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Libertad y enajenación
Por Armando H. Toledo
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ANTECEDENTES
Dios ya era lo que es aún desde antes de que el cosmos (el todo
creado) llegase a existir por voluntad suya. Y Él era perfecto,
como lo sigue siendo hoy. De lo cual se deduce (aunque
también podemos saber) que todo lo que hizo era perfecto. De
hecho, “Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que
era muy bueno” (Génesis 1:31. NVI).1
Entonces, el problema filosófico-moral en la
cosmovisión cristiana queda planteado en los siguientes
términos: Si asumimos que toda criatura que Dios hizo es
perfecta, pero las criaturas perfectas no pueden hacer lo que
es imperfecto (o malo), entonces toda criatura hecha por Dios
no puede hacer el mal. Esto nos lleva a nuestra primera
pregunta:
1A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas serán tomadas básicamente de la
Sagrada Biblia Nueva Versión Internacional en español y de la New International
Version. Cuando se cite de la traducción al español, la llamaremos NVI; cuando se
haga de la traducción al inglés, NIV. La Sagrada Biblia Nueva Versión Internacional en
español, es la versión oficial de La Ucli.
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muchas cosas buenas que hizo Dios fueron los seres libres. Los
seres libres lo son porque no sólo pueden hacer el bien, sino
que también pueden hacer el mal. De ahí que el mal (o la
imperfección) puede hacerse presente en el mundo a través
de seres perfectos en virtud de su libertad. Así, la conclusión
del razonamiento que dice que “las criaturas perfectas no
pueden hacer lo que es imperfecto”, es incorrecta. De hecho,
sí lo pueden hacer, precisamente por eso: porque son
perfectas.
Cuando se dice que las personas son moralmente
perfectas (ya sea personas humanas o personas angélicas), se
quiere decir que lo son por el hecho de ser libres. Es decir, que
la perfección moral absoluta radica en la capacidad real de
optar sobre lo que se hace. Dios hizo así al ser humano. Lo creó
“a su imagen; lo creó a imagen de Dios” (Génesis 1:27). Y eso
fue “muy bueno”. Lo hizo así para que pudiéramos ser ‘como
Él’, para que pudiéramos amarlo, y pudiéramos hacerlo
libremente. Porque si Dios nos hubiera ‘programado’ para
amarlo, por ejemplo, entonces no lo hubiéramos podido amar
de verdad, porque el ‘amor forzado’ no es verdadero amor. De
hecho, el concepto complejo ‘amor forzado’ está compuesto
por dos términos contradictorios. Tú puedes amar a Dios si así
lo deseas, pero también puedes decidir no amarlo, y todo ello
en base a tu perfecta libertad. De ahí se desprende que está
mal (muy mal) que alguien te fuerce a amar a Dios, como
también lo es que te fuercen a no amarlo.
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2. ¿Sabía Dios, entonces, que el hombre
pecaría? Si así fue, ¿no hace eso a Dios
responsable por el pecado del hombre?
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3. Entonces, ¿qué cosa es el mal?
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4. Esto pareciera estar relacionado con el libre
albedrío. ¿Qué debemos entender por ese
término? ¿Qué es lo contrario a la libertad?
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5. Dios puede optar por el mal? ¿Puede Dios
hacer cosas malas dado que es un ser
perfecto, y por tanto libre?
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quiero decir es que una conducta solo puede ser calificada de
“mala” cuando ha violado una ley impuesta a la persona
desde afuera de ella misma y por un ser superior a esa misma
persona. Por eso Dios, como persona, no puede hacer el mal,
porque fuera-y-por-encima-de-Dios no hay ninguna otra
persona que le pueda imponer leyes (o límites) a su conducta.
Si fuera-y-por-encima-de-Dios hubiese Otro, en primer lugar
dios no sería más “Dios”, sino quien le estuviera “por
encima”. En segundo lugar, de existir el “Dios de dios”, el
primero le tendría que imponer leyes y límites a la conducta
del segundo; entonces “dios” sí podría tener ahora la opción
del mal e, incluso, ya haberlo cometido. Pero es el caso que no
es así con el Infinito y único Dios-Creador, como sí lo es con
los finitos-creados-seres humanos.
