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HISTORIA DE LA VIDA COTIDIANA EN MEXICO Tomo I LA CIUDAD BARROCA ‘ANTONIO RUBIAL Garcia coordinador x Ba EL COLEGIO DE MEXICO. FONDO DE CULTURA ECONOMICA México 9172521 67326 ‘Historia del vids cxtidiena en México tome Il: La ciudad barioea / Arionio Rubial Garcia, coordnador. ~ México: EL Colegio de Meco: Fondo de ‘Caltara Econémica, 2005, 12 fo; 21 em. = Sec de obras de historia SBN 968-12-1086-7 (Colmer, obra completa) [SBN 968-12-1088-3 (Colmex, tomo, empastad) ISBN 968-12-1102-2(Colmex. tome I, istco) ISBN 968.16-6828-6 (rt, obra complet) ISBN 968-16-6829-4 (re, tomo Ul, empastado) 'SBN 968-16-6830-8 (rc, tomo I istic) 1. Cludad de México (México) ~ Vide sci y costumes. 2. Emolegi~ ‘Mexico Ciudad de México. 3. Espacis polis ~ Mexico ~ Chudad de México, 4. Cid cde Mésico (esi) ~ Cvizacion 5. Ciudad de México (Mesa) ~ Historia Gonzalo Aizpuu, Pla, drctora dela serie Investigacion leonora de EmestoPetalozs(Instito de Investigaciones Exes, nu) y los autores Diseou de porta: Agustin Eads ‘Aesoriagrilfica: Jose Francisco bara Meza DR © 2005, B1 Courcio be México, A.C. ‘Camino al Ajusco 20; 10740 México, D.E wonwcolmer ms DR © 2005, Fonno ne Cutzuea Econouca (Carretera Pieacho-Ajusco 227; 14200 México, D.E ‘www: fondodeculturseconomica.com ISBN 968-12-1086-7 (Colmex;obra completa) ISBN 968-12-1088-3 (Colmes, tomo Il, empastado) f ISBN 968-12-1102-2 (Colmex, tomo II, rastico) ISBN 968-16-6828-6 (rc, obra completa) ISBN 968-16-6829-4 (cz, tomo I, empastado) ISBN 968-16-6830-8(rce, como I, ristico) ‘Se prohibe la reproducién total o parcial de esta obra: sa cual fuere el medio, clectronico omieediebfh im nr iSO 1 ACIELO ABIERTO. LA CONVIVENCIA EN PLAZAS Y CALLES [MARIA DEL CARMEN LEON CAZARES CCenro de Estulos Mayas, Instituto de Investigaciones Flolgias, Universidad Nacional Autonoma de Mexico EL ESCENARIO (Coavano oe rstccion, unbo 8. Quit” cantab el poeta barrao para exatar la grandeza de la Ciudad de México, en el amanecer del siglo xv1 novohispano.! Sobre los cimientos de la otrora imperial Tenochtitlan se levantaba la ciudad concebida, un si- glo antes por su conquistador, como capital politica y ntcleo de expansién sobre un. dominio territorial inmenso y de fronteras desconocidas. Urbe que, en unos cuantos aos, alcanzé el rango de corte vireinal y sede de arzobispado. Foco de la cultura eu- ropea, donde se abris la primera universidad que funcion6 en el continente, en ella se establecieron colegios de altos estudios espectalizados y se instal6 la imprenta. Ambito que Tesulté favorable a la implantacién de comunidades religiosas y propicis al flore- cimiento de fundaciones caritativas. Localidad donde prosper6 el trabajo artesanal e hi- zo fortuna el comercio, Una citdad que, pot lo tanto, habia legado a ser, desde la cen- turia anterior, no sélo metrépoli de toda la Nueva Espafia sino también la de mayor importancia del imperio ultramarino espaol. “Baftada de un templadio y fresco viento"? con un horizonte visual enmarcado por volcanes plateaclos de nieve y elevaciones boscosas, bajo cielo transparente de cambian- tes tonos, en un reducido y Ino islote, sin més cerco defensivo que las chinampas, las hhuertas y arboledas del entorno, México se posaba sobre la laguna y extendia los bra- zs de sus calzadas hasta alcanzar tierra firme. Su traza, cuya regularidad permitia al poeta compararla con un tablero de ajedrez,> respondia a la afortunada conjugacién del ‘modelo rectilineo desarrollado por la cultura europea mediterrinea con las amplias di- rmensiones de los espacios abiertos que caracterizaron al urbanismo mesoamericano, Desde la plaza Mayor, anchas, derechas y, en su mayoria, empedradas calles corrian paralelas y se entrelazaban con acequias hasta entroncar con alguna de las calzadas, 9} 20. LACTUDAD BARROCA desembocar en la ribera lacustre o perderse en los vericuetos de los barrios indigenas periféricos.* ‘Seguin un refrin repetido entre viajeros, esas calles eran, junto con mujeres, vesti- dos y caballos, una de las cosas hermosas que se encontraban en esta capital.> Y si por su rectitud y anchura aventajaban a las arterias de las viejas ciudades europeas, pues pot Jas de México podian transitar al mismo tiempo “tres carrelas juntas o nueve y diez hom- bres a caballo sin impedirse los unos alos otros” también resultaban favorecidas en la comparacion respecto de su “limpieza y aseo",” aunque el juicio resultesorprendente, si se considera que en ésta el tnico drenaje eran las acequias y que, aunque funcionaba un servicio de carretones de limpia, gran cantidad de basura se desechaba sin control.