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LO QUE SE PIERDE CON LOS DERECHOS Wendy Brown * Tomaulo de Wendy Brown, States of jury, Princeton, Princeton University Presa, 1995, pp. 96-138 Para quienes histéricamente han earecido de poder, recibir derechos es simbolo de todos los aspectos negados de su hhumanidad: los derechos implican un respeto que lo ubica @ uno en el rango de referencia del yo y el otro, que to eleva del estatus de cuerpo hunano al de ser social. Patricia Williams ‘The Alchemy of Rights? © Bel capitulo que ae ineluye on etta compilacion: “Lt dolores prision dl Lenguaje de loa derechos" 77 78 Los efectos del poder disciplinario no pueden ser limitados usando la soberania contra ta disciplina, pues los mecanismos de la soberania y los disciplinarios son dos integrantes absolutamente constitutivos del mecanismo general de poder en nuestra sociedad. Si uno quiere... luchar contra tas disciplinas y el poder disciptinario, no es hacia et antiguo derecho de ia soberania hacia donde debe mirar, sino hacia la posibilidad dle una nueva forma de derecho, una que debe ser de hecho anti-disciplinaria, pero al mismo tiempo liberada del principio de soberanta. Michel Foucault Two Lectures Las minorias se comprometieron, con estas luchas [por los derechos}, no para conseguit algtin tipo de reificacion que funciona hegeménicamente Uevando a la falsa conciencia, ‘sino para conseguir una silla en la parte delantera de los buses, la repatriacién de tierras sagratlas protegidas por tratados, 0 un carné del sindicato que pudieran llevar al entrar a los cultivos de was. Robert A. Williams, Jr, Taking Rights Agressively 79 ‘¢Qué fuerza emancipatoria puede tener el reclamar derechos para las identidades politizadas de finales del siglo XX en la vida politica de Norteamérice? Si, histéricamente, los derechos se han reclamado para asegurar la emancipacién formal de individuos esti matizados, traumatizados y subordinados por iden- tidades sociales particulares, para aseguraries a esos individuos un lugar en el discurso humanista de la personalidad universal, gqué sentido tiene desplegar estos derechos en nombre de identidades que buscan confundir a la fantasia humanista? gCudles son las consecuencias de instalar la identidad politizada en eldiscurso universalist de la teoria juridica liberal? Y, eque significa usar el discurso de la personalidad genérica —el discurso de los derechos— contra los privilegios que dicho discurso ha garantizado tradi- cionalmente? Al intentar responder a estas preguntas sobre el despliegue actual de los derechos, no estoy pregun- ‘tandome silos derechos como tal son emancipatorios. 81 Lo me nee pregunta sca dese Jeodedereiessoberan seas seul dens truccién de dicho sujeto.? Més bien, quiero empez i: oa sin dah concn Slormen resutos, que arian no aso «aves del ‘carcass ap aeodecue veo res de poder, cuyo entrecruzamiento, de hecho, a “espe cm lows cep ce tee “nt er eee tac nen? Bian amt ln Sorc nara enon eechon oe sect, cotarey emosscae” "eras invest ern ene inal nda or eos nua desig ee ae Ste ptr unstrained ‘Masten ques pecs porn recs wiifcstiptrar demo tmp see aera uaa uae inportantedeellas sea esa Ise rl sera Hora 0 tar de jvnchon csr creusctastns Senin ces enema seer a ee cacti’ inns Ipaaanergerens * one Sect banat eee and ane Nombet al eogune capitulo de The Jnaginary Domain, Nees cae ee \ tfcan econémica y socialmente. “La libertad del hom- bre egoista y el reconocimiento de esta libertad... e! reconocimiento del movimiento, desenfrenado de los elementos espirituales y materiales, que forman el ‘contenido de su vida’.*° En otras palabras, el tipo de _ libertad que el discurso burgués de los derechos pre~ © ped, p87 108 senta como natural es en realidad el e/ectode elem tos histéricamente especificos que constituyen la vida en la sociedad civil. A través del discurso de los dere- cchos, s¢ reifican las relaciones burguesas asumiendo a forma del hombre burgués, y los derechos requeri- dos por este “desenfrenado” (zugellosen; en realidad, ““limitado") orden social se mnalentienden como requi- sitos y confirmaciones de lo natural del hombre que el discurso produce. Para Marx, entonces, la cultura politica del “egois- mo” y de los derechos, produce no solamente indivi- dualismo, sino tambien sujetos hobbesianos ansio- 808, defensivos, egocéntricos y alienados, que se ven ineitados a acummular, que desconfian de los otros, que no tienen obligaciones con nadie, que son responsa~ bles por lo imposibley que estén sujetos a los mismos poderes que su soberania esté dispuestaa reclamar, El “egoismo” también connota la despolitizacion dis- cursiva de esta produécion: un orden de eujetos sobe rranos, autoconstruidos y privatizados que experimen- tan subjetivamente su propia impotencia frente aotros sujetos soberanos como un resultado de sus propios defectos. fin resumen, incluso cuando emancipan # ciertos grupos y a ciertas energias desu supresién’ historica, los derechos burgueses codifican las nece- sidades sociales, generadas por poderes sociales his- téricamente especificos y traumaticos, como natura- les, ahist6ricas y permanentes. Las criticas de Marx. los derechos burgueses pue- den compendiarse asi 1) Los derechos burgueses se vuelven necesarios en virtud de las condiciones materiales despolitizadas de la sociedad civil no emancipada y desigual, condi- ciones que los derechos mismnos despolitizan en lugar de articular o resolver: 2) Los derechos acorazan, al naturalizarlo, el egois- mo dela sociedad capitalist, reificando el“movimien- + twftenético de los elementos materiales” de esta socie- 109 . asi el poder social y confundiendo sus efectos —in- condiciones materiales necesarias, dividuos atomisticos— por su fuente y agentes. 3) La emancipacién politica en la forma de derechos 38) Los derechos construyen una politica ilusoria civiles y politicos puede ser abrazada precisamente de igualdad, libertad y comunidad en el dominio del porque representa una “etapa” en la emancipacién. Estado, una politica que es contradicha por la ine- En el andlisis dialéctico, el fracaso de los derechos quidad, falta de libertad e individualismo en el domi- | en precurar la “verdadera emancipacién humana’ se no dé la sociedad civil. | hace manifiesto en nuestra experiencia de falta de li- 4) Los derechos legitiman, al naturalizarios, los di- | bertad y alienacion yes superado por el desarrollo de versos poderes estratificantes de la sociedad civil y“ | formas de asociacién apropiadas para una sociedad disfrazan la cohusién del Estado con este poder social, que ha *revolucionado” sus elementos y trascendido Iegitimando también de esta manera al Estado como | sw egoismo. un representante neutral y universal del pueblo. Lue- 0 disfrazan el verdadero poder constitutivo tanto de la sociedad civil como del Estado a través de la arti- mafia de establecer una soberania ficticia en el do- bajo la ribrica de la politica de identidad. Primero, minio de la sociedad privada y una libertad, igualdad siel deseo hacia los derechos en el liberalismo es, en ¥ comunidad ilusorias en el dominio del Estado. | parte, un deseo por despolitizar 0, borrar la propia existencia social, por ser libre de la politizacién de podercs sociales subordinantes, y si, en este sentido, | dad como la naturaleza del hombre, enmascarando | serdn realizados a través de! establecimiento de las i Elensayo de Marx produce dos conjuntos de pre- guntas para las luchas contempordneas que se libran Blentusiasmo de Marx por la emancipacién polit? cca, incluyendo los derechos burgueses, puede com- >| Jos derechos implican un alejamiento de lo politico, pendiarse asi: ) gcomo pueden suponer tambien un avance en la lu- cha politica por transformar las condiciones sociales 1) Ser considerados por el Estado como si fuéra- | que lo constituyen a uno? ¢Qué garantiza su desplie- mos libres c iguales es mejor que ser tratados como * | gue instrumental en esta direccion, si es que algo lo sifuéramos naturalmente sometidos ydesigualestes- -—«-==—_hace? La explicacién de Marx podria presentarse en pecto de poderes sociales estratificantes. En tantola | registro fouleaultiano: en la medida en que el personalidad y la pertenencia a una comunidad se |-—-—egoismo de los derechos —su formacion discursiva presenta idealmente como no restringida por estos | del ndividuo soberano—oscurece las fuerzas sociales. poderes sociales, la emancipacin politica constituye que producen,y no simplemente marcan, grupos par- progreso. {Aqui Un ojo contemporaneo agude podria ticulares 0 comportamientos como subhumanos, los ver un andlisis preocupado por la manera en la que , derechos parecen enterrar discursivamente los mis“> el idealismo ideolégico enmascara el poder social y se mos poderes para cuya contestacién fueron disena- convierte en uno que enfatiza la produccién discur- dos. En la medida en que el “egoismo dela sociedad” siva de la posibilidad politica) | provoca demandas por derechos y es reforzado pot 2) Los ideales de libertad, igualdad y comunidad ellos, las relaciones sociales que iteran la clase, la en el Estado burgués moldean el (historicamente no p | sexualidad, la raza y cl género aparecerian como realizado) deseo por esos bienes que, en un proceso individualizadas en el discurso de los