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LA TEORIA SOCIAL LATINOAMERICANA Tomo 1. LOS ORIGENES {Qué problemas focalizaba la teorfa social latinoamerica- na en sus inicios? {Cémo se fue construyendo una idea de Latinoamérica que contemplara tanto lo unitario como lo heterogéneo? {Como se fue desarrollando una teorfa so- cial critica y autoreflexiva de América Latina y su lygar en el capitalismo mundial? Estas son algunas de las interro- gantes que buscan respuesta en los ensayos presentados en este primer tomo de La teorfa social latinoamericana, La aportacién de intelectuales y militantes como Ramiro Guerra, José Carlos Maridtegui, Victor Rail Haya de la Torre, Cayo Prado Jr., Sergio Bagi, Julio César Llovet, Silvio Frondizi, José Revueltas y Pablo Gonzalez Casano- va son recuperadas bajo una perspectiva critica en los ensayos compendiados en este libro realizado por sociélo- £08 € historiadores como Norma de los Rios, Raquel So- sa, Fabiola Escérzaga, Jorge Turner, Lucio Oliver, Mario Trujillo, Rafael Sagredo, el mismo Sergio Bagi y los com- piladores de la obra. Reconstrui cémo ha sido analizada la conflictiva realidad social latinoamericana por un pensamiento critico y com- prometido ilumina un presente més conflictivo atin, pero en en cual la presencia de la critica y Ia originalidad de la teoria se ha visto disminuida. i 12! 9 Nrevese' 12576 Tomo Ll. LA TEORIA SOCIAL LATINOAMERICANA. N coordinador Ruy Mauro Marini y argara Millan Ruy Mauro Marini y Margara Millin (Coordinadores) La teoria social latinoamericana Tomo I Los Origenes Ediciones El Caballito £a teoria social latinoamericana Tomo I: Los origenes de Ruy Muro Marini y Mérgara Millin (Coordinadores) * Edicién: 1994 2" Edicion: 2001 D.R. © Ediciones El Caballito S. A. Tlazopilli #7 Nuevo Renacimiento de Axaleo Tlalpan, México, D. F. SBN: 968-6125-76-0 ditor: David Alvarez Saldana reso y Hecho en México nied and Made in Mexico indice Colaboradores 2.2.2... ee eee 9 | Presentacién 13 | | n | L_ LASGRANDES HIPOTESIS ............ 37 |? —» Recursos naturales y viabilidad nacional: comentario . aun texto de Ramiro Guerra 39 ‘Raquel Sosa Elaga . 1.1... eee ee a Los Siete ensayos de interpretacién de la realidad pe- ruana de José Carlos Mariétegui a Fabiola Escdrzaga . . Notas sobre El antiimperialismo y el APRA a Jorge Tumer . 6. ee ee eee ee IL. Los Estupios mistorocrAricos oe 83 Los historiadores protomarxis iguras heroi cas de la Revolucion Mexicana? “** A8¥¥2s heroi- Enrique Rajchenberg. Sve e eee, 85 Caio Prado Jr.: una lectura historiogréfica Julio César Jobet y la histori ee fasta Y la historia como critica social Colaboradores SERGIO BAGU BEJARANO. Historiador argentino, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Polf- ticas y Sociales, UNAM. NORMA DE LOS R{OS MENDEZ. Historiadora mexicana, jnves- tigadora del Colegio de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Fi- losofia y Letras, UNAM. NICTE FABIOLA ESCARZAGA. Soci6loga mexicana, profesora de la Facultad de Ciencias Politicas y Sociales, UNAM. RUY MAURO MARINI Cientista politico brasilefio, coordinador del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Poli- ticas y Sociales, UNAM. MARGARA MILLAN MONCAYO. Sociéloga mexicana, investi- gadora del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Cien- ‘cias Politicas y Sociales, UNAM. LUCIO OLIVER COSTILLA. Soci6logo mexicano, investigador ‘del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Poli- ticas y Sociales, UNAM. ENRIQUE RAJCHENBERG. Historiador mexicano, profesor de Ia Facultad de Economia, UNAM. RAFAEL SAGREDO. Historiador chileno, investigador de la Uni- versidad Cat6lica de Chile. RAQUEL SOSA ELIZAGA. Sociéloga mexicana, investigadora del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Politicas y Sociales, UNAM. MARIO TRUJILLO BOLIO. Historiador mexicano, investigador del Centro de Investigaciones en Estudios Superiores en Antropolo- gia Social. JORGE TURNER MORALES. Historiador panamefo, investiga dor del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Politicas y Sociales, UNAM. A integrarse dentro del ciclo comercial, la Amé- rica luso-hispana recibié un formidable injerto africano. La mano de obra indigena y la otra de procedencia africa- na fueron Ios pilares del trabajo colonial americano. Amé- rica y Africa —destiladas sus sangres por los alquimistas del comercio internacional— fueron indispensables para el deslumbrante florecimiento capitalista europeo. S. Bagi, 1949 Esta libertad y liberalismo han consistido en dejar manos libres a terratenientes y capitalistas para manejar el mercado interior y el mecanismo simple de los precios, es decir, para que funcione la economia en orden a un pe- quefio grupo de intereses sin tomar en cuenta las necesi- dades y posibilidades de las mayorfas trabajadoras. Es una libertad para destruir la verdadera libertad. A la vez que este liberalismo desenfrenado entregé las materias primas al capitalismo extranjero y asf la economia nacional qued6 subordinada a una 0 dos de ellas y, por lo tanto, sujeta a Jas fluctuaciones de sus precios en el mercado mundial, controlado por el imperialismo. J. C. Jobet, 1955 ‘Nuestros éxitos nos engafian a nosotros mismos y nos Ilenan de una satisfacci6n provinciana, que hace un tabi de toda critica a fondo de la politica nacional y del desarrollo de México, y convierte en herejes y delincuen- tes a quienes la enuncian o sostienen, precisamente para acelerar el desarrollo. Son éxitos relativos, importantes en el panorama de los paises subdesarrollados; pero que no han acabado en términos globales con la estructura de la dependencia y la dindmica de la desigualdad, y que s6lo nos permiten marchar lentamente con un enorme saldo de hombres miserables. P. Gonzdlez Casanova, 1965 Presentaci6n Este libro es el primero de una serie de cuatro destinado: a recoger las ponencias presentadas en el Seminario Interno Permanente del Centro de Estudios Latinoameri- canos de la Facultad de Ciencias Politicas y Sociales de la Universidad Nacional Auténoma de México en el periodo relativo a 1993-1995. Dicho Seminario ha sido concebidb como un espacio de reflexién sobre los problemas del conocimiento referido a América Latina y tiene como Propésito apoyar los procesos de investigacién y forma- cin que, en materia de estudios latinoamericanos, se Ile- van a cabo en Ia Facultad. ‘Su programacién se plantea en términos de una reno- vacién temética periédica. Para los dos primeros afios de funcionamiento se eligi6 una revisién general del pensa- miento critico latinoamericano, tal como comienza a for- mularse a partir de la década de 1920. Su primer ciclo se dedic6, pues, a las primeras expresiones de ese pensa- micnto, llegando hasta la CEPAL; el segundo, a la teoria de la dependencia y algunos temas que ella puso de relie- ve en el debate latinoamericano. El tercer ciclo, actual- mente en curso, se ocupa de las corrientes y los temas que prevalecieron en los aftos setenta, debiendo el cuarto cen- trarse en el andlisis de los cambios de paradigmas y temé- ticas a que asistimos a partir de la década de 1980. wwe ee See eww KR Hemos partido de la constatacién de que América La- tina se empeii ite en establecer nuevos elemen- tos de andlisis para su propia realidad y la del mundo que la rodea en estos dias de profundos cambios politicos, econémicos ¢ ideolégicos. En el pasado nuestra region supo crear paradigmas y lineas interpretativas que confor- maron una teoria social rica y original, cuyo impacto se hizo sentir incluso en los paisés de mayor desarrollo cien- tifico y cultural. Mas que adoptar el comportamiento facil de seguir las modas que hoy nos dictan esos centros, nos Parece que, para captar la problemética en que nos en- contramos insertos, es a esa teoria a la que debemos re- currit, no para aplicarla acriticamente a los problemas actuales ni con el propésito de ignorar los avances del Pensamiento en otras partes, sino para —a partir de lo- &10s te6ricos y metodolégicos que se alcanzaron anterior- mente en nuestros paises— sentar bases mds s6lidas para la tarea de abocarnos al gran reto hist6rico a qué estamos enfrentados. Por razones circunstanciales, y nuestras propias limitacio- nes, hemos estrechado deliberadamente nuestro 4mbito de reflexi6n, atin a riesgo de cometer errores e injusticias. Nuestro objetivo ha sido, desde el principio, acompafiar el desarrollo de una determinada Ifnea de pensamiento, la que se ha expresado principalmente a través de la sociolo- gfa, la economia y la historia, y ain asf nos hemos visto forzados a no considerar autores y obras que, sin duda, aqui merecerfan atencién: Mas grave todavia: la filosofia, Ja antropologia y el ensayo literario, espacios donde Ia creatividad latinoamericana se ha manifestado con fuerza, han quedado fuera de nuestro campo de anilisis. El lector insatisfecho ante estas lagunas podrd recurrir con ventaja a los trabajos producidos en el 4rea de los estudios lati- noamericanos de la Facultad de Filosofia y Letras de la UNAM. El Seminario ha concitado el interés de profesores investigadores de nuestra Facultad y otras dependencias de la UNAM, tales como Ia Facultad de Filosofia y Letras, 14 el Instituto de Investigaciones Econémicas y el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, asi como de instituciones como Ia Universidad Aut6noma Metropolitana (sedes Xochimilco ¢ Iztapalapa), el Centro de Investigacién y Docencia Econémica (CIDE), la Uni- versidad Pedag6gica Nacional, El Colegio de México y la Universidad Auténoma de Puebla, entre otras. La colabo- racién de dichos estudiosos ha sido extremadamente va- Tiosa para el desarrollo de nuestro trabajo. _ Factor importante para la realizaci6n del Seminario ha sido el soporte proporcionado al mismo por la FCPyS y la Direccién General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA), de la UNAM. Esta tiltima, ademés de ayudar al reforzamiento de la ‘nfracstructura téenica, material y bibliogréfica del CELA, abri6 la posibilidad de integrar a las actividades del Seminario a estudiantes de posgrado y licenciatura de la propia Facultad y otras dependencias de la UNAM, en calidad de becarios, asf como la de sacar a la luz esta publicacion. : . Cabe aqui mencién especial a la capacidad, empefio y dedicacién del equipo de coordinacién del Seminario, a cargo de Margara Millan Moncayo, asi como de Mario Trujillo Bolio, quienes contaron con la eficiente asistencia técnica de Gilberto Cardoso Vargas. : z Finalmente, debemos registrar el trabajo desempefia- do en el marco de! Seminario y agradecer el apoyo que han prestado a la preparaci6n de esta publicacion los be- carios Rubén O. Amador Zamora, Micaela A. Chavez Villa, Elsa G. Espinosa Consejo, Sandra Guadalupe Ina- cua Gémez, Marcos Rubén Lopez Miguel, Susana Mar- tinez Sanchez, Jessica Retis Rivas, Zaida’P. Rodriguez Monzalvo, Marfa del Consuelo Sanchez R., Mario San- chez Sanchez y Daniel Tapia Blanco. ‘RUY MAURO MARINI México, junio de 1994 Introduccién: Las raices del pensamiento latinoamericano Ruy Mauro Marini El pensamiento social, es decir, la reflexién de una socie- dad sobre sf misma, surge con las sociedades de clases, pero s6lo se plantea alli donde un grupo o una clase experimenta la necesidad de promover o justificar su domi- nacién sobre otros grupos y clases. Puede tratarse de una construccién ideal, como La Reptiblica de Plat6n, donde,se identifican los segmentos que forman la sociedad y se busca articularlos arménicamente en un sistema corporativo, o de una investigaci6n comparada, como la Politica de Arist6- teles, donde se toma a las clases y su interaccién como eje del anilisis, en la perspectiva del equilibrio y la armonta social. En cualquier caso, la teorizacién va encaminada a asegurar o transformar un orden de cosas determinado a partir de un punto de vista de clase. Cuando se trata de sociedades que se basan en una organizacién econdmica relativamente simple y en la que la diferenciacién social es atin incipiente, el pensamiento social tiende a justificar el orden existente recurriendo a factores externos que impondrian ese orden como algo necesario; esos factores pueden ser de naturaleza divina, sobrenatural, o se refieren a diferencias naturales o cultu- rales evidentes, como las de cardcter racial y religioso. Los regimenes teocraticos, correspondientes al llamado modo de producci6n asistico, la sociedad medieval europea y, 17 pu cualquier lugar y en cualquier tiempo, las soci basadas en la esclavitud, son Prédigos cn ejemplo es dad oo. No Por casualidad la prerrogativa dela hone spect ante6 como un problema para la iglesia caren, *especto a los indios y negros esclavizadios em Amen Capitalismo y sociologia A medida que el sistema econémico n i se vuel complejo ¥_ que la sociedad favorece el despliene a i: & Bk eee de intereses de clase, el Pensamiento social jentes dhradictorio, propiciando el surgimiento as ¥ otro, como lo proclama su teoria politi en Locke la més pura expresion Poute® que encuentra 0, la nueva clase emergente se volverd e £0 | N conti de Ia vieja clase dominante: la aristocracia terrateniente, za, con los ta de la economia politica. Para ello comin, io de ese oie erat2s, por denuinciar el cardcter pamuan, Sinith; aa lsse (s6lo la tierra crea valor); sigue, cde wae Gia de etmando que el trabajo es la fuente por exe capital (include mfa centrada en las necesidades de nuestros pueblos, cia una democracia plena y participativa, hacia la supe- cién de los prejuicios y exclusiones basados en factores aicos y culturales, y hacia la construccién de una Améri, Latina integrada y solidaria. La historia, dijo Marx, s6lo plantea problemas que puede resolver. La autonomia te6rica que hemos alcanza- do nos permite confiar en que sabremos dar respuesta al gran reto que se nos ha deparado. as L LAS GRANDES HIPOTESIS Recursos naturales y viabilidad nacional: comentario a un texto de Ramiro Guerra Raquel Sosa Elizaga En plena dictadura de Gerardo Machado, un periodista cubano, Ramiro Guerra, publicé en el Diario de la Marina de su pats veintitin ensayos sobre el peso de la produccién caiiera, el latifundismo y el colonialismo en la proyecci6n de la isla como naci6n. Sus ensayos se reunieron después en un volumen, que vio la luz pablica en el afio 1927,,bajo el titulo Azzicar y poblacion en las Antillas. ‘Ajeno a las organizaciones partidarias que eran repri- midas por Ia dictadura, pero identificado con las causas profundas de sus luchas, Guerra se convirtié en un referente necesario para el conocimiento de las contradicciones fundamentales que sefialaban la vida social, econémica y politica de Cuba. Hoy, a casi setenta afios de publicado su trabajo, varias veces reeditado, nos encontramos con un texto fresco, agudo y extremadamente importante para comprender las causas y vicisitudes de la historia y de la realidad actual de ese pais. Cuba y las Antillas a Ja introducci6n y el primero de los ensayos de Azi- y poblacién..., Guerra propone a los estudiosos y al pablico lector ardlsis comparativos de la realidad cubana con otros paises denominados antillanos y hoy conocidos 39 como de la Cuenca del Caribe. Distinguiendo 1a historia de las ciencias experimentales afirma, sin embargo, que hay casos en que una causa de transformacién hist6rica opera aisladamente en condiciones tales que, paso a paso, pueden seguirse sus efectos y contemplar, como en ung cinta cinematogréfica, el desarrollo de los acontecimien. tos. Y si un hecho social, politico 0 econémico se repite en circunstancias esencialmente idénticas en diversos paises y lugares, pasando siempre por las mismas fases, es posible, aplicando el método comparativo a un determinado nt mero de ejemplos, llegar a generalizaciones de absoluta validez, puesto que se establecen mediante procedimien. tos légicos irreprochables. Este es el caso que se da, Precisamente en las Antillas, en relaci6n al hecho que estudiamos.' Como muestra de su empefio, Guerra explica las simi- litudes que existen en la formacién y evolucién de regi. menes latifundarios, predominantemente azucareros, en otros paises de la regi6n, en especial en el caso de Barba. dos. Ello le permite encontrar explicaciones cientificas a diversos problemas sociales que comparten los paises cari befios: Ia presencia de importantes migraciones negras, la expansién del latifundismo a costa del colonato, la ten- dencia a la monoproducci6n y a la agroexportacién, los elevados indices de concentracién econémica y la situa- cién de dependencia externa. En el estudio de todos estos elementos, como en el que realizar posteriormente sobre la economia cubana, pesa un afan de demostrar que los Paises antillanos han sido dominados, a Io largo de su historia, por la dictadura de grandes potencias y que atin los terratenientes, comer- Giantes y financierds locales, que se han beneficiado de esta dominacién, no son sino victimas de una relacién que tiende a aplastarlos y a marginarlos de las determinaco, nes que puedan tomarse sobre sus fuentes de ganancia, La ea, icar y poblacién en las Antillas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1976, p. 19. 40 roducci6n cafiera, y todo el complejo de relaciones eco- omicas, geopolitions y estratégicas que de ella derivan, no fue s6lo una lacra en la etapa de subordinacién colo- nial de las Antillas a las metrOpolis europeas, sino que se trata de “una amenaza real de la época presente, en virtud de que no nos hallamos frente a un mal colonial propia- mente dicho, sino a un azote originado por causas econ6- micas y financieras, que lo mismo pueden darse en una colonia que en una naci6n libre”.* La conciencia que so- bre este hecho se tenga es, para Guerra, el principio nece- sario de una liberaci6n verdadera y de la recuperacién de la dignidad nacional en Ia regién. Los dramas de la modernidad En su anilisis de la evolucién histérica del régimen latifundario cubano, Guerra explica los motivos por los cuales se transit6 del colonato a la gran propiedad: en lo esencial, vincula las distintas etapas de desarrollo interno a las modificaciones y exigencias de Ia relaci6n cop el capitalismo internacional. La competencia inglesa, primero, la crisis revolucionaria haitiana, después, y el ascendente capitalismo norteamericano constituyeron poderosos aci- cates para la transformacién de la propiedad de la tierra, Ja introduccién de mejoras técnicas y el establecimiento de mejores condiciones de produccién en los ingenios cubanos. La concentracién de la propiedad en pocas manos y el cultivo intensivo de Ia cafia de aziicar se implantaron, a mediados del siglo pasado, a partir de las exigencias de un mercado internacional que acabé, sucesivamente, con la ganaderfa, y la produccidn de café y tabaco. La actividad econémica que mayor diversificacién permitfa, en esa €poca, era la cafia y ello la convirtié en sustento e impulso de un amplio programa modemizador. A ella se debe la introducci6n de los ferrocarriles, la de mejoras técnicas 41 para favorecer el control de la tierra y de los trabajadores, la ampliacién del comercio y las finanzas y, en fin, el establecimiento de una relacién menos desfavorable con el exterior. Desde el punto de vista econémico, sin embargo, el cultivo de Ja cafia de azicar encontré limitaciones para convertirse en un medio de sustento estable de la mayor Parte de la poblacién: las exigencias estacionales de su cultivo lanzaban permanentemente a sus trabajadores al desempleo durante buena parte del afio; los vaivenes internacionales de los precios impedian que el pais se abasteciera regularmente de lo que se requerfa para la reproduccién de la fuerza de trabajo; el incremento de las. extensiones de tierra dedicadas a la cafia consumfa toda la energia dispuesta a la producci6n agraria e impedia a los exportadores una defensa frente al descenso de los pre- cios, y a los consumidores una diversificacion que favore- ciera a largo plazo la formacién y desarrollo del mercado interno. Guerra concede la mayor importancia al hecho de que la cafia y, en particular, el régimen latifundista alrededor del cual se organiza su produccién constituyen expresio- nes de la modernidad alcanzada en el desarrollo econémi- co de un pafs como Cuba, a mediados del siglo pasado, al tiempo que representan los obstéculos mas formidables para que dicha modemidad se consolide y avance. En primer lugar, porque la cafia obliga a la proletarizacién de la fuerza de trabajo, pero termina por arraigarla y subor- dinarla coactivamente, para impedir que desborde el régi- men de propiedad que le ha sido impuesto. En segundo lugar porque, para mantenerse en condiciones de compe- tencia, el precio de producci6n es sistematicamente mayor al precio de venta, lo que provoca una situacin de crisis permanente, falta de estimulos a mejoras técnicas yal aumento de la producci6n, pérdida constante de ganan- cias y, sobre todo, deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores. El autor revisa, punto por punto, el modo en que esta 42 indtilmente i6n tiende a comprometer y consume inti Pn ee derive beneficio alguno para la supervivencia y e engran- decimiento del pais. Y afirma tajentement: que las ee ecuencias del régimen latifundista se extienden, sia lorge mucho més allé de la clase agricultora. Alcan zan a toda la comunidad porque, siendo ésta palsot organico, cuyos diversos elementos son solidarios, lo que ateca: y destruye una de sus partes vitales necesaria y fatal mente dafia y quebranta al cuerpo social en su conjunto, Asi, estamos viendo omo el latfundio anucarero va crean- do una situacién cada vez més dificil al comerci a industria y al ferrocarril piblico, = los oe na orn sbrantos, deteniendo su desarrollo y ame Fee ne er soon oa juici la colectividad ence este modo, la promesa de introducci6n del pais al mercado internacional, y por tanto al progreso, ee ome a ti6 répidamente en la mayor amenaza para que up : rara los problemas objetivos que impedian su desarrollo y Jo sumié en el mas dramético atraso. La tirania de la cdf, i latifundio, no fue nunca el puente para | ea ancor y més digna para los caibanos, sino el signo dé la posicién subordinada a la que a, Catonoes y despues, acomodarse en tun exigente y host mundo capitalista. Recursos naturales y viabilidad nacional 4 ic le 1 tema més delicado que toca el ensayo Gusita sea, sin embargo, el dela viabiidad de un pais gue debe organizar su economia y su supervivencia sobre la Tas condiciones que le imponga el r ey Ste manera en que lo plantearon contemner ne suyos, como José Carlos Maridtegui y Julio Antonio Me; lla, nuestro autor reconoci6 y denuacié ta impos 3. Ibid, pp. 111-112. 43 de consolidar la formacién de la nacin y realizar un desa- rrollo capitalista y una economia de mercado sobre bases estables y minimamente dignas para el conjunto de ia poblacién si se permitia que la monoproduccién y la sac noexportacién se erigieran en de la vida colectiva. “Ta cafia cada vez més duefia del pats, el pais més y mas dependiente de la cafia; Cuba mas imposiblitady a da dia para diversificar su agricultura, produeit para el hale Oy Subvenir a las necesidades de su poblaciom, se jullard, de afio en aiio, en la condicion de un ventelon indigente, apremiado por vender a bajo precio el iat articulo de que dispone, para obtener algo que coment Gependencia econémica de Cuba se acentuard y escanc ogg de tn modo definitivo e irremediable, a merced le los compradores y de los gobiernos extranjeres Ela en Cy ee iagamos més que un inmenso cafiaveral, la reptbli, a2, 3 independencia de Cuba podrian desaparecer dl wag ligero soplo, como un castillo de naipes. ¥ por esa pen- diente nos deslizamos.