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INTRODUCCION CARLOS GARCIA GUAL TRADUCCION PATRICIO DE AZCARATE AUSTRAL INTRODUCCION El adjetivo Politikd, que da titulo a esta obra, es en griego una forma del plural neutro, que sobrentiende el nombre de biblia («li- bros», en referencia evidente a los ocho que componen el conjunto del texto), o bien postula un articulo neutro td («cosas de»). Libros politicos 0 las cuestiones de politica, asi en plural, habria resultado una traduccién més exacta que el singular ya consagrado por la tradi- cin, A diferencia de la Poérica v de la Reldricu, donde cl adjetivo griego en femenino singular advierte que se trata de una Téchne poie- tiké o una Téchne rhetoriké, aqui el plural nos pone en la pista de que no se trata de un «arte politico», sino de unas consideraciones varias sobre temas politicos lo que se nos ofrece. Si fue el propio Aristéte- les quien asf reunié y ensamblé estos libros en el orden en que se editan o si fue algtin discfpulo 0 erudito posterior, se ha discutido desde el estudio critico de W. Jaeger'. Pero ese es un problema menor. Lo importante es notar la diversi- dad de los temas enfocados y discutidos en la obra, y es justo subra- yar que la perspectiva y el estilo de anilisis aristotélico confiere una unidad al conjunto de los ocho libros. Aunque sea dudoso que el gran filésofo se hubiera propuesto redactar una tinica obra sobre la polf- tica, tal como aqui se nos da, sus preocupaciones y reflexiones se en- cuadran muy bien en este marco comin, delimitado por la herencia platonica y por su propio sistema de pensamiento. La vinculacién de estas meditaciones con otros temas de su filosofar se nos aparece 1 W, Jaeger, Aristételes. Bases para la historia de su desarrollo intelectual (1923), trad. esp., México, FCE, 1946; cf. R. Stark, «Die Gesamtaufbau der aristotelischen «Politik»», en VV. AA. La «Politique» d’Aristote, Fond. Hardt, Ginebra-Vandoeuvres, 1965, pags. 1-51. 22 CARLOS GARCIA GUAL evidente. Todo filésofo avizora la realidad desde una perspectiva sis- temAatica propia, y, desde luego, asf lo hace Arist6teles. La reflexién politica —y, en un cierto sentido, social y antropolégica— es una continuacién y un complemento de su teorizacién en el campo de la Etica?, Las Ultimas lineas de su Moral, a Nicémaco remiten, en efecto, a un programa de estudios sobre leyes y constituciones politicas que serfa el complemento definitivo de su «filosoffa de los asuntos humanos». Y en ellas se concluye: «Ante todo, pues, intentemos re- correr aquellas partes que han sido bien estudiadas por nuestros pre- decesores; luego, partiendo de las constituciones que hemos colec- cionado, intentemos ver qué cosas salvan o destruyen las ciudades, y cudles a cada uno de los regimenes, y por qué causas unas ciudades son bien gobernadas y otras al contrario. Después de haber investi gado estas cosas, tal vez estemos en mejores condiciones para perci- bir qué forma de gobierno es mejor, y c6mo ha de ser ordenada cada una, y qué leyes y costumbres ha de usar. Comencemos a hablar de esto». En este pérrafo final parece anunciarse nuestra POLITICA. Pero es interesante, ademés, advertir que en esas Ifneas parece aludir a otra de sus empresas: la recopilacién de una serie extensa de constitucio- nes politicas, politefai, de ciudades y pueblos que permitieran al in- vestigador una cierta panordmica hist6rica y un cierto enfoque com- parativo. Sabemos que en esa obra, fruto sin duda de un trabajo en equipo del Liceo, logré reunir hasta ciento cincuenta y ocho consti- tuciones politicas diversas. Tan sdlo una de ellas hemos conservado, gracias a un hallazgo fortuito, la Constitucidn de los atenienses. Aun- que probablemente redactada por algtin discipulo, ya que el estilo di- fiere algo del aristotélico, este optisculo refleja bien el cardcter de la coleccién, un repertorio hist6rico interesantisimo que para nosotros ha quedado reducido a este tinico ejemplo}. 