Vous êtes sur la page 1sur 45
éYami, que me importa? en Argentina y Brasil Guillermo O’Donnell Para Richard Morse, for the olives iY A MI, QUE ME IMPORTA? NOTAS SOBRE SOCIABILIDAD Y¥ POLITICA EN ARGENTINA Y BRASIL* Guillerme 0 Donnell a Lievaba atos goniende cara de YO TAMBIEN LO LEI cada vez que alguien aludfa a “Vocd sabe com quem esti fnlando?”. El libro do Roberto da Matta’ pasé un tiempo mi- rindome tentadoramente desde la biblioteca. Pero abla hace poce tiempo to lei —y admiré. Lucgo de pasar por ese magni Heo destile dz desfiles, carnavates, procesiones, malandros ¥ Caxias, y de sentir de la mano del autor, que podia re-conocer muchas cosis de Brasil, este pais y esta cultura quc tanto me seducen, me fui dandy cuenta de Ja razén {no muy racional, como sc veté) de ani targa demora cn Hegar a fa diseceidn que Ta Matta hace de “Woot sabe com quem esta falando?": el si- ber, a través de mis asociaciones de ideas 2a las ovasiones donde se aluudié a esa parte del libro, que la iba a leer en perfecta exqui- zoffenia, --con atencién al seemento de Te reulidad que est texto descttbre y, al tnismo tiempo, Zugindome hacia los contrastes que marca con mi pais tan cercano, tan latino y tan dife- renle, Porque exa interlocuciéa la he cido muchas veces en la Argentina, no pocas veces con el matiz de *;,0uién xe CREE 7 Este es, descaradamente, ur ensayo. Su version originate la Pre p2ct_pata el Seminario “Opurtisicedes e Linites da Sociedade Industral Peaférica: o caso do Beast”, TIUPER}-Berkeley-Stanford), Nova Pri ‘nurg0, Julie 18-20, 1983 Agradecva los eomurlarios de Casio Husenbaly sobre na anterior versin de exe ensayo + Koberte Da Matta, Camzrais, nuendros © heruis. Zaha, Rio de Janeiro 1978. que soy yo?” donde el fonema “creecer”, acentuade y serra chado en la frase, coloca, en camtraste con “UD. sabe con quién esté hablando™ toda el peso del tameniahle error en que ha caido ese otro que ese4 “Suera de Lugar” Pero al silencio, o lus disculpas, o-la“secion sumisa del otro con que cietran exitosamente su ritual de refuerzo de la jerarquis social los cariocas de Da Matta, mi portefia memoria contrapone haber oito responder muchas veces: “ZY a ani que mc importa?” —y, no pocas, “,Y a imi, que mierda me imports”, Ritual de refwerzo, también, Como dice Da Matta, también “el que esta hablando” en Buenos Aires cumple ese ritual como forma de “trezer consciencie dos atores aqueias Giferencas necessécias us rotinas Soeiais em situacbes de intale- rivel iguaidade” ¢p. 165, op. cit.). Es, en el kablante carioca y e] porterio, un acto de violencia, “utilizado quando os outros medios de hierarquizar uma dada sittacto falhan irremediavel mente” (bid., p. 165). Pero, en contraste com los carioeas de Da Matta, ef interlocutor portenio es, precisimente un inter locutar: encuentra frente a si 9 otro hablante. Este, sin ceremo- igs, sucle mandar, redonda y explicitamente, a la anierds al otra y, junto con Ya ta jerarquia social sobre 1a cus! quise montarse. Lo interesante es que, igual que en Rio, en Suenos Aires Ja jerarquia social, aunque impugnada, también queda ratificada en el mismo acto. Suele ser evidenfe para Jos dos qnte yatien se aireve a iniciar Ia sifuaciOn esti en un lugar mas alto de esa Jerarquia por eso mismo tiene sentido implicar Ia amenaza que contiene esa pregunta-cpiteta. No es el caso, también discae tido por Ds Matta del "Who do you think you are?”, que es mis igualitacio porque el que asf interpela esté negando que e) otro tenga realmente un lugar superior desde el cual hablacle © comportarse. En cambio, en “;¥ a mi que me imparts?” el interpelado no niega ni cancela la jerarquis: la ratifica, aun~ que de ly forma més irtitante posible para ef “superior” —to manda a la mictda. En toslidad, el “inferior” tunto ptesupone la vigencia de la jerarquia que, como suele decirse. “se juega"™ por alii la jerarquia no es irrelevante para ei caso y el desptante pucde costarle caro; pero “a mE nadi¢ me ateonelia”., Si (come casi siempre ocurre) nada pasa, la jerarquia quedé violentamen- te marcade y, pot ambos, ccforzada --pero también quedo, 6 en el mismo acto, cusstionada en sa vigencia para esa situacion, Tidiculicada y “ensuciada”. {Qué puede ser mnés insultante que eamierdar una jeratquia tan Solemmemente invocada? Véase ademds que Ia pregimtaepiteto no se hace en “voce C'Vos sabés...") sino en “Ud.". En cambio, la tipies respuesta, con o sin palabrota, ehide definirse entre ef “vos” y ¢] “Ud.” En contraste con los catioeas de Dz Matta, cl “supe- riot” portefto trata al otto de “Ud.” en el mismo acto en el que wata de colocarlo en inferior, “en su lugar”. Cuando no lo hace, tanto en este contexto como en otros que también pretenden refoszar jerarquias, una respuesta frecuemic es: “2¥ a Ud., qutiéa le dio permiso para tutearme?