente que carece de «un concepto de valor». Marx explica la razén por la que Aristételes no descubrié ni podia descubrir el valor, sin explicar, no obstante, por qué Aristoteles, para- déjicamente, descubrié el valor sin descifrarlo.** Prestemos mayor $$$ ~ atencién al texto en el que Marx comenta que para Aristoteles la ecua- cidn «5 camas = | casa [...] no se distingue de» la ecuacién «5 camas = a cierto dinero»: [Aristoteles] percibe, ademas, que la relacin de valor que contiene esta expresion de valor supone que la casa se equipara cualitativamente ala cama y que esas cosas, sensiblemente distintas, no pueden compa- rarse entre si como magnitudes conmensurables sin esa igualdad de esencia. «E] trueque —dice [Aristételes]— no es posible sin la igual- dad, ni la igualdad puede realizarse sin la mensurabilidad.» (...] Pero aqui titubea, sorprendido, y desiste de proseguir con el andlisis de la forma del valor. «Mas en verdad es imposible (ddvverow) [..] que objetos tan diversos sean mensurables», es decir, cualitativamente igua- les [...]. El genio de Aristételes brilla precisamente en el hecho de haber descubierto una relacién de igualdad en la expresién del valor de las mercancias. Tan s6lo la limitacién histérica de la sociedad en la que vi- via le impidio descubrir en qué consistia «en realidad» esta relacién de igualdad.” Ante aquello que es igual tanto en la cama como en ia casa, y que esta representado por el dinero, Aristételes «titubea, sorprendido». Pero nadie titubea a menos que haya tropezado con algo, y aqui Aris- toteles tropieza con algo que, segtin él mismo nos cuenta, es «imposi- ble». Aristételes, dicho de otro modo, no se hubiera sorprendido si no hubiese percibido algo en lugar de zada en absoluto, por muy imposi- ble que ese algo pudiese haberle parecido. Tal como Marx lo describe, el pensamiento de Aristételes sigue una trayectoria en la que avanza hacia, se detiene ante y luego da marcha atrés no porque tenga la evi- dencia de que no haya nada, sino precisamente porque hay algo cuyo modo de existencia es lo opuesto a lo posible, lo opuesto a lo que es en potencia. La cuestién se hace atin mds compleja cuando reparamos en que el adjetivo que Arist6teles utiliza para describir ese algo que existe en la modalidad de lo «imposible»: adynaton (aduvatov), a sa- ber, sin dynamis, sin potencia. En el pasaje citado por Marx, Aristéte- les ha encontrado algo que es adynaton, algo que no es nada en poten- cia. Aqui lo que importa no es que Marx no tradujera acertadamente la palabra en cuestin, pues aunque litcralmente adynaton signifique «sin potencia», se podria emplear también para indicar algo que es «impo- sible sep: rosc a) ac sam pote ade tro: Aris acto mia mac dos tuar ser} Yet tea law pote mis! tence cia» pote des sins lasc ady) ena cam mat tien mat imp tant aecua- ontiene amente compa dad de vigual J Pere is dela J que eigua- shaber de las que vi- ‘ion de y que jido». ‘Aris rposi- )sino \posi- cribe, vanza a evi- cuyo esen amos > que a sa- stote- oten- otela 2«sin mpo- sible» o «débil», Durante este periodo, escribi también un volumen de ensayos bajo el titulo La forma-Estado: para una critica de la economia politica de la Cons- titucion."* Entre aquellos ensayos, uno en particular es muy impor- tante para mi, y es «II lavoro nella Costituzione» que fue compila- do también en el libro E/ trabajo de Dionisos.’ No quisiera cargar las tintas al hacer hincapié en este ensayo, pero fue decis evolucién politica. Lo escribi entre 1962 y 1963, pero lo guardé en el cajén hasta 1977, afio en el que finalmente lo publiqué dentro de La forma-Estado. éPor qué aguardaste tanto antes de decidirte a publicarlo? ¢Por qué tuviste que esperar? vo en mi Estaba realmente asustado. Esa fue la raz6n. Este ensayo era muy importante para mi porque en él habia podido, por primera vez, emprender la critica del trabajo junto con la de la Constitucién, habia podido desentrafiar el aparato constituciona! utilizando la critica del trabajo como una palanca para criticar el papel que de- sempefiaba el concepto burgués de ¢rabajo en la formacién juridica del Estado. éQué era, en concreto, lo que te asustaba? AN: Temia que mis argumentos no se sostuvieran; tenia miedo de no 78 Elogio de lo comin haber sido capaz de hacer que fueran coherentes desde un punto de vista tedrico. No se debe olvidar que, cuando se te ocurre una buena idea, es