2 Véase el excelente articulo de E. Lled6, «Aristételes y la ética de la polis», en V. Camps, ed., Historia de la Etica, I, Barcelona, Critica, 1988, pags. 136-207. Sobre la actualidad de esa ética aristotélica, véase el libro de C. Thiebaut, Cabe Aristételes, Ma- drid, Visor, 1988. > Vease la traducciGn e introduccién de M. Garcia Valdés, Aristételes, La constitucién de los atenienses, Madrid, Gredos, 1984. (En el mismo volumen estén traducidos los Eco- ndmicos, atsibuidos también a Aristételes, pero producto de algun discipulo del Liceo) INTRODUCCION 23 No sélo la preocupacién ética y la especulacién metaffsica confi- guraban el estudio de la POLITICA, sino también el atento examen de Ja realidad hist6rica en su diversidad. Hay, en el estilo aristotélico, un constante recurrir de lo general a lo particular, de lo teorizado se- giin los principios abstractos a las prdcticas institucionalizadas y atestiguadas concretamente. Ese vaivén de lo general a lo particular, de la regla abstracta a los ejemplos histéricos, es caracterfstico. Y da una peculiar vivacidad a los razonamientos y criticas del texto aristotélico. Este modo de tra- tar los temas, ese progresivo anilisis de la realidad conjugado con cier- tos principios generales, avanza de acuerdo con un programa bien tra- zado. Eso que podriamos denominar como «estilo aristotélico» confiere una cierta unidad a los varios temas debatidos, que hubieran podido presentarse como unas monograffas con titulos propios, pero que tenemos ahora, por azares de la tradicion, reunidos en este tratado. Podemos distinguir los siguientes bloques tematicos: D) Libro I. Estructuras fundamentales de Ja sociedad humana. La familia, las relaciones sociales, la economia. Sirve de in- troduccién general. 11) Libro IL. Sobre los teéricos del gobierno ideal. Critica de las utopias (de Plat6n, de Faleas y de Hipédamo). Otras constitu- ciones en esbozo. IID) Libro Il. La ciudad, el ciudadano, y los vipos de constitucién: las tres formas buenas y las desviadas. La ley. IV) Libros IV-VP*. Morfologia de las constituciones. Democra- cia, oligarquia, clases sociales, revoluciones y sus causas. V) Libros VII-VIII. Sobre la constitucién ideal. La biisqueda de Ja felicidad. La educacién mas conveniente. En estas cinco secciones podria analizarse la POL{TICA®. Se ha in- dicado que los libros VII y VIII, de cierta coloracién platénica, po- + En los libros IV al VIII, Garcfa Gual se refiere a la ordenacién tradicional, que no corresponde con el orden de los libros en la version de Azcérate (cf. notas en los li- bros IV y sigs.). (N. del E.) 5 Asflo hace, por ejemplo, W. D. Ross en su Aristdteles (1923), trad, esp., Buenos Aires, Sudamericana, 1957, pags. 335 y sigs., y también I. During, Aristételes, trad esp., México, FCE, 1988, cap. VIII. 24 CARLOS GARCIA GUAL drian ser anteriores al bloque central (Libros IV a VI) y al libro I, que vale como introduccién a todos los demés, y que tal vez fue redac- tado al final. Pero, como en otros tratados de Aristételes, debemos ver aquf una serie de notas y apuntes que el filésofo podia ir am- pliando en sus cursos con sucesivas correcciones y aditamentos. To- dos estos tratados menores fueron revisados en plena madurez de Ariststeles ®. Hay que situar Ia composicién de la mayor parte de la POLITICA en el segundo perfodo de residencia de Aristoteles en Atenas, esto es, entre los afios 335 y 323 a. C. Al asignar la redaccién definitiva del grueso de la obra a este perfodo de madurez no se pretende negar el temprano interés del Estagirita por los asuntos politicos. Probable- mente cl afin por el estudio y la discusin de estos temas surgiera ya en los afios de estudiante en 1a Academia platénica. La critica a las teorfas de su maestro es uno de los ejes de su planteamiento, més conseryador que el de Plat6n, més afecto a la democracia moderada que a las esperanzas utépicas del idealismo. Esa critica queda clara- mente expresada en algunos capitulos de su libro IL. Sin embargo, el enfrentamiento a las propuestas idealistas de Pla- t6n, en puntos muy