® Laplaza Mayor no sélo era el corazén de la ciudad, sino también el centro simbé- lico de la Nueva Espanta, Tenfa la forma de un enorme recténgulo,limitado al norte por Ta muy antigua calzada de Tacuba, al oriente por la calzada Tepeyac-Ixtapalapa, al sur por el brazo de la laguna que formaba la acequia y al poniente por la calle conocida co- ‘mo Empedradillo. En su contomo y sobre su plataforma se concentraban los edificios de las instiruciones, civilesy rligiosas, encargadas de gobernar la sociedad producto del proceso de conquista y colonizacion. Dominaba su costado oriente el palacio vireinal, residencia del representante directo del soberano y asiento tambien de la Real Audien- ia, maximo tribunal de justicia del reino de México. Construccién que, ya para enton- ces, habia aligerado su primitivo aspecto exterior de fortaleza medieval y lucia una fa- chada plateresca de gusto renacentista. Sobre su portada principal destacaba la torre del reloj, instrumento imprescindible para marcar el ritmo de les actividades oficiales pro- pias de una capital A su derecha, en el cruce de la calle (la actual de Moneda), pero de costado a la mitad norte de la plaza y con su fachada viendo al sur, se encontraba la mo- rada del jerarca eclesistico de mayor rango, el palacio arzobispal; no lejos de donde, so- bre la superficie de la plaza, en el sector conocido como plazuela del Marques y frente a frente-del viejo palacio del Conquistador, se levantaba la primera catedral, que pron- to caeria demolida. Templo modesto, sobre todo si se contrastaba con los avances de una edificacton de grandes dimensiones, que ocupaba el amplio terreno abiertoa sus es- paldas. Preliminares que ya testificaban la majestuosidad que) con eltranscurso de los. siglo, llegaria a ostentar la catedral definitiva." A la sombra de aquellos muros consa- grados por el culto divino se extendia el cementerio. Camposanto:que, ademas de brin- dar reposo a los vecinos difuntos, eta aprovechado para el entretenimiento de los vivos, pues en ocasin de ciertas festividades alli se representaban comedias. En el limite sur, con la corriente de la acequia delante, se situaban las casas de Cabildo. Eran “muy gran- des y espaciosas de canteria, con portales bajos y corredores altos de piedra”.!? En la Detalle de la plaza Mayor con la catedraly el palaco,visién idealizada en el biombo Vista de fa Ciudad de Méxicoo de los condes de Moctezume,atribuido @ Diego Correa, ca, 1692. 22 LAcwuDADRARKOCA parte posterior se encontraban la cérce y la carniceria, dos recintos relacionados con las funciones de la corporacidn responsable de mantener la ciudad en *policia", es decir, en orden y con el abastecimiento necesario, En sus cercanias, pero sobre la plaza, se encon- traba la picota o rollo, monumento que simbolizaba la jurisdiccién ejercida por las au- toridades municipales; éste era una columna a cuyo pie se celebraban las almonedas 0 ‘subastas publics, y atados a su fuste se exponia a los reos a la general verguenza. Co- ‘mo temible complemento de tal emblema de la justcia ciudadana se ergufa la horca, ‘También en la mitad sur de la plaza destacaba la edificacion de mayor utilidad pa- blica: la fuente. Surtidor en el que se abastectan los aguadores ambulantes y los veci- nos pobres cuyas viviendas 0 negocios carecian de caferias 0 se encontraban lejos de alguna de las piletas que los conventos habian abierto en sus muros con este fin, Dos acueductos montados en arquerias transportaban desde tierra firme el liquido potable que proveta la ciudad lacustre. Uno corria desde los manantiales del bosque de Chapul- tepec hasta la plaza del mercado indigena de San Juan, en el limite suroeste de la ciu- dad, donde el agua era recibida por “una muy hermosa y deleitosa pila" (despues co- nocida como del Salto del Agua). El otro nacia en Santa Fe, bajaba a Chapultepec y de La fuente central de fa plaza Mayor con la horca y el mercado a su alrededor, detalle del cuadro Visita de un vrrey ala cotedral de México, 1720 meet |ACIELO ABIERTO.LA CONUIVENCIA EN PLAZAS CALLES 23, alli entraba por la calzada de Tacuba para rematar en una caja de agua (llamada de La Mariscala) a la orilla noroeste de la misma," Ambos, puntos de arranque del endeble sistema de caterias subterrineas que sélo beneficiaba a ciertos propietarios de inmue- bles, como las ordenes religioses ‘Allo ancho de la plaza Mayor, cuatro puentes permitian el cruce de la acequia: los dos situados en los extremos eran el conocido como de Pregoneros, porque junto a su