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Tidos aivaia 8S hae” Coleccién: Denare. so Coedicién de Ei PIAL itorial Complutense y el Centro de Investigaciones Sociolégicas (CIS) ‘Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproduccién, distribucidn, comunicacién piblica o transformacién de esta obra sélo puede ser realizada con la autorizacién expresa de sus titulares, salvo excepcidn prevista por la ley. Titulo Original: Social movements. An introduction. Second edition. All Rights Reserved. Authorised translation from the English language edition Publisher by Blackwell Publishing Limited. Responsibility for the accuracy of the translation rests solely with Centro de Investigaciones Sociolégicas (CIS) and Editorial Complutense, and is not the responsibility of Blackwell Publishing Limited. No part of this book may be reproduced in any form without the written permission of the original copyright holder, Blackwell Publishing Limited. © Donatella della Porta y Mario Diani © 2006 Blackwell Publishing Ltd © 2011 de la traduccion, presentaciin y epilogo Eduardo Romanos © 2011 by Centro de Investigaciones Socioligicas (CIS) Montalbin, 8, 28014 Madrid publicaciones@cis.es Catalogo de Publicaciones de la Admén. General del Estado hetp://publicacionesoficiales.boe.es © 2011 by Editorial Complutense, S. A. Donoso Cortés, 63 - 42 planta, 28015 Madrid. Tels.: 91 394 64 61/0, Fax: 91 394 64 58 ecsa@rect.uem.es ww w.editorialcomplutense.com Primera edie mbre de 2011 Imprime: NIPO CIS: 004-11-016 ISBN CIS: 978-84-7476-565-0 ISBN Editorial Complutense: 978-84-9938-106-0 Depésito legal: 2S El papel utilizado para la impresién de este libro es 100% reciclado y totalmente libre de eloro. Impreso en Espafia - Printed in Spain Indice 9 15 21 25 43 52 59 62 68 74 79 91 95 98 104 118 120 125 130 134 137 143 151 155 158 162 168 173 176 181 186 191 Presentaci6n de la edicién espafiola, por Eduardo Romanos Prefacio a la segunda edicién 1, EL ESTUDIO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES: PREGUNTAS RECURRENTESY RESPUESTAS (PARCIALMENTE) CAMBIANTES 1.1. Cuatro preguntas clave para el andllisis de los movimientos sociales 1.2. :Qué distingue a los movimientos sociales? 1.3. En este libro 2. CAMBIO SOCIALY MOVIMIENTOS SOCIALES 2.1. Estructura social, cleavages politicos y accién colectiva 2.2. Estados, mercados y movimientos sociales 2.3. Conocimiento, cultura y conflictos 2.4. Transformaciones estructurales, nuevos conflictos, nuevas clases 2.5. Resumen 3. LA DIMENSION SIMBOLICA DE LA ACCION COLECTIVA 3.1. Cultura y accién: el papel de los valores, 3.2. Cultura y ace’ n: la perspectiva cognitiva 3.3. Problemas y respuestas 3.4. Resumen 4, ACCION COLECTIVA E IDENTIDAD 4.1, ¢Cémo funciona la identidad? 4.2. Identidades maltiples 4.3. La identidad facilita la participacién? 4.4. Cémo se genera y se reproduce la identidad? 4.5. Resumen INDIVIDUOS, REDES Y PARTICIPACION Por qué la gente se involucra en la accién? El papel de las redes s redes? 6. MOVIMIENTOS SOCIALES Y ORGANIZACIONES 6.1, Dilemas organizativos de los movimientos sociales 6.2. Tipos de organizaciones de los movimientos sociales comp sal Presentaci6n de la edicién espafiola Todo libro tiene su historia. La de Los Movimientos Sociales se remonta a una conversacién mantenida por los autores en el otofio florentino de 1991 acerca de la posibilidad de escribir un texto general sobre los movimientos sociales y la oportuna solicitud, apenas tres meses después, de una prestigiosa editorial internacional en ciencias sociales en la misma direccién. ;Por qué un libro como éste y por qué en ese momento? El acereamiento que desde mediados de la década de 1980 se estaba produciendo en el rea de los movimientos sociales entre los estudiosos de Estados Unidos y Europa requeria de un libro que se aproximara al fendmeno desde una perspectiva integradora. :Por qué estos autores y no otros? Donatella della Porta y Mario Diani tenian, pese a su joven trayectoria (en aquella época se hallaban en el ecuador de los trein- ta), credenciales mas que suficientes para Hevar a buen puerto la empresa. Della Porta habia trabajado en algunos de los centros de investigaci6n mas importantes en el area, a uno y otro lado del Atlintico. Diani habja dado un primer paso en la direccién que luego habria de tomar el libro al revisar las definiciones de movimiento social hasta entonces disponibles y proponer un concepto sintético e integrador que superara las diferencias entre las diversas (Diani 1992). Los autores tardaron varios aiios en escribir el libro (primero aparecié en 1997 en italiano y un par de afios més tarde en inglés) pero el esfuerzo valié perspectivas tedric la pena porque su éxito hizo que pronto se convirtiera en “un clisico en los estudios de conjunto sobre esta disciplina” (Ibarra 2005: 99). La comunidad cientifica lo recibié con entusiasmo, destacando la exhaustividad de un texto (Sociology 2000, 34:3) que cubria “todos los aspectos del estudio de los movi mientos sociales” (Giugni 2000). En 2006, los autores publicaron una segunda edicién considerablemente revisada y actualizada con los retos planteados por una nueva ola de protesta que, como toda nueva ola, trajo consigo nuevas pers- pectivas y sensibilidades al estudio de los movimientos sociales. Esta edicién es la que ahora se traduce al espafiol.' De nuevo, las criticas fueron excelentes ndo una labor de actualizacién que no habia supuesto una merma de su capacidad explicativa; mas bien al contrario, se mantenfa como “una ex- plicacién extremadamente sofisticada y profundamente perspicaz de los mo- sociales” (Development and Change 2007, 38:4). Hoy por hoy sigue siendo una referencia obligada para los investigadores, ademas de una obra valoi vimientos 1. Ellibro ha sido traducido también al chino (2002), polaco (2008) y griego (2010). 9 DONATELLA DELLA PC AY MARIO DIANI imprescindible para los que buscan una primera aproximacién al fenémeno de los movimientos sociales.? Podriamos decir que Los Movimientos Sociales de della Porta y Diani es el primer escalén de una terna compuesta en el nivel intermedio por The Blackwell Companion to Social Movements (Snow, Soule y Kriesi 2004) y que pronto sera rematada por The Blackwell Encyclopedia of Social and Political Movements (Snow, della Porta, Klandermans y McAdam 2012). La escalera, conforme ascendemos, pierde en homogeneidad. $i bien se advierte una distribucién del trabajo en Los Movimientos Sociales, escrito no siempre a cuatro manos, el resultado ha sido un texto muy coherente y consistente, tanto en su forma como en su contenido, debido sin duda a las continuas d proceso de elaboracién, que contintian el didlogo mantenido entre los autores en anteriores proyectos (investigaciones empiricas sobre movimientos ccologistas y pacifistas). Como es obvio, dichas cualidades estén menos presentes en los 29 ca- pitulos que componen Companion, firmados por 41 autores, y todavia lo estarin menos en Encyclopedia; proyectos mucho mis plurales y con otros objetivos. todo caso, las diferencias redundan en una acusada complementariedad entre las tres obras, que forman por sf solas una excelente biblioteca sobre los movimien- scusiones y puestas en comin a lo largo del cn tos sociales. No obstante, las opiniones hasta ahora esgrimidas pueden no convencer a todos de la idoneidad de la presente edici6n. Ya existen unos cuantos textos