MIHIJO EL FANATICO
El padre empez6 a entrar en la habitacion de su hijo
subrepticiamente. Se pasaba horas sentado en ella, deva-
nnandose los sesos para encontrar pistas. Lo que lo des-
concertaba era que Alf fuera cada ver ms ordenado. En
lugar de la habitual marana de ropa, libros, bates de cri=
ket y videojuegos, su dormitorio se veia progresivamente
‘més limpio y ordenado; y donde antes habia reinado el
ms absoluto desorden ahora aparectan espacios despeja-
dos.
Al principio, Parver se haba sentido complacido: su
hijo maduraba y dejaba atrés sus actitudes de adolescen-
fe. Pero un dia, junto al cubo de la basura, Parvez encon-
16 una bolsa que contenfa no sélo viejos juguetes, si-
no también disquetes de ordenador, cintas de video,
bros nuevos y ropa de moda que el chico se habia compra
do hacfa s6lo unos meses. Sin ninguna explicacién, Ali
hhabia roto con su novia ingless, a la que solia truer a me-
nnudo a casa. Y sus amigos de toda la vida dejarom de tele-
fonearle
Por motivos que no comprendia, Parvez se sentia inca-
‘paz de abordar el tema del inusual comportamiento de All,
Se daba cuenta de que habia empezado a sentirse ame-
159drentado por su hijo, quien ademés de entregarse a pro-
longades silencios hacfa gala de una lengua cada vez més
afllada, Un comentario que le hizo Parvez ~«Ya no tocas la
fguitarrae-, motive una enigmatica pero concluyente res-
puesta: «Hay cosas mas importantes que hacer.»
Parvez afrontabs el excéntrico comportamtento de su
hijo como una terrible injusticia, Siempre habla sido cons.
ciente de las trampas en las que habjan cafdo los hijes de
‘otras hombres en Inglaterra. ¥ por ello, pensando en el fu
turo de Ali, habia trabajado muchas horas y gastado un
‘montén de dinero para pagar sus estudios de contabilidad,
Le habia comprado buenos trajes, todos los libros que ne-
cesitaba y un ordenador. Y ahora el chico se dedicaba a ti
rara la basura sus cosas!
El televisor, el video y el estéreo siguieron la misma
suerte que la guitarra, Su habitacién no tardé en estar
prcticamente vacia, Incluso en las tristes paredes se velan
las marcas de las fotos que Alf habia arrancado.
Parvez. no podia dormir; empezé a abusar del whisky,
incluso durante sus horas de trabajo. Se dio cuenta de que
necesitaba hablar del asunto con alguien dispuesto a escu-
charle.
Llevaba veinte afos trabajando como taxista. La mitad
{de ese tiempo para la misma compaiia. Como él la mayo-
xa de los chdferes eran del Punjab. Preferian el horario
nocturno, las calles estaban mds despejadas y se ganaba
‘més dinero, Dermfan durante el dia y asf evitaban a sus es-
posas. Cuando estaban juntos, pricticamente levaban
una vida de chavales, se reunfan en la oficina de la compa
‘fa, donde jugaban a las cartas, se gastaban bromas pesa-
das, contaban historias guarras, comfan juntos y hablaban
de politica y de sus problemas personales.
Pero Parver se habia sentido incapaz de comentarles @
sus amigos el asunto que le preocupaba. Se sentia dema
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siado avergonzado. ¥, ademés, temfa que le echasen la cul-
pade la extrafa actitud de su hijo, al igual que habfan he-
cho con otros padres cuyos hijos salfan con chicas poco re-
comendables, hacian campana en la escuela o se habjan
tunido a bandas juveniles,
‘Parvez levaba afios alardeando ante sus amigos de lo
‘bueno que era Alfen el crfquet, la natacién y el fitbol: yde
loaplicado que era como estudiante, ya que en la mayoria,
de asignaturas sacaba sobresaliente. ¢Era mucho pedir
que ahora Alfencontrase un buen trabajo, se casase con la
chica adecuada y formase una familia? Solo cuando eso
‘ocurriera serfa feliz Parvez. Sus suetios de prosperar en
Inglaterra se habrian hecho realidad. 2En qué se habla,
equivocada?