™”, con las pa- Inbras “Ud.” y “permiso” fuertemente recalcadas, Si en cambio 1h respuesta es "ZY a ves, quiéu fe dio permiso para iutearme?”, Ja goss ya esti a un paso de 11 violencia fisica en la cual no cs nada evidente que ¢] socialmonte superior va a Hever la mejor parte. En Rio, violencit acatudi. En Buenos Aires, vielencia reciprocada, ;Mejor o pear? Simplemente, diferente. Pera con un importance punto en comin: en arabos casos, estas socied:- des, presuponen y re-ponen, cada tna a si manera, la conciencia dela desigualdad, Pemmitanme seguir con mis contrastantes memorias, Entre otros, garcons, dependientes de lofas y motoristas de taxi, en Rio al menos, cuando hacen bien lo que estén haciendo segin crcen que debe hacerse, siren bien, Solicitos, simpaticns - por si hiciera falta, que no hace ellos: mismos colocan Ta distancia social existente Hn Buenos Aires, sus equivalentes suelen hacer uni serie de gestos, aproximaciones y omtisiones para lograr avo tal vez antipatico (pero que fraacamente me parece: prefe- ible): dajar en clare que no esti sirviendo, esti trabajando, Quien trabajs ne necesita ser obsequiosn: basta que cumpla con lo que cntiende es sti trabajo (por ejemplo, retinar y colo- car plutos y fuentes de In mesa de un restaurante, 9 Mevarnos a tal direccién), Ea todo caso, si va a haber alguna intimidad, sucle ser iniciada por quien contienza por marcar su condick’n de trabaiader -tipicantente, e} nady infrecuente tuteo con que aquellos tratan a quien en ese momento no estd trabajando sino comiendo, vigjande en un taxi.o comprando algo. Esto por sf solv serfa excelente, aunque no slempre garan- tira agradables comidas, Viajes © compras. Pero ese momento 7 de equiparacién tiene que ser puesto en ef contexte de una jerarquizacion social que, como vimos, es impugnada y al mismo tiempo reforzada en otras situaciones, Brasil es marcada y pro- fundamente jerarquizada, oculténdose a veces tras sus “hombres cordiales”, pero encuentra su momento de magica, pero no irreal, transmutactOn en los carmavales que Da Matta me ayudo a ver, Fn cambio, Argentina, sociedad también jerarquizada pero bastante menos que Brasil, tiene, en casi cualquier oportu- hidad que se presenta, una uctitud més igualitaria (0, mas pre cisumente, equiparadura) de Jas distancias sociales, Pero, camo lo muestra en cépsula el “z¥ a mi que mierda me imporca?”, tanto por uno como gor otro Jude fas respectivay pretensiones -matvar fa diferencia y negarla, aunque sca por un minuto. son vigorosamente planteadas, Como algunos clisicos sabian, pero los argentinos otvidamos, una sociedad puede sor al misma fiempo relativimente iguatitaria, y autoritaria y viotenta Ota fepetida sensaciém, que converge con la anterior Viejo gitano, una de mis problemus es reacostumbrurme a con- ducir autos en diversas culturas. Ye los cddigos - resimente vigentes y que realmente ordeman cl trénsito de Europa y Estados Unidos, nunca me es fécil volver a esa fantdstica bar gunga que es el trinsit de Rio. Allf, como sabemos, los codigos de trinsito (inelayendo por supuesto las hices) son sugerencias que 2 veces tino puede seguir pero sélo en condiciones sulk cientemente claras pata lus otros come para, por ejemplo, no set aplastado por atrés (o asaltadg por el costado} al detenerse de noche fremts a una luz roja. En Buenos Aires el desorden es menor, pero tiene dos precias, En Riv ¢] poder (policial) es casi siempre una gran ausencia: wunque eb policta esté presente, no se ccupa de “infraceiones” que nio sou tales, ¥ si se ocupa generalmente es para consceuir la gorgeta que reatinma obli cuamente 1a intermitente vigencia de la lev “violada”. Pero cuando el poliefa esté a Tu vista, sucle ayudar a quien, como yo, con mi sotague a cuestas, casi nunca