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INTRODUCCIÓN

Si como todo parece indicarlo, la crisis ecológica es una crisis de civilización, ¿dónde
están los movimientos políticos del ambientalismo capaces de formular y llevar a la
práctica una alternativa civilizadora? Teniendo como contexto la realidad de
Latinoamérica, este ensayo arriesga y explora dos tesis en relación a esta crucial
pregunta.

La primera tesis sostiene que los verdaderos focos de radicalidad civilizadora se


encuentran en aquellos enclaves del planeta donde la civilización occidental (urbana,
industrial y eurocéntrica) no pudo o no ha podido aun imponer y extender sus valores,
prácticas, empresas, y acciones de modernidad y supuesto progreso. Estos enclaves
coinciden con aquellas regiones del orbe donde aun persisten formas contemporáneas
de estirpe no-occidental derivadas de procesos civilizatorios de carácter histórico. Se
trata de enclaves predominante, aunque no exclusivamente rurales, de países como
India, China, Egipto, Indonesia, Perú o México, en donde la presencia de diversos
pueblos indígenas (campesinos y artesanales) confirma la presencia de modelos
civilizadores distintos a los que se originaron en Europa. Estos, por supuesto, no
constituyen arcaísmos inmaculados, sino síntesis contemporáneas de los diversos
encuentros que han tenido lugar en los últimos siglos entre la fuerza expansiva de
Occidente y las fuerzas de resistencia de los que Eric Wolf ha llamdo "los pueblos sin
historia" (Wolf, 1982).

