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Hallbame en Oxford el ao pasado mientras celebraba sus sesiones la

Asociacin britnica para el adelanto de la cultura, y entre los contados


estudiantes que an quedaban, top con un ingls, hombre de buen
entendimiento, de esos a quienes se les habla sin ambajes. Llevme por la
tarde al nuevo Museo, henchido de ejemplares curiosos; all se dan series de
lecciones, se prueban nuevos aparatos; las seoras asisten y se interesan por
los experimentos, y el ltimo da, llenas de entusiasmo, cantaron el God save
the queen. Admiraba yo aquel celo, aquella solidez mental, aquella
organizacin cientfica, aquellas subscripciones voluntarias, aquella aptitud
para la asociacin y el trabajo, aquel vasto mecanismo que tantos brazos
impulsan, tan adecuado para acumular, contrastar y clasificar los hechos. Y, sin
embargo, en medio de la abundancia not un vaco: al leer las reseas y actas,
parecironme las de un congreso fabril; tantos sabios reunidos slo para
verificar detalles y trocar frmulas! Crea yo escuchar a dos gerentes que
discuten el curtido de la suela o el tinte del algodn: faltaban las ideas
generales...

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