potente trauma provocado por la crisis de 1898. La pérdida de los restos del imperio colonial -Cuba, Puerto Rico y Filipinas- en la guerra contra los Estados Unidos de Norteamérica, abrió un gran debate intelectual sobre los males de la patria. Fue la hora de los regeneracionistas para que el país recobrase el pulso. Es decir, salieron a la palestra una serie de discursos, de diferente configuración ideológica, pero todos coincidentes en la necesidad de modernizar las estructuras básicas españolas en todos sus órdenes. Los regeneracionistas planteaban, pues, una estrategia de acción para transformar los tres planos fundamentales del quehacer social del hombre. Desde el punto de vista político era preciso superar las prácticas caciquiles y que la política respondiese a los movimientos de opinión pública y a la libre controversia entre los ciudadanos, ensanchando los cauces de la toma de decisiones; todo ello bajo el supuesto ético de que los derechos políticos no continuaran resolviéndose como favores del cacique. En el plano social los discursos regeneracionistas aspiraban a la constitución de un país de clases medias, condición sine qua non para la democratización efectiva. En cuanto a la dimensión económica, la extensión de la industrialización siempre estaba presente. En suma los regeneracionistas auspiciaban un catálogo de modernizaciones cuyo objetivo último perseguía la existencia de un Estado revitalizado y la consolidación de una sociedad civil. Fuentes