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6. ¿Quién es un individuo enajenado?
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7. Soy menor de edad y mis padres dicen
que debo estar sujeto a su voluntad porque
eso honra a Dios. ¿Significa eso que me
encuentro enajenado?
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8. Los cristianos que se califican a sí
mismos como “esclavos de Cristo” y que
dicen dejarse “guiar por la voluntad de
Dios”, ¿están enajenados, entonces?
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9. ¿Por qué y para qué castigar a los
malvados?
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si la privación de la libertad por el sistema de cárceles (lo que
llamaré en adelante enajenación por el Estado) fuera la
solución a la criminalidad, entonces una o muy pocas cárceles
pondrían orden en el caos social de la ingobernabilidad y
cambiarían el clima de inseguridad y violencia que estamos
respirando actualmente en nuestro país. Pero sabemos de
pequeñas sociedades en donde una sola cabeza injusta, caída
bajo el filo de la espada justa, ha sido suficiente para ‘infundir
terror’ a los malhechores, y para disuadirlos de más maldad y
para traer paz social.2
Por el contrario. Pareciera ser cierta la tesis de que la
sistemática privación de la libertad por el Estado (la cual
considero siempre injusta) lo único que ha creado es una
subcultura de reos indeseables que, dentro de los límites del
espacio de su reclusión, continúan con las mismas actitudes y
conductas que ya los habían hecho ciudadanos indeseables.
Todo lo anterior implica que la Escritura pone sobre los
hombres del Estado la responsabilidad social de ‘cortar del
pueblo’ al malhechor necio e indeseable que piensa que todas
las opciones que tiene enfrente son socialmente buenas. El
Estado, el cual “está al servicio de Dios” (Romanos 13:4), lo está
para mostrar al hombre libre que no todas las opciones que
tiene enfrente son socialmente buenas. Debe mostrarle al
hombre libre que algunas de las opciones sólo responden a
inclinaciones egoístas e individualistas, y que no debiera optar
por ellas. Por supuesto, recuerden que el individuo, aunque no
deba, sin embargo, siempre debiera poder optar por ellas en
virtud de su perfecta libertad de elegir el mal. Pero el mal no
debe ser aplaudido sino severamente castigado, pero no con la
pérdida de su sagrada libertad sino de su cabeza…
2Casi me parece estar escuchando la cínica voz de los delincuentes y criminales que
ante esta patente impunidad dirían: “Asociémonos para aterrorizar al mundo. Nadie los
está defendiendo ¿Qué es lo peor que nos puede pasar? ¡Solo que nos metan a la
cárcel! Ahí viviremos varios años, ¡y sin necesidad de trabajar!”
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10. ¿Tiene esto que ver con el asunto de la
pena de muerte? ¿Dicen algo las Sagradas
Escrituras sobre la pena capital?
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11. ¿Quiere esto decir que los cristianos
debemos estar a favor y defender la pena de
muerte?
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a favor de la pena capital para un determinado criminal, se
hace responsable de la sangre del ejecutado (se le mató
“democráticamente”, con “el poder del pueblo” o con el poder
de la fuerza pública); pero si se declara en contra de la pena
de muerte, se hace responsable ante Dios por la sangre
derramada por los asesinos a los que los gobernantes tienen
el derecho y la obligación de ejecutar si así lo decidieran. Los
cristianos bíblicos no estamos ni a favor ni en contra de la
pena de muerte; ese es asunto de los gobernantes, y de los que
creen y defienden la democracia... Aun así, sabemos con
certeza que Dios exige al Estado la pena de muerte para los
malhechores. Sin embargo ese es un asunto exclusivo entre
Dios y el Estado, no entre la Iglesia y el Estado.
Efectivamente, el Gobierno humano es y debe ser una
entidad autónoma (independiente) de la Iglesia; cada una
tiene su función delegada por Dios. Y ha sido a los “reyes”,
“príncipes” o “políticos” que gobiernan el mundo, a quienes
Dios les ha concedido hacer su propia voluntad, obedeciendo
o desobedeciendo los principios universales de Dios. Y
aunque ningún cristiano tiene la autoridad de exigirles a los
gobernantes que rindan cuentas de sus actos (pues la Iglesia,
por definición, no es demócrata), Dios no solo sí la tiene sino
que va a hacerlo. Las Sagradas Escrituras nos invitan a
anhelar el día en que Dios hará justicia definitivamente por
todos y cada uno de los abusos y los crímenes cometidos por
aquellos que tienen la autoridad delegada de “blandir la
espada” para ejecutar a los malhechores del mundo.
