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Cuando el nio naci, como todo espartano, fue examinado.

Si hubiese nacido pequeo, raqutico, enfermizo o


deforme habra sido descartado. En cuanto pudo mantenerse en pie, fue bautizado en el noble arte del combate. Le
ensearon a no retirarse jams, a no rendirse jams. A que morir en el campo de batalla, al servicio de Esparta,
era la mayor gloria que poda alcanzar en vida. A los siete aos, como era costumbre en Esparta, el nio
fue apartado de su madre y sumergido en un mundo de violencia, un mundo respaldado durante 300 aos por una
sociedad de guerreros espartanos que forjaba a los mejores soldados que jams hayan existido. La Agog, como se
la conoce, obligaba al nio a luchar, a pasar hambre. Le obligaba a robar y, si era necesario, a matar. Castigado
a golpes de vara y ltigo, le ensearon a no mostrar dolor, ni piedad. Le ponan a prueba continuamente y le
abandonaban a su suerte. Dejaban que midiera su ingenio y determinacin con la furia de la naturaleza. Esa era su
iniciacin lejos de la civilizacin y volvera a su pueblo como espartano o no regresara.
El yelmo le asfixiaba, no le dejaba ver, y debe ver bien. El escudo le pesaba, le haca desequilibrarse, y su objetivo
est lejos.

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