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mt Meic od Pepe Pelayo / Betan 5 El enigma : huevo verde {FEL BOSQUE HE MA wv enn ; as, | Pepe Pelayo Botin | Z0nKO. LAS UMCKS PBTAS HOM UNA ELENIGMA | PLUMAY UW EXIRAKO MUEVO VERDE, DELHUEVOVERDE | 0008 0AM Pow CULPABLE AL PER ‘5200, PERO ENLAAGINCIADE OFTEC: "IVES 1 MO ESTAN TAN SEGURO. {EL EETRAONOINANIO THO FORMADO ‘POR UN BUND, UN SAPO YUNA MULA DEHENA ENCANGARGE OE NEBOLVER ELMISTERO QUE ACONHOCIONADOR {LOGRANAN COMPLI SU MIION? (PEPE PELAYO.CHLENOACLMANO 98D ESESCRTOR, COMEDIANTEY ESPECIA LUBTA EN HUMOR. EN EDICIONES OHA ‘COAUTORIA CON ARAMIS QUINTERO, AD MANUEL BETANCOUNT (ETAN) ‘CUBANO (1890-2007) FUE ESCRITON, PERIODSTA HuMoRTA APARTIR DE 7 ANOS: | I EL BARCO tae El enigma del huevo verde Pepe Pelayo / Betan lustraciones de Alex Pelayo ediciones tong tot tu vente Primox etn arn de 2008 Soqpinda 2600: abn de 2010 Dees etria: Roclfo Hidalgo Direccién eras: Sergio Tanz ® usteaciones y euler: dex Pelayo Diagtomacion: Equipe DiseAo Ediciones SM Chi (© Pope olay / Btn (© Edloones SU Chie SA Coyencura 2283, oen0 203 Providencia, Santiago de Chie ‘win eiones-sm.c ISBN: 978.056.264.576.6 Fogisto de Propscad intoiestua Anserpeion N" 172208 Inpresién: oval impresores IMPRESO EN CHILE, PRIVTED IN CHILE No esta permitica ta roproduesion total 0 parcia! est bro, ni su tratamiento forma, su leanemision do rioguna tora o par cualquier mecio ya sea eecserco, mecsnico, por toon, or regcto u otoe metodo sine permisa previ per escito de os Glaves dot copyrigt. NN t—SSSC“CsSSSNSCSSCSdS I. La victima el zorro gris y su Lorri, bilorri Ew 1as FAupas de una alta montafia, a orillas de un riachuelo que limita con un antiguo bosque por un lado y varias granjas por el otro, vivia un zorro gris de cola plateada, Su madriguera, excavada con sus propias patas, constaba de un dormitorio, sala de estar, bao, patio y una espaciosa cocina-comedor —su lugar favorito por ser muy glotén—, que mantenja repleta de alimentos, la mayoria robados porque era un habil y astuto ladrén. ‘Como era su costumbre, Rozo, el zorr0, dormia todo el dia para asi poder salir a hacer sus fechorias de noche A veces, sofiaba que se apoderaba deuncastilloy que los domingos invita- baa otros zorros importantes a montar a caballo y a perseguir jaurias de perros para cazarlos y darse por la noche un opulento banquete. Suefio que esta vez fue interrumpido, precisamente, por el ruido y el movimiento de sus tripas. Su fino olfato habia percibido el olor de uno de sus manjares favoritos, venido de la puerta de su agujero. Rozo se desplaz6 silenciosamente hasta la superficie, a pesar de nosentirse completamente despierto. Sacé su hoci- co y lo primero que vio fue un huevo de color verde claro y bastante brilloso. La boca se le hizo agua. Pero receloso y desconfiado como son los de su raza, aguz6 su vista y su ofdo observando detenidamente los alrededores. Al con- vencerse de que nadie merodeaba por alli ni aparecia el duefio de aquel sabro- so regalo dejado en su puerta, no pudo soportar més y con sus patas delanteras 10 agarré el huevo, lo golpeé contra una piedra y lo degusté, sin impor- tarle su condicién de huevo huero —no fecundado por el ave macho, pero empollado por la hembra—, lo que provocaba un fétido olor que Rozo disfrutaba sin el menor asco. Una vez terminado el banquete, pero sin satisfacer del todo su hambre, ‘se recosté en un tronco caido, seco y hueco, a un costado de su madriguera. Colocé sus patas delanteras detrés de la cabeza y se dispuso a contemplar las caprichosas figuras de las nubes para tener una buena digestién, mientras interpretaba en voz baja una balada in- ventada por él: Lorri, bilorri, zorro, l’m sorry. Lorri, virin contrazorrin. Huevo, zorrambre iquitame el hambre! ” Pero al callarse un instante, para continuar improvisando la segunda es- trofa, escuché unas leves pisadas sobre la hierba seca detrés de unos arbustos. Enseguida se puso en alerta y decidié. averiguar, Llegs con sigilo hasta el lugar ya través de las ramitas y de las hojas pudo observar que un ave de aspecto redon- deado y color pardo con manchilas ne- gruzcas picoteaba semillitas esparcidas ena tierra “Nunca he visto a esa extrafia ave por aqui”, se dijo. Rozo, como buen la- drén, conocfa a todos los habitantes de la zona. “Si es macho, la hembra debe ser fefsima”, bromeé para sf, Porque sa- bia que, a diferencia de los seres huma- nos, los machos en los animales son mas hermosos que las hembras y aquellaave no era muy vistosa que digamos. De nuevo se le volvié a llenar la boca de saliva. “El huevo fue un aperi- tivo y este plumifero sera el almuerzo”, 12 pensé, Y acto seguido, se lanzé hacia el ave con sus garras y colmillos dispues- tos a devorarlo todo por delante. Desde lo alto de un érbol, Noma, una mona ttf, habia logrado ver el sal- to del zorro, pero como el arbusto le ta- paba la visibilidad no pudo observar lo que sucedia del otro lado. Sin embargo, enseguida vio al ave huir volando y a Rozo volver caminando de forma ex- traha hacia su madriguera. Yes que el zorro habia sentido un dolor agudo en su estémago. Iba a gri- tar pidiendo aunilio, pero no pudo. Pri- mero s¢ le paraliz6 su mandibula, des- pués fue la boca. Aquello avanzaba y le agarré completa la cabeza. Mas tarde su cuello y las patas, hasta Negar a la enor- me cola. Tan tieso qued6, que perdié el equilibrio y cayé cuan largo era. Por eso a mona titi lo vio caer rf gido, como si fuera un adorno de yeso, y comenz6 a dar histéricos chillidos de susto. 14 Pero no solo ella lo vio, porque desde dentro del tronco hueco donde unos minutos antes Rozo se habia re- costado, dos ojos de mirada fria tam- bién fueron testigos de la escena. Entonces Noma, dando histéricos chillidos de alarma, bajé hasta donde haba cafdo el zorr, comprobé que es- taba vivo y corrié a avisar a una ambu- lancia y a la policfa. Los ojos de mirada fria y maligna se retiraron poco a poco del lugar. 15 Il, La policia Canes patanes, pastores investigadores Cuanvo Rope, el perto poli- cia, llegé al lugar del suceso acompaita- do por sus dos cachorros aprendices de detectives, ya se habjan llevado al zorro Rozo para el hospital, pues vieron que atin respiraba muy tenuemente, pero respiraba Lo primero que les ordené Rope a sus cachorros fue que acordonaran un drea de diez metros a la redonda con cintas plisticas de color amarrillo, accién que se vio demorada porque ambos perritos trataron de ser lo més precisos posibles, y a cada rato median para obtener los diez metros exacto: 16 —Alguien vio algo? —pregunts Rope, acercandose a los animales curio- S08 que comenzaron a reunirse detras de Ja cinta amarilla. Y como ninguno contesté, el perro policia alz6 la voz— {Quién de ustedes llamé a la policia? Noma, la mona, levant6 vacilante su brazo y dijo con vocecita timida: —Fui yo. —Entonces tii lo viste todo la emplaz6 Rope con un grufido. No, no, yo no vi nada... yo s6lo me asomé a la puerta de mi casa que esté alld arriba —seftalé a la copa de un drbol cercano—. Entonces vi a Rozo sal- tar del otro lado del arbusto, a un ave salir volando y al zorro regresar como si estuviera borracho, para caer poste- riormente a tierra, como caeria un ani mal disecado. —2Qué ave era? —quiso saber el policia. —No sé. Nunca la habia visto antes. 7 —jNo mientas! —grit6 Rope. —iLe juro que digo la verdad! —se asusté mucho Noma, y comenzé a esconderse detras de los otros animales dando histéricos chillidos de temor. Elpolicfa la mird con ojos de duda, pero no dijo nada y se puso a olisquear todo el contomo con su agudo olfato de pastor aleman, Los cachorros, que al fin habian terminado su labor, lo imitaron y asies- tuvieron un buen rato en los alrededo- res de la madriguera del zorro, oliendo aqui, husmeando alla, hasta que uno de los aprendices dio un destemplado ladrido. —j{Hallaste algo? —pregunts su padre enderezando las orejas en- seguida. —No sé —contesté el cachorro desde e! otro lado del arbusto donde Rozo habia caido paralizado—, pero aquf hay un fuerte olor a ave. —Déjame ver a mi —se acereé 18 Rope, peinando la zona con su hoci- co—. Yo no huelo nada. —jCémo no! jSi es constante el olor a ave! —insistis el cachorro. aro! ¢Cémo no lo vas a oler si tienes una pluma pegada en tu nariz? {Qué tonto! —se burlé su hermano. Pero no solo se rid de él, tambign entoné una cancioncita mientras lo se- fialaba con el dedo: El burrito San Vicente leva carga y mo la siente. Hay un pervo por aqué con plumita en ta nari Algo ruborizado, el cachorro se pasé la pata por el hocico y la pluma cay6 al suelo. —Enconteé una pluma de gallin: dijo dando varias vueltas hasta echarse delante de su hallazgo. Y para salir con dignidad de aquella situacién, se viré ha- Gia su hermano—. Soy mejor policia que 6, porque no encontraste nada! 19 E] padre examiné la pluma en- contrada por su hijo y movi6 la cabeza en seftal negativa. —No es de gallina —dijo con se- guridad —Si no es de gallina, gde qué es? —salté el cachorro un poco nervioso, antes de que su hermano se burlara también de