™ Ta dramética advertencia de Guerra se cumpli6 ca- palmente en los afios posteriores. E hizo estallar Ie hse, su espacio nacional, Si, como parece y pese a todo, Guerra, como Mella y tenes Mart —y luego Emesto Guevara y Fidel Castee Eealan razén y, junto a ellos, Jos cubanos que vivkcon super aey due viven ahora, un pais que depende para ce Supervivencia de la agroexportacisn dificilinente cencon 4 Wid, p.137, 44 dard su liberacién econémica y su estabilidad como na- i6n, pese a que logre transformar sustancial y progresiva- mente sus relaciones sociales y su régimen de propiedad. Si, a los vaivenes del mercado internacional, agregamos la falta de petréleo, condiciones geogréticas y climaticas que impiden o dificultan un desarrollo diversificado de la acti- vidad agroalimentaria, y embargos 0 bloqueos que obsta- calizan un intercambio comercial més amplio, como ha sido el caso de Cuba, tendremos los elementos basitos que explican el drama hist6rico y actual de ese pafs y el urgente requerimiento de acciones solidarias para destra- bar, de una vez por todas, los cerrojos que se le han impuesto al desarrollo, la modernidad y la soberanfa de su pueblo. Los Siete ensayos de interpretacion de la realidad peruana de José Carlos Mariategui Fabiola Escérzaga A Ia luz de Jas numerosas limitaciones de su obra y la brevedad de su existencia (1894-1930), puede parecer ex- cesivo afirmar que Maridtegui es uno de los fundadores de la moderna teoria social critica latinoamericana. Son pocos ¢ imprecisos los datos empiricos que sustentan sus interpretaciones y escasas las referencias te6ricas explici- tas en sus trabajos. Particularmente, su obra fundamerital, Siete ensayos de interpretacién de la realidad peruana, tiene rasgos muy especificos: su objeto se reduce a una realidad nacional particular, la peruana, cuyas caracterfsticas son poco generalizables al conjunto latinoamericano, siendo que el propésito del autor era justamente resaltar su pecu- liaridad dada por la herencia incaica, la cual compartia con sus vecinos, Bolivia y Ecuador. Maridtegui asume su propuesta de interpretaci6n des- de Ia perspectiva marxista, cuyo fin iltimo es la transfor- macién de esa realidad. Su esfuerzo es un trabajo previo a la formulaci6n del programa, inexistente hasta ese mo- mento, para una revolucién socialista previsiblemente le- jana. El alcance de sus planteamienios s6lo puede ser provisional: él no considera acabada su visién de esa rea- lidad, que por si misma es un proceso en mutaci6n cons- tante, cuyo movimiento hay que tratar de captar sin encerrarla en conceptos rigidos, derivados de la lectura 47 cerrada que Ia Internacional Comunista, y en particular Stalin, proponia en esa época de los textos marxistas y, sobre todo, de la obra de Lenin. Esta concepci6n de Ia teorfa, explicitada en Ia presen- taci6n del texto y fielmente seguida en él y en sus otras obras, es la aportaci6n sustancial de Mariategui a la teoria social critica latinoamericana, dado que no era algo 0o- nifin en su momento y no lo fue en las décadas siguientes. Principalmente, en Ja militancia socialista 0 comunista la- tinoamericana, muy pocos se plantearon como una tarea necesaria el conocer Ia realidad sobre la cual Pretendian actuar. Por otra parte, pretender escapar a la racionalidad dominante de su época, liberal, eurocéntrica y “civiliza- da”, para intentar pensar nuestra historia desde una pers- pectiva socialista end6gena y critica, no era una empresa fécil. Maridtegui desafiaba, con su propuesta, no solo a Ia oligarquia duefia del poder, sino también a una corriente Politica cada vez més presente en América Latina, que queria establecer Iineas generales de acciGn politica para los movimientos obreros y socialistas en todo el mundo, desde Europa o la URSS. Desafiaba a un marxismo rigido que condenaba a su pals a vivir un destino preestablecido, a transitar por una serie de fases, antes de plantearse la Posibilidad de luchar por el socialismo. ¢Por qué se plantea Maridtegui esta perspectiva de la teoriay dela Tealidad? {Se trata de hallazgos casuales, de ingenuidad politica? Sin pretender agotar el problema ni apuntar todos los factores posibles, nos Parece importante buscar en la biografia, y concretamente en el proceso for. mativo de Maridtegui, las motivaciones que lo condujeron a plantearse en la direcci6n sefialada preocupaciones te6ricas tan disimiles de las asumidas Por los socialistas latinoamericanos contempordneos suyos. Nos interesa en. fatizar su origen en la fase previa al viaje a Italia, y no como algunos autores que explican su profundidad tedri. ca, su interés por aspectos superestructurales y su poca inclinacién al dogmatismo como efecto exclusivo de su viaje a Italia, donde se nutrié de las fuentes marxistas, 48 ianas y sorelianas.' Explicacién que resta méritos a Maridtegu! como pensador original y critico y como fun- dador del marxismo latinoamericano. Esto Gltimo no significa desconocer la contribuci6n imprescindible de su aprendizaje europeo para la consolidacién del proceso iniciado en su pats. EI periodista* 4 ” iétegui fue un autodidacta. Incapacitado por un ee eemet dej6 de asistir a la escuela durante el segundo de primaria. Nunca recuperado del todo, comenz6 a trabajar, a los quince afios, como ayudante de linotipista en el diario La Prensa, pasando gradualmente de! trabajo manual al intelectual. El periédico sustituiria a la Ce En 1912, a los dieciocho aiios, se integra a la redaccién de La Prensa y, dos afios después, publica su primer artieo, firmado con el seudénimo de “Juan Croniqueur”. Los temas que aborda son variados: la guerra, el teatro, la pintura, cr6nicas sociales, policfacas, hfpicas, parlamenta- i ra. a ec aieeal reivindic6 siempre su condicién de auto- didacta y, en la introduccién de los Siete ensayos... se presenta como anti o extra universitario. El dato no es irrelevante, ya que en la olig4rquica Universidad de San Marcos otra habria sido su formacién. El particular proce; So que siguiS en el periodismo y Ia literatura le permit desarrollar un pensamiento marxista original, ajeno al ho- rizonte intelectual dominante en su €poca. 1, Controntese Robert Pais, La formacion ideolipice de Jost Carfos ‘Mariétegui, México, Sigho XX1, 198 “ 2 ata parte ecupers, dé manera snttica, I informacién biogréfica de Nicté Fabiola Eshraag,Jooé Carlos Mani, una inerpreacin, México Facultad de Ciencias Potics Sociales, 1987, tesis de lcencatura, Retomo también, paniamintas de algunos blprafo, como Yerco Moret Joxt Carlos Meritt. Su vida idan, su concept del realism; Juan Gvergue- vich Regal, La Razin del joven Marista; crnica del primer diario izquierdist en el Peri; Guillermo Rouillon, Bio-bibliografia de Maridiegui. Ao Complementariamente a su actividad profesi : -fesional, interesa por la poesia y el teatro, géneros co Jos ais ina siona, y participa en él grupo bohemio “Colénida” —oo. mandado por el poeta Abraham Valdeomar, donde estén Hacia 1918 ocurre Ia transicién de Maridtepui un interés principalmente literario y bohemian de Social y politico, determinada por su orientacién hacia el {oeialismo. Renurcia a su vocacién literaria y elige la polf- fica como campo de accién, pasando de observador y-cro. a @ actor de ia vida politica criolla. Fl mismo lamvard a como de los sectores medios, parti 0 Particularmente | I= diantes, por la reforma antioligarquica de la universidut son faciores gue estimulan su transformacin En junio de 1918, Mariétegui, Falcon y cl editaba Colénida sacan una revista llamada Nigar eee Araquistain, de orientacién socialista. Alli Maridtegui es- cribe un articulo titulado “El deber del ejérci ti r del ejército y el d del Estado” que, entre otros efectos, provocs I. negative 50 del editor a seguir publicando la revista. Mas tarde el grupo intenta crear, sin éxito, un Comité de Propaganda Socialista. Maridtegui y Falc6n renuncian a la redaccién del diario El Tiempo para crear un nuevo periédico, La Raz6n, que aparece el 14 de mayo de 1919, dos meses antes de las elecciones presidenciales. La politica editorial de la nueva publicaci6n se orienta- ba a atacar la candidatura de Legufa, a apoyar al movi- miento obrero en su lucha’ por el abaratamiento de las subsistencias, y a promover [a reforma universitaria? Un editorial de La Razén, del 3 de agosto de 1919, titulado “La Patria Nueva, un personal senil y claudicante”, provo- ca la clausura del diario y amenazas contra sus editores Falc6n y Maridtegui. Estos se ven obligados a abandonar el pais bajo Ia figura de una beca, por la cual prestaran servicios como “agentes de prensa” en las embajadas de Espajia e Italia. En Italia, Mariétegui emprende sistemdticamente la observaci6n de la realidad politica y social europea e ita- liana, sobre la que escribe cotidianamente articulos que envia para su publicaci6n en Lima. En 1921 asiste como corresponsal extranjero al XVII Congreso del Partido So- cialista Italiano, en Livorno, donde el grupo de Bordiga y Gramsci, en desacuerdo con la mayoria, se desligar4 para formar el Partido Comunista. Maridtegui se nutre tericamente de los autores que, en Italia, son ms prestigiados en ese momento, Croce y Sorel, y de la literatura marxista que esté a su alcance. La coyuntura europea es especialmente rica y estimulante, lo que contribuird a consolidar su formacién intelectual y su eleccién por el socialismo. El contacto con la informacion y Ia literatura que vienen de Mosci y la mayor incidencia de ésta en Italia le permitiran una mds s6lida formacién 3. Maridtegui reseia este momento en “Antecedentes y desarrollo de la accién clasista” (1929), en Ideologia y Politica, Kaiciones populares de las ‘Obras Completas, Lima, vol. 13 51 No obstante haberse casado con una italiana, la volun- tad de volver a su pais se impone. Transcurrido el periodo que cubria la beca, parte de Italia e inicia un recorrido por varios paises curopeos, con una estancia en Berlin de casi seis meses. Halléndose acompafiado de su esposa y su hijo, no le fue posible llegar hasta la URSS, como pretendia. Maridtegui regresa a Lima en marzo de 1923, donde se reintegra a su actividad profesional y politica escribiendo en diarios y revistas. Mantiene el seguimiento de la situa~ ci6n europea, la que difunde en una serie de conferencias en las Universidades Populares Gonzélez Prada sobre la Historia de la Crisis Mundial, dirigidas a los obreros, in- tentando demostrar el agotamiento del sistema capitalista y la inevitabilidad y justeza del socialismo. Fsta ser la via de su reintegracién a la labor de propagacién del socialis- mo dentro de! movimiento obrero. A partir del ntimero 4, asume Ia direcci6n de la revista idad, en sustituci6n de Haya de la Torre, desterrado por el gobierno de Legufa. Su proyecto es crear una em- presa editora para publicar una revista y un diario, como instrumentos para construir, en el momento oportuno, el Partido socialista peruano. Un acontecimiento dificulta sus planes: en abril de 1924 sufre la amputacién de la Pierna izquierda a causa de un tumor maligno en el muslo. A principios de 1925, recuperado de la operacién, Ma- ridtegui logra fundar la editorial Minerva, con ayuda de su hermano Julio César, propietario de una imprenta, En ella edita, entre otros, su primer libro, La Escena Contem- Pordnea,‘ que compila 42 articulos escritos entre fines de 1923 y principios de 1925. Su reflexi6n sigue siendo sobre la realidad europea de la época, actualizada con la infor- macién que recibe de sus diversos contactos europeos, pero en una nueva perspectiva, en la medida en que Ia Coyuntura europea cambiara. Ahora, trataré de explicar las razones de la derrota de la revoluci6n en Europa y de Jo que se perfilaba ya como el reafianzamiento del poder 4 La Escena Contemporinea, ibid., vol. 1. 52 burgués en los paises capitalistas més avanzados, en reem- plazo al empate de fuerzas que Maridtegui viviera en Ita- lia. Tales circunstancias no debian desestimular la lucha revolucionaria peruana. Le interesaba, sobre todo, desen- trafiar las condiciones del éxito de la revolucién en Rusia y de su fracaso en Europa y encontrar las pautas para la elaboracién de un proyecto revolucionario para el Pera. En septiembre de 1926 aparece, bajo su direcci6n, la revista Amauta, como expresin de un movimiento de Tenovaci6n intelectual. Su convocatoria, alejada del secta- tismo, estaba abierta a todos los que asumieran un com- promiso en la creacién de “un Peré nuevo dentro de un mundo nuevo”, La finalidad de Maridtegui era la elabora- cién colectiva y amplia del proyecto nacional peruano, que concebia como inseparable del socialismo. El nombre qnéchua significa “el profeta”, “el anticipador” y subraya- “ba su “adhesin a la raza” y su “homenaje al incaismo”, para “definir los elementos de la nacién peruana en for- maci6n, cuya base es el indio”.* Amauta intentaba confor- mar un foro de discusién entre los intelectuales peruanos, pero también difundir entre los trabajadores esos debates, plantedndose como un érgano generador y promotor de cultura popular para enfrentar a la cultura dominante. Con algunas interrupciones, debido a la represion gu- bernamental —“accidentes de trabajo” los Ilamaba Ma- ridtegui—, Amauta aparecié hasta mediados de 1930, sobreviviendo en uno 0 dos nimeros a la muerte de su director. El tiraje era de 5 mil ejemplares y su distribucion se hacia por suscripciones, dentro y fuera de! pais. Julio Portocarrero vendia 80 ejemplares en Ia fabrica textil Vi- tarte, donde trabajaba. Los Siete ensayos El libro mayor de Maridtegui es el resultado de mas de ‘S_ “Presentacién de Amauta” (1926). Existe una edicién facsimilar de ‘todos Jos nimeros de la revista que permite apreciar el valor editorial y la riqueza de la misma. 53 tres afios de investigacién de Ia realidad nacional. Fue escrito de una manera particular, adoptada ya por el autor en su primera obra, La escena contempordnea. Mariétegul publicaba como articulos, en diarios o revistas, las ideas, teflexiones, preocupaciones, etc., que luego se articularian como cnsayos; sin embargo, éstos no son simplemente un gnsamblamiento posterior de articulos afines, sino que fueron concebidos en la perspectiva de arribar a ese recat, tado, en el marco de un plan previo. Puede seguirse, pues, el curso de la investigacién de i iada en octubre de 1924, en sus articulos I hecho de que Marié- de su actividad periodistica y las dificultades agregadas por su condicion de invalido. De ellas se deriva- ba una inmediatez entre la investigacién y la exposicion. Los interlocutores de Maridtegui son los intelectuales peruanos que Comparten sus preocupaciones por enten- der a su pais. Sin embargo, algunos estén influidos por el discurso reaccionario europeo y Ia ideologia dominante, Positivista o idealista. La obra obtuvo en su momento el reconocimiento de los intelectuales latinoamericanos con- tempordneos, pero fue cuestionada o ignorada por los que estaban afiliados a la Internacional Comunista. En la medida en que sus destinatarios dltimos’son los trabajadores, el discurso es claro, sencillo y conciso. Su Propé6sito explicito es contribuir a la creaci6n del socialis- po Peruano. El objeto de su investigaci6n es interpretar la historia nacional y construir un esquema totalizador de la evoluci6n del pais para demostrar su cardcter colonial, No se trata de un fin académico, sino politico, que se propone Tealizar la critica socialista de los Problemas y de Ia histo- tia del Perd. Se suele criticar su deficiente informacién hist6rica. Sin embargo, hay que considerar el poco material disponi- ble en la época, aunado al hecho de que Maridtegui no era historiador. Est4 también su imposibilidad para despla- zarse, atin antes de su invalidez. De hecho Maridtegui no 54 . : al salido pricticamente de Lima y sus alrededores: rae cae interned no lo conocié fisicamente. Por otra parle, Siete ensayos... no pretende ser un estudio episte- mol6gico ni construir una gran teoria. El marxismo ss Para Mariétegui, una teoria vive, para apliar, conocer y recrear una realidad concreta y, asi, encontrar el cami ionario de su pueblo. i a Madtegsl & fundamental establecer si el Pert Gara Ie ache por'el dosialiamo, af como sco la Case a lucha por el. soc , ast Sbrera la que habré de protagonizarla. Su respuesta no se Himita ala aplcacion mecénica del programa marxista. El texto afirma la coexistencia en el Peri de su feeea de elementos de tres economi{as distintas o, como wn luccién: comunista, Hamos nosotros, tres modos de produccién: comunista, italista, articulados entre si en dos esp: : Fexgriticos prfestamente diferencados. En lara a js iT i ite, sul i- dina, bajo el regimen feudal predominant, subssten res de una economia comunista indigena. sta, en Sambi, sobre un suelo feudal, crece una economia bur tardada y obstruida porel primero. Sr primer ensayo rastrea el posse van de ismo al capitalismo, a tra las dete histor pemana, ¥ Constata, a fo largo del proceso, stencia de la matriz. colonial de la . dora eardeter dependiente delimperialismo. = La conquista y la colonizacién espafola significar a desarticulaci6n de Ia economia comunista de ls ineas, es decir de su estructura productiva y sus institucion = iti lencia de la conquista y un: les y politicas, merced a la vio a conquista y una i illaje, pero no truyeron Bimeate ‘La huerea de wabao 3 \digena es sometida a talmente. La fuerza de trabajo in¢ o Ae i i través del sistema laciones de produccién serviles, a : encomiendas en la explotaciOn agricola, y a un régimen semiesclavsta, mediante la “mita” en In explotacién de. nas. Las Leyes de Indias concedieron ala comunidad su derecho a existir, pero no sirvieron para defenderla de la voracidad de encomenderos y mineros. 55 Zara Mariétegui la economia feudal implantada por 'a hipoteca de los recursos naturales del pais alos ingleses, los conquistadores representaba una involuGe Tespecto que se apropiaron del guano y de los ferrocarriles. Las ccondsiormente existente, en términos de racionehcad utilidades del guano crearon el capital comercial y banca- €conémica, pues no fue capaz de garantizar la reproduc- tio, dando el primer gran impulso al ‘surgimiento del capi- fiGn natural y el crecimiento de la poblaciOn La economia talismo en el Perd. feudal Ilev6, en los hechos, al despoblamiento de la costa, La Guerra del Pacifico y la derrota subsecuente frente al forzar a los indios a huir hacia la sierra Tox espaiioles a Chile significaron la pérdida de los yacimientos salitre trataron de sustituirlos con fuerza de trabajo esclava im- Tos y, con ello, el colapso de la economia. Pero esto no Portada de Africa. El desequilibrio demografico generado liquids el pasado feudal, sino que reforz6 la estructura de Por {a Conquista y colonizacién no se superarteon Pera dominaci6n, Hevando a que el poder cayera en manos de Sino hasta mediados del siglo XX. caudillos. El corolario de Ja guerra fue la firma del Con- Segtin el autor, dos fueron las causas fundamentales de trato Grace, que ratificé el predominio del capital brité- la independencia de las colonias espafiolae ct conflicto de nico, el cual obtuvo la concesién de los ferrocarriles. intereses entre la poblacién crioliay espafiola y la corona, Bajo estas condiciones se desarroll6 el capitalismo pe- Fee 1/200, ¥, Por otto, en el plano mundial, Ios neon” {uano, a partir de las iiltimas décadas del sigho XIX. Con des del desarrollo capitalista. De hecho, Inglaterra finan- {a aparicin de la industria moderna en Ia costa, inicia la Gis la fandaci6n de nuevas repiiblicas, Tespondiendo a la formacién de un proletariado industrial que cambia poco sorrespondencia existente entre los intereses del capitalis- a poco los términos de la lucha politica. Se robustece la ‘mo mundial y los de las colonias espafiolas. burguesia y declina el poder de Ia aristocracia, pero per- La independencia fue el primer impulso al desarrollo siste el de la gran propiedad agraria. Se refuerza la hege- del capitalism en la regién. Crecié ol intercambio de monfa de la costa sobre la sierra y se fortalece el capital América Latina con Europa, vinieron capitales e inmi- financiero como alianza entre el capital extranjero y Ia Brantes, y se estableci6 la democracia burgucsa liberal, al ropiedad agraria. . tatos formalmente. Pero Pert se encontraba en desven- PND obstante Ie expansi6n capitalista de la agricultura taja respecto a otros paises de América Latina, entre otras de la costa, persiste su cardcter colonial, dado que su noma pera Subsistencia de residuos feudales en sens desarrollo depende totalmente del capital externo. Su pro- oma, la falta de un producto atractivo que oftcus. enel duccién est4 determinada por los mercados externos 'y no saaicado mundial y su distancia geograticn de las Tutas del hay diversificaci6n de cultivos. Por el contrario, se obliga a somercio con Europa. Ja especializacién y al monocultivo para la exportacion, nett boom del guano y del salitre, a mediados del siglo, quedando relegada al area andina la produccién para ef ve la coyuntura que permitié la atticulacion tes Perd al consumo interno. No se controlan los volimenes de pro- gereado internacional, bajo el control del capitalismo bri- ducci6n, sin atentar para las bajas de los precios o las crisis ‘nico, persistiendo su carécter colonial, TE ficil explo- de sobreproduccién del mercado mundial. El crédito de~ icin de estos fertilizantes no requirié transformar las pende enteramente del exterior. Pert constituye para el 2laciones de produccién feudales ni realinee un gran es- capitalismo intemacional un depésito de materias primas isizo para organizar la produccién. Su explotacin se ¥ una plaza para sus manufacturas. Se trata de un capi- imvitti6 en el principal ingreso fiscal, al tiempo que pro- talismo colonial y dependiente, subordinado al imperia- ci6 un fuerte endeudamiento del Estado, ef despilfarro y lismo. 57 La Guerra del Pacifico revelé el peligro de una prospe- lad econémica apoyada exclusivamente sobre la pose- sién de una riqueza natural, como el guano y el salitre, expuesta a la codicia extranjera 0 a la decadencia de sus aplicaciones por efecto de las mutaciones industriales de- rivadas de los inventos de la ciencia. Los terratenientes de Ia costa beneficiados durante el boom buscaron, en la fase siguiente, nuevos productos que les permitieran reinte- grarse al mercado mundial, como el azicar, el algodén, el arroz, el petréleo y el cobre. La apertura del canal de Panamé facilit6 las comunicaciones del Pert con Europa y sobre todo con Estados Unidos, que en esta fase comen- zar gradualmente a desplazar al capital britanico. La independencia habia encontrado al Pert retrasado en Ia formacién de su burguesfa y no implicaria cambios profundos en el antiguo régimen que extendiera a los campesinos el fruto de la nueva economia nacional. No se habfa tenido, pues, una revoluci6n. Maridtegui parte del mo- delo revolucionario franogs para explicar el caso peruano. Allli faltaron las dos premisas necesarias a una transforma- ci6n radical: la existencia de una burguesfa consciente de sus intereses y la existencia de un estado de énimo revoluciona- tio enel campesinado que lo llevara a reivindicar su derecho a la tierra en términos incompatibles con el poder de la aristocracia terrateniente. Mas bien la independencia se de- berfa a otros factores, como la solidaridad continental y las circunstancias mundiales que trabajaron en su favor, favo- reciendo la alianza entre la clase terrateniente y la burgue- sia comercial frente a la Corona. _ Durante la repiiblica persistieron la extrema incipien- cia de la burguesfa urbana y Ja situacién marginal de los indigenas. El periodo de caudillaje militar robustecié a la aristocracia terrateniente, expresién de la ausencia de una burguesfa. En efecto, el fortalecimiento del capital ex- tranjero, aliado a la aristocracia terrateniente, impidié el surgimiento de una vigorosa burguesia urbana. Factor im- portante era el ideolégico, dado que la educaci6n no crea- ba burgueses, sino la clientela de la casta propietaria. 