in- troductorios y visiones de conjunto sobre los movimientos sociales traducidos al castellano 0 €: ritos directamente en este idioma. Entonces, gpor qué otro libro?, gera necesario traducirlo? Obviamente creemos que si. En nuestra opinién, el trabajo de della Porta y Diani destaca por vari En primer lugar, por la capacidad de sintesis con que se destila la evolucién de un campo de estudio que ha crecido exponencialmente en los iiltimos cuarenta vierten de que no se trata de un “estado de la cuestién”. Creemos que deberian decir que no ¢s s6lo un estado de la cuestién, porque el libro tiene otros méritos, pero también el de presentar, comparar y evaluar con habilida vimientos sociales. No esta todo lo publicado —un esfuerzo imposible, ademas de intitil— pero seguramente si lo mas importante, y no sdlo en inglés, ya que los autores se abren a otras literaturas ademas de la anglosajona. La traducci6n razone! afios. Los autores dy rigurosidad las aportaciones mas sobresalientes al estudio de los mo- no sélo permite al lector en espaiiol el acceso a una excelente introduccién a los movimientos sociales sino también a otros muchos trabajos esenciales para pro- fundizar en su estudio, varios de ellos producidos por los propios autores. Pero no se trata de una simple compendio bibliogrifico. Uno de sus méritos principales es la sistematizacién de todo un campo de conocimiento alrededor 2. Con la cautela siempre necesaria a la hora de evaluar datos bibliométricos, el libro ha recibido (hasta mayo de 2011) mas de 200 citas en el indice del ISI Web of Knowledge y més de 1.000 en Scholar Google. 10 LOS MOVIM SOCIALES: jefe de departamento y decano de facultad, con un puesto de Visiting Professor en el Departamento de Gobierno de la Universidad Strathclyde en Glasgow. Diani se formé en la Universidad de Mikin, donde se doctoré en 1987 (en un sobre programa conjunto con las universidades de Turin y Pavia) con una tesi el movimiento ecologista italiano y, en concreto, sobre convergencia en su seno entre una tendencia radical y de izquierdas y otra conservadora mis moderada. En Milan conocié a Alberto Melucci, cuyas ide: acerca de la identidad (como objeto de conflicto pero también como precondicin para la movilizacién) y de los pequefios grupos informales (como medio de vincular estructura y acciGn) se dejan sentir en su trabajo. entifica de D cuestionar fronteras y distinciones aparentemente rigidas al mismo tiempo que en la bitsque Vista en su conjunto, la produccién ni se caracteriza por avanza an verdadera a de sintesis efectivas y de conceptos que s mente operativos. Hoy en dia, es un reconocido experto en el anilisis y la teorfa de redes. Entre sus dltimos trabajos se cuentan investigaciones de corte mas em- pirico, centradas en el poder integrador de los vinculos de colaboracién estable- cidos entre asociaciones que acttian a nivel municipal (Baldassarri y Diani 2007) © en las variables relacionales que facilitaron la participacién en las protestas europeas contra la guerra de Irak en 2003 (Diani 2009), y discusiones mé ricas acerca de la relacién entre la investigacién en los movimientos sociales y el ted- enfoque analitico de redes (Diani 2011) 0 la teoria de las organizaciones (Diani cto 2012a). Actualmente, participa como co-investigador principal en un proy sobre las dinamicas de movimientos y de rede ociales financiado por el Social Sciences and Humanities Research Council de Canada y prepara una monografia que recoge su investigacién sobre man el “cemento” de la sociedad ci 2012b). Las tiltimas investigaciones de della Porta y Diani son una muestra de la a red de organizaciones ciudadanas que for- il en las ciudades de Bristol y Glasgow (Diani velocidad a la que avanza el campo de los movimientos sociales. El trayecto reco- rrido desde que el libro fue publicado en 2006 ha sido considerable. De ahi que hayamos credo conveniente intentar actualizar su contenido en esta edicién bajo la forma de un epilogo que incluye una revisién de (algunos de) los principales debates celebrados en el dltimo lustro y de (algunos de) los retos emergentes a los que tendran que hacer frente los investigadores en los proximos afios. Tratandose de una edicién publicada en Esp: a, el epilogo bosqueja, ademas, algunas ideas sobre el desarrollo de los movimientos sociales en este pais. No puedo terminar esta pr cntacién sin antes agradecer a los autores el entusiasmo con el que reci- bieron el proyecto y su permanente apoyo durante el proceso. Eduardo Romanos adrid, 31 de mayo de 2011 LA PORTAY MARIO DIAN! REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Bal arri, Delia y Diani, Mario 2007: The Integrative Power of Civic Networks. American Journal of Sociology, 113: 735-780. della Porta, Donatella 2008: The Protest on Unemployment: Forms and Opportunities. Mobilization, 13(3): 279-296. della Porta, Donatella 2009; Making the New Polis: The Practice of Deliberative Democracy in Social Forums. En Social Movements, Culture, and Protest, ed. Hank Johnston, 181-208, Farnham: Ashgate. della Porta, Donatella y Caiani, Manuela 2009: Social Movements and Europeanization. Oxford: Oxford University Press. della Porta, Donatella y , Gianni 2008: Voices of the Valley, Voices of the Straits: How Protest Creates Communities, New York: Berghahn Books. della Porta, Donatella, (ed.) 2007: The Global Justice Movement: Cross-National and ‘Transnational Perspectives. Boulder: Paradigm. Diani, Mario 1992: The Concept of Social Movement. Sociological Review, 40: 1-25. Diani, Mario 2009: The Structural Bases of Protest Events. Multiple Memberships and Networks in the February 15th 2003 Anti-war Demonstrations. Acta Sociologica, 5: 63-83 i, Mario 2011: Social Movements and Collective Action. En The Sage Handbook of Social Network Analysis, ed. Peter Carrington y John Scott. Londres: Sage. i, Mario 2012a: Organizational Fields in Social Movement Dynamics. En Advancements in Social Movement Research, cd. Bert Klandermans, Conny Roggeband y Jacqueline Van Stekelenburg. Minneapolis: University of Minnesota Press. Diani, Mario 2012b: The Cement of Civil Society: Civic Networks in Local Settings (en pre- paracién), Giugni, Marco 2000: Social Movements: An Introduction. Acta Sociologica, 43: 279-281. Ibarra, Pedro 2005: Manual de sociedad civil y movimientos sociales. Madrid: $ Snow, David A.,della Porta, Donatella, Klandermans, Bert y McAdam, Doug (eds) 2012: The Blackwell Encyclopedia of Social and Political Movements. Oxford: Blackwell. Snow, David A., Soule, Sarah A. y Kriesi, Hanspeter (eds) 2004: The Blackwell Companion 10 Social Movements, Malden, MA: Blackwell ntesis. MOVIMIENTC Prefacio a la segunda edicién Son muchas las cos s que han sucedido desde que aparecié la primera edicién de este libro en enero de 1999, Solo unos meses mas tarde, en noviembre de ese mismo afio, lo que acabaria convirtiéndose en “la batalla de Seattle” atrapé la atencién de la opinién pablica mundial, fijandose en el desafio que coaliciones de muy diversos actores sostenfan contra la globalizacién neoliberal y sus prin- cipales instituciones, como el Fondo Monetario Internacional y la Organizacién Mundial del Comercio. El neoliberalismo pas6 repentinamente de ser conside- rado el tinico camino posible para el desarrollo, bajo el dogma TINA (There Is No Alternative: No Hay Alternativa [al libre mercado]) y el llamado “consenso de Washington”, a