Vous êtes sur la page 1sur 36
JOSE MAR{A ARGUEDAS Y MARIO VARGAS LLOSA: DOS VISIONES DE UNA SOLA AMERICA Las semejanzas entre La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y Los rios profundos, de José Maria Argue- das, son evidentes en una primera lectiira. Ambas novelas se desarrollan en un internado, uno regido por militares, el otro por sacerdotes: es decir, establecimientos educacio- nales dirigidos por miembros de las instituciones mis tradi- cionales de Peri y de América, la espada y la cruz que, habiendo realizado la Conquista, mantuvieron vigente du- rante siglos, hasta nuestros dias, el orden social y econémi- co del continente. La tensién de las novelas deriva, en gran medida, del hecho de que: justamente estos organismos, Iglesia y Ejército, que miran hacia atras, aferrados al pasa- do, enceguecidos por el poder y una falsa concepcién de la realidad, sean los encargados de educar a los jévenes, de ir (de)formando el futuro. Estos adolescentes, sintomas de una América aprisionada por una paideia retrégrada, ponen de manifiesto una bdsica ambigiiedad, la contradiccién entre lo que los hombres creen acerca de la realidad y la realidad misma que ellos viven. Asf, sin poner en duda ni por un momento los mitos religiosos, patristicos, sociales, que dan fundamento a las instituciones educacionales y al mundo injusto que las soporta, viviendo plena y activa- mente esas ilusiones deformadoras, interpretando la reali- dad a través de los ojos religiosos y militares de sus educa. dores, los muchachos padecen una realidad muy otra, una que desmiente tanto al Cristo divino como al Héroe mili- tar. En ambas novelas el objetivo de los protagonistas sigue siendo cumplir el ideal de sus mayores, sin advertir que este ideal ya se ha desvirtuado: la santidad o el herofsmo bélico, la caridad o el coraje. No hay rebeldia contra el sistema o el mito como tal; la lucha indirecta entre autori- dades y jévenes permite al lector ironizar la situacién. Mas semejanzas: tanto en una obra como en Ia otra se muestra ese internado como el punto de reunidn de los mds diversos representantes de Pert, como una muestra, diminuta pero simbélica, de las diferentes geografias y clases sociales de ese pais, y las alianzas, treguas y luchas entre ellos pueden entenderse como una pardbola acerca de las divisiones regionales, econémicas y culturales que enfrenta toda nacién americana. Los muchachos viven en un profundo abandono, que tiene todas las caracteristicas del desamparo existencial contemporéneo: sufrimiento, culpabilidad, expiacién, mi- rada introspectiva a las raices de la maldad, odio e inco- municacién entre seres humanos, y especialmente la soledad en que se encierran, puntualizada por el uso exclusivo de la primera persona singular en Arguedas y por la fragmen- tacidn limitativa de los mundos personales e indefensos na- rrados por Vargas Llosa. A esto se agrega la infaltable vio- lencia que gobierna las relaciones entre los muchachos. Las luchas se caracterizan por su bestialidad y estén descritas con metdforas extrafdas del reino animal. Lo mismo ocu- tre con el sexo. En La ciudad y los perros, las relaciones se- xuales son, cuando no con prostitutas, con animales; una Hama y una perra. En Los rios profundos, los jévenes vio- Jan, noche tras noche, a una. pobre mujer demente, envene- nando sus vidas con su posterior remordimiento. En ambas novelas, frente a la descarnada caverna de lo sexual, se alza la figura irreal, sublimada, casi idilica, de una nivjer, una Beatriz salvadora capaz de guiarlos més allé del In- fierno. Hasta aqui las semejanzas, que evidencian una misma preocupacién por el dilema nacional. Pero mds importantes son las diferencias, ya que éstas ponen en manifiesto dos modos radicalmente opuestos de ver el mundo: las dos cos- moyisiones que en este momento se disputan el futuro cultural de América, los dos dialogantes en una conversa- cién que es la esencia de nuestro continente. Veamos, a modo de ejemplo, la visién del hogar en ambos autores. En La ciudad y los perros, la soledad de cada cual, su falta de vinculo personal, su disolucién en la continuidad, quedan realzadas por la disgregacién de Ja familia. Debe- rin habérselas en uh mundo hostil, donde no hay padre ni madre (la acién del Jaguar, el Esclavo, el Poeta, y Teresa), Para sobrevivir estos seres tendrén que depender de su fiereza, como el Jaguar, o de su astucia, como Al- berto. Y hasia las asociaeiones que lox muchachos estable- cen para su mutua defensa, como partes solidariag de una jaurfa, y que son un ituto para la familia (Eran como: mi familia, por eso sera que ahora me dan mas asco toda. via», dice el Jaguar al final del libro), fracasan terminante mente. El tinico que trata de fundar una verdadera famil es el teniente Gamboa, y su hija llega en el preciso instan- te en que se rompe el universo que esa nifia deberd here- dar, cuando su padre se da cuenta de la infinita corrupcién de su contorno. El subcapitulo que narra la legada del te- legrama que anuncia el nacimiento de la nueva generacién se abre con los versos de Carlos Germén Belli, «...en cada linaje / el deterioro ejerce su dominio», y termina con la dispersién que el Jaguar advierte en torno suyo, enfdtica- mente al entender el sentido de la traicién de sus compafie- ros y la desesperacién viril de Gamboa, con las palabras, «las olas reventaban en la orilla v morfan casi instantdnea- mente». La incapacidad de la ola por perdurar o solidificar, que estructura el modo narrativo de La ciudad y los perros, se repite en Los cachorros, donde la incapacidad de pro- crear de Pichula, de formar una familia, de tener hijos, es un eco de la imposibilidad que tienen los protagonistas (ese «nosoiros» que, siendo el verdadero centro de interés, va dispersdndose en un «ellos» anénimo y aburguesado, du- rante el transcurso del cuento) de derrotar el olvido y la muerte, de anclarse en algin definitive espacio o tiempo sin volverse a la vez irremediablemente mediocres y viejos. El estilo entrecortado es causa y efecto de esta destruccién de la familia. BI tema se amplia en La casa verde, donde, tal como en la Odisea, cl tema es la busqueda del asentamiento, bis- queda de una mujer como eje en torno al cual se pueda crear un niicleo familiar, algo que sea una isla fija en el lorbellino (emporal que azota-agota a los personajes. Pero apre se fra en el caso del practico Nieves, en el de Fushia, en el de Anselmo, en el de Lituma. En cada historia paralela, el hombre parte en un viaje y pierde la mujer, que pasa a otro hombre, que a