58 La propiedad de la tierra, obtenida durante el virreina- to, engendraria, bajo la repiblica, el predominio del capi- tal comercial. Los privilegios de la colonia dieron origen a los privilegios de la repablica. La burguesia es heredera directa de [a aristocracia, descendiente de los encomende- Tos y terratenientes de la colonia, aunque, por su funcién burguesa, adopte los principios liberales. No existe, no ha existido nunca —concluye Maridte- gui— una burguesfa progresista, con sentido nacional, Ji- beral y democritico. La casta propietaria mantiene una mentalidad colonial, considerando al trabajo con un crite- rio esclavista y negrero y asumiendo Ia inferioridad de los hombres de color. Se siente no sélo superior a sus siervos, sino étnica y nacionalmente diferente. Pera es un pais agricola. El cultivo de la tierra ocupa a la mayorfa de la poblacién que se compone, en sus cuatro quintas partes, de campesinos indigenas. La agricultura de Ia costa es semifeudal y la hacienda no produce para la ciudad sino para el mercado externo, privando a las ciuda- des de sus medios de vida y compitiendo deslealmente con ella en el comercio y Ia industria. El capital externo finan- cia y dirige a los terratenientes, hasta apropiarse de sus tierzas y de la mano de obra barata. Rentistas, los terratenientes carecen del espiritu bur- gués, la técnica, los métodos y Ia disciplina productiva. Domina en ellos la herencia espafiola. Incapaces de trans- formarse en burguesia capitalista, son s6lo intermediarios del capital extranjero. La propiedad capitalista de la costa peruana no surge de la disolucién del feudo, como en la transicién clasica del feudalismo al capitalismo, sino de la concentraci6n de la tierra y la subordinacién de sus pro- pictarios al capital externo. El gamonalismo es la hegemonfa de la gran propiedad semifeudal en la politica y en el aparato del Estado, es la subordinacién de todas las instancias de éste —el juez, el subprefecto, el comisario, el maestro— a sus intereses. Lo mismo pasa a las instancias del poder central, como el parlamento y el propio ejecutivo. 59 La sobrevivencia de Ia feudalidad es la causa del re- traso en el desarrollo capitalista y determina el régimen politico y administrative de toda la nacién. Sobre una economia feudal no pueden desarrollarse plenamente ins. tituciones democraticas liberales. El Estado no garantiza los derechos civiles de Ia poblacién, que trabaja y vive en La solucién del problema indigena parte de la solucién al problema de la tierra. El acceso del campesinado indi, gena a la tierra pasa por la liquidaci6n de la fendalidad, area que correspondia realizar a una burguesia que no hia existido en forma plena en el Perd. La solucién liberal, que corresponderia al fraccionamiento del latifundio para crear la pequefia propiedad, ya no se puede ensayar debi. do a la ausencia de la burguesia y al carécter peculiar del Problema agrario peruano: la supervivencia de la comuni- dad indigena y de elementos del socialismo préctico en la agricultura y Ia vida indigenas, La solucién debe ser econémica y politica, ya que no se trata simplemente de un problema administrativo, peda. B6gico, étnico o moral. Su eje central es la subarditncién del indio al terrateniente a través de la servidumbre o el trabajo gratuito y forzado. Esta condicién de la poblacion indigena se inici6 con su sometimiento para la explotacion de minas y haciendas durante la Colonia, Con la independencia, la opresiGn persisti6. Los crio- llos aprovecharon el apoyo de las masas indigenas, pero el Proyecto liberal en la practica no condujo a la liberacin del indio de! dominio feudal, no le concedié la tierta ni abolié el trabajo gratuito. Ante la ausencia de una nueva Clase dirigente, la aristocracia terrateniente mantuvo sea derechos sobre la tierra y el indio. Consecuencias del establecimiento de la reptiblica Para los indigenas fueron adversas. La desamortizacion disolvi6 la comunidad y no el latifundio civil o religioso. El indio perdi6 sus tierras en manos de la feudalidad criolla. 60 ————— Se restauré el régimen de la “mita” con Ia conscripcién vial (trabajo forzado). Para Maridtegui la responsabilidad de la repiblica en la situacién social del indio es ain ‘mayor que la del virreinato, pues, a diferencia de éste, que era un régimen medieval y extranjero, aquella es un régi- men peruano y liberal. : La soluci6n a la condiciGn extra social del indio se vera facilitada con la propagaci6n del socialismo, cuyas premi- sas son el desarrollo de ia industria y de la clase prone El Proyecto socialista aspira a integrar a la mayoria de la PoblaciGn, que en el caso peruano es indigena y campesi- na, a los beneficios del desarrollo. La propagacién del socialismo en el Pera ha generado un movimiento de rei- vindicaci6n indigena, que se manifiesta en el arte y la literatura nacionales como la revaloracién de lo autéctono y en el despertar de una nueva conciencia en los indige- nas, que ha obligado al gobierno a adoptar algunas medi- das en su favor, pero que no tocan a los gamonales. Mariategui afirma categ6ricamente que la solucién al problema indigena debe provenir de los propios indies, para lo cual es necesaria su vineulacién nacional, que su. pere la atomizaci6n en la que se encuentran y que los ha lievado a manifestaciones radicales de descontento que s6lo han tenido un alcance local. Esta situacién comienza a cambiar en la década de los veinte. Por otro lado, reto- mando a Castro Pozo, caracteriza al comunismo agrario de Ios incas, en funcién de: la propiedad colectiva de la tierra, cultivada por el aylid 0 conjunto de familias empa- rentadas, aunque dividido en lotes individuales intransfe- ribles; la propiedad colectiva de las aguas, tierras de pasto y bosques por la marca o tribu; la cooperacién comin en 1 trabajo y la apropiaci6n individual de las cosechas. Su insistencia en el cardcter socialista de la economia incaica le ha traido numerosas criticas, en particular por Parte de comunistas rusos, que lo acusaban de plantear, como los populistas de fines de siglo y adversarios politi- cos de Lenin, una via no capitalista para acceder al socia- lismo, a partir de la supervivencia de la comunidad rural. 61 De hecho Mariétegui no hace sino anotar un hecho descu- bierto por los hombres del renacimiento que tuvieron co- nocimiento de la realidad incaica y que serfa constatado, més tarde, por arqueélogos como John Murra, que advir. tieron en el sistema incaico una mayor atencién a las necesidades sociales por parte de las instituciones econ6. micas que en otras culturas en las que prevalecia el “modo de produccién asidtico”. Sin embargo, para él no es esto lo que justifica la Tecuperacién de la comunidad en la construccién de una futura sociedad socialista ni lo que explica su superviven- cia secular y adaptacién a condiciones adversas, Lo esen- cial es que el régimen colonial no atacé formalmente a la comunidad indigena. Por el contrario, el régimen medie. val dominante en Espafia conciliaba {a propiedad feudal con la comunitaria y convirtié a ésta en parte de su maqui- naria fiscal y administrativa. Las Leyes de Indias no pudieron amparar, en la précti- ca, la propiedad comunal frente a los conquistadores, que Se convirtieron en encomenderos y, luego, se constituye- Ton en sefiores feudales, apropidndose de las tierras y de los indios. Los latifundios sustituyeron a las comunidades Y Jos indios fueron incorporados como siervos. No obstan.. te, la comunidad sobrevivié dentro de un régimen de ser- vidumbre petrificada, sometida a un estado extrafio a su destino. La doctrina liberal, implantada de manera formal bajo la repGblica, asumié como una de sus tareas mas impor. tantes la destruccién de la comunidad indigena. Pero el ataque a la comunidad tuvo efectos limitados, ya que no convirti6 a los indigenas en pequefios propietarios ni en asalariados libres. Consistié mas bien en la entrega de sus tierras a los gamonales y su clientela, persistiendo la vin- culacién del indigena bajo relaciones de servidumbre. Maridtegui refuta la condena del Jiberalismo republi- cano a la comunidad, como rezago de una sociedad primi- tiva 0 como una supervivencia de la organizaci6n colonial, cuestionando a los que impiden comprender al sistema 62 i nunciando la falta de “relativismo hist6rico” de ios tderales para analizar la comunidad, asi como su inca: pacidad para distinguir entre el comunismo moderno y comunismo incaico. En su entender, el caracter autocrati- co del régimen inca no cuestiona la existencia del comu- nismo en [a sociedad inca. Autocracia y comunismo eran compatibles en ese momento, pero no lo serfan en una sociedad socialista. En este sentido, reivindica la coheren- cia hist6rica entre la organizaci6n econémica y el sistema Dinas mayor admiraci6n produce en Mariétegui es: a hecho de que la sociedad incaica constituyera un modelo de nacién peruana como no habia existido después, a tentada en una economia agraria que alimentaba a millones de personas y en un Estado eficiente, orginico y soberano, bajo una aristocracia indigena creadora de sus propias instituciones. Por ello, reivindica la obra de Castro Pozo como Ia primera defensa orginica de la conunk indigena, luego de dos siglos de desprecio, como un Sree no viviente que manifiesta posibilidades de evolucién y desarrollo, resistiendo los embates del latifundismo. F El comunismo ha sobrevivido porque es la Sinica de- fensa del indio frente a Ja dominacién feudal. Su vit: Hidad es tal que, bajo nuevas circunstancias, impulsa vari ins formas de cooperacién y asociacién. Es un aa producci6n que mantiene vivos los érganos mor: es Pi a el maximo rendimiento del trabajador. Y es también ‘una institucién social que defiende la tradici6n indigena, po que conserva Ia funcién de la familia campesina. El andlisiselaborado por Mariategui en los Siete en- sayos... hace aportaciones te6ricas significativas ara comprensi6n de la especificidad del desarrollo capitalista peruano, que serdn retomadas por distintas vertientes Lad ticas, décadas més tarde, respecto a América Latina. Be clareciendo problemas centrales en torno al > ode formacién econdmico-social, a partir de una aplicacion dialéctica y no reduccionista del marxismo, construye a in totalizadora del proceso hist6rico peruano, cor 63 que rescata los elementos centrales del proceso para defi- nir la realidad contempordnea de su pats. ‘Su concepto de formacién econémico-social es con- cebido en tres niveles: como articulacién de modos de produccién, como transicién y como totalidad. Como articulacién de modos de produccién, uno dé ellos es dominante, o esa es al menos la tendencia histori. ca del proceso, pero no como un “dualismo estructural” o yuxtaposicién de modos de produccién ajenos entre si Hay una interaccin esencial entre ellos. Los modos de Produccién no dominantes no son considerados como Teminiscencias 0 como un fenémeno marginal, pero su Presencia dota de rasgos especificos a la formacién econd_ mico social, explica las condiciones en las que el modo de produccién dominante opera y por las que se ha constitui. do en dominante. Como transicién se apunta a una situacién el la que el lo de produccién dominante no siempre lo ha sido, aunque la légica del proceso, desde sus inicios, se moviers en ese sentido. El proceso de la formacin econémico-so, cial peruana es el de la transicién entre el predominio del modo de produccién feudal al predominio del modo de producciGn capitalista, que no tiene el mismo cardcter que los procesos de transicién en Europa. El predominio del modo de produccién feudal en el Peri no se da a partir de Un proceso esponténeo, sino por la imposicién de relacio, nes de produccién feudales a partir de la conquista y un régimen colonial que se articula con el proceso capitalista curopeo. El predominio del modo de produccién feudal en el Pera es parte del proceso por el que el modo de Produccién capitalista se logra imponer en Europa. Al introducirse alli las relaciones de producciones feudales, se imponen también los gérmenes de las fuerzas produc, tivas y sociales capitalistas, pero atrofiadas, porque las condiciones para su desarrollo serdn obstruidas por el capitalismo europeo. Nace, pues, un capitalismo que sélo Puede ser colonial y esta condicién le impedira consol. darse como capitalismo. 64 jidad, las diferentes instancias de la socie- dad uaa ttigeladas, la economia determina a la politica ya la ideologia, pero éstas a su vez sobredeterminan a la economia, cumpliendo papel activo en el proceso hist6ri- co. Las clases sociales, por ejemplo, no tienen s6lo una existencia econémica, sino también politica ¢ ideot6gioa No es suficiente la introduccién de relaciones de produc- ci6n capitalists en la formacién econémico-social perua- na; la reproduccién de aquéllas necesita de la presencia del elemento burgués en la superestructura pol : ideoldgica para acelerar el proceso econémico, Enel caso peruano, el origen arstoerétio y feudal de la clase que ha asumido en la econona el rol de clase burguesa determi nna la ausencia en ella de una vision proyecto politi burgués, lo que retrasa el proceso de gencralizaion de las relaciones de produccion capital tas. Por otro lado, la presencia limitads, cuantitaiva y cualitativamente, de la clase obrera en la formaci6n socia ana, no hace a Maritegui concluir por la imposibili- Bad de una accion clasista y autGnoma de la clase obrera: en las condiciones en que se encuentra, sta puede gene; Tar un proyecto revolucionario en el cual juegue el papel protagonico y debe actuar conforme a él sin esperar a que ne a atin atblantando a trabajo de Oonso s bien debe crearlas, adelantan e Tidacidn ideolégica y politica de la clase a partir de su nsciente. : crete una formacisn como la peruana, donde se articulan relaciones de produccién diversas, estin presentes tam- bien y jaegan un papel especifico las superestraturas co- rrespondientes a ellos. Aun sea de manera deformada o encobierta, elas influyen activamente sobre el conjunto de la sociedad. Por tanto, para comprender la toalidad hay que repararen ease interrogarlas, Ellas conforman la especificidad del proceso historico peruano, en ellas estan las respuestas concretas, necesarias a tla form Vea de una estrategia para la revoluci6n socialista en el Pers, que no sea “calco y copia, sino creacién heroica”. 65 Notas sobre El antiimperialismo y el APRA Jorge Turner Ezantiimperialismo y el APRA, de Victor Rail Haya de la Torre, se escribié en 1928 y fue publicado por primera vez en 1936. La primera vez lo lei en la época estudiantil, cuando un grupo de jévenes buscébamos afanosamente Jos ideales que dieran sentido a nuestras vidas y sentar las bases tedricas y los objetivos que deberian perseguir, los movimientos universitarios de Panama. En este afio de 1993 leo de nuevo la obra sin que la Ilamita de la ilusi6n se haya apagado, pero con reposo reflexivo, buscando siem- pre ideas que nos puedan ayudar en la urgente necesidad de Ia integracién latinoamericana. Para lograr perfilar las bases de un ideario de Patria Grande, en nuestros dias, tenemos a nuestras espaldas un bagaje de literatura sumamente Gtil, a condicién de que tomemos en cuenta lo bueno que han producido hist6ri- camente académicos y politicos con capacidad teérica, asi como lo realizado por intelectuales marxistas de distinto enfoque y no marxistas. Felizmente, hemos arribado a la liquidacién del abuso de la palabra “revisionismo” y a la nocién de que se impone una actitud abierta de principios, que enriquezca y no que empobrezca el pensa- miento. Tengo presente las palabras de madurez del lider comunista brasilefio, Luis Carlos Prestes, cuando estuvo en México, antes de regresar a morir a su tierra natal: “La 67 gran tragedia del movimiento revolucionario ha sido el Pleito feroz entre los semejantes y la conciliacién con los diferentes”. Haya de la Torre fue, sin duda, un politico de grandes Yuelos y enormes aspiraciones. Muy preciso ha sido Sergio Bag al sefialar que, en el fondo de su corazdn, Haya aspié a ser nada menos que un gran te6rico mundial, que pensaba que, si interpretaba bien a América Latina, po- dria emprender después la ardua tarea de interpretar el mundo. Todos sabemos hoy las insuperables dificultades Que significa Ja teorizacién del mundo. Pero Haya, de cualquier manera, pensé lejos. El antiimperialismo y el APRA, quiz la tnica obra or- ginica que escribi6, a pesar de sus multiples trabajos, est Pergefiado como un manifiesto dirigido a toda América Latina. Ello no se hace explicito en el libro. Pero, del mismo modo que Simén Bolivar preconiz6 la unidad lati- noamericana ante los temores de la reconquista espafiola % de los peligros que representaba en aquel tiempo la como territorio de su preocupacién a la América Latina completa, incluyendo al Brasi, que Boliver hates dejado fuera, por considerar que el enorme pafs vivia bajo un régimen de monarquia esclavista. Haya de la Torre fue un producto t fo estudiantil de la época, iniciado con las luchas de Re. forma Universitaria, en Cordoba, en 1918, cuando, a través de los estudiantes, las clases medias irrumpieron con fuer za en la politica de América Latina. Para entender su Pensamiento original, es indispensable considerar lo ante- 68 rior ¢ igualmente que sus ojos se le Uenaron de América Latina, tomando como principal punto de observacién y apoyo para sus reflexiones el significado de la Revol Mexicana. También es digno de apuntar que, ante la im- posibilidad de estudiar una a una las distintas formaciones sociales de Indoamérica, ideé un método para proceder, del que me ocuparé més adelante. Las andanzas de Haya de la Torre En el prélogo a la primera edici6n de El antiimperialis- moy el APRA (1935), aunque la edicién de la obra fuera al afio siguiente, en 1936, Haya explica que termind su traba- jo en 1928, para responder a un agresivo folleto, redacta- do en México, por Julio Antonio Mella: Qué es el APRA? Sin embargo, al enterarse del asesinato en México del lider cubano a manos de los matarifes del dictador Gerar- do Machado, difirié su publicacién. Agrega que, entre algunas pocas correcciones del texto original, eliminé “el prologo polémico que servia de mascota de proa para Tesponder a los ataques de Mella”. La eliminaci6n de la respuesta a Mella, muerto por sus ideales, habla bien de Victor Rati Haya de la Torre. Por otro lado, no tenfa sentido que lo que es la mas completa exposicién del ideario del APRA resultara enturbiada por Jo que, finalmente, habria sido un desahogo relacionado con un hecho ocurtido siete afios antes. Pero es necesario tomar en cuenta el folleto de Mella, porque éste sefiala el momento de ruptura definitiva del aprismo con la Inter- nacional Comunista. A pesar de que el aprismo Ileg6, en el Per, a conver- 1. Mis comentarios sobre E! antiimperialismoy el APRA estin hechos de Ja lectura de Ja séptima edicién de Ia obra, ‘al primer afo de ‘gobierno del doctor Alan Garcia, en julio de 1986, y contiene los prologos de la primera, segunda, tercera y cuarta ediciones del libro. Fue impresa por la “Fundaci6n Navidad Nilo del Pueblo VRH de la T”, Lima, Pert. En lo sucesivo, cuando haga alguna cita textual, deberd entenderse referida a Ia cediciOn citada y s6lo sefialaré el néimero de pagina. 69 tirse en un gran partido de masas, se enfrenté en su activi- dad al imperialismo, a las oligarquias, al ejército peruano ¥, en el campo de las izquierdas, al comunismo, eredndose un mundo de barreras que no logré superar y que frustra. ron hermosos suefios de buena parte de las juventudes de América Latina. Por mi experiencia docente, me parece muy necesario dedicar algunas palabras para fijar la época en que se escribié El antiimperialismo y el APRA, incluyendo algunos aspectos de la primera parte del itinerario personal de Haya y los enfrentamientos que tuvo. La obra fue redac. tada bajo el influjo de la Revolucién Mexicana y de la Revolucién Rusa, antes de la crisis Mundial de 1929-1933, En ese tiempo Mussolini habfa llegado al poder en Italia, no asf Hitler en Alemania. En Estados Unidos todavia no gobernaba Herbert Hoover, y menos Franklin Delano Roosevelt, iniciador de la Politica del “Buen Vecino”. Los destinos de México los dirigia Plutarco Elias Calles; no se fundaba atin ef PNR (hoy PRI), ni se sospechaba la gestion que luego emprenderia el general Lazaro CArdenas. En Nicaragua se encontraba en plena efervescencia la epope- ya guerrillera de Augusto C. Sandino, de 1927-1933. fin Cuba el dictador Gerardo Machado habia convocado a I VI Conferencia Panamericana de La Habana. 7Y en Pe 14? En Perd se habia establecido la dictadura de Augusto B. Legufa. Haya de la Torre nacié en 1895, en Trujillo, comunica- da con Lima apenas por barco. Desde muy joven demos. {r6 vocacién politica y fue dirigente estudiantil en su natal Trujillo, antes de trasladarse a Lima, en 1916, en donde dirigio a Ja Federacién de Estudiantes Peruanos (FEP). En una época de confluencia en el Pera del movimiento estudiantil, inspirado por la Reforma de Cérdoba, con el movimiento obrero, Haya hizo contacto con los trabaja- dores y funds 1a Universidad Popular Gonzélez Prada, en Ja que los estudiantes daban clase alos obreros. Se enfren. {6 remediablemente a Legufa y fue expulsado del pats en 1923, precisamente cuando Hegaba de Europa José Carlos 70 seem Mariategui, quien lo sustituy6 al frente de la Universidad Popular. Desterrado, viajé a Panama, mis tarde a Cuba y ense- guida recal6é en el México del general Alvaro Obregén. En México colaboré con el Secretario de Educacién, José Vasconcelos, y es aqui donde lanza, en 1924, en una reu- nién con los estudiantes mexicanos organizados en la FEU, su idea de la Alianza Popular Revolucionaria Ame- ricana (APRA), no como un partido politico, sino cSmo un frente continental de trabajadores manuales e intelec- tuales en lucha contra el imperialismo. El acontecimiento fue bien recibido, a pesar de que 1924 es también el afio en que se fund la Primera Liga Antiimperialista Paname- ricana, auspiciada por los comunistas. La actividad de Ha- ya suscita expectativas y él se mueve por el escenario ‘Sundial, viajando a Moscd y a algunos paises europeos € inscribiéndose como estudiante de Ciencias Econémicas en Oxford, Inglaterra. oe Ea 1937 mast al famoso Congreso Antiimperilista Bruselas, en el que participaron, entre otros, Henry Bar- bese Romain Rolland, Maximo Gorki, la viuda de Sun Yat Sen y, de América Latina, Julio Antonio Mella, Carlos Qui- jano, José Vasconcelos y Victorio Codovilla. En este Congre- So se perfilaron diferencias de Haya con otros delegados. Pero fue 1928 el afio de la ruptura con los comunistas. Ese afio se decidié que el APRA debfa ser, m4s que un frente, un partido politico continental y auténomo, con secciones en los diferentes paises, y se sentaron las bases para fundar, eri 1930, el Partido Aprista Peruano (PAP), encuadrado dentro de ese planteamiento. Maridtegui, que habia pensado que el bloque de fuerzas apristas no part darias reforzaria su propésito de fundar un Partido Socia- lista, rompié entonces con Haya y lo mismo hizo Mella, considerando que el partido aprista entrarfa a competir con el comunismo. Al derrocamiento de Augusto B. Leguia, Haya logré reinsertarse en el Perd, enfrentindose a Luis Sanchez Ce- rro en unas elecciones presidenciales que, a juicio de los n | ! apristas, fueron fraudulentas y despojaron de un triunfo legitimo a su candidato. Sobrevienen los atentados contra SAnchez Cerro, la prisién de Haya por dieciocho meses y Ia rebeli6n aprista de 1933, en Trujillo, que costé muchos muertos y que decidié al ¢jército cerrarle el camino poli- tico a Victor Ratil Haya de la Torre. Resumiendo, puedo decir que Haya escribié El antiim- perialismo y el APRA en México, en el periodo de Calles, €n su segundo viaje al pais, libro que no pudieron conocer ni Maridtegui ni Mella por sus muertes prematuras. El Prdlogo a dicha obra, de 1935, lo redact6 cuando ya habia sido figura presidencial y se habfa dado un violento en- frentamiento del aprismo con la oligarquia y el ejército peruano. El marxismo del APRA _ Fi libro comentado sefiala que, antes de cualquier ac- cién politica, es necesario conocer las realidades geogré- ficas, histéricas, econémicas, sociales y culturales de América Latina. Por otra parte, rescata él marxismo, co- mo método para acercarse al conocimiento de nuestra Tealidad; indica empero que debe tratarse de un marxismo creador, que confronte nuestras especificidades indoame- Ticanas con las tesis que Marx postul6 para Europa. Haya advierte contra los caloos mecinicos de hermosas teorias del Viejo Mundo, que se trasladaron a Indoamé- rica sin andlisis previo. Pone de ejemplo las ideas de la Revolucién Francesa, nacidas en realidades mas avanza- das que la nuestra y que, en nuestro medio, sirvieron de inspiraci6n a los gestores de la independencia. Los resul- tados variaron en una y otra regi6n. En Francia estas ideas significaron el derrocamiento del feudalismo, mientras en América Latina, ante la imposibilidad de aplicarlas, se tradujeron en la ampliacién del latifundismo y en el man- tenimiento de la esclavitud. Agrega que el libre cambio no hizo sino favorecer a una clase comercial, embrién de una elemental burguesia nacional. 