preciso tener mucho cuidado a la hora de darla a conocer, cc: Dicho de otro modo, publicaste el ensayo sélo una vez que los acontecimientos histéricos confirmaron y sustentaron los argu- mentos que cxponias. ¢Es una valoracién justa de lo que estas di- ciendo? AN: Si, lo es. Hoy en dia, sin embargo, no seria tal vez tan prudente como entonces, no porque me haya vuelto especialmente osado sino porque ahora iba a ser mas capaz de reconocer que algo tan nuevo para mi debia de ser el indicador de un transito que iba a Hevarme a un nuevo periodo. Aquel temprano ensayo fue la prime- ra obra que anticipaba un periodo distinto de mis investigaciones que, en realidad, empez6 sdlo quince afios después y que se carac- teriz6 por un intento de Hevar la critica del trabajo a sus conclusio- nes mas extremas y légicas. Por esta raz6n aquel ensayo era tan fundamental para mi: en él, al criticar la constitucién italiana y al desvelar la paradoja de una repablica fundada sobre el trabajo,'* habia pasado a atacar las raices mismas de la forma-Estado del New Deal, que es la reptblica fundada en la relacién entre big bu- siness y big labor." cc: Esta critica del trabajo habia aparecido ya a principios de los afios enta, pero tuvo que aguardar hasta mediados de los setenta has- ta quedar plenamente argumentada. ses AN: Si, aunque esta critica ya estaba en proceso en el ensayo que escri- bi sobre John Maynard Keynes y el New Deal. Ese ensayo para mi siempre estara asociado con una historia divertida, un aconteci- miento particular. En 1968, en compafifa de otros editores de Con- tropiano, organizamos un pequefio simposio sobre Keynes en la Universidad de Padua, ¢ invitamos a varios grupos de camaradas a participar. Habiamos programado varias ponencias: en particular, Ferrari Bravo iba a presentar una muy importante sobre las formas juridico-administrativas del New Deal, cuyas tesis principales lue- go fueron confirmadas y apoyadas en ini ensayo «Keynes y la teo- ria capitalista del Estado», que en la actualidad es un capitulo de AN: Propedéutica para la lucha de clases, décadas de 1950 a 1970 79 El trabajo de Dionisos.** De todos modos, lo importante fue que, cuando se celebré el simposio, tuvo lugar también la primera ocu- pacion estudiantil de la universidad: los estudiantes irrumpieron en el aula donde estabamos reunidos y nos echaron a patadas. Si mal no lo recuerdo, Alisa del Re —que mds tarde se convirtid en mi ayudante— fue quien nos interrumpié gritando: «Salgan, afue- ra todos, salgan». Todos nos fuimos muy contentos y continuamos con nuestros debates en otro sitio. Asi, 1968 coincidié con la pri- mera conclusién de una investigacién que se habia desarrollado en silencio durante diez afic Y entonces Ilegaron los setenta, unos afios cruciales en la lucha politica. Lo que destacaria es que las tesis que expresaste por primera vez a principios de los sesenta y que retomaste y asuiniste a mediados de los setenta cobraron forma como resultado directo de tu conti- nua participacién y compromiso con el movimiento de los obreros de Porto Marghera, y qu , mds tarde, tu estudio sobre Marx y los Grundrisse vino también a confirmar esas tesi! s. Si, asi es, en efecto. Osea, fueron los movimientos politicos los que te levaron a Marx yno al revés Este hecho, por si solo, no explica la naturaleza de los argumentos que expones a propdsito de los Grundrisse en una obra como Marx mds alld de Marx, que publicaste en 1979: sin em- bargo, me parece que es un hecho importante cuando se estudia y evaliia este libro. ¢Qué piensas ttt sobre esto? ¢Podrias hablar acer- ca de la génesis de Marx mds alld de Marx? Ya a mediados de los afios sesenta habia estado abogando para que alguien tradujera los Grundrisse al italiano. Entonces, uno de nuestros camaradas, Enzo Grillo, asumié la tarea y la traduccién se publicé en 1976. Sin embargo, aquellas paginas de los Grundrisse, que trataban de la cuestién de las maquinas, ya habian sido tradu- cidas por Solmi, y las habiamos publicado en el segundo nimero de Quaderni Rossi. Asi, aunque ya habia estudiado y trabajado en los Grundrisse durante los sesenta, hasta 1977 y i978 no empecé a escribir sobre este texto, y las circunstancias que me llevaron a ha- cerlo son muy significativas. Tuve que huir de Italia a Paris debido a una primera orden de detencién relacionada con los aconteci- 80 Ge] AN: AN: Elogio de lo comin