su otra equivocacién. —Parece de perdizén —contesté el perro policia como si hablara consigo mismo. —,De perdi... qué? —alz6 la ca- beza el otro perrito. De perdizén. Aunque por el color opaco parece de una hembra repitié Rope con aire de profesor de zoologia—. Perdiz6n... ast se le ama al tinami grande, que es una especie de ave con cabeza de gallina, pero con el cuerpo parecido a un balén de futbol — Pues ya tenemos a la que in- tenté matar al zorro! —aullé alboroza- do el cachorro que encontrara la pluma, 20 mientras se rascaba con furia el cue- Hlo—. ;¥ fui yo quien hallé ta pista! —jBah, tanto alboroto por una pluma! —ladré el otro cachorro con en- vidia. Si la hubieras encontrado ti, seguramente estarias saltando de ale- gria! —le reproché el hermano. —Basta de discusiones y vamos a buscar a Ja perdizona esa —intervino Rope conciliador. Y volviéndose hacia los animales que curioseaban, pregun- t6—: zAlguien sabe dénde ubicar por aqui a unos perdizones? Porque no co- yguno por estos lados, —Yo sé —se sefialé a si misma Tapa, la pata, la mas chismosa de los animales de la zona, y todos la miraron extrafiados—. Hace poco se mudaron ‘unos perdizones al laurel que esté por el camino de los cedros. Nadie los habia visto antes. Rope se dirigié a un cachorro y le ordené entrevistar a todos los vecinos y nozco 21 curiosos presentes, Acto seguido, le hizo sefias al otro para que lo siguiera, y to- ‘maron el camino que le habian indicado. Un rato después estaban frente al laurel que les dijera Tapa, y Rope ladré fuerte con su autoritaria voz: —jSeiiora perdizona, salga usted de inmediato! —Qué sucede? —asomé su ca- beza el ave. —|Queda usted —_detenidal —anuncié el perro policia sin mas mi- ramientos. —jgPresa yo! jgPor qué?! —jPor atentar contra la vida del zorro! —respondié el cachorro—. Tie- ne derecho a permanecer callada, por- que lo que diga puede usarse en su con- tray...! —Hay unerror... ;Cémo pueden pensar... ?—lo interrumpié la perdi- zona. —iNo se haga la inocentona! —y el cachorro se le encar6, rascandose el 22 cuello sin hallar la garrapata que lo ase- diaba—. jYo mismo encontré la prueba que la hace culpable! —jAcompafienos, sefora perdi- zona, ¥ no me obligue a usar la fuerza! —a amenaz6 Rope. Un momento! —dijo el per- dizén apareciendo con las plumas eri- zadas en la puerta del nido—. {Qué pruebas son esas que incriminan a mi esposa? —jEsta pluma hallada en la esce- na del crimen! —dijo el cachorro esgri- miéndola en su pata derecha. El perdizén titubed un instante ante la evidencia, pero enseguida se re~ compuso y dijo: —No pudo haber sido mi esposa Ja que dejé esa pluma en ese sitio. —2Por qué afirma eso con tanta seguitidad? —io desafis el perro policia con su mirada. —;Porque mi esposa ha estado todo el tiempo en casa empollando los 24 huevos de nuestros futuros hij Al escuchar aquella afirmacién, Rope parecié sorprenderse, pero ense- guida respondié con buena légica: —,Cémo explica usted entonces la pluma de perdizona en ef lugar don- de cays el zorro? —No es de mi esposa —sonrié tistemente el perdizén. —izAh, no?! —salt6 Rope—. j:Me va a discutir a mi que esta no es una pluma de perdizona?! El ave miré desafiante al perro policia y le dijo: —Se lo discuto porque sé que no es de perdizona, sino de perdizén. —hizo una breve pausa y concluys— Esa pluma quizés sea mia! 25 Ill, Los detectives Un bitho, un sapo y una mula: tres detectives de lujo —,Avovenme, por favor! jUstedes son los tinicos que pueden ayudarme! —gritaba la perdizona en la ladera de la montafia y ante una peque- fia caverna con el letrero de Agencia H S. M. en su entrada. —Qué griteria es esa? —salis Malu, la mula—. zNo ve que estamos en una renin importante? ‘Disculpen, pero necesito de us- tedes! —respondi6 el ave entre sollozos. —Calmese, célmese! —Malu se acercé. mis—. Venga, entre a nuestra oficina y ahi nos cuenta todo. 26 La mula, con disimulo, se ade- lanté para despertar a Sopa, el sapo, y @ Hobii, el bitho, para aparentar que aquella siesta era una reunién, y los tres, ya con los ojos bien abiertos, reci- bieron a la perdizona y escucharon su historia, yy se llevaron preso a mi es- poso. Por favor, necesito sus servicios! jUstedes se tienen que encargar de de- mostrar que no fue él! —2Y cémo dio con nosotros, se- fora? —pregunté Malu. —Yo sali desesperada buscando ayuda por todas partes y me encontré con Tapa, la pata. Ella me dijo dénde tenfan la oficina ustedes HS. yM. con solo mirarse supie- ron que estaban dispuestos a aceptar el caso, Es que desde hacia tres aitos tra- bajaban juntos como detectives particu- lares y ya habian solucionado muchos enigmas en toda la zona, por lo que se conocian al dedillo. Sus talentos como ar grandes investigadores, pero a la vez sus cualidades de animales nobles, sen- sibles, comprensivos y dotades de un gran sentido de justicia se habia exten- dido mas alld del bosque, de la monta- fia y del rio. En fin, la fama de la Agen- cia H. $. M. era indiscutible, sobre todo porque era la tinica que ofrecta esos servicios en cientos de kilémetros a la redonda. —No se preocupe, sefiora —le dijo Hobti sin dejar de mover lentamen- te su cabeza de un lado a otto—. Vaya a su nido y cuide de sus huevos, que nosotros nos encargaremos de liberar a su esposo. ‘Al quedarse solos, los tres amigos comenzaron a trazar el plan de su nue- va investigacién. —Fste caso me recuerda aquella vez que descubrimos que Roto, el toro, habia mentido cuando dijo que Cosma, Ja mosca, lo asalt6 para robarle, ;recuer~ dan? —coments el sapo. 28 —Si, claro que lo recuerdo, Sopa —dijoel biho—. Pero la experiencia nos dice que ningtin caso es igual a otro. —Oye, Hobit, si la cosa es liberar al perdiz6n como dices, vamos hasta la comisarfa, le doy tres patadas a la reja y Jo liberamos sin mas cuento. ;Pero, Malu, no puedes set tan mula! —exclamé el bitho, Entonces el ave, abriendo sus alas, cant6 este cha cha cha a viva voz: Uno, dos, tres y cuatro. Una mula pegs al gato con la punta del zapato. El zapato se rompié yla mula se ofendi. —)Tiile dijistea la perdizona que lo hamosa liberar! —se defendis Malu, cortando a Hobit que iba a repetir la estrofa, —iNo dije eso! — (Si lo dijiste! —Por qué las mulas son tan ter- cas? —continué Hobi, aparentemente molesto—. {Cuando hablé de liberar al perdizon, me referfa a reunir pruebas de su inocencia para que la policia lo suelte! —Bueno, no discutamos mas y vamos a decidir cudl es el primer paso —corté Sopa. —Yo propongo hacerle una visita al herido e interrogarlo —dijo el biho. —Es lo més légica —agreg6 el sapo. —Es lo que habfa pensado —con- luyé la mula, propinéndole una violen- ta patada a una piedra para no ver las miradas burlonas de sus compaiieros, Un rato después ya estaban en la recepcion del hospital. El doctor Toga, el gato, los recibié y los condujo has- tala camilla donde trataban a Rozo, el zorro. —Aqui es —sefialé Toga. —{Podemos hablar con él, docto 30 saber Sopa. —No sé como podran comunicar- se con él, porque hasta ahora no mueve un solo miisculo de su cuerpo. —{Pero qué le pas6, doctor, qué enfermedad es esa? —pregunté Hobti. —Atin no lo sabemos, pero esta- mos estudidndolo. —2¥ nos puede decir si presenta algtn golpe, alguna herida...? —prosiguié Sopa. —No, no hay signos de violencia —respondié Toga. —jNo hace falta que estén me- tiendo sus hocicos donde no los llaman! —interrumpié el vozarrén de Rope, el perro policia, quien llegs de improviso. Era sabida por todos la eterna ri- validad que existia entre el policia y sus cachorros, por un lado, y H., S. y M,, por él otro. En la totalidad de los casos en que se involucraban ambos bandos, siempre salfan airosos Hob, Sopa y Malu, quienes descubrian con mayor =a 32 rapidez y eficiencia los misterios —Permiso, los dejos solos —dijo Toga, retirandose para no presenciar un nuevo enfrentamiento entre los rivales. —{Por qué no hace falta investi- gat, sefior? —dijo Hobii, volando hasta el lomo de la mula para controlarla, al ver quea su amiga se le habia erizado la tin, sefal inequivoca de furia en ella. —Porque con la pluma que ha- amos en el lugar no tengo dudas de quién es el culpable —respondié Rope. —Me agradarfa saber, seftor, si ya usted comprobs que esa pluma per- tenecia precisamente a ese perdizén y no a otro —dijo Sopa. —Este... claro, gde quién ibaa ser si no? Es la tinica familia de perdi- zones que vive por estos lados. —Y me imagino que también comprobé cdmo un animal tan chico como esa ave pudo dejar asi, en estas condiciones, aun zorro tan grande como Rozo, gno es cierto? —afiadié Hobi. a3 —jWau! ;Nos puede explicar cémo lo pudo vencer en esa pelea? —lo encaré Malu, bastante molesta —jSi, porque no hay golpes ni heridas en el cuerpo del zorro! —insi tié Hobd, pero a la vez calmando a su cuadripeda amiga. —iYo-yo tengo una teorfal jPe- pero estoy esperando que el perdizén confiese! —tartamuded el perro, carras- peando y reponiéndose para agregar— ;¥ mientras no lo haga, se pudrird en la comisaria! ;Por tanto, los quiero a uste- des lejos del caso para que no interfic- ran con mi investigacién! ;De lo contra~ (0, les retiro el permiso de detectives privados y les dausuro la agencia! cucharon?! Y dando media vuelta se retiré con la cabeza y el rabo bien erguidos. —jNo Io soporto! —resoplé la mula, moviendo intranquila las patas traseras, —No te sulfures tanto, Malu, ya 34 sabes cémo es él —dijo Sopa. —Claro —dijo Hobti—. ¥ como siempre, no le hacemos ningtin caso y guimos investigando, zQué hacemos ahora? —pre- gunt6 Sopa después de saltar hasta el lomo de Malu para estar mas cerca de su compaiiera, lo que provocé un eriza- miento en Ja mula por el contacto con. la fria piel del sapo. Yo haria una visita al lugar de los hechos —propuso el buiho. —Estoy de acuerdo —acepté el sapo. jEntonces, vamos! —dijo el bitho—. ;No perdamos mas tiempo! Un momento! —exclamé la mula sacudiéndose a sus amigos de en- cima—. :Y a mfno me vana preguntar? 