La segunda tesis afirma que las actuales luchas por la naturaleza no tienen solución
de continuidad mas que transformando el discurso y la acción del movimiento
ambientalista (cuyo orígen se encuentra en los países industriales), en una verdadera
ecología política. Ello implica una ampliación del "punto focal" del movimiento
ambientalista mundial de las áreas urbanas e industriales de los países centrales a las
áreas rurales de los países periféricos o del Tercer Mundo. Este fenómeno, que parece
estar ya teniendo lugar, ha sido promovido por dos procesos: el descubrimiento realizado
desde la academia de que lo fenómenos mas agudos de deterioro ecológico están en el
Tercero, no en el Primer Mundo, y la lenta pero inexorable apropiación de la perspectiva
ambientalista en los movimientos populares y de base de las áreas rurales y semirurales
de los países periféricos. Solo así, parecería que el ecologismo puede dar lugar a una
nueva filosofía política y, en consecuencia, a una nueva ideología. Ello significa retomar
en una nueva síntesis la herencia dejada por el liberalismo y el socialismo, que son las
dos principales tradiciones del pensamiento político de Occidente, con el naturalismo no
occidental que sigue impregnando la vida cotidiana de los "pueblos sin historia".
ECOLOGÍA
La ecología es la ciencia biológica encargada de estudiar la relación de los seres vivos
con su ambiente en condiciones naturales. También es el estudio de las relaciones
mutuas de los organismos con su medio ambiente físico y biótico. Este término está
ahora mucho más en la conciencia del público porque los seres humanos comienzan a
percatarse de algunas malas prácticas ecológicas de la humanidad en el pasado y en la
actualidad.
La ecología se ocupa del estudio científico de las interrelaciones entre los organismos y
sus ambientes, y por tanto de los factores físicos y biológicos que influyen en estas
relaciones y son influidos por ellas. Pero las relaciones entre los organismos y sus
ambientes no son sino el resultado de la selección natural, de lo cual se desprende que
todos los fenómenos ecológicos tienen una explicación evolutiva.
Es importante que todos conozcamos y apreciemos los principios de este aspecto de la
biología, para que podamos formarnos una opinión inteligente sobre temas como
contaminación con insecticidas, detergentes, mercurio, eliminación de desechos, presas
para generación de energía eléctrica, y sus defectos sobre la humanidad, sobre la
civilización humana y sobre el mundo en que vivimos.
LOS SISTEMAS ECOLOGICOS
De acuerdo a los puntos que estudia la ecología, existen diversos aspectos que afectan a
los seres vivos y entre ellos están:
Factores abióticos.- Son aquellas características físicas o químicas que afectan a los
organismos.
Dentro de los factores abióticos tenemos tres grandes números:
Factores de clima o climáticos, entre ellos están la temperatura, humedad, viento, altitud
y latitud.
Temperatura.- En la atmósfera ocurren cambios debido a la interacción, en especial la
temperatura depende de la energía calorífica proporcionada por la luz del sol
generalmente; las zonas con temperatura más baja, donde se recibe menor radiación del
sol, tal es el caso de los polos. Finalmente la temperatura es un factor que limita la
distribución de las diferentes especies de seres vivos.
Luz.- Es la principal fuente de energía que mantiene directa e indirectamente a los
ecosistemas, es indispensable para que se realice la fotosíntesis y con la cual se inicia el
flujo de energía en el ecosistema.
Humedad.- Cantidad de agua contenida en la atmósfera, nos indica que tipo de
organismos pueden habitar en los ecosistemas.
Viento.- De acuerdo a las corrientes de viento que existen en la atmósfera, están
determinadas la temperatura, humedad y otras características abióticas del ecosistema y
por lo tanto la distribución de los seres vivos.
Altitud.- Es cualquier altura tomando como base el nivel del mar.
Latitud.- Cualquier medida tomada a partir de cualquier latitud N y S, ambas medidas
tomadas a partir del Ecuador.
Factores de Agua.- De acuerdo a las características físicas del agua, como el estado en
que se encuentra el agua (sólida, líquida y gaseosa), así como su composición química
(cantidad de sal mineral, etc.), van a determinar que tipos de organismos habitan en otro
sistema.
Factores del suelo o estados físicos.
Factores bióticos.- Son aquellos en donde intervienen las relaciones que existen entre
los organismos, o bien, individuos de la misma especie o de diferente especie.
Relaciones Intraespecíficas.- Se presenta entre individuos de la misma especie,
podemos citar a las siguientes: Asociación, cuando algunos animales buscan formar
grupos, ya sea para alimentarse, defenderse o para emigrar se forman asociaciones.
Sociedad o Sociedades.- Tipo de agrupación que consiste en la asociación, división del
trabajo y en la jerarquización de los individuos de la sociedad. En la sociedad cada
individuo realiza un trabajo específico, ejemplo: abejas, hay una reina, zánganos y
obreras.
Colonia.- Tipo de asociación formada por organismos cuyos cuerpos se hayan unidos
entre sí, ejemplo, corales.
Factores Interespecíficos.- Cuando miembros de diferentes especies viven juntos, ya
sea en forma temporal o permanente. Se dice que viven en simbiosis. Tenemos como
ejemplos:
• Comensalismo.- Tipo de relación interespecífica en donde una de las especies se
beneficia en la relación. (rémora-tiburón).
• Mutualismo.- Tipo de relación en donde ambas especies viven juntas y salen
beneficiadas. (líquen, alga-hongo).
• Parasitismo.- Tipo de relación interespecífica en donde una de las especies
perjudica a la otro, en algunas ocasiones causándole hasta le muerte. (Amibas,
paludismo, cólera, enfermedades producidas por los hongos, micosis).
ECOLOGÍA Y CIVILIZACIÓN

También se conoce, desde hace ya bastante tiempo, que en la naturaleza todos los
procesos que tiene lugar están en una interdependencia dialéctica tal (equilibrio
dinámico) que muchas veces cuando de alguna manera sufre, aunque solo sea, una
pequeña modificación o alteración uno de esos procesos, inmediatamente después (a
mediano o corto plazo) repercute o se ve reflejado, de alguna forma, en los otros
procesos; provocando alteraciones tales que la mar de las veces constituyen vehículos
provocadores de mayores o menores tragedias para el género humano.

Son incontables en la historia de la humanidad los ejemplos que demuestran que


pequeñas alteraciones climáticas tuvieron una incidencia negativa sobre nuestra
civilización, de ello dan fe las numerosas investigaciones realizadas por científicos-
historiadores en todo el mundo que han puesto al descubierto los nexos
incuestionables clima-civilización de que fueron portadores de muchos eventos y
fenómenos sociales o históricos.