convertirse en una opcién fuertemente contestada y cada vez més impopular. Eminentes financieros, economistas y policymakers se vieron en- frentados, junto a los lideres politicos, tanto de derecha como de izquierda, con la reivindicacién de que otro mundo era, de veras, posible. EI tiempo d importante fuerza politica bajo la forma de un/os movimiento/s por la justicia global activo/s en los cinco continentes. Nosotros asi lo pensamos, como tratare- silos tiltimos afios han visto cl surgimiento de una nueva ¢ mos de mostrar en este libro, pero podemos estar equivocados. Lo que sin duda es cierto es que en los iiltimos afios han aparecido una serie de nuevos problemas para los analistas de los movimientos sociales y, por ende, también para un libro como el nuestro. La primera edicién de Los Movimientos Sociales se apoyaba en gran medida en la experiencia de los “nuevos movimientos sociales”, es decir, los movimientos desarrollados a partir de finales de la década de 1960 en torno a cuestiones como los derechos de las mujeres, las relaciones de género, la preser- vacién medioambiental, la etnicidad y la emigracién, la paz y la solidaridad in- ternacionales, con una fuerte (y nueva) base social de clase media y una clara di- ferencia respecto de los modelos de accién colectiva obrera o nacionalista que les habjan precedido en la historia. Seguramente se pueden advertir continuidades entre esos movimientes y la actual ola de campaiias por una justicia global pero otros muchos indicadores sugicren que los patrones generales de accién colectiv activados durante la segunda son significativamente diferentes de aquellos a los que estabamos hasta ahora acostumbrados. Después de muchos afios “varad la acertada expresion de Leila Rupp y Verta Taylor, la clase obrera parece tornar con brio; en general, las moviliza por utili accién de ciones lideradas por los desposeidos (sean los trabajadores estadounidenses no cualificados con empleos precarios, las poblaciones afectadas por el hambre y la enfermedad en NATELLA DELLA PORTA Y MARIO DIAN! el oeste de Sudan o las comunidades locales amenazadas por la construccién de nuevas presas en la India) han atraido cada vez mas atencién y obtenido cada vez més visibilidad. Los derechos y las prestaciones sociales basicos parecen equili- brarse en el seno de las movilizaciones contempordneas con cuestiones mas pos! materialistas relacionadas con la calidad de vida y otras demandas del pasado reciente No es nuestra intencién discutir aqui si el olvido al que ha quedado relegada la accién colecti 1 contra la desigualdad social en las iiltimas décadas responde a su menor importancia 0 al descuido con que ha sido tratada por la mayorfa de los estudiosos de los movimientos sociales (ciertamente, no todos, como nos han lo recordando Colin Barrer o Paul Bagguley en el Reino Unido, o Judith Stepan-Norris, Maurice Zeitlin, Rick Fantasia, Kim Voss 0 Giovanni Arrighi en los Estados Unidos). En cualquier caso, lo importante para de Los Movimientos Sociales es que el contexto donde situamos nuestro trabajo resulta, después de s6lo cinco afios, muy diferente, Nuestra primera reaccién fue ver ‘sta nueva edicién cambiar la mayorfa de los ejemplos de accién colectiva con que se iniciaban los capitulos del libro. En la nueva edicién, estos ejemplos reflejan mayoritariamen- te conflictos 0 experiencias personales de activismo de alguna manera vinculados con campafias por una justicia global 0 movilizaciones de alcance transnacional. Adaptar nuestro marco conceptual ha sido, naturalmente, mucho més dificil. Al final, hemos optado por una soluci6n “minimalista”: en lugar de intentar formu- lar un enfoque radicalmente nuevo, inspirado en los nuevos fenémenos, hemos adas y, si es mostrado cémo categorias analiticas ya establecidas pueden ser utili preciso, modificadas para pensar los nuevos desarrollos. El éxito de nuestra empresa es obviamente una cuestién que deben © los lectores. Lo que no es dbice, sin embargo, para que, como es habitual, estemos en deuda con muchas personas que, de maneras diferentes, han hecho de este libro uno mejor de lo que hubiera sido sin ellas. En Blackwell, Susan Rabinowitz primero, y Ken Provencher después, han demostrado ser unos editores pacientes, ademas de un gran apoyo, y Hank Johnston nos ofrecié una revisin extremada- juar mente minuciosa y ttil de nuestro primer borrador. Tres colegas andnimos revi- saron nuestra propuesta para la segunda edicién y, de nuevo, nos dieron valiosos comentarios ideas. De entre los miembros de nuestro “circulo interior”, nos gustaria agradecer en primer lugar a Chuck Tilly por su incisiva valoraci6n eri- tica, Gracias también a Massimiliano Andretta, Delia Baldassarri, Colin Barker, Bob Edwards, Olivier Fillicule, Marco Giugni, Doug McAdam, John McCarthy, Hanspeter Kriesi, Lorenzo Mosca, Friedhelm Neidhardt, Alessandro Pizzorno, Chris Rootes, Dieter Rucht, David Snow y Sidney Tarrow. Finalmente, Christina Tischer ha demostrado ser una asistente muy segura con la bibliografia que apa- rece en el libro, y Sarah ‘Tarrow no ha dafiado un dpice su reconocida reputacién como espléndida correctora de los capitulos 2 y 7-9. 16 LOS MOVIM S SOCIALES AGRADECIMIENTOS Parte de las secciones 5.2 y 5.3 han aparecido previamenteen M. Diani, “Networks and Participation”, en The Blackwell Companion to Social Movements, editado por D. Snow, S. Soule y H. Kriesi (Oxford: Blackwell, 2004), pp. 339-359. La edi- torial i Mulino ha permitido muy ablemente la reproduccién de materiales que originalmente habjan aparecido en M. Biachi y M. Mormino, “Militanti di Se Stesse. II Movimento delle Donne a Milano”, en Altri Codici, editado por A. Melucci (Bologna: il Mulino, 1984), pp. 159-160 17 DONATELLA DELLA PORTAY MARIO DIAN comp sal 1. El estudio de los movimientos sociale: preguntas recurrentes y respuestas (parcialmente) cambiantes A finales de la década de 1960 el mundo parecfa estar sumido en profundas y draméticas transformaciones. En sentido revolucionario, llegaron a pensar algu- nos. Los movimientos antibelicistas y por los derechos civiles en Estados Unidos, la revuelta de mayo de 1968 en Francia, las protestas estudiantiles en Alemania, Reino Unido y México, las coaliciones de obreros y estudiantes en el “otofio liente” italiano, las movilizaciones a favor de la democracia en lugares tan distin- tos como el Madrid franquista y la Praga comunista, la extensidn de una corriente critica dentro del catoli mo desde Sudamérica hasta Roma, los primeros signos. ta y otro feminista que llegarfan a configurar la nueva politica de los afios setenta; todos estos fenémenos —y otros muchos— daban la de un movimiento ecologi impresién de que se estaban produciendo cambios profundos. Como resultado, el estudio de los movimientos sociales avanz6 a un ritmo sin precedentes, convirtiéndose en un importante campo de investigacién. Sia finales de la década de 1940 los criticos se lamentaban del “tosco nivel descriptive de co- nocimiento y de una ausencia relativa de teorfa” (Strauss 1947: 352) y en los afios sesenta se quejaban de cémo “en el estudio del cambio social se ha[bia] prestado relativamente poca atenci6n a los movimientos sociales” (Killian 1964: 426), a me- diados de los setenta la investigacién de la accién colectiva se consideraba “una de las dreas mas potentes en sociologia” (Marx y Wood 1975). A finales de los afios ochenta, los