su vez. la deja. Es el intento de hallar agin refugio donde se pueda construir una barrera frente al tiempo devastador, un Ithaca perso- nal contra la muerte jenta y perezosa y fluvial de cada dia. En el centro, uniendo todas las narraciones, esté Lituma y u anti-Penélope, la mujer que en vez de esperar a su ma- rido, guardar el hogar, criar el hijo, rechazar a los preten- dientes, se entrega a éstos, se hace un aborto, destruye la familia, se hace prostituta, Hasta la vida de personajes se- cundarios en La casa verde, como el padre Garcia o el joven Alejandro o las monjas o 1a Chunga, subrayan Ia cas- tracién y el aislamiento que imperan en ese mundo, Ja fragi- lidad e impermanencia de la vida frente a la muerte, la ineficacia del tiempo presente por perdurar, ya que esta sus- pendido disolventemente entre el futuro y el pasado, ambas dimensiones reales aunque inasibles. El hombre, en Var- gas Llosa, trata de arraigarse en algo o en alguien que le pueda garantizar su propia persistencia, la arena movediza ‘fiando con ser roca. La configuracién narrativa y estruc« tural de la novela sirve como corporizacién estética de es- las vidas fragmentadas. En un mundo en crisis, donde el hombre sdlo dispone de la seguridad de su propio transcu- mir, la relacién personal es lo vinico que puede salvar y orientar, y su pérdida significaré resquebrajar el Ultimo puente que une al hombre con un mundo objetivo: se transforma, finalmente, en un penitente o un derrotado, de- dicado a escuchar las voces fantasmales que le lega el pa- sado, donde ve configurado irénicamente, como un disco que se repite en una radio que ya nadie escucha, su destino de ser que sofié y que ahora sabe los basurales en que de- sembocan los suefios. Mejor no sofiar, susurra Vargas Llosa, aunque sabe que por lo menos en el fracaso de las ilusiones hay una profunda recuperacién humana, el engafio permi- tir el viaje hacia la muerte, hacia el autoconocimiento en fa muerte, Arguedas, en cambio, sugiere que el hombre debe, jus- tamente, sofiar, puesto que a través de lo magico, de la ima- ginacién original y originaria, a través del acto poético que tunde a hombre con universo, puede salir del cabismo de hiel, cada vez mds hondo y extenso, donde no podia llegar ninguna voz, ningtin aliento del rumoroso mundo». En Los nos profundos, en Amor mundo y tantos otros cuentos, en el pequefio indigena de El sexto, en las experiencias escola~ res de Rendén en Todas las sangres, aparece el tema del nifio abandonado, el hogar destruido, el alejamiento del pa- dre, peripecia de pesadilla que Arguedas repite en todas sus obras debido a sus propias experiencias biograficas. Ernesto se enfrenta a la crueldad de un ancho mundo, que extermina pdjaros y exprime a indios, al Viejo, que puede aniquilar a un pongo con una orden, al Lleras, al padre Director, al ejército, y a la peste, sfmbolo de todas las fuer- zas de la maldad. El nifio logra abolir las trampas de la muerte, porque para Arguedas el hogar est4 en cada hom- bre y nunca desaparece la solidaridad con Ja gran familia de la naturaleza o de los otros. Una montafia que calme, un pajaro que guie, un zumbayllu como un valle que bai- le, un rio que se Ileva la infeccién, algun apretén de manos desde el pasado en la noche. Los hermanos del protagoniste abandonado son innumerables otros hombres, especialmen- te indigenas, explotados por una sociedad que también los ha abandonado. Es més fuerte en Arguedas este hogar uni- versal que las fuerzas destructivas que han arrojado al in- dividuo al desamparo. Frente al Viejo, ancestro del nifio parte de su familia, esta el origen, las légrimas que cantar en los muros de Cuzco, la campana Maria Angola que todo lo convierte en oro. Frente al internado, el recuerdo del padre: «porque cuando anddbamos juntos, el mundo era de nuestro dominio, su alegria y sus sombras de él hacia mi». Antes de pelear, invocar el espiritu de Ja montafia: «Los indios invocan al K’arwarasu tinicamente en los gran- des peligros, Apenas pronuncian su nombre el temor a Ja muerte desaparece». La obra entera de Arguedas es la lucha entre las tinieblas y la luz («el claror, el relampago, el rayo, toda luz vibrante. Estas especies de luz no totalmente div: nas con las que el hombre peruano antiguo cree tener atin relaciones profundas entre su sangre y la materia fulguran- te»). El hombre se encuentra entre estas dos fuerzas: seran Jos rios profundos los que derrotardn a los monstruos (pala- bra que Arguedas usa mucho), el ser humano pertenece a Ja estructura solidaria del cosmos («;Tu sangre acaso no es agua? Por ahi le habla el alma, el agua que siempre existe bajo la tierra») y no puede nunca, por lo tanto, que- dar abandonado. En los peores momentos, Ernesto visita un puente y un rio, que «despejaban mi alma, la inundaban de fortaleza y de heroicos suefios. Se borraban de mi men- te todas las imagenes plafiideras, las dudas, los malos re- cuerdos.., Y asf, renovado, vuelto a mi ser, regresaba al subia la temible cuesta con pasos firmes. Iba con- versando mentalmente con mds viejos amigos lejanos: don Maywa, don Demetrio Pumaylly, don Pedro Kokchi, que. me criaron, que hicieron mi corazén semejante al suyo>. Esta comunicacidn con los demas, lograda a través del ele- mento natural que los une, ffsica y mentalmente, da sentido a su soledad: «Durante muchos dias después me sentia solo, firmemente aislado. Debia ser como el gran rio; cru- zar la tierra, cortar las rocas; pasar, indetenible y tranqui- lo, entre los bosques y las montafias, y entrar al mar, acom- pafiado por un gran pueblo de aves que cantarfan desde la altura». Si me he detenido tanto en Los rios profundos (la mis- ma visién salvadora podria encontrarse en cualquiera otra de las obras de Arguedas) es porque me parece necesario enfatizar Ja diferencia con Vargas Llosa, que escribe des- de otro dngulo, desdé la ciudad americana. Si bien es cierto, como lo ha sefialado Nelson Osorio, que la visién ética de Vargas Llosa deriva en gran medida de su concepcién eslélica, resultando peligroso tomar ese mundo como el suyo, también es cierlo que sus personajes mucsiran cier= tas constantes, trasunto de una cierta weltansicht bien dex terminada: se ve al hombre como un eterno derrotado, ine capaz de controlar su mundo, naufragando en una fatalie dad jneludible. También es indudable que Arguedas, esorl biendo desde la interioridad de los indigenas y desde el co» raz6n de la naturaleza americana, postula la posibilidad de gue el hombre venza al destino, supere su hado malig- no y controle eso que parecfa