Pero una noche, sentado con dos de sus mejores ami:
gos en sillas cojas en la oficina de Ia compaaia de taxis,
‘mientras vefan una pelicula de Sylvester Stallone, rompi
clsilencio,
~iNo Io entiendo! ~exclamé-, Esté dejando su habita-
cidn vacia. ¥ ya no puedo mantener una conversacién con
4. jAntes no éramos simplemente padre e hijo; éramos
como hermanos! ,Que le ha pasado? ¢Por qué me tortura
ast?
Y Parvez se tapé la cara con las manos.
‘Mientras explicaba su historia, sus dos amigos asen-
tian con la cabeza e intercambiaban miradas de inteligen-
cia. Porel aire grave que ambos tenfan, Parvez se dio cuen-
ta de que comprendian la situacién
~Deciddme qué es lo que esté pasando! -les rogs.
[La respuesta fue casi triunfal. Elles ya sospechaban
ue algo iba mal. Ahora lo entendian todo. Alf estaba en-
ganchado y vendia sus pertenencias para comprar droga.
Por eso su habitaci6n estaba cada vez més vacia
~2¥ qué debo hacer?
161‘Sus amigos le recomendaron que no le quitase ojo a Alt
yyfuese severo con él, antes de que el muchacho perdiera la
¥az6n, muriese de sobredosis 0 asesinase a alguien,
arver salié titubeando al aire fresco del amanecer,
aterrorizado ante la posibilidad de que estuviesen en Io
cierto, ;Su hijo un adicto asesino!
Para su consuelo, se encontré a Bettina sentada en su
Habitualmente, los dltimos clientes eran prostitutas de
Ja zona. Los taxistas las conocfan bien, porque a menudo
Jas llevaban a casa de los clientes. ¥ cuando las chicas aca-
‘aban la jornada, las Hevaban de vuelta a casa, aunque a
veces ellas se quedaban a tomar un trago en la oficina con
Jos choferes. Ocasionalmente, éstos se acostaban con ellas,
Lollamaban «Un casquete a cambio de una carrera».
Bettina conocia a Parvez desde hacia tres afios. Viviaen,
las afueras y en el largo trayecto hasta su casa, durante el
cual nose entaba.en el asiento del pasajero, sino juntoaél,
Parvez le hablaba de su vida y sus esperanzas, al igual que
‘lla contaba las suyas. Se vefan casi todas las noches,
Parvez le podia hablar de cosas que nunca serfa capaz
de discutir con su esposa, Bettina, por su parte, leexplica-
basusandanzas nocturnas.A le gustaba saber con quién
y dénde estaba. En una ocasién la habia rescatado de las
tarras de un cliente agresivo, y desde entonces sentian un
afecto mutuo.
‘Aunque Bettina no conocia personalmente al hijo de
Parvez, ofa hablar de él continuamente. Aquella noche,
cuando, ya de madrugada, le explics que sospechaba que
‘As se deogaba, ella no juzg6 ni al chico ni al padre, sino
que prefirié ser prictica y le dijoa Parvez a qué debia pres-
tar especial atencién.
“Todo esta en los ojos -le explic6, Si se drogaba, los
tendria inyectados en sangre, con las pupilas dilatadas ya
162,
mirada fatigada. Ademés, serfa propenso a sudar 0 a re-
pentinos cambios de humor-, Lo has entendido?
Parvez le agradecié Ia informacién. Ahora que sabia
‘cuil podia ser el problema, se sentia mejor. Y, ademas, se
dijo, las cosas no podian haber ido demasiado lejos en tan
‘poco tiempo. Con Ia ayuda de Bettina seguro que no tarda-
ria en solucionar el problema.