ppretl se leian, previo toque de tambor o de cometa y en alta vor, los bandos reales 0 del Cabildo, y el de Palacio que comunicaba con la plaza del Volador, lamada ast por lrito o juego de ratz prehispénica que, sobre un alto poste clavado en el suelo, seguian, «jecutando los naturales para asombro de los compradores que acudian al mercado in- digena asentado en ella. Al fondo de esa explanada, que también lleg6 a conocerse co- ‘mo de las Escuelas, se levantaba, con su portada plateresca, el edificio adonde después de varios cambios hall6 lugar defintivo el centro de estudios novohispanos de mayor renombre: la Real Universidad de México Abierto al paso de la acequia y contiguo al tianguis del Volador, como portico de un ‘conjunto de casas particulares que cerraba la plaza Mayor por el sureste, se encontraba el portal de las Flores 0 de dofta Marina, en cuyo frente las canoas desembarcaban a diario, ‘emprano por la mafiana, os frescos productos cultivados en los huertos chinamperos. Las tiendas de los comerciantes establecidos més importantes de la ciudad abrian también sus puertas a la plaza Mayor bajo otro famoso portal, el de Mercaderes. Edifi- cio cuya planta alta, adornada de balcones, se reservaba para viviendas. Los porticos ‘con arcadas habfan sido proyectados con el propdsito de que los transetintes pudieran resguardarse de la luvia o del sol, pero al construirse, de inmediato, fueron invadidos por despachos de escribientes, puestos de libreros, barberiasytalleresartesanales de to- do género; asi, mientras los tratantes de sedas, porcelanas, cristales, joyas, especies y otras mercancias finas traidas de Europa o Asia atendian en el interior a una selecta lientela, una variada concurrencia mantenta, a todas horas, convertida la galeria en. centro de animacion popular. Elcomercio de objetos de importacién, telas, ropa y calzado se extendia ala esqui za suroeste de la superficie de la plaza, donde, desde el siglo anterior, se habia estable- cido un conjunto de tiendas de madera o cajones, dispuestas en hileras formandovutt ‘cuadrado, con uno de sus costados alineado con el portal de Mercaderes y el otroval, portico de las casas de Cabildo. Centro comercial que, con el tiempo, fue ocupado pot los tratantes de articulos fiipinos y por ello conocido con el nombre de Patién, como se llamaba al mercado de Manila. Esos almacenes se colmaban de novedades con la periddica arribada de las flotas venidas de Espatta y de la nao de Filipinas, Objetos de procedencia tan distinta y distante que, después de un intento de recogerios en sus ver- 05, el poeta no pudo mis que conchuir: 24 Lactonan aansoca alfin, del mundo lo mejor, la nata de cuanto se conoce y se practica, aqut se bulle, vende y se barata.1? Por ser México una ciudad que desde su reconstruccién como capital novohispa- nna habfa quedado “libre del fiero Marte y sus vaivenes”,!® su plaza Mayor perdi muy pronto el carfcter de centro defensivo, adecuado para la concentracién de fuerzas ar~ ‘madas frente a un potencial levantamiento de la poblacion autéctona, para dar lugar a una incesante actividad mercantil. Ast, en el resto de su explanada, en los alrededores de la fuente y hasta bajo la sombra siniestra de la horca, alo largo del dia, durante to- do el afo, se realizaban ventas de una gran variedad de productos. Operaciones en las que todavia era posible usar el cacao como valor de intercambio.” En puestos semifijos, sobre mesillas, canastos o petates, bajo alguna sombra im- provisada con carrizos o a pleno sol, el curioso comprador podia encontrar en esta- do natural los frutos propios de la tierra y los aclimatados por los colonos europeos, asi como una gran variedad de animales comestibles, acuaticos y terrestres, algunos evados vivos al mercado, como guajolotes, patos y cerdos, ademas de textiles, leta, carbon, forraje para caballos y mulas, y un sinniimero de enseres domésticos, pero también herramientas y materiales de construecién. Después de caminar entre los tenderetes, sorteando a los cargadores y cuidindose de “rajabolsas” y “arrebatacapas”, de practicar su habilidad para el regateo en el Baratillo con uno de los espafioles “za- ramullos", dedicados a negociar objetos robados y de segunda mano, 0 con alguno de los innumerables vendedores indios que deambulaban llevando a cuestas sus mer- ccancias, el cliente podia detenerse junto al calor de un anafre a consumir alimentos preparados, y comprobar el sabroso entendimiento que, en manos de cocineras mes- tizas, surgi6 entre el maiz y el queso, el chile y el carnero o el frijol y la manteca. Pe- ro siera tiempo de vigilia, bien le vendria un guisado de ajolotes laguneros, para en- seguida refrescarse, al lado de una tinaja, con una buena jicara de tepache, aguamniel o pulque. El mercado de la plaza era, ademas, el sitio indicado para la contratacion de tra- bajadores libres que alli acudian a ofrecer, herramienta en mano, sus eventuales ser- vicios. ‘Tanta variedad de mercancias y continuo movimiento inspiraron al poeta el si- guiente terceto: Pues de su plaza el trfago y concurso, Jo que en ella se vende y se contrata en qué suma cabré o en qué discurso?!