2Y0 puedo tener otra idea, no es cierto? —Por supuesto, Malu. —dijo Sopa. —{Cual es esa idea? —se interes6 Hobui. 35 —...La misma de ustedes —tes- pondié Malu. —jBaaah! —gritaron el sapo y el biiho, dejandola atras. IV. Lapista Oel mal olor de ese color me da dolor A resar ae! antagonismo existente entre Rope y los tres amigos detectives, el perro policia no tenfa otro remedio que reconocer la alta eficiencia de H,, 8. y M.ala hora de revisar la es- cena de un delito, Eficiencia debida a que el trio se complementaba de una manera muy especial, como en este caso, pues mientras Hobti observaba todo el perimetro del lugar de los hechos desde el aire, revisando cada palmo con la agudeza de sus penetrantes ojos, Sopa escudrinaba a ras de tierra, ratz por raiz, sin contar su facilidad natural 37 para revisar charcos, pozas, lagunazos y todo lo que tuviera que ver con agua; en tanto, Malu coceabaaquiy alld, pero con mucho cuidado, para mover las rocas, piedras y troncos y ver si habia alguna evidencia oculta debajo de ellos. Esta vez fue Sopa quien se trope76 con algo que llam6 su atencién al registrar un manojo de tupidas hierbas silvestres, cerca de la entrada de Ia casa del zorro. Era el cascaron de un huevo que parecia de gallina por su tamaio, pero se diferen- ciaba de este por su color verde brillante. —{Miren lo que encontré! —Hla- mé6.a sus compaieros. Wau! :Desde cuando las galli- nas ponen huevos verdes? —se extraiié ‘Malu, quien fue la primera en llegar— {O sed que esta gallina se aliments mucho con acelgas y espinacas? —Ese cascarén no es de un hue- vo de gallina —aseguré Hobtt mientras aterrizaba, aunque ya lo habia visto an- tes de posar sus patas en tierra. 38 | } En ese momento, una sombra se oculté atin mas en el interior del tron- co hueco. Sombra que logr6 burlar la aguda mirada del bho, la meticulos: Diisqueda del sapo y la cuidadosa ins- peccién de la mula. {De quign creen que puede ser? —pregunté Sopa —Por el color, es de un perdizon —contesté el buiho sin la menor duda. —Fso quiere decir —razoné el sapo— que habria que culpar al zorro de haberle robado ese huevo a los perdizones. —se qued6 Hobt pensati- yo—, pero también Rope Io va a inter- pretar como el motivo que tuvo el per- dizén para vengarse del zorto y atacarlo de alguna manera. —{De qué manera? —pregunt6 Ja mula perpleja—. Porque ya compro- amos que Rozo no presenta golpes, ni heridas, ni sefales de violencia, —Yo no creo que el perdizén haya sido quien mand a Rozo para el hospi- tal —dijo Hobui categérico. —Pero que nosotros creamos que el perdizén es inocente no resuelve nada —tesoplé la mula—. Tenemos que pro- barlo. ;No fue eso lo que me dijeron? —Sieste cascarén de huevo fuera la clave... —dijo el sapo pensativo, em- pujéndolo sin querer hacia donde esta- ba parada la mula, —iOye, echa eso para all! —pro- testé Malu—. jHuele horriblemente! —A qué quieres que huela un hue- vo hueto? —pregunt6 Hoba abriendo sus alas como indicando lo que era obvio. —Espera... —advirtid Sopa acer- candose més al cascarén—, es cierto que huele mal, pero no solo a huevo huero. —(tAh, no?! —exclamé el buho y también se aproximé a olisquear— Tienes raz6n, le sale otro olor fuerte y dcido... —{Qué crees que es entonces? —se interes la mula, a —Déjame ver... —Hobit volvié a olisquear—. Esto se me parece a. De repente, los redondos ojos del buiho se agrandaron como platos y brilla- ron mas que de costumabre, al tiempo que su cabeza daba cuatro giros completos sobre su cuerpo, por lo que Sopa y Malu, que conocian muy bien a su compariero de pesquisas, se percataron al instante de que acababa de hacer un descubrimiento. —{Qué? —preguniaron el sapo y Ja mula a desafinado dio. —i¥a sé lo que le pas6 al zorro! {Qué le pas6? —volvieron a in- terrogar Sopa y Malu, repitiendo el tan desastroso coro que solo pueden lograr el rebuzno de una mula y el croar de un sapo al unisono. Hobit se regodeé un tanto para acrecentar la ansiedad de sus dos ami- gos antes de responder: —3jA Rozo trataron de envenenarlo!! ‘Ylasambra dentro del tronco des- aparecid por completo en su interior. 42 V. Mas indagaciones Malis malus, melos moles, malas mulas Una cuaprurepa, de ta fa milia de los équidos, a trote lento avan- zaba por un camino de tierra entre el rio yel bosque. Unas rayas blancas y negras lerecorrfan el cuerpo. Marchaba con mu- cha alegria si tenemos en cuenta el pro- nunciado péndulo que hacia su parado rabo, moviéndolo con tanta rapidez que parecia el limpiaparabrisas de un auto ultimo modelo. Estaba tan contenta que comenzé a cantar un viejo bolero: Al pasar por una toma tee mula me encontré yen su lomo se let: “Yo jamds te olvidar 43 Sin embargo, a pesar del placer que le brindaba la cancién, de repente se detuvo en seco, mientras volvia su cabeza. Sus orejas se pusieron tensas. “Me parecié escuchar pasos”, se dijo. Pero al no ver a nadie por el camino, continué su marcha. ‘A poco andar, de nuevo se de- tuvo al sentir una vez més los pasos, aunque en esta ocasi6n con més clari- dad. Se voltes rapido, pero no lo sufi- ciente. El ruido de pasos desaparecié de pronto. Observé bien los alrede- dores y, muy a su pesar, prosiguié su trote al no ver nada fuera de lo nor- mal. Entonces avanz6 con todos los sentidos alerta. Aquella oculta perse- cucién ya la habia puesto nerviosa y, por qué no decirlo, también la habia asustado. Volvié a ofr los pasos, se detu- vo sin mirar atrés y... los siguié es- cuchando. Vir6 rapido la cabeza y. silencio absoluto. 44 Se le ocurrié una idea: trotar con Ja cabeza vuelta hacia atrés para no ser sorprendida. Pero por culpa de esa estrategia, unos diez metros mas adelante, la rama de un joven roble le golpes el cuello y le provocé una torticolis que hizo que co- rriera, casi de lado eso si, hasta su desti no sin preocuparse més de los misterio- Sos pasos. —,Qué te pas6, Malu? —se sor- prendié el biiho al verla entrar asf ala agencia. —Choqué con una rama y me dafié el cuello, —2Y se puede saber por qué estas pintada como una cebra con esas rayas blancas y negras? —sigui6 interrogén- dolo Hoba. —Porque me dijiste que fuera a ver al perdizén preso =v? —Que me pinté como una cebra para burlar al cachorro de guardia, ya 45 que si me veia como yo soy no me ibaa dejar entrar a la comisaria, —Pues mira, te salvaste porque esos perros son bastante estupidos. Cualquier otro animal se daria cuenta de que las cebras no tienen las rayas ho- rizontales como te las pintaste. —zDe verdad? —Claro te dijo el buiho aguan- tando la risa— Ademés, zte las hiciste con témpera? Porque con el sudor se te han corrido, se han formado manchas y ahora pareces mas una délmata gigante que una cebra, —iWau! gEn serio? —Lo mas probable es que la pin tura corrida te cegara y por eso no viste Ia rama que te golpe6 el cuello. No, Hobti —se defendi6 ense- guida Malu—. No fue la pintura. Estoy segura de que me estaban siguiendo y or preocuparme me accidenté. eestaban siguiendo?! —salt6 el biho— ;Uf! ;Eso quiere decir que el 48 culpable sabe que estamos tras él! —Eso pensé —dijo la mula —Bueno, zy pudiste hablar con el perdizén? ; —Sf. Al principio no erefa que yo Jo queria ayudar. Como no me conoce, ni sabfa que su esposa nos habia contratado... —Claro —el bitho aguant6 la risa de nuevo—, jy con esa pinta! —Asi es —afirmé la mula—. Pero lo pude convencer y me confes6 que él no tenia nada que ver con lo que le su- cedié al zorro. Sin embargo, me dio la impresion de que no me lo conté todo. —A mf me pasé lo mismo con la perdizona. Fui hasta su nido y me repi- tié lo mismo que nos habia dicho, pero noté que ocultaba algo ; —zEntonees, crees que ellos tie~ nen que ver con la pardlisis del zorro? —pregunté Malu preocupada. No sé... me parece que no, pero algiin secreto tienen guardado esas aves, 48 En ese momento se escuché un sonido parecido a cuando uno lanza una plasticina contra la pared, y ambos amigos dieron un brinco del susto. Era el sapo, que después de dar un gran sal- to desde la entrada de la caverna, habia caido encima de una mesa —{Qué pasa, Sopa? —reacciond primero el bitho. —Vengo de! hospital —contests. — Estas enfermo? —quiso saber Ja mula, —iNo, Malu! Fui