derechos, ads- hist6rico gobernado por ¢l materialismo dialéctico, critas @ las personas como atributos o contenidos an 110 Internos y no como efectos sociales. Si tos derechos reifican asf el poder social del que se supone van a protegernos, cuales son las implicaciones potiticas de hacer amibas cosas? Qué pasa cuando entende- ‘mos los derechos individuales como una forma de proteccin contra ciertos poderes sociales de los cua- les el individuo ostensiblemente protegido cs real- mente un efecto? Si, parafraseando.a Marx, los dere- ‘chos no nos liberan de las relaciones de clase, género, sextialidad oraz, sino solamente del reconccimiento formal de estos elementos como paliticamente signifi cativos, liberdindolos entonces “para actuara su mo- do", gedmo encaja el proyecto de la emancipacién so- cial con el proyecto de transformar las condiciones contra las que los derechos se buscan como protee- cién? l segundo conjunto de preguntas tiene que ver con el lugar de los derechos en la legitimacién de las dimensiones humanistas del discurso liberal. gEn qué medida el poder de una ficeién humanista de universalidad es afirmade como el manto de persona- lidad geneérica perseguida porlos histéricamente des- poseidos? eCémo se oscurece la operacién metoni- mica de Ia persona genérica por Ia crecientemente amplia distribucion de sus atributos politicos? ¢Como pueden las dimensiones malvadas de las demandas universalistas ser discutidas cuando incluso los his- tricamente desposeidos buscan vin higar bajo as= picio? Estas preguntas se vuelven més iritentes cuando se extirpa la historiografia progresiva:presupuesta por Marx de su critica de los derechos, cuando es me- nor la probabilidad de que la contradiccién entre la ‘emaneipacién politca”y la “emancipacién verdadera y humana’ irrumpa como conciéncia radical o sea trascendida a través de la revalucion, que la probabi- lidad de que las diversas contradicciones dentro del capitalismo exploten para dar lugar a una aiternati- va socialista, Ba ausencia de esta teleologia, los de- 112 rechos, en ver de constituir una “etapa historica” en el progreso hacia la emancipacién, representan una altura politica que diariamente reconstruye su valor © al ungir y proteger Ia personalidad, y reitera cotidia. rnamenté cl egoismo del que emergen los derechos. Operando como un régimen discursivo mas que coms una etapa en la historia de la emancipacién, los de rechos aparecen como fines politicos en lugar de ins- trumentos hist6ricos o politicos. ¥ situada dentro del contexto weberiano mas amplio de la racionalizacién en la modernidad, un proceso en el que la racionali- dad instrumental suplanta como un edncer todos los demas valores a medida que todos los medios se vuel ven fines, la llamada cultéra litigiosa, que se despa. rama por todo el espectro politico contemporaneo, se vuelve mas que un iter contingente para la erition politica"! En esta nueva presentacién, el discurso de los derechos aparece como optesta a —en lugar de ser una etapa en el progreso hacia~ mocios alter. nativos de reparar la sujecion social expresada como ‘dentidad politizada. Coando la “historia” ya no se considera coms guiada por contradicciones estruct. rales y atada al zedasde fa libertad, ya no es posible ~ Ja alucinacion de que “fodaemancipacion es la reduc. eidndel mundo hmimano, de las relaciones, al hombre mismo? "trang politice delos rticosde a “sociedad itigiosa”ex bastan te amplio: del ataque de George Bush alos “abogadosIigntes” en su campatia presidencil de 1992, hasta Mary Ana Glendon {1 Rights Pal The Inpoverishmen of Polit Discourse Mu York. Free Press, 1901, haste le prevoupacin de Den Darice Por ei gto privatizante del dlacurso delos derechos contempons. ‘eos (‘Constitutional Rights: Democratic Institutions or Demo sratic Obstacle?" en Robert A. Licht fed}, The Framers and Fun damental Rights, Washington, D. C., AIE, 1992), basta la pres. ‘cupacin similar de Michael Walzer en What i ifeans to Be on Amercan. especialmente el ensayo titilado "Consittional Rights land the Shape of Civil Society, Nueva York, Marsiio, 1993, Carios Mars, "Sobre la cuestion juin", op cp. 38. Pde uno ‘reguntarse, sl menos yo lo hago si debe speyarse fu posicion se cu la ertens postestructuraletas de a metanarrative his, torica deben eer historizadas de modo que solamente en nucstto 113 Pero también ocurre cuando dejamos de conside- rarla historia como compuesta de totalidades sociales coherentes e hilos tinicos de progreso, viéndola en cambio en términos de discurses y genealogias que con: vergen y entran en conflicto, um orden diferente de pen- ‘samiento politico se vuelve posible. Considérese la di~ ferencia en la relacién entre la historia y la libertad concebidas por Marx y por Foucault: para Marx, la ,. promesa politica es inkierente al movimiento dialéctico de ja historia hacia la libertad. (Animada generaimen- te por el deseo de superar la escasez expresada en el aspecto desarrollista de los modos de produccién, 1a historia es especificamente impulsada por las luchas de clases que ocurren en el punto de las contradiccio- nes entre los medios, el modo y las relaciones de pro- uccién). Lego, para los mnarxistas, la historia des- provista del proyecto teleoldgico —un vacio que se lo- gra al revelar la metanarrativa religiosa hegeliana que etd enelcorazin dele hstriograa maraata— in Ja pesadilla politica del nihilismo o de la luz eter- fa del lomo congelado La peda del ese hist rico implicado por el “fin de la historia”, por la banca- rrota del principio del movimiento temporal (dialécti- co) hacia adelante, apunta hacia la crisis politica de ‘un presente total. Anuncia el totalitarismo en la me- dida en que la extendida dominacion en Ia totalidad social que describe Marx queda sin un principio de autosuperacidn. La critica marxista, sin la redencién a través de la dialéctica, si se recuerda, fue precisa- ‘mente la logica que estructuré las oscuras conclusio- nes de Marcuse en £! hombre unidlimensional ‘onpocoapsal historiografia progresist ols fimcitn pastes ‘Eachus nts furs Ge que aden ins socones popes In historia son eaimentefesones 0 sgosenco lo eaente ‘hente marae coo para encontrar ie ef abarconaanocton de dearrolo" en un hstoografa que expla latansil® el feadallmo al captain, del eeptalero con tno corpoatvey del capitals inti ‘Snirode x cconomin gal ump y Noreaeic). 14 Para/Foucautt, por otra parte, el fin de la historia ¢s més un alivio politico que un problema politico. La critica de la métanarrativa ofrece un respiro n0 86. lo frente a las presunciones humanistas sino frente @ los modelos de poder temporales o estructurales: modelos econémicos, en los que el poder es represen. tado como una mercancia entregable, y moxielos re- presivos, en los que el poder se representa como sux. primiends las capacidades de un sujeto trascenden te. La ciitica de la teleologia en la historia nos libera asi mismé deTos modelos del sujeto politico enmar- cados en la narrativa (global) de identidad, sujecion y redencién. La raz6n en la historia, que requiere tanto de Ia ficcion de las totalidades sociales como de la ficcién de la periodizacion por épocas, es desaloja: da por los analisis genealdgicos de regimenes de ver dad selectos, andlisis que no reclaman ser espacial 0 temporalmente comprehensivos. También se nos urge concebir la problematica del poder en términos espa. Ciales pero no estructurales, y temporales pero no lic neales: el espacio se reconfigura como el dominio en el que operan discursos que son multiples yestan st- Jetos a contestacion, el tiempo como el dominio de la Tepeticién imprecisa y reimaginable. La intervencin © resignificacién es posible en ambas dimensiones Iientras el poder sc conciba por fuera de los discursos de las estructuras, las leyes de Ia historia, e incluso, de la hegemonia. in este sentido, la insistencia de Foucault en la espacializacion del poder significa que la *historia” finalmente deviene humana, Pero sila critica de-Foucault a la historiogratia pro- gresista ofrece un réspiro frente a las perspectivas his toricas y polticas gtadas a totalidades sociales ycta- as temporales, variaindo y ampliando de esta manera el campo de la intervencién politica, sus inyestigacion zes sobre la naturaleza del poder tambien complican ¢l problema que se nos presenta’ al despolitizar dis. cursos tales como el de los detechds. En su preocuts acién por el poder disciplinario, en sus articulacio. 