Parvez observaba a su hijo sin perder detalle de cada
bocanada de aire que respiraba. Se sentaba junto a él
siempre que podia y le miraba a los ojos. Cuando se pre-
sentaba la oportunidad, tomaba la mano del chico para
‘comprobar su temperatura, Si su hijo no estaba en casa,
Parvez no perdia un minuto y se dedicaba a mirar debajo
de la alfombra, en los cajones de su habitacién, detrés del
armario vacfo, olfateando, inspeccionando, investigando,
‘Sabia lo que buscaba: Bettina le habia dibujado cépsulas,
Jeringas, pfldoras, polvos y piedrecillas.
Cada noche escuchaba las novedades de los registros
de Parvez.
‘Tras varios dias de meticulosa observacién, Parvez es-
taba en condiciones de informar de que, a pesar de que el
chico habia dejado de practicar deportes, parecia sano y
‘su mirada era limpia. Y, contrariamente a lo esperado, no
rehufa su mirada con una actitud culpable. De hecho, el
‘muchacho se mostraba despierto y firme. Hosco, pero al
‘mismo tiempo atento. Le devolvia a su padre sus largas
‘iradas con algo mas que una simple insinuaci6n de eriti-
«a, incluso de reproche, hasta el punto de que Parvez em-
pez6a tener la sensacion de que era él,yno.el chico, quien
se comportaba mal.
~c¥ no hay ninguna otra diferencia en su aspecto fis
co? “le pregunté Bettina,
“iNo! ~Parver reflexioné un instante, y afiadié-: Pero
se est dejando barba,
163Una noche, después de pasar un largo rato con Bet
en un café abierto las veinticuatro horas, Parvez regres a
casa més tarde de lo habitual, Bettina y él habfan abando-
nado a regafiadientes la nica explicaci6n que tenfan, la
tworia de la droga, ya que Parvez no habla encontrada
nada remotamente parecido a una sustancia estupefacien-
teen la habitacién de Al. Adem, el chico no estaba ven-
diendo sus pertenencias. Las tiraba, las regalaba o las do-
nnaba a organizaciones de caridad.
En el pasillo Parvez oyé sonar el despertador de su
hijo, Se metié precipitadamente en su dormitorio, donde
su esposa, todavia despierta, cosia en la cama. Le ordené
{que no se moviera ni dijese nada, a pesar de que ella no ha
bia hecho adem ni de levantarse ni de abrir la boca. Des-
de su puesto de observaci6n, y ante la perpleja mirada de
su mujer, espi6a su hijo a través de la rendija de la puerta
El chico se metié en el cuarto de bafio para lavarse,
‘Cuando volvi6 a su habitacién, Parver atravess apresura-
‘damente el pasillo y pegé la oreja ala puerta del dorm!
rio de All, Dentro se ofa un murmull. Parvez se sintié con-
fundido, pero aliviado.
‘Una vez establecida esta pista, siguié observando con
atencién a su hijo en diferentes momentos. El chico reza
bba. Cuando estaba en casa, rezaba sin falta cinco veces all
dia,
Parvez habia crecido en Lahore, donde a todos los chi
cos se les ensefiaba el Corin, Para evitar que se durmiese
‘mientras lo estudiaba, el Moulvi habia colgado del techo
luna cuerda con la que le ataba el pelo, de manera que sise
Ie inclinaba la cabeza, el tirdn lo despertaba de inmediato,
Después de haber padecido esa humillacién, Parvez habia
evitado todas las religiones. ¥ los demas chéferes tampoco
rmostraban ningtin respeto especial por el tema. De hecho,
haclan chistes sobre los mullahs del barrio, que se pases
164
ban con sus turbantes y sus barbas, convencidos de que po-
dian decirle ala gente c6mo debia vivir, mientras devora-
ban con los ojos a los chicos y chicas que tenfan a su cargo,
Parvez Ie explicé a Bettina lo que habia descubierto. Y
se lo comté a sus comparieros de Ia oficina de la compania
de taxis. Sus amigos, que anteriormente habfan mostrado
tanta curiosidad, ahora permanecieron extrafiamente ca-
ados. Les resultaba difiell condenar al muchacho por sit
devoci6n religiosa.