a levarle a Toga, el gato, las cascaras de huevo que encontramos para que las analizara en el laboratorio. —2¥? Ho apuré Hoba. —Una noticia buena y una mala. —Di la buena primero —dijo el buiho, —La buena es que el veneno en- contrado en el huevo es el mismo que habfa en el estémago de Rozo —explics Sopa—. Por tanto, ya esta comprobado 49. que lo intentaron envenenar. —Entonces, ya sabemos cémo fue. Ahora debemos averiguar quién lo hizo y por qué. —{¥ la mala? —recordé la mula. —La mala es que Rope, el perro policia, ya sabe que fue un intento de envenenamiento ¢ insiste en culpar al perdizén, porque el zorro le queria 10- bar sus huewos del nido, 0 algo asi. —jWau! jHay que hacer algo r4- pido! —salté la mula—, jVamos para alla y a las patadas liberamos al perdi- zon! —jNo, Malu! (Te he dicho que con la violencia no resolvemos nada! —la regaié Hobt. —Yo tengo una idea —dijo Sopa. —Cual? —preguntaron la mula y el buho. —Vamos a separarnos. Tt, Hobt, investiga a todos los animales alados que usen venenos. Tit igual, Malu, pero con los terrestres. Y yo lo haré con los 50 acusticos. Uno de ellos nos levard a la solucién del caso. —Yo estoy de acuerdo —dijo el biiho. —Yo también dijo la mula— Aunque me hubiera gustado encargar- me de los alados. Mi suefio siempre ha sido volar entre las nubes. —iNo lo puedo creer! | voladora! —comenté Hobit YH.S.y M. salicron dela caverna endiferentes direccion Una mula s,sin sospecharel peligro al que se exponfan al separarse. 51 VI. Elacusado Gel tibiri tabara de un perdizén enjaulado A. ouinientos metios de la comisaria, el perro policia y uno de sus cachorros caminaban a toda prisa. Pero de pronto, Rope detuyo a su hijo con tuna pata. Olisqued el aire y se desvi6 del camino unos pasos, llegando hasta ‘un claro entre las hierbas silvestres. En un punto, comenzé a excavar con de- cisién y fuerza con sus dos patas, y la tierra que sacaba y que empujaba hacia atras le caia encima a su cachorro, que lo habia seguido. —{Qué buscas, paps? —pudo preguntar el animalito entre las toses 82 que le provocaban el polvo y la tierra en su hocico. —jNo me digas papa! —to regan Rope sin dejar de excavar—. jTe he dicho mil veces que me digas jefe 0 comisario! —Disculpa, pa... —Estoy... Pero el perro policia no pudo terminar la frase. Habia aparecido un hueso en el hoyo que acababa de abrir. De una dentellada lo sacé y comenzé a saborearlo. —Jefe!, gedmo supo que ahf ha- bia un hueso enterrado? jjefe! —Porque el fantasma del pollo al que pertenece ef hueso me lo susu- 176 al ofdo —contesté el perro con voz, cavernosa {En serio? —jClaro que no, tontin! —excla- m6 Rope cambiando el tono a regaio— Yo lo enterré ahi ayer —jAh! ZY por qué no me ofrecié 53 algo del hueso? —quiso saber el cacho- ro con ingenuidad. —Porque ustedes deben comer comida para perros. —jPero son muy malas esas ga- lletitas, jefe! —exclams el hijo. —Eso no es lo que dicen las eti- quetas! jY por el precio, deben de estar riquisimas! —conchuyé Rope terminan- do de masticar—. ;Y ahora vamos que tenemos mucho que hacer! Padre e hijo comenzaron a trotar al estilo de los pelotones de soldados y, por supuesto, entonando su ritmica marcha militar, que Rope cantaba casi gritando y su cachorro repetia en igual tono. {Vamos perros a triunfar! Vamos perros a tritmfar jPorque hay que investigar! iPorque hay que investigar! 1Y con Sopa, Mali y Hobs! iY con Sopa, Malu y Hobit! 54 jVoy a ser astuto y duro! iVoy a ser astuto y durol ‘A duras penas el cachorro podia mantenerse al lado de su padre. Las zancadas de Rope eran enormes. —No sé por qué tanta cosa si ya tenemos al culpable —dijo para sf el animalito, en medio de la sofocacién debida al trote y durante un silencio del canto desu padre. Pero e] fino ofdo de Rope lo escu- cho. —jSi, tenemos al culpable, pero nos faltan pruebas! —2Y no basta con la pluma y lo que acabamos de descubrir en la farmacia? —No. Esas pruebas no son sufi- cientes para llevar al perdizén a un juz~ gado y que lo condenen. —;Entonces? —pregunté el ca- chorro casi sin aliento. —Espero que ahora confiese. Pero antes voy a comprobar algo que nos 85 puede ayudar en el caso. Por suerte para el aprendiz. de de- tective, llegaron finalmente a la comisa- ria. El otro cachorro ya tenfa todo pre- parado segtin las érdenes desu padre, Se dirigieron a un saloncito don- de los esperaba Noma, la mona, muy nerviosa por cierto. —Muy bien —dijo Rope en cuan- to se acomodaron—. Usted, seftorita Noma, va a situarse frente a esa venta- na de vidrio que da al salén de al lado, y nos va a decir cudl de los males que le mostraremos es el que vio usted volar momentos antes de caer pa~ ralizado el zorro. —Es necesario que haga eso? —rog6 la mona—. zY si me ve cuando lo sefialo y después quiere vengarse de mi? —Fso es imposible, De all para acd no se puede ver —aclaré un cacho- 110, rascdndose con furia el cuello. {No te rasques para acd, que me .co. ani- 56 van a caera milas garrapatas! —protes- t6 el hermano. —Sefiorita Noma —intervino Rope—, a.usted nadie la va a ver, nina- die le va a hacer nada. Pero sf tiene que hacer esto, porque es parte de las prue- bas en contra del acusado. gEstd lista? La mona asintié varias veces con la cabeza de manera nerviosa. Entonces Rope tocé un interruptor y se iluming el salén contiguo. Del susto, Noma dio varios histéricos chillidos Del otro lado, con un cartén con el niimero uno en el pecho se encontra- ba parado, de espaldas a la pared del fondo y de frente al vidrio, claro esté, un elefante. A su mano izquierda, con el numero dos, un cocodrilo. En el cen- to, el perdizdn con el mimero tres. A la izquierda de este un reno con el ntimero cuatro y por tiltimo, con el ntimero cin- co, una langosta en una pecera. Todos miraban al vidrio con seria expresién. Cuando Ia mona se calm6, Rope 87 Je repitié la pregunta: —Seiorita Noma, ;cual de los cin- co sujetos vio usted volar del lugar de Jos hechos cuando estos se produjeron? —No sé, no sé —y la monita se frotaba las manos en seftal de angustia sin dejar de observar a los cinco anima- Jes—. Parece que al uno, pero sin trom- pa... 0 tal vez el dos, pero sin esa boca- za... aunque pudiera ser el cuatro, pero sin cuemos... 0 puede que el cinco, pero sin agua... Quizais sea..., gpuede decirle al namero tres que se acerque al vidrio? —jEl ntimero tres que dé dos pa- sos al frente! —ordené el perro policia por un micréfono. Cuando el perdizén estuvo mas cerca de la ventana de cristales polari- zados, la mona achicé los ojos para ob- servarlo mejor y finalmente afirmé. —jEs él! —iiEsté segura?! —casi rugié Rope. 58 —i$il jNo! ;Sit |S! —y la mona co- menz6 a dar histéricos chillidos de ner- viosismo y miedo, mientras saltaba por toda la habitacion. —Muy bien. Se cumplié correc- tamente la formalidad. Ahora llévate a esa mona! —le sefialé a un cachorro. Y dirigiéndose al otro, agregé—: Y ti, saca a los demas del otro saloncito y dé- jame ahi solo al perdiz6n. Después de finalizar su tarea, los dos cachorros se instalaron en el salén frente a la ventana de vidrios polariza- dos para aprender el método de inte- rrogatorios de su jefe-papé. Este habia entrado a la habitacién donde estaba el ave y, ceremoniosamente, dio unas Cuantas vuellas girando en el mismo lugar y se echo delante de él —Mira, perdizoncito, no me ha- gas perder el tiempo y acaba de confe- sarlo todo. —Pero si ya le he dicho que no hice nada! 60 —Mira, perdizoncito —volvio a hablar pausadamente Rope—, encon- tramos una pluma tuya en el lugar en el que se intenté envenenar al zorro. (Qué mas quieres? —Pero. —Y por si eso fuera poco —inte- trumpis el perro policia, acentuando la calma y serenidad en su tono—, hace un rato averigiié con Chovi, el chivo farmacéutico, que tu esposa le compré un veneno hace dos dias. :Es0 no es su- ficiente para que confieses? —jEse veneno que compré mi esposa lo utilizamos para rociarlo alre- dedor de mi nido, porque una plaga de pulgones se estaban acercando y quisi- mos proteger nuestros huevos! —iMira, perdizonzote! {Estoy hasta ef tltimo pelo con tus mentiras! —e grit6, le grumié y lo amenazé Rope con sus colmillos, perdiendo toda la calma— jO confiesas o...! Pero no quiso continuar. Records 6 que sus hijos estaban mirando desde el otro lado. Querfa ensefiarles buenos modales y a controlar las emociones en Jos interrogatorios —Mira, perdizoncito —y de nue- vo recuperé el tono tierno de sus pa- labras—, no sé si tendré tiempo para comprobar eso del veneno y los pulgo- nes; 0 no sé si ya el veneno que supues- tamente echaron se esfum6 y no se po- ra comparar con el del estémago del zorro. —iVaya y compruébelo! ;Veré que no miento! —Mira, perdizoncillo, te voy a dar otra oportunidad. Si en unas horas no has confesado, te juro que te pasards toda tu vida entre rejas, zde acuerdo? "Dios mio, que esos detectives privados hagan algo rapido, porque de locontrario nunca mas veréa mi esposa y nunca conoceré a mis pichoncitos”, se dijo para si el perdizén y se le aguaron los ojos. 2 VIL. Los sospechosos de Hobii O un