115 nes de como ciertos discursos son convertidos en re.» ‘gimenesde verdad y en su formulacién del poder co- mo aquello que produce-sujetos en lugar de simple- mente suprimislos 6 posicionarlos, Foucault evoca un campo politico con relativamente poco espacio abierto y sin ninguno de los trucos de autosuperacion, demo- 4 vimiento hacia delante,coritenidos en Ia historiogratia marxista. Al pereibir el poder donde ni el liberaligimo ni el marxismo lo pereitien, Foucault exige repensar Ja formulacién marxista de la identidad politizada y de las demandas por derechos. La explicacion de Fou ccault no sélo escinde la “emancipacién politica” del progreso fantasmal de la emancipacién, también vuel- ve problematicd el supuesto marsxista de que la bris- queda de tal emancipacion surge de sujetos historica- mente subordinados o excluidos que buscan ocupar un lugar en un discurso de personalidad universal. Sugiere, en cambio, que estas demandas pueden sur- sirde sujetos producidos contemporaneamente a tra- ves de normas regulativas, sujetos que pueden enrai- zarse, pero también retirarse o aflojarse, a través del reconocimiento politico y la adquisieién de derechos. En otras palabras; éi colapao de la historiografia pro- gresista.se vuelve mas serio, dado el grado en el que los discursds contemporaneos sobre derechos con- vergeh con la produccién disciplinaria de las identida- des que los persiguen, dado el grado en el que los dis cursos actuales de la emancipacién politiea pueden ser productos no solo de la esiratificada y egoista so- ciedad civil, sino tambien de modalidades disciptina- vias de pader que producen los sujetos mismos cuyos derechos se convierten en un método para adminis- ‘trarlos. Aqui, una comparacion adicional entre la teo- ria social marxista y postmarxista indicara cémo cier- tas limitaciones en la formulacién del poder de Marx, interacttian de una manera compleja con su proble matica historiografia Para Marx, la subordinacion es una funcién de la posicion social, del posicionamiento dentro de las re~ 116 Jaciones jerarquicas de poder que constituyen el or- den social. En su modo mas economicista, la formu- la markista para medir la subordinacién involucra determinar la relacién de un sujeto con los medios de produccién dentro de un determinado ined de pro- éuccién, En sus momentos menos economicistas (por ejemplo en “Sobre la cuestién judia” 0 “La sagrada familia’), elementos de poder social distintos ala pro- Guecién pueden ser considerados relerantes, pero el asunto sigue siendo uno de posicién. Bl problema de Ja conciencia politica, entonces, se convierte en el pro- blema de aprehender precisamente la posicién Social propia y de ahi la verdad de la totalidad social, una ‘cuestisn que requicre dea “perforacién del velo ideo- Jogico" que recuibre al orden y, en particular, de desve- lar la “camara oscura” con la que disfraza stu poder. (Este proceso se describe en la discusion de la ideolo- Bia en La ideologia alemanay se modcla en la discu- sién de la comodificacidn en el volumen | de £1 capi- a, Para Marx, y para muchas teorias sociales que Je adeudan mucho al marxismo —por ejemplo la de Catharine MacKinnon, la posicién del sujeto es la posicién social; la posicién del sujeto, determinada or las relaciones sociales que estructuran la estrati- ficacion, puede ser aprehendida a través del discen micato cientifico de estas relaciones, wna ciencia ela- borada en varias encarnaciones de la epistemologia erspectivista, Tal vez las teorias criticas de género, raza y sexua- lidad no puedan desechar enteramente la nocién de posicién del sujeto, y las formulaciones del poder y del sujeto que esta nocién implica, esta idea y estas formulaciones son también inadecuadas para las aspiraciones de tales teorias. En consecvencia, buena parte de la teoria critica contemporanea se ha esforza do por mejorar la explicacién marxista de la subordi- nacién como una funcién del posicionamiento social La teoria feminista postmarxista, por ejemplo, imagi- na el problema politico de las mujeres como un pro- 117 blema de subjetividades constrnidas (locales, parti- culares, no fijas, siempre excodiendo las denotaciones de mujer o mujeres) y como uno de posicionamiento social (nombrable, tangible, pero siempre abstracto, tuna designacion potente pero siempre vaciada de ha bitantes particulares). Si la “identidad” “ocurre”, es nombrada o producida, en el punto en-el que éstas se tocart, donde los particulares de la formacién sub- Jetiva se cruzan con vectores de estratificacién social tales como la raza ol género, entonces las explicacio- nes mas ricas de la formacion racial o de género pre~ valecer’in cuando la subjetividad y el posicionamiento social sean imaginados simultaneamente.“® Mas que reconocer simplemente la importancia de ambos re~ gistros analiticos, esto requiere entrelazarios de ma- nera que el “posicionamiento” social se formule como Parte de la produccién de sujeto y la construccion de Ja subjetividad se formule como un elemento en la fabricacién de la jerarquia social y la dominacién politica. ¢Cuiles son las consecuencias de reemplazar tna cexplicacién de la subyugacion como posicionamiento subjetivo, por una comprensién de la “formacién de ® Pero este proyecto se hace dif en vrtud de in rticuaci6 det Posisionamiento de os sujetosy ln foemaciones de subjetided ‘en registios tan distntoa. Sil subjetvidad es local, partoulan palcoanaltics, preocupada por el problema de la concienciay a lnconciencis, el cuerpo y ia psiguis el deseo y 1s ecltura el pe sicionamento social imvariahementeremite a drdenesocatetceas 12s de poder: oblla a leerss histericamente y deducir coma ce. tn focalizados fos sujeios dentro de un caunpo de poder, mas ‘que. cémo seforman les euetoxatravea de especiicas operacio, nes de poder, Muchas [pero ne todas} Ins batllss comtempors ‘ens sobre tos elementos "discureivas” y “materisies" del pode? sedibuian sobre est lines, dande oe que ae preocupan ike por Jk subjetvidad insisten en que todo es discareo, ments fos ‘que ven tniearsente el posicionamientn sia sion era ts {erialidad pre extradiscursiva de exe posicinamienta, ta reio- Iucion de eat asunto exgira, indudableniente, un desarola rae ‘completo dela nocion de materialiad discursivay de lasdieren, tes equivaiencias, por ejemplo, des discuraos poiicos de raza los discurses de subjedvidad racial, 118 sujetos” y por una comprensién del poder como “algo que circula [...) que nunca es apropiado como una ‘mercancia o un pedazo de riqueza... sino que es usado ¥ ejercido a través de organizaciones tipo red”, para el potencial emancipatorio de los derechos? mo los derechos configuran extensamente nuestra cultura politica (en lugar de simplemente ocupar un nicho dentro de ella) y producen discursivamente al 7, sujeto politico (en lugar de servir como un instrumen- ~ to para dicho sujeto). También nos permite captar la manera en la que las producciones disciplinatias de la identidad pueden voiverse el lugar de luchas por derechos que naturalizan, y por lo tanto refuerzan, los poderes de los que esas identidades son efectos." * Wéase supra nota de pie de pagina 6, Bi punto aquies que nom 120 hay fuertes argumentos a favor de su re- = Sin embargo, sugerir que los derechos perseguidos por identidades politizadas pueden tener dos (o mas) caras —naturalizando la identidad incluso cuando reducen los elementos dle su estigma, despolitizando incluso cuando protegen a sujetos politicos reciente- mente producidos, empoderando lo que también re gulan—noes condenarlos. Mas bien, es negarles cual- ‘quier lugar predeterminado en una politica de eman- cipacién e insistir en cambio en la importancia de de~ sestabilizar constantemente ese lugar. Quiero praceder ahora con esta desestabilizacién a través de la refle- xxi6n sobre la formmulacién de derechos por dos de sus ‘exponentes progresivas en € derecho y la politica con- temporénea, Patricia Williams" y Catharine MacKin- non.” brar puede ser sinultneamente na forma exapoderante de reco nocimentoy un liga para in egulacion:ésta la ambigiedad sobre la identied que Foueaule artic al preocuparse pore slexcavar discursosinsurgentes podriamos estar s6loadzvisan- ddonos enellos. Més aun la funcion emancipsdora de loe derechos ino purde ser deci haciendo abstracein de fos aparstosfdi= sialesburocrticn través de los que ston son egplados, Onan, hoy en dia, deiende eue derecos sin un batallon de abogados 9 esman de documentos legales compleoa? En este sentido, Jos derechos, en lugar de ser ia moneda ‘popular y asequble” que describe Patricia Wiliams, pueden mujetsmnoe & formas intensas e doininacion buroerstia y poder repulatvo,inchiso en el no= ‘mento en que los aftmames en defensa propia. “Se inciuye en esta compilacion uno de log eanitals de The AE ohemy of Race and Rights (Cambridge, Harvard University Press 2901), titalado en espaol “Za dalarasa prison del lengua de ‘as derechos, en el gue Willams desarolla su defensa de lon e= rechos". (N-del E) © Biisquese en esta misme coleccién ef articuo de MacKinnon th tuledo "La pocnograls ro es un esunto moral”, en Dereeo y Pornografta, Bogota, Siglo del Hombre Editares y Universidad de fos Andes, 1997. Bn este libro ge discate el problema polio y Juridico de Is pornografiay se incloyen tanto los arguments ce MacKinnon como ls de Richard Posner. Animianio, te inchayon Insentencia del séptimo drcuito federal en torno ala ordenanea prohibiendo la pornografia en el estado de Michigan (American Booksellers Association dersus Hudnud yla sentencia se In Cor, {¢ Constitucional colombiana sobre el derecho a censurarla es Inbicin de obras de arte explicitamente sexuales en sition de propiedad! del Bstado (7-704 oe 1994, 121 Qué les pasa, en el tipo de cultura que Marx diag- nosticé como produciendo la necesidad y el deseo por Jos derechos, a aquellos que no los tienen, 0 a aque- los que en su mayoria estari secuestrados en domi. nios marcados como “privados" 0 ‘naturales’, donde los derechos no se aplican? ¢Qué le pasa al orden “de- senfrenado” de la sociedad civil egoista cuando aque- llos subordinados por la via de la raza, la sexualidad, el genero