2 El autor sostiene que en Indoamérica existen distintos modos de produccién que se manifiestan en la presencia capitalista atrasada conviviendo con el semifeudalismo. Para un estudio pormenorizado de América Latina que vaya més alld de los problemas comunes a todos nuestros. paises, propone dividir el mapa indoamericano en cuatro grandes sectores: “el sector de México, Centroamérica y el Caribe; el sector de las repdblicas bolivarianas (Venezue- a, Colombia, Ecuador, Pera y Bolivia); el sector de Ghile y las repiblicas del Plata, y el sector de Brasil”? Aunque el dirigente peruano no explica suficientemente las razones de su tipologia, sf afirma que, como nota distintiva, el primer sector no s6lo sufre la expansién econémica del imperia- lismo, sino que es asolado constantemente por el desem- barco de tropas norteamericanas, como lo prueban los casos de Cuba, Dominicana, Haiti, Nicaragua, Honduras, Panamé y México. A lo iargo del libro se insiste en la competencia que se trenz6 en Indoamérica entre el imperialismo inglés y el norteamericano, hasta terminar oon el triunfo del segundo, y en la necesidad de impulsar para todo el subcontinente una revolucién democratica, antifeudal y antiimperialista. Sin embargo, se establece que la revolucién no debe tratar de implantar el socialismo, pues la forma capitalista es paso necesario, periodo inevitable, en el proceso de la Givilizaci6n contemporénea. Por lo tanto, hay que luchar, en una primera etapa, por un capitalismo de Estado que establezca un Estado antiimperialista, promotor del desa- rrollo y de la emancipacién econémica. En abono del planteamiento, dice el autor: “El APRA sostiene que, antes de la revoluci6n socialista, que levaria al poder al proletariado —clase en formacién en Indoa- mérica— nuestros pueblos deben pasar por periodo pre- 2. Ruy Mauro Marini me ha hecho notar, al respecto, que Ja colocacién de Barsil, por sf solo, como un cuarto sector —pais que Haya no parecia conocer muy bien, imiténdose a apuntar que all viven desde el salvaje feroz hasta cl capitalista industrial— da la impresi6n de que esta tipologia no fue objeto de una meditacién detenida. B vio de transformaci6n econémica y politica y, quiz4, por una revolucién social —no socialista— que realice la emancipaci6n nacional y politica latinoamericana. La re- volucién proletaria, socialista, vendr4 después.”® En este sentido, considera que la meta inmediata es construir una Indoamérica industrial, capitalista y duefia de todos los refinamientos de la técnica, donde el periodo del gobierno burgués se haya cumplido. Sobre Ia lucha de clases, pre- cisa que no hay que abandonar el principio clasista como un punto de partida de la lucha contra el imperialismo en una regi6n en que coexisten distintos modos de produc- ci6n pero, siendo el imperialismo el principal peligro para nuestros pueblos, debemos subordinar temporalmente las otras luchas a la principal. Los cinco puntos del programa méximo Para dar coherencia a su concepcién te6rica, Haya de Ja Torre claboré un programa maximo internacional, vali- do para todos los paises de América Latina, de Gnicamen- te 5 puntos. Este programa, cuyo laconismo siempre ha llamado mucho la atencién, consiste en: 1) Acci6n contra el imperialismo; 2) Por la unidad politica de «América Latina; 3) Por la nacionalizacién de tierras e industrias; 4) Por la internacionalizacién del Canal de Panamd; y 5) Por a solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo. El primer punto, segiin afirma Haya, originalmente decia: “acci6n contra el imperialismo yanqui”. Pero se vio obligado a suprimir la palabra “yanqui” porque Mella, en el folleto citado, 1o acus6 de “agente del imperialismo inglés”. De este modo el primer punto qued6 definido como una toma de posicién contra todos los imperialis- mos, a pesar de que es el norteamericano el que se ense- florea en nuestras tierras. La razén de ser del enunciado €s evidente, pues el imperialismo, a juicio de Haya, viola 3 P.R2, 74 nuestras soberanfas y explota a nuestros pueblos, con la complicidad de las clases gobernantes: los terratenientes, Jos comerciantes y las incipientes burguesfas, a las que hay que desplazar del poder. En el segundo punto se plantea la unidad politica de América Latina, si posible la formacién de una federa- ci6n (a veces Haya habla de federaci6n; en otras ocasiones de confederaci6n y también, simplemente de unidad). Ello porque no se trata de un problema nacional aislado y-“el imperialismo —dado su inmenso poder— no puede ser afrontado sin una politica de unidad latinoamericana”.* En el tercer punto se postula la nacionalizacién de tierras, a fin dé emprender la lucha contra la semifeudali- dad, Io que implica crear un vasto sistema cooperativo, asi como Ia nacionalizacién de industrias, para rescatar estas riquezas de manos extranjeras. En el punto cuarto la idea de internacionalizar el Ca- nal de Panama obedece al propésito de que un centro crucial de la navegacién maritima mundial, un medio fun- damental de circulacién de riqueza, no esté bajo el qn- tralor de Estados Unidos. En un documento oficial del APRA, relativamente reciente, se actualiza este punto y se sostiene que, si bien con los tratados Torrijos-Carter no se cumple al pie de la letra la aspiraci6n hayista, en cam- bio sf se cumple con un espiritu, o sea, la finalidad de que un servicio publico internacional tan importante no siga a cargo de una potencia extranjera. En el punto quinto es obvia la necesidad de la solidari- dad con todos 1os pueblos y clases oprimidas del mundo. Pero Haya afirma que, siendo Indoamérica la plaza ase- diada por excelencia de parte del imperialismo, para que tal solidaridad sea efectiva es necesario que, previamente, se redima y libere nuestro subcontinente. tos son los cinco puntos que se proclaman en El antiimperialismo y el APRA como programa maximo co- mén para América Latina. Sin embargo, consciente de 4 PS. 5 © que es indispensable estudiar a fondo las formaciones so- | Gales de cada pais para precisar programas mas especifi. cos y amplios, Haya imaginé un método para proceder, al cual aludi al principio de estas notas. Bajo la responsabilidad de los grupos apristas de cada pais, habria que elaborar los programas minimos y progra- mas nacionales, de acuerdo a las necesidades. Por eso, el Partido Aprista Peruano (PAP), al contender contra Sén- chez Cerro, plants un programa especifico que incluia una reforma agraria, la nacionalizacién de la minerfa, la redenci6n del indio, una ley laboral avanzada, la reforma educativa y los derechos politicos de la mujer. Pero esto se vera con mayor claridad al referirnos a la idea de la clase de partido que quiso ser el APRA. El Partido y su politica de alianzas Partiendo de la premisa de que “la emancipacién an- tiimperialista de los pueblos indoamericanos se deberd a los pueblos indoamericanos mismos”; Haya plantea el instrumento de acci6n, es decir, un Partido Indoameri- cano de Frente Unico, sustentado en secciones 0 partidos nacionales, para tomar el poder, como cuestih funda- mental, y establecer oportunamente una federacién lati- noamericana. El partido debe ser un partido de bloque, de alianza interna, no eminentemente clasista, sino que integrado por los sectores sociales mayoritarios que mas resisten la ofensiva del imperialismo: la clase obrera, jo- ven, reducida y apenas en formacién; los campesinos, que constituyen la gran mayoria de la poblacién, y las clases medias, sometidas a un proceso de proletarizaci6n, las que cuentan entre sus filas a los mejores intelectuales. Al Principio, en cada pais, mientras no estén constituidos os partidos apristas, se deberd actuar como frente tinico (obreros, campesinos, intelectuales) pero, en todo caso, 5 PST. 76 os asociados deberdn acatar el programa maximo, a re- serva de redactar sus programas minimos més especificos. A titulo de ejemplo, Haya sefiala que en la historia han existido casos semejantes de partidos de alianza antiimpe- Tialista, como el Kuo Ming-Tang chino, fundado por Sun ‘Yat Sen. Hasta en Europa —agrega— el Partido Laboris- ta inglés, que alia bajo sus banderas a numerosas agrupa- ciones y tendencias, no es mAs que una vasta organizacién de frente Gnico contra el dominio politico de la clase explotadora, Para precisar el alcance del aprismo, sefala que se trata de un partido latinoamericano, mientras los comunistas constituyen un partido mundial. Ademis de reunit en un partido a todos los oprimidos, Haya afirma que el APRA, que de ninguna manera debe recibir en su seno a la burguesia, necesita practicar una politica de alianzas, aprovechando las desavenencias que pudieran surgir entre el capital nacional y el capital nor- teamericano. Pero sefiala que con esta burguesfa, si acaso, debe legarse a convenios transitorios o temporales, sin confundirse con ella, precisando los limites, la duracién y el objetivo del pacto. El APRA también debe tomar en cuenta las pugnas interimperialistas y las posibilidades de una guerra. Por otro lado, Haya critica a Losovsky y afirma que, contra lo que cree el soviético, los mejores aliados nortea- mericanos de Ia causa antiimperialista indoamericana no son los obreros de Estados Unidos sino los intelectuales democraticos de la clase media. Al igual que los obreros ingleses, que no apoyaron la resistencia pasiva de Mahat- ma Gandhi, piensa el dirigente peruano que lo mismo hacen los obreros norteamericanos en relaci6n con la cau- sa de América Latina. Haya no habla expresamente de una “aristocracia obrera”, pero sefiala muy didfanamente que “la edad do- rada” capitalista en Estados Unidos permite cierto bienes- tar a la mayoria de los trabajadores de ese pais, bienestar al que contribuye “el trabajo que no se paga” a los escla- vos foraneos del imperialismo norteamericano. En virtud 7 & de ello, considera que son los intelectuales avanzados de Norteamérica, que dicho sea de paso han escrito las mejo- res obras contra el imperialismo y los que, si se quiere, de modo circunstancial o por razones sentimentales, quienes han demostrado hasta ahora una mayor solidaridad con la emancipacién de Indoamérica. El Estado antiimperialis Todo el esfuerzo partidario debe conducir, para Haya de la Torre, a crear el Estado antiimperialista en nuestros paises, 0 sea, un capitalismo de Estado como un sistema de transicién hacia una nueva organizacién social. Sin em- bargo, toma distancia de lo que para él es el capitalismo de Estado soviético —no sélo del periodo de la NEP, sino el del periodo siguiente—, asf como del capitalismo de Estado europeo, surgido como una medida de emergencia en la vida de Ia clase capitalista. Sefiala que nuestro capi talismo de Estado, ajeno a la dictadura del proletariado y a Europa, sera distinto. Insistiendo en la necesidad de que hagamos nuestra propia Revolucién Francesa —que, a su juicio, no es mas que hacer una revolucién indoamericana, que se base en experiencias de nuestro medio como, por ejemplo, la Re- volucién Mexicana—, no brinda un apoyo incondicional a Jo que era, en su momento, esta revolucin. En su enten- der, hay que aprender de ella, de sus aciertos y errores, especialmente de sus errores, como “la peste burocritica” existente, para superarla en otras regiones nuestras. Al intentar un juicio critico, indica que la Revolucién Mexicana no ha avanzado més porque el imperialismo se Jo ha impedido, y que aquella “no ha tenido teéricos ni lideres, y es una sucesién maravillosa de improvisaciones, de tantcos, de tropezones, salvada por la fuerza popular y el espiritu ind6mito del campesino revolucionario, consti- tuido por hombres ignorantes”.6 Acepta inclusive como 6 P46, B posible que la Revolucién Mexicana, “sin un programa cientifico previo, sin una definida orientacién doctrinaria, pueda ofrecer a primera vista un programa claro que pre- cise clarificar su contenido social”? Sin embargo, hay mucho que aprender de la Revo- luci6n Mexicana, que ha formado un Estado que es el instrumento de las tres clases antiimperialistas de Indoa- mérica (obreros, campesinos y clases medias), que protege al proletariado, para ponerlo en condiciones de enfrentar- se al capital en la lucha de clases y que se presenta como el fiel de la balanza o juez de la vida social. Haya de la Torre considera que entre las ensefianzas derivadas de la Revo- luci6n Mexicana esta la de que no se puede utilizar el viejo aparato de Estado y que la Constitucién de 1917, en vi- gencia antes de que Lenin tomara el poder en Rusia, tiene un contenido democratico, antifendal y antiimperialista. El Estado antiimperialista para Indoamérica, tal como él o concibe, inevitablemente contratard con Norteaméri- ca, aunque sujeto a reglamentaciones, y deber4 crear un sistema planeado de la economia y un “Estado de guerra”, en el que el uso de la libertad econémica a nuestra iniciati- va privada debe ser limitado para que no se ejercite en beneficio del extranjero. Haya admite que, si bien la exposici6n contenida en su libro tiene deficiencias, “sabemos bien que vamos hacia la izquierda”,* aunque, en definitiva, sern los hechos futu- ros los que definiran mejor y perfeccionarén la doctrina aprista. No le parece que la doctrina pueda aparecer completamente expuesta de una vez, subrayando que, de momento, las actividades del APRA estén dirigidas a la propagacién de sus elementos doctrinales y del programa maximo de 5 puntos y a la organizaci6n de las fuerzas an- tiimperialistas en grupos partidarios nacionales, los cuales redactardn sus programas minimos. 7 P91. 8 P14, 79 Para él, la Gnica limitacién al pensamiento la debe imponer la realidad, resultando muy dificil prever los de- talles programiticos sin conocer previamente la fuerza de un movimiento y las condiciones objetivas en que se pue- da producir una revoluci6n. De cualquier modo, adquiere un compromiso: “El presente libro servira de base para otro mas extenso”.? Epilogo Desde que Haya de la Torre escribié El antiimperialis- moy el APRA hasta su muerte, transcurrieron muchisimos afios de actividad suya, pero nunca aparecié el nuevo libro prometido. El aprismo, para sobrevivir y superar las re- Presiones, tuvo en algunas ocasiones que maniobrar y la vida de su lider maximo estuvo Ilena de sobresaltos. Final- mente, el APRA lleg6 al poder en el Pera en el periodo de 1985-1990, bajo la presidencia de Alan Garcia, quien trat6 de corregir algunos errores hist6ricos de su partido en un momento en que éste ya no tenfa la misma fuerza orgéni- cade antes y en que la crisis mundial hacfa estragos. Desde el afio en que Haya escribié El antiimperialismo y el APRA se establecié una ruptura con el comunismo ‘que nunca fue superada. La pasién manifiesta en el libro de Victor Rati, cuando refut6 algunas tesis dé la Interna- cional Comunista, la mantuvo a lo largo de los afios en un agrio encuentro politico. Siempre fue evidente en él, apar- te del justo afan por defender puntos de vista, su espiritu obsesivo de competencia para ganarse a las masas y el prurito de “desenmascarar” a los comunistas como equi- vocados. Todavia en el prélogo a la tercera edicién del libro, en 1970, 42 afios después de haberlo escrito, Haya volvi6 con sus viejos resquemores, acusando a la Revolu- cién Cubana de “una avanzada rusa en América Latina”. Su espiritu de andlisis, cegado por el prejuicio, brillé en este caso por su ausencia. Se le escapé por completo la 9 P.146, 80 estrategia armada de Fidel Castro, que unific6 primero a sus huestes del Movimiento 26 de Julio (sin romper con el Partido Comunista ortodoxo), luego a los grupos afines y, finalmente, incorporé a la burguesia inconforme con el batistato, alcanzando el triunfo con un 95% de apoyo de Ia poblaci6n. Con ello pudo conformar un gobierno bien respaldado que impuls6 grandes transformaciones sociales. El planteamiento hecho en El antiimperialismo y el APRA no se lleg6 a concretar, salvo en el Perd, donde el aprismo logré ser el més grande partido de masas del pais. El frente continental de fuerzas que se le opuso tiene que ver con su fracaso, pero también, sin duda, con la incapa- cidad del aprismo para superar ias contradicciones en el campo de las izquierdas, que se presentaron al momento de su surgimiento, lo cual no significa exculpar de errores a la Internacional Comunista, Para sobrevivir, el aprismo se vio obligado en el Perti a diferentes cambios tacticos, no siempre en la direccién correcta, y a veces hasta a hacer vida de catacumbas. Hoy, las lecciones derivadas de la desaparicién del so- cialismo real en Europa del Este y la tragedia soviética, asi como la dificil transicién que atraviesa América Latina, evan a que repensemos nuestra problematica. Ello debe comenzar, sin duda, por una relectura de las obras que formaron nuestro patrimonio politico. Entre ellas destaca El antiimperialismo y el APRA, mo- tivo de estas notas. A mi me parece que és esencial reco- ger la necesidad de actualizar el pensamiento bolivariano, a la manera como lo intent6 Haya para su €poca. Asimis: mo, estudiar a América Latina en base de sus especificida- des, haciendo a un lado los remedos simplistas 0 los calcos extranjeros, bajo la convicci6n de que “la emancipacién de los pueblos indoamericanos se deberd a los pueblos indoamericanos mismos”. Soy de opinién que Haya de la Torre estuvo en lo justo al referirse al importante papel progresivo que juega en América Latina un sector de las clases medias, asf como sigue siendo valida la tesis hayista de que el imperialismo 81 no sélo explota a nuestros trabajadores sino, también, a nuestros pueblos como naciones, por lo que hay que tener presente, ademéas de Ia lucha de clases, la lucha de los pueblos que defienden su soberanfa. Es atractiva la idea de Haya de la Torre de elaborar un programa de cinco puntos para toda América Latina, muy sintetizados, a la manera de méximas chinas, indepen- dientemente de estar 0 no de acuerdo con el contenido exacto de esos puntos en la actualidad. Sin embargo, un programa general condensado debe desprenderse del es- tudio previo de las formaciones sociales respectivas, y no al revés. Entre los cinco puntos destaca especialmente su aserto de que “el imperialismo —dado su inmenso po- der— no puede ser afrontado sin una politica de unidad Jatinoamericana”. No sé qué perspectivas tenga en este instante la propues- tade Haya de la Torre de formar un Partido Indoamerica- no de Frente Univo, sustentado en secciones nacionales. La idea es interesante, asi como Ia division del mapa de América Latina, aunque superando la tipologia de Haya. Como quiera que sea, los partidos politicos en nuestro medio, considerando la posibilidad de ser los instrumen- tos concretos de realizacién de los cambios sociales, de- ben inscribir prioritariamente en sus programas la meta militante de lucha por la integracion de nuestro conti- nente. Estas notas fueron preparadas con intencién de objeti- vidad y el deseo de contribuir a superar antiguos y secta- ios errores, Ojal4 no contribuyan a atizar negativamente el fuego de los recuerdos apasionados. | | | 106 LOS ESTUDIOS HISTORIOGRAFICOS 83 Los historiadores protomarxistas y las figuras heroicas de Ja Revoluci6n Mexicana* Enrique Rajchenberg S. Obpjetos del desdén o de la burla por parte del gremio de los historiadores, los autores mexicanos de la llamada es- éuela socialista han sido proscritos de los states of the art de la historiografia nacional. Después de sesenta afios de discusi6n metodol6gica, de apertura de archivos y de conso- lidacién académica de la historia, la obra de estos autpres que nacieron prdcticamente con el siglo, parece excesiva- mente esquemdtica y simplista. A veces los historiadores de hoy olvidan que “toda obra hist6rica [...] es supera- ble” y, por lo tanto, no simplemente desechable. Obviar as determinaciones hist6ricas de la produccién historio- grafica es, sin embargo, un pecado més grave que el es- quematismo y la simpleza de argumentos. He agrupado con el término de protomarxistas a cinco autores: Luis Chavez Orozco, Agustin Cue Cénovas, José Mancisidor, Rafael Ramos Pedrueza y Alfonso Teja Za- * EL autor agradece los comentarios criticos y sugerencias a este articu- Jo realizados por Eugenia Meyer. Bvidentemente, el texto y sus errores caen cen el dimbito de mi responsabilidad. 1 Andrea Sanchez Quintanar, “Tres socialistas en la historiografia me- xicana contemporénea”, en Anuario, nim. 2, Morelia, Universidad Michoaca- na, 1977, p.37. El presente ensayo se origin6 en la Jectura del articulo citado 4, 6n ese sentido, es tributario de Este. 85 bre que, armados de algunos jirones de materialismo hi 2 n 10 his- {orico, Se dieron a la tarea, en los decenios del treinta y Bido alos héroes de la revolucién mexicana. \unque los elementos tedricos que permit imi el objeto de estudio serén vertidos «lo largo dolensavor ce impone una definicin inicial de la heroizacion de la hixto. ria. Desde mi punto de vista, se trata de la exaltacion de figTias cualidades, presentes s6lo en algunos hombres, a tas cuales se les atribuye un reconocimiento social tran fee Mis especificamente, consiste en la explicacién gel que er hhistrico por medio de la sola accién de La heroizaci6n de la historia constituye una astucia del Poder, puesto que a la sociedad se le confiere el papel de Seguidora de los senderos andados por el héroe. Asiicomo 6.108 Protomarxistas escapan parcialmente a esta defini- GSR Porque sus posturas teoricas los obligan a considerar Para hacer de las propuestas marxistas principi i er de las pr principios heuristi- cos de Ja investigacién los llevan a heroizar Ta'historin 86 tn Las visiones heroicas de la historia pueden ser consig- nadas como co-fundadoras de mitos y éstos son un nivel de la realidad, son una modalidad de la realidad pensada. En parte, los hombres actian conforme a lo que creen y, a veces, en lo que creen es en los mitos. Ello no hace a éstos una simple mentira. Por lo tanto, no considero correcta la contraposicién absoluta mito versus realidad, frecuente- mente utilizada. Por esa razén, no procederé tampoco a desmentir a los autores, como si pudiera confrontar fo que dicen que sucedié con lo que realmente acontecié. Intere- sa aqui tan s6lo ef modo en que determinados personajes hist6ricos son heroizados. El ensayo comete dos injusticias con los cinco proto- marxistas, justificadas tinicamente por la necesidad de ex- poner més fluidamente los argumentos analiticos. Por una Rarte, juzga a los autores como si fueran historiadores, cuando en realidad no era la actividad profesional princi- pal de Jos cinco. Por otra, al circunscribirse a sus obras sobre la Revolucién, no da cuenta de la fecundidad de sus investigaciones acerca de otras épocas; el caso més noto- rio seria el de Chavez Orozco. La investigaci6n del pasado s6lo se justifica si interro- gamos al presente, si lo problematizamos gracias al cono- cimiento del pasado. A su vez, la accién politica es la que nos permite tender un puente hacia el futuro e irlo construyendo. Para los protomarxistas, comprometidos précticamente con un ideal politico, la eficacia de la inves- tigacién y de la difusi6n de la historia era evidente. Algu- nos de ellos no dominaban el oficio de historiar, pero los cinco sabian para qué historiar. El ensayo contiene tres partes. La primera se refiere a Jos determinantes hist6ricos de la produccién de los pro- tomarxistas, a partir de dos 4ngulos: uno, el del debate intelectual de la época; dos, el de la coyuntura econémica y politica que vivieron. La segunda parte concieme a las interpretaciones que nuestros autores elaboraron acerca del movimiento revolucionario. La diltima y central consis- te en el anilisis de los héroes en los protomarxistas. 