dominarlo. En La ciudad y los perros, como en el cuento Los jefes, se muestra a seres encarcelados dentro de un sistema, y se entiende que ese colegio militar imita la estructura férrea de la realidad mis- ma. En La casa verde esta idea se apodera del universo, y América aparece como una carcel ontoldégica, esencialmen- te una prisién, de tiempo, de muerte, el retorno del viajero que vuelve con las manos vacias y con esperanzas que ya estén carcomidas por el olvido. Los barrotes de esta peni- tenciarfa estén hechos de palabras, el hombre es un verbo siempre escrito en tiempo pasado, el hombre es una voz sin cuerpo, una apariencia continua visitada por tiempos simultdneos y fantasmas futuros. La imaginacién del hom- bre, la magia de la palabra, que en Arguedas liberaba las potencias luminosas de Ja mnisica, en Vargas Llosa sirve para consiruir espejismos lingiifsticos que atrapan al hom- bre finalmente y lo succionan hacia la muerte. De la misma manera, la naturaleza, firmamento para Arguedes, casi desaparece en Vargas Llosa, aun cuando la mitad de La casa verde transcurre en la selva, la selva que es como una casa verde, como una ciudad verde, como un laberinto leno de calles y de cemento, verde, verde. Y el indfgena, su ino- cencia, edad de oro, terminan en el burdel de la Chunga. Para Arguedas, la realidad también tiene algo de cét- cel (WY no tenfamos a dénde ir. Las paredes, el suelo, las puertas, nuestros vestidos, el cielo, de esa hora, tan raro, sin profundidad, como un duro techo de luz dorada; todo parecfa contaminado, perdido o iracundo. Ningin pensa- miento, ningtin recuerdo podfa Hegar hasta el aislamiento morial en que durante ese tiempo me separaba del mun- do»). Pero frente a ello coloca. tanto en Los rios profundos y los cuentos, como en EI sexto, que relata el encarcela- miento que sufrid el novelista, el mundo indigena, la fe, el amor, la magia, la naturaleza. Ya en Todas las sangres no se trata de seres dentro de una circel manteniendo 1a espe- ranza debido a su ligazén emocional ¢ imaginativa con el hombre y Ia naturaleza que estan fuera de esa prisién, sino de héroes que se enfrentan a la prisién desde fuera y que destruirin con su accién rebelde todas las cérceles del mundo, hombres que liberardn a los presos, que hardn reali- dad social lo que los rios profundos prometian con su mi- sica natural, La lucha que en la primera etapa de Arguedas, anterior a Todas las sangres, era individual e interior, es agui la batalla del ser humano por superar la maldad que él encuentra en el mundo, mediante el procedimiento de derrotar las tentaciones, Jas bajezas, la peste, que intuye en su propia conciencia. Es una idea cristiana, dostoiewskiana, en parte existencialista: en mi salvacién personal esta ci- frada la del universo entero. Las guerras sociales por un mundo mejor se ganan con seres complejos, divididos, an- gustiados. Sélo la contaminacién interna puede explicar la predominancia del mal en el mundo. Cada hombre redime alos demas, Estas ideas acercan a Arguedas al resto de sus compaficros de generacién en América, de los cuales se lo ha tratado de separar. Pero una vez que Arguedas, después de afios y aiios de lucha con sus propias tormentas, ha logrado no sucumbir ala perversién, a la cércel interior que cada hombre co- bija, debe retornar para buscar a los seres que ama, a los indigenas que Je permitieron, mediante su solidaridad y ejemplo y canto, liberarse: debe abrazar la lucha colectiva del pueblo por liberarse. La wiltima vez que vimos a Ernes- to, éste hufa de la peste, seguro de que «los colonos, con sus imprecaciones y sus cantos, habfan aniquilado a la fie- bre» y de que «el rio la Hevarfa a la Gran Selva, el pais de los muertos», Es Arguedas mismo que vuelve ahora, que liene que retornar, transfigurado, sano, entero ahora, para enfrentarse socialmente con esas fuerzas que ha derrotado en su interior en las novelas anteriores. Para exorcizar a la muerte no basta con vencerla en Ja soledad compartida, sino que debemos llegar a Ja gigantesca destruccién de las fuerzas sociales que, de no extirparse, contagiaran todo el mundo. Sin embargo, la misma lucha interior, en gran me- dida cristiana, se repite en Todas las sangres, especialmen- te en la figura de Don Bruno, cuya redencién es individual mas que social, mas de una persona que de una clase. Esto se debe, tal vez, a que Arguedas vacila, suponemos que siempre vacilaré, entre la concepcién cristiana, mistica, que dice que el mal nace del hombre mismo caido en el mundo, es inherente a su ser, y la concepcién marxista que afirma que el mal es el producto de la enajenacién social. No creo que el mismo novelista tenga claro este dilema, Tampoco es necesario que lo tenga. Las novelas y los cuentos anteriores a Todas las sangres presentan a los adolescentes que se inician en un mundo perverso e injusto, Mediante una voluntad lirica, bella pero contusa, Ilena de vibrante ternura hacia todo lo viviente, narrada en primera persona, el joven decide no dejarse destruir. Pero en Todas las sangres, objetivada en tercera persona como para alejar toda nocién de subjetividad o egocentrismo, las fuerzas que se rebelan no se apoyarin sdélo en sentimientos mdgicos o en Ja dignidad feroz del indigena, sino que también habré una estrategia de com- bate a largo plazo, una preparacién racional y emotiva para ja guerra, una guerra homérica que se desarrollard en torno a una mina en el Pert, Trataremos de demostrar que esta lucha toma caracteristicas épicas, es decir, que Todas la sangres, sin dejar de ser evidentemente una novela, se apro- xima en muchos sentidos al género literario de 1a epopeya. ‘Veremos aspectos bien concretos: la visién de la muerte y de la mujer, la creacién de personajes gigantescos, heroi- cos, el deseo, de hacer irreal y mejor y legendario tanto al espacio geogrdtico como a los luchadores, la necesidad de que la lucha se vea como trascendentalmente unica, irre- petible, el uso de ciertos recursos tipicos de la gesta en el lenguaje que hablan los protagonistas y en el modo narra. tivo simple y claro que utiliza el autor. Si podemos probar esto, Todas las sangres, obra dejada de lado por Ja critica apareceré como una de las novelas fundamentales de la lile- ratura hispanoamericana de este siglo, si bien tiene incues- tionables defectos. A medida que analicemos este acerca- miento a la tradicién épica, iremos advirtiendo las diferen- cias con Vargas Llosa, el portador de otro mensaje, no me- nos vital, para nuestro continente. Para entender Ja originalidad genial de