logro encontrar los lugares donde yoy. En cambio, en Bucnos Aires, con niultas realmente caras, # poder (policial), en contra de los no menos venales intereses de sus miembros. fue obligado a esconderse®, casi, a 3 Este fue una de los mieco-bellezas que implanté el régimen autori- tatio de 1976 ea adelante. Mis abajo vuelvo sobre el tema 8 actuar con la misma clundestinidad con que otros pocleres hivie- Ton cosis muchas mas horribles: un policia que el conductor no puede ver tiene muchas mis posibilidades de “ea7ar"* infracto- es, quienes shio se enterin cuando Hogan 2 su casa y encuen- tran multas eras de ceros a ti derecha que, 4 pesur de la abisnal desvalorizacién del peso, duelen. En Rio, el policia esta casi ausente, y las pocas veces que se hace presente (partiendo de lz base que quien conduce auto suete estar en la otra punta de I jorarquta social que el policti), todo se ajeita - y la Bayacit- ¢a dal trdnsile continiia impertarbable. Fr Buenos Aires cl poder tampoco esti pars ordenar el Irinsito, pero e] contacto personal —que, como vimos, en Rio sirve para alguna uyude o pata ef “atreglo” de alguna infraccién - es mucho més difiei! porque ese poder sc escondid para poder castigar mas y mejor. Consecuencia: en Buenos Aires uno desetvolla olfato pars do, Tet vez porque ef autoritarisme est tan saciaimente implan- tudo en Brasil, el aparato estatal ha sido y. sobre todo, hi aparecido, tan goderoso y tan decisive, y ha acaparade tanto Ja escenografin de los grindes episedios de ia vida nacional Tal vez. esta improsi6n est! demasiado influtda por el contraste en este respecte entre Brasil y Argentina (y, cada uno a su manera, con Chile, Uraguay, Bolivia y Port: México en esto ime parece semejanze a Brasil) pero sne pregunto como puede Ho aparecer rcinante un aparato estatal que, por un hide, ratifi- cay garantiza y. por el otro, se Dasa en, una sociedud que, por lp mcnos hast hace muy poco, ha sido tan proljamente serial. Sin protender hacer de esto tina cuestién del huevo v la galii- na (aunque estoy sugiindo que no cs tan seguro que sca cl huevo), no deja de ser interesaute gue ia sociedad politica en Brasil ha sido casi tan débil come en fa Argentina, pero pot fas rarones opuestas. En Argentina las luerets no mediadas de la sociedad suelen armusur Tes espacios potenciales paru bi poli- tea y para algitn razonable grado tie autonomfa de un apareto estatal, por eso mismo, particularmente gesarticulada. Fsto, com. he sefulado, se debe a que osa sociedad, relativamente isualiiaria pero no democritica, liende a “auto re-presentarse’ comorativamente y sin mediaciones, en las arenas puiblicas. Fn Brasil la fvette sezializacion de Ja sociedad he fuvorecide una inversion ain mds radical de ls relaciones sociales y politicas prsupuestas gor Jos moldes chisicas de representcion politica simpleinente, Tia hobide poco respresentar en Ta politica, de tuna sociedad on Te cal “los de abajo” no han logrado formas de organizacin a identicades politicos relativamente autono- mas de las clases y sectores dominanres. Cuunt més, han acce- dido a una “ciudadania regulada’™* que, mis que un canal para la expansion de derechos, ha octutilo éspacioa institucions- % Wanderley Guilherme dos Santos, op. tt. 33 les, pricticas e identidades potencialmente alternatives -y esto, hasta atota, bajo cualquier tipo de régimen politico. Sin Ia presencia en-tanto-ciudadanos de, al menos, buena parte de los sectores populares, hay paso sustento pars que suzia una sociedad politica en ki que acuéllos también sean potittca- mente representadas, en uns mediacién que los ee-tonoce en sib doble condiefn de ciudadanos y de puebla* El espacio en el cuat podria crearse en la Argentina una sociedad politica y en olla y con olla, un réginen democré- tico—, fue arrasado por avalunchas de fuerzas sociales altamente onpanizadas, incluso del sector popular. En Brasil ese espacio es demasiado ungosto, porque no sc asicnta en un sisiema de representacion en el que estén incluidos aquéllos pata los cuales tal mediacién os diferencialmente mas importante porque se encuentran en las capas infesiores de una marcada jerarquia social. Una sociedad politica signada por ese susencin es toda ella, no sélo los mu representados-- intrinsecamente débil frente al epuroto