claros, no debe hacernos olvidar cuanto debe Arist6teles a su maestro, y cudntos postulados comparte con él. Tam- bién Aristételes es, en politica, un conservador, que critica los avan- ces de la democracia avanzada y trata de defender una ciudad unita- tia donde la justicia proporcional ofrezca a cada ciudadano un puesto para actuar y ser feliz. La conexi6n entre ética y politica, la biisqueda de la estabilidad en el dominio razonable del poder por las clases medias, la importancia de la educacién civica, son trazos marcada- mente conservadores del pensamiento de este filésofo que, a diferen- cia de Platén, no era un noble ateniense, sino un meteco afincado en Atenas. Sin ser un ciudadano de pleno derecho, Aristételes resulta el més claro defensor de la pélis como centro civilizador y base del de- sarrollo cultural. Aunque vive en una época de graves crisis politi- cas, se empefia en defender el marco de la Ciudad-Estado como el mayor logro de la convivencia humana, con la gran conquista de la raz6n helénica y el ambito de la éptima convivencia. Busca la segu- * Como bien sefialan R. Stark e I. During, en sus ya mencionados estudios. INTRODUCCION 25 tidad, la asphdleia, como gran valor de la civilidad, y no se recata en defender la superioridad por naturaleza de los amos sobre los escla- vos y de los griegos sobre los barbaros’. Basta la mencién de su actitud ante estos problemas para recor- darnos cémo incluso una figura intelectual tan extraordinaria puede estar limitada en sus apreciaciones por los horizontes y prejuicios de su tiempo. Aunque contempordneo de las grandes conquistas asiati- cas de Alejandro, su alumno durante un breve perfodo, Aristételes no se para a pensar en un horizonte politico mas extenso que la pédlis he- lénica, ni concibe un mundo donde griegos y barbaros pudieran her- manarse y confundirse en una cultura cosmopolita. No hay ninguna menci6n del conquistador macedonio en sus escritos politicos. En la vispera del helenismo, Aristételes permanece aferrado a los viejos moldes de la pélis y se erige en defensor de los ideales mas cldsicos de la misma, como en otro plano hard el orador Deméstenes *. Desde el comienzo de su obra —desde ese libro I compuesto a modo de introduccién sociolégica— Aristételes se opone a quienes hacen de la ciudad un escenario convencional de Ia cultura helénica Para él la ciudad es una entidad natural y una entelequia; la pdlis es anterior al individuo como el todo es anterior a las partes, y no existe Por un mero acuerdo, sino por naturaleza. Como la desigualdad en- tre los sexos, también la que hay entre libres y esclavos, griegos y barbaros es, segtin él, y contra lo que algunos sofistas habfan ya de- clarado, una diferencia natural. Supone un orden engendrado por la Propia constitucién del mundo, en que hay hombres y mujeres, libres y esclavos, griegos y barbaros. Los unos han nacido para mandar y los otros para obedecer; y el buen funcionamiento de la sociedad exige que se ejerzan esas funciones de acuerdo con Ia ordenacién na- tural. Desde la familia al poblado aldeano y desde la aldca a la ciu- dad se va cumpliendo un programa de perfeccionamiento natural. En la vision finalista del mundo cada ser tiene su puesto asignado natu- gd? insistido en estos aspectos en la introduccién que redacté a la traducci6n de la Politica por C. Garcia Gual y A. Pérez Jiménez publicada en Madrid, Ed. Nacional, 1977, pags. 9-43, y en el capitulo sobre ideas politicas en la Grecia antigua que publi. qué en la Historia de la teorta polttica, ed. F. Vallespin, I, Madrid, Alianza, pags, 140- 166, especialmente referidas a Arist6teles. * Lo destaca muy bien T. A. Sinclair, en las paginas que le dedica en su Histoire de Ja pensée politique Grecque, trad. franc., Paris, Payot, 1953. i 26 CARLOS GARCIA GUAL ralmente, para desarrollarse hasta su perfecci6n, su #élos. La perfec- cién del hombre se cumple en la ciudad; en su condicién de ciuda- dano libre se realiza en su plenitud. Conviene detenernos un momento en la famosa