Arguedas hay que hacer una rapida revisién comparativa de la visién na- rrativa con la cual entronca y que él ha superado definitiva- mente: la novela indigenista anterior, que es una de las formas que toma la novela de la explotacidn social en Amé- rica. Nuestras ideas se basardn en las siguientes obras: Huasipungo (Icaza), El indio (Lépez y Fuentes), El metal del diablo (Augusto Céspedes), Raza de bronce (Alcides Arguedas), Plata y bronce (Fernando Chaves), Tungsteno (Vallejo), los cuentos de Lépez Albuijar, Aluvidn de fuego (Oscar Cerrutto), Altiplano (Ratil Botelho Gosalvez), mas algunas obras que muestran la explotacién sin indfgenas (Fallas, Gallegos, Lomboy, Rivera, Gil Gilbert, Osorio Li- zaraso y César Uribe Piedrahita), pero nos fijaremos espe- cialmente en aquel monumento de la literatura peruana, El mundo es ancho y ajeno, con el cual Todas las sangres guarda una extrafia e inversa relacién. En todas estas novelas, el interés principal es mostrar la 9PRESION. En esos pedazos de vida destrozados, anonada- dos, aplastados, vejados, en esos indios ingenuos, enga- fiados, inconscientes del mundo en que viven, se enfatiza la pasividad, la acumulacién de sufrimientos, la falta abso- luta de control sobre los acontecimientos, Esta visién no slo se debe a las condiciones histéricas que prevalectan en esa época y que desafortunadamente atin persisten en parte en Ja nuestra, sino también a Ia influencia del determinismo naturalista cn la literatura, el hombre como un ser abo» feteado por la fatalidad exterior (su medio ambiente, sus circunstancias histéricas) ¢ interior (su xaza, sus genes). (Pa~ radéjicamente, esta visidn se emparienta con la de la novela actual que coloca al hombre en un mundo que tampoco en- tiende o domina. Pero en esta limitacién, para Vargas Llo- sa, estaria el principio del conocimiento.) El mundo mostrado en estas novelas sociales es estd- tico, casi eterno, sin movimiento o cambio. Cuando, por fin, en la tiltima p&gina de Ja obra, los indios se rebelan, es un impulso ciego, instintivo, imitil, un Ultimo intento desesperado por no ser despojado del viltimo reducio de tierra que les va quedando. Es una reaccién automatic: casi pavloviana, para poder sobrevivir, hecha por seres que resisten no porque tengan un plan para su liberacién, sino que ya no tienen dénde escapar: ya se han cerrado todos los caminos, examinado todas las alternativas y ahora, con- tra su voluntad, con rabia y resignacién, ya que saben que morirén infructuosamente, deciden luchar. La desespera- cién los comanda: reiteradamente se muestra a los indige- nas listos para reiroceder, felices en sus exiguas posesio- nes, con tal de que los dejaran en paz; si no fuera por la accién continua de los gamonales y de los intereses extran- jeros, no habria conflicto. El estallido esté provocado por la repeticién intensificada de los abusos. La aniquilacién del pobre es consecuencia natural de su falta de preparacién militar e ideolégica, su letargo. La tensién dramiética de estas novelas es naturalmente minima. La novela de Arguedas, en cambio, sin dejar de denun- ciar la opresién e indignarse por ella, muestra desde el principio la REBELIGN, y no como resultado casi mecénico de abusos inaceptables, sino como una ofensiva decidida por parte de los indigenas por instaurar un nuevo orden social y humano, cuyas raices futuras estan en el ser mito- ldgico del indio. No se trata de re-accién bioldgica, el perro que muerde de tanto que lo han pateado, sino de accién originaria, politica y militarmente originaria. La novela de Arguedas no muesira el camino que recorre el indigena para Hegar a la conclusién de que debe resistir: es la resistencia misma, desde la primera pagina. Donde termina Ia obra de Ciro Alegefa, Jestis Lara, Ieaza, y otros, ahi es donde co- inienza la rebelién de José Maria Arguedas. Rebelidn inevi- lable, indispensable, esencial, necesaria, No hay ceguera ni aceidentalidad en esta lucha. Rendén Willka, simbolo del pueblo, figura prometeica, sabe perfectamente qué hacer, Ni-es ingenuo ni Je engafian. Ha medido todo: puede leer no sélo libros, sino las almas humanas y sus intenciones. Su lucha es a largo plazo y dentro de su plan est4 su pro- pia muerte, Sabe que controla el universo. Con dones pro- féticos, con conocimientos casi sobrenaturales, aparece como un ser semidivino, una leyenda haciéndose ante nuestros ojos. Descarga los golpes cuando a él Je conviene, no cuan- do es provocado por los terratenientes o por el Consorcio Extranjero. Derrota uno por uno a sus adversarios. Arguedas ha ido preparando el heroismo de sus indige- nas en todos sus libros anteriores. No sélo ha mostrado como el hombre aniquila la maldad interiormente, sino que establece en Los rios profundos (actitud de dofia Fe- lipa y en varios trozos: «una inmensa alegria y el desco de luchar, aunque fuera contra el mundo entero, nos hizo correr por las calles», «pero ese canto no te oprime, te arrastra, como a buscar a alguien con quien pelear, algtin maldito», «pero podria igualmente luchar contra una legion de céndores y de leones o contra los monstruos»), en Yawar Fiesta (tareas de Hércules que cumplen los indios: el camino y el toro), en innumerables cuentos, que el indio es moralmente superior a sus explotadores, mds inteligente y fuerte y bello. Ha ido creando un concepto de la digni- dad del indio que faitaba en toda la tradicién anterior. Por- que aun los autores que mas amaban al indigena lo mira- ban desde afuera, desde lejos, con una mirada turfstica que se posaba en su exotismo y costumbres raras. La solucién propuesta era generalmente que el indio se civilizara, es decir, que elevara su estatura a la del hombre blanco y en- tonces podria resistirlo, incorpordndose plenamente al mun- do opresor. Algo asf como una via pacifica, reformista. Pero Arguedas, sigue el principio que Aristételes establecié para el género de Ia cancién épica, estos hombres son «mejo- res» que el lector, superiores a él, y la batalla que desarro- llarén es mds importante que la cotidiana lucha de los lectores. T.os barbaros son mds humanos, son més necesa- rios, que los civilizados. Porque el lector es pasivo. Esta dedicado a recibir las imagenes que un narrador le entrega. El héroe épico es activo: cambiar el mundo. Claro que la novelistica anterior preparé el terreno para — TMAGIIELCTON ¥_YIOLENCKA Arguedas al documentar Ja vida indfgena y proponer, como solucién final, definitiva, la violencia. Antes de poder na- rrar la gesta liberadora de América, que es el sentido de Todas las sangres, era