o la edad —expulsacos o lanzados al sétano ontologico de ia estructura social— son explotados ra ‘tinariamente o violados por quienes ostentan derechos, poder social y legitimidad social? ¢Qué pasa cuando la falta de los derechos a la propiedad, a la palabra, alla integridad fisica o a la conducta sexual, se une @ la vulnerabilidad y la dependencia creadas por la lativa impotencia social y la marginalizacion? Estaes la perspectiva, en sus términos, la “posicion subjetiva’, desde la que surge la defensa de los dere- chos de Patricia Williams en The Alchemy of Race and Rights. Esta defensa de los derechos tiene en cuenta las criticas de la izquierda al establecimiento juridico, asi como la incapacidad de los dereches civiles, una vez obtenidos, para mejorar sustancialmente la con- dicién sociceconémica de la mayoria de los negros en los Estados Unidos. También es una defensa de, los derechos que le quita el énfasis a las maneras en” que la aparicion de los derechos se entrelaz6 con el triunfo de los burgueses en la Europa postfeudal y con la necesidad urgente del capital de contar con la bre circulacion de la tierra y la mano de obra y con la propiedad individual de los hombres sobre los miembros y elementos de su hoger. Yes una defensa que evade Ia manera en la que, historicamente, €] discurso de los derechos legitimé las nuevas forma- ciones de clase asi camo al Estado constitucional di sefiado para garantizarlas y naturalizarlas. La expli- cacién de Williams empieza ya dentro de esta histo- sia, presume la cultura hobbesiana/adam-smithiana que representa, y habita en la experiencia de aque- 122 los explicitamente privados de derechos dentro de ella: aquellos que, como se opind en Dred Score,® “eran tan inferiores, que no tenian derechos que el hombre blanco estuviera obligado a respetar.™? Para Patricia Williams, en cuyo anélisis del derecho “la posicin subjetiva lo es todo”, en una cultura politica en la que la pertenencia politica, la pertenencia civica, el Tespeto corporal, emocional y a las fronteras sexua. les, la legitimidad como actor, la capacidad como par- teen un contrato, la autonomia, la intimidad, la visi bilidad y le independencia generativa son negociadas a través del lenguaje y la préctica de los derechos y la falta de derechos, el pensar sobre los derechos esta inevitablemente ligado a la experiencia de aque- as personas a quienes histricamente se les han negado, 7 Sibien la importancia de esta conexién no puede Ser exagerada, tampoco puede serlo su parcialidad. Pues la privacién a este nivel noes solamente caren cia, sino la creacion del deseo a traves de la carencia, Asi como los homosexuales pueden desear la legiti- midad que confiere la institucién del matrimonio, de Ja cual estén proscritos —y por eso reinscribimos el mecanismo mismo de nuestra sujecion en nuestro ‘anhelo por obtener aquello en lo que esta Aasadanues- tra exclusién—la defensa que hace Patricia Williams de los derechos sobre la base de que son “un simbolo demasiado profundamente arraigado en la psiquis de los oprimidos como para perderio sin causar trati- ‘mas y mucha resistencia” plantea un problema com- plejo.** gY si este simbolo demasiado profundamente arraigado opera no sdlo en, sino en contra, de esa psi quis, trabajando como autorreproche, sufrimiento des- © Veaseln explicacon al especto en “La dolorosa pis delle aug de toe derechad, (8. del B) 1% Gitado.en Dio-llohomy of Race and Rights, op ei, p. 162. 5 ip 3 8 Dea. 165, 123 Politizado y disimulacién de formas extrajuridicas de poder? Para ver cémo éste puede ser el caso, quiero considerar tres lineas del argumento de Williams en The Aichemy of Race and Rights. su critica del fendme- no que ella llama *privatizacién”, sui analisis del post. clonamiento cultural de las mujeres negras, y 91 es- faerzo por multiplicar y dar nuevos significados al sentido y la distribucién de los derechos, Para Patricia Williams, el “sobre-extendido estado ‘mental que llamamos ‘ntimidad’” es uno de los ene- migos més perniciososy sutiles de la democracia con- temporanea, asi como un poderoso modo de legitimar las desigualdades de clase y raza, “La tirana de lo que Haanamos privado", argumenta, nos pone en riesgo de reducirnos a “una aplastante falta de derechos en un mundo enteramente poseido’, en el que “debe pedir~ Se permiso para caminar sobre la faz de la tierra”. Williams detecta Ios efectos corrosivos de la privati- zacion en los argumentos contemporaneos sobre la “discriminacién inversa”? y la *preferencia del em- pleador”®, en las decisiones de la Corte Suprema de Justicia que permiten a los Estados determinar los niveles de ayuda para los indigentes,® en las quejas de los comisionados de policia sobre la atencién in dividualizada que les prestan los medios cuando hay investigaciones sobre brutalidad policial, en la pro- ‘mesa de John Tower de dejar de consumir alcohol si © Los angementos de “diseiminacioa inversa® gon los que hacen, las mayorigsIrente a leyes 0 programas que eatabiecen cules para minorias Cuando, por ejemplo, ian huts alge que see hha disctiminado cuando ee fa elegido para wn valgo al que te presenta una mjer con menares ealiicaciones se oor ec ene der sobre ia hase de un programs oley de ezotae (Nel © Los argumentos de “preferencia del empleador” soi aquellos ‘caminades a socavar programas de acelin afrmetive sabe dbase de que clempleatior ao debe ser fatzado aemplear aceriee Personas salo porque pertenecen muna minora (N del bs) “La sutore se refiere a deisiones de la Corte Supeema de Just ‘x respecio al caracter federal o nacional de la seguridad social, Para indigentes. (N. del E) 124 s confirmadio como Secretario de la Defensa por Bush, Williams no sdlo critica Ia privatizacion de funciones pablicas por la economia (tener que trabajar a cambio de beneficios de seguridad social o recibir fondos para asistir a colegios privados}, sino que también acomete contra la ereciente privatizacién de la economia re resentada por el acceso restringido al comercio. Esta Ultima privatizaeién enmarca un incidente en el que un joven vendedor blanco de la cadena comercial Be- netton Je impidio a Williams entrar a una tienda en Nueva York cuyo acceso estaba controlado por un sis- tema de timbres, y earacteriza asi mismo un aviso que vio en tna boutique del Greenwich Village —"Reba- Jas! Abrigos por $2. No se admite la entrada de men- digos ni de borrachos"— que “comodifica” la pobreza al tiempo que exchuye a Ios pobres.5 Wiliams también rastrea formas de privatizacion, ‘como el disci de parques y centros comerciales de propiedad de sociedades comerciales, que efectiva- mente resegregan poblaciones a lo largo de linea de raza y clase. En su reflexién sobre la peticién del al- calde Koch a los negros, de tener compasién con los rosidentes blancos de Howard Beach, insatisfechos con una marcha de protesta interracial programada para pasar por “sus” calles, escribe: Koch, de hecho, estaba pidiendo que se aceptara la pri- vatizacién del espacio publico. Bste es el equivalente de _factode la segregacién; es ia exclusion bajo el disfras de ntercses" y “valores” de propiedad protegidas por fo. 808 profundos. Se pierde de vista el hecho de que el objeto de la discusién, la calle, es ptiblica.*" Williams tambien examina,céma el lenguaje dela intimidad y su primo, el de la “eleccién”, se usan pa- fa presentar la coercion estatal como deseo privado, Cuando a tos implicadios en casos de maltrato infan- 8 The Alchemy of Race and Rights, ap. elt, pp. 4249. * Bid, p69. 125 til o violacién se les “ofrece ‘elegir’ entre... la cézecl y la esterilizacién|... ¢ pone al sindicado en la posicién de comprador, como si estuviera ‘comprando’.. su libertad cuando paga el precio de su vientre” 0 “caco- ge" la castracién.*” Al reempacar la dominacién esta tal como la libertad de los individuos en el mercado, argumenta, se pone en peligro tanto la moralidad pi. blica como el significado de I ciudadania. Se destraye un lenguaje de la obligacién publica yal mismo tiem. PO se legitima el racismo, la misoginia y el odio a los pobres de facto que, en ou anilisis, es farea de lo po. litico mitigar. En breve, la *privatizacion” viola eles. pacio pablico, despolitiza los problemas e injusticias Socialmente construidos, exonera a los representan. tes piiblicos de su responsabilidad publics y socava una nocién de Ia vida politica como aquella que se Preocupa por lo comuin y que nos obliga frente a 10 comin. Como puede reconciliarse esta abrasante critica Politica con Ia pura defensa de los derechos de Wie Iams? Los derechos en los érdenes capitalistas libe- rales, como nos lo recuerda Marx, son pedazos de po- der discursivo que esenciaimente privatizan y despoli- tizan, que mistifican y reifiean los poderes sociales (ropiedad y riqueza, pero también raza, sexualidad ¥ género) como posesiones naturales de las personas btivadas, que analiticamente abstraen a los indivi. duos de sus contextos sociales y politicos, que son de hecho efectosdel poder social que ocultan. Efecti- vamente, en la medida en que los derechos enmasca. ran discursivamente poderes sociales estratificantes a través de la constitucion de sujetos soberanos que se vuelven formalmente iguales ante la ley, parecerian ser una de las estrategias més basicas para la privati- zacion que Williams condena. Comé se hizo claro en los afios de Reagan y Bush, el discurso de los dere- chos es precisamenie el que alimenta las demandas * tid, pp. 32-33. 