87 Marx en México El cardenismo fue vivido por un sector de la intelectua- lidad mexicana como un reencauzamiento de la Revo- lucin en la senda iniciada en 1910 y temporalmente abandonada durante los diez afios del régimen, constitu- cional o tras las bambalinas del poder, de Plutarco Elias Calles. Las movilizaciones populares, el reparto agrario, pero sobre todo la expropiacién petrolera, sentaron las bases de la conviccién de que el pais ascendia acelerada- mente por los peldafios de la escalera socialista. Dos hechos coadyuvaron a cimentar esta percepci6n de Ia realidad. El primero consistié en Ia imagen, difun da por la Uni6n Soviética, acerca de los éxitos de 1a prime. 1a revoluci6n socialista en el mundo. Pero no solo fue la imagen publicitada sino que, en algunos casos, los viajes Tealizados por algunos a la URSS se conjugaron con una vision verdaderamente apologética de lo que acontecia en la patria de Lenin. Se vivian los afios heroicos de la Revo- luci6n Rusa y ellos dejaban su huella grabada en la con- ciencia de los socialistas mexicanos.? El segundo, igualmente generado en la URSS, se refie- re al horizonte tedrico dominante de la izquierda socialis- ta. Desde la segunda mitad de los afios veinte, la Tercera Internacional difundiria sus tesis acerca del fascismo co- | mo expresi6n politica de la inexorable decadencia del ca | pitalismo. El totalitarismo represivo de Italia y Alemania, | caracterizado por Ramos Pedrueza como un “retroceso hacia el medioevo”, serfan el indicador mas evidente de la incapacidad de gobernar de la burguesia. Aunque algunas voces disidentes se alzarfan, demostrando que el fascismo era en realidad la forma politica que asumfa la reestruc. turacién capitalista ante la crisis del liberalismo y de la economia de libre competencia, las tesis de Dimitrov, por- 2_ “El movimiento més profundo que ha sacudido a la humanidad”, dice Ramos Pedrueza, “cs la Revoluci6n Rusa, generada por Ia teoria cconémica de Carlos Marx”. Sugerencias revolucionarias para la ensefianca de la historia, México, UNAM, 1932, p. 3. 88 tavoz del PCUS, devendrian las hegeménicas. De este modo, los puntos de vista opositores —los de Gramsci y Korsch, entre los mas connotados— sucumbirian al nivel del marxismo unde |. La crisis econémica iniciada en 1929 revigorizaria las tesis del PCUS. Ahora le tocaria al economista Varga proclamar el inminente colapso ge- neral del capitalismo y el igualmente proximo advenimiento natural del socialismo en escala planetaria. El PCUS profetizaba el futuro y, en México, el régi- men cardenista parecia confirmarlo: habia que impulsar los contenidos progresistas de la pol del régimen y prepararse para Ia sociedad sin clases. El marxismo se erigia, por consiguiente, en la construccién doctrinal mas adecuada para el momento. Junto con las profecias del PCUS, llegaba a México el paradigma marxista a copiar. Se trataba de su expresién més vulgarizada, en que se reducia la economia a la preeminencia del factor econé- mico sobre otros niveles de la realidad Esta oleada de marxismo que arribaba a tierras tropi- cales no podia desatar una discusién teérica, una suerte de marxologia, sino un aprendizaje veloz y dogmitico de la escasa literatura marxista disponible en espafiol para su inmediata aplicacién al caso mexicano. El Manifiesto del partido comunista era conocido de tiempo atrés, al igual ‘que el famoso Prélogo a la Contribucin a la critica de la economia politica, pero El capital y los Grundrisse eran totalmente desconocidos. Cuando Mancisidor escribe su pequefia obra titulada Marx, se consagra a exponer los hitos de una vida ejem- plar, salpicados por algunas citas del biografiado. Exalta Jas cualidades intrinsecas al personaje y su capacidad para apace ee cn eB Pens Corin rte peporsona ata lsu exp a ee re ean oe eee per ciate cetacean eee caer te cee oa ae emi Le eee crease 89 ignorar las apremiantes necesidades insatisfechas.* Se tra- {a de Ja construccién de una figura heroica, lograda me- diante la atribucién a un hombre de propiedades fuera de Serie y que, como veremos posteriormente, acompaiiaré la pilficacién de los héroes de la Revolucion Mexicana por los protomarxistas. Ello acrecentaba la utilizacion ideclo. gica del marxismo, al mismo tiempo que menguaba su eficacia cientifica para la explicacién del cardenisino. Si bien en este ensayo preocupa fundamentalmente analizar la construccién de figuras heroicas en la literatura historiogréfica (proto)marxista, merece destacarse que el mismo paradigma tercerinternacionalista se difundié a otros Ambitos del quehacer intelectual. Por un lado, la econo. mia, que hacia sus primeros pasos como disciplina auto- noma en México, adopts las tesis de Varga augurando el inminente fin del capitalismo. Por otro, la literatura se alineé en los cénones emitidos en la URSS. La recomen. dacién consistié en escribir literatura proletaria y revolu. cionaria, contrapartida escrita del realismo socialista en la pintura y la escultura: “La literatura revolucionaria debe tomar partido con Ia Gnica clase que puede realizar el Socialismo, es decir, con el proletariado.”* En esta perspectiva, son cuestionados la obra de Maya- kovski, el estridentismo de List Arzubide y la novela de la Revolucién “tan burguesa como Ia produccién vanguar- dista”.’ A partir de ahi, se desarrolla una coleccién de A gis desde nifto un ser superior al que sus propios compaferos temen 2 Fespetan. Sus padres, dentro de las disciplinas de la vieja sociedad, Hegaron 8 concebir. respecto a él, las mas risueBias esperanzas. Mas, rqué relacion ee 3 de net Aho de 1929 se inicié una gigantesca crisis econémica que ha Pie eae relieve el estado de decadencia del régimen capitalisa.” Agustin ‘Cue Cinovas, Historia del capitalism, México, Bd: Gratos, 1943, p20" & Lgtenzo Turrent Rozas, Hacia una lieratura proletara, Salapa, Tidi- ciones Integrales, 1932, p. XI. 7 Bid, p.XVv1. 90 iterari i isidor con La textos literarios, de los que fue pionero Mancisic asonada, en 1931. En elles, destacan personajes capaces de sobreponerse a toda pena terrenal y consagrarse. co ‘una voluntad sobrehumana 4 la causa revolucionaria. La Revolucién Mexicana vista por los protomarxistas ; ij jis ‘ico, el marxis- He agrupado bajo un mismo techo teérico, mo, a historiadores que, con rigor conceptual y grados de adhesin diversos al materialismo hist6rico, fucron activos catedréticos 0 eseritres de historia du ees 05 tein \én después. Empero, la biog: say aa onmaciony voenciOn profesional dvvergeny elo se reflej6 en apreciaciones disimbolas acerca de 1a Revo- i6n de 1910. _. reeGon el objeto de distinguir con mayor precisin las propuestas interpretativas de los autores, conviene dividir el andlisis en dos secciones: la primera referente a las causas de la Revolucién; la segunda, consagrada a su ca- racterizacién global. : a. Causas de la Revolucion de 1910 {tores que nos ocupan, el porfiriato repre- senté unt interrapesa en el camino emprendido por el juarismo. Tiempos de retroceso y aa marcaron una discontinuidad en Ia historia de México durant “se itos guian esta apreciaci6n. Por un lado, la Dos propésit¢ ke veneracion” del “gran Judrez”, como lo nombrara Teja ee ee toate aa S acma es eats seen es An, Gets win dob Mode Ze a eh en ieee oe ea ae a Le a cs Ep Bia ONO, lan aun eee aoe cs See ee eecaye Be de légrimas, de actitudes desesperadas. Ibid. p. 31. OL Zabre o, en general, de los liberales de 1857, muestra de incorruptibilidad, como pi Ramos Pedrueza.’ Por otro, la clésica contrastacién entre lo viejo y 10 nuevo, catre el-antes-y-el-después, que magnifica el ahora y sus bondades. Bajo esta misma perspectiva, los mas dé tres decenios de vida oprobiosa bajo Ia dictadura porfirista condujeron inexorablemente a la Revoluci6n. Sin embar- 80, las posturas de cada autor son variadas frente a este acontecimiento. En la versién més radical de Ramos Pedrueza, quien considera que el concepto de lucha de clases es Ia clave explicativa de la historia, la masa popular “se levanté con. tra el pequefio grupo oligérquico que se apoderaba de toda la riqueza nacional”. Aunque Ramos Pedrueza re. Gonoce el impulso otorgado por Madero al levantamiento, éste parece emerger de la voluntad auténoma de las clasee dominadas. En cambio Mancisidor reconoce que “los gru~ Pos politicos de extracci6n liberal, encabezando el descon. tento de las masas explotadas, iniciaron una campafia de franca oposicién que habfa de dar al traste con el régimen porfirista”. Al lado de estas dos visiones politicas se formulan las de Teja Zabre, quien es reacio a analizar la Revolucion “porque esta demasiado cerca de nosotros”, y la de Cha, 1g2 Oroz0. El primero alude a una suerte de desequi- librio global en Ia sociedad porfirista tardia entre las fuerzas productivas y las formas politicas. Para Chaves Orozco el gobierno de Diaz fue fa consolidacién de un régimen de produccién feudal y la creacién de un régimen de producci6n capitalista. De la contradiccién en que en. traron estos dos sistemas, al madurar el uno (el feudal) y dani 2t0 Ue SorTompe no amengué su honestidad: los éxitos y los Sugrtunios no alteraron su heroica impasibilidad.” Rafael Ramos Pedreeee, Sugerencias..., op. ct, p.23. 10. Ramos Pedrucza, Sugerencias.... op. cit, p. 29. Ji José Mancisidor, Sintesis hisiérica del movimiento social en México Go40), México, Centro de Estudios Hist6ricos del Movimiento Obsere Mee, ‘ano, 1976, p. 33, 92 al desarrollarse el otro (el capitalista), surgié la Revolu- cién de 1910.2 Este objetivismo, que permite a Chavez concebir a la Revoluci6n como resultado de fuerzas eco- némicas, le evitar4 tener que referirse a individuos de cualidades extraordinarias, como en el caso de los otros historiadores, con excepcién de su admiracién apologética a Cérdenas que examinaré posteriormente. b. Caracterizacién de la Revolucion Mexicana oe s te punto, nuevamente, las definiciones discre- pan entrest aanque los cin autres concuerdan: a calor del cardenismo o en su fase mas tardia, que la Revolucién y sus motivos deben ser retomados. Su posterior “desilu- 3ién revolucionaria”® no los conduce a un desencanto de tipo weberiano: sus textos de los cincuenta no son de amargura, sino al contrario de reafirmaci6n de los princi- pios de la gesta de 1910. ; Una de las caracterizaciones de la Revoluci6n que per- duraré en la literatura marxista es la de Ramos Pedrueza, consistente en afirmar que se trat6 de una “revolucién democratico-burguesa latente desde 1810, vitalizada por la Reforma y desviada por la dictadura porfirista”."* Pues- to que Ramos Pedrueza est4 convencido de que la Revo- lucién representa una vuelta més de la rueda de la historia en “su marcha progresiva, incontenible, hacia la construc- 12_ Luis Chives Orozco, Historia econdmicay social de Mésico, México, Ed, Botas, 1938, p-171. rea Sénchez Quintana, El pensamnientohistérico de Alfonso Teja Zale tee cencatrns Facultad Fowaay Letra, UNAM, 1966, 2. eatmular yfortleer 4 Pr ejemplo, Cue Cénovas spear en 1959 “timer y la apiracn inperionyendicn del poco mesieano did fecneausat : 2”. His i i lias, 1959, p. 13, productoras del pais”, Historia mexicana, México, Ed. Trill mis Rafael Ramos Pedrueza, La lucha de clases a través de la historia de México, México, Talleres Graficos de la Naci6n, 1941, p. 21. 93 | ci6n del socialismo”, el saldo es positive para las clases lucién habrfa rebasado Jos limites marcados por una re- dominadas de la sociedad burguesa volucién burguesa. Esta conclusién est4 provocada por su En ese sentido, destaca el abismo entre el campesino admiraci6n irrestricta al articulo 123, que “rompié Ia ar- Tos “vines yao Yel capataz de la época porfiristay -~—-~monfa burguesa garantizando, explicitamente, Boer los “viriles y altivos ejidatarios e indémitos agraristas de 1 ses de las masas trabajadoras”, y a la constitucién de 4940", entre los obreros de 1910, extenuados por su traba, | Querétaro en su conjunto: “{No es esta Constituci6n una | Pr¥ Tes de 1940, “uniticados en poderosas organizaciones «| ~—~=«éfuetua‘revoluconards ave Proyectaba hacia todos los ¥, Portadores de una cultura revolucionaria insospechade | tincones del mundo?” | durante la dictadura porfirista”” Sin embargo, advieta | aan a eon aie, de) Brocco os | Ios limites de los derechos obreros consagrados en el ar- } autores es evidente. Empero, ninguno de ellos considera, | ticulo 123 constitucional, atribuye al Estado un caricter : en virtud de su ideario socialista, que la Revolucién fuera ck clase burgués y admite su imposibilidad de convertirse «|= wet n gue ya ce Anon aleanzado los principios | pieced pate mientras subsista el reconocimiento ala pro. | _originalmente propuestos en el lerantamiento popula Al | Piedad privada en la Carta Magna, i contrario, se trataba de un punto en un largo proceso, que ‘Teja Zabre asegura que los articulos 27, 28, 123 y 130 era menester profundizar. En sintesis, la Revoluci6n se- | Gonstitucionales son una suerte de apéndice aun “ieee i guia vigente y esta convicci6n la mantuvieron incluso en el democraticn mayoritario, individualista, burgués y liberal postcardenismo, cuando la ilusién de un irresistible y ve- clasico”," consistente en reformas socialistas, Pero, al re. La a era hf ferirse al 123, dira que “es el paso mas importante dao mente, bajo los efectos del capitalismo norteamericano por un pais para satisfacer las demandas de la clase traba. | triunfante. Lamentablemente, nunca se percataron de que Jadora”.” Coherente con el finalismo histérico que sostie- ! la historia no siempre camina del buen lado. | ne, la Revolucién debe ser entendida como ww impulso | hacia la consumacién de su evoluci6n, misma que consis. i tira en el “establecimiento de un Estado socialista como i Panacea de todos los males” i Los sujetos de veneracién: los héroes Nuestros autores no escaparon a la proclividad de la historiografia dominante de confeccionar héroes, a pesar | Mancisidor es mas contundente atin en la caracteriza- ar | cién propuesta. “La Revolucion Mexicana ofits fae de su desdén inicial por proceder a la manera tradicional. | asf una revolucién popular, burguesa, antifeudal y anti. De hecho, su propésito de fundar una visi6n alternativa | _imperialista.”* A pesar de su cardcter de clase, la Rove, de Ia historia permanece a mitad de camino, dado su "16 Wid, p. 462. escaso conocimiento de la teorfa que supuestamente iba a | 17 Bie, p. 439. guiar el nuevo quehacer intelectual. . 18 Alfonso Toja Zabre, istora de México. U; ; Una galerfa de héroes esté sujeta a transformaciones México, Ed, Botas, 1961, 4a. ed, p34. * edema interpretacin, en el largo plazo, Existe certa pea eee 19 Alfonso Teja Zabre, Panorama hiner : durabilidad de los mitos épicos en el ; Mésic, Ed Bots 1938, pigeons Mitre de ls Revolcién Mexicana, cuya estructuracién no se modifiea con la coyuntura. En la 20. Andrea Sénchez Quintanar, El pensamiento.., op. cit, . 150. —— 21 José Mancisidor, Historia dé la Revolucién Mexicana, México, Cos- eee ta-Amic Ed, 1977, 33a. ed, p. 313. ’ sae 23 José Mancisidor, Sintesis histérica..., op. cit., p. TL 94 95 a medida en que los héroes devienen simbolos Patrios, se convierten simulténeamente en valores absolutos, consi guientemente incuestionables y a prueba de las pequefias mente desplazan a las anteriores, pero no necesariamente las suprimen. Una de las expresiones de la batalla ideolégica librada entre las viejas y nuevas fuerzas politicas se verifica, preci- samente, en las propuestas divergentes de héroes. Para el nuevo régimen, resulta imperioso rutinizar, fincar tradi- cién en torno al poder politico y su bloque de fuerzas emergentes. Reclamarse heredero e institucién de valores absolutos, como lo son los héroes, consiste en el proceso mediante el cual el nuevo Estado puede, entre otros, ape. lar a la raz6n de Estado, tan indiscutible como los mismos héroes, para legitimar sus acciones. Nuestros protomarxistas viven el momento de consoli- daci6n del régimen emanado de la Revolucién y mantie~ nen con respecto a él si no una adhesién incondicional, si una actitud de colaboracién. Ellos también se daran a la tarea de construir héroes. a. éQuitnes son los héroes? Uno de los parteaguas ideolégicos entre fuerzas con- tendientes est constituido por la inclusin o exclusion de Personajes hist6ricos en la galeria heroica. Por supuesto, los insiders son los héroes; los outsiders los antihéroes. Ast, puede ser rastreada la sucesién de conflictos ideolégicos habidos en el pais a través de este juego entre individuos recordados y omitidos, tal como lo demostré Josefina Vazquez. titicos.” Rafael Segovia, La politizacién del nitio mexicano, Mexico, El Cala. 25, Ver Josefina Vézquez de Kanuth, Naconalomo yeducaciin en Mi co, Mésic, EI olen de Masea 10, Petecacin on Me 96 En el caso que nos ocupa, la pugna entre “quién entra y quién sale” no adquiere grandes dimensiones en lo que concierne a los supethombres de Ia Revolucién, puesto que dicho proceso empieza recién a historiarse en el mo- mento en que escriben los protomarxistas. Sin embargo, €s preciso conocer quiénes se incorporan y por qué. Los primeros, por orden de aparici6n, son los llamados precursores de la Revoluci6n: Camilo Arriaga, los herma- nos Flores Magén, Juan Sarabia y Librado Rivera encabe- zan [a lista en Ramos Pedrueza y Teja Zabre. A titulo de mirtires, ingresan a la galeria heroica. Ramos Pedrueza afiadird el nombre de Pino Sudrez y Teja a los “héroes sin nombre, obreros de Orizaba, mineros de Cananea, cam- pesinos y ferrocarrileros”* Cue ‘Cénovas, por su parte, no oculta su alta estima hacia Ricardo Flores Mag6n. Para Cue, el fundador del PLM es el verdadero precursor de la Revolucién y, por lo tanto, le arrebata a Madero el nombramiento que la histo- riografia le habia concedido. Destaca su combate al impe- rialismo y su muerte heroica como victima de éste: “Nada doblegé su férrea voluntad; ningtin sacrificio abland6 su alma; ninguna amenaza amedrent6 su espiritu de lucha- dor desinteresado y heroico””" Més atin, termina desban- cando a todos los personajes revolucionarios, al declararlo “el mas puro, desinteresado, noble y generoso de los hom- bres de la Revolucién Mexicana” Las biografias torturadas de estos hombres no los ha- cen menos héroes. Al contrario, decia Teja Zabre, no son héroes s6lo “los afortunados que triunfan; también los que fecundan con sangre y con dolor la derrota que tras- ciende”.® Llama la atenci6n que estos autores, con excepcién de 26 Alfonso Teja Zabre, Historia de Mézico..., op. cit, p. 37. Bn 1910, Teja fue premiado por un poema titulado “Los héroes an6nimos”. 27, Agustin Cue Céinovas, Historia Mexicana, op. cit, p. 295. 28 Ibid, p.297. 29. Andrea Séinchez Quintanar, El pensamiento..., op. cit, p13. 97 la rebelién, no la rebeli rales, agrarias, étc., pero A partir de 1910, desfilan de Ja silla Presidencial. Teja I...) [que] reflej cuya paternidad es atribuida era, el pueblo el nate, cl Pueblo constituye el coro de como héroes los ocu; ites ve en Madero al “interpre, exasperados de la poblacién oprimida’™® Prestigio de una popularidad radeca” 2 define a Madero como “un tumilde por el corazén, magnate coraz6n, ma Por la fortun: j6 Ja opinion pablica, levantando a lac mMasas co! ic feign Aduella dictadura caduca y en plena descom. En cambio, Mancisidor Coahuilense. Identifica su Procede cautelosamente con el Posicién de clase y los limites que ella implica dct ionari ihe a los inencae stn Préctica revolucionatia confor- aprovech6 para pedit a Madero el tablecimi az y el orden que Diaz hubiera establ "| Madero accedi6 a estas exigencias dor movimientos por medios €s atribuida 98 “El capitalismo extranjero ra establecido [...] Madero minando algunos de estos .” Ninguna heroicidad Tepresivos. apéstol de la democracia por Mancisidor, jade iene apuntar un denominador comin a los histo- Hadores que analizamos. Se trata del rasgo que permite a Giertos individuos elevarse al nivel de los héroes. Ein som Alfonso Teja Zabre, Panorama histérico..., op. ct, p. 87. Alfonso Teja Zabre, Historia de México, op. + P-370, Rafael Ramos Pedrueza, Sugerencias... op. cit. p. 30. ‘José Mancisidor, Sintesis histérica, +» OP. Cit., p. 43, i cordancia con su postura politica, slo son héroes aquellos que de alguna manera expresan los intereses de los secto- res populares. Este seré el basamento de su heroicidad. Ello explica la discrepancia entre Mancisidor, por un lado, y Teja y Ramos, por otro, en cuanto a Madero. Existen, sin embargo, algunos atenuantes. Es el caso del nacionalismo, considerado por principio un ingredien- te de una préctica politica progresista. Esta postura se explica por su sentimiento antiimperialista, basado en Jos contenidos nacionalistas de la Revolucién y particular- mente en el momento de fervor patridtico que vivieron los protomarxistas en marzo de 1938. Puede entenderse entonces el trato benévolo conce- dido a Carranza. Por ejemplo, Ramos Pedrueza le re- prochard el asesinato de Zapata, la desaparicién de la “Secretaria de Educaci6n Pablica” (sic) y la imposicién de Bonillas como candidato a la Presidencia, pero “su politi- ca exterior fue digna de admiraci6n [...] Ni el oro ni las amenazas de Wali Street quebrantaron su broncinea vo- Juntad. Su altiva activa actitud frente al imperialismo esta- dounidense fue ejemplificadora.” Alvaro Obregén suscita vivas simpatias, con excepcién de Mancisidor, quien recuerda la represi6n a la huelga de los tranviarios en febrero de 1923, asi como Ia defensa de los obreros libres por el Presidente. En contraste, para Ramos, “Alvaro Obregé6n fue el primer estadista en Amé- rica con vivas y pertinaces tendencias hacia el socialis- mo.” Muy proclive a explicar los errores hist6ricos por la falta de conciencia clasista de los actores sociales, Ramos justifica a Obregén “por desconocer doctrinas econémico- sociales, luminosas, concretas, Gnicas capaces de sefialar la téctica a seguir frente al imperialismo y la reaccion”.* Asimismo, Cue C4novas afirmaré que “la politica agraria 34 Rafael Ramos Pedrueza, Sugerencias revolucionarias..., op. cit., p- 33. 35. Rafael Ramos Pedrueza, La lucha de clases..., op. cit, p.323. 36 Wid. p.131. 99 y obrerista de Obreg6n inaugura verdaderamente una nueva época en el pais” 7 Es Cardenas quien se lleva el aplauso generalizado. Luis Chavez Orozco pierde la serenidad que caracteriza sus anilisis hist6ricos y forja una verdadera apologia del general michoacano: “La aparicién, mas bien dicho, la revelacién de Lazaro CArdenas en la escena hist6rica de México sorprende por su oportunidad. NINGUN HOM. BRE, EN EFECTO, COMO EL SURGIO EN EL PRECISO INS- ‘ANTE EN QUE SE LE NECESITABA COMO UN FACTOR DE RENOVACION SOCIAL.”® Inmediatamente después, a manera de justificaci6n, para no sucumbir en una visién heroica de la historia que combati6, agrega que C4rdenas, al igual que Diaz, Made ro y Calles no son sino productos de sus respectivas épo- cas; “s6io piensan y sienten y se acomodan de manera adecuada a las necesidades y oportunidades de su tiem. po”.” Posteriormente arremete: “ENCARNACION DE LA CONCIENCIA COLECTIVA, PERSONIFICACION PALPABLE DE LOS ANHELOS DE LAS MASAS, REPRESENTATIVO DEL. MOMENTO HISTORICO EN QUE VIVIMOS, ESO Y NO OTRA. COSA ES LAZARO CARDENAS.” Teja Zabre, Ramos Pedrueza, Mancisidor y Cue Cé- novas coinciden con Chavez Orozco. No se trata aqui de enjuiciar a nuestros historiadores por esta heroizacion sin limites que, en verdad, se comprende por la defensa politica de un régimen identificado, segiin ellos, con los objetivos del ideal socialista ya mundialmente en marcha. Interesa nicamente analizar c6mo'proceden a la heroizacién de CArdenas. 