Parvez decidis tomarse una noche libre y salir con el
chico. Asf podrfan conversar largo y tendido. Queria saber
‘cémo le ban las cosas en la facultad, y queria hablarle de
‘su familia en el Paquistin. Pero, por encima de todo, esta-
ba ansioso por comprender eémo habia descubierto Alt Io
‘que Bettina denominaba la edimensién espiritual»
‘Ante la sorpresa de Parvez, el chico se negé a acompa:
farlo. Pretexté que tenfa una cita, Parvez tuvo que insistir
en que ninguna cita podia ser més importante que la de un
hijo con su padre.
‘Al dfa siguiente, Parver se diriglé apresuradamente a
la calle en la que Bettina buscaba clientes bajo la lluvia,
‘con zapatos de tacén alto, minifalda y un largo impermea-
‘ble que abria esperanzada cuando pasaba un coche.
“jSube, sube! le dijo Parvez.
‘Atravesaron los péramos y aparcaron en un higar des-
de el que a lo largo de kilometros y kildmetros, hasta don-
de alcanzaba la vista, no se vela otra cosa que ciervos y ca-
ballos, y en el que en ocasiones més propicias se habian
echado, con los ojos entrecerrados, diciendo: «Esto es
vida.» Pero ahora Parvez temblaba y Bettina lo abraz6,
~cQué ha pasado?
“He tenido la peor experiencia de mi vida
‘Mientras Bettina le acariei
2 la cabeza, Parvez le con-
‘que la noche pasada Aly él habian ido a un restaurante
165Mientras echaban un vistazo al mend, el camarero, al que
Parvez conocfa, le trajo su habitual whisky con agua. Par-
vezestaba tan nervioso, que incluso llevaba preparada una
pregunta para romper el hielo. Iba a preguntarle a Ali sies-
taba preocupado por sus inminentes eximenes. Pero pri
‘nero, pata relaarse, se aflojé el nudo de la corbata, se co-
‘aid un popadom! y bebié un buen trago.
‘Antes de que Parvez pudiese decir nada, Alflo miré con
desaprobacion.
~iNo sabes que no hay que beber alcohol? -le recri-
rind,
“Me hablé en un tono muy severo le coment Parvez a
Battina- Estuve a punto de abroncarlo por ser tan inso-
lente peo pude controlarme a tiempo.
Le explic6 pacientemente a Ali que Mevaba muchos
aos trabajando més de diez horas diarias, que tenfa pocas
Aiversioneso pasatiempos, y que nunca podia irse de vaca-
cones, Asi que no crefa que fuese un crimen beber tun tra-
socuando le apetecia,
“Pero est prohibido ~dijo el chico.
“Lo sé-respondis Parvez, y se encogi6 de hombros..
Igual que! juego, gno?
“Si, Pero somos humanos,
Cada vez que Parver bebfa un trago, el chico se estre-
meciao ponfa cara de desaprobacién, Lo cual provoré que
Parvez bebiese més deprisa, El camarero, para tener un
detallecon su amigo, le sirvié otro whisky. Parvez notaba
‘qe s¢ estaba emborrachando, pero no podta parar de
teber.Alimantenia una mueca horrible, lena de desagra-
doy repulsa,Parecia que odiase a su padre
‘Amita de a cena, Parvez perdié sabitamente los ner-
ios ytré un plato al suelo, Se le pas6 por la cabeza tirar
1, Peo deletes pen dele cocina din. (Ne)
166
con fuerza del mantel, pero los camareros y los dems
clientes le estaban mirando, No podia soportar que su pro-
pio hijo le explicase Ia diferencia entre el bien yel mal. Sa-
‘bia que no era una mala persona. Tenia conciencia. Se
sentia avergonzado de alguna que otra cosa, pero, en con:
junto, habia llevado una vida decente.
~éCuando he tenido tiempo para comportarme como
tun malvado? “le pregunté a Al.
Con un tono de voz bajo y mon6tono, el chico le ex-
plicé que, en realidad, no habia llevado una vida ordena-
da, Habia violado innumerables preceptos del Corén.
~éPor ejemplo? -quiso saber Parvez.