definicién aristo- télica del hombre como un «ser civico por naturaleza» (zdon politi- kén... physei). Porque no se trata tan slo de afirmar que el ser hu- mano es un ser social —cosa que también postula Aristételes, al subrayar la importancia del Jégos como atributo especfficamente hu- mano y la importancia de la comunicacién de los significados por medio de ese l6gos, pensamiento y palabra—. Nuestro texto no dice que el hombre sea un zéon koinonikén, como afirmarén luego los pen- sadores estoicos, creyentes en una comunidad —koinonfa— més am- plia que la proporcionada por la ciudad. Lo que Aristételes dice es que el hombre es por naturaleza un animal de ciudad, un animal ctvico. El hombre no es autosuficiente; slo un dios 0 una bestia puede vivir al margen de la sociedad humana. Pero es en la ciudad donde el hombre puede alcanzar su plena condicién humana. En la ciudad, con su cultura y su politica, se humaniza del todo. También de las abejas dice en algtin lugar Aristétcles que son «animales politicos», porque también ellas necesitan de su enjambre para vivir conforme a su destino natural. Pero una abeja es un zdon politikén s6lo metafori- camente, en cuanto la colmena evoca una ciudad. Pero lo que funda la ciudad hist6ricamente es la voluntad humana de convivir y comu- nicarse mediante el /6gos. Ahi el ser civico del hombre se hace politico, en cuanto participa del gobierno de los asuntos de 1a colectividad. Importa considerar el sentido de lo «politico» para estos griegos que fueron, como destaca C. Meier, «los inventores de 1a politica», no como una profesién o una banderia, sino como un quehacer del ciudadano libre, como la actividad esencial de todo ciudadano libre®. «Los atenienses politi- zaron sus existencias mismas, mientras nosotros damos, cuando mu- cho, una dimensién politica a nuestros intereses privados» '°. Los ciudadanos no estan al servicio del Estado, ellos mismos son el Es- 9 Remito a su espléndido libro The Greek Discovery of Politics, trad. ingl., Har vard University Press, 1990. (El original alemén Die Entstehung des Politischen bei den Greiechen se edit6 en 1980) '© GC. Meier, Introduccién a la antropologia politica de la Antigiedad clasica, trad. esp., México, FCE, 1985, pg. 18. INTRODUCCION 27 a tado: la Polis. En el mundo griego no pudo concebirse un Estado dis- tinto del pueblo: la pdlis es el conjunto de sus ciudadanos. Por eso politefa significa tanto «constituci6n politica» como «ciudadania». Y no se dice la «constitucién de Atenas», sino «la constituci6n de los atenienses». Es en tal sentido como hay que entender la definicién aristotélica, Aunque no deja de plantear problemas esa definicién de la humani. dad. porque {cual es entonces el valor humano de las mujeres, de los esclavos, de los nifios, es decir, de todos aquellos que estan exclui- dos de la participaci6n plena en la ciudadania? El mismo Aristételes, un meteco, es decir, un extranjero albergado de modo provisional en la democratica Atenas, no era allf un ciudadano cabal". Pero destaquemos los grandes beneficios de la pélis, en los que indudablemente pensaba Aristételes. Sélo la Ciudad-Estado es auté- noma y autosuficiente. En ella puede el hombre encontrar cuanto le es necesario para su plena satisfaccién; sélo en ella es posible esa «buena vida», el eu zén, que es el objetivo de la ética, tan estrecha- mente vinculada a la politica. Lo cierto es que, incluso cuando las viejas cindades dejaron de ser autosuficientes econémica y politica- mente, después de Alejandro Magno, siguicron siendo los centros de la vida cultural y de la civilizacién més elevada tan Por otro lado, en esa vida cfvica y politica donde el Estado no tiene organismos propios y donde no hay delegacion de la participa- cidn ciudadana en las grandes cuestiones de gobierno, el ciudadano libre acttia a sus anchas como individuo y se siente un elemento im- Prescindible de la ciudad. Las épocas posteriores no han conocido una participacién semejante, una «militancia» cfvica (segtin el