mientos de Bolonia de marzo de 1977.?! Una vez alli, encontré in- mediatamente trabajo en la Universidad de Paris VI, donde conti- nué con mi trabajo sobre la Escuela de la Regulacién. Como grupo llevamos a cabo investigaciones en torno al imperialismo y los in- tercambios desiguales; mientras yo estudiaba los aspectos jurid cos, ellos se ocupaban de los aspectos econdmicos. Dicho sea de paso, Ferrari Bravo trabajaba por entonces los mismos temas en la Universidad de Padua. Por esas fechas Althusser me invité a dar una serie de conferencias sobre los Grundrisse. Sabia que habia- mos estado trabajando sobre este texto en la Universidad de Pa- dua; tenia el profundo convencimiento de que la manera en que se habia leido aquel texto en Paris hasta entonces era espantosa y, por ello, insistié en que lo volviéramos a presentar y lo debatiéramos de nuevo alli. Acepté, y aquellas fueron las conferencias que constitu- yen el grueso de Marx mds alld de Marx. La moraleja de esta historia es que cuando en Italia me obligaron a abandonar la practica poli- tica, no tuve nada mds que hacer que volver a escribir. Se lo habia dicho ya muchas veces a los jueces: «Por qué quieren obligarme a que escriba? No me metan en la carcel y no me aislen, asi no tendré que escribir». Dejando a un lado esas importantes circunstancias por el momen- to, ¢podrias ser mds concreto sobre la génesis politica y conceptual! de Marx mds alld de Marx? ¢Cémo concebiste esta obra? ¢Cuales eran las relaciones entre tus experiencias politicas y los argumentos de esta obra? En Marx mds allé de Marx resumi todo lo que desde un punto de vista te6rico habia hecho durante los setenta, prescindiendo de la retérica militante. Esta obra —concebida basicamente como un comentario de los Grundrisse— me permitié por primera vez re- lacionar diferentes criterios de andlisis: andlisis de la metodolo- gia, andlisis de las luchas, andlisis de los ciclos, andlisis de las clases y andlisis del Estado. Pero ¢cémo te permitieron los Grundrisse relacionar todas esas cosas? Y gpor qué fue ese texto en particular el que te permitié llevarlo a cabo y no cualquier otro? Silos Grundrisse me permitieron eso se debié tal vez a la naturale- 4 Propedéutica para la lucha de clases, décadas de 1950 a 1970 81 za misma del texto: los Grundrisse fueron una investigaci6én ex- traordinaria, una magnifica sonda de exploracién que Marx aplicé a los fenémenos reales de su tiempo. cc: ¢Te refieres en concreto a la crisis financiera de 1857, que se estaba desarrollando mientras Marx escribia los Grundrisse? AN: Si, desde luego, en medio de todo aquello surgié la teoria marxi: s- ta de la revolucién. De hecho, para apreciar la importancia que para mi tienen los Grundrisse, debes tener presente que los ahos setenta no solo fueron testigos del aumento y la intensificacién de las luchas politicas, sino que marcaron también el momento en que descubrimos que las estructuras capitalistas habian sufrido pro- fundas transformaciones. Desde principios de los setenta la inicia- tiva capitalista se reinicié y estaba obligada a dar grandes pasos hacia delante. Diversos factores contribuyeron a ello: ante todo, 1968; en segundo lugar, la derrota de Estados Unidos en Vietnam; en tercer lugar, el gran desarrollo de las luchas de los trabajado res; en cuarto lugar, la crisis del petrdleo, entendida como la prime- ra expresion de la victoria de los movimientos anticoloniales y como una exigencia de que las rentas globales fueran dirigidas di- rectamente al sur; en quinto lugar, la brillante maniobra estadouni- dense que puso fin a la paridad entre el délar y el orc bra que allané el camino a una irrefrenable desregulacién y que, en realidad, estipuld que e! dinero slo tenia valor en la medida en que era objeto de intercambio, o dicho de otro modo, tnicamente en la medida en que estaba sobredeterminado por el poder.” Esta com- una manio- pleja configuracién de los acontecimientos tuvo como resulta- do, por un lado, la desarticulacién del poder de la clase trabajadora Y, por otro, el forzar a que ei capital cambiara y se moviera fuera del que habia sido su territorio tradicional. Lo que exacerbé esta situa cidn desde el punto de vista de la clase trabajadora fue que lo dicatos se negaron a ver que algo habia cambiado y rechazaron la ‘in- existencia de estos nuevos fenédmenos y realidades, aunque los tra- bajadores, y sobre todo las nuevas generaciones de trabajadores, los estaban viviendo. Los obreros de las fabricas en particular empeza- ron a ser testigos en seguida de la informatizacién y la automatiza- cién exponencial del proceso de trabajo, asi como de la creciente 82 Elogio de lo comin confianza del capital en los circuitos sociales de produccién. En otras palabras, a medida que la fabrica empezé a sufrir profundas reestructuraciones, el conjunto de la sociedad empez6 a convertir- se en una fabrica: el capital ocup6 lo social. En este periodo presen- té por primera vez mis tesis sobre la aparicién de lo que llamé el operato soctale, el trabajador social.”’ Y aquélla fue la segunda vez en mi vida en que me Iamaron fascista. Me acusaron de estar en contra de los sindicatos porque sostenia que estaba surgiendo una nueva fuerza de trabajo. La linea politica sindical era, en el mejor de los casos, un intento de devolver de nuevo a todas estas perso- nas, a todas estas nuevas formas de subjetividad, al redil de la fabri ca. Pero los sindicatos carecian de la fuerza necesaria para hacerlo. Nuestra linea politica era distinta: estabamos convencidos de que era mucho mejor tratar de ponerse al frente de estos nuevos proce- sos en el seno del capitalismo. Considerabamos que era mucho me- jor tratar de anticipar estos acontecimientos de manera que fuera posible organizar este nuevo tipo de fuerza laboral externa (exter- naa la fabrica). En todo caso, he analizado estos acontecimientos en detalle en otra parte.** Pero volvamos a los Grundrisse. Dentro de la coyuntura histé- rica y politica que he esbozado, la lectura que hicimos de los Grund- risse era también un intento de recuperar y reelaborar el volumen que en El Capital se dedica a Ja circulacién, en el cual Marx habia empezado a entender y a anticipar esa socializacion de la produc- cién. Mientras cl primer volumen de E/ Capital habia sido funda mental en los aiios sesenta, los Grundrisse y el segundo volumen de El Capital pasaron a ser fundamentales en los setenta. En cierto sentido, las investigaciones que llevabamos a cabo en los setenta nos permitieron remediar algunas lagunas de E/ Capital, a saber, los capitulos perdidos sobre el salario y el Estado. Sélo después —en la época de Imperio—, el tercer volumen de El Capital alcan- z6 relevancia. Parte I EXPLORANDO EL PRESENTE ACERCA DE IMPERIO CESARE CASARINO: En muchos aspectos, I7zperio es una anomalia entre tus obras. Muchos de tus otros libros son obras de andlisis textual, es decir, obras que generan conceptos y presentan argumentos a partir de analisis detallados de un texto en concreto (como sucede con tus libros sobre los Grundrisse, de Marx, o el libro sobre Job del Antiguo Testamento) 0 de una constelacién de textos (como los libros que has dedicado al estudio de Spinoza, Descartes, Lenin o Giacomo Leopardi). Todas es as obras son, entre otras cosas, in- tentos de proceder a una reevaluacién de un pensador a través de lecturas detalladas intensivas y extensivas de su produccion escrita. Imperio, por contra, es una obra de sintesis, que interrelaciona nu- merosos textos, pensadores, formaciones histdricas y discursos dis- ciplinarios diferentes, para producir un concepto filos6fico especi- fico —el concepto de iperio— y, en este sentido, este libro es asimismo algo parecido a una suma de tus obras anteriores y, en realidad, de tu experiencia de vida. Ademas, se puede decir al- go similar del lugar que Imperio ocupa en los estudios de Mi- chael Hardt. De hecho, el primer libro que escribid es muy distinto de Imperio, ya que era una evaluaci6n original del pensamiento de Deleuze basada en un cuidadoso andlisis de tres textos tempranos y decisivos del filésofo francés.’ Dado que antes de Iperio ambos habjais escrito en general libros que se basaban de manera signifi- cativa en andlisis detallados de dominios textuales muy circuns- critos, qué os llevé a escribir una obra de sintesis como Imperio, cuyo alcance es tan amplio como diverso? ¢Qué os convencié de la urgencia y la necesidad de ese libro? ANTONIO NeGri: Antes de tratar de analizar los motivos fundamentales que nos Ilevaron a escribir Imzperio, me gustaria contar el origen de 86 cc: AN: Explorando el presente esta obra. La editorial Seuil me habia pedido que escribiera un manual sobre el pensamiento politico moderno. Acepté la invita- cién y redacté un borrador detallado para