126 sobre discriminacién inversa y preferencia del em- pleador, las justificaciones para sistemas de fondos para asistir a colegios privados, las reformas tributa. rias regresivas, la destruccién de los sindicatos y las brerrogativas de los duefos de tiendas y de bazrios para restringir el acceso a ellos. BI discurso de los derechos en una cultura liberal capitalista, presenta como privadas posibles controversias piblicas sobre la distribucién de los recursos y sobre quiénes son las partes relevantes en Ia toma de decisiones. Con. vierte los problemas sociales en asuntos de dato y titularidad individualizados y ahistoricos, en asuntos en las que no hay dario si no hay agente o no hay un Sujeto violado tangible. Y si nos movemos aqui de Marx a Foucault, para desestabilizar la inconmensurabi- lidad de. fe citica e Williams a 1a privatizacion y su defensa de los derechos, podemas preguntarnos: equé oscurece mds penetrantemente la dominacién a tra. vés de normas regulativas —la “blancura” 0 “masculi- nidad” de ciertos estandares de excetencia— que la figura del sujeto soberano de derechos? Y, gqué con- vergirfa mas exactamente con la produccién discipli. naria de la identidad en la modernidad tardia, y con Ja regulacion a través de la identidad, que la prolife- racién de derechos que Williams recomienda?® Nada de esto sugiere que aquellos que no tienen derechos en un universo gobernado por los derechos deban abandonar su esfuerzo por adquirirlos y usar~ Jos. Williams y otros dejan lo sulicientemente claro ‘que dicho consejo, especialmente cuando viene de aca- démicos blancos de clase media, es al mismo tiempo estratégicamente inocente y un desconocimicnto de las prerrogativas culturales.* Pero argumentar a do, 165, % ‘Wearse tanto la narracin de oe experimentos mentales que Wie Hiams Hew eabo para ver el pia syatar atu eacavineda te, farabuela sin el discurso de Ine derechos (2d, pp. Ley ise) oto Ia Gel posicionanniento social diferente que los lewd a cla favor de la importancia de tener derechos donde los derechos son la moneda en circulacién, no es ya ina evaluacion de emo operan politicamente ni dé la cul- ‘tura politica que crean. Mas bien ese argumento su- brays tanto la estupidez de entrar desarmado a una batalla en curso, como la fuerza paralizante que tiene el ser considerado indigno de cualquier cosa que una culture dada usa para designar lo humano. La pre- gunta que Williams no se hace es si la proliferacion de los derechos que ella patrocina podria inducir el fenémeno que llama privatizacion, la consolidacién de una “tierra completamente poseida®, la desinte- gracién de las obligaciones pablicas y de una cultura politica de la responsabilidad. Tampoco cuestiona la relaci6n entre la promesa de los derechos para los negros como “una ilusién [que] s6lo se hizo realidad Para unos pocos™® y la funcién de los derechos en la despolitizacion del poder econémico y en la privati- zacidn de las circunstancias econémicas —en breve, en disfrazar la manera en la que opera la clase como categoria— La defensa de los derechos de Williams se aleja de estas preguntas y se concentra cn cambio en la priva- cién histérica de la integridad social, sexual y fisica que le ausencia de derechos trajo para los negros en,” los Estados Unidos. Con Robert Williams, argumen= ta que si los derechos funcionan para individuar, se1 parar y defender a los individuos, si les conceden a Yau colega blanco a tener actitudes muy distintas hecla arce- los legates formales tales coma los de contretos de arena: iento (pp. 146-149). Vease tambien el ensayo de Robert Williams, Jr, "Taking Rights Aggreeevey: The Perils and Proms ‘of Critica! Legal Theary for Peoples of Color’, en 5 Law’ and Ineiualiy:A Journal oj Theory and Practice, 108.134, 1987. ca lqve argunenta que las eriteas de les Bstudios Legnies Ch {608 @ os derechos y a aquellos que los recadan, nvolueran tuna clerta condescendeneis,iaclueo un certo raciamo, en ceguera facia In pouiisn privegieda desde la qu hacen Sus a gumentos. "© Patricia Wiliams, The Alchemy of Race and Rights op et,» 163. 128 Jos individuos una esfera de integridad fisica c inti- » tmidad, si anuncian nuestra personalidad, aunque sea de manera abstracta, y nuestra pertenencia, incluso si ésta es a una comunidad abstracta, entonces puede Ser queesto sca exactamente lo que necesitan y quie~ «Ten los que no lo han tenido en una cultura que marca Ja sis “otros” a través de tal privacion: Cuando le experiencia de uno esta enraizada no s6lo en Ain sentido de ilegitimidad sino tambien en el serilegsti- © | mo... entonces la adhesin de Jos negros a un esquema ‘de... derechos —al yo, ala santicad de las fronteras per sonales propias— tiene senti,*! Dada la historia de la violenta “famliaridad” €“in- formalidad” con que los negros han sido tratados por Jos blancos en los Estados Unidos, alguna distancia, abstraceidn y el reconocimiento formal, en lugar de intimo, pueden ser compensaciones importantes. “Para mi—afirma Patricia Williams—, las relaciones extrafo-extrasio son preferibles a las relaciones ex. traito-bien mueble’.** Blaborando‘este argumento, Williams delinea el dilema de “exponerse y esconderse” como la experien- cia constante ytamedida de la sujecién de las muje- res negras. La cleccidn entre la exposicién humillante ¥ el esconderse desesperado es la no-cleccién que configura el drama de Tawana Brawley,” de Anita “Robert Willams, "Taking Rights Aggressively: The Perils and Promise of Critical Legal Theory for Peoples of Color, gp. et © Patricia Wiliams, he Alchemy of Race cred Rights op cp v48y iss. ‘© Bn noviembrede 1987, Tawans Brawley, tna adolescente negra sée quince aos, fue encontda cerea de su enti residencies cubierta por heces, semidesmuda, atolondraia y con insultos racialesescrtos sobre su cuerpo. Pawan acusd 2 seis hoses blancos (entre ellos algunos ofinles de poles) de haberla vo, lado y torturado durante custra dias, El gran jure que foc rombrado para decile su easo declard en octubre de 1988 que las evidencias nocorroberaban la historia de la adolescente. for ©. contrario, a su juicio, as evidencias aputaban a que Brawley 198 Hill,® de Ja propia “visibilidad e invisibilidad exage- tadas” de Williams como profesora de derecho negta ¥ mujer, de las esciavas negras —“los dientes y tas nalgas al descubierto para visitantes interesaclos’—y del posicionamiento actual de las mujeres negras ei una economia racial-sexual que rutinariamente mar ca su sexualidad como ilimitadamente disponible ** Esta inviable “eleccion” entre la exposicion y el es- conderse exige claramente una solucion através de Pricticas sociales que les den a las maujeres negras autonoinia e intimicad, posibilidad de actuar y respe to. Pero tal vez, teniendo en cuenta una apreciacion foucaultiana sobre la formacién de sujetos, este lega- do violento también asume ta forma de una compleja forma de deseo en los sujetos que crea, un deseo de! que ¢s sintoma la escritura profundamente personal, casi confesional, de Patricia Williams. En clecto, soo mo puede explicarse de otra forma su produccion de nuestra éxtrusiéncn su arregio en las mahanas —sis exposioion de como con astringente, pestanina y labial se arregla sti cara en medio de contradicciones sobre “la negacién del dolor {..) ser un modelo [...] hacer camino para [su] raza”— y de esta manera la repre- sentacién de la escena de invasién, la ausencia de intimidad fisica que es la historia de las mujeres aftoa. mericanas? ¢Cémo explicar mejor la revelacion de ori. sis depresivas, evaluaciones humillantes de su labor ‘abi manchedlos si miema con feces del pero deun vecino invented todo lo demtis para no ser cantignta por see Poni Los defensores de Brawley, entre eos el verento Mf Sheepiee, ‘xgumentaron que todo el proceso habia estado vicinde ro ‘smo, Véase, “The Case that Hants Sharpton he ee We Times, octubre 4 de 1997. {Nel} Autta ill acuso 6 Clacence Thomas de haberla acosada seal mente cuando els tabajaba paral en la comision para dad enol empleo, justo cuando estaba scale conceicralo ee ‘Rocupar In magitratura cn la Carte Suprema de Justice: Ieee Nancy Fraser, asta iterrupta, Bogota, Siglo dal Hombre a tores y Universidad de los Andes, 197, pp. 134-102. (W dere) “Patricia Wilma, 7he Athens of ace and Rahs ps oes el 18, 92-98, 175-177 y 106 130 es Gomo profesora, suetos y pesadillas sin editar, largas horas de sufrimiento en su bata de bafo de tela de toalla y su vanidad frente al espejo? Tal vez este de. $60 histéricamente producido—por el derecho a expo- nerse sin ser lesionado y por el derecho aesconderse sin ser recriminado— subyace a cierto deseo pot los derechos, esas herramientas que prometen, como lo hace el liberalismo de manera mas general, proteger @ sujetos expuestos y legitimar el esconderse. Pero los derechos s6lo podrian cumplir esta promesa si Pudieran hacer visible la compleja formacion subjeti- {7 ¥@ consecuiencia de una historia dle violacién, preci. samente la articulacién que impiden al presentar el deseo como natural, intrinseco y ahistarico, Luego, asi como con la relacién entre los derechos ¥ 1a privatizacion, puede ser que los derechos intensi. fquen tanto como remedian, Ja condicién misma que designa a los “otros” del liberalismo —ser condenedlos 8 la exposicisn o a esconderse (aqui la homosexual dad también viene a la mente}—: el mismo mecanisino ue concede una frontera legitima e intimidad, deja al individuo solo en su lucha, en un universo de auto recriminacién y despolitizado, con un poder que se escurre por entre los derectios y un deseo configurado por un poder anterior a los derechos. Puede ser que Precisainente el discurso de los derechos, el caballo de batalla de Maxine Thomas,” le hubiera robado el 46 una pension de invalider equivalente al 65% del eee un Juea municipal. tease Arnold Tercy Pretin, “The ar aes Fallof Maxie Thomas Judge Aficted by Profescional, Pease d lenguaje politico para entender y defenderse de las insoportables contradicciones que finalmente hicie- ron que esta asombrosamente exitosa juez negra ‘se dividiera por las costuras y volviera al vientre mater no [..] explotara en fragmentos de inteligencia y sa- biduria desparramada’.