animalejo tras la abeja en el bosquejo Tatycomoacordaron, mien- tras la mula se encargaba de buscar en- tre los animales venenosos terrestres, el sapo haria lo mismo entre los acuaticos y el biiho otro tanto entre los que vola- ban o vivian en las altas ramas de los Arbol Segtin la informaci6n que maneja- bade la zona, a Hobii no se le ocurrieron otros animales alados mas que las abejas africanas. Sabia que eran muy venenosas Y agresivas. Por algo fueron expulsadas de Africa! Pero la sola idea de tener que aproximarse a esos insectos con tal mala 63 fama, Negados desde tan lejos para in- tegrarse a lo peor de la delincuencia, le provocé tn estremecimiento en todo su plumaje. Ademas, se aventuraba por una parte oscura y siniestra del bosque. Un area que ni a la policia se le ocurria transitar en sus rondas. El plan de H., S. y M. era obtener tun poco del veneno que utilizaba cada uno de Ios sospechosos y Hevarselo al doctor Toga para que lo comparara con el hallado en el cascarén de huevo y en el estémago de Rozo, De esta simple manera conocerian la procedencia dela sustancia y asf la identidad del animal que intents envenenar a Rozo. Un zumbido, que a Hobii le pa- recié el constante y monétono sonido de tambores de una tribu en medio de la selva, le indicd que la colmena de las abejas africanas estaba cerca, por lo que redobls sus precauciones y traté de vo- lar de rama en rama, entre lo mas espe- so del follaje, para no ser descubierto. 64 De pronto, un sonido diferente al del zumbido de las abejas lo hizo dete- ner st: marcha y ocultarse entre las ho- jas. Hobti comenzé a girar lentamente y en redondo la cabeza sobre su cuer- po, como hacen los biihos, lechuzas y demas rapaces nocturnas. Daba la im- presién de un radar tratando de ubicar el nuevo sonido Hlegado hasta sus finos ofdos, que parecfa el de un instrumen- to de cuerda ejecutando una hermosa y suave melodia. - Entonees escuché una agradable vor que entonaba esta alegre tarantela: No tenigas miedo yacéreate a mi, uta mi canto para ti Hobt se sintié atraido por aquella cancion y, sin proponérselo, comenzé a avanzar en direccidn al sitio de donde provenia la musica. Pero su instinto de- tectivesco, desarrollado por las nume- 65 rosas situaciones de peligro en que se habia visto envuelto, disparé la alarma dentro desu cabeza y se detuvo en seco, justo un paso antes de que sus patas se enredaran en una fina pero resistente tela de arafia, “Es una trampa”, pens6. Y no se equivocaba, La araiita, con esa melodia y ese canto tan dulce, atraia a ‘sus victimas. —jLa arana violinista! —exclamo impresionado al descubrir al peligroso insecto de color café que se balanceaba en el centro de su red, construida a la entrada de una cavidad en el tronco de tun viejo cedro, mientras frotaba dos de sus ocho patas, como si fuera un violin, para producir la mortal mtsi Hobt sabia de la existencia de a, esta araia porque hacia unos meses: tuvieron que descubrir el crimen de una arana de rincén y esta les conté de la existencia de una prima que usaba este método musical de engafo para atraer a sus victimas y envenenarlas. 6 Pero nunca se imagind que se verfa tan pronto cara a cara con aquella asesina de sangre fria. EL buho ya iba a retirarse tan s gilosamente como habia llegado hasta alli, cuando de repente sus grandes ojos brillaron y una idea comenzé a tomar forma en su cabeza, Muy pronto la idea estuvo con formada y Hobs se dispuso a ponerla en préctica, aunque sabia que era muy riesgosa y le podfa costar la vida si fra- casaba. Pero el biho era muy valiente, por lo que no dud6 un instante mas. De modo que volé hasta las pro} midades de la colmena de las abejas africanas y alli esperd, agazapado entre el follaje, a que una de ellas se separa- ra del resto, pues su plan radicaba en atraer la atencién de una sola de las abe- jas y luego hacer que lo persiguiera sin que las demés se dieran cuenta, pues si el enjambre llegara a perseguirlo, sabia que no tendria escapatoria posible. 67 Obra cualidad que adornaba a Hobti era la paciencia, sin la cual es imposible esperar el momento preciso para conseguir lo que uno se ha pro- puesto. Por eso esperd sin desesperar- se durante muchisimo rato, hasta que vio a una de las abejas apartarse de la colmena lo suficiente para atreverse a Hamar su atencién. El bitho abrié y agitd sus alas con fuerzas, hasta que la abeja africana se dio cuenta de la presencia del intruso cerca de la colmena y entonces Hobt le canté este rap: Corrieron una carrera seflor bike y dona abeja, cuanto la pasaba el bitho le dijo: jfeal, en ta oreja. Solo eso basté para que la abeja africana se dispusiera a atacarlo loca de furia, Perseguido de cerca porel insecto, quien blandia su emponzonado aguijén 68 amenazadoramente, Hobii volé con rapidez y agilidad entre las ramas en direccién al sitio donde estaba la araiia violinista. Una vez ahi, se lanzé en picada directamente al centro de la tela de arafa, tratando de aminorar la velocidad para que la abeja africana se le aproximara por detrés lo mas posible. Pero en el tiltimo instante, cuan- do parecia que habria de enredarse en- tre los pegajosos hilos de la red, el bttho cambié el rumbo de improviso, toman- do desprevenida a la abeja que siguid su trayectoria y se impacté en la tela, muy cerca del centro donde estaba la araiia violinista, quien de inmediato alz6 dos de sus patas delanteras en gesto defen- sivo y esgrimié las pinzas envenenadas de su boca. De inmedialo se produjo el inevi- table combate entre los dos terribles in- sectos, mientras Hobii observaba desde una alta rama. 70 Y cuando la abeja afticana y la arafia violinista se neutralizaron mu- tuamente con sus respectivos venenos, el inteligente briho no tuvo mas que re- coger una muestra de cada uno de ellos para levarselas al doctor Toga y regre- sar satisfecho por la misién cumplida. a VII, El sospechoso de Sopa Ono es de Croacia que vino un icroadl... Ia le, fale, la le bi Sova ESraBa consciente de que le habfa tocado, de los tres, la parte ms peligrosa de la misién: buscar una muestra de veneno entre los animales que lo posefan en el medio acuatico. No porque abundaran las especies veneno- as acudticas en la laguna ubicada a un costado del bosque, ya que la mayoria de ellas vive en agua salada, sino por- que tendria que enfrentarse sin remedio a la vibora, una de las serpientes més letales de todo el reino animal y jefa de la pandilla de asesinos que operaba en Ja zona de la laguna. 72 El sapo detective la conocia muy bien, pues desgraciadamente habia te- nido que compartir su “barrio” con ella desde que era nifio. Pero siempre se las habia arreglado para no encontrarsela en el camino, teniendo en cuenta que los habitos alimentarios de la vibora in- cluan a los anfibios, es decir, a los sa- pos y a las ranas, por lo que a Sopa no Je hacia ninguna gracia formar parte de esa dieta. Anteriormente, el sapo habia descartado de su lista de sospechosos ala raya de agua dulce, un pez muy venenoso también, ya que como este animal acuético se pasa la vida muy tranquilo enterrado en la arena o en el fango de los fondos de rios, lagos y lagunas, y solamente utiliza las es- pinas envenenadas de su cola como medio defensivo en caso de que lo ataquen 0 molesten, era poco proba- ble que fuera su veneno el que parali- zara al zorro. En conclusién, Sopa se di decidido a todo hacia la laguna con un paquete en Ja mano, como parte de su plan. Una vez en el lugar, el sapo nado hasta una islita donde abundaban las altas hierbas. Alli desenvolvié el pa- quete y dejé oculto su contenido. Hecho esto, consideré que habia Hegado el momento de localizar a la vibora, por lo que tomé aire y se lanz6 resueltamente a la aventura. No tuvo que buscar mucho, pues muy cerca de las margenes de la lagu- na vio a la serpiente de algo més de un metro de largo que se deslizaba sinies- tramente entre las hierbas hdmedas. El sapo sabia que a esa hora siempre la vi- bora buscaba comida en Ia orilla. Aun- que también se daba cuenta de que por estar hambrienta era ms peligrosa. —jCroac!! —croé el sapo todo lo fuerte que pudo. De inmediato la vibora detuvo su 74 marcha y alzé la cabeza entre las hierbas, tratando de ubicar de dénde habia veni- do aquel sonido tan conocido, al tiempo que su larga lengua bifurcada entraba y salia de la boca como un latigo. Ahora cuando me persigas, vasa sentir mucho frio. No le eches la culpa al viento, sino al jeroac! de miedo mito. Asi le canté un valsecito el sapo. Y al finalizar la melodia, dio un paso ri- diculo de baile y pegé un salto enorme. Laserpiente lo vio y se desliz6 con gran velocidad hacia él. Pero ya el sapo llegaba al borde de la laguna y de otro gran salto se zambullé en el agua, donde tenfa mayores posibilidades de escapar, aunque estaba seguro de que la vibora lo seguirfa también en ese medio. Tal y como habja planeado, Sopa nadé hasta la islita donde estuviera un. rato antes y allfse oculté entre las altas y tupidas hierbas. Desde su escondite, vio 75 como su perseguidora salfa del agua, volvfaa