comentaristas reconocian que se habfa producido “una explosion de trabajos teéricos y empiri ncolectiva en cos sobre los movimientos sociales y la acci se también Rucht 1991a). Hoy en dia, el estudio de los movimientos sociales est4 fuertemente consol los tltimos diez aiios” (Morris y Herring 1987: 138: dado y sustentado en revistas, colecciones editoriales y asociaciones profesiona- les especializadas. La excitacién y el optimismo de los tumultuosos afios sesenta pueden quedar lejos, pero los acontecimientos sociales y politicos de las tiltimas cuatro décadas no han disminuido un Apice la relevancia y urgencia de las inves- tigaciones sobre el activismo de base. Al contrario, los movimientos sociales, las acciones de protesta y, en general, las organizaciones politicas al margen de los principales sindicatos y partidos politicos se han convertido en un componente de las democracias occidentales. Ya no es posible definir la politica de la protes- ta, el activismo y los desafios simbélicos como “no-convencionales”. Antes bien, parecen cada vez mas acertadas las referencias a un “sociedad de movimientos” (Neidhhardt y Rucht 2002; Melucci 1996; Meyer y Tarrow 1998b). NATELLA DELLA PORTA Y MARIO DIAN! Ciertamente, la intensidad de la accién colectiva ha fluctuado considera- blemente durante este tiltimo periodo, como también lo han hecho su nivel de radicalidad, politicos. Sin 1s formas especificas y su influencia en los procesos embargo, las predicciones que auguraban que la ola de protesta de finales de los aiios sesenta no duraria mucho tiempo y que, como si nada hubiera pasado, pronto se volveria a la politica del interés organizada de acuerdo a las divisiones politicas tradicionales, se han demostrado en buena medida errdneas. Aunque de manera desigual y con un abanico extremadamente diverso de metas y valo- res, en los tiltimos afios han seguido apareciendo diferentes formas de protesta (Kriesi ef al. 1995; Beissinger 2002; Titarenko, McCarthy, McPhail y Augustyn 2001; Smith y Johnston 2002; Fillicule y Bennani-Chraibi 2003; Giugni 2004). No sélo eso. A comienzos del nuevo milenio, y posiblemente por vez primera desde 1968, la ola de movilizacién que reivindica una global (a menudo identificada como movimiento por una justicia global) parece contar con potencial suficiente para convertirse en un desafio global y generalizado, zacién desde abajo combinando preocupaciones del movimiento obrero con otras de los nuevos mo- vimientos sociales como la ecologia y la igualdad de género (Arrighi, Hopkins y Wallerstein 1989; Fox y Brown 1998; Brecher, Costello y Smith 2000; Walton y Seddon 1994; Pianta 2001b; Wieviorka 2003; della Porta, Andretta, Mosca y Reiter 2005; Wood 2004; Tarrow 2005). En realidad, asociar expresiones como “movimiento por una justicia global” con una imagen de actores homogéneos y unitarios puede resultar engafioso. Las iniciativas contra la globalizacién neoliberal son, de hecho, muy heterogéneas y no siempre se presentan de manera interconectada. Se ocupan de una amplia gama de cuestion la deforestacidn, de los derechos humanos en paises en vias de desarrollo a las intervenciones militares de las potencias occidentales. Lo hacen, ademés, desde de a explotacién laboral infantil por las multinacionales a una pluralidad de puntos de vista y en una miriada de formas, desde conductas y expresiones individuales de desacuerdo a masivos acontecimientos colectivos. Dado que la mayoria de las investigaciones de quienes estudian los mo nien- tos sociales se centran en individuos, organizaciones o eventos —tratando, en el mejor de los casos, de captar su interdependencia mutua—, estudiar toda esta diversidad es una buena forma de ilustrar lo que realmente significa hacer “ané- lisis de movimientos sociales”. En primer lugar, la oposicién a la globalizaci6n neoliberal puede entenderse como un conjunto de individuos que expresan opiniones sobre ciertos temas, a favor 0 cn contra del cambio social. Seguramente la globalizacién ha generado miedos y esperanzas por igual, pero su proporcién se ha distribuido de forma desigual por los paises y las 4reas socioeconémicas. En repetidas ocasiones, los sondeos de opinién han puesto de manifiesto una difundida preocupacién por el impacto econémico y politico de la globalizacién en la vida de las personas. Aunque qui sea un fenémeno mis extendido en Europa oceidental que en 22 LOS MOVIM S SOCIALES Estados Unidos y otros lugares, sin lugar a dudas la globalizacién ocupa hoy en dia, y de manera muy intensa, el interés de la opinién publica a nivel global. (Inglehart 1999; Grand y Kull 2002; Noland 2004). Quienes la contemplan con escepticismo, y a menudo incluso con hostilidad, representan un sector diferen- ciado y sonoro de la opinién ptiblica. Sus visiones se forjan y refuerzan en el didlogo con un conjunto de creadores de opinidn y figuras piblicas prominentes que hablan de los costes y fallos de la globalizaciGn tanto desde una perspectiva nor/occidental como sur/oriental, como el escritor indio Arundhati Roy, el socis- logo filipino Walden Bello, el periodista australiano John Pilger o el economista y premio Nobel Josef Stieglitz. Libros como No Logo de Naomi Klein (1999) han t eguramente un yao por Silent Spring de Rachel Carson (1962) 0 el informe del Club de Roma Los limites del crecimiento (Meadows, Meadows, Randers y Behrens 1972) en la difusidn de la preocupacién ido s n: npacto similar al ale por el medioambiente en las décadas de 1960 y 1970. Las opiniones y preocupaciones individuales a menudo se transforman en formas de participacién politica y social. Las visiones del mundo y las conviccio- nes filosdfico-morales corren parejas a intentos individuales concretos de frenar el avance de las amenazas, reparar casos de injusticia y promover alternativas a la organizaci6n de la vida social y la actividad econémica. Una forma de abordar el examen del movimiento por una justicia global podria ser la de en centrarse en aquellos individuos que expresan de forma activa su oposicién al control neolibe- ral de las transformaciones globales. Los ciudadanos que participan en campafias contra la globalizacién neoliberal lo hacen recogiendo firmas para la cancelacién de la deuda de paises en vias de desarrollo o financiando actividades de organiza- ciones como ATTAC 0 Greenpeace; movilizandose pi de presas en la India o la deforestacién en Brasil o protestando contra la actuacién de la policfa en Génova en julio de 2001; intentando bloquear barcos exportado- frenar la construccién res de productos t6xicos a paises en desarrollo o trenes con cargamento militar para la preparacidn del ataque a Irak en 2003. Y, por otro lado, lo hacen también con acciones que afectan a los estilos de vida ind Jual y los comportamientos privados tanto o mas que a la esfera ptiblica. Occidente ha visto proliferar en los liltimos afios practicas y organizaciones a favor del comercio justo, mientras que, con el consumo de ciertos productos y la elecci6n de utilizar inicamente bancos con ciertos estandares morales y éticos, los individuos tratan de incidir sobre el equilibrio del poder econémico a gran escala (Micheletti, Follesdal y Stolle 2004; Forno y Cecearini 2006). Sin embargo, la antiglobalizacién dificilmente puede reducirse a un con- mientos similares. Mas all de las junto de individuos con visiones y compor caracteristicas individuales, resulta