#” Puede ser que el retire que los derechos ofrecen, el borrar o desestigmatizar que promieten, tenga como costo la pérdida de un lenguaje para describir el cardcier de la dominacién, la viola- cién ola explotacion que configura dichas necesida des. De hecho, equé pasaria si cl deseo por retirarse en el espacio acolchado y encerrado de la personali- dad liberal delineada por los derechos fuera un sinto ‘ma, y si por dedicarnos a tratar el sintoma nos dis- traemos y encubrimos la fuente que lo genera? ¢¥ si, como lo plantea Marx, el “derecho de! individuo cir eunscrito, absorto en si mismo” responde a la. condi- cion socialmente producida de la exposicidn y el es- conderse, a la excesiva vulnerabilidad o invisibilidad, ala humillacién o muerte, codificando esa condicién como natural e instalndola en el derecho” Hay todavia otra linea en la defensa de los derechos de Williams: como forma hist6rica y actualmente exis- tente de la libertad, son concretamente asequibles y *magicos" en las bocas de la gente negra, Sin cmba!~ g0, incluso cuando insiste en Ia eficacia politica inme- diata de los derechos y contrasta esta eficacia con el “futurismo sin tiempo y sin forma” que proponen los criticos de los derechos, Williams argumenta fiera. mente a favor de la explotabilidad de la indeterinina- cin de los derechos: La tarea |... no es desechar los derechos sino ver a tra- vés o més alla de ellos para hacer que reflejen una defi- "en The Las Angeles Times, mayo 6, 1988; Roxanne Ar~ rnold, ‘Disability for Mane Thotnas Upheld” en The Loe Angeles Tines, febrero 18, 1980. © Patricia Wiliams, The Alokemy of Rave and Rights ap it, pp. 196-197, © Carlos Mars, “Sobre la cuestion judi", op. ei, p. 4. 132 nicién més amplia de la intimidad y la propiedad: para que la intimidad deje de ser una manera de excluit ba sada en el interés propio y se convierta en una manera tie tener consideracion por la autonomia fragil y miste- rosa del otro; y para que la propiedad recupere su anti gua connotacion de ser un reflejo del ser universal. La ‘area es expandir los derechos de propiedad privada hhacia una concepcin de los derechos civiles, hacia el derecho a esperar civismo de parte de los of708 [..] La Sociedad debe regalar los derechos] |..] a los esclavos [ul a tos arboles [.] a las vacas (..] a la historia (..] a Jos rios ¥ las rocas.** El riesgo aqui es que la apreciacién del poder y.Ja “fexibilidad de la palabra que otorga la teoria litera” ria reciente, puede haber convergido con lo que Marx identificé como el impulso teolégico del liberalismoa exagerar el sentido de lo que puede lograrse con pala- sbras. Como resuena la comprensién de Bauer de la ‘emancipacién civica en la afirmacién de Patricia Wi- Iiams de que “el problema del discurso de los dere- cchos no es que el discurso mismo sea restringido si- no que existe en un universo de referencia restring’- 0”. Al volver literal Ia promesa de los derechos, por tn lado, y separarlos del contexto histérico y social, por el otro, un andlisis que depende tanto de signifi cantes flotantes parece terminar intensificando las tendencias idealistas en el pensamiento liberal. En efecto, gcémo podria cuestionarse la continua como- dificacién de la tierra y de la vida publica, que Wi- lliams también critica, exiendiéndoles a “todos los objetos e intocables de la sociedad los derechos a la intimidad, la integridad yla autoafirmacion"?” Jos que se ofrecen seductoramente a aquellos que no Jos tienen, Pues en el gesto mismo porel que dibujan, un cicculo alrededor de! individwo, en el acto mismo por el que le concedén la personalidad soberana, wuelven contra él toda la responsabilidad por sus de- fectos, su condicién, su pobreza, su locura —priva~ tizan su situacién y mistifican los poderes que a construyen, la posicionan y la golpean-—, A este res pecto, tal vez no solo no salvaron a Ia juez Maxine ‘Thomas, tal vez también intensificaron el aislamiento de su lucha contra todas las fuetzas contradictorias del poder y la libertad que los decechos no tienen en. exenta al ocupar el campo de la justia, Silos dere- hos son todo lo que separa a Williams desu compra da, vendida, violada y abusada tatarabuela, tambiéi son el mecanismo que degrada a la ahora infausta, » ia, p. 164, 134 + hermana de Clarence Thomas," mecanismo que le permite @ él ratificar el supnesto social mas amplio de que si él pudo volverse un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, ambos podian, y que solo su eteza, su falta de fibra moral o diligencia, 0 si “co. Trupcién’ por el sistema de seguridad social, pueden dar cuenta de la diferencia. Tal vez el contraste que establece Williams entre el cardcter concreto, inme. diato y asequible de los derechos y el “futurisino sin tiempo y sin forma’, el *irreal |..] inaleanzable [..]o ultramundano” carécter de otros proyectos politicos emancipatorios” es, en Ultimas, un contraste falso que depende de una concrecisn falsa. Bajo el distraz de To concreto, 1o que los derechos prometen puede Ser tan escurnidizo, tan ultramundano, tan inalcan Zable, como lo que oftece cualquier otro mito politico, ~~ El esfuerzo de Catharine MacKinnon por rectificar ¢lmasculinismo en el derecho y reparar la desigual. dad de las mujeres depende de tomarse en serio la critica de Marx a los derechos, dobléndola en una di. recci6n feminista, ¢ incorporandola cn una teoria del derecho que Mars nunca imagin6. A-diferencia de Marx, MacKinnon busea hacer visible dencrodel dere » cho, y particularmente dentro del discursé de los de. rechos, precisamente el tipo de poder social que segtn Marx es inherentemente oscurecido, por el discurso burgués de los derechos. Para MacKinnon, el proyecto de una teoria del derecho feminista, especialmente €n las reas del acoso sexual y la pornograiia, es ha "Eh 1980, haemo co a preccupacn coneervadra por la dependencia del bienestar, Clarence Those anes Pay en cand caren ne eraean ante de ethical bienesiar Asi es de dependient Lopeor esses store eeese nten queen derecho tabien n ecb cheney aoe ten ninguna motivcion para mijraro salir eat sana ase Karen Rima, “Sister of High Coun Newnes hand Ditleseat Rona. en Las angie Piss lls Se Oh ye gltado en Nancy Fraser, asia omapts 9p cee 18, Pure Wise, The dtchony of Ree ah Wie oho, op 135, cer que los derechos articulen y respondan, en lugar de enmascarar, al furicionamiento sistematico de la subordinacion de genero. En el anélisis de MacKinnon, el género es el efee- to sélido de una organizacién patriarcal de la sexua. lidad como dominacién maseulina y sumisién feme- nina, Una organizacion especifica de la sexualidad crea él género, asi como una organizacién especifica Gel trabajo crea la clase, y, por lo tanto, una politica que remedia la desigualdad de género es una politica que hace visible la construccién y ejecucion de la su- bordinacion de las mujeres a través de la apropiacién, comodificacién y violacién de la sexualidad femenina, El acoso sexual, la violaci6n, el maltrato y la porno grafia aparecen de este modo no simplemente como Violaciones, sino como violaciones que reducen espe~ cificamente @ las personas a ser mujeres, que iteran ¥ Feiteran —de hecho, representan”\— la categoria “mujeres”, y, por lo tanto, constituyen una violacién de los derechos civiles de las mujeres, el derecho de Jas mujeres a la igualdad civica y politica. En térmi_ nos althusserianos, MacKinnon considera que estas _ practicas no se reducen a herir alas mujeres sino que interpelanales mujeres como mujeres, donde “mujer” ¢9 solamente y siempre un efecto de la dominacién ‘masculina constituida y hecha operativa como domi- nacién sexual MacKinnon critica la pretensién juridica de la ob- Jetividad por ser inherentemente masculinista, pre~ sentando la falta de perspectiva y el universalismo que el derecho reciama, como “masculinos” tanto en ‘su sustancia, como en su forma: “En el Estado Libe- al, el Estado de Derecho —neutral, abstracto, cleva- do, extendido— institucionaliza el poder de los hom- bres sobre las mujeres e institucionaliza el poder en Brown utiliza qui la palabra perform para enfotiza: tte Mace Kinnon consprende hasta que rant el gonere eae segecocnes ion de un iret Se prefire traci perms con "nepreseatas Pars noatmenta Io