estutal: pero. insisto, esto no es ast {aunque soiv fuera porque se supone que e1 poder es relacional) porque ese aparata sea “en sf mismo” tan poderoso. Detenudmonos un memento sobre esto. Con aquella ausen- cia, la socicdad politica en Brasil no es sino, ny puede ser, més alla de intenciones y discursos, un espacio institucional tan angosto como elitista. Cuando Las telaciones con el sector popu- Jer no son mediadas politicamente sino, en todo caso y como miximo, algunas dle sus agpiraciones ¢ intereses som pre-filtra- cos en Jas cupulas de la jerarquia social o del aparato estatal antes de hacerse materia de ia politica, entonces, on el mas bendvolo de ios supuestos, las poticies que “toman en cuenta” | sector populac Uienden a reproducir, en sa puterntalisma, Ja jerarquizacior social que impide que aquel esté representago. A pesar de las ambigiledades y debates de que esté rodeado el tema de 1a representaci6n, este remite siemipre @ cierto carie- ter de sufeta de aquéllo que es tepresentada; es decir 2 cierto axado de especificidad y uutonomia individual y/o cotectiva 25 Bs decir, de un confuntu relativamente desfavorecido y portader, pat lo tanto, adamas de los derechos elisicos de la ciudacania, de ciertas aspitaciones de justicla sustantive; para una discusléa de este punto, of. 2) Cap. 19 de mi gp. cit, 1 Bstade... 34 no subsumibles on los atributos de otto(s) sufeto(s). En ese sentido, ma sociedad politica matcada por tina ausencia come la comentads no corresponde a le de un réximen demoezitico 0, para set mas preciso, puede haber correspondide a la arqui- tectura social de las repablicas oligirquicas, pero ao puede hacerlo con un Brasil tan desigual social y regionalinente pero fambicn- tan complejo, industrial, moderne y dinimies Por eso en realidad lian importade poco, tanto la sociedad politica arrasada dle Ta Argentina coma la excesivamente angostit de Brasil. Fse ha sido el terenc que, sobre todo desde la socie- dad ex Ia primera, y sobre toe desde el aparsto estatal ex ¢ segundo, ha sido eliminade o manipulade cuantas veces parecié “neeesario” a los. poderes principales que, camo vemos, esti- bban cn otras pattes. Asf, [2 democrucia no tiene desde donde funcionar ni, menos, consolidarse Obsérvese, de paso, que en sus periodos desembozadamen- te autoritarios, esc aparato cstatal argentino, en tantos sentidos més débil que el brasilero, fue mis plenamente eutoritarios ‘como yz he nasrado, ya antes pero sobre todo a partir de 1976, ese aparato intervino, con insblita violencia, sobre casi todes Jos aspectos del cotidimo. En cambio, en Brasil, ese aparato estatal, tanto mais dindmico y decisive en otros pianos, aun en sus momentos més avtoritatios penetrd mucho menos ent Tx sociedad, y se propuso metas mucho menos radieales respecto de ella, Dados los parimetros ya vigentes que no tuvo que “ajustar” mucho~ de una dominacién fuertemente seriabizada y, convergentemente, de la ciudadania reguiada, ese uparato estatal de una formacién social tan estatista fue mucho mis laissez-faire, mucho menos intervencionista en el tefido de la sociedad, que el mucho més desarticulado v menay “pesado” aparato cstatal argentino. Tampoco se trata de decidir cual fue “mds estado” —si el que, en Brasil, tanto se extendié por el lado de la economia oel que, en la Argentina, tant penetr’ a socidad— aunque seguramente podemos concordar que, ademis de Ja mucho mayor represion que apticd, esa cupilaridad hizo del argentino un estado mucho més autoritario que ef brasilero. De lo que se traf ex de ver, en este juego dy espejos, ciertas palrones Upicos -y diferentes— en la articulacién y desarticulacién de! poder en nuestros paises, a5 (YI) En Brasil, con una “paz. sociai” que habiz sido poco sacu- dida por los procesos pre-5964, y previa purga de nna angosta sociedad politica, los gobierno’ de ese régimen antoritario pudicron, por unos cuantos aos, ocuparse de “las otras cosas”: fundamentalmentc, gerenciar ¢l yeloz crecimiento y transna- cionilizscida de Is economia. bo ta Argentina, el “cans” en la soviedad era, al contnurio, EL PROBLEMA, Bra alli donde tado estubs, para los golpistas, fuera de lugar. Nada podia proponerse seriamente, ni lis cruentas victorias valdrian, ai no se lograba Gestmir las bases de tul “desordes”. Hubéa