tér- mino de P. Veyne '3) que pueda compararse. Ni en las democracias vlad ote ues? nO es lo mismo ser un zéon politikén que un auténtico polites, un ciudadano de pleno derecho; pero no deja de ser patente que es el «ciudadanom quien ealiza ese «ser cfvico» en su plenitud, y que una comunidad donde los derechus de ciudadanfa estén restringidos a unos cuantos seres humanos —los hombres libres en edad de portar armas ¢ hijos de padre y madre atenienses, si pensamos en la época cla sica de la democracia— y negados a otros parece que limita la plenitud de la actividad esencialmente humana, segtin la propia definicién aristotélica. f Yéase FW. Walbank, £! mundo helenistico, trad. esp., Madrid, Taurus, 1985, Pags, 128 y sigs. y el clasico estudio de M. I. Rostovizeff, Historia social y econdmice del mundo helenistico, wad. esp., Madrid, Espasa Calpe, 1970. haat ease, ©: Meier y P. Veyne, L'identitd del cittadino e la democracia in Greck. Bolonia, Il Mulino, 1989. (En este breve volumen se han reunido dos buenos trabajos 28 CARLOS GARCIA GUAL actuales hay nada parecido, cuando el voto queda limitado a unas elecciones periddicas y sirve para delegar la decisién y opinién po- pular en ciertos representantes de partidos politicos mas o menos bien definidos. La «muchedumbre solitaria» de las naciones moder- nas s6lo hace politica de un modo vieario y distante. Por otra parte, no deja de ser cierto que, en la época en que Arist6- teles escribe, muchas ciudades griegas vefan amenazada su libertad, bien por enemigos externos 0 por luchas internas; las revueltas so- ciales y los ejércitos mercenarios hacfan estragos, y en la misma Ate- nas la participacién cfvica estaba limitada a aquellos ciudadanos que posefan una solida renta. La economfa complica y entrampa esas li- bertades ciudadanas —y Aristételes es el primero en advertir esos condicionamientos econémicos, aunque sin desarrollar sus anélisis, al final del libro I de la PoLitica. Lo que define al ciudadano es su capacidad para participar en las magistraturas, en los tribunales y asambleas democraticas. Una vez més conviene insistir, como ha hecho C. Meier, en la significa- cién que tuvo en las democracias antiguas ese asumir por turno el oficio de mandar y ser mandado, de decidir y tomar decisiones so- bre los asuntos ptiblicos. Esa funcién del ciudadano ateniense es- tuvo condicionada histéricamente y pronto, ya en el siglo IV a. C., se vio duramente restringida. Pero fue una de las mas notables con- quistas e invenciones de la Atenas clasica, desde Clistenes a Peri- cles. Ya Aristételes sefiala qué entre los tipos de politefai, la demo- cracia moderada —que justamente no tiene otro nombre sino ese. de politefa, ya que el término de democratia se reserva para su forma extrema y demagégica— es el gobierno menos malo, y mas firme. ‘Tanto Platén como Aristételes eran conscientes de que una cousti- tucién realmente ajustada a una actuacién auténtica de los ciudada- nos necesita unos determinados Ifmites. Por eso se preocuparon del tamafio de la ciudad y también de la condicién de sus ciudadanos. Por eso sefialaron la enorme importancia que tiene la educacién en la polis. Uno y otro querfan dejar al margen de la politica a quienes no de estos estudiosos que insisten en la diferente manera de pensar y vivir la democracia en la ciudad griega y en nuestro mundo moderno). Sobre el mismo tema, véase también el libro de M. I. Finley, Vieja y nueva democracia, Barcelona, Ariel, 1980. INTRODUCCION 29 tenfan ocio suficiente para actuar con libertad y elevaci6n de miras, a quienes gastaban su tiempo en trabajar y no en adquirir cultura y for- maci6n, como los artesanos y los comerciantes. Ambos fueron un tanto reaccionarios frente a los ideales de la Atenas periclea con su fisonomia y su libertad popular". No podemos tratar aqui con la extensién debida la repercusién que las circunstancias histéricas de su momento tienen en la obra de Arist6teles. Pero esta claro que, como en la de cualquier pensador, su teorfa se perfila