Jugaba por entre jardines con estatuas de musgo y mrmol tan pesadas como su herencia. Creca con el colegio a cuestas. Sus profesores usaban guantes para escribir con tiza de oriente en pizarras con marcos tallados al estilo viens. De joven se vesta con uniformes militares manchados de melladas. El orden y el concierto marcaba sus pasos con la armona de una oracin, con el usufructo del deber, con la inamovible decisin tomada. Todo flua adecuadamente. La flecha del destino compona una pera alegre de afinados coros y libreto excelso. l era la pieza idnea, la ms alta, la ms perfecta para representar una idea tan largamente soada. Con sutil inteligencia sorteaba dificultades, tribulaciones y peascos. Tanto sacrificio deba premiarse. Y lleg la gala. De hombre maduro disfrut como un nio con zapatos nuevos pisando charcos. Todo flua adecuadamente. Hasta que se enfrent a su fobia ms oculta y desconocida. Nunca antes haba flaqueado. Ocurre en todas las familias, reales o no. Descubri un miedo irracional, un asco en forma de odio al ver su cara en los sellos de correos. Jams lamera su nuca para mandar cartas. Le
consol saber que aquella fobia no se extenda a
todas las reproducciones impresas de su perfil, sobre todo en lo que se refiere al papel moneda. De viejo lleg a sufrir de tardo alivio, uas de paquidermo, mentn colgante y navaja en funda.