que liquidar ia “Argentina maldita”, destrayende para siempre las identidades polfticas del sector popular, sus sindioatos, sus servicios socia- Tos, sus insyfencias en los mano a numa eon sus “superiores”, y hasta buena parte de las Cibricas en lax que esa plaga tenia su ej. Por eso nada esnive tan lejos de la represién como que- rer atarse las manos con siquiera la muy autoritaria legislacién que ese régimen heredd y accntué, ni nada podia hallatse ten Isjos de le politica economica como una intencion de creci- sniento —en todo caso, una y otro cost ocurrinian mas ade- Jumte, cuando se hubiera completado squél, come se decia en 1a époea, “indispensable sanenmieato”. Brevemente, to que ef réaimea avtoritario brsilero east podia dar por sentido era el corszéa mismo del problema segin lo detinéa cl argentina Volviendo por un momento a Chile, tanto 1a represién apli- cada, como el puthos desttuctiva de ‘su politica ccondmica y social fueron scmejantes a la Argentina, porque también alli, aunque de formas como hemos visto diferentes, sexiin fos gol~ pistas, habia que “poner en su lugar” al sector popular y mds adn— destriz para siempre las bases que le padtian permitir “dcsubicarse” nuevemente, En Brasil, cl ctecimicnto y 12 internacionalizacién desea- frenades acabaron mostrando, ya antes det gran ahogo de la deuda externa, la curva exponcneialnente ezeciente de los cos 36 (os de tanto éxito, También a 1égica devoradore de la repre sin, aun en este attoritatismo relativamente moderado, acabo mostrando, a sus propios inventores ¢ injciales beneficiarios, los inmensos pelipros de ese violento y secreto y, porque ambas costs, Enalmente, loco poder”. Inchiso ta soberbia triunfalista del poder cstatal slarmd 2 est Inmensa, exagensda --porque socialmente tan dominante, no s6lo gracias a aquel résimen —ganadora del periodo la barguesia brasilera Fsas tensiones, bastante antes que ‘a orisis econdmica acentuara esas ¥ otros problemas, esbozuren los primeros espa- cios desde los cuales, con lucidez y cotaje, ottas voces comen- zaron a alzarse. En Argentina fy, atinque a rite mis lento, Chile y Uru- stay) el éxito del résimen, al contrario de Brasil, sc mide en ig mucho que loard destreit. Y su abismal fracaso se muestra en el resutgimiento, aunque dcbilitado por In aovedad del masivo desempleo y el hambre, de un sector populur haciendo, ands # través de los sindicatos que del peronismo, una vigorosa polition corporativa que tiene, como nunca, justas reivindi clones después de los castigos que se Ie impusieron desde 1976. En ambos paises les caminos me parecen tan claros como diffeiles de. recorer. En 1a Argentina se trata, casi diria obvia- inente, de si esta Ye2, en condiciones abjetivamente mis desta- vorables que munca (debido a fa particular ungencia de Tas de Mmandas de cada sector y clase social en un contexto de dis. tics reducetin de tos bienes materiales disponibles y de enorme inflacion) pero, tal vez, subjetivamente mds favorables @ebido sl uprendizile de la autedestrucciva del eorporativisins andr quico que wleunos parecen haber hecho), dejamos de meternos Ia trompa en exda cruce, si no de las calles (esperanza excesiva- mente \tdpica), de las fucrzas sociales que estos aftos no lonra- rom destrair, Tal vez hora se pueda construir una sociedad politica que tendré, deste sus comienzos, la snarca de una setiva presencia del sector popilar « trevés de sus organizecio- ‘nes soviules yesperemos de relativannente aulénemas (no % Wanderley G. dos Santos diseca este logics en "Autoritarimo © ‘Apts: vonvergencies e éivergoncien ontro Bras © Chile”, Budos, vol. 25 NO 2, 1982, pp. 183:163. ar sélo ni tanto del estado, como de aquelias organizaciones y, por supuestu, de ls de otis Cases y scctores sociales) institu clones politicas. :Wishful thinking? Posiblemente, pero si no se llega a establecer ese sistema de mediaciones poca duda vabe —y la gran novedad, fundamento de la esperanza. es que no paces dicen haber aprendide esto —qule seguiremos a los tumbos, ¥ clicsta abajo (otre titulo de tango). En Brasil, como siempre, la cosa es mis matizada, menos tode © sada. La trunsieiin que comenzé en 1974, se transfor- mé parcialmente con las huelgs de 1978 y 1979 y luego de- cling su ritmo, hey on una crisis econémica