necesario desmitificar y desmixtifi- car al indio, rechazando tanto Ja falsa visién decorativa, sentimental, del romanticismo a imitacién de Chauteau- briand, asf como la concepcién feudal de que era un salvaje, ignorante, bestial, irredimible. Con ese material fotogrdfico, con Jas superficies que los criollistas trajeron de vuelta de la tierra, Arguedas debié empezar otro cami- no, ahora hacia el mito, debié crear un nuevo mito, un mito verdadero esta vez y no falso, la leyenda contempo- rénea de Ja rebelién en pos de una nueva humanidad. Par- tiendo del resultado a que legara la novelistica anterior, Ar- guedas natra las consecuencias complejas de esa decisién de resistir, y lo hace tomando en cuenta toda la maraiia de actitudes posibles en el mundo actual, encarndndolas en individualidades, de acuerdo con Ja tendencia de la nueva novela hispanoamericana. Con esto, Arguedas rescata una de las vertientes esencia- les de América (y de toda la humanidad actual), continen- te donde atin es posible lo heroico. No sélo por sus luchas pasadas y futuras de liberacién social y por su primitivis- mo bérbaro, sino también porque su situacién cultural es Jo suficientemente madura como para esbozar grandes obras literarias en torno a estos temas: habrfa aqui la continua- cién de la tradicién épica barroca (dada vuelta, ya que aqui son los indigenas los buenos y los conquistadores los ma- Jos), las gestas anunciadas en las paginas de Marti y Ma- ridtegui, que se cumplieron ya en Cuba, y que se atisbaron en varias novelas sociales sin llegar a cumplirse. En Vargas Llosa no hay fuerzas controlables, el hombre no puede dominar su mundo. No hay planes, ni qué ha- blar de estrategias; sélo proyectos confusos y vagos, direc- ciones en que se intenta navegar, mientras uno va palpando el terreno con antena de insecto malherido. El hombre no tiene grandes ambiciones: sdlo desea sobrevivir en un mun- do peligroso, escabullir la violencia que le espera en el proximo rostro que encuentre. Lo que conmueve en estos personajes, destruidos finalmente, tullidos y derrotados los més, es ver cudn lejos han estado de controlar Ja pequefia telarafia sucesiva de concatenaciones de su vida. Ni han podido conservar a su mujer ni luchar junto al amigo. jCuén lejos estarén de controlar el universo mismo! Las posibles decisiones quedan invalidadas por las leyes que rigew ese universo. Ademds, la estructura militar de la rea- lidad se manifiesta en el hecho de que otros hombres, Julio Redtegui en La casa verde, o el coronel en La ciudad y los perros, controlan los hilos de ese mundo, determinando la vida de los personajes desde la invisibilidad. Por lo de- més, cada accién futura esté formada por todas las accio- nes del pasado.” Asi, para que Bonifacia Iegue hasta el burdel, deben raptarla, debe rehusar ir con Redtegui, debe dejar escapar de las monjas a las aborigenes, debe ser ex- pulsada, debe irse con Lalita, y para esto, Lalita debe vivir con Adrian, y para esto, etc. Las historias simulténeas de La casa verde se determinan unas a otras, constituyendo Ja més formidable cércel del tiempo que se haya coni= truido jams. La estructura narrativa es absolutamente esen- cial al tema y se equivocan los que se quejan de su artiv ficialidad y falsedad. En cambio, Arguedas estd narrando un destino social colectivo, basado en Ja creencia de que el hombre puede cambiar su mundo: esta narrando una esperanza, el futuro de Peri v de América. Sus protagonistas participan de la caracterfstica primordial del héroe épico: la ambicién or- gullosa, conocen sus propias potencialidades. Derriban mon- tafias, se enfrentan a los monstruos de la noche que se dice viven dentro de la mina, desaffan a ejércitos e intereses que aparecen como invencibles y siniestros, los terratenien- tes y un Consorcio Internacional que dispone de la tecnolo- gia moderna con redes tentaculares en todo el mundo y que tiene a su favor, ademas, al Parlamento, a los juzgados, a las autoridades locales, a la iglesia. Frente a esto se hallan las figuras macizas, gigantescas, miticas ya, de Rendén Willka y de su aliado don Bruno. Este desaffo emocionante nos indica que aquella lucha, para Arguedas y para el lec- tor, tiene las dimensiones trascendentales de otros hechos, historicos 0 imaginarios, que han movido a otros cantores €picos: Ja disputa por la mina, que representa la lucha por la liberacién de América, reviste la misma seriedad de mo- mentos tales como la fundacién de Roma (en La Eneida de Virgilio), como la conquista de Jerusalén por los cruzados (cn La Jerusalemme Liberata de Tasso), como la creacién del Imperio Uspatol (en La Araucana de Ercilla) 0 del Im- perio Portugués (en Os Lusiadas de Camoens), como la justificacién de fa caida del hombre y su salvacién (Para- dise Lost y Paradise Regained de Milton). Segin C. $. Le- wis (A Preface to Paradise Lost), una caracteristica funda- mental de lo que él Hama la épica secundaria o escrita (en contraposicién a la homérica u oral), es que estos momen- tos tratados son tnicos, irrepetibles, arquetipicamente sig- nificativos. Ya veremos que Arguedas, a pesar de que su obra es una novela y no un poema épico, trata de crear un mundo irrepetible y épicamente tinico. Lo esencial, por ahora, es notar que el hecho que narra, la liberacién de América enraizada en su propia conciencia autéctona, es tan trascendental como los que narran otros poemas épicos. Hn este mundo de Arguedas puede haber heroismo, porque aqui la aceién tiene sentido, dispone de una jerar- quia valorativa, un eje de claridad axioldgica en torno al cual girar, Para Vargas Llosa, su obra misma es la biise queda de este sentido. EL sentido esta, si es que se halla en alguna parle, en el recorrido, en cl desarrollo, en el no-en- cuentro. Para Arguedas, el sentido ya esd dado, ya estruc- tura la accién con una determinada orientacién combativa. La muerte, en Todas las sangres, es una resurreccién en la historia, porque hay un significado mayor que engloba los momentos transitorios de la derrota. La muerte es un obs» téculo mds, el més duro, en Ja lucha; pero no es el es- queleto mismo de las cosas, como en Vargas Llosa, donde los personajes estén carcomidos por la tnica, eterna, coti- diana muerte, donde estin derrotados de antemano, ya que Ja muerte es Jo tiltimo, no hay mas. En un viaje que vacila entre Jo circular y la forma del espiral, se cumple la pro- fecfa de T.S, Eliot: In my beginning is my end. Cada his- toria paralela y simultdnea es la negacién de Ja libertad y del sentido de toda otra secuencia. EI resultado es