37 Agustin Cue Cénovas, Historia mexicana, op. cit, p.276. 38 Luis Chavez Orozco, “Interpretacin marxista de Lézaro Cérdenas”, en Joseph Freeman, Enrique Gutman y Luis Chavez Orozco, Lazaro Cénde. nas visto por 3 hombres, México, Ed. Masas, 1937, p. 28. En mayBsculas en el original. 39° Idem. 40. Idem. En mayfisculas en el original. 100 1 j Se reitera con dicha heroizaci6n el procedimiento tra- dicional de ensombrecer a los personajes previos para resaltar al actual. Calles se vuelve asi el antihéroe por antonomasia. Por ejemplo, Chavez Orozco confronta las palabras de Diaz en la entrevista con Creelman, a quien expresa su deseo de no reelegirse, con la reafirmacién del principio de no reeleccién hecha por Calles, en su tiltimo informe de gobierno. De este modo, los antihéroes se asemejan entre sf; éstos y los héroes no son objeto-de comparaci6n y éstos, a su vez, no rivalizan. Por este mismo medio se enfatizan las rupturas hist6ri- cas y la periodizacién de la historia puede ser cuatrianual, Inego sexenal: “El cardcter regresivo de ese régimen [el callista] en sus postrimerias, y de los gobiernos que le sucedieron hasta 1934, determiné que la Revoluci6n se detuviera a mitad del camino [...] Con la gestin presi- dencial del general Manuel Avila Camacho (1940-1946), en lo social, la Revoluci6n Mexicana sufrié una nueva interrupcién, continuada y acentuada durante la adminis- tracién del sefior Miguel Alemén.™! ; Restan dos personajes que nuestros autores no podian omitir: Villa y Zapata. El primero es definido por Ramos Pedrueza como el “defensor de los explotados”,® “pro- ducto fuerte, sangrante, dramAtico de la torturada gleba mexicana, es dentro de la Historia Nacional una inmensa y tempestuosa fuerza revol aria”.’ Ramos se siente obligado a justificar y desmentir el lado oscuro de Villa, esto es, su dudosa moralidad, que fue precisamente evi- denciada por los autores porfiristas 0 incluso por la inte- lectualidad revolucionaria, con el objeto de rebajar su estatura. “Jamds se embriag6”, “ni siquiera fumaba —dice Ramos—, su erotismo extremado, producto de su tempe- ramento sanguineo, lo impulsaba a la conquista de cuanta 41 Agustin Cue Cénovas, Historia meticana, op. cit, pp. 276-278. 42, Rafael Ramos Pedrueza, La lucha de clases..., op. cit, p-135. 43. Bid, p.153, 101 mujer le impresionaba.”"“ Mancisidor también se cree obligado a mencionar la misma dimensi6n de la persona- lidad de Villa, pero apela al perd6n popular de sus faltas, “para recordar con su lucha y con su obra a uno de los mas recios forjadores de la nacionalidad”. ‘Zapata es un personaje mas limpio, puesto que combi- na la defensa de los intereses de las clases oprimidas con una conducta moral por encima de toda sospecha. Por ello, el morelense puede aparecer como “alto ejemplo de abnegacién y firmeza”.“ Més atin, Zapata combina otros dos elementos de la mayor heroicidad concedida a un individuo, su honestidad y su pobreza: “Desinteresado de bienes materiales, despreciando la riqueza, murié pobre, al grado de que sus familiares quedaron en la miseria.™” ‘A estos dos héroes populares se les atribuye un rasgo que no se adjudica a otros. Ambos poseerfan cualidades innatas, manifiestas desde su nifiez, que los harfan aman- tes naturales de Ia justicia y, consiguientemente, reden- tores de las clases oprimidas. Zapata, por ejemplo, se distingui6 desde nifio “por su cardcter observador y refle- xivo, y su amor a Ia verdad y a Ia justicia”. Villa, a su vez, sobresalié por su “gran inteligencia natural”.” Muy a pesar de los protomarxistas, la referencia a las cualidades naturales de los héroes —recuérdese la biogra- fia de Marx por Mancisidor— forja la imagen de una predestinacién que acompafia a algunos hombres para la Tealizaci6n de grandes obras. Otros hombres parecian es- tar encaminados por el buen sendero, pero las malas com- 44 Mid, p. 151. 45. José Mancisidor, Historia de la Revolucién Mexicana, op. cit, p.256. 46 Rafael Ramos Pedrueza, La lucha de clases..., op. cit, p.100. 47 Wid, p. 103. 48 Bid, p. 100. 49 Mancisidor repite la anécdota divulgada por Germén List Arzubide acerca de Zapata quien, al ver llorar a su padre, exclamé “con voz en que seguramente temblaba ya el encono”, que recuperarfa las tierras, cuando fucra grande. 102 pafifas los desviaron, como le sucedié al general Serrano: “La influencia materna, digna de respeto en general, tuvo un efecto nefasto para el hijo modelo y para el pueblo mexicano.” b. La honestidad, la incorruptibilidad y otras virtudes Los héroes de los protomarxistas no son exaltados por su valentia guerrera. Las acciones bélicas de alguno de ellos no son insumo de su pedestal simbélico. Ello los diferencia de la épica oficial mas pomposa. Se exalta, en cambio, la honestidad, la incorruptibilidad, el nacionalis- mo y la defensa de las clases oprimidas. Iniciemos por esta tltima virtud, Para los protomarxis- tas, la bipolaridad clasista de la estructura social se calca- rfa tal cual en el abanico de posiciones politicas. De este ‘modo, tras los héroes siempre se encuentran las masas trabajadoras. En los conflictos sociales, como por ejemplo durante la rebelién delahuertista, Obregén tiene a los bue- mos con él y el exsecretario de Hacienda al clero, # la burguesia, etc. Asimismo, tras Calles se alinean los bur- gueses nacionales y extranjeros y, a partir de 1934, Cardenas cuenta con el apoyo de las clases dominadas. La guerra cristera es rebajada, en consecuencia, al nivel de una con- tienda por pasiones religiosas. ;Cémo explicar, si no, que un segmento importante de los amolados se pusiera del lado equivocado? Pasemos a la diferenciaci6n entre figuras heroicas que se delinea en nuestros autores. Hay héroes que pasan por debajo del arco del triunfo: son los ocupantes de Ia silla presidencial. Otros son protagonistas del dolor, la pobreza y la enfermedad: son los hombres cuya heroicidad se cons- truye sobre su martirio. Pero todos ellos comparten una misma virtud, la incorruptibilidad, y por esta raz6n algu- nos mueren en la pobreza. =ntemente, ésta deja de ser objeto del oprobio péblico, como sostenfan los 50 Rafael Ramos Pedmueza, La lucha de clases..., op. cit, p. 315. 103 ide6logos porfiristas, y pasa a constituirse en fu 7 : te de orgullo: la pobreza es algo que se figni desde lacuna hasta la turba, fae eee Entre los héroes y los plebeyos la distanci ane ar Bota dita ev he viduos condecorados, cultos y con fortuna, sino que se eerste pueblo. Esta semejanza hace a los héroes mas a Y, por consiguiente, Acil i aceptables, por consiguente, més ficimente integables Para estos historiadores que vivieron el deceni cuarenta, de conversin de jefes revolucionarios en pros peros hombres de negocios, se trataba no slo de generar una nueva moral social en torno a la pobreza, sino tam. bees de denuncia a los advenedizos, que traicionaban los cipios de una revoluci6i i Seite ena in que ellos defendian y consi- héroes, ha dicho Segovia, son creado: Los res de la na- cionalidad, Los h¢roes expuestos en este ensayo cumplen cabalmente esa funcién. En efecto, ef nacionalismo es or de cohesién social, mediante la reproduccién del Einiimiento de pertenencia a una comunidad, y dicho sen. nto se renueva a través d in. iva de fimiento se renuieva a través de la veneraciGn colectiva de EI mito requiere de un rito. Existe, en i viere. ; , en consecu 7 ado de religisidad asociado a los héroes. ene iacién o la creaci6n, asi como la organizacion di ritwales conmemorativos por el Estado, quien alirma fe bernar en su nombre para preservar su tradici6n, viene eatin siendo uno de los pilares de la obediencia social recauda- Concluyamos. Seguramente no era Sit y sito praca, azure 20m ropes de Moloch que, con el tiempo, seria el Estado mexicano, Mas 51 La Virgen de Guadalupe es In mis popular en Méxic «que su aparicin tuvo logar en este pas, sino porque se revel aan natal oy un criolloo a un peninsular, y porque es morena. paral no 104 ——————— nuestros autores compartian con una buena parte de sus contempordneos de semejante filiacién politica la certeza de que el Estado era una palanca poderosa de la emanci- pacién social. Por ejemplo, Chavez, Orozco, al referirse a las peculiaridades de la “Revolucién de 1935-1937”, dis- tinta de la de 1910, destaca que “se realiza desde el Poder, con el apoyo de las clases proletarias”* ‘Afirmar que el Estado mexicano posee una capacidad de cooptacién aparentemente infinita se ha convertidg en un lugar comin. Resulta fundamental, en cambio, sefialar los limites del transformismo (Gramsci) para conocer los discursos y pricticas aparentemente incompatibles con el Estado, pero que se convierten finalmente en sustancia de Ia legitimidad estatal. Entre aquellos se encuentra la acep- tacién irrestricta del movimiento de 1910, soporte de la ideologia politica del Estado. A mas de sesenta afios de la creacién del embrién del partido de Estado, referirse a ia mitificacién de 1910 puede no parecer un acto prohibido, pero, en los afios treinta y cuarenta, en plena adolescencia del Fistado moderno mexicano, toda produccién intelec- tual que reafirmara el cardcter benéfico de la Revolucién era bienvenido. El estatismo y la defensa de la Revolucién por los protomarxistas fueron los ingredientes que explican la ad- misién y difusién de sus textos, incluso por el Estado ther- midoriano que ellos tanto criticaban. Lo que ciertamente no hicieron estos pioneros del marxismo en México fue evar hasta el extremo Ia disociacién entre los personajes ilustres y el contenido de sus pricticas, como en las versio- nes heroicas més conservadoras de la historia. sf es una obra estatal que, a través de la homoge- neizacién de los héroes, unifica a individuos y proyectos politicos irreconciliables en Ia misma cara de una moneda de doscientos pesos (de izquierda a derecha, como en las fotos, Zapata, Madero, Carranza y Villa). En dltima ins- 52. Luis Chévez Orozco, “Interpretacion manista de Lazaro Cérdenas”, op. cit. p. 25. 105 106 de la sanci6n del dinero, como i : , Iuivalente general mercancfas, hasta la sanciGn de Ice heroes, como seleren, tes generales de las acciones Politicas de los ciudadanos. fancia, es el Estado quien opera la mediacién que va des. Caio Prado Jr. una lectura historiografica Norma de los Rios M. Estas reflexiones se inscriben en una preocupacién fun- damental: la recuperaci6n critica de las obras de los cientificos sociales latinoamericanos y su relectura en el marco de las grandes transformaciones sociales de nuestra época constituyen una tarea insoslayable, un esfuerzo co- lectivo que, yendo més all4 del dilecto ejercicio critica de la academia, pretende dibujar alternativas para nuestra regi6n. Dicho esfuerzo es inseparable de nuestro compro- miso profesional y de nuestra condicién de latinoamerica- nos. En él la recuperaci6n y la relectura de una obra como Ia de Caio Prado Jr. resulta por demés necesaria y grati- ficante. Estas lineas, que privilegiaran el andlisis de una de las obras de Caio Prado, Historia econémica del Brasil, poseen una intencionalidad historiogrAfica y tienen el cardcter de un ensayo. Hablar de intencionalidad o de enfoque histo- riogréfico esté implicando una cierta metodologfa. Hablar de ensayo indica, en este caso, una aproximacion al objeto de estudio que consiste en una suerte de sobrevuelo de un texto que merece y requiere un tratamiento analitico riguro- 50, sistemético, un desglose puntual de sus implicaciones teéricas y metodolégicas, de sus aciertos y limitaciones, de a riqueza de las perspectivas de investigaci6n que abre. ‘Toda intencién historiografica debe comenzar por la 107 ubicacién del autor en su época, a fin d L Ic - render y valorar sus propucsias cxplientvas el vel de lc la realidad hist6rica que la obra | alcanzar, en el dificil ejercicio dialéctico que se ds caves igor del oficio y el rigor del aparato conceptual, enfrenta- dos al estudio de una realidad concreta mediada por la situaci6n hist6rica del autor: ubicacién socio-econémica el complejo y riquisimo peri Periodo que va de los afios 3 7, el recurso posible ha consistido en coral la otece 1 re nuestro autor y refresc: i: mientos generales sobre el periodo. Nests conoci- Una opcién de vida y obra La vocacién histérica de Caio Pi : rado es un: i temprana y no, por cierto, de “gabinete”, permitids aaron cio creador de un sefior que puede vivir de sus cuantiosas ien est’ asociada a su condicién de mili a una opcién politica que, en él, mas que en muchos cane en él, n much es el resultado de una valiente éleceign existenciet Moe oligarquia, Ia misma que “en 193: 32 se rebelaba co Froyecto politico de Vargas de enfrentamiento de ores: deres locales y de construcci6n de un Estado centraliog intervencionista, racionalizador y modernizante”.| * lama la atencién que, perteneciendo a dicha oli Guta, este joven historiador haya tomadio un eamine ear fnte agin més alld del contenido nacionalista y populista 1 Mansor d'Alessio, Marcia, de tos RET Alessio, Marci, Los Annales en Brasil aduceién Norma 108 Grande do Sul, encabeza un proyecto radicalizador. Sin pretender falsas identidades entre elecciones y trayecto- rias tan diversas cabe, haciendo una vez més un llamado a Ia historia, explicar la radicalizacién no como el resultado de una mera eleccién personal, sino como un fenémeno y un proceso que constituyen el trasunto de los problemas hist6ricos, de las grandes transformaciones sociales, eco- némicas, politicas y culturales del Brasil en los afios 30. En el caso que nos ocupa, el de Caio Prado Jr., Novais nos sefiala que no estamos frente a la radicalizacion tradi- cional de la intelectualidad pequefio burguesa, sino que se trata de una ruptura de clase de mayor envergadura, que domina toda la trayectoria de Caio Prado y que “tal vez esté en la base de la coherencia que atraviesa toda su produccién intelectual”. El declinar de “un estilo aristo- cratizante de una elite burguesa” parece tener en ciertos casos un efecto radicalizador, si bien la travesia hacia la otra margen resulta més dificil. “Al proponerse ser un intelectual orgénico del movimiento obrero, Caio Prado parece haber intentado efectivamente dicha mutacién. De ahf la profundidad y omnipresencia con la que dicha op- cién marca el conjunto de su obra; Ia fidelidad y Ia cons- tancia de las ideas que expresan opciones existenciales; de ahf, incluso, el estilo repetitivo e insistente, la recurrencia a los temas y argumentos que caracterizan su obra.”* Del mismo modo, y teniendo como telén de fondo el proyecto de Vargas para la constitucién de un Estado nacional fuerte y unificado, acaso valga aventurar que tal vez el nacionalismo, tan criticado 0 al menos tan polémi- co, que permea la obra de Caio Prado Jr. tenga mucho mas que ver con Ia sensibilidad hist6rica de entender la necesidad de ese Estado-nacién, centralizado y moderno, como garante del desarrollo y la identidad brasilefias, que con [a aplicacién mecanicista y acritica de una concepcién etapista, que busca consolidar el Estado capitalista demo- cratico-burgués como paso previo de la revolucién socia- 2. Novais, Fernando, Caio Prado Jr. na historiografia brasileira, p. 13. 109 lista. Esta perspectiva podria ser tanto més atit que, en la década de los afios 50, el dliscurso naciovaians de Vargas tomase, de “puramente ideol6gico y abstracto, en econémico y defensivo” ? En esa misma perspectiva de co: i aE i nstruccién d identidad nacional podria tal vez explicarse la eleoeiSe | de Ia sintesis de preocu; i le Preocupaciones te6rico-metodologi dictadas por las exigencias mismas de la realidad historic” histor que hemos orientado estas reflexiones al andlisis bistoriografico, huelga decir que hemos destacado en las ras consultadas aquellas opiniones que van en el senti. economista, fil6sofo, politélogo, su obra fundam Jade istorador sus analistas coinciden en seheine y ae in rabajos que no son de historia estén bajo una “6ptica de historiador’ + “Sta hechos como “la mejor historia econémica de ue dis sctnimente nie ates ens a doponenon a i Preguntarse si, como obra de conjunto, como inves. igacion de largo aliento, el trabajo sigue siendo uno de los pilares de la explicacion hist6rica del desarrollo de la for 3° Mansor, op. cit 4 Iglesias, Francis io e 1982, Bs Francisco, Caio Prado Jr, Historia, Ed. Atica, Sao Paulo, 5, Braudel, Fernand, “Au Brésil see an ae ae 110 a maci6n social brasilefia. De entrada mi respuesta seria positiva, coincidiendo con la postura de Novais, quien sefiala el gran impacto que tuvo la generacién de los 30 (Sergio Buarque, Gilberto, Freyre, Caio Prado) en la for- maci6n de los jévenes estudiantes de los afios 50, siendo sus obras hitos fundamentales de Ia historia y la cultura brasilefias. En lo tocante a la reflexién historiografica, 6ptica en que este escrito desea situarse, la contribucién de Caio Prado se finca fundamentalmente en cuatro libros. El pri- mero, Evolucion politica del Brasil (1933), que toma desde el inicio del periodo colonial al fin del Imperio, abre una linea de andlisis en la que Caio Prado reconstruye la histo- ria de la formaci6n social de Brasil a partir del esquema conceptual y metodolégico marxista. En él, dice Carlos Guilherme Mota, “la lucha de clases, como categoria analitica, penetra en nuestra historiografia”; reeditado en 1946, el libro se enriquece con otros textos valiosos bajo el titulo Evolucién politica del Brasil y otros estudios. El segundo, La formacién del Brasil contemporineo, publicado en 1942, se centra en el andlisis de las postrimé~ rfas del siglo XVIII y el primer decenio del XIX, momen- to en que se produce el declinar del pacto colonial y se dan los primeros pasos para el rompimiento de los lazos. de dependencia del Brasil con relaci6n a su metrépoli. El tercero, Historia econémica del Brasil, se public en 1945 y tuvo enorme repercusién; cuenta, hoy, segtin datos de Iglesias, con mas de veinte ediciones. La edicién con- sultada para este articulo es la traduccién argentina de 1960, con el afiadido del capitulo “La crisis en marcha”.* Finalmente el cuarto libro es Historia y desarrollo: con- tribucién de la historiografia para la teoria del desarrollo econémico, publicado en 1968, cuando, persuadido por sus amigos, Caio Prado concursa para la catedra de Histo- ria del Brasil de la Facultad de Filosofia y Letras de la 6 Prado Jr. Caio, Historia econémica del Brasil, Ed. Futuro, Buenos Aires, 1960, Trad. de Haydée Jofre Barroso. 1 Universidad de Sao Paulo. Dicha catedra era ocupada entonces por Sergio Buarque de Holanda, e! cual deseaba tener a Caio Prado como sucesor. Casi indtil resulta decir que la situaci6n politica de la época no iba a permitir que se favoreciera en el concurso a un candidato notoriamente comunista.” A titulo de informacién vale la pena sefialar sus obras de filosofia y economia, tales como: Dialéctica del conoci- miento (1952) y Notas introductorias a la lgica dialéctica (1359 ), Directrices de la politica econémica brasilena 1954), Esbozo de los de la teoria econémica (1957) y La cuestién agraria (1979). En su obra politica destaca La Revolucién Brasilefia (1966), reeditada once afios después con una parte més, “Perspectivas”, texto en que sefiala los errores cometidos por el PCB y las restan- tes fuerzas de izquierda en el proceso que cuiminé con el golpe militar de 1964. Tratase de un trabajo polémico de gran interés, por ser escrito no s6lo por un historiador y cientista social y politico reconocido, sino por un militante que uni la politica y la reflexién con su accin en el seno del PCB, al que habia ingresado desde el afio de 1931. El historiador Si bien hemos avanzado ya ciertas reflexiones en torno al tratamiento historiografico de Historia econémica del Brasil, vale decir que la lectura del texto, bajo dicha épti resulta un ejercicio altamente gratificante. Cuando deci- mos que la obra de Caio Prado Jr. es fandamentalmente una obra de historiador, no sélo estamos sum4ndonos a la opinién generalizada de sus conocedores: estamos ampa- rando la aseveracién en la lectura y anilisis de ese libro. Su riqueza es tal que se tiene la tentacién de ir desme- nuzando hoja por hoja y, a veces, pirrafo por pérrafo la légica del discurso histérico de Caio Prado, producto, a su vez, de las propias I6gicas de la realidad que est analizan- itado en Novais, F., op. cit, p. 13. 112 do. La relacién entre los niveles de andlisis de la realidad hist6rica no es, en él, una mera declaratoria formal, pro- veniente de su “filosofia” 0 de su instrumental teérico, sino el resultado de un trabajo de historiador, de un cotejo permanente de sus supuestos epistemol6gicos con el pro- ceso real, de la relacién teoria-practica, en una bisqueda de aplicaci6n lticida de la dialéctica materialista. En el texto no encontramos “profesiones de fe” mar- xistas ni recurrencias excesivas a los términos fuerzas pro- ductivas, relaciones de produccién, lucha de clases, etc:"EI autor nunca nos agobia con referencias conceptuales, pe- ro la Optica materialista de la historia esta ahi, con toda la madurez y la solidez que le procura el trabajo del histo- riador. La suya es una historia econmica, cierto, pero una historia econémica que no se queda en s{ misma sino que establece los nexos causales y explicativos con los dem4s niveles y elementos de lo real, en una visin integral de la historia, en una perspectiva global y en un esfuerzo por acceder a esa historia total. Esa bisqueda e intencién, si bien no son patrimonio exclusivo de! marxismo, sf es, a mi parecer, bajo dicha linea interpretativa de la historia, cuando ha sido aplicada con el rigor del oficio y la solidez de los planteamientos tedricos y metodolégicos, que se han producido obras excelentes que logran realmente ilu- minar la realidad hist6rica y posibilitar un nivel de intel bilidad mayor. En el texto al que aludi, Braudel destaca “lo que hay de justo, de fuerte, de eficaz —a nuestros ojos— en la dialétcia materialista aplicada a la historia: a través de ella, toda una capa o nivel de la historia se ilumina”. En sus consideraciones, destaca este comentario referido a lo que llamé de “historia total”: “La historia econémica no es para Caio Prado un campo cerrado, sino una historia integrada [soudée], vinculada a la vida politica ya la evoluci6n social.”* Asi, de la lectura de su obra, resulta obvio inferir que la 8 Braudel, F, op. cit, p. 100. 113 estructura interna del discurso histori de Caio Pra- tura i historiogréfioo do se inscribe en la consideracién de dicha historia global; gs decir, bay una estructura discursiva que aspira a la “totalidad”, en un esfuerzo por interrelacionar todos los aspectos de Ja realidad, aunque se trate propiamente de una historia econémica. En este sentido, la historia de Caio Prado no es una historia evénémenti ica, epi las contradicciones originadas juella gzuctara que evolucionardn los acontecimi¢nios @. [0 que decimos de la obra que analizamos podrfa ex- tenderse a Ia valoracién global de la produccién histérica de Caio Prado. Miembro destacado de esa generacion de Jos 30, Caio Prado presenta una temprana actitud critica frente a las tentaciones del esquematismo y el dogmatis. José Carlos Maridtegui y Caio Prado Jr. son excepciones, cuyo pensamiento parece responder ms a las caracteristi, cas de renovacién de un marxismo mas tardio (por ejem- plo, el revitalizado por la discusi6n y critica de las posturas cepalinas) que a esa primera “horneada” de aplicacion de Ia dialéctica materialista al estudio de la historia” En su 9 Novais, F, op. cit, p.25. 