En primer lugar demuestran hasta qué punto depende nuestra civilización de unas
condiciones climáticas estables como las que hemos disfrutado durante la mayor parte
de los últimos diez mil años. En segundo lugar, ponen de manifiesto que las tragedias
que asolan una zona del mundo pueden haber sido causadas por los cambios
climáticos originados en otro lugar completamente distinto. Y por último, indican cuáles
podrían ser las devastadoras consecuencias de un cambio comparativo grande, y
repentino provocado por el hombre en el sistema climático global.

El emperador, afirma Panku, levantó la prohibición que castigaba la venta de niños.

En la actualidad el grado de incidencia del hombre sobre el medio ambiente es tan


vasto y alarmante que ya casi la totalidad de la comunidad científica afirma que el
planeta puede autodestruirse sin hacer uso siquiera de los enormes arsenales
nucleares almacenados.

Los científicos pronostican todo tipo de desastre ecológico: inundaciones,


emigraciones masivas y un largo etcétera.

A manera de ejemplo y para que se tenga una idea del peligro que representan (para
nosotros mismos) nuestros actuales hábitos y modus vivendis, diremos que la
cantidad absoluta de la energía disipada a la biósfera en el proceso de la actividad del
hombre ha alcanzado una magnitud comparada con la energía de algunos procesos
naturales. La contaminación calorífica (térmica) de la superficie del planeta, que es
producto de la quema de los combustibles, constituye más de 9,5 erg/s.cm2, lo que es
bien comparable con el consumo de la energía para los procesos de erosión
atmosféricas (0,3-19,5 erg/s.cm2) y sobrepasa la transmisión de energía producto del
volcanismo (1 erg/s.cm2).

Pero si la producción de calor alcanza el 10% de la cantidad de la energía solar


absorbida por la superficie de la Tierra, el promedio de la temperatura de la superficie
terrestre y del océano, según cálculos, puede subir a siete grados centígrados.

Si hacemos un balance retrospectivo nos daremos perfecta cuenta de que en el


pasado, muchas veces, ciertos móviles políticos y poco sabias actitudes
gubernamentales, han propiciado la crisis medio ambiental actual en todo el mundo. Al
presente esos mismos móviles y actitudes (en muchos casos) obstaculizan y refrenan
las soluciones acertadas. Por eso la humanidad está urgida de cambios radicales en la
manera de pensar y relacionarse con el entorno, de todos los niveles y estratos de
cualquier sociedad; desde el ciudadano corriente hasta la más alta personalidad
política.

En tal sentido la Cumbre de Río, además de reunir a toda la comunidad mundial por
primera vez, señaló el surgimiento de lo que muchos llaman el «Principio Organizativo
Central» de la postguerra fría, es decir, la protección del ecosistema planetario
fomentando el progreso económico o dicho con otras palabras, la búsqueda creativa
de vías más racionales encaminadas a conciliar los imperativos del progreso
económico con las necesidades del medio ambiente.

En la actualidad, por suerte, cada vez son más las personas en todo el mundo que
comprenden que los recursos de los ecosistemas terrestres no son inagotables y que
si no aprendemos, si persistimos en nuestra insensata y obstinada ignorancia de los
poderosos cambios que estamos poniendo en marcha, podremos dejar, a la larga,
poco más de un misterio que alguna nueva comunidad humana futura tratará de
explicarse, preguntándose qué le ocurrió a la antigua civilización que construyó, hace
mucho tiempo, tan magníficas estructuras de hormigón, acero y plástico.
La crisis ecológica como crisis de civilización