parar la cabeza y miraba a todas partes con sus ojillos amarillos. El sapo, a pesar de hallarse muy bien oculto, sintié un escalofrfo que le recorrié toda su viscosa piel de tan solo pensar qué pasaria si lo encontraba, A Sopa le entraron ganas de que- darse alli, sin moverse, hasta que suene- miga se marchara, pero si habia llegado a este punto, no podia ahora echarse atrds. Asf que volvié a suspirar y excla- ‘m6 para sf: “;Que pase lo que tenga que pasar!” Y salté de su escondite. La vibora lo vio al instante y rei- nicié la persecucién, ahora en un medio que le favorecta, pues podfa deslizarse con mucha rapidez porel suelo himedo de la islita, en tanto el sapo estaba obli- gado a hacerlo a saltos entre las hierbas que entorpecian su huida. Alllegar a la parte mas tupida, Ja serpiente vio que su perseguido estaba enredado entre los hierbajos, sin opor- 7 tunidades para escapar, y una sonrisa siniestra se dibujé en su boca. Se fue acercando muy lentamente al sapo, que se mantenia inmévil, como paralizado al saberse perdido, y clavé en él sus col- millos, de donde salié a borbotones su mortal veneno. Unos minutos después, viendo que su vfctima no daba sefiales de vida, la vibora considers que su almuerzo es- taba a punto, por lo que abrié Ia boca ata comenzar a tragérselo. Pero al in- tentar hacerlo, sinti6 un sabor repulsive y loexpulss. Qué asquerosidad! (Sabe a neumético! ;$i lego a saber que ese ‘sapo tenfa ese sabor, no pierdo mi tiem- po persiguiéndolo! —y mascullando y maldiciendo, la serpiente se fue por donde mismo habia llegado. Cuando el silencio retorné a la laguna, se movieron unos hierbajos proximos al sitio donde la vibora dejara a su victima y aparecié el rostro resplandeciente de Sopa. Lae, late, tale ti, mucha suerte para mt. Tale, late, tale li, unt engario para ti. El sapo enton6 esta alegre cum- bia, mientras buscaba al sapo de goma que habia trafdo en el paquete y a quien la vibora atacé, dejando en el interior de este su veneno al confundirlo con él. Ahora solo tenfa que levarselo al doc- tor Toga para que lo analizara. ‘Como Hobii, Sopa también regres con la satisfaccién del deber cumplido. 79 IX. Elsospechoso de Malu Ola mulémbula de inula Maw NOTENIA idea de qué animal terrestre pudiera ser venenoso, por lo que decidié visitar a un antiguo conocido para informarse. Se trataba de Mupa, el puma. Un anciano que en su época fue un reco- nocido delincuente, por lo que pasé muchos aftos de su vida en la carcel, pero que al llegar a una avanzada edad abandoné sus malos hébitos y se dedi- 6 a ser confidente de la policia y de los detectives privados para ast delatar a sus ex colegas. Varias veces H,, S. y M. habfan tenido que recurrir a los servicios del 80 viejo Mupa durante sus investigaciones. Por eso la mula sabfa dénde ubicarlo. Era una tarde fuertemente soleada, y el calor en la montafia se hacia insufrible. Sinembargo, Malusubjasin dificultad la empinada cuesta, cargando en su lomo varios regalos para el puma, sabiendo que a este le gustaba recibirlos en pago por sus informaciones. Los Hlevaba en su lomo sin es- fuerzo, porque las mulas son animales de carga, como el caballo y el burro, y son tan fuertes como el primero y algo torpes de mente como el segundo. Por qué? Porque las mulas son las hijas que nacen del cruzamiento de un caballo y una burra 0, lo que es lo mismo, de una yegua y un burro, como es el caso de nuestra herofna. Pensando precisamente en sus padres, que hacfa tiempo no veia, Malu lleg6 casi hasta la cima de la montaiia, donde crefa que vivia el puma. Sin em- bargo, al no ver la casa del viejo Mupa 38 en el lugar donde debia estar, ensegui- da le vino algo a la mente y comenz6 a patear con furia todo a su alrededor, mientras se gritaba a si misma. —iQué mula soy! |Qué clase de mula soy! Es que en ese instante recordé que le habfan dicho-hacfa unos dias que el puma, para estar més cerca de otros animales por su edad, se habia mudado a los cerros detrés de las granjas, ubica- das en sentido opuesto al bosque. Asi, insulténdose, Malu descen- dio por donde vino y se dirigié a aque- lla zona, Como resultado de un par de pre- guntas que le hizo a un gorrion y a una ardilla, répidamente localiz6 la casa en la colina donde residia ahora el puma. —jHola, mi amiga Hobii! a sa- Tud6 Mupa. —iYo soy Malu, no .Hobé, nunca he sido tu amiga! —e dijo la mula un poco molesta con 82 el recibimiento, por lo que fue directa- mente a su asunto—. Mira, Mupa, necesito una informacion urgente y para eso te traje estos regalos. —;Para qué te molestaste? —min- ti6 el puma—. Ta sabes que a los ami- gos yo les sirvo sin interés alguno. —Si, yo sé que tii eres muy buen animal —ironizé Malu. —Bueno, dime, gde qué se trata? —pregunté Mupa, mientras desempa- caba los regalos con rapidez. —Necesito que me nombres ani- males terrestres que sean venenosos y delincuentes. jY sin rodeos, porque es- toy apurada! —jPero esa informacién es muy facil, Hob’ —jMalu! —Mira, por ejemplo, el jefe de la pandilla que actiia en esta zona es el fa- moso escorpién gigante. El mayor ma- ton a sueldo de todos los alrededores. iY usando su veneno es peligrosisimo! 83 —iWau! {El escorpién gigante! —exclamé Malu con cierto temor en la voz—. 2Y tiene una pandilla dices? —Claro, sus guardaespaldas son las hienas Hianes, tres criminales, ca- paces de hacer cualquier atrocidad sin inmutarse. —Dénde puedo localizar a ese escorpién? —Mira, cuando salgas, verds a tu izquierda un cerro. Subiendoaladerecha hay una roca en forma de pirémide, ahi doblas a la izquierda hasta un manantial, lo rodeas y subes un par de metros, giras alla derecha y bajas hasta la falda del co- 170, entonces te vas hasta el otro cerro de més all y pregunta por allt —2Y para qué tengo que hacer todo eso en el primer cerro si puedo ir directamente hasta el otro? —pregunt6 Malu con inocencia. —Si, lo puedes hacer, pero es me- nos complicade y menos misterioso —respondié el puma. | ta sabes que a as mf las informaciones faciles no me gus- tan, Hobt! —jMalu! Disgustada y sin decir nada més, Ia mula salié a buscar al scorpion con Jos pocos datos que obtuvo. No bien fleg6 hasta el primer ce- rro, cuando una asquerosa hiena con ‘una cicatriz en el hocico le interrumpié el camino, saliendo de repente de de- trés de un arbol. —Nos estés buscando, mula ton- ta? le dijo con voz ronca. Malu se sorprendié, pero cuando de peleas justas se trata, sus musculos se ponen enseguida en tensién y sus instintos de conservacién la dominan. Por ello, le fue facil darse cuenta de que otras dos hienas le habfan cortado el ca- mino por detrds. —Vamos —volvié a hablar la de la cicatriz—, hay alguien que quiere conversar contigo. Malu se dispuso a luchar, pero se dio cuenta de que era mejor hacer- Jo cuando estuviera frente al escorpién, porque de lo contrario le serfa dificil lo- calizarlo después. —Vamos. Seré un placer para mf hablar con tu jefe, hiena vacia —y son- 1i6 de su juego de palabras. La de la cicatriz se contuvo, miré ala mula con odio y emprendié la mar- cha hacia el cuartel donde operaba el escorpién, seguida de Malu y cerrando la fila sus dos hermanas, atentas a cual- quier movimiento extrafto de la mula. En unos minutos legaron a un lugar semioscuro, rodeado de basura, piedras y esqueletos de animales. Po- cos rayos de sol llegaban hasta el sue- lo, porque las ramas de dos Arboles se unfan en la copa haciendo la funcién de techo. Acostado en la gran hoja de una planta, meciéndose como si fuera una hhamaca, se encontraba el escorpién mientras varios ciempiés lo abanicaban, er le servian jugos y le afilaban el aguijén. —jLa mula Malu! (Qué visita tan distinguida! —dijo el escorpién y haciendo un gesto con la mano eché a los ciempiés, que desaparecieron al instante. —Usted me conoce? —pregun- £6 la mula rodeada de las amenazantes hienas. —iPor supuesto! Hemos estado muy cerca de ti todo este tiempo. Cuan- do encontraron el huevo envenenado, cuando te disfrazaste de cebra; en fin, no te hemos perdido ni pie ni pisada, ni pata ni patada. —{Se puede saber por qué? —Porque me han dicho que us- tedes son buenos detectives. Y lo han demostrado, ya que estén muy cerca de descubrirlo todo. —(Eso le preocupa? —dijo Malu con una falsa sonrisa, —Claro, porque el veneno del huevo, el veneno del estémago del 88 zorro y el veneno de mi aguijén... es el mismo. —jWau! jUsted es el culpable! —exclamé la mula y perdi la paciencia. Sintié que la furia la invadia y agarré a la hiena de la cicatriz por el cuello con su boca, aplasténdola con- tra el suelo, mientras levantaba la parte posterior de su cuerpo para soltar sen- das coces con ambas patas, que dieron en los hocicos de las otras dos hienas. Acto seguido, libero de sus dientes a la de la cicatriz y comenz6 a propinarle ca- bezazos, que aquella recibia aturdida y sin defenderse. De pronto vio a las dos hermanas incorporarse detras de ella, volvio a agarrar a la hiena del suelo y sin soltarla comenz6 a girar a gran ve- locidad, por lo que al acercarse las otras dos hienas recibieron el