interesante detenerse en las propiedades de los acontecimientos que comportan interacciones conflictivas entre quienes de- tentan el poder y sus oponentes, asi como en aquellos otros en los que individuos izaciones identifican un motivo de encuentro para discutir estrategias, y org: LA PORTAY MARIO DIAN! construir plataformas o revisas sus planes. Los activistas por una justicia global se han mostrado particularmente habilidosos en la organizacién de eventos —o Ia interrupeién de los organizados por sus oponentes— con un fuerte impacto emocional tanto sobre la opinién publica como sobre los propios participantes. Ya antes de Seattle, los encuentros regulares de organismos internacionales ali- neados con la agenda neoliberal, como la OMC, el FMI, el Banco Mundial o el G8, habian ofrecido oportunidades para una cadena de multitudinarias manife taciones con una alta visibili n desbaratar las reunio- ad mediatica que intent nes y atraer la atencién de la gente hacia una agenda alternativa (Podobnik 2004). Acontecimientos promovidos por los activistas por una justicia global, sobre todo los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre y Mumbai, sus equivalentes euro- peos de Florencia (2001), Paris (2003) o Londres (2004) y los correspondientes encuentros en el Sur, como el Foro Social Africa en Bamako (Mali) en junio de 2002, confirman la vitalidad y fuerza de este “mo- vimiento de movimientos” (Pianta 2001a). El 15 de febrero de 2003 cientos de actos piblicos contra la guerra celebrados en todo el mundo generaron la que probablemente ha sido la mayor manifestacién coordinada de la historia, con millones de manifestantes tomando pacificamente las calles en los cinco conti- no, celcbrado por prime a Vez nentes (Walgrave y Rucht 2010). Saliéndonos del nivel global, los criticos de la globalizacién han promovido miles de actos que van desde encendidas manifes- taciones puiblicas hasta la redaccin de informes y la celebracién de rucdas de prensa, desde vigilias religiosas a la ocupaci6n de edificios militares. Celebrados en cualquier parte, a nivel nacional o muy local, esos actos corroboran igualmen te la existencia de un movimiento antiglobalizacién distintivo. Otras veces, lo que entendemos por “movimiento por una justicia global” remite sobre todo a las organizaciones preocupadas por ese tipo de cuestiones. La oposicién a la globalizacién neoliberal se ha desarrollado a partir de una amplia coalicién de organizaciones, normalmente de naturaleza transnacional (Bystydzienski y Schacht 2001; Bandy y Smith 2004). Algunas de ellas, segura- mente la mayoria, cuentan con un largo historial de activ smo politico y social repartido a lo largo y ancho del espectro politico. En las manifestaciones de Seattle, Génova y otras convocatorias similares participaron partidos politicos que no eran necesariamente de izquierda. También lo hicieron sindicatos, orga- nizaciones de agricultores, campesinos y otras ramas profesionales, organizacio- nes étnicas en representacién de poblaciones indigenas e inmigrantes, asociacio- nes de consumidores enfrentadas a las multinacionales, organizaciones religiosas y comunidades religiosas de ba ; grupos ccologistas; asociacione 5 de mujere: centros juveniles radicales auténomos (los “centri sociali” italianos); y otros. Pero la critica a la globalizacién neoliberal también ha generado organizaciones nue- vas y especificas, entre ellas ATTAC, que aboga por la llamada “tasa Tobin” para gravar fiscalmente los beneficios financieros del mercado internacional de valores; Accién Global de los Pueblos (People's Global Action), una coalic! 24 LOS MOVIM S SOCIALES cientos de grupos procedentes del Norte y del Surso Rete Lilliput, una red italia- na de grupos, asociaciones ¢ individuos activa en temdticas medioambientales, de comercio justo y justicia social. El papel de organizaciones no estrictamente poli- ticas merece comentario aparte. La difusién de prcticas de comercio justo se ha visto facilitada por la existencia en los paises occidentales de una extensa red de cooperativas y puntos de venta al por menor que intentan de alguna forma alean- necesidades zar un equilibrio entre una accién ptiblica éticamente enfocada y la del mercado. La reproducciGn de redes contraculturales que conectan activistas radicales en todo el mundo se ha visto a su vez facilitada por la existencia de cafés, librerias y centros socioculturales alternatives que ofrecen un punto de encuen- tro —yenoca Desde una perspectiva totalmente diferente, las redes de escuelas, mezquitas y otras instituciones islimicas que ofrecen una versi6n fundamenta pueden considerarse como proveedoras de una infraestructura organizativa para la difusién de una particular versin de oposicisn a Ia globalizacién occidental (Fillieule y Bennani-Chraibi 2003; Lubeck y Reifer 2004; Langman 2004). Sea cual sea su componente especifico, las organizaciones aseguran la continuidad siones de alojamiento—a gente identificada con el entorno radical. ista del Islam de la accién colectiva (en detrimento quizé del potencial para una participacién esponténea y directa) y aportan recursos y oportunidades para que la accién se intensifique cuando las segundas son mas favorables, asi como, también, para la creacién y reproduccién de lealtades ¢ identidades colectivas. Reconocida la importancia de las organizaciones dentro de los movimientos sociales, no debe- riame in embargo, identificar unos con otr: una justicia global se ha visto menos expuesto que otros a este problema, como por cjemplo cl movimiento ccologista, donde grandes organizaciones transna- cionales como Greenpeace, WWF 0 Amigos de la Tierra Internacional han ter- minado dominando la escena, quiz sin pretenderlo. Hoy por hoy, el movimiento por 1.4. CUATRO PREGUNTAS CLAVE PARA EL ANALISIS DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Como sugiere el ejemplo de las campa‘ias por una justicia global, el estudio de los movimientos sociales exige cuanto menos investigar varias de las dimensiones que acabamos de presentar, pero también, y mas importante atin, c6mo las ideas, Ios individuos, los acontecimientos y | nizaciones se conectan entre sf a tra- s oF; vés de amplios procesos de accién colectiva con cierta continuidad en el tiempo. Dada su complejidad y naturaleza multidimensional, no sorprende que los mo- vimientos sociales puedan abordarse desde preguntas intelectuales muy diversas. En este libro nos centraremos en cuatro amplios conjuntos de preguntas que in tentaremos relacionar con cuestiones teéricas y practicas més generales que han desde inspirado el andlisis de la accin politica militante y la resistencia cultu los afios sesenta del siglo pasado. NATELLA DELLA PORTA Y MARIO DIAN! formas de conflicto, lo que los obligo a encarar una serie de problemas. Las trans- formaciones sociales activadas tras la Segunda Guerra Mundial cuestionaban la centralidad del conflicto capital-trabajo. El mayor acceso a la educaci6n superior o la entrada masiva de la mujer al mercado de trabajo habian creado nuevas posibilidades estructurales para el conflicto ¢ incrementado la relevancia de otros criterios de estratifica i6n social, como las relaciones de género. De hecho, inclu- so el mas superficial de los observadores habria notado que en aquellos afios mu- chos de los actores involucrados en el conflicto (jvenes, mujeres, nuevos grupos profesionales) estaban