A la par que otros estudiosos, he desarrollado la idea de que la crisis ecológica es una
crisis de civilización (Toledo, 1992a). La demostración parte del hecho de que por debajo
de las diferencias de los sistemas sociales, subyace un conjunto de similitudes
megaestructurales en el reticulado de las sociedades industriales contemporáneas, una
suerte de "modelo supremo" el cual todas las naciones en "vías de desarrollo" son
forzadas a imitar a través de un sinfín de mecanismos de lo que podríamos llamar la
inercia global impuesta por Occidente. Esto, se ha vuelto más obvio por los cambios
sociales que han acabado por disolver el espejismo creado por el conjunto de países
industriales con "socialismos realmente existentesPor ello, muy lejos de lo que suele
pensarse, la crisis ecológica del planeta no logrará resolverse mediante un simple pase
de nuevas tecnologías, audaces acuerdos internacionales, o aun un reajuste en los
patrones de producción y consumo. La nueva crisis global penetra y sacude todos y cada
uno de los fundamentos sobre los que se asienta la actual civilización y exige una re-
configuración radical del modelo civilizatorio.

Aunque nos vemos limitados por razones de espacio al mero enunciado de lo que
podríamos llamar los "siete pecados capitales de la civilización moderna u occidental",
estos conforman bastiones que una nueva crítica tendrá que demoler, y de cuyos
escombros deberán surgir nuevas propuestas. Me parece que la resolución de la crisis
del planeta debe considerar por lo menos los siguientes siete rasgos mega estructurales
de las sociedades contemporáneas: su carácter homogeneizante, su tendencia a la
centralización del poder y de las decisiones, su obsesión especializadora y
megalomaníaca, el carácter depredador e ineficiente de sus sistemas productivos, y la
característica de su arreglo que muy a pesar de su democracia política es esencialmente
desigual en su acceso a los recursos que el planeta ofrece.
El papel del despotismo urbano-industrial

Lograda una cierta distancia, lo primero que se le aparece a un habitante de mundo


contemporáneo, es el de un todopoderoso sector urbano-industrial, esencialmente
depredador, erigido sobre las ruinas de las sociedades rurales (países y sectores) y
sobre las cenizas de una naturaleza avasallada.

La misma imagen en otra versión topológica muestra un sector central (urbano-industrial)


que explota la porción periférica (rural) del organismo social, el cual a su vez dilapida la
naturaleza que le rodea y que le sirve como fuente primigenia para su reproducción
material.

En su expansión, este modelo busca la integración y finalmente la dependencia de


todo los espacios sociales y naturales del planeta, para lo cual echa mano de una
fórmula secreta: la especialización (ecológica, productiva, conductual). Por tal motivo el
actual proceso civilizatorio es esencialmente homogeneizante y, por lo mismo, intolerante
a toda expresión de diversidad (genética, biológica, ecológica, cultural o de
comportamiento).

Bajo la oculta racionalidad de la civilización moderna todo aquello que tiende a volver
dependientes a los ciudadanos del mundo tiende a ser propiciado, estimulado y adoptado
por el conjunto social, de la misma manera que lo opuesto tiende a ser rechazado,
despreciado y finalmente eliminado.

Este quiebre de la autosuficiencia de los seres humanos, supone a su vez un


rompimiento con la naturaleza como fuente primaria de las necesidades materiales y
espirituales de las sociedades humanas.

Estos diseños "subversivos" tienen la extraña virtud de generar energía a pequeña


escala y teniendo como fuente recursos locales (libres o colectivos) no peligrosos (sol,
agua, viento, biomasa, desechos, etc

Y son estas nuevas modalidades tecnológicas las que acompañan las nuevas actitudes
respecto de las formas concretas de vida, y las que permiten generar formas
descentralizdas de poder político, tales como la capacidad autogestiva de individuos,
comunidades, barrios, municipios, regiones enteras.

Es en esta perspectiva que las comunidades rurales del Tercer Mundo, aparecen como
enclaves donde la producción y la reproducción de la vida social conlleva valores,
instituciones, formas de producir y de organización social, actitudes y cosmovisiones que,
situadas a distancia de Occidente, conforman bastiones de una enorme potencialidad
ideológica y práctica para el movimiento ambientalista.
Ecología y Civilización Latinoamericana

Latinoamérica: una aproximación ecológica

La región de América Latina (el Caribe incluído), que comprende hoy mas de treinta
países y ocupa una extensión de unos 20 millones de kilómteros cuadrados, es desde el
punto de vista ecológico, la porción mas húmeda del planeta, la que aloja las mayores
masas forestales, y la que encierra la mayor diversidad biológica del globo.