fuerte golpe del cuerpo de su hermana y fueron a caer inconscientes junto a unas inmundicias, sirviendo de colchén a la de la cicatriz, que Malu habia soltado encima deellas, formando un montoncito de hienas ma- chucadas y desmayadas. Como todo sucedié en un abrir y cerrar de ojos, el escorpién no tuvo tiempo para reaccionar y se quedé bo- quiabierto mirando la pelea. La mula se dio cuenta de esto y lanz6 una patada a la hoja donde se mecia, por lo que el es- corpién vol6 por los aires y cayé en una piedra delante de ella, lo que aproveché Malu para plantarle una pata encima y anularle el movimiento de su cola, don- de tenfa el mortal aguijén. Como Hobi y Sopa, Malu sintis Ia satisfaccion del deber cumplido. Por eso le cant6 una bachata al repugnante animal en su cara: Mulénbula, muldémbula Del cielo bajé un pintor para pintar tu hermosura. Al ver a.un bicho tan feo se le cuajé la pintura. Muldmbula, neuldmbula, 1 Malu refa, pero al escorpién no le hacia ninguna gracia. —Ya sabemos oémo Io hizo y quién es el culpable —le dijo la mula, y con autoridad agregé—: ;Ahora me vas a decir por qué odiabas tanto al zorro! —jPero si yo no lo odiaba! —con- test6 timidamente el escorpién, ya que, como siempre ocurre, los “duros” se acobardan enseguida cuando se ven en desventaja. h, no! —ironiz6 Malu—. gEntonces porque el zorto te cafa bien intentaste envenenarlo? —iYo no lo querfa eliminar! —ex- clamé el escorpién—. {Si hice eso fue porque me contrataron para hacerlo! —gEeeeh? —salté la mula—. :Y quign te contrats? —iNo te lo puedo decit! —igAh, no?! —exclamé Malu, presionando més con su pata el cuerpo del escorpién. —iNo! —chillé el delincuente—. iNo lo puedo decir, porque no lo sé! res que te voy a creer esa mentira? —jEs cierto! —suplicé el escor- pién—. Nunca nos vimos personalmen- te, Nos comunicamos a través de notas que me dejaba escondidas en diferentes lugares. jIncluso recogé lo que me pagé de uno de esos escondites! ;Te jura que no sé quién es! Malt se ensombrecié al compren- der que el misterio continuaba y que el deber aiin no estaba cumplido. 93 X. Eldescubrimiento Ollas elucubraciones sin tribulaciones de un huevito Cvanvota muta legé ala agencia con las tres hienas amarradas so- bre st lomo y con el escorpién atado y colgado de un cordel que sostenia entre sus dientes, Hobti y Sopa quedaron sor- prendidos. Pero cuando Malu les conté lo sucedido durante su encuentro con esos delincuentes y la confesién del escorpisn, el desaliento ensombrecié los semblantes de los tres amigos detectives. —ijAhora qué hacemos?! —croé el sapo casi con desesperacion—. jYo pensaba que estabamos a punto de re- solver el caso! 94 —iVamos a tener que empezar la investigacién de nuevo! —respondis el bidho con determinacién. —jDiganme a quién tengo que patear! —rebuzné la mula furiosa. —No se trata de usar la fuerza, sino la inteligencia —dijo Hobi en tono. de reproche. —Perdonen... —se disculpé la mula. Y pregunté—: Qué propones? —Eso, pensar —apunté Hobi—. Les propongo que analicemos cada uno de nosotros Jo sucedido hasta ahora y los elementos que tenemos. Dentro de un par de horas nos reunimos otra vez y que cada cual exponga las conclusio- nes a que ha llegado. De acuerdo? —jDe acuerdo! —exclamaron los otros dos. —Yo me Ilevo el libro de zoolo- 1a, porque debo averiguar algo —in- formé el biho. —Yo no me Hevo nada —dij mula. —Yo si. Me voy a llevar un pe- dazo de cascarén del huevo de perdi- zona que envenené a Rozo, a ver si le encuentro algo més que veneno —dijo el sapo sin mucha esperanza. Dejando a los cuatro pandilleros bien atados en la caverna, cada cual se fue al sitio adonde acostumbraban pen- sar sin que nadie los molestara: Hobii al hueco abierto en lo mas alto del tronco de un viejo algarrobo; Malu al centro de una apacible y silenciosa sabana, y Sopa a su casa sobre una gran hoja de lirio acudtico en la laguna. Para llegar hasta su casa, el sapo se eché a la espalda el pedazo de casca- rén de huevo de color verde brillante, se lanz6 a las tranquilas aguas de la la- guna y nad con lentitud hasta la hoja delirio. —Veré si le encuentro algo a esto dijo en voz alta Sopa, mientras se quitaba la carga deencima, Pero cuando Io hizo, sus ojos se desorbitaron mucho 96 més de lo que habitualmente los tienen los sapos y exclamé sorprendido—: j¢Qué le pasé a esta céscara de huevo?! Y no era para menos, pues el cas- carén que hasta ese momento habia sido verde brillante, ahora era blanco. Sopa lo revis6 bien por todas par- tes y vio que atin le quedaban algunos vestigios del verde que habia tenido. Le pasé el dedo a una de esas manchas verdes, lo observé bien y entonces com- prendié lo que estaba pasando: —jiEsto es un huevo de gallina pintado de verde brillante para que pa- reciera de perdizonall —grité entusias- mado. Y como considerd que Hobt y Malu debian saber cuanto antes su des- cubrimiento, se volvié a lanzar al agua con el cascarén ahora blanco, en busca de sus otros dos colegas. Un rato més tarde, los tres ami- gos detectives volvian a reunirse en la agencia y Sopa les dijo muy excitado: 7 —jEl huevo que envenend a Rozo es de gallina! ;Solo que estaba pintado de verde brillante para imitar a los hue- vos de perdizona! —,Cémo lo descubriste? —pre- gunté Malu con sus largas orejas bien paradas. —Se destifié con el agua cuando me eché a la laguna rumbo a mi casa. —Eso quiere decir que quien con- traté al escorpién para que envenena 1a al zorro, también trats de echarle la culpa a los perdizones —sacé Hobti en conclusién. —jPero seguimos sin saber quién es! —se lamenté la mula. —Sin embargo —dijo ¢ sativo—, tengo una sospecha —{Ya sabes quién esté detras de todo eso? —inquiris el biiho. —Hasta ahora son solo sospechas, —contesté el sapo—, que tal vez. po- drian afianzarse si hacemos una visita ala casa de Rozo pa pen- 99 —iWau! 2A la casa del zorro? {Para qué? —interrogé Malu sin enten- der adénde queria llegar Sopa. —iVamos y después les digo! —dijo el sapo, saltando al lomo de Malu, que parti6 al instante, seguidos por Hobii volando a poca altura. Enseguida llegaron ala madrigue- ra de Rozo, pero como Malu no cabia por su gran tamaiio, tuvo que esperar a que sus amigos fueran a ver si encontra- bban lo que el sapo estaba buscando. No pasé mucho tiempo para que Hobii y Sopa aparecieran de nuevo en la puerta de la madriguera. Y por las caras que traian, la mula supo que ya estaban sobre la pista que necesitaban. —jQué encontraron? —pregunt6 Malu impaciente. —jLa despensa de Rozo lena de huevos de gallina! —le dijo Hobtt ra- diante. —2Es0 qué quiere decir? —volvié a interrogar la mula sin entender. 100 —iQue Rozo le estaba robando los huevos a Jas esposas de Lloga, el gallo, y este contraté al escorpién para que lo eliminara! —iYa entiendo! —salt6 la mula entusiasmada, Pero de inmediato su alargado rostro se volvi6 a poner serio cuando agregé—: Pero eso tenemos que probarlo, porque no creo que el gallo ese confiese asi como asi con el poder que tiene. —Eso le dije yo también a Hobit —apunté el sapo con desaliento en su entonacién —No se preocupen, amigos —los alent6 el biiho—, que tengo una idea para hacer que Lloga confiese. —,Cuél? —preguntaron Malu y Sopa al unfsono. —jAcompafienme a la redaccién de El Heratdo det bosque! (Al diario?! ;gPara qué?! la mula y el sapo miraron al biho sin comprender cudl era su plan. 101 Al otro dia, en Ja primera plana de la edicién matutina de El Heraldo del bosque, aparecié publicada con grandes letras esta cuarteta: El bosque estd entristecido, pues por causa del veneno ‘pas6 algo que no es bueno: el zorro ha faliecido, 102 XI. La confesién O cémo llega la posicién Lloga Enropas partes aquella noti- cia fue motivo de discusién. A muchos animales no les agradaba saber de la muerte de uno de los suyos. Pero otros argumentaban que el zorro, por ser un connotado delincuente, se merecia ese maximo castigo. Por suerte, estos dlti- ‘mos eran minoria. El més sorprendido al leer el dia~ tio fue Rope. De inmediato, seguido de sus sorprendidos cachorros, se dirigi6 al hospital. Alli qued6 de una pieza al ver vivo a Rozo. Confuso, seguido de sus confusos cachorros, fue hasta la re- daccién de El Heraldo del bosque, donde 103 descubrié que habian sido H.,S. y M,, sus tres archirrivales, los causantes de aquella mentira. Molesto, seguido de sus molestos cachorros, se aparecié de inmediato en la agencia. Al ver en la ca- verna a las hienas Hianes y al escorpién gigante, cuatro malhechores que él lle- vaba mucho tiempo persiguiendo sin éxito, exploté de rabia. —jTengo que averiguar qué se traen entre manos esos desgraciados! —grit6 fuera de si—. jNo les voy a per- mitir que me sigan humillando como siempre! Cegado por fa ira, comenzé a lanzar por los aires todos los objetos que encontraba a su alrededor. Lamentablemente, una de esas cosas, un tarro de pintura que utilizé Malu para pintarse de cebra, le cayé encima derramando todo su interior en su cabeza, Rope se paraliz6. El rictus de la boca del perro policia, su mirada fija hacia el infinito y los chorros