un edi- ficio fantasmagérico formado por pilares, pisos, piezas (una casa verde, una ciudad moderna, un Jaberinto interior) que en vez de apoyarse mutuamente se niegan y se inter- destruyen. Es la muerte el tinico comtin denominador en este caos demasiado exacto e inevitable. Para Arguedas, la muerte es la pequefia muerie o la muertecita, como dice Rendén Willka, anticipdudose pro- féticamente al Che Guevara. La vida puede més. Los fu- siles no pueden apagar el sol. Ei sentido de la vida en Var- gas Llosa esté en el movimiento, en el mero transcurrir de espasmos temporales. Asi, generalmente en el epilogo de una novela se nos cuenta lo que sucede a los seres después de la accién. Pero en La casa verde no puede hablarse de un después sino mas bien de un recomienzo del viaje en el futuro, de un retorno al punto de origen, ese momento en que cada ser se debera enfrentar al significado de sus ac- ciones y de su pasado. Se nos muestra el destino iiltimo de los personajes, el momento cuando escapan a la cércel del tiempo para caer en la cércel de Ja muerte o cuando quedan fijados para siempre en el hielo de Ja indiferencia o de la mediocridad. Esto nos explica también las diferentes posiciones fren- te a la estructura narrativa y al lenguaje. Argnedas es hasta cierto punto tradicional; Vargas Llosa sabe que su tinica salvacién es buscar lo que ni siquiera sabe existe: un sig- r'ficado. Para eso deja fluir un mundo auténomo, cuyas leyes sdlo obedecen al nuevo cosmos estético recién creado, El exilio es ms importante que la lucha en Vargas Llo- sa; en el hacerse ajeno a las rafces, perderlas, no saber si existen, lo que importa es el acto creador, lingiiistico, que comprende o intuye. La obra misma es un tumultuoso viaje hacia sf mismo, hacia un universo que sdlo existe en el transcurso de su expansién. Si hay lucha en Vargas Llosa es como parte integrante del viaje, como el motor que hace andar la estructura. La guerra, en cambio, para Arguedas, exige dimensiones claras, indubitables: hay un centro en torno al cual giran Jos hechos y acontecimientos, hacia el cual convergen si- tuaciones, personajes y espacios. La técnica narrativa pide también claridad, definicién, exactitud, limpieza, casi como si fuera un personaje épico mds. Es desde aqui que debemos entender las diferencias notadas entre Arguedas y sus com- pafieros de generacién, que comenzaron los experimentos narrativos que han abierlo nuevos caminos a nuestra nove- listica. Para Arguedas, la destruccién del funcionamiento aparentemente racional del universo imposibilitaria la uni- dad épica. La imposibilidad de ser heroico en el mundo de Vargas Liosa se relaciona con la problemdtica de toda la litera tura contempordnea. Ser un personaje épico (se entiende en el sentido aristotélico y no en la forma de Staiger) es ser protagonista de su propia historia, ser mas que la masa en el cambio de la historia, elevarse por encima de su circuns- tancia. El personaje de la novela actual, europea y norte- americana, es una victima, un espectador dentro de la masa, que busca la dignidad en su propia conciencia, raramente en la accidn, enfrentado a un mundo tan complejo que lo apabulla, tratando de raspar una imagen de sf mismo en la inevitable autodestruccién, se mira vivir, se espanta ante su propia ajena existencialidad, y se refugia en Jos confu- sos tincones expuestos de su yo. Desentrafiar su situacién dentro de la totalidad de interrelaciones que lo inmovilizan, dialogar con su pasado brumoso, negarse a la corrupeién, conservar la humanidad a la defensiva, es lo mds que se puede hacer. En Latinoamérica se agrega la necesidad de sobrevivir. En La ciudad y los perros tratan todos de ser héroes; pero no lo logran. No pueden vivir la tradicién militar muerta, y menos en ese internado. No es un mundo épico; antes de que comience la novela han sido derrotados. Vea- mos las posibilidades abiertas a los hombres. a) la actitud de Gamboa: debe ceder, rota su creen- cia en los antiguos valores militares, imposible su autentici- dad, incapaz de la rebelién total que tampoco tendria sen- tido. Ha vivido lejos de la realidad y fracasa. Su vida se habia desarrollado segtin principios que él mismo expone: «BI orden y Ja disciplina constituyen Ja justicia... y son los instrumentos indispensables de una vida colectiva racional. El orden y la disciplina se obtienen adecuando la realidad a las ley b) la actitud de Alberto: se hace el héroe hasta que lo chantajean y huye. Termina por olvidar al Esclavo y a ‘Teresa y a la «poesiay. c) la actitud del Jaguar, que considera que el mundo es una jungla y actiia, por consiguiente, como una bestia, una que es noble, ya que si los seres humanos son animales se trata de ser un animal mds poderoso, que no se deja atro- pellar, que responde con violencia a la violencia, que acepta rebelarse en un mundo enajenante y desesperado. Es una fuerza de la naturaleza: Alberto piensa en un momento que «su risa asusta a las ratas». No es heroica su actitud, aun- que s{ valiente: se apoya en cualidades animales, inferiores, para rescatar su humanidad ultrajada. «Me llamo Jaguar. Cuidado con decirme perro». Y se vive en un mundo de «animales con caras de hombres», como dice Alberto, rela- tando un suefio ficticio, que no por disimulado es menos veraz. Lo peor en ese mundo es la debilidad, porque el hom- bre se convierte en indefensa victima. Sobrevivir es la con- signa. Mas importante que sobrevivir para el héroe épico es el honor, su dignidad humana excelsa, No hay honor para Vargas Llosa: nay hombria, El Jaguar repite hasta el can- sancio: «yo les ensefié a ser hombres», Lo més terrible es Ja delacién o traicién, también denunciados en sus cuen- tos, Los jefes: es como un pecado contra la especie o el género, como el lobo que le dice al leén dénde esta la ma- nada. Los otros son enemigos que quieren convertirnos en perros, en objetos. Los de aquf no son enemigos, pero si aliados casi biolégicos. Vargas Llosa esta obsesionado por la idea de Ja camaraderia que se repite incansablemente en una y otra obra suya. La lealtad hacia el nicleo central (el «nosotros» de Los cachorros, Los inconquistables de La casa verde, el Circulo de La ciudad y los perros) permite una cicrla humanidad en un paramo bestial. Frente a las depredaciones del enemigo esta el refugio, el pacto secreto. Para el Jaguar no tiene sentido preguntarse si es malo o bueno matar al Esclavo: éste ha transgredido ya dos veces Jas normas del grupo, el cédigo casi hemingwayiano de la existencia, eso que se hace el hombre para poder sobrevivir