De manera paradójica, América Latina es al mismo tiempo, la porción que hoy en día
sufre los mas agudos procesos de deterioro ambiental y ecológico.

A ello debe agregarse la fuerte pérdida de suelos especialmente en la región Andina y en


las prociones montañosas de México y Centroamérica, la afectación de los ecosistemas
costeros (lagunas, manglares, arrecifes coralinos), el marcado deterioro de la calidad de
la vida urbana, la proliferación de substancias tóxicas de origen industrial y la pérdida de
biodiversidad como resultado de la contaminación acuática y la destrucción de los
habitats terrestres.

Frente a este panorama regional, ¿de qué manera ha reaccionado la sociedad


latinoamericana, es decir, como se ha estructurado el movimiento ambientalista
latinoamericano?

Los principales rasgos del ecologismo latinoamericano

Como sucedió en el resto del mundo, en Latinoamérica el ambientalismo apareció hacia


la década de los setentas, como un fenómeno urbano, ligado a los ciudadanos de las
clases media y alta, y fundamentalmente preocupado por los problemas de la
contaminación urbana e industrial. Así, el ambientalismo latinoamericano está
actualmente representado por una amalgama de movimientos que, como sus similares
del resto del planeta, son transclasistas y transectoriales (Leff, 1992). Este conjunto de
"múltiples verdes" (Gudynas, 1992), incluye conservacionistas de la naturaleza, anti-
nucleares (confinados a México, Argentina y Brasil), buscadores de nuevas tecnologías,
místicos, naturistas, luchadores contra la contaminación, neo-tecnólogos y los
autodenominados ecologistas.

El primer "aclimatamiento" que ha sufrido el ambientalismo de origen europeo y


norteamericano, en su adaptación a la realidad regional, se encuentra en la rápida
conexión que los ambientalistas latinoamericanos realizaron entre los problemas
ecológicos y los del desarrollo. "El ambientalismo latinoamericano- afirma Gudynas
(1992:106), tiene un contenido utopista que rechaza el paradigma del desarrollo actual,
pero también las visiones postmodernas ambiguas e individualistas. De esta manera el
ambientalismo critica la ideología dominante del crecimiento económico como motor del
progreso social, que no solo no ha aumentado la calidad de vida, sino que la ha reducido,
y a costa de un gran deterioro ambiental.

El subdesarrollo pasa a ser también un problema ambiental, y la pobreza actual expresa


una larga historia donde la explotación del hombre está asociada a la depredación de la
naturaleza".
Ello cobra importancia en la perspectiva de la revolución conceptual que según Naredo
(1992) tiene lugar actualmente en el campo del conocimiento. La "preocupación
ambiental" no solo ha inducido el quiebre de las prisiones monodisciplinarias, dando lugar
a una corriente multidisciplinaria u holística (véanse las reflexiones reunidas en Leff,
1990), sino que ha motivado la creación de un conjunto de investigadores y técnicos
íntimamente ligados a los movimientos sociales defensores de la naturaleza.

Este fenómeno, puede confirmarse en la búsqueda de tecnologías alternativas para la


vivienda, el transporte o la energía, pero para el caso de Latinoamérica cobra especial
importancia en el manejo de los recursos naturales, esto es, en la producción rural
(agropecuaria, forestal y pesquera). El número de investigadores y técnicos que se
dedican a la investigación agro-ecológica, en íntima relación a los movimientos rurales,
se ha multiplicado de manera inusitada en los últimos años a lo largo y lo ancho de la
región (aunque con especial énfasis en países como Perú, Chile o México). Algo similar
puede afirmarse de la corriente etno-ecológica (y disciplinas afines), que busca la
comprensión de los sistemas campesinos e indígenas de apropiación de la naturaleza.

El tercer rasgo es de carácter plenamente político. A diferencia de lo que sucede en


Europa, los movimientos ambientalistas latinoamericanos no han derivado, en su devenir,
en partidos políticos.