® ‘ACIELOABIEETO. LACONVIVENCIA EN PLAZAS YCALLES 25 Romance del mestizo "hy, sefiora Juana {que por mi, contento, Vusareé perdane, los como en chilmole. yeescuche las queas ‘Aysefiora Juanat de un mestizo pobre; Por Dis, que me enoje (ue, aunque remendado, si vuesé no cra soy hidalgo y noble, aquesta® dolores. y mis padres, jos ‘Ay Juanica mia, de Conquistadores; . cata de forest yysies menester, Co no te mueres por Dios que me enoje, Por este coyote. porque me conazcan -el queen fa laguna 0s espafiles, no deia ojlote, ‘yen mi palotila ran iil, ~2 a media noche {que no se lo come; con mi media luna el que en el tiinguez les dé cuatro golpes. «on doce chilchotes No temo aiguaciles, y diez aguacates, nia sus porquerones, come cien camotes?" ‘que —por Dios del cielo —Aquesto cantaba ‘que los mate a coces; Juan de Diego e noble, ni temo arcabuces, haciendo un cigarro; nia sus perdigones, chupolo y durmiése Mateo Rosas bt Quenoo (15087), en Afonso Mewez Puwcane, Poetos novohispanas Primer siglo (1621- 624) Laactividad artesanal y mercantil se derramaba por las calles que partian de la pla- 2a, Vias ocupadas en varios de sus tramos por los negocios de gremios especializados en ciertos productos, como la de Tacuba, donde destacaban los herreros y talabarteros. Algunas de ellas legaron a nombrarse segin el tipo de articulos que en sus estableci- ‘ientos se manufacturaban y vendian, como las de Tlapaleros, Meleros o la de Plate- 10s, famosa por la calidad y belleza de los trabajos de orfebreria que podian adquirirse fn sus tiendas. Otra zona donde se concentraron estas actividades fue en las callejue- las resultado del fraccionamiento del enorme solar a las espaldas del palacio del Mar+ quesado del Valle, All{ se instal la Alcaiceria, pero tambien almacenes y talleres de\to- do genero.1° wide Por las calles cercanas a la plaza Mayor se levantaban templos, que durante:ésos anos elevaron cada vez més sus torres, como si sus alarfes no temieran los frecuentes sismos, cuya variable duracion se contaba rezando credos, enormes recintos conven 26 LacwuDADnaRRocA Caballeros cerca de una fuente en la Alameda de la Ciudad de México, detalle del biombo Ciudad de México, siglo x tuales de macizos muros y casas suntuosas; edificios braces cot lis piedras caracte- risticas de la tierra, el rojo tezontle y la cantera blanc, ties euytalanahan con venta- nas y balcones de artistcas herreras, sin que cn sus remates esd faltaran las di- [ACIELO ABIERTO, LACONVIVENCLAEN FLAZAS Y.CALLES 27 visas nobiliarias. Construcciones que daban a la ciudad el aspecto de hidalguta y pros- peridad que tanta admiracién desperts en los visitantes europeos. ‘Al concluir el siglo xv, en la afueras de la ciudad, junto a la calzada de Tacuba, pu- do realizarse una iniciativa del virrey don Luis de Velasco el IL, la apertura de un paseo para la recreacién de sus vecinos. Asi nacié la Alameda, en su origen un terreno cua drangular rodeado por una amplia acequia, sembrado de arboles frondosos y atravesa- do por senderos interiores de suficiente extension para permititeltrinsito de carruaes, litera y jinetes, con glorietas y, en medio, “una muy linda y graciosa pila” y otras cua~ tro en sus dngulos2” “Paseo delicioso™ y mas cercano que el bosque de Chapultepec el distante Tlalpan, al que solian asistir los virreyes y que, por lo tanto, leg6 a ser el preferido de los aristécratas, que allf acudian a lucir sus engalanados carruajes y corce- Tes, acompattados de séquitos de esclavos africanos, cuyo lujoso vestuario presumnia la fortuna de sus amos. Sitio de galanteo y de frecuentes desafios, donde, sin embargo, el paseante libre de cuidados amorosos podia disfratar con tranquilidad de la compra de golosinas y beber agua fresca “en vasos de cristal muy puro y muy limpio" 2? Lugar que Tlegé a contar con bardas y puertas para defenderlo del ganado y de las incursiones noc- tumas de malhechores, pero que siempre estuvo franco al paso de toda la poblacién. Con estas elementos, la Ciudad de