114 opinién, Caio Prado no cae en “interpretaciones forzadas © ingenuas, como es comin en algunos que se dicen mar- xistas y aplican mecénicamente esquemas rigidos, sin cap- tar el sentido de lo relativo y la dindmica que aquella orientacién posee”.” En efecto, el trabajo de Caio Prado es un permanente esfuerzo por iluminar los aspectos de lo real y mostrar no s6lo sus vinculos, sino su estrecha interdependencia. Los ejemplos podrian multiplicarse ad infinitum, pero nos, li- mitaremos a sefialar algunos de los més significativos. Desde las primeras lineas de su libro, el acento est4 puesto en las coordenadas de espacio y tiempo hist6rico, condicién sine qua non de la inteligibilidad del proceso. En este sentido examina, de partida, el “medio geografi- co”, considerando que no se puede explicar la historia —el proceso, el tiempo— sin relacién al espacio, asi como a Jos fenémenos de poblaci6n, en una rigurosa perspectiva interdisciplinaria. Procede, pues, de la geografia a la de- mografia, de los factores de poblacién a la consideracién de la mano de obra esclava y, de alli, a la ponderacién de los factores econémicos."' i. Sin embargo, el profesional de Ia historia econémica y el marxista no pierden de vista su peculiar aproximacién al objeto de estudio. Es lo que lleva a nuestro autor a sefia- lar: “Es imposible detenemos aqui, sin salir de nuestro asunto, en las diferentes repercusiones de orden politico y social que ocasioné el traslado de la corte portuguesa hacia Rio de Janeiro. Nos interesan tan s6lo las econémi- cas, por otra parte las mas importantes y fundamentales” (P. 141). No obstante, no deja de establecer jamas los nexos y las articulaciones entre lo econémico, lo politico y lo social, como se observa en muchas otras de sus afirma- ciones, sino, lo que es mas importante, como ya hemos 10 Bbid. 11_ Iglesias, Francisco, La historia _y métodos, México, Sep/Setentas, 1972, p. 100. de América Latina: situacién us Sefialado, en el discurso interpretativo, la estructura toda del estudio. Cuando, para comprender el cardcter de la coloniza- ci6n, decide “indagar las circunstancias que la determina- Ton”, Caio Prado nos muestra su gran conocimiento de la historia europea y de la empresa colonial ibérica y britani- ca. Ni siquiera en el anflisis de la mera empresa comercial Caio Prado olvida la multiplicidad de factores y causas que la determinaron, recuperando las iniciativas indivi- duales y colectivas y objetivandolas en las condiciones hist6ricas del momento. Intencionalidad de los sujetos hist6ricos y circunstancias objetivas aparecen siempre en un estrecho maridaje, explicando por ejemplo el paso de la vieja factoria comercial a la colonia de poblamiento, con las diversas condiciones y concepciones de coloniza- cién que ello implica. misma intencionalidad aparece cuando Caio Pra- do aborda las razones politico-religiosas que contribuye- ton al poblamiento de América y que se suman a los factores econémicos de la migracién. Sin necesidad de entrar explicitamente en el debate tedrico, el autor nos mUestra algunas de las consecuencias del proceso de acu- mulacién originaria en Inglaterra: “Es la transformacion Sconémica sufrida por Inglaterra en el transcurso del siglo XVI que modifica profundamente el equilibrio interno del pais y la distribuci6n de su poblaci6n. Esta es desaloja- da en masa de los campos que, de cultivados, se transfor- man €n pasturaje para carneros, cuya lana ira a abastecer Ja naciente industria textil inglesa. Ello constituye la fuen- te de una corriente migratoria que abandona el campo y va a encontrar en América, que comienza a ser conocida, un ancho centro de afluencia” (p. 19). Conectando las condiciones econémicas y geogréficas de la colonizacién, el anilisis pasa a considerar fenémenos de Mentalidades, como la peculiar intencionalidad criolla de Construir un nuevo mundo, “libre de las trabas del viejo”, y la condicién y aspiracién del colono europeo a ser diri- gente y gran propietario rural. Todo ello no lo conduce a 116 —___ generalizar simplistamente el cardcter global de la coloni- zacién europea en América, sino justamente a especificar las condiciones peculiares de la colonizacién portuguesa en Brasil: diferencia entre la colonizacién de las zonas templadas y del tr6pico, diferencia entre actividades co- merciales diversas, diferencia entre el tipo de poblacién encontrada, etcétera. La primera fase de la industria extractiva del palo bra- sil no era capaz de dar origen a una poblacién regular y estable (p. 29). El paso de una industria extractiva a una actividad organizada y sedentaria, como la agricultura, es acompafiado (“La ocupaci6n efectiva, 1530-1640”) de profundas transformaciones sociales y politicas, en parti- cular Ia primera carta regia (1570), que establece el dere- cho a la esclavizaci6n de los indios, aunque limitada a los que fueran tomados presos en “guerra justa” (p. 38). La descripci6n de la gran propiedad azucarera es, sin duda, uno de los mas ricos estudios en relaci6n al ingenio, asf como lo referente a las “actividades accesorias”, que nos permite ir caracterizando los sectores de la economia brasilefia: el de los productos de exportaci6n y el de la “economia de subsistencia”, con su funcién de abastece- dora y subsidiaria del sector exportador. Este es objeto de una rigurosa caracterizacién social, tanto en sus grupos rurales y urbanos, indigenas 0 blancos, como en sus “pequefias unidades que se aproximan al tipo campirano europeo” (p. 45). De igual manera, pasa a revisién los productos y actividades productivas especificas: agricul- tura, ganaderia, etcétera. Los capitulos relativos a ia “Expansi6n de Ia coloni- zacién (1640-1770)” y al “Apogeo de la colonia (1770- 1808)” no olvidan el anilisis del sistema politico y administrativo de Ja colonia, comenzando por la explica- cién de los avatares de un Portugal que queda arruinado, después de la dominacién espafiola (1580-1640). Ello tuvo grandes consecuencias para la extensién de la coloniza- cién, implicando el éxodo de 1a poblacién empobrecida portuguesa hacia su colonia americana, la alteracién del 117 econémico y social de ésta y, més tarde, el re- to de la administraci6n colonial: vuelta de las capitanias al dominio directo de la Corona, a mediados del siglo XVIII, y decadencia de las autoridades locales, en particular de las Camaras municipales, asi como 1a sustitucién de los jueces ordinarios, de eleccién popular, por los “jueces de fora”, nombrados por el rey. Todo ello “la progresiva centralizacion de la administracién pablica, en beneficio del poder regio y en detrimento de ia autonomfa local”. Segin el autor, esto, “aunque no pertenezca realmente a la historia econdmica, tiene gran influjo sobre ella, pues asistiremos, paralela- mente, al desenvolvimiento de una nueva politica econ- mica, derivada de las mismas causas y apoydndose en ese sistema administrativo absorbente y centralizador” (p. 57). Pérrafos como éste sancionan esa éptica de 1a historia “total”, a la que nos hemos referido, y muestran la lucidez interpretativa y la ausencia de todo économicismo reduc- cionista o miope por parte de Caio Prado. Asi, la expansién y crisis del ciclo del oro no s6lo se explican por la pobreza y agotamiento de los yacimientos, sino con agudas reflexiones sobre la falta de conocimien- tos técnicos de los mineros, relacionando una vez mas los diversos aspectos de lo real: de qué manera los aspectos ideolégicos o administrativos o técnicos repercuten en la contracci6n de las actividades econdmicas; los obstéculos a la difusién del conocimiento técnico, las cargas fiscales, la burocracia codiciosa, etc. Pequefios capitulos sobre la ganaderfa y el progreso de la colonizacién en el nordeste y el valle amaz6nico y el cultivo forestal por los jesuitas vienen a completar la caracterizacién de esa compleja toria colonial, hasta abordar las reformas politico ad- ministrativas del marqués de Pombal, que desembocan en la abolicién de fa esclavitud de los indios, equiparados en lo sucesivo a los colonos blanoos y percibiendo como ellos salarios en moneda (p. 79). El anilisis sobre “El renacimiento de Ia agricultura” arranca desde las condiciones externas, record4ndonos 118 factores tales como el desarrollo de la poblacién europea y el anuncio de la era de la rovolucion indstia hasta explicar c6mo los progresos técnicos del siglo XVIII per- miten el desarrollo de la produccién algodonera, sefialan- do sus dreas de difusién (del extremo norte al altiplano, Parand, Porto Alegre y, hacia el interior, Goyaz). La revi. talizacién de las viejas regiones azucareras, como Bahia y Pernambuco y del propio Rio de Janeiro, y la aparigién, aunque modesta, de Sao Paulo como exportador de azi- car corren paralelas a la reconversién de las actividades productivas de los antiguos centros mineros en decaden- cia hacia el algodén y la ganaderia, particularmente Minas Gerais, en donde se constituird “el centro criador de mas alto nivel de la colonia” (p. 94). A pesar de ese repunte de Ia agricultura, ef autor no omite sefalar el bajo nivel de las fuerzas productivas que segufa arrastrando pesc a todo la economia colonial (pp. 98 ss.), Ia rutina y la inercia, que no s6lo se explican por la baja calificacién de Ia mano de obra, sino por el régimen politico y administrative im- puesto por la metr6poli. : El anilisis de las peculiaridades de! desarrollo de Rio Grande do Sul (“Incorporacién de Rio Grande do Sul. Establecimiento de la ganaderfa”) nos muestra la capaci- dad de Caio Prado para lograr una caracterizaci6n econé- mica y social en la mejor de las perspectivas de lo que hoy se ha dado en llamar historia regional, La detallada des- cripcién de las actividades productivas, de la organizaci6n de las estancias, de la composici6n social, etc., concluye, el capitulo 12, con una aguda “Sintesis general econémica al final de Ia era colonial”, que se podria calificar de magis- tral: geogréfica, demogrifica econémica y social. Industria extractiva, artes y manufacturas, transportes y comunica- ciones, comercio, van siendo los t6picos abordados, para terminar (pp. 132-133) con una sintesis de la sintesis, que constituye un auténtico ejercicio de historia “total”. Los grandes apartados subsecuentes: “La era del libe- ralismo (1808-1850)”, “El Imperio esclavista y la aurora burguesa (1850-1889)” y “La Repiiblica burguesa (1889- 119 1930)” son, atin mas que los anteriores, verdaderos ejerci- cios metodolégicos de establecimiento de nexos explicati- vos entre las diversas esferas de la realidad brasilefia, por més que sigan centrados en el enfoque particular de la historia econémica. El declinar del pacto colonial, la tran- sicién del capital comercial al industrial, van explicandose como un todo articulado y complejo, donde un aconteci- miento politico de gran envergadura —el traslado de la corte portuguesa al Brasil (1808), como consecuencia de la invasion napole6nica— crea, al decir de Caio Prado, una “situacién imprevista y revolucionaria” (p. 141), de amplias consecuencias (pp. 146 ss.). Entre los mas significativos efectos de esa verdadera “liberacién”, estén el cese de las medidas comerciales pro- hibitivas, la construccién de carreteras y puertos, la in- migraci6n de colonos europeos, la afluencia de capitales extranjeros en forma de empréstitos piblicos, aunados a una mayor competencia comercial, que conlleva la ruina progresiva del artesano y la pequefia industria local, lo que lanza a la desocupacién al artesanado urbano, con el corolario de las grandes agitaciones sociales y politicas que tienen entonces lugar (p. 152). A ello se agregan otras circunstancias provocadoras de desajuste, como la trans- formacién de los habitos y expectativas de ciertas clases de la poblaci6n hacia el lujo y confort, antes ignorado en la “mediocridad de la vida colonial”, y que trastornan sus finanzas y su mentalidad. Ese conjunto de circunstancias Hevarén al Brasil a vivir en un déficit presupuestario forzo- so y permanente. Sin embargo, concluye Caio Prado, “la emancipacién del Brasil representa un punto de partida distintivo del nuevo impulso econémico del pais porque, dentro de los cuadros politicos y administrativos colo- niales y ligado a una metrépoli decadente, que se habfa vuelto enteramente parasitaria, él no hubiera tenido pers- pectiva para aprovechar las facilidades que el mundo del siglo XIX le proporcionaba” (pp. 155 ss.). La cuestién del trabajo esclavo le merece a Caio Prado un capitulo aparte, en donde aborda Ia crisis del régimen 120 servil como fruto de la contradiccién estructural que re- presenta la esclavitud en una nacién liberada del régimen colonial. La eclosiGn y desenvolvimiento de un verdadero espiritu antiesclavista en el Brasil y las medidas juridicas para la prohibicién del tréfico africano (1831) propuestas por la administracién brasilefia se enfrentardn a la resis- tencia de las clases gobernantes, opuestas a cualquier me- dida que afectara la esclavitud, a pesar de que dichas medidas eran apoyadas por Inglaterra. Ello agrava las tensiones entre Brasil y Gran Bretafia, hasta llegarse a la suspensi6n del tréfico africano (1850), que libera capitales antes destinados a la trata, orientandolos a otras activida- des econémicas y, a la larga, resulta en el mejoramiento de las relaciones con Inglaterra y el consecuente flujo de capitales hacia el Brasil. El apasionante problema de la esclavitud ocupa otro de los capitulos importantes de su anélisis del “Imperio y la aurora burguesa”, uno de los momentos de mayor Tiqueza del texto, donde se conjugan los factores econd- micos, politicos y sociales con los referentes a las mentali- dades, para explicar asf, por la conjuncién de todos ellos, a decadencia del trabajo esclavo y, por fin, su abolicién. Por una parte, la extinci6n del tréfico africano vino a acentuar y profundizar las contradicciones del régimen esclavista, frente a la escasez de brazos y el desequilibrio demografico de las regiones (p. 198); por la otra, condujo a la bisqueda e intensificaci6n de la inmigracién europea, Jo que también repercutié en [a iniciacién de la industria manufacturera en el pafs, que no utiliza trabajo servil, sino asalariado, ventaja financiera indiscutible frente al costo de los esclavos. Todos estos elementos van conformando as nuevas condiciones de trabajo en la sociedad brasileiia, derivando, en 1860, en una amplia toma de posiciones de diversos sectores sociales contra la esclavitud, contradic- ciones que se agravarin cuando, después de 1865, al ser abolida la esclavitud en los Estados Unidos, Brasil “serd, junto con Cuba, el Gnico pais de la civilizacién occidental que atin la admite” (p. 200). 121 No podemos detenernos en los avatares de la Ley del vientre libre (1871) ni en los agudos comentarios de Caio Prado sobre “la eterna ilusién de los reformistas de todos Jos tiempos” (p. 202), hasta llegar al momento en que, por fin, la campafia de los abolicionistas se gana y cae, en marzo de 1888, el ultimo gobierno esclavista en el Brasil. Pero sin duda, cabe enfatizar una vez mds la capacidad de Caio Prado de integrar todos los aspectos que confluyen para provocar las transformaciones estructurales, ya se operen en el terreno de lo econémico, ya de lo juridico- politico, ya de lo mental. “La presencia del trabajador libre, cuando deja de ser una excepci6n, se torna fuerte elemento de disoluci6n del sistema esclavista. A través del ejemplo y de la palabra, conspira permanentemente con- tra la disciplina y sumisién del esclavo. Si antes la servi- dumbre soliviantaba al hombre libre, ahora es la libertad la que solivianta al esclavo.” (p. 216). Los problemas de la inmigraci6n y la colonizacién, que el libro aborda en el capitulo subsecuente, asi como los teferentes a la revoluci6n que se opera en las actividades productivas, de los que se ocupa en el capitulo precedente (“Bvolucién agricola”), dan a ese gran apartado una lo- grada coherencia metodolégica. No se trata de sintetizar aqui, en unas cuantas paginas, los acontecimientos y fen6- menos mis relevantes que alli se analizan, sino tan s6lo de ponderar lo que hemos apelado coherencia metodolégica, por la acertada interrelacién que Caio Prado logra en su discurso hist6rico entre los fenémenos de la crisis servil, de fa inmigraci6n europea, de la crisis del sistema oligdr- quico, de las transformaciones econémicas y sociales de la economia cafetalera —por la presencia de ios nuevos gru- pos sociales que aparecen en la escena, particularmente el origen de! proletariado brasilefio— y de las modificacio- nes en la situacién de la mano de obra: de esclavo a asalariado, de Ia aparcerfa al trabajo asalariado, etc. Todo ello sin dejar de acentuar las condiciones ideolégicas de los actores sociales que campean por la escena convulsa y agitada de la sociedad brasilefia. 122 El Ultimo gran apartado de la obra, “La repiblica bur- guesa” (Apogeo de un sistema, La crisis de transicin, Expansi6n y crisis de produccién agraria, La industrializa- ci6n, El imperialismo), vuelve a mostramos de manera ‘magistral la excelencia de la practica de oficio del autor, en esa perspectiva de historia “total” que, en él, no es s6lo una aspiracién, sino un logro. Enlazando perfectamente con sus paginas anteriores, que de manera tan completa ‘nos introdujeron en el ciclo del café, nos relaciona lo mismo con ia “iltima de las tres grandes aristocracias del pais” que con la descripci6n de las plantaciones y la estan- cia cafetaleras o con los factores que estimularon la pro- duccién brasilefia del café, tocando por igual el contexto internacional més vasto que las transformaciones internas en las condiciones de trabajo de la mano de obra. Sin minimizar jamés los cambios politicos y econémi- os que se generan durante la repiblica burguesa, desde a aparicién de un nuevo elemento en la escena politica y social (el “militar politico”) hasta la decidida intervencion, de la finanza internacional, Caio Prado no deja de sefialar que dicho equilibrio financiero se dio dentro de los mar- cos tradicionales de la economia brasilefia, ponderando asi las limitaciones estructurales que arrastra la joven re- publica, particularmente el cardcter agroexportador de su economia, que descansa atin en la “organizacién heredada del pasado: la gran propiedad y la explotaci6n terratenien- te” (p. 254 ss.). Pasar revista a la expansi6n y crisis agraria ‘no significa, para nuestro autor, s6lo el hacer sefialamien- tos especificos sobre el café, el caucho, el cacao o el azticar: significa introducimnos en el complejo y contradic torio proceso de mantenimiento y de fragmentacin de la gran propiedad. La “aparici6n en escala creciente” de la economfa campesina y su caracterizacién en términos econémicos aparecen acompajiadas de acotaciones parti cularmente interesantes sobre las expectativas y el imagi- nario de estos inmigrantes, que conforman su mentalidad y los separan de los otros trabajadores brasilefios (pp. 285 ss.). 193 Idénticas consideraciones tendriamos que hacer en referencia a la industrializacién donde, una vez més, tran- sitamos de los avatares de la industria mam pa- sando por la falta de fuentes de energia y la pobreza de los yacimientos del carbén de piedra, a las limitaciones del mer cado interno, asi como a las condiciones que posibilitan el desarrollo industrial: la disponibilidad y el bajo precio de la mano de obra, de esa masa de hombres libres que queda al margen de la gran agricultura (p. 295 ss.). Los efectos de Ja gran guerra (1914-1918) y el desarrollo de las industrias subsidiarias y de la metalurgia complementan el estudio. Sus consideraciones sobre el imperialismo aparecen al final del apartado, por una cuestién de método, como él mismo sefala, pues la presencia del capital extranjero en la economia brasilefia fue suficientemente analizada en Jos capftulos anteriores. Acaso valga insistir en su conside- raci6n de la “...situacion de dependencia y subordinacién organica y funcional de la economia brasilefia con rela~ cin al conjunto internacional de que participa” como “un hecho que esté enraizado en la formacién del pais...” (p. 308), amén de su andlisis del capital financiero y su des. pliegue en el Brasil. Entender su antiimperialismo en la coyuntura especifica de los afios 30 no nos impide refren- dar su expectativa de aquellos tiempos, en términos de que el “imperialismo es un suicida que marcha segura. mente hacia su extincién” (p. 332). Pero, sin duda, ello no basta para proceder a un anéli- sis detenido de sus posiciones antiimperialistas y naciona. listas, de tas que hablamos al principio. Jayro Goncalves Melo opina que el andlisis del concepto de nacionalismo en la obra de Caio Prado debe pasar necesariamente por la Revista Brasiliense, de la que fue propietario y articulista y donde él y otros colaboradores “cantaban ai unfsono la lucha por la emancipacién nacional frente a los poderes econémicos extranjeros”.” Sus nimeros bimestrales ja~ 2, Melo, Jayro Goncalves, “Caio Prado Jr. Revista Brasiiense, Naciona- st sa Pa Re ato Na 124 més fallaron, excepto el Néim. 52, de marzo-abril de 1964 ve, a punto de ser impreso, fue destruido por los agentes del régimen militar de 1964. Es indudable que la polémica sobre el nacionalismo y el antiimperialismo de Caio Prado Jr. dista mucho de ser un debate cerrado. Los tltimos dos pequefios capitulos, “La crisis de un sistema: 1930” y “La crisis en marcha”, escritos aioe después, son, por obvias razones, més polémicos, pero igualmente sustantivos en términos del andlisis de laeno. dificaciones de la economia brasilefia (economia petro- lera, proceso sustitutivo de importaciones, etc.), con su reiterada denuncia de “los grandes sistemas y- bloques financieros que dominan la economia capitalista contem. Pordnea” (p. 359), Acaso estos capitulos, més centrados €n el eje fundamental de la historia econémica, ganarfan de verse enriquecidos con las consideraciones y las.atinadas interrelaciones de cardcter social, politico 0 ideolégico, que permean el conjunto de la obra. Pero, nuevamente, su interesante andlisis del capital financiero y sus reflexiones Prospectivas merecerfan un andlisis detallado en el marco de las transformaciones hist6ricas del Brasil contempo- réneo. Hemos intentado intencionadamente destacar las vir- tudes del trabajo y, de igual manera, no hemos querido cnfatizar las aristas polémicas que sin duda también po. see. Las razones de ello son de variada indole: desde las meramente técnicas, relativas a la extensiGn requerida del articulo, hasta aquellas que, en términos de tiempo, nos obligarfan a una labor sistematica, de largo aliento, para descifrar hasta sus tiltimas consecuencias el aparato eritico de nuestro autor en relacién a otros esfuerzos de andlisis de la historia brasilefia, retos que valdria la pena recoger para futuros trabajos. Sin embargo, si de lo que se trataba era de recoger las aportaciones del pensamiento critico Jatinoamericano en a mejor de sus tradiciones de rescate y Tenovaci6n, espe- Tamos que Jos lectores encuentren provechoso el ejercicio y los motive a su conocimiento o a su relectura. Inscribien. 125 do nuestro esfuerzo en la perspectiva de compromiso éti- co social y de exigencia profesional de nuestra condicin de latinoamericanos, que suscribimos al comienzo de esta reflexi6n, la recuperacién de la obra de Caio Prado sella ese compromiso y refrenda la biisqueda de alternativas de desarrollo hist6rico para nuestra regién. Un voto por la Historia, nuestra disciplina, en la mejor de las tradiciones, como la de Caio Prado Jr., es un voto por la inteligibilidad y Ja proyeccién de nuestro “ser” y nuestro “quehacer” hist6ricos. 