de pintura 104 blanca que le corrian por el hocico hicieron que los cachorros desviaran sus risuefias miradas. Entonces, enfurecido, seguido de sus divertidos cachorros, Rope salié en busca de H., S. y M. Mientras tanto, el plan del bitho se levaba a la practica en el gallinero de Lloga, construido a un costado de su opulenta casa, en las faldas de un eleva- do cerro. Conocido por tados como un ani- mal muy rico y déspota, el avaricioso gallo se dedicaba a explotar a sus quin- ce esposas (las Gnicas gallinas en toda la zona). Las obligaba, siempre con su bastén de madera dura con incrusta~ ciones de bronce en la mano, a poner varios huevos cada una en jornadas de doce horas diarias. Huevos que después vendia a altos precios para asf gastar su fortuna en fastuosas fiestas a las que invitaba a los mas famosos de la farén- dula local, como los cisnes modelos, las 105, cacatias cantantes y los pavos reales actores de televisién, mientras sus ga- llinas permanecfan durmiendo en sus mismos puestos de trabajo. Sopa, sumergido en la piscina de Ja casa de Lloga, esperaba la sefial de Malu, que habia subido a la cima de la empinada colina desde donde observa- ba cualquier movimiento. Hobs, des- pués de conversar un buen rato con las gallinas, se mantenfa escondido en el follaje de un vecino arbol. Alfin, después de haber compro- bado que Lloga entraba en la casa des- pués de la tiltima inspeccién a su galli- nero, Malu imité la voz de un flamenco, entonando un canto andaluz y ponién- dole una letra improvisada: Tus ojos son dos tuceros que iluminan mi camino, Anoche tit ios cerraste yrme estrellé contra un pino, 106 Sopa lo escuchd y después de contener la risa por lo mal que imitaba la mula, croé con todas sus fuerzas. Esa era la sefial para que las ga- linas comenzaran un histérico cacareo. La bulla llegé hasta los ofdos de Lloga, que abandoné lo que hacfa, y tomando su bastn se dirigi6 alarmado hasta el gallinero, Al entrar, las gallinas te dijeron entre sus gritos de terror que habian visto al zorro Rozo. —iNo puede ser! —vociferd Llo- ga—. jEl zorro maldito esté muerto! —jPero lo vimos, lo vimos! —re- petian las atemorizadas aves. —jNo tengan miedo! jNo sean gallinas! —grit6 el gallo. — Pero si somos gallinas! —iNo puede ser verdad que vie- ran al zorro! ;Pero si lo fuera, yo estoy aqui para defender mis huevos! En ese momento, a través de los espaciosos ventanales del gallinero, se 107 vio pasar a un zorro de cola plateada, pero palido y con oscuras ojeras. —jEl fantasma de Rozo! —excla- m6 Lloga temblando de miedo y sol- tando el bastén —jAhora! —grité Sopa abriendo de repente la puerta. Alinstante, quince gallinas se aba- lanzaron sobre el gallo y entre aleteos y picotazos lo persiguieron por todo el ga- llinero, exigiéndole que confesara, y de paso, aprovechando para desquilarse de sus abusos. El gallo se resistid un poco, pero era tanta la zurra que le propinaban que cedi6, prometiendo decir la verdad. Las gallinas lo arrastraron satisfechas hasta la puerta, y lo dejaron tendido y amoratado delante de Sopa y el recién legado Hobti, que con su disfraz de z0- ‘770 bajo el ala, las esperaba content. Pero las gallinas no pudieran fes- tejar y felicitarse por mucho tiempo. Una voz potente las interrumpis. 108 —jQue nadie se mueva de donde esté! —ladré Rope—. Si no me expli- can este desastre, todos se pudrirdn en la comisarial EI perro policfa, acompaiiado de sus hijos, haba rastreado a H., S. y M. hasta la casa del gallo. Y ahora, en ac- titud amenazante y con caras de pocos amigos, se encontraban parados frente a ellos, de espaldas a la piscina Pero antes de recibir una res puesta sucedi6 algo extrafto, por decir Jo menos. Como Malu no podia observar bien lo que ocurria dentro del gallinero, se acercé demasiado al borde de la roca donde estaba parada en la cima del ce- rro. Entonces, entre la mezcla de susto por el grito del perro y Ia furia al verlo, se sobresalté y resbald, De esta manera, dando un alarido de terror y moviendo con todas sus fuerzas las cuatro patas, se precipits desde esa gran altura. 0 —jUna mula voladora! —grita- ron las quince gallinas. Y Malu, sin poder disfrutar su afiorado suefio de volar, cayé estruen- dosamente en la piscina. Pero eso no fue lo peor. El espec- tacular piscinazo levanté una enorme ola que cayé sobre Rope y sus cacho- rros, dejéndolos completamente em- papados y aumentando —si fuera eso posible— la furia del perro policia. m Xl. Caso cerrado Oel yesteryerequeteyer de los tres amigos E ESCANDALO en la Comi- sarfa era mayiisculo. All habian sido conducidos todos los animales relacio- nados con “el enigma del huevo ver- de”, como le habfa Hamado Hob a la investigacién. Mientras el escorpién y las hienas Hianes clamaban su inocencia y culpa- ban al gallo, Lloga les quiquiriqueaba en la cara su cobard{fa, las gallinas le cacareaban por todo el tiempo que pu- sieron huevos como esclavas y los em- papados cachorros de perros policias ladraban acusando a la mula de ofensa m2 ala autoridad por mojarlos. Y para colmo, a Sopa se le ocurrié una broma, Casi en las orejotas de Rope, les contaba a sus amigos con voz muy chillona, esta jerigonza entre la enorme algarabfa: —Toga y Chovi con chivo y gato fueron con Rope y perro a casa de zorro y Rozo. Ahf via Tapa y pata perseguir a Noma, Y la mona entré en casa de Cosme ymosca, donde estaban Roto, toro, Malu, mula, Songa, ganso, Cava, vaca, Doncor y condor, Hobs, biho y Sopa y paso, no sapo y sepo. jNo! Peso y puso y... —i;Bastal! jjNo puedo mast! jC4- lense todos!! —exploté Rope, quedén- dose casi ronco con un ladrido desco- munal. Se hizo un profundo silencio y Rope se paseé un rato calmandose, ante la vista y las risitas contenidas de todos. Entonces, les ordené a sus hijos que en- carcelaran a los presentes, queddndose él conH,,S. y M. delante de la celda del 113 — {Ese fue otro error suyo, sefior! —salté Hobd al escucharlo—. Nunca hubiera sido el perdizén. En todo caso hubiera sido su esposa la culpable, por- que en esa especie el que anida es el macho y no la hembra, —jgCémo?! —salté el perro. —Sf —continué el biiho—. La que estaba alli ese dia con el zorro fue la perdizona y el que tiene preso ahf se eché la culpa para salvarla, como noble esposo que es. —Es cierto eso? —pregunto até- nito Rope al ave. —Sf, tienen razén —afirmé con modestia el perdizén. —,Cémolo supiste, Hobi? —qui- so saber Malu. —Lo averigiié cuando nos sepa- ramos a pensar. Para eso me levé el li- bro de zoologfa. gNo recuerdas, Malu, que pensabamos que los perdizones te- nian un secreto? —jClaro que sil —exclamé la ne mula—. [Eres un genio! En ese instante una algarabia en la puerta de la comisaria indicaba la legada de los periodistas, ansiosos por informarse de lo sucedido. Cronistas de El Heraldo del bosque, de Radio El lori- fo mudo, de Telefauina y de otros medios exigian una declaracién oficial. Répidamente, Rope fue a calmar- los, y dirigiéndose a ellos en actitud so- Jemne, grave, como la que utilizan mu- cho las autoridades, les hablé: —Estimados amigos, solo puedo informarles que esta comisarfa, con la habilidad y presteza que la caracterizan, hadescubierto un horrible acto criminal y los culpables ya estén detenidos. Una vez més la justicia y el orden han venci- do —y respirando profundo agrego—: La Institucién que represento esté muy orgullosa del trabajo realizado. Muchas gracias. Malu no entendia cémo el policia podfa ser tan mentiroso 47 —;Pero si no hizo nada! jFuimos nosotros! —jCAlmate, Malu! —sonrié el bitho—. ;Déjalo! jNosotrs sabemos que hicimos todo el trabajo! —jfs que... —pero la mula fue interrumpida por el cacareo de las ga- linas que salian liberadas moviendo sus colas. —2¥ ustedes qué vana hacer aho- ra sin el gallo? —les pregunté Hobi, tratando de callarlas — iso no es problema! —respon- dié la lider del grupo con Ia felicidad retratada en su cresta—jVamos a po- ner nuestro propio negocio de venta de huevos duros, fritos y revueltos! jLo importante es que ya no haba quien nos explote! —i¥ nunca nadie se volver a co- mer un huevo envenenado! —bromes Sopa—. )Y menos verd —De eso queria hablar —dijo la mula de pronto, en medio de las risas 118 de las gallinas—. Si existen todos esos animales venenosos en el aire, Ja tierra y el agua, gpor qué las autoridades del bosque no los eliminan para que nadie corra peligro? —j{No se puede! —respondié Hobi—. El otro dia mismo, Toga, el médico, salvé a una paloma enferma haciendo una vacuna con el vereno de una abeja africana. —jWau! —exclamé Malu sor prendida—. 2Entonces son buenos esos bichos? —Hay que sacar a algunos de la delincuencia —apunts el btiho— Yo propongo.. Pero Hobé no tuvo tiempo de terminar, pues en eso vieron llegar a la ‘Comisasia a la pata Tapa, la chismosa del bosque, que venta corriendo y casi sin resuello: —2Ya se enteraron? —:De que Lloga y sus secuaces estén presos por envenenar a Rozo? 119 -dijo un cerdito periodista con ironta. —No, no era eso lo que venia a decirles —

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