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Alfonso XIII

La España de 1900 está aquejada de un


potente trauma provocado por la crisis de
1898. La pérdida de los restos del
imperio colonial -Cuba, Puerto Rico y
Filipinas- en la guerra contra los Estados
Unidos de Norteamérica, abrió un gran
debate intelectual sobre los males de la
patria. Fue la hora de los
regeneracionistas para que el país
recobrase el pulso. Es decir, salieron a la
palestra una serie de discursos, de
diferente configuración ideológica, pero todos coincidentes en la necesidad
de modernizar las estructuras básicas españolas en todos sus órdenes. Los
regeneracionistas planteaban, pues, una estrategia de acción para
transformar los tres planos fundamentales del quehacer social del hombre.
Desde el punto de vista político era preciso superar las prácticas caciquiles
y que la política respondiese a los movimientos de opinión pública y a la
libre controversia entre los ciudadanos, ensanchando los cauces de la toma
de decisiones; todo ello bajo el supuesto ético de que los derechos políticos
no continuaran resolviéndose como favores del cacique. En el plano social
los discursos regeneracionistas aspiraban a la constitución de un país de
clases medias, condición sine qua non para la democratización efectiva. En
cuanto a la dimensión económica, la extensión de la industrialización
siempre estaba presente. En suma los regeneracionistas auspiciaban un
catálogo de modernizaciones cuyo objetivo último perseguía la existencia
de un Estado revitalizado y la consolidación de una sociedad civil.
Fuentes

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