México durante el siglo xvu habia llegado a ser para los novohispanos el espacio por excelencia en el cual podian desarrollar a vida ur- bana, segtin el modelo de una corte europea, pero concebida como convivencia orga- nizada, pacifica y productiva, entre habitantes muy diferentes. Era el escenario donde se representaba el drama cotidiano de la existencia, actuado por una sociedad marca- da por los contrastes caracteristicos de la época barroca. ‘Las desigualdades se manifestaban en la condicién econdmica, nivel social, situa~ ion legal, pertenencia a distintos grupos étnicos y hasta variedad linghistica de sus mo- radores. México constitufa una populosa concentracién humana, formada por espao- les (peninsulares y criollos), indigenas nahuas y de otras regiones, africanos y asiaticos, alo largo de aquel siglo, la ciudad present6 varios cambios de proporcién en sus com: ponentes debido a las epidemias que diezmaron a los naturales y a la introduccion de esclavos negros y filipinos. Las meaclas originales de mestizos y mulatos pronto resul- taron en novedoses, innumerables y coloridas variantes. Hijos engendrados en la lega~ lidad del matrimonio sacramental o al calor de lascivos apetitos, libres o esclavos, bi- dalgos o plebeyos, opulentos o miserables, pero finalmente reconacidos como vasallos del rey y aceptados, merced al bautismo, como miembros del cuerpo mistico de Cris- to bajo el amparo de la Iglesia. Acostumbrados, no obstante-sus muchas diferencias de fortuna y condicién, a encontrarse en forma cotidiana, comunicarse en un idioma abierto a las palabras, giros y cadencias de lenguas extrafias, y a compartir los espacios piiblicos de esta ciudad que de una manera u otra pertenecta a todos, 28 LActuDAD saReoca La RUTINA ‘Apenas despuntaba el alba, por las calzadas empezaba el trfico de jinetes, recuas, ca- retas y hasta hatos de ganado en tan gran mimero que, a pesar de su amplitud, el con- gestionamiento las hacia aparecer angostas. Al mismo tiempo que por las acequias se deslizaban canoas y barcas que transportaban desde tierra firme el abasto cotidiano. A tan temprana hora, no solo llegaban quienes venfan a verider sus mercancias, sino también las cuadtillas de trabajadores indigenas de los pueblos comarcanos obligados a colaborar en las obras de beneficio paiblico, como la limpieza de los acueductos, el desazolve de las acequias, el empedrado de las calles o la construccién y reparacién de uentes y edificios Los gritos y silbidos de los arvieros, animando a sus bestias, al internarse por las ca- les rumbo a la plaza eran contestades por los ladridos de la multitud de perros que deambulaba por la ciudad. Ruidos que acababan sofocados por el sonoro tanido de las campanas de catedral y de los cada afio mas numerosos templos. El amanecer se antun- ciaba con el toque del avemaria o del angelus y, poco después, empezaban las tres lama- das para convocar alos fieles a partcipar en las misas matutinas,? celebraciones litirgi- ‘casa las que acutan los devotos antes del desayuno, para poder recibir la eucaristia, Enseguida, el toque del reloj de Ia Audiencia sefalaha el inicio de las actividades of- ciales que daban comienzo a las siete en los meses de abril a septiembre y a las ocho en. los de octubre a marzo, es decir, segii se tratara del horario de verano o de inviemo2* Allo largo de la mafana, acudian los litigantes a presentar sus causes, armados con pro- jos expedientes, plagados de formulas latinas y escritos en endemoniada letra procesal. La poblacion se animaba en el acto. Se abriat los portones de los conventos y gru- pos de religiosos salian apresurados, mientras iban llegando los primeros solicitantes de limosnas. Los comerciantes de la plaza aparecian entre las tablas y petates de sus propios puestos, donde algunos pemoctaban; se encendian los anafres de los expendios de co- ida, y los aguadores llenaban en los surtidores de la fuente sus tinajas. En medio de aquel ruidoso trajin, por encima de tantas voces humanas o animales, empezaban a estacar los sonsonetes, que a fuerza de repetirse atropellaban bras, hasta vol- verlas ininteligibles, con que los ambulantes anunciaban sus productos y los limosne- 10s pedian caridad, ofteciendo bendiciones a nombre de toda la corte celestial ‘Al terminar la misa en catedral, legaban los primeros compradores, piadosos co- mulgantes en busca de un jarro de atole o chocolate para reponerse del ayuno, sirvien- tes de familias adineradas y amas de casa de condicion modesta en busca del recaudo necesario para preparar la comida del dia. Entonces se abrian los cajones, las tiendas y los talleres de los portals, y la animacién de la plaza se comunicaba al resto de la cit~ |ACIELO ABEETO, LACONVIVENCIA EN PLAZAS YCALLES. 