s6lo parcialmente relacionados con los conflictos de clase que habjan vertebrado las luchas politicas de las sociedades industriales (Rokkan 1970; Tilly 2004a). No obstante, las interpretaciones marxistas vadas tinicamente por las dudas sobre la continuidad de la clase trabajadora en la sociedad post-industrial: su propia Iégica como modelo explicativo tamb: fue cuestionada. Los criticos rechazaron el elemento determinista de la tradici6n s no fueron soca- marxista, la conviecin de que la evolucién de los conflictos sociales y politicos esté fuertemente condicionada por el nivel de desarrollo de las fuerzas produc- tivas y por la dindmica de las relaciones de clase. Desmontaron igualmente la tendencia, particularmente arrai ada entre los marxistas ortodoxos, de negar la multiplicidad de intereses y los conflictos presentes en el seno de los movimientos ydeconstruir, en su lugar, extravagantes imagenes de movimientos como actores homogéneos con una elevada habilidad estratégica (véase, por ejemplo, Touraine 197, 1981). Por su parte, los estudi¢ os norteamericanos concibieron a menudo la accién colectiva como un comportamiento relacionado con las crisis. Una vez reduci- dos los fenémenos colectivos a una suma de comportamicntos individuales, las teorfas psicologicistas definieron los movimientos sociales como manifestacio- nes de sentimientos de privacién de algunos individuos en relacién con otros sujetos sociales, o de agresin, en este caso resultado de una amplia gama de expectativas frustradas, Fenémenos como el ascenso del nazismo, la guerra civil estadounidense o el movimiento de los negros norteamericanos, por citar sélo algunos ejemplos, fueron considerados como reacciones agresivas resultantes bien del rapido ¢ inesperado fin de un periodo de bienestar y expectativas cre- cientes a escala mundial, bien de mecanismos de inconsistencia de estatus (Davies 1969; Gurr 1970). Desde otro punto de vista, aunque de alguna forma compatible con el anterior, la aparicién del extremismo politico se vinculé al desarrollo de una sociedad de masas donde los lazos sociales integradores basados en la familia n fragmentado (Kornhauscr 1959; Gusficld 1963). El aislamiento y el desplazamiento producian individuos con menos recursos i telectuales, profesionales y/o politicos que eran particularmente vulnerables a la Hamada de movimientos antidemocriticos, de derechas o de izquierdas.! o la comunidad se habi 1. La importancia de las teorias de la frustracién y la privacién, a las que sélo haremos una breve referencia en este libro, ha decrecido desde los afos setenta, convirtiéndose en 27 DONATELLA DELLA PORTAY MARIO DIAN En cierta medida, estos problemas aparecen también en la versién mis famo- sa del enfoque estructural-funcionalista, la de Neil Smelser (1962), quien veia los movimientos sociales como efectos colaterales de transformaciones sociales des. bocadas. Segtin Smelser, en un sistema compuesto de subsistemas en equilibrio, cl comportamiento colectivo revelaba tensiones que los mecanismos homeosti- ticos reequilibradores no eran capaces de absorber a corto plazo. En un proceso de répidas y grandes transformaciones, el surgimiento de comportamientos co- lectivos —cultos religiosos, sociedades secretas, sectas politicas, utopias econdmi- cas— tenia un doble significado: por un lado, daba cuenta de la incapacidad de las instituciones y los mecanismos de control social para reproducir la cohesién soc al; por el otro, reflejaba los intentos de la soc is mediante el desarrollo de creencias compartidas sobre las que refundar los princip El valor afiadido del modelo del comportamiento colectivo de Smelser es la formulacién de seis pasos o elementos: la conductividad estructural, ise. cierta con- cdad por reaccionar ante situa- ciones de cris s de la solidaridad colectiva. figuracién de la estructura social que facilita 0 constrifie el surgimiento de tipos especificos de comportamiento colectivo; la tensién estructural, i.e., el hecho de que la colectividad experimente algunos rasgos del sistema social como fuente de tensiones y problemas; el crecimiento y difusién de creencias generalizadas, i.c., el surgimiento entre los actores sociales de interpretaciones compartidas so- bre su situacién y sus problemas; los fctores precipitantes, ic., sucesos limite que inducen a los actores a la acci6n; la movilizacién, i., actividades organizativas y ciones reale: de redes que transforman el potencial para la accién ena las ope- raciones de control social, i.e., la intervencién de las agencias de control social y otros actores en la evolucidn del comportamiento colectivo y sus formas (Smelser 1962; véase también Crossley 2002: cap. 2). Algunos analistas no dejar de considerar desafortunado el hecho de que el trabajo de Smelser haya terminado por asociarse estrechamente a la crisis del paradigma funcionalista, A pesar de los problemas, el suyo fue un intento impor- tante de conectar en un modelo integrado diferentes procesos que luego llegarian a ser tratados de forma separada y de dar unas bases firmes al anélisis de los movimientos sociales dentro del marco de la sociologia general (Crossley 2002: 53-5). Sin embargo, y dada la atmésfera cultural dominante en los afios poste- riores a su publicacién, la contribuci6n de Smelser ha venido a ser incluida en el extenso conjunto de enfoques que consideran a los movimientos sociales como simples respuestas reactivas a crisis sociales y el resultado de fallos en la integra- cién, at amos ahora qué criticas ndo con ello cl mismo tipo de criticas. Ve teorlas marginales en el andlisis de los movimientos sociales en las sociedades democra- ticas. Han mantenido, sin embargo, alguna importancia en andlisis comparativos y a gran escala del conflicto social (Gurr y Harff 1994) y en el analisis de la adhesion a movimientos no-democraticos (Anheier 2003). Para versiones mas recientes, véase Crossley (2002) y Buechler (2004). 28 LOS MOVIM| SOCIALES: han formulado a los enfoques marxista y funcionalista con relacién a las cuatro preguntas arriba identificadas. 1.1.1. gCrea el cambio social las condiciones para el surgimiento de nuevos movimientos sociales? Dada la importancia del marxismo en el debate intelectual curopeo no es sor- prendente que los cientificos sociales curopeos fircran los mis interesados en ex- plicar el ascenso de los movimientos de los afios sesenta y setenta del siglo xx desde una critica explicita a los modclos marxistas de interpretacién del conflicto social. La critica se dirigié tanto a las corrientes mas estructuralistas del pensa- miento marxista, que concebian el conflicto de clase como directamente derivado del modelo de produccién, como a aquellas interesadas en el proceso de forma- cién de la conciencia de clase (y de la clase en sf misma). Los estudiosos de los nuevos movimientos sociales no fueron sin duda los tinicos en darse cuenta de es- tos problemas. Quienes estudiaban el movimiento obrero observaron las mismas dificultades a la hora de explicar la formacién de un actor colectivo, desafiando con ello la idea de una transformacién practicamente automitica de las tensiones estructurales en comportamientos conscientes (Thompson 1963). Partiendo a menudo de planteamientos marxistas, analistas asociados con el Hamado enfoque de los “nuevos movimientos sociales” contribuyeron decidida- mente a la discusién de estas cuestiones