anglcismos que ya contiene la traduecitn, 136 Z Suforma maseulina’.” Al argumentar que el no adop- {ar un punto de vista ela masculinidad del derecho, adapta para cl feminismio la idea marxista de que el discurso universal —e! discurso det constitucionalis. ‘mo liberal en un orden social inequitativo, es una artimatia del poder por Ia qu se presenta como gene Fico lo que en realidad privilegia al dominante, Mas ‘eepecificamente, argumenta que el universalismo del Estado enmascara su sustancia masculinista a traves ¢ dela forma (masculina) de la falta de perspectiva, una forma que cubre el masculinismo del derecho de la misma manera en que la “universalidad” del Estado constituye y legitima el cardcter burgués del Estado, MacKinnon busca, pues, que el derecho sea “equ. tativo en materia de género” precisamente arrancan. do de este proyecto la “neutralidad de género” de he. ® cho oponiendo la igualdad de género ala neutralided de genero. Argumentando que el derecho es més par~ cial al género cuando es mas ciego al género, Mackin. on busca que el derecho ‘vea al género’, en parte ,“iluminando su perspectiva de género, Blecficre ae MacKinnon por usar el derecho como un medio para el reconocimientoy la rectificacién de la subotdinavion @pde género depende de poder forzar al derecho a reco. nocer y reformar su propio thasculinismo, MacKinnon intenta hacerlo estableciendo tanto la parcialided como la veracidad de la “perspectiva® de las mujeres, una perspectiva que tiene sus raices en la experiencia dela subordinacién sexual y la violacion que tienen las mujeres. Mackinnon busca materializar su reclamo univer- Sal de igualdad liberal, no expandiendo clrango de in Clusién del derecho, sino instalando dentro del dere. cho la capacidad para reconocer el poder social estra, tificante, que comtinmente se hace invisible a travée Ge la operacién de las categorias formeles y que es * Toward a Feminist Theory of the State, Caonbsidge, Harvard University Prese, 1969, p. 238, despolitizado a través del discurso de los derechos ‘MacKinnon, pues, no abandona la formulacion uni versal de justicia reclamada para el presente por los liberales y anticipada para el futuro por los marxis- tas; tampoco, sin embargo, pospone la materializa- cién de la verdadera libertad e igualdad universales un milenio postliberal y sin Estado, Mas bien, Mac- Kinnon intenta obligar al derecho a cumplir con su promesa universalisia forzandlolo a reconocer y recti ficar relaciones de dominacién entre sus suijetos—en particular, haciéndolo reconocer el género como una relacion de dominacién y no como un indicador benig- no o natural de diferencia—. Si el derecho puede ser obligado’a articular, en In- g6r'de enmascarar, la domination social, si puede ser obligado a revelar el género como un efecto de la domi- nacion masculina erotizada, entonces tal vez pueda lograrse Ia igualdad sustantiva, y no la meramente formal, usando el esquema legal de los derechos civi- les, Esto es lo que Mackinnon busca lograr a través de una teoria del derecho que equipara la igualdad de Jas mujeres con los derechos de las mujeres contra incursiones de la sexualidad masculina, contra lo que ‘MacKinnon postula como la base materia/de la subor- dinacién femenina, El proyecto es ingenioso en la pat- simonia y el radicalismo de su formula-basica: si Ia subordinacion sexual define Ia categoria “mujer”, en: tonces la subordinacién sexual —ya sea a través de la violacién o el matrimonio, el incesto o el acoso, las restricciones al aborto 0 la pornografia—debe ser cons- truida legalmente, en un orden juridice igualitario, como una violacién de los derechos eiviles de las mu eres, como una violacién del derecho de las mujeres ‘no ser socialmente subordinadas. De esta manera, el acoso sexual y la pornografia se vuelven astintos de igualdad de género en lugar de asuntos de “dife- rencia” de género y en lugar de asuntos genéricos de género como la obscenidad, el maltrato 0 las relacio- nes laborales. 138 oy En este esfuerzo por instalar un andlisis de la su- bordinacion sexual de las mujeres enel derecho, Mac- Kinnon intenta resolver Ia printipal ambivalencia marxista sobre los derechos y la reforma del derecho, verbigracia, su potencial para ristificar “la base real, material” de la subordinacion incluso cuando ofrecen proteccion formal a sujetos marcados. MacKinnon resuelve este dilema negéndolo, instalando dentro del discurso legal un andlisis de'la base material de la su- bordinacién de las mujeres. Luego,en lugar de emanci par alas mujeres en abstracto dejando intactas las condiciones sustantivas de su subardinacién, la teo. ria legal de MacKinnon y sus propuestas legislativas buscan emancipar a las mujeres de estas condiciones! volviendo-ilegales las condiciones mismas, politizdn- dolas dentro del derecho. Planteado de otra manera, en lugar de emanciparnos abstractamente negando la relevancia de la sexualidad para el género y del gé- ‘nero para la personalidad, una revisién que, para para~ frasear a Marx, emancipaa la sexualidad para actuar a.su modo, estoes, comodominacion masculina y su- misién femenina, MacKinnon insiste en que Ia eman- cipacién de las mujeres esel derecho de las mujeres a verse libres de incursiones, violaciones, apropiaciones . ysubordinacién sexuales. Pareceria entonces que esta tratando de hacer lo que Marx pensaba que no podia hacerse: usar el discurso de los derechos para exponer Y remediar las desigualdades cuyas formulaciones abstractas de la personalidad y la igualdad supuesta- mente oscurecen y despolitizan. Con la debida admiracién por la lucidez del argu mento de MacKinnon, procedo a plantearle a su tra- bajo algunas preguntas politicas y estratégieas, que or ser en su mayoria lo suficientemente familiares podemos contestar aqui de manera resumida y no detallada:” 5 diseusin dota eora feminist de Mac jg. ope lB © Brown remit ade Kinnon en e epituln IV de a States of 139 Primero: si MacKinnon pretende inseribir “Ia expe- riencia de las mujeres en el derecho”, gprecisamente © cual “experiencia de las mujeres”, tomadia de qué mo- mentos histéricos y de cual estrato cultural, racial y de clase, es la que MacKinnon esta inscribiendo? Cier- tamente muchas mujeres han argumentado que la descripcién de MacKinnon de la pornografia como “la subordinacién grafica sexualmente explicita de las mujeres”, que viola los derechos civiles de las muje~ res, no encaja ni con su experiencia de lo fernenino, ni con su experiencia de la pornograffa, ni con su am- bivalencia frente a la regulacién legal de la pornogra- fia, Asi mismo, muchas feministas han protestado contra la reduccién que hace MacKinnon del genero a la sexualidad, argumentando que Ia maternidad y otras practicas marcadas por el género son al menos tan constitutivas de su subordinacion a través del genero. Segundo: gqué sentido tiene escribir experiencias circunscritas histéricay culturalmente en un discur- so ahistorico, en el discurso universalista del dere- cho? eQué pasa cuando la “experiencia” se vuelve on- tologia, cuando la “perspectiva” &e vuelve verdad, y cuando ambas devienen una en ¢l Sujeto Mujer y se codifican en el derecho como derechos de las muje- res? Mas atin, gy sila identidad de las mujeres que tiene su clave en la violacién sexual es una construc cién de la feminidad expresamente de finales del siglo XX y de la clase media blanea, la consecuencia de una privacion radical de la sexualidad por una parte yla erosi6n de otros elementos de la heterosexualidad obligatoria, como la divisién sexual del trabajo social, por la otra? eQueé significa instalar en el discurso uni- versalista del derecho un analisis de la subordinacion que puede estar bastante circunscrito historica y cul- turalmente? Tercero: una definicién de las mujeres comosubor- dinaci6n sexual, y Ia codificacion de esta definicion enel derecho, ¢funciona para liberar a las mujeres de 140 la subordinacién sexual 0, paradéjicamente, reinscri- bela feminidad como violabilidad sexual? ¢Cémo pue- de la instalacion en el derecho de la “experiencia de Jas mujeres” como “violacién sexual!’ réiterar, en lugar de repeler, esta identidad? Foucault junto con ciertas lineas de pensamiento psicoanalitico) nos recuerda queel derecho producetos sujetos que reclama prote- ger o emancipar. Como puede, entonces, una inter- pretacién en la que los derechos civiles de ias mujeres son violados por la pornografia 0 el acoso sexual, pro- ducir precisamente la figura ala que, segiin la queja de MacKinnon, nos han reducido a través del sexis- ‘mo, una figura de la mujer definida totalmente por la violacién sexual, completamente identificada con la victimizacion sexual? Cuarto: en tanto el intento de MacKinnon por codi- ficar legalmente la “experiencia de las mujeres” inter- pela a las mujeres ‘pmo sexualmente violables, ede ‘qué manera niega esto eféctivamente la diversidad y ‘complejidad de las mujeres y de la experiencia de las mujeres? ¢Puede esta interpelacién ser particular- mente no emancipatoria para las mujeres cuya expe- riencia vivida no es la de la subordinacién sexual @ Jos hombres sino, por ejemplo, la de rebeldes sexua- les? ¢De qué manera esta codificacion de los derechos civiles de las mujeres como derechos contra la viola- cién sexual masculine reafirma las operaciones de exclusién establecidas por la categoria normativa he- terosexual, mujer? Quinto: volviendo a la analogia con la clase, que inaugura el analisis de MacKinnon sobre el género y Ja teoria juridica feminista, podemos ver incluso des- de otro angulo cémo su esfucrzo por lograr la igual- dad sustantiva a través de los derechos, puede reite rar en lugar de resolver la oposicion entre los derechos y la igualdad articulada en la critica de Marx. Ei mé todo por el que MacKinnon instala dentro de! discurso de los derechos un anilisis del poder social consti- tutivo del genero deberia ser aplicable a la clase, esa 141 forma de poder social en la que su andlisis se inspir6, Pero volver ilegal la explotacion de clase, proseribir sus condiciones, como MacKinnon busca proscribir las condiciones de la dominacion de género, implica ria circunscribir, si no eliminar, el derecho a la propie- dad privada, uno de los derechos mAs fundamenta- les en los 6rdenes capitalistas liberales. (Como Marx nos lo recuerda, la verdadera emancipacién de la propiedad privada requiere la abolicion de la propie~ dad privada, no la abolicién de las distinciones poli- ticas basadas en la propiedad] Ahora, sila igualdad econémica sustantiva, la abo- licién de las clases, es incompatible con los derechos de propiedad privada, ¢tal vez sea el caso de.que la igualdad de género sustantiva que MacKinnon define ‘sea igualmente incompatible con al derecho a la liber- tad de expresion? Si, como lo sefiala MacKinnon, la dominacicn sexual es en parte una cuestién de expre- sién (verbigracia, el acoso sexual] y representacién, (werbigracia, la pornografia), entonces, ges una sor- presa que el esfuerzo de MacKinnon por “lograr la igualdad de las mujeres” entre en directo conilicto con la Primera Enmienda de la Constitucion estadou- nidense? Aqui pareceria que MacKinnon no ha ido en contra, sino mas bien extendido y afirmado, la cri ‘ica de Marx a los derechos por enmascarar el poder y las desigualdades sociales. Su andlisis confirma, en lugar de resolver, la oposicion que Marx articula entre “los derechos del hombre” (propiedad, libertad de expresi6n, libertad de cultos, ete.) por una parte, y la igualdad sustantiva de las mujeres (que ella lla~ ma derechos civiles) por otra. Apropiando el discurso de los derechos civiles para procurar igualdad para las mujeres, MacKinnon opone las libertades garan- tizadas por el constitucionalisms universalista y en este sentido reafirma, en lugar de reconstruir, la for- mulacién que hace Marx de la oposicién entre la emancipacién politica y la verdadera emancipacion humana, entre el universalismo liberal y la domina- 142 ion en la sociedad ciil, entre la Hbertad burguesa y la verdadera igualdad. Por una parte, MacKinnon busca codificar la “ex periencia” ola *posicién subjetiva” de una fecién ae nada “mujer” en el discurso atemporal del derecho, de modo que las mujeres sean producidas como las criaturas sexualmente violables que el derecho dice aque somos, Por otra, aparece comprometida con tina critica de los derechos en nombre de la igualad de las mujeres, Estos esfuerzos reunidos pueden revelar hasta que punto el despliegue de una critica marie. ta del universalismo liberal como derecho, en lager de entcontradel derecho, engendra paradéjicamente una politica de intensa falta de libertad, Codifieande Jegalmente un fragmento de la historia como verdad atemporal, interpelando a las mujeres como unidas en su vietimizaciin y presentando la "libertad de ex presién” de os hombres como aquello que subordina a las mujeres, MacKinnon no solo opone ia libertad Durguesa a la jgualdad sustantiva sino que potencial- mente intensiicala regulacion del generoy la sexeali dad a través del ciscurso de los derechos, impuleando en lugar de oponer, la construccion de la identidad de género como sexual in resumen, cuando una fice regulativa de una identidad particular se despliega para desplazarlaficeiin hegem@nica dela personel dad universal, vemos el discurso de los derechos con vergerinsidiosamente con e discurso de la dseiplina para producir un modo espectacularmente potente de dominaciin juridico-diseiplinaria Tal vez la advertencia concierne aqui a los clemen- tos profundamente antidemocraticos implicitos en transferir de una eéfera relativamente asequible de contestacion popular a la esfera altamente restringida / de la autoridad judicial, el proyecto de representar, la identidad politizada y de decidir sus demandas tem- poralesy contradictorias. El ingenioso y falido esfuerzo de MacKinnon por apropiarse la critica de Marx para reformar el derecho, puede también constituir una 143 advertencia mas general en contra de instalar identi- dades en el derecho, donde inevitablemente convergen Jas formulaciones totalizantes de la identidad con los efectos indivicualizantes de los derechos, para produ- cir niveles de regulacién a través de la individuacién Juridica ni siquiera imaginados por Foucault. Su fra- ‘caso puede también advertir que incluso si el hombre genético de los “derechos universales del hombre” €s problematico para los poderes que discursivamen- te disfraza, las especificaciones de identidad en el discurso de los derechos de finales del siglo XX pue- ‘den ser igualmente problematicas para los poderes sociales que discursivamente renaturalizan. Al res- pecto, la critica de los derechos de Marx puede funcio- nar mas efectivamente, en la era de Ia proliferacién de identidades politizadas, como una adverteneia con- tra la confusidn del dominio de los derechos con el dominio de la contestacion politica: los derechos no deben ser confundicios con la igualdad ni el recone: cimiento legal con la emancipacién. €¥ siclvalor del discurso de los derechos para un proyecto democratico radical hoy en dia yaciera noen su potencial para afirmar la diferencia, sus garantias de proteccién, sino en el fiticio) imaginario igualita- rio que este discurso podria engendrar? ¢Pueden las campatias por los derechos convergir de la. manera ‘mas efectiva con luchas “prepoliticas” por Ia pertenen- cia 0 con suefios postpoliticos de igualdad radical? Ciertamente, la lectura contemporanea que hace la derecha de las campatias por la igualdad de derechos para gaysy lesbianas sugiere que la capacidad para desestabilizar politicamente, la dimension democrat zante del discurso de los derechos, puede incumbiz precisamente a la sostenida ficcion universalista de este discurso, un universalismo qite el cargo de “dere- cchos especiales” ataca, El momento en el cual, a tra- vés del discurso de los derechos, Ins lesbianas y los gaysreclaman su personalidad contra todo lo que la impediria, es un momento radicalmente democratico, 144 analogo a esos momentos en la historia de Ios Estados Unidos en que las mujeres blancas y los afroamerica- nos han hecho reclamnos similares Si, como Marx lo indicé hace 150 afios, la fuerza democratizante del discurso de los derechos es inhe- vente a su capacidad para representar un ideal de igualdad entre personas como personas, sin impor- tar sus particularidades socialmente construidas y aplicadas, entoncés el potenciel politico de los derechos no yace én su-goncrecién, tomo lo afirma Patricia Wi- aims, sino en SU idéalismo, en su configuracién ideal del igualitarismo social, un ideal que es contradicho por las desigualdades sociales sustantivas. Tal afirma- cién implica ademés, con Marx, que el valor democré tico de la emancipacién politica yace parcialmente en su revelacién de los dimitesde Ia emancipacién politi- ‘ca. Pero mientras Marx contaba con un proceso dialéc- tico progresivo para esa revelacién, ahora se vuclve un proyecto de lucha discursiva Cuyos parametros son inventados mas que asegurados por adelantado y cuyo resultado no est nunca garantizado. Si los derechos representan la libertad e incitan ‘1 deseo por ella s6lo en la medida en que carecen de contenido, como significantes vacios sin titulos corres- pondientes, entonces paradjicamente pueden ser in- centives para la libertad sélo en la medida en que diseursivamente niegan la manera en la que operan los poderes sociales sustantivos que limitan la liber~ tad. En su vacuidad, funcionan para animar posibili dades a través de la negacidn discursiva de lazos his. t6ricamente dispuestos e institucionalmente geranti- zados, negando con palabras los efectos de restriccio- nes materiales relativamente indecibles, politicamente invisibles, pero potentes. Atn més paraddjicamente, ‘cuando estas restricciones materiales sonarticuladas y especificadas como parte del contenido de los dere- chos, cuando se “las trae al discurso”, es mas proba- ble qué los derechos s¢ vuelvan sitios para la produc- ion y regulacién de la identidad como dao, que ve- 145 bioulos de emancipacién. Al reforear en lugar de aflo- jar las ataduras de las identidades a los daiios que actualmente las constituyen, derechos con contenido fuerte y especifico pueden alimentatse de nuestros sentimientos tienos expansivas, menos pablicos, ¥ por lo tanto menos detocraticos. Fs, mas bien, &n la abstraccién de lo particular de nuestras vidas —y cn sh representacién de una comunidad politic izua litaria— que pueden ser mas valiosos en la transfor- smacién democratiea de estas particularidades. 146

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