‘lino necesité ni un segundo de reflexién. Como si hu-
biese estado esperando aquel momento, le pregunt6 a su
padre si nose le hacia la boca agua con los pasteles de car-
ne de cerdo,
“Bueno.
Parvez no podia negar que le encantaba el beicon eru-
jiente, con champifiones y mostaza, entre dos rebanadas
de pan frito. De hecho, eso era lo que desayunaba cada
mafana.
Entonces Alf le record6 que le habia pedido a su es-
1posa que cocinase salchichas de cerdo, diciendole: «No es-
‘ts en el pueblo, esto es Inglaterra. (Tenemos que inte-
gramos!»
Parvez estaba tan intitado y perplejo por este ataque
ue pidis otro whisky.
Este es el problema le dijo el chico. Se incliné sobre
Ja mesa. Por primera vez en toda la noche sus ojos brilla-
bban-. Te has integrado demasiado en la civilizacién occi-
dental.
Parvez se atragant6; por un momento pens6 que se iba
aasfixiar,
~ilntegrado! -exclam6-.. Pero vivimos aqui!
1stLos materialistas occidentales nos odian le espers
Alb. Papé, Zedmo puedes amar a una sociedad que te de-
~“Bnionces, geuil es la soluci6n? ~pregunt6 Parvez con
untono de voz desolado- Segain ti,
Alfrespondi6 a su padre con elocuencia, como si Par
vez fuese una alborotada multitud a la que hubiera que
calmar y convencer. La Ley del Islam gobernaria el mun-
ln lel de los infieles arderfa sin fin; los judios y los
cristanos serfan derrotados. Occidente era tn vertedera
de hipseritas, adtlteros, homosexuales, drogadictos
prostitutas
Mientras Alt hablaba, Parvez mir6 por la ventana como
para asegurarse de que segufan en Londres.
Mi gente ya ha aguantado bastante. Sila persecucion
‘no ces, habré una yikad. Yo, y millones como yo, dare-
‘mos de buen grado nuestras vidas por la causa
“Pero zpor qué, por qué? ~quiso saber Parvez.
Nuestra recompensa serd el paraiso.
~Blparatso!
Finalmente, mientras los ojos de Parvez se llenaban de
lagrimas, su hij lo urgié a volver al camino correcto.
~{Cémo es posible que me pase esto a mi? ~se pregunt6
Parvez
“Reza e dio Alt-- Reza conmigo.
Parvez pidi6 la cuenta y sac6 al chico del restaurante lo
mis deprisa que pudo. Ya no aguantaba més. Era como si
Alisehubieratragado la voz de otra persona.
Durante el egresoa casa, su hijo se sent en el asiento
teasero del taxi, como si fuese un cliente
Qué es lo que tea hecho tomar esa actitud? le pre-
‘gun Parvez, que temia ser el culpable sin saberlo-. ¢Hay
alguna cosa en conereto que haya influido en ello?
Vivir en est pas
168
Pero yo adoro a Inglaterra ~dijo Parvez al tiempo que
miraba a su hijo através del retrovisor-. AquS tienes liber-
tad para hacer practicamente todo lo que quieras.
Ese es el problema replicé Al.
Por primera vez en muchos afios, Parvez era incapaz,
de mantener su atencién en el volante, Roz6 a un eamién
con el costado del vehiculo y perdi el retrovisor exterior.
Tuvo suerte de que no le parase la policfa; habria perdido
Ialicencia y, por tanto, su trabaj.
‘Yaencasa, al bajar del coche, Parver tropez6 y se cay6,
‘Se hizo unos rasgutios en las manos y se le desgatraron los
pantalones. Se las apafé para ponerse en pie sin ayuda. Su
hijo ni siquiera le tendi¢ la mano.
Parvez le explicé a Bettina que estaba dispuesto a rezar
sieso era lo que el chico queria sicon eso lograba que de-
sapareciese de sus ojos la mirada despiadada.
~iPero lo que me niego a aceptar ~dijo- es que mi pro-
pio hijo me diga que voy air al infierno!
‘Lo que colm6 la paciencia de Parvez fue que Ali le dijo
que iba a dejar sus estudios de contabilidad. Cuando le
pregunt6 por qué, el chico le respondié con un tono sar-
céstico que el motive era obvio.