desde una reflexién sobre la innovacién en las formas y los contenidos de los movimientos contemporineos. Coincidieron en afirmar que la relevancia de los conflictos de las clases industriales estaba decreciendo y que, de la misma manera, habia dejado de ser plausible la repre- sentacidn de los movimientos como sujetos basicamente homogéneos. Hubo, sin embargo, diferencias de énfasis en cuanto a la posibilidad de identificar un nuevo conflicto central que ocasiones como “postindustrial”, “postfordista”, “tecnocratica” 0 “progra acterizara al modelo de sociedad emergente, definida en Un influyente exponente del enfoque, Alain Touraine, fue el mas explicito en sostener esta posicién: “Los movimientos sociales no son el rechazo marginal del orden sino las fuerzas centrales que luchan entre si por el control de la auto- produccién de la sociedad y la accién de las clases por modelar la historicidad [esto ¢s, el sistema general de significado que fija las reglas dominantes en una sociedad” (Touraine 1981: 29). En la sociedad industrial, la clase dominante y la popular se oponen una a otra, como lo habian hecho en y mercantil, y como lo harin también, segtin Touraine, en la sociedad progra- mada, donde nuevas clases sociales suplantardn a la capitalista y a la trabajadora como actores centrales del conflicto.’ as sociedades agraria 2. Véase Scott (1990: esp. cap. 3) para una excelente sintesis de las principales posiciones desarrolladas en este enfoque durante su fase mas creativa. 3. Para diversas aplicaciones de la perspectiva en investigaciones empiricas sobre movi- LA PORTAY MARIO DIAN! El cambio de los movimientos de la sociedad industrial a los nuevos movi- mientos fue asimismo analizado en los afios ochenta por el socislogo aleman Claus Offe (1985). A su entender, los movimientos despliegan una critica meta- politica fundamental del orden social y de la democracia representativa al mismo tiempo que desafian, en aras de una democracia radical, presupuestos institucio- nales acerca de las formas convencionales de “hacer politica”. Entre las innova- ciones principales de los nuevos movimientos encontramos, en contraposicién al movimiento obrero, una ideologia critica con el modernismo y el progres: estructuras organizativas descentralizadas y participativas; la defensa de una so- lidaridad interpersonal contra las grandes burocracias; y la demanda de espacios auténomos por encima de ventajas materiale Otra de las aportaciones a la delimitacién de las caracteristicas de los nuevos movimientos de la sociedad programada provino de Alberto Melucci (1982, 1989, 1996). A partir de la imagen propuesta por Jiirgen Habermas de la colonizacién del mundo de la vida, Melucci describe la sociedad contemporinea como un conjunto de sistemas altamente diferenciados que invierten de forma creciente en la creacién de centros auténomos de accién al mismo tiempo que requicren una integracién mds estrecha y extienden el control sobre kas motivaciones de la accién humana. A su entender, los nuevos movimientos sociales tratan de oponerse a la intrusién del estado y el mercado en la vida social, reclamando el derecho de los individuos a definir sus identidades y a determinar su vida social y afectiva contra la omnipre- sente y completa manipulacién del sistema. A diferencia del movimiento obrero, los nuevos movimientos. ociales no se limitaron, segtin Melucci, a las ganancias de tipo material, sino que desafiaron las, por otra parte difusas, nociones de politica y sociedad en si mismas. Estos nuevos actores no pedian una mayor intervencién del estado para garantizar la seguridad y el bienestar sino que se enfrentaban, sobre todo, a la expansién de la intervencién politico-administrativa en la vida cotidiana al mismo tiempo que defendian Ia autonomia personal. No seria justo, sin embargo, hablar del enfoque de los nuevos movimientos sociales sin reconocer las modificaciones que sus principales defensores hi nveni do formulando a lo largo del tiempo. Ya a finales de los afios ochenta Offe (1990) reconocié la influencia de la accidn politica al viejo estilo en las practicas de los movimientos. Melucci fue concentrandose progresivamente en los mecanismos merced a los cuales se producen y transforman en el tiempo determinadas repre- sentaciones del mundo y de las identidades individuales y colectivas (1989; sobre este punto, véase Bartholomew y Mayer 1992). Incluso Ilegé a tachar de anticua- do o irrel sobre la novedad de los movimientos contemporaneos. (véase, por ejemplo, Melucci 1994). En todo caso, esta perspectiva presents, y presenta todavia, diversos méritos. ante cl debate El primero, colocar el foco de atencién en los determinantes estructurales de la mientos contempordneos, véase Touraine, Hegedus, Dubet y Wieviorka (1981, 1983);Touraine, Hegedus, Wieviorka y Strzelecki (1983). 30 LOS MOVIM S SOCIALES surgimiento de los movimientos sociales urbanos al subrayar la importancia de los procesos de consumo (en particular del consumo colectivo de servicios y bienes ptiblicos) en las relaciones de clase, d splazando con ello el foco de los anéllisis de clase desde las relaciones capitalistas en el lugar de trabajo a las rela- ciones sociales en el entorno urbano (Castells 1983). Mas tarde, Castells vinculé la creciente relevancia de los conflictos identitarios, tanto en Occidente —p. ej. el movimiento de mujeres— como en el Sur —p. ¢}., zapatistas, fundamentalis- mos religiosos, ete.— con el surgimiento de una “sociedad red” donde las nuevas tecnologias de la informacién desempefian un papel esencial. Otro esfuerzo también original por vincular el andlisis estructural y el anali- sis de los movimientos sociales ha pirado por el socidlogo francés Pi Bourdieu. Investigadores interesados en el andlisis de los habitos culturales (0 de las predisposiciones culturales producidas en los procesos de socializacién) y sus determinantes estructurales han utilizado los planteamientos de Bourdieu para explorar casos particulares de conflictos politicos, subrayando sus significa- dos culturales dentro de los campos especificos de pertenencia de los individuos. Trascendiendo los intereses econémicos, algunos han explicado asi el activismo en los movimientos sociales como un fendmeno motivado por necesidades y de- soc sido el ins erre ali: seos que derivan de valores y normas tipicas de culturas especificas (0 campos especificos). En este sentido, se podria decir que la accién no es racional, pero si razonable (Bourdieu 1980: 85-86; Eckstein 2001; Sommier 2003). Desde un punto de vista diferente, y en referencia explicita a la teoria general @ la Smelser, Crossley (2002) ha utilizado los conceptos centrales de Bourdieu de habitus, e tructura y agencia (agency) para proponer un nuevo modelo teérico capaz de in- tegrar ideas planteadas por los enfoques curopeos y americanos a lo largo de los afios. Su desarrollo ha corrido parejo a otros trabajos tedricos dentro del marco mds amplio de la teoria de la estructuracién (Sewell 1992; Livesay 2002). Una critica importante a la teorfa de los nuevos movimientos sociales radica en el uso que hace, como caracteristicas fundacionales, de ciertos rasgos no ne- cesaria mente nuevos y, ademas, dificilmente generalizables, como el origen de clase media de los activistas 0 la existencia de formas organizativas poco estruc- turadas (D’Anieri, Ernst y Kier 1990; Calhoun 1993; Rootes 1992; Riidig 1990; Koopmans 1995; Tarrow 1994; della Porta 1996a: cap. 1). Se ha reprochado igual- mente a los enfoques estructurales su falta de precision a la hora de coneretar los mecanismos que llevan de la tensi6n estructural a la a critica no es aplicable al trabajo de Melucei y s6lo parcialmente al de Touraine, mientras que seguramente si que cs apropiada para Offe y Castells o los teéricos del ccién. Para ser justos, esta stema mundo, centrados de manera inequivoca en procesos alejados de los niveles micro o meso. En todo caso, los enfoques presentados hasta el momento deben ser considerados antes que nada como teorias del conflict social y, mas especificamente, del impacto de las transformaciones estructurales en el objeto y las formas del conflicto. Como también es justo decir que otras tradiciones in- 32 LOS MOVIM S SOCIALES normal funcionamiento de la sociedad y expresién al mismo tiempo de un pro- ceso mas amplio de transformacién.