particularmen- te dramdtiea para un pafs tan enviclado en erccer— piantea, con catacteristicas tan alarmantes como promisorias, ef tum- bin hasta sors irresuclto cnigma de constituir una sociedad politica y, atrés de ella, un ségimen democtatico. La virtud del proceso vivido desde 1974, y en particular, de la crisis que hoy se vive, me parece ser que, més alld de Jas interacciones entre politicos y miembros de Ja cuipula del aparato estatal, estén entrindo en jucgo otras tendencigs, que pueden Uevut a una significative desserializacién de la sociedad brasilera, al mtenos en los centros urbunes que concentran 4 smportante parts de Ja poblacién. Si el “estito de hacer politica” on le Atgentina ha sido et descripto, y si es que pucde ser cambiado, el estilo de hacer politica cn Brasit me parece que, on el mejor de los casos, ha Legado a su punto de diminishing returns. Simplemente, una politica democritica ea uma sociedad de Ja complejidd de Brasit slo puede ser una politica razonablemente represcnta- tiva, incluso de sectores —populares— cuya ciudadania diffcil- mente pueda ser pustergada sin una cepresin, cualquiera que sea la forma del tégimen, mas profunda y capilar que la hasta ahora jams pravticads en Brasil. Una politica en la cual los discursos, mas o menos progresistss y democriticos, desde les partidos y el Congreso, tienen que hacerse porque ch hiate con ta sociedad! existe més alld de Io que cada discurso postal mucho més frente al apatato estatal gue a le sociedad, sélo ratifica la debilidad de la sociedad politica y, atnis de ella, de Jos vasios seginenics de ki sociedad que aquella escasamente logra representar, Ast, de una relacién de fuerzas resultante mis Ue aque! iat que de agin sustantiavade poder del estado 88 surge, por ejemplo, lo que debe ser el récord mundial de castis- mos politico-clectorales, reiterada”” ¢ tmpuncmente impucs- tos. Amigo y solidatio de politicos democraticos en Argentina y Brasil temperada ademas por saber que ellos no ignoran estos problemas y que poco puedo yo avunear —ni tal vez sea esa Ii cuestién “en como superurios, a veces siento que en la Argentina esos politicos son devorades pur of corporativisma andrquice y que, en cambio, en Brasil parten, contra todas sus intenelomes, a gitar en La Orhiia del ystado porque: ny pocos lazos que los amarren a In fuers de gravedad de la socivdad. Los padecimientos de Argentina y Brasil tienen, aparte de sus lamentables aspectos, Ia ventaja de plantear problemas que de otte manera pueden segnir postergados o ignorados. En Brasil, tal vex el mayor problema sea que los Itmites de la “normalidad” historicamente aprendida por los “de arriba”, son demasiudo estrechos pata una razonable normalidad demo- onitica, Siempre que ha emergido una demoerseia, los tradicio- nalmente deminantes han tenido que iragar unos cuantos sap03 =y no lante porgtic se habian vuelto democritices, sino porque jw relacién de fuerzas no ofrecta mayores alternativas. Esos tiempos fueron vividos, al menos por aquellos dominantes, como aguda crisis. Mis aun si, como fue frecuente, esos cam- bios coincidian con dificultadles econdmicas que, por un lado, tendéan a aceatuerse debido a las incertidumbres resultantes de aquellos anismos cambios (que afectabsn pardmetros. sociales ¥ politicos hasta hacia poco considerados justos y naturales} ¥ que, por el otte lado, dramatizaban atm més la presencia pire trazorios © prs destraitlos de eses sapes, Vista desde esa perspectiva, fo que hoy en Brasil se Lama crisis politica y social es —al menos en parte la condicién ce posibilidsd para que Brasil pueda dirse a si mismo un régineen de demveracis politica. Que hay ¥ seguiré habiendo huelgas, algunas Lal voz ands “Justifieables” que otras; que el gobierno cada dia gobierna menos variables econémicas y politicas yue 2 Bee reltsracion ae debe en bueng parte a que los casvismos suelen ‘queder Tejot de Tuncionar came lo entrevieron sas picaros autores. Pero Ja posibilidad —aungue parece decreciente en el Hempo— de imponer uevos sawvismes sin importantes seacyiones de la susicdad politica ¥ de tivarsas organizaciones sociales, es realmente extreordinaria, hasta no hace macho algtinos se regocijaban ¥ otros protesta- ban que controlars tan férreamente; que segmentos populares y medios