Los astros, representaciones celestes de la deidad, recorren el firmamento desde
un extremo al otro del horizonte muriendo en el occidente para volver a
elevarse nuevamente por el este, lo cual es considerado como una resurreccin. El perodo aquel en que el astro no es visible es tomado como una visita o un pasaje por el inframundo, por la tierra de los muertos. Esto es particularmente evidente en el caso del Sol, la Luna y sobre todo Venus y las deidades asociadas a estos astros cuyo mayor exponente es la figura de Quetzalcatl, el Hermes americano, acaso el dios ms importante del panten indgena, el cual tom diversos nombres segn las lenguas y costumbres de los pueblos que lo conocan y veneraban segn lo llevamos dicho. Lo mismo sucede con la tierra, que muere en el invierno y nace con las lluvias, y tambin con la vida y costumbres de una serie de animales que por ese motivo -por ser partcipes de la dialctica de la deidad- son sagrados. Tal es el caso del colibr que hiberna durante meses y efectivamente parece como muerto para finalmente renacer en toda su belleza, alegra y esplendor, y del salmn entre las tribus norteamericanas y canadienses del noroeste, que llegada cierta poca del ao emigra hacia el mar para volver a remontar los ros contra corriente y desovar en su lugar original, completando todo un ciclo vida-muerte-vida, manifestado igualmente por la mariposa que sufre la transformacin de lo terrestre en lo voltil y nace en la primavera, en la estacin de las lluvias y la generacin junto con las flores, todo lo cual, desde luego, est emparentado con las leyes de la construccin del cosmos y la ejecucin permanente del plan divino que incluye una constante regeneracin vital, lo que se encuentra ntimamente asociado con la iniciacin en cuanto sta instaura a travs de un mecanismo anlogo, vida-muerte-vida, el autntico ser, el nombre verdadero, la increble posibilidad de lo humano utilizando a la tierra como un soporte para el desenvolvimiento y desarrollo de esta potencialidad.