sobre un trasfondo histérico, un contexto que con- fiere sentido a muchos de sus asertos de modo muy concreto. A dife- rencia de Platén, Arist6teles no pretende construir, ni siquiera en la imaginaci6n utdpica, el disefio de una ciudad ideal. Desconfia de ta- les proyectos idealistas. Se conforma con proponer un aprovecha- miento de los mejores logros politicos y una sagaz combinacién de los recursos disponibles: asf surge su proyecto de una constitucion mixta (que recogerfa lo mejor de cada tipo de politefa) y su confianza en la clase media, como la mas capaz de evitar los excesos '°. He ahi el camino hacia la areté y la asphdleia, muy de acuerdo con sus con- cepciones en el terreno de la ética. La felicidad —eudaimonta— esta en alcanzar esa virtud, que no resulta muy espectacular ni muy extre- mada, pero al menos es estable, ponderada y al alcance de muchos", AArist6teles como pensador politico hay que reconocerle sus mé- ritos: plantea los problemas con una visién genérica amplia y va siempre al fondo de las cuestiones, no evita los temas dificiles y suele presentar buenos ejemplos concretos, y esté més atento a una exposicién precisa que a la brillantez de sus conclusiones, y no le importa volver de nuevo a cuestionar los temas poco debatidos. Con todo, su enfoque no carece de un cierto sesgo lastrado por ciertos prejuicios. Asi, por ejemplo, esta determinado por su concepcién te- “Cf. A. Heller, Aristételes y el mundo antiguo, trad. esp., Barcelona, Penin- sula, 1983, y R. G. Mulgan, Aristotle's Political Theory, Oxford, 1977. Sobre Pericles y sus ideales, véase D. Kagan, Pericles of Athens and the Birth of Democracy, Nueva ‘York, 1991. 15 Véanse las paginas que le dedica, al final de su libro, J. de Romilly, Los funda- ‘mentos de la democracia, trad. esp., Madrid, CUPSA, 1977. (El titulo original francés, Problémes de la démocratie grecque, resulta més exacto que el de la traducci6n), © La postura ética de Arist6teles ha sido revalorizada y comentada por pensadores actuales de notable influencia. Véase, por ejemplo, el libro de A. Macintyre, Tras Id Virtud, trad. esp., Barcelona, Critica, 1988. 30 CARLOS GARCIA GUAL leol6gica de la naturaleza y de la sociedad humana, y por su afan de defender el orden tradicional de la sociedad helénica. De ahi su tenaz apologia de instituciones como la familia patriarcal y la esclavitud, que intenta fundamentar en la naturaleza misma como si existieran desde siempre (physei) y no por convencién o ley (ndmdi). Ya algu- nos sofistas habian cuestionado la justicia de tales estructuras de po- der; Aristételes es un defensor del orden establecido, aunque no deja de advertir que hay situaciones hist6ricas en que la violencia ha des- figurado los planes de esa naturaleza ordenadora. Por la amplitud de sus planteamientos y la seriedad de sus argu- mentaciones, la POLITICA de Aristételes es una de las grandes obras de teorfa politica del mundo antiguo, y de la tradicién cldsica euro- pea. Son muchos los temas que trata, son muchas las ideas que ex- pone, y muchas las sugerencias que ofrece al lector atento. Se puede estar de acuerdo con su autor, o discrepar de sus conclusiones, pero es imposible no advertir con qué claridad se plantean aqui los gran- des temas del pensamiento politico y sociolégico Si la lectura de los diélogos de Platén puede seducir al lector de modo que éste prolonga la lectura embelesado por el estilo poético y el dramatismo de la discusi6n vivaz e irénica sin mantener siempre la distancia critica conveniente, el estilo expositivo de Aristoteles, un tanto cortante y escueto, le obliga a permanecer en constante alerta, por la agudeza de sus apuntes y la multitud de sus anotaciones desde variadas perspectivas. Los escolasticos hicieron un flaco servicio ala inteligencia del Estagirita al insistir en sus férmulas y sus definicio- nes, como si de recetas se tratara. Aristételes es todo lo contrario de un pensador dogmatico; es un escritor denso, perspicaz, que muchas veces se corrige y retoca