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Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplic al guila la
levantase por los aires lo ms alto que pudiera. As lo hizo la reina de las aves,
remontando a la tortuga por encima de las nubes.
Al verse a tal altura, la tortuga exclam: - Qu envidia me tendrn ahora los animales
que por el suelo se mueven, al verme encumbrada entre las nubes! Al or esto el
guila fue incapaz de soportar tanta vanidad y solt a la ilusa que, al caer sobre
peascos, se deshizo en mil pedazos.
EL HOMBRE Y LA CULEBRA
Un hombre, pasando por un monte, encontr una culebra que ciertos pastores haban
atado al tronco de un rbol, y, compadecindose de ella, la solt y calent. Recobrada
su fuerza y libertad, la culebra se volvi contra el hombre y se enrosc fuertemente en
su cuello.
El hombre, sorprendido, le dijo: - Qu haces? Por qu me pagas tan mal? Y ella
respondi: - No hago sino obedecer las leyes de mi instinto. Entretanto pas una
raposa, a la que los litigantes eligieron por juez de la contienda. - Mal podra juzgar exclam la zorra -, lo que mis ojos no vieron desde el comienzo. Hay que reconstruir
los hechos. Entonces el hombre at a la serpiente, y la zorra, despus de comprobar
lo sucedido, pronunci su fallo. - Ahora t - dirigindose al hombre, le dijo -: no te
dejes llevar por corazonadas, y t - aadi, dirigindose a la serpiente -, si puedes
escapar, vete.