En Brasil por ejemplo, el ensanchamiento político se dio a través de la multiplicación de


las organizaciones no-gubernamentales que llegaron a mas de 800 en 1992, agrupadas
temporalmente en redes o coordinadoras regionales y aun nacionales (como el Foro para
la reunión de Río 92), pero nunca dando lugar a un partido político (Viola, 1992). Aun la
existencia excepcional de partidos verdes o ecologistas ha sido de carácter espurio
(México) o efímero (Costa Rica).

¿Es que la transformación del polifacético movimiento ambientalista en un partido político


constituye un avance? La pregunta parece desencadenar diferentes respuestas (véanse
los análisis contenidos en Rüdig, 1990). Desde el ángulo de la institucionalidad, la
creación y el mantenimiento de partidos políticos verdes parecería un paso adelante y
una expresión indudable de madurez social y política.

Como contraparte, las recientes tendencias expresadas en las elecciones europeas


(especialmente en Francia, Italia y Alemania) indican que, contra lo esperado, los
espacios políticos dejados por el irremediable declive de los partidos de izquierda, no han
venido a ser ocupados por el ecologismo, sino por una renovada corriente de derecha,
nacionalista e individualista. Ante tal perspectiva, el ecologismo europeo parece
condenado a permanecer como una minoría mas durante el futuro próximo, un hecho
que parece confirmar la poca viabilidad de un movimiento contra-civilizador en el centro
mismo de la civilización que se cuestiona.
La ruralización del ecologismo latinoamericano

En íntima relación con los tres rasgos arriba señalados, aparece un cuarto atributo que
se descubre como un fenómeno cualitativamente nuevo. Se trata de la popularización del
movimiento ambientalista latinoamericano que es un encuentro con lo que sin duda es
una segunda vertiente de origen no-occcidental: los movimientos sociales agrarios de
campesinos, indígenas y pescadores (1). Esta irrupción de un ambientalismo popular o un
ecologismo de los pobres (Martinez-Alier, 1992), anticipado por pocos y apenas
recientemente reconocido (Toledo, 1992b), viene a inaugurar lo que seguramente será
un nuevo rumbo ideológico del ecologismo a nivel planetario. Ya algunos autores como
Mires (1992) hicieron notar la dificultad de separar en Latinoamérica (y esto resulta válido
para el resto de los países del Tercer Mundo), la cuestión ecológica de la cuestión
agraria y estas dos de la cuestión étnica.

En el Tercer Mundo, que son las porciones donde se concentran casi todos lo países con
la mayor riqueza bio-cultural del planeta, también se hallan las formas sociales menos
occidentalizadas de articulación con la naturaleza: las de las culturas indígenas. Visto
desde el ángulo contrario, también se revela algo similar: Es en estos enclaves donde se
mantienen aun los rasgos sociales y culturales de mayor contraste en relación a
Occidente. Frente a las "sociedades desorganizadas" de Occidente donde tiende a
prevalecer la desigualdad económica y el individualismo por sobre la solidaridad social y
la cooperación, las pequeñas comunidades rurales del Tercer Mundo se mantienen a
través de estructuras organizativas basadas en la reciprocidad social, el igualitarismo y la
participación colectiva.

Ello impide la "pérdida de control" de los seres humanos sobre su naturaleza, es decir
sobre su entorno, sus recursos y sus territorios, que es lo que ha sucedido a lo largo de
la historia del desarrollo industrial promovido por la civilización occidental (Olmedo,
1986).

Esta apreciación, que parece sacada de un cuento de hadas, cobra, sin embargo, una
vigencia concreta y actual en dos hechos: El reconocimiento de que en el Tercer Mundo
aun persiste una población campesina estimada hacia finales del siglo en 1,300 millones
de seres humanos (de los cuales alrededor de 500 pertenecen a alguna etnia indígena),
esto es, aproxidamente el 60% de la población rural de esos países; y la existencia de
este nuevo movimiento ambientalista en los diferentes espacios latinoamericanos. La
última parte de este ensayo, está dedicada a realizar dicho recuento, y a realizar algunas
reflexiones en torno a tales experiencias.

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