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12. ¿No sigue siendo verdad que “la espada”
ha sido utilizada también para atropellar
los derechos de los inocentes?
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13. ¿Qué relación hay entre el
derramamiento de sangre inocente y la
justificación de la pena capital?
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A propósito de los animales homicidas, nos han preguntado que si alguno ha sido traído a
juicio para responder por el derramamiento de sangre humana. Sí, muchos. Pero debo
advertir, antes de poner los ejemplos correspondientes, que, a cientos de años de haber
ocurrido, estos juicios pueden parecer a las mentalidades modernas casos rayanos en la
estupidez. Sin embargo, sucedieron y nos muestran la manera en que los hombres de otras
épocas enfocaron el asunto del carácter sagrado de la vida humana. Al menos el primer juicio
contra animales del que se sabe tuvo lugar en una dieta de Worms (Alemania). El juicio se
celebró en el 864 d.C. El veredicto: el exterminio de un enjambre de abejas cuyas picaduras
mataron a un hombre. Siglos más tarde, en 1639, se condenó a un caballo a la pena de muerte
en Dijon (Francia). Causa: haber derribado a su amo, causándole la muerte. En Normandía, un
puerco fue colgado el año 1394 por haberse comido vivo a un bebé. Por su parte, una cerda y
sus crías comparecieron ante los jueces por un crimen semejante en 1547. La cerda fue
ejecutada, pero sus huérfanos fueron absueltos. Los juicios de animales perduraron, sobre todo
en Europa, hasta el siglo XX. El último del que se sabe tuvo lugar en Suiza en el año de 1906.
En él se juzgó a dos hermanos y a su perro por asesinato. Los dos hermanos fueron
condenados a cadena perpetua. El perro fue condenado a muerte.
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El punto es inevitablemente claro: Dios estaba
autorizando la pena de muerte por causas de asesinato. Es
decir, que el derramamiento justo de la sangre de un asesino
(pena de muerte) se justifica solo por el hecho de que se ha
derramado sangre humana de manera injustificada
(asesinato). Nada (y esto significa absolutamente nada)
justifica al individuo común derramar la sangre de una
persona inocente por su propia iniciativa. Solo el o los
gobernantes —los que tienen el poder de tomar decisiones
políticas y de juzgar los actos humanos, los cuales, por lo
mismo, no son individuos comunes— están autorizados para
“cobrar con sangre”, la sangre injustificadamente
derramada.
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14. ¿Cuál fue, entonces, la actitud de los
primeros cristianos sobre la pena de
muerte, recién formada la Iglesia?
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romano. Lo acompañaba el siguiente informe: “...Descubrí
que lo acusaban de algunas cuestiones de su ley, pero no
había contra él cargo alguno que mereciera la muerte o la
cárcel” (23:29. Énfasis mío.). Dos años más tarde, lo hallamos
compareciendo ahora ante el gobernador Festo. Pablo dijo en
su defensa: “No he cometido ninguna falta, ni contra la ley de
los judíos ni contra el Templo ni contra el emperador” (25:8).
Observemos ahora sus referencias en torno al castigo,
incluida la pena de muerte: “Ya estoy ante al tribunal del
emperador, que es donde se me debe juzgar. No les he hecho
ningún agravio a los judíos, como usted sabe muy bien. Si soy
culpable de haber hecho algo que merezca la muerte, no me
niego a morir. Pero si no [...] ¡Apelo al emperador!” (25:10-11.
Énfasis mío.). Claramente Pablo está reconociendo que las
autoridades gubernamentales legalmente instituidas tenían
derecho a penalizar, incluso con la muerte, a los delincuentes.
Ni siquiera objetaría a su propia condena a muerte en el caso
de que fuese comprobada su culpabilidad.
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16. ¿Cuáles eran las instrucciones para los
judíos en la ley mosaica con respecto a la
pena de muerte?
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