29, La Acequia Real, detalle del cuadro de Cristdbal de Vilalpando Vista dela plaza Moyor de México, 1695. dad, El bullicio s6lo se apaciguaba, por un momento, cuando una campanilla anuncia- bba el paso del carruaje del vitico, entonces los vehiculos se detenfan y los transedintes, quitado el sombrero, se arodillaban, 30 LAcIUDADBARROCA Los novohispanos habfan heredado de las costumbres mediterraneas el gusto por la vida al aire libre 2? Y si es verdad que los pobres salian de sus estrechas viviendas en las vecindades para buscar la diaria subsistencia, por el trabajo, la mendicidad o el 1o- bo, los acaudalados no permanecian en sus confortables habitaciones. Excursionar por los alrededores de la ciudad, tal vez de cacerta,visitar los santuarios de Guadalupe o los Remedios, asistir a ceremonias litargicas, atender negocios, ir de compras o simple- ‘mente acudir a enterarse de las novedades que difundian los ociosos reunides bajo los portales, los entretenian fuera de casa a lo largo de la mafana, En punto del mediodia, con el segundo campaneo del éngelus, se suspendian los trabajos. Era la hora destinada a la comida. Para los desocupados, la pausa se prolon- gaba durante la siesta, cuya terminacion marcaba el toque solemne de las tres de a tar- de dado por la campana mayor de la catedral y seguido por las del resto de las iglesias, en recuerdo de la pasion de Cristo. Por la tarde la actividad repuntaba. El comercio ? El levantamiento quedo impune, pues slo recibieron castigo unos cuantos a quienes se probé haber participado en los saqueos. Esta fue la nica vez que un virrey se vio obligado a abandonar su puesto como resultado del ataque violento de la pobla- cion. Sin embargo, la gente comin no habia actuado en defensa de sus propios intere- ses, representados en este caso por el virrey, sino como instrumento ciego al servicio de ‘otro organo de poder. 38° LaciUnaD sxenoca A casi 70 afos de distancia, esallé la unica revuelta de raiz popular, iniciada por Jos naturales, que conmovi6 2 la Ciudad de México en el siglo xv; fue el lamado mo- tin del hambre, ocurrido el domingo 8 de junio de 1692. Estallido esponténeo que, sin. embargo, puso en evidencia la debilidad de las autoridades frente al potencial de la fuerza popular. Después de un afto de calamidades en que exceso de agua y plagas amuinaron las cosechas, la poblacion enfrentaba la carestia de trigo y maiz, y luego tara- bien empez6 a fala el abastecimiento de carne. Conforme subian los precios el ma- lestar se generalizaba; llovian las crticas sobre los funcionarios, a quienes no solo se tachaba de imprevisoreso incapaces sino de sospechosos de acaparamiento. Lo que ha- bia empezado a murmurarse se convirti6 en voz publica, despues del sermon que un franciscano predicé en catedral,en el que atribuy6 las diligencias hechas por el virrey ppara traer granos a la ciudad a propositos de lucro personal. Ya nada de lo que dispu- so el gobernante pudo frenar el descontento. A principios de junio empez6 a ser noto- ria la falta de mafz en la alhéndiga. Conforme las filas de compradores se hacian més largas, tos se volvian mas impertinentes. La tarde del dia 8, las clientas asicuas del po- sito, indias tortilleras que surtian la ciudad vendiendo en la plaza y por las calles, se al- borotaron de tal manera que los dos repartidores del grano, un mulato y un mestizo, trataron de contenerlas con azotes. En la zacapela una mujer result6 mal herida 0 ‘muerta, Sus compaticras la recogieron y se fueron a quejar con el arzobispo. En el ca- Fragmento del relato de Carlos de Siglienza y Géngora sobre el motin de 1692 ‘Anada de cuanto he dicho que pasb esta tarde me hallé presente, porque me estaba en casa so- ‘bre mis libros y, aunque yo habia oldo en la calle parte del ruido, senda ordinaro los que por las continuas borracheras dels indios nos enfadan siempre, ni aun se me ofteci abrir las vidreras de la ventana de mi estudio para ver lo que era, hasta que, entrando un crado, casi hogando, se me dijo a grandes woces:"Sefor,tumultol Abr las ventanas a toda prisay, viendo que coria ha- ia la plaza infinita gente, a media vestry cai corriendo, entre los que ibangritando: “/Muera el virrey y€lcorregidor, que tienen atravesado el maiz y nos matan de hambrel, me ful a ella, Ue qué en un instante ala esquina de Providencay, sin atreverme a pasar adelante, me quedé até sito, Ea tan extrem tanta la gente, no solo deindis, sino de todas castas, tan desentonados los gritos y el alarido, tan espesa la tempestad de piedras que llovia sobre el Palacio, que excedia e! ruido que hacian en las puertas y en las ventanas al de mas de cien cajas de guerra que se toca- sen juntas; de los que no tiraban, que no eran pocos, unos tremolaban sus mantas como bande- tas otrs artojaban al aire sus sombrerosy burlaban otros; todos les administrabanpiedras las Indias con dligenciaextrafa;y eran entonces la sis y media, Corso Sotenzs vGincona [1692] “Aborto y matin de as indos de Mec" (1985, p. 197-198. 