con cierta dignidad. El Jaguar se considera en guerra con Ja sociedad; el Esclavo es un criminal de guerra para el Jaguar, porque ha traicionado a un compaiiero de armas, entregdndolo al enemigo. La traicién se paga con la muer- te, la reaccién de un animal ante la especie traicionada, la autodefensa. Honor en Vargas Llosa es conservacién de los vinculos de defensa, la lealtad hacia el animal que lucha junto a uno, Pero es la hombrfa de Lituma, que lo leva a desafiar a Seminario, lo que conduciré, en tillimo andli- sis, a Bonifacia hacia la prostitucién. Es la hombria del Ja- guar lo que le acarrearé el desprecio de sus compaiieros, ya que él no delataria ni siquiera a un delator, como Alberto. S6lo cuando olvida su hombrfa, cuando acepta un puesto en un Banco, cuando se diferencia del flaco Higueras, sdlo en- tonces puede conquistar a Teresa. Familia y honor se exclu- yen mutuamente. Esto se hace especialmente notorio en Los cachorros (que se parece mucho a The Sun Also Rises, por el personaje Jake), donde el enfrentamiento viril de Cuéllar con el mar y con el automovilismo contrasta con el destino familiar de sus compafieros que «comenz4bamos a engor+ dar y a tener canas, barriguitas, cuerpos blandos, a usar anteojos para leer, a sentir malestares después de comer y de beber y aparecian ya en sus pieles algunas pequitas, ciertas arruguitasy. Cuéllar no puede tener hijos y ellos si. La castracién sexual, el distanciamiento de la mujer como centro hogareiio estabilizador, es lo que permite despreciar la muerte. Pero también significa desaparecer, dejar de sig- nificar. El hombre de Vargas Llosa est4 atrapado entre la castracién y la virilidad. . En Arguedas, en cambio, Ja muerte tiene sentido. El honor Ia trasciende, porque mediante su esfuerzo el hombre podré crear un mundo mejor. El nacimiento del hijo de don Bruno le da fuerzas para seguir Iuchando. Desde aqui podemos entender la actitud de los dos autores peruanos hacia la mujer. Para Vargas Llosa, al hombre sélo le queda la mujer en un mundo que se desin- tegra, y ella también, como Tofiita en manos de Anselmo, se desangra entre sus dedos. Aferrados a la relacién intra- personal, traicionados por sus compaiieros (el caso de Cué- llar, de Lituma, del Jaguar), la necesidad del amor es uno de los pilares de su mundo. La accién se centra y se forma- liza en torno al eje femenino, el principio de falsa eterni- dad que Ja mujer-tierra encierra, De ahi Ja estructura rit- mica de sus dos grandes novelas. En Arguedas, la médula de la accién no es la mujer, sino la guerra. Ellas se parecen entre sf, neblinosas y va- gas, importando en Todas las sangres en cuanto retardan o adelantan los acontecimientos, tal como Armida en la obra de Tasso, apoyando o haciendo retroceder lo heroico. Don Bruno no vacila en dejar a la mujer que ha encontrado; es mds importante para él la lucha, a pesar de que ha logrado lo que los personajes de Vargas Llosa han anhelado siem- pre: una mujer, un hogar, el respeto de los demas, un hijo. Tiene mas valor su decisién si tomamos en cuenta que ha nacido bajo el signo de la Iujuria, mientras que su herma- no don Fermin es fundamentalmente un hombre ambicioso, pero no puede abandonar a su esposa. La mujer tiene, pues, un lugar subordinado, como Dido en La Eneida (sirve para mostrar la voluntad de Eneas, y para configurar la futura lucha de Roma con Cartago), An- drémaca en La Iliada (la nostalgia, lo que Héctor dejard al morir, como puntualiza Rachel Bespaloff en su estudio, On The Iliad), 0 la transitoria aparicién de la mujer de Roldan llorando su muerte. No hablamos, claro, de los romanzi caballerescos, basados en el amor cortés, de Boiar- do, Ariosto o Spencer. Aun el problema de la violacidn de la ind{gena, tan rei- terado en la novela social americana (Raza de bronce, Plata y bronce, Flor Lumao, Donde acaban los caminos) importa en cuanto ayuda a don Bruno a tomar conciencia épica, al situarlo frente a una batalla con el demonio interno que también deberd derrotar en la sierra pernana. Asf, la lucha en el nivel alegérico-moral se funde con Ja lucha social. Por otra parte, el amor entre hombre y mujer en Arguedas es muy complejo, ya que el sexo tiene por una parte un sen- tido perverso, y por otra un efecto ascético liberador. Esto lo trataré en algtin otro ensayo. Por lo demas, esta actitud de Arguedas ante la mujer se relaciona con el hecho de que para poder acercar su cos- mos al de una epopeya, el autor ha tenido que rechazar la realidad cotidiana, endeble, carcelaria, de todos los dias, para lograr la creacién de un mundo estético que vaya mis alld de los limites de lo real fotografiable y factual. La no- vela anterior de la explotacién ha sido, en palabras de Por- tuondo, «documento denunciador, cartel de propaganda, Hamado de atencién hacia los mas graves y vigentes proble- mas sociales ditigidos a las masas lectoras como excitante ala accién inmediatay. Pero una gesta heroica no puede ser un documento o una fotografia o un ensayo adornado con personajes, ni puede tener un «método naturalista - nativista ~ tipicista - vernacular» (en las palabras de Carpentier): hay que exagerar para Ilegar a lo heroico, hay que salirse de las Pequefias dimensiones de la minucia fenomenoldgica que mata la hazafia, hay que crear gigantes, Lo objetivo, lo veraz, lo cientifico, Jo observable, eran los tundamentos de Ja novela social anterior: desmitificar, informar sobre lo que se ha simulado ignorar. Es una intencién gnoseoldgi- ca realista. A Arguedas, aunque no deja de mostrar nuevas realidades factuales, le interesa mds la gestacidn de un ente nuevo, tinico, cuya bondad no reside en su correspondencia exacta con la realidad objetiva, sino que tiene calidad en cuanto crea un nuevo mito, que encarne el deber ser de jo zeal, el sentido profundo y hasta ahora oculto de la historia, y esto se hace utilizando las categorias de lo épico, olvidado desde hace siglos en todo cl mundo, Una situacién exacta- mente como la de Todas las sangres no ha ocurrido ni oct rrird, aunque puede estar imitando la estructura del aconte- cimiento entero de toda América Latina: la liberacién de los pueblos oprimidos mediante la accidn revolucionaria. Por otra parte, las situaciones de las novelas sociales anteriores han ocurrido efectivamente, son la copia fiel, pero no profunda, de una realidad repetible. Casi todos los autores fundamentan su novelar con extractos de diarios, demostraciones de que su obra es verdadera, basdndose es- pecialmente en lo que Wolfgang Kayser lama el «asun- to». Arguedas no copia, no