comientan a invadir la sociedad politica y, a veces, imponerle ritmos, problemas y dilemas “inconvenientes” para Ja continuided del tradicional posicionumiento de aquella frome at estado; que la vicloneia urbana salge de las faveles y alimente terrors de los sectores altos y medios; y par st- puesto, que la crisis ccondmica ao silo castigue con dureza alos podres lo cuak os tanto més “normal” cuanto menos representados estn en [gs acandes arenas nacionales— sino que zambién hoy afecte a los muchos que, como el révimen, creve- ron que ef “milegro" era pera siempre -todos esos cemnas sub- yacen hoy a las especulaciones sobre si las Fuerzas Armadas continuarin abriendo paso & los civiles, @ si volverin a invadir él aparato estatal para desde alli exhorcizar autoritariamente, esos para Brasl— tan insSlites 0, ei todo caso, olvidados “cesordenes" 40 (vu No trato aqui de analizar Is transicion en Brasil y Argen- tina. Mas modestamente cl tema de este ensayo signe siendo sobre ciertos aspectos que marcan diferencias que cada pais debe procesar de nraneras tambign diferentes, Chile tenia (y Uruguay, a su manera, también), y es probable que vaelva a tener, una sociedad politica realmente mediadora entre estado y sociedad —aunque lo oourride alld muestra que tal logro es condicion necesaria pero ne suficientes para consolidar una. democracia, No ya para leger a uns demoeracia, pero si pare consolidarla, el problema princigal de la Argentina es forta- lever Ja sociedad polética frente a los embates de la sociedad —en otras palabras, defender los espacios de genevalizaci6n de intereses de! sofoco del corporativismo anarquico. Tanto para exar finalmente, lucgo de este largo proceso-- a una demo- cacia, como para consolidarla, cl problema principal de Brasil es fortalecer la sociedad politica frente al aparato cstatal -1o cual s6lo puede lograrse haciendo a aquélla mucho mas repre- sentativa de Ja sociedad, lo cual no me parece posible sin impor tantes cambios ex le serializacion de esta, Una sociedad que se somete 2 “Vocd sabe com quem esta fatando?” esta tan autoritaciamente articulada que tiene escasa fuerza pera “empujar” mis alia de las liberalizaciones que, por sus propias tazones, tos que falam pucden concederte. Une sociedad ast tiende w generar regimenes autocitarios mas seguros de si mistas, probablemente mas exitosos, y menos Tepresivos. En un sociedad asi es ~ puedo garuntizurlo ~ mache inas agradable ser miembro ce la “elite”. uno puede scostam- brarse @ un trato servicial de los “inferiores” que hay que olvi dar en otras cultures, ¥ debido a oss y otros aspectes —mnetu- yendo el go2o momentineo de la ritual reversion de todo eso en el carnaval. , tal vez sea particularmente diffcil que los sectores y las clases dominantes (no solo pero incluso las Fuer- aL 703 Armadas) acepten de razonable buena gama ceder parte de sus —comparativamente extraordinarios~ privilesios. Una transicion controlada desde 1974 tan celosamente que ya se ha prolongade por tn lapso insdlito en el siglo XX, donde las cientas pot horrores cometidos en el pasado re- ciente son escasas --y nadie parece va querer removerlas—, donde cl sector popular apenas asomé la vabeza en las hueigas de 1976/9 para luego retornar a un nivel de protesta que seria considerade idilico por los conductores de otras transicionea**, donde sdlo ahora comienze 2 aparecer ese otra gran fantasina de otras transiciones fla protesta de sectores medio que ven, con ambiuuas connotaciones politicas. ef deteriora de sus posi- clones), donde lz derccha controla parte nada insignificante de Jos votos™, donde ninzuno de Jos partidos y candidatos von algiin caudal actual o previsible (vayan ellos a gobernar peor 0 mojor que los actueles}, ni aun pera la mas paranoide imagina- cién amenazan los parimetres basicos capitalistas de Brasil (vigorosamente legitimados durante estos uflos, atris de os Gxitos y desventurns del régimen), donde finalmente, para cortar una lista casi interminable- esa oposicién, cuando como hoy gobierna varios Estados, reconoviendo basicas realidades de Ja distribucién del poder y, también, ratificando el estilo de Ia politica brasilera, se esmeta en encontrar éreas de coinci- deacia y cooperacién con el gobierto Nacional —una sociedad y una transicién