2 Sty NR A CIELO ABER. LA CONVIVENCIA EN PLAZAS VCALLES 39 g 2 j g : 3 40 Actua ROCA ‘Damas y caballeros paseando en la Alameda, detalle del biambo Ciudad de México, siglo xa. eT |ACIELO ABIERTO. LA CONVIVENCIAEN PLAZASYCALLES 4 rmino se les unieron muchas otras. Los asistentes del prelado las despidieron, diciendo que solicitaran justicia al virrey. Este no se encontraba en palacio y los guardias les im- pidieron el paso. Las que llevaban a la golpeada se retiraron a su barrio de Tepito, mien- tras una treintena de indios que habia acudido al oir el griterfo, empez6 a dar voces contra el virrey y el corregidor y a lanzar vivas al Santisimo Sacramento, a la Virgen, al rey y hasta al pulque. De los gritos pasaron a lanzar piedras contra puertas y ventanas. Los guardias salieron a rechazarlos, pero como a cada momento el niimero de atacan- tes se multiplicaba, tuvieron que replegarse y cerrar las puertas del palacio, no sin de- Jar compafieros muertos en la retirada, Entonces, los agresores prendieron fuego a las ‘puertas con los materiales combustibles que encontraron a montones en los puestos del ‘mercado, Todos los que se sentian de alsin modo agraviados por los poderosos: mu- latos, mestizos, criollos y espafioles pobres se unieron a los indios en la destruccién. Hiacia las seis de la tarde ardia la horca, las casas de Cabildo y los cajones de la plaza, que habian sido previamente saqueados. Como era de esperarse, también se prendio fuego a la puerta de la alhondliga. Es decir, se trataba de atrasar con los simbolos de la administracion publica y del poder econémico que habian lucrado a costa del infortu- nio popular. El incendio era espantoso y amenazaba con propagarse a toda la ciudad, El virrey, a quien sorprendis le asonada en el convento de San Francisco, no se atrevi6 a regresar al palacio. Por su parte, el arzobispo hizo un intento de salir a tratar de cal- ‘mar a los rebeldes, pero la cantidad de piedras que caian de todas partes lo hizo retro- ceder. El tesorero de la catedral, en un alarde de osadia,salié a la plaza llevando en al- to una custodia con el Santisimo, sélo escoltado por algunos clerigos y monaguillos, tratar de detener a los incendiarios. Ast logro que quienes le habian prendido fuego a Ja puerta principal del palacio del marqués del Valle, lo apagaran, Nadie se atrevié a agredirlo y muchos lo siguieron pidiendo misericordia, La presencia de un simbolo es- piritual tan poderoso como la Eucaristia, en un momento de gran tension emocional, consiguié que numerosos amotinados transformaran su ira en desahogo religioso. De los alaridos coléricos pasaron a las légrimas penitentes. Ante los buenos resultados, otro sacerdote empez6 a predicarles en ndhuatl para que se retiraran a sus casas, Mientras tanto, los que andaban entretenidos en el saqueo comenzaron a disputarse el botin a cuchilladas. Conseguida cualquier ganancia emprendian la huida, Ast, poco a poco, la plaza fue quedando libre de amotinados. A las nueve de la noche, el virrey envio un ‘grupo de nobles de la ciudad para que reconociera los datios. Se sofocd el incendio y Tos muertos fueron sepultados en una fosa comin en el cementerio de catedtal Alamanecer del dia siguiente, en los ennegrecidos muros del palacio se descubrio un letrero que decia: “Este corral se alquila para gallos de la terra y gallinas de Cast- lla Seria el ultimo alarde de los sediciosos, pues ese dia empez6 una severa represién. El virrey organiz6 milicias para el resguardo de la ciudad, se iniciaron las aprehensio- 42 acupApaaRrocA nes y se restituy6 la horca, que de inmediato se puso a funcionar en la ejecucién de quienes se hallaron culpables. El peor suplicio lo padecio un individuo calificado co- ro “lobo amestizado”, a quien se acus6 de haber quemado la horea, pues lo sentencia- ron a ser quemado vivo bajo la que de nuevo se habia instalado, Como escarmiento, las ccabezas y manos de los ajusticiados se colgaron de las puertas de palacio y en postes Junto a la horca