calca, aunque tampoco deja de documentarse él, pero el sentido no es documentar al lector, sino conmoverlo estéticamente: es un supremo acto de la imaginacién, la creacién de otro mundo, Proyecta en el pa- pel algo nuevo, algo es REPRESENTATIVO de todo el pro- ceso de Perti, pero que representa porque no fotografia, sino que selecciona ¢ intensifica y concentra. Lo épico pide la elevacién de lo cotidiano a mito, el alejamiento de lo perio- distico, el salto por encima de la interioridad que tal vez po- sea la mesa del comedor o Ia hoja que cae al suelo. Todas Jas sangres del Peri, es decir, todos los intereses, individuos, clases, convergen hacia un sitio y batallan en él. #1 lugar existe en cuanto representa y retine todas esas fuerzas que no se tocan en la habitualidad diaria, pero que en el teatro de la historia américana deberdn, y ya lo estdn haciendo, enfrentarse. Parece imposible que tantas tendencias se con- centren en un solo lugar: que haya mineros, apristas, co- munistas, demédcratacristianos, liberales, indios esclaviza- dos, semiesclavizados, indios libres de la comunidad, indios n la ciudad, indios arribistas, terratenientes présperos y arruinados, en Europa, en Lima, en sus haciendas, un ca- pilalista nacionalista, otro extranjero, representantes de diversos sectores de la clase media, parlamentarios de to- dos los cufios, etc., cada uno con una individualidad perfec- tamente bien definida (que es una caracterfstica contempo- ranea y noyelistica de la obra de Arguedas). Parece impo- Je esta reunién, imposible pero no inverosimil. Bl lugar donde se encuentran todas estas fuerzas es imaginario y no factual: el espacio unico, original, mitico. No trata de des- truir antiguas falsedades sobre el indio, sino de crear una nueva leyenda, basada en su liberacién. El resultado para os Iectores es, como para los espectadores abobados de los combates de Amadis de Gaula, quedar absortos, admirados, marayillados, suspendidos. De nuevo, el sentimiento del smo épico. Bn novelas indigenas anteriores, incluyendo las de Asturias, la obra se estructuraba mediante la adicién de cuadros, cada uno de los cuales ampliaba el espacio, mos- trando todas las formas posibles de la miseria y de la ex- plotacidn, todas las regiones en que ocurrfa este fendmeno. Hay que espacializar la opresién. Asi, en El mundo es ancho y ajeno se muestra cémo, tras el despojo de la co- munidad de Rumi, viene la dispersién, los viajeros que ad- vierten en todos Jos lugares la misma injusticia. Es la acu- mulacién de cuadros, parecidos en su estructura bdsica de explotacién, diversos por el lugar geogrdfico en que ocurren y el espacio (minero, trabajador urbano, cauchero, agricul- tor independiente, agricultor semiesclavo): lo fundamental es agotar un pafs por medio de la ampliacién variada, agre- gando a esto cuentos y anécdotas. El mundo es ANCHO: por los diferentes espacios. Y AJENO: en todos ellos predomi- na la enajenacién. Arguedas lucha, en Los rios profundos, en El sexto, en Todas tas sangres, contra ese sistema de dispersién acumulativa concentrando en un solo punto a todos esos seres que 1a novela anterior fotografiaba en los esparcidos rincones del pais. El espacio es personal y hu- mano mas que geogréfico, en Arguedas: él necesita enfren- tar constantemente a sus protagonistas, porque es una gue- rra épica, y lo logra mediante una-tipica operacién homé- rica, similar a la que hace Tasso. Esa mina es mucho mas que un mero paraje donde hay un determinado tipo de explotacién; es un punto conver- gente ya legendario, alejado de lugares concretos, donde estén todos los tipos de explotacién, un lugar creado por la mezcla unitaria, inencontrable en el mapa del Pert, pero si en la geografia imaginativo-mental de Arguedas, siguien- do tal vez el antecedente de Los peregrinos inméviles de Gregorio Lépez y Fuentes, aunque en la obra mexicana no hay guerra épica. Nos encontramos, pues, ante una batalla representativa, en un lugar también representativo, simbdlico, ideal. No s6- lo los personajes, por ende, son mejores que nosotros, re- conocemos en ellos nuestras mejores aspiraciones y mas notables cualidades, sino que el espacio es también supe- tior al nuestro, concentrando Jo que est4 disperso en la coti- dianidad de un pats o de un continente. Es como Troya: un lugar donde Jo sobrenatural en el hombre pueda expandir- se, un lugar casi fuera del tiempo y del espacio. Es un pro- ceso similar, pero desde otro punto de vista, al que realiza Garcfa Marquez ai crear el ficticio pueblo de Macondo o al del autor norteamericano John Barth en su Giles Goat-Boy, aunque tal vez se parezca mds que nada a lo que hace Fuen- tes con México en La regién mds transparente. Al tratar de superar la realidad, al buscar un absolutismo imagina- tivo, al rechazar los esquemas, Arguedas se integra a las corrientes superrealistas de la novela hispanoamericana ac- tual, sitio que se le ha negado constantemente. Se ha hablado de su lirismo criollista, y su lirizacién de la realidad prosigue la labor de Valdelomar, entre otros, en la literatura peruana, pero rescata lo legendario en nues- tra época sin volver al pasado, sin huir del tiempo presente. Lo magico se apodera de la estructura misma de su mundo. Este irrealismo se manifiesta, ademas, en la creacién de personajes que encarnen una voluntad casi sobrenatural de lucha, una dimensidén épica de sobreponerse a los desas- tres y determinar por sf mismos el mundo que trata de ex- plotarlos. Se cercena, en el personaje, todo lo que pudiera mostrarle como ineficaz 0 pequefio. La seguridad que cada bando tiene en s{ mismo, la necesidad de imperar y triun- far, hace que un choque, cada vez mds escalonado y dra- matico, resulte inevitable. Los personajes hablan, por lo demas, con una cierta so- Jemnidad, un cierto primitivismo apasionado y lejano, que nos recuerda las sonoras sflabas de los héroes homéricos © virgilianos 0 ercillescos. No hay retéricas, pero sf clari- dad y persuasivo peso en cada sfmil. La peculiar construc- cién sintdctica del habla nos aleja atin més de estos perso- najes. Lo que en los novelistas criollistas era un afan de regionalizar y buscar costumbres lingiiisticas exdticas, es en Arguedas la forma de distanciar al lector de un mundo ya lejano y épico, por su tema y sus situaciones. Ademds, Arguedas tiene una deuda con los métodos de Ja epopeya en cuanto a Ja mdquina maravillosa pagana (los dioses en Homero y Virgilio) o cristiana (la épica renacen- tista-barroca, véase el problema en Spingarn o en Wein-

Vous aimerez peut-être aussi