asi, solo por extraordinaria rigide2 (contra el cambio) por parte de los de “artiba", sélo por va apeuo 2 Hago esta afirmacién en base al estudio de § transiciones on Europa Metidional y 6 on América Letina, todes ellas conte:aporaneas (a més antigua es la de la Italia facista). euyes sesultados se publicaron en Guilermo O'Donnell, Philippe Sehmiiter y"Laurence Whiteheed, eds., Transitions... OB. cit. 2 Si los partidos de lz dereciha, y los intereses que pueden sentinse representados por ella no Wenen, o si no preven tener, una proparsioa de ies votes suficientemante importante como para ateguraries —aunguc sea en a opesicion— un papel gravitante en el Congreso y, orentualmente, permmitinies la perspective no utopice de ganar elecciones, enforces 5 probable que buena parte de aquel establishment pase a set activamente Gesloal al juego demosratica, No ws caus! que Argentina y Bolivia son 0s ns paises de América del Sur donde la deveche pordib, hsce ya tiempo, igho peto y perspectivas. 42 histéricamente absurde a un conjunto de privilegios insélito en Ta sociedad moderna y compleja que Brasil tan intergiversa- blemente cs, ¥ solo pot un pathos autoritatio que no necesitd mostratse tanto mientras la sociedad estuve tan prolijamente ordenada y el progreso parecfa un etema regalo (pero que tal vez no sea menos brutal y, finalmente, esidipide que el que conecimos en otras latitudes}, sOlo por esas compatativamerr te, al menos— tan pobres razones, los mandenes, que como bien sabemos también abundan cn Brasil, podrian conseguir apoyos suficientes para abortar la demectacia que se entreve 43 ux) Este ensayo Megu a su fii, no porque vaya a desembocar en LAS CONCLUSIONES, sin porque vey @ acabar por ef comienro. Aunque no sempre haya side evidente, aqui se tralé todo el fempo de Ie demoeraciy en mucsttas paises. vista desde el lado de alutinos antidemoctiticns inconvenientes, y de algunas posibilidades de superatios o. al menos, de sostar yarlos. Simplemente, no se puede (en realidad, sc puede, pero Jas consecuencias 10 sielen ser pusitivus) mandar a ki cierda, © meterle la tromipa. « un poder mucho mis fuerte, ¥ acostum- brado a afirmarse de cuando en cuando con tanta violencia coma buena concieicia. Por otro Jado, se puede callar ba boca, © actiar come indica quein estd falando; pero entonces algunas se acostumbran demasiado a falar, por ellos mismios y por los que nao falane —y se irritan cuando sigunos, aun sin subversivas aspiraciones ni palubrotas, pretenden decir eleo por su cuenta Acris de ambas situaciones hay grave ausencia de cindadania, En la Argentina, no sélo ios trabajzdores, sino tambien Ios sectores niedios y la burzuesia —todos ellos~ han sido dema- siade eso y demasiada poco ciudadanos; el conporativismo anét- quico y lis espirales fueron ty consecuencia. En Rrasil algunos son demasiado burgueses y vequeto burgueses, y estén deme siade acostumbrados. denécratas 0 no en st fucto intimo. « monopolizar el discurso on fa sociedad, en la politica y en el estado, Otros, en cambio, a pesar de sus tilulos formales y st. ‘voto, casi 110 son ciudadlanos; no pocus de ellos. ineluse, aunque trabajen pre burro, apenus son reconocidos como trabajadores. En tales condiciones, la Argentina he estado programada pare generer democracias epilipticas y multitudinarias, aborts das por polpes cada vex mds brutales. Brasil, por su lade, parece programado para democracies Kinguidamente elitistas, y teil mente prescindibles no bien insinten dejar de yerlo. Atrés de estas frdgiles flores esté, en la Argentina, una sociedad peli- tica tan invadida por la representacion corporativa que casi no 44 existe y, en Brasil, una sociedad politica que representa tanto a algunos y tan poco a otros, que no se constituye er ef esce- nario donde pueden desempetiarse los dramas y comedias de la democracia ~atmque Ips actores que ya estin en ese escenario legen a jratarse my demoeréticamente entre ellos. Fy ambos casos, no es s6lo ai tal vez. tanto el estudo el que dehe ser democratizadio, sino I sociedad. Sin pretender wtopias ni imaginar revoluciones, pienso en una democratizar cién razonubte. Con este rigurese concepto quiero decir, respec- lo do la Argentina, que tas fulcrtes identidades colectivas hori zontales —

Vous aimerez peut-être aussi