Enseguida, se decretaron leyes rigurosas en prevencién de otro motin, como que Jos indios no vivieran dentro de la traza, ni pudieran andar en la ciudad por la noche, ni se reunieran en grupos. Se limité la venta de pulque, pues a la embriaguez se acha- 6 la causa del tumult. La vida de la ciudad se trastoms por completo: el comercio se pataliz6 y las insti- tuciones dejaron de funcionar. Como suele ocurtir en casos semejantes,citcularon to- do tipo de rumores fantasticos y la poblacién vivi6 por algunos dias en sobresalto con- tinuo2? Al normalizarse la situacién, se relajaron las restricciones impuestas a la poblacion indigena y se restauraron la libertad de residencia y de trénsito, que habfan caracterizado alo largo de aquel siglo a la Ciudad de México. ‘A pesar de las desgracias de origen natural, como sequtas, inundaciones, terremotos vy enfermedades epidémicas, de las calamicades provocedas por el hombre y de las mar- cadas diferencias entre sus vecinos, la Ciudad de México durante el siglo xvt fue un es- pacio propicio para el desarrollo social. Era una ciudad de proporciones humanas. Su plaza Mayor, plazuelas y calles fueron modelo de disefio urbano y cumplieron, con efi- cacia, la funcién de comunicar, sin restricciones, a todos los sectores de la poblacion. En clas transcurria buena parte dela vida de sus habitantes, tanto cuando realizaban acti- vidades cotidianas como al celebrar acontecimientos especiales. Constituyeron el escena- rio de las manifestaciones festivas o doloridas al estilo bartoco novohispano y sirvieron ‘como vehiculos de integracion donde grupos con identidadesdistintas, pero con un sen- tido de pertenencia respecto de su ciudad pudieron convivir, casi slempre, en armonta ‘que yo en México estoy a mi contento, adonde si hay salud en cuerpo y alma, ‘ninguna cosa falta al pensamiento.>* Notas * nausuen, 1941, p 9. 2 Baunvena, 1941, p. 10 2 Baunvens, 1941, p. 27 coe |AGIELO ABIERTO, LACONVIVENCIAEN PLAZASYCALLES. 43, 4 Los barrios indigenas originales permanecieron como suburbies del centro utbanizadoo taza. Al noroeste Santa Maria Cuepopan, al noreste San Sebasiin Arzacualco, al suoeste San Juan Moyotlan, a s- teste San Pablo Zoquipan y en el exremo nore, separado por un cal, el antigu Santiago Tlatelolco. 5 Gace, 1994, p. 138 © Torqueaans, 1975, vol. p. 409, 7 Gace, 1994, p75. © Guia de tas Actas de Cabila dela Cuda de Mexico, aos 1601-1610, 1987, p. 33. Lo, 1982, pp. 87 ys. 1 a primiivactedrl fue demolida en 1626, Lueg, al lograr un avancesignlicatvoen la mueva, se edie cll de febrero de 1656, Su dedicacion defintva fe el 22 de diciembre de 1667, si ben la cons- truecion se coneluye hasta principios del sigo xx Canoes, 1963, p. 168, 2 Torquauds, 1975, vo. 1p. 411 1 Torquesaa, 1975 La caje de agua de La Mariscal, que sestuaba a espaldas del actual Palacio de Bellas Ares. 3 RuuaL, 1998, pp. 23-24 3 Bauavena, 1941, p. 2. 26 Bausuena, 1941, p45. 1 Ruut, 1998, p28 18 mausuena, 1941, p. 51, 18 Town, 1990, vol. 1, pp-55 ys 2 TosqueuAs 1975, vol 1 p. 410. 2 Gace, 1994, p80, 2 Gace, 1994, p. 80 ® Gowastez OukecoN, 1976, p. 291. 24 “Ordenangas de Audienca", Madrid, 20 de abril de 1528, en Puca, 1945, . 28 % Leong, 1996, p. 118. 25 GowzAtz2 OsR6CON, 1976, p. 291 27 Gonshusz Otcon, 1976, p. 291. 28 aiden original la realzo don Carlos de Siguenza y Géngora en el aco que el Ayuntamiento le encomend pars la recep del vierey marques De la Laguna en 1680, Morewo DE tos Anos, 1986, pp. sexo 2® Los mas notables autos def de aquel siglo, por él mero de pnitencados, su nivel social ylafas- ‘uosidad con ques Ilevaron a cabo, ecelebraron en 1649 y 1659. Low, 1982, pp. 143-149, 2 Bover, 1975, pp. 26:29, 8 Boren, 1975, p34. % Leow, 1982, pp. 152-156. 2 Leow, 1982, pp. 156-162. Existen dos versiones del matin, una escits por CARLOS DE SIGDENEA Y ‘Goncons (1986) y ata por ANTON De RosLEs (19465, vol 1, pp. 250, s). 1 Bacau, 1941, p. 59. 44° LAcuupapparnoca REFERENCIAS, BALavENA, Bemardo de 1941 Grandeza mexicana y fragmentes del Siglo de Oroy El Bernardo edcion y prélogo de Francisco Monterde. México: Universidad Nacional Auténoma de México (Bi biioteca del Estudiante Universtario, 23) over, Richard Everett 1975 Lagran imundacén. Vid y sociedad en Mesico (1629-1638), traduccién de Antonie- ta Simchez Mejorada, México: Secretaria de Educacion Publica (SepSetentas, 218), (Cenwowres be Satazan, Francisco 1963 “Descripcom de la Ciudad de México", apendice segundo de México en 1554 Ti- ‘mulo imperial, edicién, prélogo y notas de Edmundo O'Gorman. 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