sus planteamientos; es un teorizador de ideas muy abstractas, pero un observador muy despierto de Ia reali- dad de su entorno. En claro contraste con Platén, no pretende que cl mundo se adapte a los paradigmas ideales, sino que quiere explicar la realidad mediante unas ideas adecuadas a la realidad. De ahf su ac- titud ante la historia y ante los hechos sociales. Pero conviene que el lector esté también en guardia ante otro riesgo: el de una facil aproximacién a los antiguos a partir de un lé- xico politico que nos es comtin, pero que ahora tiene unas referen- cias bastante lejanas a las de su origen helénico. Términos como pé- lis (que traducimos por «ciudad» y también por «Estado>), como INTRODUCCION 31 politeia (que traducimos por «constitucién> 0 «régimen politico», y otras veces como «democracia» o «reptiblica»), tienen en Grecia un sentido hist6rico preciso que conviene no preterir del todo. De igual modo, palabras como «democracia», «ciudad», «ley», «libertad», etc., tienen unas connotaciones distintas en el contexto griego y en nuestra €poca. Los demécratas griegos habrian encontrado muchos elementos extrafios en nuestras democracias, como nosotros encon- trarfamas muchos factores extrafios en el sentir politico de los at nienses. Conviene contemplar a los griegos con mirada de antropé- logo y no con una familiaridad excesiva, demasiado confiada en nuestro Iéxico comin 7. Lo que no quiere decir que haya que privilegiar un enfoque arqueo- Iégico en nuestra lectura, De ningiin modo. Los asuntos tratados y los argumentos empleados en la investigacién aristotélica, esa «filo- sofia de los asuntos humanos» que Aristételes intenta —en esa filo- sofia politica que se presenta como una continuacién de la Etica—, no son cuestiones de interés histdrico 0 arqueolégico, en modo al- guno. Las precisiones histéricas 0 filolégicas estan bien para afinar el enfoque critico o para extremar el rigor de los términas con que se expresa un planteamiento en su contexto preciso. Pero las ideas de Aristételes rebasan cualquier marco; es un clasico del pensamiento por su hondura y su temdtica. El alcance de sus planteamientos y la vivacidad de sus ideas trasciende su contexto hist6rico y muy justa- mente ha marcado la reflexién posterior sobre el hombre y la socie- dad civil. La enorme influencia de este tratado esté en consonancia con el interés de sus andlisis y reflexiones. Como antropélogo, so- cidlogo, fildsofo y pensador politico, Aristételes presenta numerosas perspectivas y sugerencias al lector actual, al margen de todas las precisiones que los estudiosos y eruditos puedan aportar en notas de pie de pagina. Frente a la mayor calidad literaria de Platén, el idealista y utépico, su discipulo Aristételes puede esgrimir los méritos de su mayor rea- lismo eritico y su temperamento liberal y moderado, con su enorme inteligencia abierta a todas las cuestiones sociales. "7 Aeste respecto son muy recomendables los estudios de C. Meier y P. Veyne ya citados en estas notas. 32 CARLOS GARCIA GUAL Hay varias traducciones de la PoLirica en nuestra lengua. Desde Ja de Marfa Araujo y Julién Marfas de 1951 (edicién bilingiie, del Instituto de Estudios Politicos, reeditada luego), hasta la més reciente que conozco (por M. Garcia Valdés. en la Biblioteca Clasica Gredos, 1989), una media docena. Esta que aqui se reedita, la de Patricio de Azcdrate, un buen cono- cedor de la obra completa de Arist6teles, es de 1874. La primera versi6n al castellano fue la de Pedro Simén Abril, en 1584. (Se ha reeditado hace pocos afios, en «Biblioteca de Politica, Economia y Sociologia», Barcelona. Orbis, 1985, 2 tomos). Pero entre las traducciones de esta obra conviene recordar la que hizo un ilustre humanista espafiol, Juan Ginés de Sepilveda, al latin, editada en Paris en 1548, que tanta repercusién tuvo en las discusio- nes sobre los derechos de los indios y la esclavitud en los tiempos de la conquista de América’®, Carios Garcia GUAL

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