> Con races en el interaccionismo simbélico, la escuela contempordnea del comportamiento colectivo destaca la importancia de los significados que los ac- nto menos estructur: estén las les; tores atribuyen a las estructuras soci situaciones que los individuos afrontan, mas relevancia parece tener este a pecto. Cuando los sistemas de significado existentes no constituyen una base suficiente para la acci6n social surgen nuevas normas que definen la situacién 259). Como activi- como injusta y justifican la accién (Turner y Killian 1987: dad nacida fuera de las definiciones sociales preestablecidas, el comportamiento alli de las normas y las relaciones sociales existentes. El colectivo se sittia m estudio del comportamiento colectivo se centra asf en la transformacién de los comportamicntos institucionales a través de la accién de definiciones normati vas emergentes, Estas definiciones surgen cuando la estructura normativa tra- dicional entra en conflicto con una situacién que evoluciona en el tiempo.’ El cambio se concibe entonces como parte del funcionamiento fisiolégico del siste- ma: los movimientos sociales se acompaiian del surgimiento de nuevas reglas y y representan intentos de transformar las ya existentes. La génesis de los movimientos sociales se sittia en la coexistencia de sis mas de valores contrapuestos y de grupos en mutuo conflicto, lo cual, por otra parte, se considera un rasgo caracteristico de la vida social (Killian 1964: 433). Los cambios en la estructura social y el orden normativo se interpretan como derivaciones de un proceso de evolucién cultural a través del cual nuevas ideas afloran en la mente de los individuos. Cuando las normas tradicionales no son capaces de proporcionar una estructura satisfactoria para su comportamiento, cl individuo se ve forzado a desafiar el orden social mediante diversas formas de disconformidad. Un movimiento social se extiende al hacerlo un sentimiento de desafeccién hacia unas instituciones que no son lo suficientemente flexibles como para ofrecer una respuesta. La sociologia de los movimientos sociales debe muchas de sus ideas a la es- cuela del comportamiento colectivo. Por primera vez, los movimientos colectivos 5. La atencién al vinculo entre el comportamiento colectivo y los indicadores de cambio social conecta esta perspectiva con la funcionalista, aunque su interpretacién sea dife- rente, Los procesos de cambio sefialados en el parrafo son considerados como condi ciones emergentes que alientan a los individuos a movilizarse, no para restablecer un equilibrio que ha sido perturbado sino para desarrollar nuevas formas de vida y nuevos tipos de relaciones sociales. 6. Blumer comenta: “La sociologia en general se interesa en estudiar el orden social y sus componentes (costumbres, reglas, instituciones, etc.) tal como son. El [enfoque del] comportamiento colectivo lo hace en estudiar la forma en la que el orden social deviene existente en el sentido de surgimiento y solidificacién de nuevas formas de comporta- miento colectivo” (Blumer 1951: 169). 7.Véase, por ejemplo, la investigacién de Gusfield (1963) sobre el movimiento prohibicio- nista considerado como un area de conflicto entre sistemas sociales, culturas y grupos de diferente estatus, 34 LOS MOVIM| Merece la pena deternerse en al menos dos problemas importantes que aque jan a la perspectiva del comportamiento colectivo. Por un lado, y como ya hemos mencionado, muchos estudiosos de la accién colectiva prestan poca atencién a las estrategias delibera s de organizaciGn. Por otro, a pesar de centrarse en el anali- sis empirico del comportamiento, a menudo se han limitado a una descripcisn de a realidad que, aunque detallada, desatiende los origenesestructurales de los con- flictos que posteriormente aparecen en determinados movimientos. Perspectivas organizativas como la teoria de la movilizacién de recursos se ocupan de las pe- culiaridades del primer problema, mientras que enfoques estructurales como el de los nuevos movimientos sociales abordan las del segundo. A continuacién, vamos a dirigir nuestra atencién a sus principios basicos de la primera. 1.1.8. 6Como es posible la accién colectiva? En abierto contraste con las conceptualizaciones de los movimientos sociales como fenémenos irracionales y fundamentalmente reactivos, en la década de 1970 algunos sociélogos americanos comenzaron a reflexionar sobre los proce- sos por medio de los cuales se movilizan los recursos necesarios para la accién colectiva, A su entender, los movimientos colectivos constituyen una extensién de las formas convencionales de la accién politica. Los actores se comprome- ten de manera racional de acuerdo con sus intereses; las organizaciones y los (entrepreneurs) cobran una singular relevancia movimientos “emprendedores” en la movilizacién de los recursos colectivos sobre los que se funda la accidn. Los movimientos, por consiguiente, forman parte del proceso politico normal. Enfatizando sus obstaculos externos ¢ incentives, muchas investigaciones han estudiado la variedad de recursos a movilizar, los vinculos que los movimientos sociales mantienen con sus aliados y las tacticas utilizadas por la sociedad para cuestiones bisicas controlar o incorporar la acci6n colectiva y sus resultados. planteadas en estas investigaciones remiten a la evaluacién de costes y beneficios de la participacién en las organizaciones de los movimientos sociales. n las primeras aportaciones a esta corriente, Mayer Zald (Zald y Ash 1966; McCarthy y Zald 1987a, 1987b), Anthony Oberschall (1973, 1980) y Charles Tilly (1978) definicron tencionadas y organizadas. Segiin esta perspe los movimientos sociales como acciones racionales, in- a, la accién colectiva deriva de tuna acumulacién de costes y beneficios influenciada por la presencia de recursos —en concreto, recursos organizativos— y las interacciones estratégicas necesa- rias para el desarrollo de un movimiento social. En una situacién histérica en la que se producen sentimientos de malestar, diferencias de opinisn, conflictos de intereses ¢ ideologias contrapuestas, el surgimiento de la acciGn colectiva no puede explicarse como simple resultado de esos elementos. No basta con des- cubrir la existencia de tensiones y conflictos estructurales: deben estudiarse las condiciones que permiten que el descontento se transforme en movilizacién. La 36 LOS MOVIM S SOCIALES

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