~La educacién occidental propicia una actitud antirre-
ligiosa
YY, segain Ali, en el mundo de los contables era habitual
relacionarse con mujeres, beber aleohal y practicar la
~Pero es un trabajo bien pagado ~argumenté Parver-
{Llevas aftos prepardndote!
Af dijo que iba a empezar a trabajar en prisiones, con
‘musulmanes pobres que luchaban por mantener su pure
za frente a Ja corrupcién. Finalmente, antes de acostarse,
Ale pregunté a su padre por qué no levaba barba o, al
‘menos, bigote.
169Tengo Ia sensacién de haber perdido a mi hijo le co-
sment6 Parver a Bettina-. No soporto que me mire como si
fuese un criminal. Ya he decidido To que voy a hacer.
~cQue?
“Le voy a decir que recoja su estera para las plegarias y
salga de mi casa. Sera la decision mas dolorosa que habré
tomado en mi vida, pero estoy decidido a hacerlo esta no-
che.
“No debes perder la esperanza -le dijo Bettina~. Hay
‘muchos j6venes que se dejan arrastrar por sectas v grupos
religiosos. Pero eso no significa que con el tiempo no va-
yana cambiar de actitud.
Le dijo a Parvez que debia mantenerse al lado de su
hijo, apoyarlo hasta que superase aquella etapa.
Parvez comprendié que Bettina tenia raz6n, a pesar de
que no se sentia muy dispuesto a mostrarle més afecto a
As, ya que apenas le agradecfa el que le habia mostrado
hasta entonces.
‘A pesar de todo, Parver trat6 de soportar las miradas y
reproches de su hijo. Intenté hablar con él sobre sus creen-
cias, Pero si Parvez osaba expresar alguna critica, Alt
slempre respondfa con agresividad. En una ocasi6n, acus6
‘Parvez de ehurnillarse» ante los blancos; yle explicé que
no tenfa por qué sentirse sinferior» a ellos; haba otras cul-
turas en el mundo, aparte de la occidental, aunque los oc-
cidentales siempre creyesen que la suya era la mejor.
~¢Cémo sabes es0? -le pregunt6 Parvez No has salido
nunca de Inglaterra,
‘lle respondié con una mirada despectiva
Una noche, después de haberse asegurado de que el
aliento no le olfa a alcohol, Parvez se senté a a mesa de la
‘cocina con All. Esperaba que su hijo le elogiase la barba
‘que se estaba dejando crecer, pero no parecié reparar en
ella
170
El dia anterior Parvez le habia comentado a Bettina,
‘que, en su opinién, la gente de los paises occidentales a ve-
ces se sentia vacia interiormente y necesitaba encontrar
tuna filosofia que diese sentido a su existencia,
~Si-djo Bettina Bsa es la solucién. Debes decirle a tu
Iiijo cual es tu filosofia de la vida. Asi entenderd que hay
‘otras creencias aparte de la suya
‘Tras largas y fatigosas reflexiones, Parvez estaba listo,
para iniciar el dislogo con su hi. El chico lo miré como si
no esperara nada de él.
Con vor titubeante, Parvez le dijo que las personas de-
bbfan mostrar respeto hacia los demés, especialmente fos,
hijos a sus padres. El comentario parecié afectar al chico
por un instante. Esperanzado, Parvez continu con su ra
zonamiento. Tal como él lo veia, esta vida era todo lo que
tenfamos y cuando uno morfa, se pudrfa bajo tierra,
“De la descomposicion de mi cuerpo nacerdn hierba y
flores, pero una parte de mf seguiré viva.
~eComo?
En otras personas. Yo seguiré vivo... en ti -Estas pa-
Jabras parecieron incomodar a Alt. Y en tus nictos -ana-
«dig Parvez~. Pero mientras yo siga en la tierra, quiero
aprovechar mi vida al méximo. :Y quiero que ti hagas lo
~ZA qué te refieres con «aprovechar al maximo»? -pre-
igunté el chico,
~Bueno ~