una obra sobre el con- cepto moderno de soberanta. De la noche a la mafiana, sin embar- go, la coleccién en la cual el manual debia publicarse fue cancelada y el proyecto se fue al traste. En cierto modo, Ivzperio surgié del borrador que habia escrito para aquel manual Esto explica el porqué Inzperio a menude se lee como una visi6n de conjunto pedagégica 0, en todo caso, como un texto que res- ponde a una voluntad pedagégica. Asi es aunque sdlo en el caso de las primeras partes del libro, es decir, las partes histéricas. No obstante, hubo otro hecho, que nos motivo a escribir I7zperio y que inspirdé las partes tercera y cuarta del libro. Fueron una serie de debates que se llevaron a cabo en las paginas de la revista Futur Antérieur sobre la globalizacién tras la caida del Muro de Berlin y la primera guerra de Iraq.’ En el curso de nuestra participaci6n en estos debates empezamos, con Mi- chael, a formular lo que después se iba a convertir en la hipotesi central de I7perio, y también fue en el curso de estos debates cuando llegamos a la conclusién de que necesitabamos elaborar y refinar por escrito esta hipstesis. Mas que formular una hipotesis, de entrada nos planteamos simplemente una pregunta: ¢qué ca- racter tiene la unificacién global emergente que se corresponde con y es avalada por la unilateralidad norteamericana? Por eso era esencial que comprendiéraimos el pape! que otras fuerzas capita- listas —como Europa o Jap6n— estaban desempefiando en ese proceso de unificacién. En particular, una de las cuestiones que mas se debatieron en Futur Antérieur fue la tremenda guerra co- mercial entre Estados Unidos y Japé6n que se prolongé a lo largo de las décadas de 1980 y 1990, en gran parte debido a los diferen- tes niveles de desarrollo de las industrias electrénicas de estos dos paises. En definitiva hubo un momento en que todo parecia indi- car que Jap6n estaba a punto de ganar aquella guerra. Y, sin em- bargo, incluso en aquellos momentos, no dejamos de sostener que Estados Unidos finalmente ganaria aquella guerra porque el nivel de desarrollo social de las tecnologias en cuesti6n se hallaba infi- | i rere NG ec em Et Acerca de Imperio 87 nitamente mas avanzado en Estados Unidos. Y estabamos en lo cierto. cc: Con esto estés apuntando que el nivel de desarrollo social — on contraposicién al desarrollo mas especificamente técnico 0 cientifi co— de una industria o de una tecnologia determinadas es lo que produce valor. Dicho con otras palabras, que aquello que produce finalmente valor son siempre las relaciones sociales, es decir, los modos de organizacién social y cooperacin, y no la tecnologia per se; y, sobre todo, que la tecnologia es secundaria respecto a deter- minadas relaciones sociales de las que es expresién. En definitiva, lo social siempre va primero, algo que Marx dijo desde el principio. AN: Si, estoy de acuerdo. La raz6n por la que a veces parecia que Japon habia ganado esa confrontacién era que las empresas ja- ponesas centraban todos sus esfuerzos en los medios tecnoldgi- cos de produccion, que, a menudo, son muy visibles y tangibles, y que, ademas, despiertan mucha atencién en los medios de comu- nicacion. cc: Mientras que la determinacion social de la tecnologia y, mas en general, los medios sociales de produccién son més dificiles de detectar, describir y analizar. AN: Precisamente, basandonos en los medios sociales de produccién Hegamos a estar convencidos de que Estados Unidos iba a vencer. En ningdn otro lugar, la figura del trabajador social y el papel del trabajo inmaterial se hallan mds desarrollados y son mas producti- vos. Esta intuicién esencial fue la que nos sirvid de punto de par- tida para los argumentos que expusimos en Imperio. cc: Hay una continuidad fundamental, por tanto, entre los argumen- tos que desarrollaste con Michael en Inzperio y las hipétesis relati vas al momento de subsuncién de la sociedad por el capital, hipo- tesis que vosotros y otros habiais estado elaborando y refinando desde finales de los atios sesenta. De hecho, la intuicién que era el nicleo de los argumentos de Inzperio, a saber, que Estados Unidos finalmente ganaria a Jap6n, era la confirmaci6n final de aquellas hipétes: AN: En efecto, pero si hubo continuidad entre Imperio y las hipotesis sobre la subsuncion real, y si la intuicién sobre las relaciones entre

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