126 Hacia una historiografia comparada de América Latina: Sergio Bagi Margara Millan Economia de la sociedad colonial. Ensayo de historia com- Parada de América Latina’ es el texto que nos ocupard en las siguientes reflexiones. Escrito entre 1944-45 y publica- do en 1949, forma parte de un proyecto més ambicioso de historia comparada, del cual también resulta el libro titu- lado Estructura social de la Colonia, publicado en 1952. Permanece sin reeditarse hasta 1992, entre otras razonés Porque el autor, en ese entonces, investigaba la sociedad colonial en Ia totalidad del continente americano e incluia las regiones de Africa occidental, de donde procedieron las poblaciones esclavas hacia América, con el propésito de hacer una publicaci6n que articulara los nuevos resul- tados con el anterior trabajo. Sus intereses teéricos se orientarfan, sin embargo, por otros caminos, y asi queda- fa ese proyecto inconcluso? 1. Bags, Sergio, Economia de la sciadad colonial Enstyo de historia ‘comparada de América Latina, Libreria y Editorial El Ateneo, Bucnos Aires, 1949. Bajo el mismo nombre, ia edicin ampliada y actualizada de Orijalbo Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Colcecion Claves de Avaric Latina, México, 1992. Todas las citas y referencias son de esta ditima. 2_ Sin abandonar ef interés por estos tpios, os trabajos publicados entlomente ceupan del andes sructiras sls y rca fon los del cambio social, las clases medias, la sociedad de massa, cl Papel del desarrollo cultural en la lberaion de Arneree tae ona ‘demogréfica, los problemas del subdesarrolo, todo ello aunado & la preoca. 127 En Ia biografia intelectual del autor, Ja gestaci6n de este texto corresponde al periodo en que, al ganar un concurso interamericano de ensayo sobre el tema de la clase media, viaja a los Estados Unidos. Es ahi, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, que encuentra “el camino de Ia historia latinoamericana”. Baga parti- ciparé en el movimiento estudiantil de los afios 30, en Argentina, el de la segunda generacién de la Reforma Universitaria del 18 habiendo sido presidente de la Fede- racién Universitaria de Argentina. Se iniciar4 en la critica literaria, con escritos sobre Almafuerte (Pedro E. Pala- cios) escribe una biografia de José Ingenieros. Pensar América Latina como una unidad incorporada al movimiento internacional es la preocupaci6n presente en Economta de la sociedad colonial, teconstruyendo América Latina como una estructura en movimiento. Po- cos intentos se habjan hecho contemporéneamente en ese sentido. El autor menciona a Simonsen, Historia econdmi- ca del Brasil (1937); Ramiro Guerra, Azicar y poblacion en las Antillas (1927); Eric Williams, Capitalismo y esclavitud (1944); Antonio Garcia, Capitalismo y feudalismo en la América colonial indoespafiola (1948). Estén también otros ‘esfuerzos clave que, aunque no aborden a América Latina como unidad, avanzan principios teéricos y analiticos sus- tanciales para el autor, como Ia obra de José Carlos Ma- ridtegui y de Caio Prado Jr. EI trabajo de Bagi, junto con los mencionades arriba, constituye un puente para el desarrollo mas estructura- do de la reflexi6n sobre América Latina, que conectaré con el aporte de la CEPAL de 1949 y, de singular ma- nera, con la interpretacién propuesta por la teorfa de la dependencia de los afios sesenta. Y, sin embargo, el texto de Baga es el tinico que manifiesta este interés por encon- ‘pacién por temas te6rico-filos6ficos, como los elaborados en Tiempo, realidad Social y conocimiento (1970); Marx Engels, 10 conceptos fundamentales en proyeccién histérica (1975) el mas teciente: La idea de Dios en la sociedad de os hombres (1989). 128 ‘i s ; rar un ands comparativo global en la comprension de La historiografia de fines del el aniliss del poder politica, ya fas orine Sen eae ae caudillos o de formas juridicas. Ademds, encontraba la I6gica de los process en cadenas causales unilineales. Era, con sus excepciones, una historiografia que privile- Biaba la temétca nacional en detrimento de lo continental ria ; : Y gue, Jo nacional, se interesaba poco por-lo La propuesta de Bagi resultaba contrari i ya que ubicaba a la historia de América Letina oom oe historia impactada por fenémenos estructurales que la articulaban con el mercado internacional y, ademas Teco nocia en los procesos hist6ricos una constitucién comple a, debido al hecho de que eran construidos por realidades que contenian varios niveles y dimensiones en continuo movimiento. Una estructura social en proceso era el su. Pesto de la historia que buscaba analizar. comprensién del continente ameri j- culado con el desarrollo del capitaismo mundial ipl caba incorporar al andlisis el de Europa occidental, de tal manera que América Latina aparecia claramente forman- do parte del proceso de acumulacién capitalista mundial, no s6lo como resultado de la expansién del capitalismo, sino por el peso expecta que tuvo su integraci6n para la in industrial, ast co1 i capitalsta se levara a cabo. he on arumulacién Bagi, entre los limites de 1a historia i vay ces lint de airy sora tado en una sociedad, la latinoamericana. Coincide sin saberlo, por ese azar de la historia que permite la apa- Ticién de ideas similares en diversas latitudes, con Marc Bloch y Ia escuela de los Annales, en su gran intento por realizar una historia de las mentalidades. Es fuerte tam~ bién la presencia del andlisis marxista, aunque la obra de Marx y Engels era s6lo parcialmente conocida por él en se momento y la de los Annales totalmente desconocida. 129 La estructura del texto El libro se compone de tres partes argumentales: la primera, dedicada al andlisis de Ia economia indigena precolombina; la segunda, a la gestacién de la economia colonial, y la tercera, a la evolucién de esta diltima. La estructura de exposicién tiene un sentido metodolégico fundamental: es imposible comprender una parte de la realidad social sin la otra; el cabal conocimiento de esta formacién social inédita, que es la América colonial, debe partir del reconocimiento de las especificidades de las dindmicas sociales y econémicas que la generan. De la mayor comprensién de estas dindmicas, alteradas pero no superadas, depende la comprensi6n del presente. Encontramos aqui una primera observacién critica del autor: {C6mo leer el documento hist6rico? ¢Cémo inter- pretar los ojos del conquistador-evangelizador, que des- cribe todo segin e! universo que le es propio? Era la mentalidad feudal europea la que daba cuenta del mundo indigena, convirtiéndolo en el “Nuevo Mundo”. El histo- tiador tenfa entonces que traducir, decodificar, esta lectu- ra para penetrar lo singular de la realidad referida. La caracterizacién del mundo indigena hecha por Ba- ga contiene una revalorizacién del mismo, resaltando su racionalidad propia. La comunidad agraria, bajo la forma del calpulliy el aylld en sus respectivas regiones, constituye la base de la organicidad del mundo indigena sobre el cual se monta el sistema imperial, es decir, las estructuras de dominacién més complejas como la confederacién azteca y el imperio incaico. Esta unidad comunitaria nunca fue Tota o violentada por los gobernantes del mundo pre- hispdnico, conscientes de que la sobrevivencia de estas células econémico-sociales era sustancial para la sobrevi- vencia de todo el sistema. Por la via de ir determinando cudndo aparecen en la historia las dificultades y problemas hoy vigentes en nues- tras sociedades, Baga afirma que el sistema incario ha sido “la Gnica vasta organizaci6n politica en la historia del continente americano hasta nuestros dias en la cual resul- 130 tan desconocidos esos dos males paralelos: la desocupa- cin y el hambre” (p. 18). Desde Ia colonia, estos proble- mas estén presentes de manera irresoluble. La concepcién apologética del progreso, que asume sus males como el costo inevitable de su desarrollo, es cuestionada y puesta a prueba por el autor, quien ademas nos muestra las razones por las cuales la légica de la racionalidad europea no puede acceder al mundo indige- na mas que destruyéndolo, convirtiéndolo en mercado, minando las bases de su estructura econémica. Compartien- do en estas apreciaciones mucho de las tesis de Mariategui, plantea que en América Latina no existié una verdadera colonizacién. Los tinicos que realizaron una labor colo! zadora fueron los jesuitas y los dominicos, ya que ellos si preservaron el saber y la técnica que aqui encontraron. El “impetu arrasador” de la conquista hizo que las posi dades de utilizacin de la estructura econémica indigena simplemente no fueran consideradas.? En Ja segunda parte, referida a la gestacién de la eco- nomia colonial, el autor expone con singular claridad la situaci6n especifica de Espafia y Portugal, similar en cuan- to ala inexistencia de una Edad Media reciamente feudal, precoz en la gestacién de un absolutismo monarquico co- mo forma de lograr la unificacién nacional. Este aparente adelanto en la constitucién de una economia moderna oeulta, en ambos casos, la pervivencia de una estructura de fuerte reminiscencia feudal. Las estructuras productivas de ambas naciones es herida fatalmente por la intole- rancia politica y religiosa; la estructura agricola y econ6- mica nunca se recupera de la expulsién de los judfos y de los drabes. 3. “Valcércel (en Ruta Cultural del Pent, FCE, México, 1945) ha obser- vado ee fenémeno de tania tascendencn econdmica,indicando que ena ‘costa los espafioles destruycron o dejaron extinguir por inepcia los enormes caltivos de matz, yuca fro, pallar, mani, papa dulce, as{ como la red incaica de irrigaci6n, las terrazas agricolas y la técnica del eultivo perfeccionada que egé x practicarse bajo los incas” (p. 58). 131 Estamos frente a una aparente paradoja de la historia: al tiempo que la peninsula ibérica es el imperio mas pode- foso de la Europa occidental al despertar el siglo XV, el capitalismo incipiente hispanoluso presenta graves defi- ciencias, que no serdn sino agravadas por la incorporacién de las colonias a su proceso econémico. Tanto Espafia como Portugal viven las luchas por la reconquista contra Ja dominacién arabe, lo cual provoca una época de inesta- bilidad que va debilitando al feudalismo, dando paso a una comunidad campesina que se vuelve propietaria, asf como generando la necesidad de hombres libres, no suje- tos a la gleba. La gran propiedad territorial aparece muy tarde, casi dos siglos después que en Francia. ‘Las necesidades de la guerra determinan la existencia de una estructura financiera alimentada por capitales pri- vados, al tiempo que impulsan el comercio interior. La unificacién nacional recae en una precoz monarquia po- derosa y en una sefiorfa feudal sometida y cortesana. AGn después de la reconquista, la nueva aristocracia feudal, formada por los sefiores de la guerra y por los dignatarios de la iglesia, fue dependiente del poder monArquico desde su inicio: Este proceso es caracterizado por Bagé como una “‘postergacién feudal” y se combina con la presencia temprana de un capital comercial importante en ciertas zonas de la peninsula, por ejemplo, la corriente del norte Vinculada con Flandes durante el siglo XI y el flujo co- mercial de Barcelona con el Mediterréneo durante el siglo XIII Estos son elementos disolventes de un feudalismo que nunca pudo asentarsé del todo, a la vez que son elementos impulsores de una economfa moderna, al final de la Edad Media, en Espaiia y Portugal. El término de la reconquista empata con cl largo pro- ceso de disoluci6n feudal de Europa occidental y el inicio de la acumulacién originaria. La expansi6n de la manufac- tura, la creacién de mano de obra barata hacian realidad, en los otros paises europeos, la existencia del mercado interior, mientras que en Espaiia y Portugal la economia moderna y su aparente riqueza no se fincaban ni consoli- 132 daban en una estructura: in productiva i mente porque ella era inexistente. El apne financiero no era nacional, Ia industria manufaeturera rd cubria las necesidades del mereado interno, no habia tuna industria agropecuaria bien desarrollada, Espaf no se sobrepone de la expulsién de los judios, fuerte- mente enraizados en Ia economfa nacional, y de los fabes,pilares dela agricultura. La politica de las monar~ x tas asa ntas tiene este efecto de boomerang, en donde nriquecimiento es inmediato pero aparente,. realidad alimenta a una precarla estructum Some nacional. mica El anélisis de las diferencias paises europeos I en los ooskentales en cuanto a sus formas feudalesy capitalistas lutamente necesario, dentro d Optica sf mento p autor, poraue las condiciones especif tise fe 1 y Portugal en relacién al resto de determinantes para la conformacién de la east Rial. La idea de fondo es Ia comprensién de que el spite: ih scrote deel i fas regiones las mismas formas de relacin socal, sin que «fil estructura que produce deje de ser capitalist. caracte os elementos formatin tna colonial el autor refiere como determinantes al me. dio geogrifico del nuevo mundo y los sujetos histéricos e los como mano de obra y estructura econémi indigenas, asf como las caracteristicas de los colonizadores hispanolusos. En base a esta relacion entre naturaleza y 0 se irdn particularizando, por un lado, la colonia bigpanay a portugues, por el otro. Espafa eorri6 con $05 en la colonia espanola, qu os portgucses no chen tran en Brasil y que marca una diferencia en la primera moms colonial de ambos pases Tel mn a la mano obra, mientras Esp paiiz Gontraba en Mésico indgenas disciplinados y con habitos 1 abajo, los portu; ban a pueblos rebeldes y nomadss, que dificimente fax, 133 ron puestos a trabajar. Por ello la concentracién de escla- vos negros en las zonas donde no habfa suficiente mano de obra local; para Brasil, desde 1531, en la primera expe- dicién colonizadora. Bagi sostiene afirmaciones contra- tias a las concepciones fuertemente raciales de la época, sefialando las causas econémicas que explican la distribu- cién racial en cierto tipo de trabajo. El otro nivel de formacién de la economia colonial es el de los elementos condicionantes: la existencia del mer- cado internacional y la creacién de! mercado colonial, la concepcién econémica de los colonizadores, la primera politica econémica imperial y la consideracién de la Iglesia como entidad econdmica. En efecto, todo esto va condicionando a la sociedad colonial, marcando los cauces de su desarrollo, asi como sus nicleos problemiti- cos. De esta manera, queda al descubierto la conexién entre la especificidad del capitalismo hispanoluso y las caracteristicas de sus colonias como formadoras de una sociedad original. El autor interroga de manera especifica la indole de esta economia colonial, siendo éste un punto particular- mente importante en el andlisis que nos ofrece su libro. Esta es una economia que contiene elementos de configu- raci6n feudal, asi como capitalista, y ambos son de carac- ter estructural. Su conclusién de que la economia colonial es sin duda una economia capitalista, aunque singular, Mlamesele colonial, avanza sobre ef marco de comprensi6n del fenémeno capitalista, entendiéndolo como un sistema que pone en operacién o instituye formas precapitalistas subsumidas a la acumulacién capitalista mundial, como serfa el caso del esclavismo y del latifundio. La tercera parte se ocupa del desenvolvimiento de la economia colonial, referido a dos hechos fundamentales. Por un lado, la lucha econémica a nivel mundial: el “en- quistamiento” peninsular es una consecuencia légica de los fendmenos que hemos estado enunciando y que carac- terizan al capitalismo hispanoluso. El impacto que esto tiene en las colonias es determinante, a diferencia de lo 134 qui América, para las cuales la expansién comercial oy ‘tial de Inglaterra en los si i no leon mas anelaterra en los siglos XVII y XVIII no llega __ Lo que ya se venia planteando en milti 7 en 2 i ie Penden mins rtren nera’ més sistemitica: la estructura econémico social ao {as sociedades coloniales. El andlisis comparativo maesens gugvamente su riqueza. Baga enumera las caracteristicas « le la mano de obra, su ubicacién y movilidad, su detibe | cin, las condiciones de trabajo y de vida, la calidad y Desde ese momento, América, junto con “las explora nes en el extremo oriente, las factoriae que we ope, en las costas de la India [...] el tréfico con las cosun africanas”, forma parte de esa l6gica expansiva del merex, curopeo, que répidamente “mundializa” a las mas di, Versas regiones econémicas y culturales. Por “politica imperial” ei autor delinea una cierta con- ducta de la monarquia en lo referente a la colonia. Aqui, también, el andlisis comparativo enriquece la Perspectiva del historiador, dejandonos ver las diferencias entre las Polonias espafiola, portuguesa y briténica. Pero, en todos los casos, la politica imperial se va estableciendo a poste. tion’, a veces de manera muy postergada. En el case hese, hispano, es de manera evidente un intento por regular y reglamentar la explotaci6n de los recursos y el exterminio. de la mano de obra, al mismo tiempo que preservar ol Poder del rey frente a los hidalgos conquistaderes, 135 Las aportaciones teéricas Uno de los puntos nodales del aporte tedrico de esta obra se refiere al cardcter de la economia colonial. Es fundamental porque implica una concepcién de la historia y de la naturaleza del capitalismo. La visién que nos propone el texto de 1949 en relacién a la indole de la economfa colonial tiene Ia virtud de la Glaridad. Es una tesis que va en contra de la concepcin generalizada de Ia época, que planteaba que lo que habia ocurrido en Ia colonia era la proyeccién del feudalismo espafiol tradicional en América Latina. Por ello la colonia habfa sido feudal. Las conclusiones a las que llega Bagé son otras: “No fue feudalismo lo que apareci6 en América en el periodo que estudiamos, sino capitalismo colonial. No hubo ser. vidumbre en vasta escala, sino esclavitud con miiltiples matices, oculta a menudo bajo complejas y engafiosas for. mulaciones juridicas. Iberoamérica nace para integrar cl ciclo del capitalismo naciente, no para prolongar el ag6ni- co ciclo feudal” (p. 216). Opera aqui una concepcién de la historia enfrentada, por un lado, a la idea evolucionista de matriz neopositivista y, por otro, a la de un marxismo reduccionista, que sustent6 la comprensién de Ia historia como una inalterable sucesin de grandes etapas. En Ia economia colonial latinoamericana, lo colonial no es sin6nimo de feudal y si de capitalismo. La extraordi- naria capacidad expansiva del sistema capitalista se mues- tra capaz de asimilar a su Iégica formas de produccién anacrénicas y antipodas a la esencia misma del sistema, pero de las cuales se nutre y se configura historicamente, En este sentido, la incorporaci6n del “Nuevo Mundo” a la naciente din4mica mundial impacta tanto a la formacién del capitalismo europeo como a las realidades locales asi. miladas y, desde entonces, colonizadas. Esto devela que la modernidad capitalista en su constitucién y avance requie- re de formas no modernas, precapitalistas, como una ne. cesidad imprescindible para su desarrollo. Esta discusién mostré sus alcances politicos mas ade- 136 Jante, durante la polémica de los afios sesenta acerca del cardcter de Ia economfa de las sociedades latinoamerica- nas. De la caracterizacin de una América Latina feudal surgia la necesidad de apoyar la revolucién democratico burguesa, la consolidacién de una burguesfa nacional, la modemnizaci6n de las estructuras econémicas, como paso previo al advenimiento del socialismo. Esta era la tesis sostenida por los partidos comunistas a nivel inter- nacional. Pero con ellos coincidian también otrs ex- tremos del pensamiento, como el desarrollismo y el estructural-funcionalismo. El trabajo de Bagé de 1949 Proponja otra interpretacién de la historia, que descansa en los argumentos puntualizados en el posfacio de 1992 a la. obra, que indicamos a seguir. Es una critica a la idea evolucionista que permeaba todo el pensamiento de la ilustraci6n. La idea de las eta- Pas se encuentra en todo el siglo XIXy de ello no escapan Marx y Engels. La presencia en su obra de la preocupa- cién por las etapas y su formula de Modo de Produccién no. pueden entenderse sin referirse a ese contexto. Su Propuesta para la caracterizacién de dichas etapas es mas ica y amplia, més cientifica que la de sus adversarios, ya que se funda en Ja relacién entre el hombre y la naturaleza a través de la producci6n, del trabajo transformador. Pe- To, afin asf, la idea de etapas deja fuera del universo de conocimiento una serie de procesos muy importantes, y un ntimero considerable de siglos, que quedan en el ambi- guo concepto de “transicin”. En muchos autores marxis- tas y en todo el “manualismo” estalinista, la compleja teoria de Marx y Engels quedaba reducida “a una marca- da tendencia atomistica y a un evolucionismo empobreci- do y lineal” (p. 163). idea misma de las transiciones es también una idea problemética. Baga plantea que hay dos transiciones ine- xistentes: una es Ia del esclavismo romano al feudalismo clasico; la otra, del feudalismo al capitalismo. No habria una relacién causal de una etapa a otra, como se ha com- prendido la idea de la transicién; podemos encontrar ca- 137 racteristicas protocapitalistz rater pitalistas en la sociedad romana an- Pero no sélo esto complejiza la cuestién de la transi . o le la i- cién, sino dos comprobaciones histéricas irrefutables: el hhecho de que la cuna del feudalismo clasico europeo se desarrolle lejos, en distancia y en tiempo, de la zene de mayor auge del esclavismo romano y el de que en muchas zonas de Europa occidental no existié feudalismo. Ello dlificulta la hipétesis de Ia existencia de un nexo causal lavismO ro} is )-OCCit sates mano y feudalismo centro-occidental La otra transici6n es la del feudalismo al capitali Aceptando Ia hipstesis de que “el captains ween Europa occidental en el seno del feudalismo”, el proble- iia. g& iqué sucede en por lo menos cuatro siglos que ren hasta que el fe is i {ganseurren hasta que el feudalsmo se conviertarealmen- EI capitalismo tiene en su génesis varias vias, quales se va gestando en Europa. Las revolucionestteene. Sgicas, los movimientos urbanos protoburgueses y regio. nales que enfrentan el poder seftorial, los sefiorios que se transforman en empresas capitalistas en ciertas regiones y pbocas, incluyendo la etapa mal denominada “segundo feudalismo” en Europa oriental, a partir del siglo XVI el jigoroso e independiente desarrollo econémico italiano y fe los Pafses Bajos, que se registra desde la baja edad carne tts ge (ee ia staan src fecha muy significativa— en el siglo XVI.” (p. 266) a 8 siendo esta tltima su episodio mas importante, por ser el agente mas dinémico en la acumulaci6n de capital. En la idea de capitalismo colonial se encuentra con- tenida, en realidad, la idea del subdesarrollo capitalista como condicién del desarrollo capitalista, asi como a ine- vitable realidad de la dependencia, ambos procesos refe- ridos a la propia naturaleza expansiva e intensiva del capitalismo. Bagt distingue conceptualmente de manera muy clara entre el Modo de Produccién Capitalista, trata- do como modelo histérico, y el capitalismo, sistema totali- zante que mundializa su economia. Es por ello que este texto de 1949 es precursor en muchos sentidos de las ideas posteriormente desarrolladas en Ia teorfa de la depen- dencia de los afios sesenta. En este “reverso de la verdad hist6rica”, el autor se muestra radicalmente acorde con los tiempos presentes al afirmar que “lo menos que podemos observar, a esta altu- ra de nuestro conocimiento del pasado, es que en la cul- tura occidental Ia tradicional hipétesis de las transiciones ha dejado en el olvido numerosos procesos, algunos de primera magnitud social que, cuando sean clasificados de manera més precisa, desde el punto de vista metodolé- gico, permitiran reconstruir mucho mejor las lineas de la evoluci6n organizativa. En otras palabras, lo ya construido en materia de investigacién de las sociedades humanas, con ser mucho y muy importante, debe ser ampliado con actitudes metodolégicas y epistemolégicas mas adecuadas a nuestra necesidad contempordnea del saber”. 139

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